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El chico de mar y tormenta por Annie de Odair

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Notas del capitulo:

Advertencias: Uso de lenguaje inapropiado (?) y referencias a dubious-con.

Gracias Nicky por tus comentarios que incidieron la trama de este capítulo. Te amo ♥

El departamento de Sanji era grande y limpio. Olía a comida recién hecha en la cocina y a fragancia a flores en la sala de estar. Estaba en el centro de la ciudad, cerca de la universidad de Luffy y era un gran edificio. Era bonito, brillante y aséptico, pero Law prefería su departamento oscuro y frío con sus tres ambientes pequeños y su blanconcito.

—Toma, es ramen —Sanji le pasó un cuenco que despedía un aroma tentador. Lo rodeó con sus manos disfrutando su calor. 

La cocina de Sanji era enorme, parecía el lugar central de la casa, atiborrada de elementos perfectamente acomodados y con una gran isla en el medio donde fácilmente comían cinco personas. Law se había sentado en una banqueta y probaba el ramen con deleite, agradecido de esa cena después del día largo que había tenido desde que se despertó con Luffy en su casa hasta que lo pasó a buscar por la universidad luego de salir del hospital.

Zoro, Luffy y Leo, el niño que había desatado esa reunión, también estaban sentados alrededor de la isla comiendo. Sanji servía la comida y cuando terminó, se apoyó contra la encimera de la cocina con su propio cuenco en la mano.

—¡Esto está delicioso, Sanji! —lo alabó Luffy con una sonrisa enorme.

Leo parecía avergonzado y miraba el cuenco frente a él sin atreverse a tocarlo.

—Puedes comer —dijo  Sanji mirándolo—. No te preocupes, ya has estado aquí todo el día.

El niño desvió los ojos y lo miró.

—Pero ya fueron muy amables conmigo y… no quiero abusar de su amabilidad.

Law lo miró con el ceño fruncido. Le hizo acordar a él cuando Corazón tenía actitudes que no podía comprender ni aceptar.

—Come —insistió Sanji —. Ya llegaste hasta acá, nadie va a morir de hambre en mi casa. 

Cuando logró que Leo comiera y todos terminaron sus cuencos, Sanji repartió unos postres de flan con crema y frutas. Apenas lo probó le pareció delicioso. Nada de pan en esa cena, fue perfecto.

—Ahora, hablemos —espetó Sanji mirando a Law—. ¿Quién es ese tal Bellamy? 

Leo se estremeció y Law sintió la mirada de Luffy sobre él. Carraspeó y tomó agua.

—Bellamy era un subordinado de Doflamingo —empezó a explicar y los ojos de todos cayeron sobre él.

—¿Doflamingo, el Joker? —preguntó Zoro.

——Sí —asintió mirando el flan frente a él—. Doflamingo dominaba el mercado de drogas en Grey Terminal y tenía una red extensa. Cuando lo arrestaron dejó un lugar vacío que otros traficantes intentaron monopolizar para vender drogas. Bellamy era insignificante para Doflamingo y no participaba de los grandes negocios que hacía, por eso no encontraron pruebas para meterlo preso y ahora debe querer hacerse con su lugar en el mercado negro.

—¿Qué tan peligroso es Bellamy? —cuestionó Sanji serio.

Law miró al niño y volvió la vista al cocinero.

—Es un idiota —dijo tajante pero apretó los dientes—. Doflamingo es muy inteligente y manejaba el negocio con cuidado. Si lo descubrieron fue porque alguien al interior de la organización lo… traicionó.

Odiaba pensar en Cora-san como un traidor a Doflamingo, porque en realidad nunca había sido parte de la organización criminal del Joker. Sólo era su hermano e intentaba que no se descontrolara demasiado. A la hora de la verdad, Cora-san eligió a Law y a Sengoku y no tuvo reparos para entregar a Doflamingo.

—Pero Bellamy se maneja con altanería y es descuidado. Actúa como si nada pudiera pasarle y trata mal a sus subordinados. Doflamingo era un hábil manipulador, no trataría mal a alguien que quiere tener de su lado, pero Bellamy no conoce de sutilezas.

Zoro y Sanji lo miraban intrigados y Law sabía por qué.

—¿Cómo sabes tanto sobre ellos? —preguntó Sanji al fin y Luffy pareció querer decir algo, pero Law no lo dejó.

Sonrió con cierta ironía, porque no podía creer que después de tantos años haya un chico como él, atrapado en la misma mafia, que necesitara de un hombre como Cora-san para salvarlo.

Y estaba dispuesto a serlo. A ser como Cora-san.

