La sala del altar esta constituida por muros de de cemento de color blanco, el suelo era de cerámica de color crema. Encima de este por la parte del centro había una ancha y larga alfombra de color azul con bordes dorados, la cual iba desde la puerta de la entrada hasta el mismísimo altar. A ambos lados de la alfombra hay unas bancas de madera, para que la gente se siente en ellas a rezar.
Al frente de estas bancas, hay un altar de madera de roble, cubierto con un mantel blanco con algunos diseños y detrás de este se encontraba nada mas y nada menos que el sumo sacerdote. Este hombre era alto, de tez morena, ojos cafés oscuros, vestía una túnica larga, la cual cubría sus brazos y piernas dejando solo ver sus manos. Esta llevaba por encima como una clase de delantal de color celeste con borde dorados y en su cabeza un gorro puntiagudo de color blanco con bordes platinados, el cual permitía ver su larga cabellera castaña. ( Nota: es como esa cosa de color que ponen por encima de la túnica blanca, los sacerdotes, lo siento no tengo idea de como se llama.)
Los dos príncipes salieron de la puerta de la entrada y se encaminaron dentro de este lugar hasta que llegaron en frente de su santidad.
- Les doy la bienvenida a la santuario de la luz, ¿En que puedo ayudarlos jóvenes?- les dice el sacerdote con amabilidad.
- Su santidad, mi reino ventisca ah caído en manos de los ninjas del desierto, mi padre ha muerto y mi hermano ha sido secuestrado, yo ya no se que hacer con mi vida, le suplico que me guié- dice Yugi con una mirada afligida.
- ¡Ventisca ah caído! Esto es terrible, me temo que solo el dios de la creación podría ayudarte, lo lamento, yo no poseo ningún poder para hacerlo- se lamenta su santidad bajando un poco la cabeza en forma de disculpa.
- - el tricolor menor iba a decir algo mas pero el hada interviene - Chicos déjenme hablar a mi, su excelencia soy un hada que viene del santuario santo, el árbol sagrado se esta comenzando a marchitar
- ¡Cielo Santo! Esa es una pésima noticia si el árbol sagrado se marchita, el poder sagrado deseparecera de este mundo y lo peor de todo que los malignos quedaran libres y el mundo correrá un grave peligro- menciona el sacerdote asustado.
- Disculpe su santidad pero ¿De que están hablando? - pregunta Yami confundido.
- Verán hace varios siglos después que el dios de la creación con la ayuda de su espada sagrada creara este mundo aparecieron ocho seres que fueron conocidos como los malignos los cuales no solo causaron masacres sino también que casi destruyeron todo el mundo por lo que el dios se vio obligado a luchar contra ellos y sellarlos en las piedras sagradas, las cuales están vinculadas con el árbol sagrado. Luego de hacer aquello el dios creo a las hadas para que protegieran tanto el árbol como la espada, la cual quedo calvada en una de las raices a la vez que el dios se sumiera en un letargo eterno- relata su santidad a los dos jóvenes quienes quedan sorprendidos ante tal relato.
- ¡Oh! ¿Existe alguna manera de evitar que se vuelva a repetir?- cuestiona Yugi angustiado.
- Si, tu que haz sido elegido por el hada, eres el único que puede sacar la espada y con ella despertar al dios de su letargo, el es el único que puede salvarnos - le responde el sacerdote mirando fijamente al mas bajo.
- Pero yo no tengo tiempo para hacer eso, debo ir salvar a mi hermano de las garras de esos malditos ninjas, lo siento Kizara, no puedes buscarte a alguien mas -reclama el ojiamatista de forma rápida, ya que tenia mas prisa por salvar a Len que al mundo.
- No se puede, cuando el hada escoje a un huésped, no se podrán separar a menos que uno de los dos muera - le explica su santidad seriamente.
- Ademas si consigues la espada sagrada, no solo salvaras a Len sino que también podrás recuperar tu reino - le dice el hada con una sonrisa de triunfo.
- suspira- Esta bien
- Kizara si yo voy con ustedes ¿Crees que existe que la potabilidad de que pueda usar magia?- pregunta el tricolor mayor con interés y a la vez con miedo.
- Claro que si
- Prefecto entonces yo también voy- dice Yami con dicha.
