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JoJo's Bizarre Visual Adventure: Rebirth of the Ouroboros por metallikita666

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“En la cumbre de la gentil e inclinada montaña

La nieve cae lentamente

Y a pesar de que sé que no llegará a ti

He dejado tu flor favorita en tu cuarto…

 

En soledad estaba cerca de la ventana

Mientras miro la nieve, eres tú de lo que me acuerdo

Apareces a través del cristal y al evocarte, te doy el último beso

 

¡Ey, sonríe! No llores más

A partir de ahora, siempre estaré observándote.” Dir en Grey / “Ain’t afraid to die”

 

Como si tuviera ojos y entendimiento en cada uno de los trozos creados a partir del certero corte, Uróboros despertó su conciencia en ellos, y se observó desde uno hasta otro punto en todos los ángulos. Intentó unificar y reconstruir su cuerpo, pero sus tejidos eternos no respondieron. Por el contrario, vio como cada una de las heridas que marcaban los límites de las secciones de su otrora majestuoso cuerpo ofídico no dejaban de sangrar.

Sin duda, recordaba el episodio en que los mortales vertieron su sacro icor hasta convertirlo en rojo líquido vital: de ese tipo de Vida que se define como tal porque se opone a la Muerte. Conforme las evocaciones de ese pasado momento se hicieron más claras en su memoria, el fondo de vacío que circundaba lo que su intelecto percibía se llenó de retazos de escenas innumerables e infinitas: unas a otras se sucedían con una celeridad vertiginosa que, a pesar de parecer casi al límite de las posibilidades de comprensión de una deidad, no por ello eran menos inteligibles. Como si fuesen recuerdos recientes, el dios pudo distinguir y reconocer cada uno de los instantes de esas vidas, las cuales habían sido ajenas y a la vez propias.

Cuando el pasmo causado por el universal compendio le fue pasando, descubrió un nuevo detalle: los momentos evocados no iban en desarrollo, sino en regresión. Todas y cada una de aquellas películas individuales se desdoblaban hacia atrás, desandando el camino de años, siglos y milenios que, sumados, constituían la completitud de su propia existencia. La enajenación absoluta que le habría sobrecogido de haber tenido solamente dos ojos y un entendimiento se multiplicó por la cantidad de trozos desperdigados de su cuerpo, pues comprendía bien lo que estaba sucediendo. La idea tanto de llegar al final como de volver al principio, de retornar a este como el único final posible y ver por fin cómo sería, le había torturado durante muchísimo tiempo.

Al estar absorto en el espectáculo de todas y cada una de las millones y millones de películas que se superponían infinitamente unas a otras como rollos de pergamino sobre el fondo del vacío universal, el dios se vio abruptamente interrumpido cuando los invisibles proyectores se apagaron de golpe, dejando únicamente una de las cintas que brillaba con luz propia. Era un rollo demasiado corto y alejado de su perspectiva; casi un punto en el firmamento. Uróboros sintió que perdía la última de las esperanzas.

—Aguarda, confía… Y fíjate bien, muy bien. Porque al interior de esa vida encontrarás lo que buscas. Ya una vez lo hiciste, así que no tendría por qué suponerte esfuerzo alguno volver a entender el mundo a través de ese humano. Escúchalo, siéntelo. Conéctate con sus pensamientos y emociones, pues es ahora mismo cuando lo está recordando todo. Todo lo que jamás debió olvidar.—

 

 

Calidez. Fue esa la sensación que percibió en los alrededores, y la que hizo que le fuera grato recobrar la conciencia. Ningún otro pensamiento o estímulo destinado a alertar su ser hubiese sido el adecuado para traerle de vuelta, así se hubiera tratado de obligación, miedo o ansia; el roce de algo cosquilleante o, incluso, un aroma dulzón.

Pero la calidez era un estímulo grato que le hacía recobrar la conciencia de los límites de su cuerpo: la extensión y final de sus miembros, el peso de cada uno de ellos, las terminaciones nerviosas en su piel. El acto de respiración que todavía le estaba permitido llevar a cabo, además del resentimiento de las magulladuras en algunos sitios de su anatomía, así como una incipiente sensación de hambre al interior de sus humanas entrañas.