—Nunca podría olvidar —comenzó volviendo la vista a los dos hombres—, a los que fueron mi familia.

.

.

.

Después de las explicaciones pertinentes —ya había perdido la cuenta de cuantas veces contó esa historia en los últimos días—, decidieron trazar unas líneas de acción para intentar desarticular la red de Bellamy.

La buena noticia era que Bellamy no se parecía a Doflamingo y Law estaba confiado en el éxito de su plan. Zoro, Sanji y Luffy habían participado diseñándolo, pero Luffy no parecía muy conforme con muchas cosas. Tuvo que recordarle varias veces que la idea no era golpear a nadie o terminaría con más que una nariz rota. Leo también aportó datos e información y entre todos iban a encargarse de eso intentando involucrar a la menor cantidad de gente posible.

Law conocía al nuevo Joker de sus días con Doflamingo, cuando Bellamy era otro subordinado más, un poco inútil y bastardeado por los altos mandos. No se llevaban bien, porque Law no apreciaba los constantes intentos de Bellamy de ganar los favores de Doflamingo. Siempre creyó que le faltaba dignidad y que no tenía que arrastrarse ante alguien que no volteaba ni una vez a mirarlo. 

—Yo voy a ir a hablar con Bellamy —explicó Law con un papel frente a él donde había dibujado todas las indicaciones que Leo le había dado sobre la base de Bellamy. La mansión de Doflamingo, en las afueras de Grey Terminal había sido incautada y vendida, así que la nueva sede era en el mismo barrio. 

Tan cerca del Kamabakka.

Se tornó personal para Zoro, Sanji y Luffy cuando se dieron cuenta que la gente del Kamabakka también podrían ser blancos para Bellamy. Y era importante erradicar a un sucesor auto proclamado de Doflamingo. 

—¿Qué vas a conseguir hablando con él, Torao? —insistió Luffy con el ceño fruncido. Le había devuelto su buzo amarillo que usó para dormir y ahora vestía el suyo, salpicado con un poco de sangre de su nariz—. Ellos saben que tú y Cora-san entregaron a Doflamingo, no te van a recibir bien.

—Pero también fui parte de la familia, Luffy-ya y ellos van a querer saber qué hago ahí.

—Bellamy no es Doflamingo, como tú dijiste —acotó Sanji mirándolo con cautela—. No te va a recibir como familia si piensa que por tu culpa se desarmó la red.

Law sonrió mirando su plato vacío.

—Gracias a lo que Cora-san hizo, Bellamy pudo llegar al lugar que tiene. Si no fuera por la denuncia contra Doflamingo, nunca hubiese podido ocupar su lugar. 

—No esperes que te lo agradezca —espetó Luffy cruzándose de brazos—. Lo que quieres hacer es difícil, ¿por qué no me dejas que le pateé el trasero?

—Porque, Luffy-ya, no quiero que seas tú el del problema legal. Somos civiles, no la policía, no podemos entrar y pelear con todos ellos.

El chico se mostró ofuscado. El parche en su nariz lo hacía lucir gracioso y pico amenazante, pero eso mismo era razón suficiente para no pelear.

—Iremos de refuerzo por si algo sale mal —intervino Zoro—. Intenta el plan A, habla con Bellamy y si consigues la información suficiente para incriminarlo, no haremos nada. Pero si llega a ponerse peligroso, estaremos ahí para patearles el trasero.

No se opuso, porque sabía que no había forma de cambiar la opinión de esos tres monstruos que hacían de su voluntad una montaña inamovible. Sabía que ante la más mínima duda, lo protegerían y ayudarían a salir ileso de allí. 

Ahí fue cuando se dio cuenta que, sin quererlo, ya era parte de otra familia.

.

.

.

Sanji lo había dejado a unas cuadras de la guarida que usaba Bellamy. Le dijeron que estarían allí, que cualquier cosa los llamaran. Como si no se fueran a enterar si algo pasaba. Tenía micrófonos por toda su camisa, grabando cualquier sonido en busca de pruebas que incriminaran a Bellamy, pero también servía como apoyo para él, porque los tres lo estaban escuchando.

Que bueno que Sabo no estuvo en la casa cuando Luffy entró a buscar ese equipo de reportero que tenía guardado. No quería al hermano sobreprotector de Luffy encima suyo en ese momento.

Tocó la puerta y esperó pacientemente apoyado contra la pared. Cuando las bisagras rechinaron, se puso alerta. 

—Te dije que no vueltas hasta que no tengas el dinero, mocoso —espetó una voz ronca y conocida—. ¿Pero qué carajos…?

