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JoJo's Bizarre Visual Adventure: Rebirth of the Ouroboros por metallikita666

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“Las noches en que lloré se mezclan con el pasado

¿El amor que deseé se tornará borroso también?

Después de cada tormenta de verano, el arcoíris aparece.

¿También tú puedes verlo? ¿Lo puedes ver?” Marco / “Natsuyuki”

 

Sentado en seiza sobre la alfombra al centro de su sala, el rubio miraba hacia la pared mayor del aposento, la cual estaba casi vacía, de no ser por una pintura en pergamino con el Monte Fuji como motivo. Después de que regresó y dejó a Joshua reposando en su cama, le había sido imposible hacer otra cosa. Sus ropas habían vuelto a la normalidad y la máscara se había integrado una vez más a la composición de su brazo derecho, pero su mente no dejaba de discurrir una y otra vez sobre el intercambio que había tenido con el ente que se servía de la apariencia de Kyo Nishimura.

Igarashi nunca había sido realmente devoto, pero continuaba repitiendo en su mente aquella afirmación que pronunció ante el adverso dios sobre que ellos jamás se habían buscado la enemistad de ningún ser divino. Para entonces, le parecía tan acertada que no podía olvidarla, si bien era cierto que nunca antes se sentó a considerar cuán alineada con la Sagrada Voluntad estaría su existencia. Ni siquiera sabía si en efecto había algo así como tal, pero en todo caso, aquello no borraba la certeza que percibía tanto en su mente como en el fondo de su alma de que jamás había cometido una acción realmente horrenda o execrable. Sus mayores pecados probablemente consistían en lo mucho que se había martirizado a sí mismo por asuntos que, a la larga, no eran moralmente reprochables. De la misma manera, y aunque no conocía todos los pormenores de las respectivas historias ajenas, tenía la misma sensación respecto de la vida tanto de Joestar como de Asada.

En todo caso, de algo estaba completamente seguro para entonces: nada en su relación con Jojo o con Gara podía ser pecaminoso. Porque nada, nunca antes, se había sentido tan genuino y tan felizmente correspondido.

Tan atrapado en tales cavilaciones estaba el usuario de Natsuyuki que no escuchó los pasos del pelifucsia, quien había logrado reponerse del ataque lo suficiente como para levantarse de la cama e ir en búsqueda de su compañero.

—Rei…—

Ante la tenue voz, Igarashi se volteó de inmediato.

—Jo-chan, ¿qué haces?— Inquirió el mayor un tanto alarmado, y se incorporó al momento. —¿Por qué te levantaste? ¡Estás muy débil aún!—

—No… exageres. Fueron solo unos rasguños.— Contestó el de Hokkaido mientras se encogía de hombros.

Empero, su semblante denotaba otra cosa. Acto seguido, se tomó la cabeza de lado.

—Aunque creo que sí… sigo un poco mareado.—

—Aish, ¡luego soy yo el testarudo!...—

El rubio fue hacia donde estaba el menor y lo ayudó a llegar hasta el sillón. A pesar de lo que decía y además de las marcas que le habían quedado en la piel, el chico continuaba muy pálido y se le veía profundamente exhausto.

—Es que no se trata tanto del daño físico: afortunadamente para nosotros, esta vez el maldito se limitó a dejarnos hacer y observarnos.— Dijo el dueño de piso, finalizando con un suspiro apesadumbrado.

Acto seguido, se acomodó junto al menor en el sofá.

—Pero eso nos demandó energía. A mí para mantenernos ocultos, y a ti para que Succubus fingiera ser Nishimura… Por lo que, considerando que era la primera vez que lo hacíamos fuera de las prácticas y durante tanto tiempo, es obvio que te sientas cansado todavía.—

—Lo eché todo a perder, Rei. Doy pena. Soy… un fracaso.— Respondió el cantante de The Gallo, tan afligido que el pelicorto se abrumó muchísimo al oírle.

Pero Igarashi sabía que tenía que permitirle al otro desahogarse, además de que aún faltaba lo peor. Todavía restaba contarle al más joven lo acontecido durante su inconciencia.

—No tengo ni idea de qué fue lo que sucedió luego de que todo empezara a irse al carajo, por lo que me imagino que, si estamos aquí… fue gracias a ti. Así que no solo fui incapaz de cumplir con mi parte, sino que además te dejé solo en la pelea…—

El líder de Marco no quería ser duro con el de Hokkaido, y entendía bien que ello consistía también en no reprenderle por su inquietud y enfado ante el reciente suceso. El pelicorto sabía perfectamente que, de haber sido él, se habría sentido igual o peor. Por lo tanto, solamente se limitó a negar con la cabeza mientras tomaba la mano de Joestar.