- Kizara ¿ Como podremos ir al santuario santo?- pregunta Yugi curioso.
- Con gusto lo abriría yo misma pero lamentablemente el sagrado se esta debilitando cada vez mas que me es imposible, lo siento- responde el hada bajando la mirada.
- ¿Que haremos?- cuestiona el ojivino preocupado.
- Si conseguís la ayuda de los ocho elementos que custodian las piedras sagradas y unen su poder junto con el de la hada podrán abrir el portal- les dice el sacerdote haciendo que los dos jóvenes cambien su expresión de angustia a relajo.
- Bien, pero ¿Donde encontraremos el primero?- pregunta el mas bajo intrigado.
- Si regresáis a la caverna, allí encontrareis al espirtu de la luz, si le cuentan lo ocurrido, no se negara ayudarles- les aconseja su santidad con una sonrisa en el rostro.
- Muchas gracias por su santidad - les dicen los tres con una reverencia.
- De nada y buena suerte jóvenes - se despide su santidad con la mano.
El hada se vuelve meter dentro de Yugi a la vez que los dos chicos salen de ese lugar y la hacerlo se dan cuenta que ya es de noche por lo que van a la posada de la ciudad de la luz para descansar. Luego de una re ponedora noche de sueño y un delicioso desayuno, los dos jóvenes se retiran de la posada y retoman su camino a la caverna, entran, luchan otra vez con los murciélagos, zombis, conejos y goblins hasta que llegan a donde estaba el letrero.
- Chicos paren, puedo sentir la energía del espíritu de la luz - dice el hada apareciendo al lado de ellos.
- ¿Por donde Kizara?- pregunta Yami dudoso.
- Por allá - señala el hada hacia el norte.
Los dos jóvenes siguen por donde el camino que les dijo el hada pero se detienen al ver que esta del otro lado y es imposible llegar para ellos, a menos que volaran.
- Kizara no podremos llegar de un salto a ese lugar - le reclama Yugi cruzándose de brazos.
- Lo siento, olvide que no tienen alas, un segundo yo me haré cargo - el hada usa su poder y los transporta al otro lado.
- Prefecto, muchas gracias Kizara- dice Yami sonriendo.
- En marcha Yami - menciona Yugi comenzando a caminar.
Los dos chicos pasan por el sur, este, sur, oeste, norte, este, norte y sur, luchando con los mismos enemigos durante el trayecto, también encontrándose cofres con pociones sanadoras de heridas, recuperadoras de magia y dinero. Las cuales guardaron en los sacos que traían, ya que, no las usarían a menos que fuera necesario.
Siguieron su travesía hasta que de la nada les cayo una araña enorme encima, la cual tiraba veneno por la boca y rayos láser por los ojos. Ambos tricolores esquivaban y luchaban contra ese monstruo hasta que luego de una hora de un intenso combate por fin el enemigo se desvaneció enfrente de ellos y desaprecio.
- ¿Que rayos es eso?- pregunta Yugi al ver que se les acerca volando un pequeño ser que tiene pelo platinado, los ojos carmesí, su tez blanca, viste una túnica blanca por delante pero sus mangas y pantalones son celestes. Sus zapatos también son blancos y en su cabeza lleva un sobrero que también es blanco con lineas celestes.
- No, soy ningún un rayo me llamo el mago silencioso, soy el espíritu de la luz mucho gusto en conocerlos jóvenes elegidos- dice el ser luminoso con una sonrisa.
- El gusto es nuestro- dicen los dos chicos a la vez.
- Mientras ustedes luchaban, el hada me contó lo sucedido y con gusto los ayudare - menciona el mago despareciendo en frente de ellos.
- Bien, entonces salgamos de aquí- dice Yami comenzando a caminar.
- ¿A donde iremos?- pregunta el menor curioso .
- Volvamos con el sacerdote para preguntarle donde se encuentra el segundo espíritu- propone el mayor caminando.
- Bien
Los dos jóvenes regresan por todo el camino hasta que llegan por donde el hada les ayudo cruzar y cuando llegaron a otro lado, tres hombres bestia los embisten hacinado que caigan por el precipicio, dejándolos inconscientes por el impacto de la caída.
Continuara