Bellamy estaba de pie en la puerta, con sus anteojos de sol puestos y lo miró con sorpresa y mezcla de desagrado. 

—¿Qué haces aquí, traidor? —escupió con desdén.

Law irguió una ceja y lo miró desafiante.

—Si no fuera por esa traición no estarías en el lugar en el que estás.

Bellamy sonrió aún más. Parecía enfermizo y sádico, pero Law conocía lo suficientemente bien a ese idiota como saber que no era del todo un peligro para él.

Porque tenía razón. Por Cora-san y él había logrado tener el monopolio de Doflamingo.

—¿Quieres pasar? —Bellamy se hizo a un lado y Law no lo dudó.

Cuando escuchó la puerta cerrarse detrás de él, supo que había comenzando. Necesitaba recolectar esa información.

—¿Y a qué se debe tu visita? —preguntó Bellamy sentado en una cocina desvencijada. Sirvió un vaso de vino que no se veía muy apetitoso y se lo pasó a Law.

Él lo tomó sólo para mantener las apariencias, pero no probó un sorbo.

—Me enteré que hay un nuevo Joker en el barrio.

Bellamy sonrió sardónico.

—¿Así me llaman? —No podía ocultar lo encantado que parecía—. Qué puedo decir… lo estamos haciendo bien con los muchachos. Aunque sin los lujos que tenía Doflamingo. 

Los subordinados de Bellamy estaban tomando o drogándose por los rincones de esa casa venida a menos. Inyectándose en el sillón con la goma espuma afuera o borrachos frente a la televisión encendida.

Sintió asco y, sobre todo, unas inmensas ganas de fumar. Y no le importó hacerlo en ese momento con tal de no recordar —desear— todo lo que llegó a consumir por ese negocio.

—¿Mismo modus operandi? —preguntó encendiendo un cigarrillo que tenía guardado en el bolsillo de su camisa negra—. Me llamó la atención cuando escuché rumores de niños traficando para un nuevo Joker. Supe que eras tú al instante.

Adularlo le daba náuseas, pero sabía que a Bellamy lo ponía hablador y contento. Y si seguía tomando ese vino barato y se emborrachaba, pronto sería más fácil obtener información. 

—Usamos lo mejor de Doflamingo —dijo con altanería, limpiándose los anillos de la mano en su camiseta—. Pero somos más inteligentes.

—¿Ah sí? —preguntó escéptico—. ¿Cómo haces para mantener a los niños contigo entonces?

Bellamy sonrió casi sádico y Law temió su respuesta.

—Nuestros dealers saben que no pueden dejar de trabajar sino nadie obtiene su dinero —Se llevó la mano a la cintura y Law se estremeció—. Y acá no nos gusta perder dinero.

Doflamingo también era cruel y despiadado y no le temblaba la mano a la hora de castigar a los niños de su familia. Pero era manipulador y sabía cómo tener a los demás comiendo de su mano; cómo construir una red de personas a su alrededor. Bellamy lo hacía mediante el miedo.

—¿Y tú, por qué estás aquí, Law? —preguntó mirándolo con los ojos estrechados—. No esperaba recibir tu visita, ¿quieres volver al negocio?

Law cruzó sus piernas y apoyó el mentón sobre su mano.

—Soy un doctor recibido, no tengo problemas económicos —mencionó con su sonrisa confianza—. Pero creo que como ex parte de la familia y teniendo contactos con la policía, podría darles… una ayuda para quitarles el asedio que seguramente deben tener en el barrio.

La seguridad con la que hablaba estaba calculada hasta el mínimo detalle. Tenía su discurso planeado y lo dejaba salir con las pausas y las respiraciones calculadas.

—No me gustaría perder de vista este negocio —continuó dándole una larga calada al cigarrillo—. Cuando era chico no quería estar bajo las órdenes de Doflamingo, pero creo que ahora puedo ser muy útil con alguien… más a la altura.

Los ojos de Bellamy se estrecharon, pero Law sabía que el idiota no debería sospechar. Calculó los espacios de la casa, las salidas y cuántos hombres podrían abalanzarse si llegaba a tener un problema. No saldría muy bien de esa, por lo que mantener su fachada era crucial.

Bellamy se incorporó con una sonrisa segura y grande.

—¿Qué piensa Corazón? —preguntó con un tono juguetón que no le gustó nada—. ¿Está de acuerdo que su nene de papá vuelva a las drogas?

Law se levantó de la mesa y dio una calada a su cigarrillo.

—No es importante lo que él diga o piense —espetó más duramente de lo que le hubiese gustado—. Cora-san no tiene por qué saber qué hago, no vivimos juntos.