Cuando se hubo dado a sí mismo el suficiente tiempo para experimentar y hasta degustar esas impresiones, abrió los ojos finalmente. No estaba seguro de con qué se encontraría, pero la certeza de la calidez fue suficiente para que no sintiera apuro alguno en reaccionar y explorar los alrededores.

Reconoció las paredes de su recámara, así como todos y cada uno de los objetos de su pertenencia contenidos en ella. Pero se percató de que su cabeza no se apoyaba en ninguna de sus mullidas almohadas, sino que estaba sobre el regazo de su castaño kouhai.

—Makoto…— Murmuró, una vez que pudo enfocar bien la visión en el rostro que le miraba a su vez. Los largos dedos del menor le recorrían el cabello en un movimiento sumamente agradable, hipnotizante. —Makoto, tú…—

El dedo índice del de Gunma se posó suavemente en los labios ajenos. Después, las comisuras del menor se curvaron en una muy incipiente sonrisa.

—Por favor, Kyo-sama, no gaste la poca energía que todavía le queda, pues le será necesaria en unos instantes.— Dijo el delgado hombre, con tono amable. —Todavía le resta recordar una última cosa. Episodios que, a lo mejor, de tan profundo que se enterraron en su mente y sus recuerdos, han sido difíciles de sacar a la luz. Ah, senpai. ¡Esa mala costumbre suya de guardarlo todo demasiado bien!...—

El más joven llevó su mano a la frente del otro hombre, con lo que, una vez ahí, los ojos de Nishimura se cerraron como si en ellos hubiese caído el pesado sopor de la muerte.

 

Todavía faltaban como dos horas más para el show, pero Tooru, fiel a costumbre, prefería comenzar a prepararse con muchísima antelación. Si bien para ese momento la banda tenía asignados maquillador y estilista, lo cierto era que al pequeño cantante le gustaba detallar personalmente y con tranquilidad su cabello y maquillaje, pues la colocación del atuendo correspondiente, una vez completado lo demás, solía ser más sencillo. De esta manera, recurría a algún asistente solo si consideraba que el acabado de su trabajo no era satisfactorio, o si ese día, por algún motivo, no había tenido ganas de prepararse él solo. Por lo general, se peinaba y maquillaba llevando una camisa de botones cualquiera, cosa que se la pudiera quitar para cambiarse sin estropear su peinado, una vez que se acercaba la hora de subir al escenario.

Sea como fuere, la mayor ventaja de empezar los rituales con antelación era, ante todo, evadir el contacto humano. Esperablemente, no siempre se podía cumplir aquel anhelo con éxito, pues no faltaba el compañero, amigo de uno, jefe o advenedizo inoportuno cualquiera que se sentara en una de las sillas contiguas, frente a los espejos del camerino, e intentara sacarle conversación haciéndole algún cumplido o pregunta idiota. No obstante, aquellos encuentros eran por lo general escasos, y lo que solía suceder era justa y felizmente lo contrario: al comenzar tan temprano con los acicalamientos, por lo general los demás se encontraban ocupados en otros menesteres o ni siquiera habían llegado a la sala de eventos.

—Kyo-san… Hola, ya estoy aquí.— Se escuchó una voz desde la puerta. El kiotense, sin soltar el delineador, movió las pupilas sobre la superficie del espejo en dirección de donde provenía la voz, para divisar ahí al delgado roadie que anunciaba su arribo. —Ya sabe… por si se le ofrece algo.—

El rubio vocalista enarcó una ceja. De pronto, se quedó un poco extrañado de que, a pesar de la interrupción, no se sintiera molesto del todo. Como si el chico aquel no se le hiciera completamente inoportuno, y hubiera algo grato en su presencia.

—Makoto-kun… ¿verdad?— Preguntó el mayor, a lo que el interpelado asintió con algo de sorpresa.