—¿Y cómo te sentirías tú al saber… que yo debí entregar a Gara-sama?—

Tal como esperaba su interlocutor, Jojo abrió los ojos como platos al escucharle, y de inmediato cambió el gesto a uno que pedía explicación de tales palabras.

—Cuando ya no pudiste seguir controlando a tu stand, el desgraciado se aprovechó de tu debilidad y te atrapó, pues me imagino que intuyó que nuestra consigna era arrebatarle a senpai a como diera lugar.—

Joshua seguía el relato con puntillosa atención, si bien en su semblante se notaba que muchas de las referencias no le eran totalmente comprensibles.

—Así que, por mi parte, apenas me aseguré de tener a Gara-sama conmigo intenté provocarle, para ver si daba la cara de una vez y podíamos averiguar algo. En ese momento… se apareció frente a mí llevándote con él. Tú estabas inconsciente y envuelto en cadenas.—

El rostro del más joven puso de manifiesto la absoluta contrariedad y extrañeza que experimentaba en aquel instante. Era evidente que no recordaba nada de lo que el mayor le decía, pero no era eso solamente lo que lo tenía perplejo y confundido.

—Aguarda un poco… que hay cosas que no comprendo.—

En ese instante, alejó su mano de la de Rei para poder gesticular al hablar.

—Te refieres a “él” como si hubiese… estado separado de Gara-sama, ¿no?— Preguntó, enarcando una ceja. —Entonces, ¿a quién viste? ¿Cómo es? Y más importante aún… ¿¡qué demonios es!?—

El rubio comprendió que se acercaba la parte más complicada. En ese momento y de alguna manera, pudo imaginar cómo se tuvo que haber sentido el pelifusia el día en que le refirió todo lo tocante a su stand y a sus sospechas sobre la injerencia de una fuerza sobrenatural en aquel asunto con Gara. Es decir, que reparó en la angustia y responsabilidad de tener que contar algo que, de antemano, uno sabe que a su interlocutor le será difícil de creer o de aceptar.

Juntando sus fuerzas, Igarashi suspiró una vez más.

—Nuestro enemigo es un dios, Jojo… Justo como Araki-sensei insinuó aquella vez.—

Joshua no podía despegar su mirada del semblante ajeno.

—O al menos, es lo que él mismo dice ser, pero la verdad es que no creo que nos esté engañando. No me leí todos los arcos del manga como lo hiciste tú, pero algo le dice a mi sentido común que todo lo que hemos visto hasta ahora… supera con creces cualquier poder especial que un ser humano pueda llegar a tener.— Finalizó el mayor, encogiéndose de hombros mientras en su cara lucía un gesto entre divertido y desahuciado.

—No estés tan seguro…— Musitó el otro, dándose la oportunidad de sonreír con amargura también. —Pero sí, comprendo tu preocupación.—

—En cuanto a lo otro que me preguntas, debes saber que se presenta con la apariencia de Nishimura... O es él en persona.—

La acotación volvió a atrapar la atención del de Hokkaido.

—Hasta ese momento, yo había pensado que únicamente le veríamos si nos llegábamos a encontrar con Kyo, pero de acuerdo con lo que sucedió y por lo que él mismo me dijo…— Rei no pudo evitar bajar la mirada. —Se ha posesionado de Gara-sama y piensa controlarlo por completo. De ahí que sea posible que haya hecho lo mismo con Kyo-san, y no podamos estar seguros de si él también es una víctima.—

Jojo, a pesar de su todavía debilidad, reaccionó poniéndose de pie.

—No puede ser… ¡maldición! ¡Es más complicado de lo que creíamos!—

El menor se tomó de los cabellos con angustia y dio un par de vacilantes vueltas en derredor. Intentaba pensar rápido; decir algo que fuese útil. El temblor en sus manos comenzaba a manifestarse.

—¿Qué carajo… ¡qué mierda será lo que quiere!? ¿¡Por qué nosotros!?...— Exclamó Joestar, pasando pronto a un talante mucho más exacerbado.

Adicionalmente a la desesperación que sentía el pelifucsia, el enojo por lo sucedido estaba haciendo su efecto. Rei lamentó el hecho, pues aún restaba lo peor, pero estaba convencido de que no debía seguir guardándose aquella terrible información.

—¡Esto es horrible! Si hubiese sido otro usuario de stand, algo nos habríamos sacado de la manga… ¡Algo nos habríamos inventado! Pero, ¿¡cómo cuerno lucha uno contra un dios!? ¿¡Me quieres decir!?—

Rei decidió quedarse en el sillón durante unos instantes más, para evitar que sus movimientos pudieran estresar aún más a su amigo. No obstante, se aprestó a hablarle con firmeza.