—Entonces, sígueme.

Miró hacia los costados intentando contar mentalmente cuántos hombres, habitaciones y armas veía por la casa. Un paso en falso y terminaría acribillado.

Bellamy lo llevó por un pasillo largo, con las paredes descascaradas y algunas puertas, dormitorios quizá, desde donde se escuchaban ruidos extraños. 

—Ahí duermen algunos de mis hombres —mencionó Bellamy con una sonrisa—. A esta hora deben estar ocupados con su recompensa por un trabajo bien hecho.

La sonrisa insinuante que le dio le provocó asco. Doflamingo también hacía eso. Conseguirles “damas de compañía” cuando hacían buenas ventas. Así lo llamaba él. Por negarse muchas veces, Law había recibido el apodo de “puto”. 

No es que le importara realmente, pero ahora tenía más miedo porque Bellamy no parecía conformarse con llamar a alguna trabajadora sexual. Y lo veía perfectamente capaz de forzar a mujeres del barrio. 

Empujó sus arcadas al final de su garganta y siguió al hombre hasta el fondo del pasillo, donde abrió una puerta y se corrió para mostrarle su interior.

—Esta es nuestra gran cocina —espetó con orgullo. 

Gran era una forma de decir. La cocina de droga estaba atiborrada de cosas y abarrotada en esa habitación. Las condiciones en que producían la droga no parecían muy buenas. Doflamingo cuidaba más esos detalles también. No vendía una droga de mala calidad.

Y él lo sabía porque la había consumido.

—Tus conocimientos científicos no nos vendrían nada mal —mencionó Bellamy mirando sus instrumentos—. Cuando éramos chicos, Doflamingo ponía mucha fe en tí. ¿Crees que puedes mejorar nuestra producción? Si haces eso, puedo darte una cantidad mejor de dinero.

Law miró los objetos y la materia prima e hizo un gesto de asco, pero procuró que no lo vea. Con Doflamingo había participado, aprendiendo de uno de los hombres cercanos al Joker, Trebol. Vio cómo la hacía y sabía cómo mejorarla.

—Estaba con Trébol cuando él lo hacía —comentó volviendo el rostro a Bellamy—. Sé que puedo hacerlo.

—Perfecto. Si te ocupas de mejorar la cocina y la producción, y nos evitas problemas con la polícia, creo que serías un buen socio. Doflamingo no te supo aprovechar, pero yo soy mucho mejor negociador, ¿no lo crees, Law?

Se mordió el interior de la mejilla para poder sonreír, asintiendo con la confianza que tenía que aparentar.

—De acuerdo. Puedes venir en dos días, los proveedores nos traerán una gran carga de materia prima para que empecemos el trabajo en la cocina.

—¿El proveedor es el mismo de antes? —preguntó Law esperando que Bellamy lo mencionara.

—Sí, a pesar que no somos Doflamingo, Kaido sigue confiando en nosotros y continúa vendiéndonos.

Kaido era un peso muy pesado en el mercado de drogas. Traficaba con Doflamingo y muchas bandas menores. No sólo estaba en Grey Terminal sino en muchísimos barrios del país. 

Cuando lograron meter preso a Doflamingo, no pudieron encontrar pruebas contra Kaido o que lo relacionaran con él, pero ahora Bellamy lo estaba diciendo explícitamente.

—De acuerdo —sonrió Law volviendo a la sala—. En dos días puedo volver.

Bellamy se apoyó contra la encimera de la cocina y tomó un trago del vino asqueroso que Law no quiso tocar.

Pero Bellamy no era tan bueno y en algún momento iba a empezar a molestar a Law para probarlo.

—¿Corazón no querrá volver al negocio ahora que su hermano mayor no está? —preguntó con el tono petulante como si estuviera diciendo un chiste—. Aunque quizá es por eso mismo que no quiere participar, ¿no?

Law sabía que sólo quería provocarlo, para confirmar su determinación de participar, pero odiaba cuando alguien hablaba mal de Corazón. Y sabía con qué iba a salir en ese momento.

—Sabes, siempre tuve curiosidad de algo —comenzó incorporándose y dando vueltas alrededor de la cocina con su sonrisa altanera—. Es un rumor tonto que circulaba entre los subordinados de Doflamingo. Seguro tú lo escuchaste…

Apretó sus dientes. Sí. Sabía. Le molestaba demasiado, pero no podía decir nada aún.

—Parece que se le escapó a uno de los altos mandos y cuando un subordinado lo escuchó, comenzó a dispersarse. Después todos lo supieron, pero nunca se confirmó.