 Para entonces, el más joven llevaba un corto tiempo asistiendo a la banda, pero como procurara no incomodar al cantante tras ser enterado de su poca sociabilidad, no había recibido de él otra cosa que parcos asentimientos.

—Uhm, vale. Gracias…—

Luego de aquel breve intercambio, el castaño hizo ademán de retirarse. Sin embargo, Nishimura elevó la voz de nueva cuenta para llamar la atención ajena.

—Ah, pero oye. Ven acá.—

El jovencito se acercó hacia donde estaba el kiotense, bastante intrigado por la inusual actitud. Además de la extraña petición para que se allegara, el mayor se le había quedado mirando a través del espejo, como si estuviera poniéndole verdadera atención por primera vez.

Lo que el chico jamás imaginó fue que el solitario artista se había percatado de inmediato de la oportunidad que se le ofrecía de fastidiar un poco a alguien en aquel instante, sin haberlo querido ni buscado.

—Dime una cosa… ¿Por qué siempre pareces estar al pendiente de mí?— Le preguntó sin preámbulo alguno, pues recordaba que, si bien el muchacho también era amable y educado con el resto de sus compañeros (quienes a diferencia de él sí atendían a sus cuidados), no dejaba de prestarle cierta peculiar atención al más bajo de los cinco miembros.

Era como si el staff no hubiese captado el implícito mensaje de que al mayor no le gustaba ser perturbado de ninguna forma. Ni siquiera con cortesías que no requería, por más que ese fuese precisamente el trabajo de un asistente.

—Que yo sepa, el viejo no dijo que tendríamos un roadie personal o algo así…—

A pesar de su evidente y automático sonrojo por lo directo del comentario, Makoto no retrocedió ni buscó una evasiva para responder a la mordaz pregunta que le había hecho su interlocutor. Muy por el contrario, se dirigió al rubio con una tranquilidad poco acostumbrada en un muchacho de su edad; especialmente, dado el contexto de jerarquía que los vinculaba en aquel momento.

—En realidad… es porque yo también quiero ser cantante algún día.— Contestó sin vacilar, aunque encogiendo los hombros. —Y siento que si me acerco a usted de alguna manera, aprenderé cosas importantes. No pretendo molestarlo y que saque tiempo para mí, no se preocupe. Solo deseo observarlo.—

La réplica desarmó al sarcástico cantante, quien jamás esperó que el jovencito fuera a ser tan sincero con él. Las palabras ajenas, dadas su sencillez, calma y honestidad, lo sacaron abruptamente de la escena que había recreado en su mente: plagada de disculpas innecesarias, patéticos auto rebajamientos y promesas reiteradas de no volver a cometer la misma torpeza.

Animado por un sentimiento que no pudo identificar bien en ese momento, Nishimura esbozó una media sonrisa, tapó el delineador que continuaba en su mano y lo dejó sobre la superficie del tocador.

—De acuerdo. Trato hecho, entonces.— Dijo, para luego voltearse hacia el staff sobre su butaca giratoria. —Estoy ansioso por ver cómo será ese aprendizaje sin palabras, sin explicaciones…— Agregó el cantante, ladeando la cabeza luego de haber apoyado el codo en la mesada.

Sus reacciones eran bastante atípicas hasta para él, pues a pesar de que no estaba siendo amable en modo alguno, sorpresivamente había optado por hablar demasiado con aquel mocoso.

—¿Acaso lees la mente? ¿Puedes… saber en qué estoy pensando? Porque si no es así, entonces no sé cómo pretendes entender lo que me vayas a ver hacer…—

Creyendo que con tal acotación lograría amedrentar por fin al delgado castaño, el oscuro letrista bajó la guardia tras lanzar aquellos cuestionamientos cual si fuesen granadas. Su lenguaje corporal evidenció que de ninguna manera se le habría ocurrido concebir la posibilidad de escuchar la respuesta sólida y coherente que, segundos después, pronunciara el más joven.