—Jojo, a ver… ¡Necesito que te calmes! Tú mismo acabas de insinuar que no deberíamos estar tan seguros sobre que los humanos no seamos capaces de desafiar a los dioses. ¡Sé coherente y confía de nuevo en tu intuición, que fue la que nos trajo hasta aquí!—

De nueva cuenta, el pelicorto sintió como si aquellas palabras hubiesen salido de sus labios sin que su cerebro lo hubiese dispuesto; pero de igual manera, se reconoció totalmente de acuerdo con lo que acababa de decir. Y pudo notar cómo su determinación le daba la confianza que necesitaba para continuar, al tiempo que lograba hacer que Jojo le escuchara.

A continuación, el de Tokio se puso en pie junto a su amigo.

—Debes saber que todavía me falta algo muy duro que contarte… Por lo que necesito que me escuches con atención. Y que seas fuerte.—

Esperablemente, lo último hizo que el más joven se inquietara. Rei no solía darle tantas vueltas a un asunto.

—¿Q-qué pasa… Rei? Ya dime… de una vez…—

Por toda respuesta, Igarashi colocó las manos en los hombros del menor y ejerció una ligera presión sobre ellos para darle a entender al otro vocalista su deseo de que se sentara de vuelta en el sofá. El dueño de piso hizo lo propio y se colocó al lado, sin dejar de mirar hacia abajo mientras llevaba los dedos desde los hombros hasta las manos ajenas, observando con detalle la hermosa y suave piel de su también amante.

Los ojos se le preñaron de líquido salino al estar consciente del dolor que estaba a punto de provocarle al más joven.

—Jo-chan, yo… Siento mucho tener que decirte que este dios asegura… haber sido el culpable de la muerte de tu madre.—

La mirada de Joshua se quedó clavada en la suya durante unos instantes que se hicieron tortuosamente largos. Después, aquel atisbo se trasladó hacia un lado, como si mirara la pared del fondo. Pero las pupilas del pelifucsia estaban inmóviles.

—Él… ¿te dijo eso?—

Sus bonitos orbes oscuros, libres en ese momento de las usuales lentillas azules, se habían anegado en lágrimas.

—Así es.— Respondió el mayor. —Y muy para mi desgracia, no pude dejar de creerle porque… incluso dio detalles de esa noche. Mencionó el concierto y habló de ella. Habló de Akane…—

Contrario a lo que Rei había pensado que sucedería, Jojo permaneció aparentemente tranquilo. O al menos, no hubo ninguna exaltación de su parte. Se quedó en silencio por unos minutos que al mayor se le hicieron demasiado prolongados; tanto, que en varios momentos vaciló dentro de sí sobre si decir algo más. Pero nada sería suficiente en ese instante; nada parecía adecuado. El rubio sabía que sus experiencias no estaban a la altura de las del menor; y que, por ende, sus sufrimientos no podían compararse.

Finalmente, y cuando el de Tokio estaba por llamar al otro por su nombre para por lo menos verificar que el trance no fuera peligroso, el pelifucsia frunció el ceño con muchísimo pesar y las lágrimas escaparon de sus ojos.

—¿Cómo lucha uno contra un dios… que no contento con haberte dejado huérfano, te hace odiar por años el recuerdo de una chica a la que realmente amabas?...—

Jojo subió la diestra para enjugarse las lágrimas que habían quedado atrapadas en uno de sus párpados inferiores.

—Y que ahora… también amenaza con separarte de otra persona especial. Es como si tratara de decirme… que no tengo derecho a nada bueno en mi vida…—

Una sensación terriblemente agobiante oprimió el pecho del rubio, pues reconocía que la reacción de su amigo era legítima.

—No sabes… lo mal que me sentí al enterarme de eso. En especial, porque debido a nuestra conversación de aquella noche en casa del sensei, pude comprender de qué hablaba. Por eso es que definitivamente no te lo podía ocultar.—

Rei miró al de Hokkaido a los ojos, reafirmando con su semblante lo que acababa de decir.

—Después, cuando el maldito me dijo que te dejaría ir con la condición de que le diera a Gara-sama, yo…—

—No debiste entregárselo.—

El rubio, al oír tal acotación, parpadeó un instante, como si intentara procesar lo declarado por Joestar.

—¿Qué dices?—

—Pues lo que oíste, Rei. No debiste seguirle el juego. ¿Tenías a senpai, no? Era lo que tú y yo buscábamos desde el principio. No importa lo que hubiera sucedido conmigo.—

Igarashi lo miraba atónito, sin poder creerse semejantes respuestas.

—¿Estás loco, acaso? ¡Jamás lo habría permitido! ¡Ese sujeto podría haberte matado a ti también!—

Contra todo pronóstico, Joestar subió la voz a su vez, y su semblante mutó con el efecto de la rabia.

—¡Y bien habría hecho, si se ve que es lo que desea desde hace mucho tiempo!—

La manera en que el usuario de Natsuyuki clavaba sus ojos en el menor sólo conseguía enojarlo todavía más.