 —Dilo ya, Bellamy —escupió Law. Su voz sonaba peligrosamente enojada. Bellamy sonrió más.

—¿Sabes quién esparció el rumor? —preguntó viéndolo con una alegría fingida—. Esa persona seguramente sabe qué tan cierto es o no.

—¿De qué hablas? Explícate.

—Ja —Se rió como si disfrutara tener ese conocimiento que Law no poseía y comenzó a sacarlo de quicio—. El rumor que decía que entre Corazón y Doflamingo había… algo más que esa hermandad que querían mostrar.

Apretó sus puños y desvió la mirada indignado. Claro que había escuchado ese rumor cuando era parte de la familia. Sabía lo que Bellamy acababa de decir. El rumor era que alguien, no se sabía quién, había escuchado una conversación entre Diamante, uno de los hombres de confianza de Doflamingo, y el Joker. Al parecer hablaban de Corazón de forma… vulgar. 

Lo trataban como una puta de Doflamingo.

Así hablaba Doflamingo de su hermano. La única persona que lo quiso de verdad alguna vez. 

—Eso es sólo un rumor —espetó Law sin mirarlo. Encendió otro cigarrillo.

Bellamy sonrió aún más.

—Yo escuché ese rumor, Law —dijo con su voz grave y el tono arrogante—. Yo escuché a Diamante y Doflamingo hablar de Corazón así y lo comenté con los otros.

Mostró sus dientes, con la sonrisa más despreciable del mundo y Law quiso arrancarle todos los dientes. 

—Eso no es verdad, Bellamy —gruñó—. Ellos son hermanos.

—Yo lo escuché hablando de Corazón como su puta, Law. Es hora de que aceptes lo que es ese padre tuyo. Una vulgar…

El puño llegó tan rápido que Bellamy no lo vio venir. Law se había criado entre esos matones, tenía muy claro cómo pelear y no le importó ninguna consecuencia. 

Cuando los hombres de Bellamy se le abalanzaron, Law se preparó para golpearlos a todos. Recibió golpes y sintió que le sangraba la boca o la nariz, no estaba seguro. Eran muchos y sabía que no iba a salir impoluto de ahí. Pero estaba preparado para eso. Y con la furia que tenía no le importaba llevarse lesiones si, en cambio, podía arruinarle la cara a Bellamy y sus matones.

No contó con que la puerta desvencijada de la casa cayera con las bisagras rotas y Luffy, Zoro y Sanji entraran a las patadas. 

No se dio cuenta que ellos habían irrumpido hasta que no los tuvo cerca, peleando a sus espaldas para que no lo mataran a golpes. Sanji lo agarró del cuello de su camisa y lo arrastró hacia la puerta con tal de que soltara a Bellamy que tenía un ojo hinchado.

—Es suficiente Law, debemos salir de aquí —le gruñó mientras intentaba empujarlo hacia la puerta. 

—¡Maldito hijo de puta! —lo escuchó gritar a Bellamy. El golpe en el ojo lo había aturdido y lanzaba puñetazos hacia diferentes lugares sin ver—. ¡Law, hijo de puta!, ¿para qué viniste, traidor?

Sintió que Sanji seguía tirando de él, alejándolo de la escena pero hizo fuerza para soltarse y volver. Tenía los ojos desencajados, quería romperle la cara a Bellamy como tuvo que haber hecho cuando eran parte de la familia Donquixote, antes que diera tantos problemas.

Alguien —algún secuaz de Bellamy— le asestó un golpe en la sien que casi lo noqueó. Se sintió mareado y sus ojos no podían enfocar bien. Sanji seguía abrazándolo por la espalda, como si tuviera miedo de soltarlo y que hiciera una locura.

Otro matón intentó golpear a Sanji pero fue derribado por Zoro. Lo alcanzó a ver de reojo, también había recibido golpes. Los hombres de Bellamy estaban drogados, en la decadencia absoluta. Se habían lanzado a atacarlos con las manos vacías y poca coordinación.

Eso pensó hasta que el sonido de un disparo resonó en la habitación seguido de un grito.

Sanji lo sacó de la casa y tiró de él hasta meterlo en su auto, estacionado en la esquina. Él se subió en el asiento del conductor y lo encendió.

—Quiero bajar, ¡déjame bajar! —espetó cuando bloqueó las puertas—. ¡Sanji-ya, déjame bajar, aún no terminé!

—Te quedas aquí, ¡tienes los micrófonos encima, no puedes arriesgar más!