—Tal vez no vaya a comprenderlo completamente, pero puedo ver el resultado de sus acciones. Por ejemplo, me he dado cuenta de que, además de buen cantante, Kyo-san es talentoso con el maquillaje y el peinado, lo cual no necesariamente sucede así con Kaoru-san o Die-senpai…— Makoto disminuyó el volumen de su voz en respetuosa consideración de sus superiores nombrados. —Pienso que no todas las lecciones necesitan ser explicadas, y que usualmente creemos eso porque es una forma de entenderlo que se parece más a lo que nos han enseñado en la escuela.—

Comparadas con sus granadas, las palabras del chaval fueron bombas; más aún, por el hecho de que a leguas se notaba que no habían sido dichas con la mínima intención de mortificar al rubio vocalista.

Para aquel momento de su vida, y a causa de innumerables insatisfacciones, represiones y dolores, no había nada que Nishimura odiara más que el mutilador y tiránico sistema educativo.

 

“No sé si usted alguna vez se dio cuenta de esto, senpai, pero… yo no me enamoré de usted de inmediato. Sucedió conforme lo fui conociendo y me fui dando cuenta de que a pesar de que usted siempre decía que hacía las cosas por hastío, porque por el momento no le quedaba de otra y porque lo que menos quería hacer en su vida era regresar a la senda social obligatoria, yo me percaté de que lo llevaba a cabo porque en realidad amaba su arte. Escribir cosas profundas, complicadas e interesantes, aunque pudieran llegar a ser horrorosas, le daba placer; lo mismo que filmar un buen video o hacer un gran concierto. Poco a poco, usted fue enamorándose de su oficio, y yo estuve ahí para presenciarlo, porque usted me lo permitió. Primero, como el roadie de su banda; pero posteriormente, como alguien cercano que siguió acompañándolo disco con disco, tour con tour… Que estaba ahí para atestiguar cada una de sus ideas, a pesar de que –como la primera vez que se lo pedí– me negara la posibilidad de preguntarle sobre ellas. Toshiya-san, quien como usted bien sabe destaca por su afabilidad hasta con extraños, me había advertido sobre usted. Esto que diré ahora nunca se lo conté, pero la verdad es que yo había trabajado de roadie para un par de bandas antes de Dir en Grey, a las que renuncié porque su vocalista no logró atraparme de la manera en que usted finalmente lo hizo.”

 

Meses después de su primera interacción real, Makoto se convirtió no solamente en el único staff a quien el rubio toleraba cerca de sí, sino también en una de las pocas personas del gremio con quienes compartía su tiempo. Nishimura se había prometido nunca más cometer el estúpido y caro error de sus adolescentes inicios, cuando –engañado por individuos a su alrededor que se llamaron a sí mismos “amigos” y “compañeros” con el mayor de los cinismos–, fue vilmente traicionado por estos, al mismo tiempo que por aquella que supuestamente también lo amaba. Habían pasado años para entonces, pero a pesar de sus esfuerzos la llaga no sanaba: el dolor del recuerdo era abrumador, y la sensación de que en realidad no existía ámbito alguno donde encontrar personas que respetaran sus sentimientos, tras haber tenido tantos fracasos en la escuela y en la familia, solo había ido acrecentándose.

Pero esa vez, había algo diferente. A lo mejor, y al tratarse de un chico… cabía la posibilidad de que nadie intentara arrebatarlo de su lado.

Un día, y mientras el cantante se ocupaba de los acicalamientos previos a un concierto de la manera acostumbrada, Makoto volvió de la konbini con el refresco, los snacks y los cigarrillos que el mayor le había pedido.

—Aquí tiene, Kyo-sama.— Dijo el muchacho, colocando la bolsa de la compra sobre la mesada del tocador. —Traje el tamaño grande del agua saborizada que me pidió porque solamente estaba ese o el pequeño; no tenían el regular. Así que me imaginé que preferiría más cantidad.—

El rubio se ocupaba de retocar los laterales de su cabello en puntas con mucha meticulosidad: con una mano sostenía el peine plano y con la otra, el envase de fijador. Por su parte, el castaño se había quedado observándolo con gran embeleso.