—¡No me mires así, Rei! Tú estás completamente al tanto de que desde el principio hicimos todo esto juntos para salvar a Gara-sama. ¡Siempre existió la posibilidad de que uno de nosotros cayera en batalla, y lo sabes! ¡Así que no me mires como si estuviera diciendo barbaridades, porque ya es claro que no vamos a sacar nada con seguir enfrentándole!—

El rubio negó con enfado, tomándose primero la frente y levantándose segundos después. Eran muchos sentimientos distintos en muy poco tiempo, por lo que todavía tenía presente que no quería lastimar al menor con sus palabras; lo que buscaba en ese instante era reprenderlo. Se daba cuenta de que el de Hokkaido había perdido noción de lo que decía debido al efecto de la funesta noticia, y que se dejaba dominar por el desasosiego.

—¡Es que sí las estás diciendo!— Exclamó por fin, acercándose al chico pero retirándose momentos después.

Trataba de ordenar sus palabras y refrenar todas las expresiones inadecuadas o potencialmente hirientes que pudiesen empeorar el momento.

—Yo… Yo no puedo aceptar un escenario así, Jojo. No sin antes haber hecho todo lo posible para que continuemos juntos los tres, ¿lo comprendes?—

En aras de hacerse entender mejor y no propiciar ningún malentendido, el pelicorto se acercó al menor con la intención de arrodillarse delante de él, pues el pelifucsia continuaba sentado en el sofá. El acto fue sorpresivo para Joestar, quien lo miraba con gran asombro.

Una vez que estuvo colocado de frente al de Hokkaido, Rei entrelazó sus manos con las del vocalista de The Gallo y las posó sobre las rodillas ajenas, asumiendo una postura humilde y suplicante.

—Escúchame, por favor, y trata de entender cómo me siento. No tienes idea de lo mucho que desearía poder apartarte de todo ese sufrimiento, el cual es altamente probable que yo no sea capaz ni siquiera de imaginar. Pero debes comprender que tampoco puedo aceptar que me digas que me tengo que resignar si tú mueres en esta situación, sin haber hecho antes hasta lo imposible por evitarlo, porque, total, Gara-sama y yo seguiríamos vivos...—

Llegado a ese punto, Igarashi levantó la mirada y atrapó con ella la ajena. Joshua estaba profundamente conmovido.

—No puedo; sencillamente, no soy capaz de aceptarlo. No podría seguir así, y en todo caso, si alguien tiene que morir, prefiero que sea yo. Es un pensamiento obstinado, ya lo sé, porque está fuera del alcance de unos simples y asquerosos mortales… como se empecina en llamarnos ese ente. Pero sea como fuere, yo soy un mortal tremendamente terco, y de eso tú estás al tanto.—

La acotación hizo que el menor sonriera.

—Fuera de broma, lo principal es que siento que no son solo majaderías mías. Si es verdad lo que me dijiste una vez, aunque puede que ya no lo recuerdes… Oh, pero sí te acordarás de lo que hablamos con Araki-sensei el último día, ¿no?—

Jojo ladeó la cabeza, en una especie de asentimiento para que el otro continuara.

—Sobre que yo, además de un Guardián, puede que también sea un Sacrificio. Lo mencionaste casualmente sobre mí hace un tiempo, y lo cierto es que me he dado cuenta de que estoy totalmente conforme con la idea: se corresponde con mi voluntad. Así que vamos a continuar con todo esto, a dar lo mejor de nosotros. Porque en lo que a mí concierne, no pienso permitir que ese hijo de puta me arrebate a ninguno, si no es en justa pelea.—

Dicho aquello, Igarashi dejó ir las manos ajenas, se adelantó un poco más y separó los brazos, para así rodear con ellos el cuerpo de su amigo. Joshua atendió al gesto prontamente, asiéndose con fuerza de aquella amada anatomía. Poco a poco, y en silencio, junto a los pensamientos acerca de su propia situación y la noticia relacionada con la muerte de su madre, reflexionaba también en torno de lo mucho que Rei había madurado y progresado con el manejo de sus emociones, además del potencial de estratega que sin duda albergaba en su interior.

Jojo se dio cuenta de que, de abortar la misión, estaría actuando de manera egoísta hacia el único ser humano dispuesto a acompañarlo hasta el final. Su madre se había ido físicamente; y Akane, por la razón que fuese, no estaba más. Pero Rei seguía en pie a su lado, y junto a él miraba hacia el frente: hacia el lugar en donde Gara les esperaba.

El calor del cuerpo del mayor lo tranquilizaba, y su suave voz se convirtió en el arrullo que tanta falta le hacía para poder descansar por fin.

—Tal vez nosotros los humanos sí podamos enfrentarnos a los dioses. Todo lo que necesitamos es tratar de entender lo que está pasando. Y a partir de ahí, idear una manera de derrotarlo.—


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