En el fondo, Law siempre había decidido no creer en ese rumor. Cuando vivía con Cora-san aún lo recordaba y la imagen de su padre siendo usado por Doflamingo le revolvía las tripas. La había bloqueado creyéndola imposible. Pero no podía subestimar al hijo de puta de Doflamingo.

Ni tampoco a la determinación de Cora-san de llevarlo ante la justicia.

Incluso estuvo dispuesto a usar su cuerpo con tal de mantener a Doflamingo cerca de él.

Tenía ganas de gritar, llorar y prender fuego ese lugar de mierda en el que se cocinaba la droga. 

¡Cora-san era su hermano! ¿Cómo podía hacerle eso a su sangre?

Luffy y Zoro entraron al auto apresuradamente, arrojándose a los asientos de forma descuidada. Luffy se metió atrás con él y Zoro ni había terminado de cerrar la puerta, que Sanji desbloqueó antes, cuando el auto arrancó a toda velocidad para salir de allí.

Él seguía impactado y desencajado. Quería prender fuego todo, verlos arder en el infierno. Ni siquiera la cárcel era suficiente para las ansias de destrucción que sentía por Bellamy y hasta por Doflamingo.

—¡Torao, cálmate! —gritó Luffy sosteniendo sus hombros y obligándole a enfocar su visión en él—. Mírame, ¿de acuerdo? ¡Terminó, ya tienes lo que queríamos! Hay evidencia, están sus palabras y les pegamos, ¡tienes que calmarte!

Viniendo de él no confiaba mucho en sus palabras, pero respiró hondo porque no quería armar una escena allí.

—Bellamy es un hijo de puta —espetó Zoro—. Quiso enfurecerte con sus palabras. Ni siquiera sabes si fue él quien esparció ese rumor. 

Apretó sus manos sobre el jean que vestía y miró a Zoro. Alcanzó a ver sangre en su rostro. Se tocó el suyo y percibió los golpes y lastimaduras. Le habían partido el labio y le sangraba la nariz.

Se mordió los labios pensando cuántas cosas hizo su padre para protegerlo a él y a todos de ese monstruo. 

—Torao…

—Sí, lo sé —dijo para callarlo.

Cuando lo miró notó que Luffy se presionaba el costado, en su costilla, con ambas manos. Frunció el ceño.

—¿Qué te pasa? —exigió estirando las manos para tocarlo. Luffy retrocedió.

—No es nada —se apresuró a decir y él entrecerró los ojos.

Luffy se sostenía y apretaba el costado como si hubiera sufrido un golpe. Y rechinaba los dientes.

—Luffy-ya, déjame revisarte —espetó enérgico y lo vio negar. 

—No es nada, no te preocupes.

—Me importa una mierda.

Nunca lo había tratado así, pero estaba alterado y preocupado por ese gesto. Temía que fuera algo malo. Se lanzó contra él y le arrebató las manos. Había sangre en su buzo y estaba seguro que no era la sangre reseca de su pelea la noche anterior.

—¿Qué es esto, Luffy-ya?, ¿te dispararon?

Zoro y Sanji se dieron vuelta al instante, mirando a Luffy con preocupación.

—¡Vuelve la maldita vista al frente! —le gritó Zoro al conductor del auto y Sanji tuvo que enderezarse—. Luffy, ¿qué carajo te hicieron?

El chico suspiró y levantó su buzo para mostrar su estómago. Law no perdió tiempo y sus manos frías y temblorosas le revisaron la herida.

—Es superficial —jadeó con alivio y tanteó apretando con los dedos. Luffy se quejó—. Lo siento, lo siento. En mi casa te puedo tratar. A todos.

Se sentía culpable por eso. Había perdido el control y todos habían terminado heridos. Por poco Luffy había evitado una bala. El disparo fue de Bellamy o sus matones y el grito de Luffy. Se sintió muy enojado y frustrado consigo mismo.

—Relájate, Torao. Estoy bien, no duele…

—No mientas —dijo en voz baja—. Quítate el buzo, haré un torniquete.

Por suerte no protestó y le entregó su buzo sin decir una palabra. Law aprovechó sus mangas largas para atarlo alrededor de la cintura de Luffy y presionar la tela contra la herida con fuerza. Lo oyó jadear y tomar aire pero no le importó. Era crucial que no perdiera sangre por ahí.

Se recostó sobre el asiento y suspiró. Se sentía completamente abatido y cansado, también como si hubiera fallado, pero Luffy dijo una verdad. Tenían lo que habían ido a buscar. 

Algo lo golpeó en el rostro y cuando miró hacia abajo vio un paquete de cigarrillos.