—¿Qué? Ah, sí… Gracias.— Respondió el kiotense por fin, cuando se percató del silencio. Empero, a los segundos se exasperó un poco, pues notó que uno de los mechones en particular no tomaba la forma deseada. —Demonios… ¡No sé cómo hace Mayumi-chan para que parezca tan sencillo!…—

El castaño sonrió.

—Está bien así, senpai. Le quedó muy bien.— Comentó el más joven, y posteriormente sacó las cosas de la bolsa. Tras colocarlas una a una en la mesada, se guardó el envoltorio. —Bueno, si no precisa nada más, me retiro.—

—No, espera. ¿Tienes tiempo?—

El roadie, un tanto extrañado, se quedó dubitativo. Pero antes de que el chico pudiera responder algo, Kyo se levantó de su silla.

—Ven, siéntate.—

Todavía más atónito, el jovencito permaneció en silencio; sin embargo, lentamente obedeció y se colocó en el asiento, como el otro le decía. Segundos después, el rubio empezó a correr sus dedos en medio de los castaños cabellos ajenos, acompañándolos con el peine.

—No te emociones, porque solamente te haré el flequillo…— Le dijo, mirándolo a los ojos a través del espejo. Makoto se ruborizó de forma evidente por el contacto, y cuando se percató de la mirada del kiotense, bajó el atisbo de golpe. —No quiero que después los estúpidos esos se pongan a fastidiar y anden diciendo que eres mi mascota...— Remató el mayor de manera incisiva, notando con agrado las reacciones del más joven ante su cercanía y comentarios.

Después de haberle separado el cabello y sujetar la parte que no peinaría con unas horquillas, Tooru tomó el fijador en gel, puso cierta cantidad en sus dedos y la esparció por el flequillo del más joven.

—Oye, niño… ¿Por qué tú no eres un ser humano normal como los demás… y no rehúyes de mi presencia?—

El comentario del cantante tuvo un regusto de superioridad inicial que habría resultado un tanto graciosa para un espectador externo, dado que la diferencia entre ambos interlocutores apenas si era de unos tres o cuatro años, y la estatura del menor aventajaba a la del senpai considerablemente.

No obstante, el parlamento en realidad estuvo teñido de cualquier cosa menos sorna, tal y como la escogencia del fraseo tampoco había sido intencionalmente artificial. La elección de las palabras, en sí misma, completaba la honesta duda que Nishimura trataba de transmitir, pues parte de lo que el resto de la gente consideraba extraño en él tenía que ver no solamente con su manera de comportarse, sino también con la forma en la que hablaba. Lo cual, a través de los años, había resultado en un chico que decidió hablar cada vez menos.

Makoto mantuvo la miraba baja.

—Porque… no me parece que actúe como lo hace porque quiera incomodar a los demás. A lo mejor, ha vivido cosas difíciles y fue lastimado antes. Y por eso… lo único que desea es protegerse.—

Kyo se quedó tan atónito que no pudo evitar que se le cayera el peine de la mano. Al notar el descuido, se agachó para recogerlo.

—No seas tonto, y no pretendas sacar conclusiones tan apresuradas sobre los demás, ¿me oyes?— Lo conminó, endureciendo su tono, mas no la manera cuidadosa en que continuó su labor en el cabello ajeno. —Estás diciendo necedades. A mí lo más grave que me pasó en el colegio fue que una niñita boba se enojara conmigo porque tras prestarme sus discos de Buck-Tick, acabé más enamorado de Sakurai-sama yo que ella…—

Las miradas de ambos muchachos se juntaron una vez más a través del espejo.