—Es mío —le contó Sanji con la vista fija en la ruta—. Los tuyos se cayeron allí. Fuma.

Law no cuestionó eso. Lo necesitaba. Prendió un cigarrillo y bajó un poco la ventana. 

Sintió la mirada preocupada de Luffy y bufó, pero no dijo nada más. Convenció a Sanji para que los llevara a su casa a buscar su botiquín y herramientas que tenía guardadas para curar a Luffy. Estuvo menos de dos minutos en su casa y bajó corriendo las escaleras para encontrarse con el auto e ir rumbo a lo de Sanji.

Leo se había quedado allí con Nami. Le habían pedido que lo cuidara mientras intentaban obtener la información de Bellamy.

—¿Qué rayos sucedió con ustedes? —gritó Nami cuando los vio entrar.

Su aspecto decía que habían vuelto de una pelea. Luffy medio desnudo, ensangrentado y con un parche en la nariz, Zoro y él con la cara golpeada y sangre reseca. 

Apenas entraron, Law se quitó los micrófonos y se encerró en el baño para lavarse las manos. Hacía mucho no estaba tan alterado y recordar eso lo desequilibró un poco. Se lavó la cara también y jadeó al sentir el dolor en las heridas. Limpió rápidamente la sangre seca en su labio y volvió. 

Escaneó el daño recibido por los demás. Zoro sólo tenía golpes como él, nada que unos días, analgésicos y hielo no pudieran solucionar. Sanji no había recibido daño. Luffy era el más herido. 

Cuando salió vio a Nami interrogándolos y Luffy intentando calmarla. Leo también parecía asustado mirando a los chicos heridos.

—Zoro-ya, ponte hielo en tu golpe. Aquí hay desinfectante y algodón. También anlagésicos —le entregó un botiquín y miró a Luffy con intensidad—. Tú, acuéstate en el sillón.

Luffy cumplió, por suerte. Le quitó el buzo y revisó su herida. No era grave, se mentalizó en eso. Él podía tratarla. 

—Tus hermanos van a matarme —murmuró entre dientes y oyó a Luffy reír—. ¿Te duele mucho?

Había sido algo brusco con él en el auto. Estaba muy tenso y alterado y no reaccionó bien, pero ahora se daba cuenta que no quería verlo sufrir ese dolor. 

—Estoy bien —Luffy sonreía y parecía ajeno a la situación, como si nada le afectara. Law sabía que estaba aguantando para no preocuparlo; que lo hacía por él.

No tenía todos los instrumentos necesario para tratarlo o hacerle una radiografía, como exigía el protocolo. Estaba nervioso porque no quería jugar con una herida así y menos con ese chico que había ido a patearle el culo a matones por él.

Sintió una mano caliente aferrada a su muñeca que lo distrajo y miró a Luffy.

—No pierdas la cabeza, Torao —dijo en voz baja pero clara—. Se que puedes, eres un cirujano. Puedes hacerlo.

Respiró e intentó calmarse. Claro que podía. Sabía cómo hacerlo. Y la mirada llena de confianza de su paciente lo animó más.

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Luffy se quedó en la habitación de Sanji, recostado en su cama. Al principio no quiso y pataleó, pero Law y Sanji no estaban dispuestos a dejarlo en el sillón cuando había una cama cómoda y amplia. Su buzo estaba definitivamente arruinado y terminó usando una camiseta de Sanji que le quedaba un poco larga. Luffy aceptó todo con la condición que vayan a la habitación para charlar con él. 

Leo se quedó en la sala mirando la televisión y Nami apoyada en el marco de la puerta de la habitación, mirando al niño de vez en cuando y participando de la conversación con ellos. Law también se había puesto un hielo y curó su herida en el labio. Le dolía mucho la cabeza y estaba seguro que tendría contusiones al día siguiente. Recordaría a Bellamy cada vez que se mirara al espejo los próximos días.

Se sentó en el borde de la cama con Zoro y una computadora donde estaban bajando los audios.  

—Esto va a servir, Law —comentó Zoro mirándolo—. Hiciste un buen trabajo.

Mientras él se curó en la cocina, ellos había escuchado los audios para comprobar que se oyera con claridad. La pelea había distorsionado un poco el sonido, pero incluso se escucharon los gritos y el disparo. No había querido participar ni escucharlos de nuevo porque estaba seguro que perdería el control nuevamente si oía a Bellamy hablar de su padre.

Aún seguía enojado y herido por ese momento. Quería volver y prender fuego esa casa. Pero la emergencia de Luffy lo había distraído y después de eso se encontró menos exaltado. Sanji preparó café y tener una taza caliente entre sus manos fue reconfortante.