—Sobra decir que esta conversación acaba aquí y que tú no vas a preguntarme nada sobre lo que acabas de escuchar. Terminaré lo que hago, tú te irás y yo seguiré preparándome para el concierto de esta noche.—

 

“En ese momento, y a pesar de que tenía una edad tal vez considerable, yo estaba muy confundido acerca de mi preferencia por los hombres, lo cual fui confirmando y aceptando conforme entendí que me había enamorado de usted. Al ir descubriendo y admirando su talento cada vez más, así como sus características tan particulares y especiales, cesé de cuestionarme tanto todo, me dejé llevar y poco a poco experimentamos nuestros primeros contactos. Para ser una persona tan solitaria y conocida por evitar a los demás, resultaba alguien muy detallista, lo cual llegué a ver, por ejemplo, cuando me pedía comprar cosas para comer que sabía que a mí también me gustaban, con la intención de compartirlas conmigo. También sucedió cuando empezamos a vernos fuera del trabajo y recordaba perfectamente el tipo de sitios o actividades que me atraían, o si había mencionado algún monumento o lugar emblemático de Osaka que me restara por conocer. Tampoco podría olvidar la vez en que, por estar acomodando una de las bodegas, quedé oculto y a una distancia suficiente como para escuchar a otro de los senpais hacerle una broma sobre su relación conmigo, la cual usted no sintió la mínima necesidad de desmentir.

Cuando por fin empecé mi carrera e incursioné en ese mundo que durante tanto tiempo me dediqué a observar, decidí emular gran parte de las actitudes que había visto en usted, algunas de las cuales eran para entonces marca registrada de la movida, pues provenían de músicos incluso más anteriores. Sea como fuere, en lo que tenía que ver con la manera de conducirse de un frontman sobre el escenario y en momentos públicos, yo también aprendí a prescindir de la palabra durante bastantes años… Pero luego me di cuenta de que aquello no tenía mucho sentido, pues aunque busqué formas alternativas de comunicarme con mi público, la manera más expedita y completa solo podía ser a través del diálogo. Habría sido como si al cantar solamente tarareáramos, en vez de pronunciar palabras inteligibles. Durante ese período usted continuó a mi lado, y su presencia fue verdaderamente decisiva en momentos tan duros como la prematura y abrupta muerte de Daisuke[1], a quien usted sabía que yo quería muchísimo, y que era apreciado asimismo por su persona.

Tiempo después, aquella famosa entrevista volvió a caer en mis manos, y cuando me di cuenta de que su contenido era verídico, comprendí muchos momentos pasados. Para entonces, ya me había acostumbrado a la manera en que se daban las cosas con usted, como no poder esperar que me contara sobre sus pensamientos y sentimientos directamente, y a raíz de eso fue que aprendí a aguzar mis sentidos para captar la información de cualquier otra manera. La condición que a mí me pareció que usted había mencionado con descuido el primer día, se convirtió en la dinámica que rigió siempre nuestra relación. Y estaba bien, yo lo acepté con tal de estar junto a usted, pues conforme lo conocía mejor gracias a esos métodos indirectos, más lo consideraba como alguien perseverante; alguien que, aunque no se percatara de ese hecho, buscaba incansablemente sanarse con su arte. No obstante, en lo que nunca me fijé fue en que usted mismo era el centro tanto de mi atención como de la suya propia… Al estar tan enfrascado en admirarlo, fui perdiendo noción de cómo sus actitudes para conmigo me minimizaban, al punto de hacer que me conformara con recoger las migajas que dejaba caer para mí.

Usted siempre odió la debilidad y buscó sin descanso huir de ella volviéndose más fuerte, e incluso es probable que haya albergado resentimiento hacia mí por encarnarla no solo físicamente, sino también al malinterpretar mi amor y devoción. Pero, al fin y al cabo… ¿no era yo con mi endeblez y mi actitud en apariencia servil y resignada, incluso más resistente que usted? Usted, que fue quebrándose con el paso de la vida, de manera proporcional a como crecía sobre el escenario. Que fue llenándose de desconfianza, violencia y rencor ante la imposibilidad de sobrellevar sanamente los golpes de la adversidad…”

 

Con el paso de los años, el observador y callado roadie fue haciéndose un lugar en la populosa movida que había capturado su atención de chico, al ser una posibilidad de hacer realidad su deseo de dedicarse a la música. Al inicio, cuando integró la primera de sus bandas, con la cual aprendió lo básico para manejarse en el mundillo; y posteriormente, con la que se conformó tras la disolución de agrupaciones contemporáneas, junto a las cuales había compartido escenario y con cuyos miembros tuvo la oportunidad de interactuar. Su acto de más larga trayectoria se fue granjeando los afectos de un público que reconocía el talento e innovación de sus miembros dentro de una escena musical caracterizada por muchísimos lugares comunes, de los cuales Merry no renegaba, pero que, claramente, no eran los límites que demarcaban su norte.