Sintió la mirada de Luffy que lo obligó a despegar su vista del líquido oscuro. No conocía la forma en que lo miraba, como si quisiera decirle algo realmente importante y no supiera cómo. Luffy nunca hacía eso, no pensaba mucho antes de hablar. 

—Sanji dijo que no podemos llevarle esto a cualquier policía —comenzó con una cautela impropia en él, que era todo un torbellino—, porque muchos están aliados con las mafias. Pero yo conozco a unos policías, la división de Fujitora y Smoker, son amigos de mi abuelo, y personas de confianza. Pero… ¿quieres que recortemos los audios?

Law volvió la vista sobre la taza y suspiró. No quería entregar un secreto tan íntimo de Cora-san a la justicia. No porque pudiera traerle problemas; la causa de Doflamingo ya era vieja y ese rumor incomprobable, pero no quería que estuviera en manos de todo el mundo. 

Sin embargo, no alterar la cinta era importante para su credibilidad. 

—No —respondió carraspeando—. Está bien así. Cora-san lo entenderá.

—¿Por qué no hablas con él? —ofreció Luffy y señaló su celular en la cama—. Llámalo.

Se miró las manos y suspiró. Tenía los puños rojos de los golpes y no era el único. Pero no le importó en ese momento.

—Lo llamaré para avisarle, pero vamos a entregar esos audios.

Tomó su teléfono y marcó el número de Cora-san cuando salió al enorme balcón de la habitación de Sanji.

.

.

.

—¿¡Cómo no me avisaste, Law?!

El grito de su padre resonó a través de su oído y Law se tapó la cara.

—Lo hecho, hecho está Cora-san. Además yo me metí en este problema y no es Doflamingo al que fui a buscar, así que no tienes nada que ver con eso.

Lo escuchó resoplar y Law sonrió, enternecido porque se preocupara tanto por él.

—No me gusta que te expongas…

—Ya soy grande —lo interrumpió—. Tengo veintisiete años y es hora de que me haga cargo de ciertas cosas. Tenemos la evidencia y nadie salió herido.

Ellos al menos. Cora-san no tenía por qué saber eso.

—Luffy-ya dijo que tenía conocidos en la policía de parte de su abuelo. Sengoku debe saber quienes son. Es la división de Fujitora y su mano derecha Smoker.

—Sí. Son antiguos compañeros de Sengoku y Garp cuando trabajaban con la policía. Buena gente.

Carraspeó sabiendo que tenía que hacer el comentario.

—Ellos van a recibir los audios… sin alteraciones. Yo autoricé eso, pero…

—Lo sé, Law —El tono amable volvía a colarse por el teléfono y lo estremeció—. No me avergüenzo de nada de lo que hice para sacarte a ti y a todos los niños de allí. Sengoku lo sabe. Yo se lo conté.

Se tapó la boca con una mano y procuró no dejarse vencer por esa repentina sensación de hundimiento.

—Entonces ¿no te molesta que…?

Una risa vino del otro lado. 

—No —respondió con tranquilidad y afecto—. Lo que tuve que hacer no es un secreto, Law. Es mi mejor triunfo.

Cuando cortó esa llamada, no pudo volver a entrar por un rato largo. Las lágrimas que se le habían caído delataban su enorme amor por ese hombre que vendió todo de sí para salvar a los que más pudo.

Hasta su cuerpo.

Pero jamás su alma.

—¿Torao? —La voz de Luffy se coló en sus pensamientos y cuando se dio la vuelta lo vio en la cama, arropado con las mantas de pluma de Sanji.

Se limpió furiosamente las lágrimas y lo miró agotado. Zoro, Sanji y Nami no estaban ahí, seguramente lo habrían dejado para que descansara, pero Law seguía en el balcón hablando con su padre. 

—¿Qué pasa?

—Si a alguien le quedaban dudas de lo increíble que es Cora-san, hoy quedó demostrado que es un héroe —asintió mirándolo fijamente—. No te tienen que avergonzar las batallas de tus héroes, Torao. 

Se estremeció, porque las palabras de Luffy eran cálidas y parecían sacarlo de esos lugares oscuros conocidos donde ya había estado, despejando nieblas negras que se arremolinaban sobre su cabeza.

Sonrió, muy poquito, pero lo hizo. Y eso fue todo lo que Luffy necesitó para regalarle su mueca de felicidad y franqueza. Esa increíble sonrisa de mil soles que sólo un chico como Luffy, después de haber tomado una bala por él, podía darle.

 

 


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