A pesar de lo feliz que aquel devenir hubiese podido tornarse para el castaño, lo cierto fue que no todos los aspectos de su vida permanecieron tan benévolos como lo habían sido al principio, pues el que fuera su senpai –con quien para entonces había mantenido una relación de años– se endurecía cada vez más con él. El éxito de Dir en Grey se acrecentaba con cada lanzamiento de igual forma, alcanzando incluso considerable prestigio internacional al formar parte también de una escena de metal pesado que favorecía la expansión de sus fronteras más allá de las bandas occidentales, a través de festivales multitudinarios con actos de diversas latitudes. La versatilidad, poder, fuerza y dramatismo que la voz de aquel pequeño cantante nipón poseía fascinó a muchísimos; pero Kyo, lejos de asimilar esa bonanza conjunta y ver la prosperidad reflejada en cada aspecto de su vida, se volvía cada vez más receloso y pesimista.

Las cosas se habían mantenido relativamente calmas mientras Makoto no se decidió a hablar en público, pues el kiotense consideraba que, de alguna manera, seguir con la “tradición del miembro callado” apartaría al más joven de coqueteos e intercambios. No obstante, conforme el concepto de Merry comenzó a virar aumentaron las posibilidades de que su frontman encontrase nuevos intereses personales, pues a partir de entonces se presentó en entrevistas, eventos y reportajes como alguien agradable y risueño. Los vínculos del más joven con sus amistades del medio se acrecentaron y fortalecieron, haciendo que Nishimura se sintiera desplazado, con lo cual la idea de que el castaño indefectiblemente terminaría traicionándolo lo trastornó y empujó a tomar actitudes extremas en aras de evitar apegarse. Kyo abrigaba un miedo irracional ante la idea de que su amante solamente estuviera esperando a que ambos se encontraran muy arriba, lo más arriba posible, para después asestarle el golpe más duro y del que nunca pudiera recuperarse. Es decir, que conforme crecían el reconocimiento y éxito de ambos, lo hacía el recelo y el profundo terror del mayor.

 

“Usted estaba obsesionado con la idea de que yo fuera a traicionarlo, ¿no es así? Pensaba en eso de manera enfermiza, examinando cada segundo de nuestras interacciones: cada cambio en mi semblante, en mi voz, en mi actitud o en mi cuerpo. Sin embargo, a la vez fue como si jamás tuviera tiempo para estudiar cada gesto de amor que seguí teniendo para usted, porque si bien ya me había acostumbrado a mantener nuestra relación en las sombras, nunca dejé de alegrarme por el hecho de que se prolongara día con día, mes a mes y año con año. Nunca se detuvo para mirar la felicidad que me producía tenerle a mi lado, y para finalmente comprender que esas eran las certezas que tanto buscaba: las pruebas para confiar en el hecho de que jamás podría cometer una bajeza en su contra.”

 

El pelinegro develó sus orbes de manera casi maquinal, como si la poderosa pero delicada fuerza que lo había inducido al anterior sopor le levantara delicadamente los párpados. Desde ese mismo momento pudo sentir que su cuerpo ya no le pertenecía del todo, y que poco a poco sus facultades estaban dejándolo. No obstante, la sensación no le produjo miedo alguno. Makoto permanecía a su lado, pero a pesar de que lo había mirado hacía escasos minutos, se le antojaba entonces mucho más hermoso que nunca.

—Mi error, por otro lado, fue haberlo idealizado…— Continuó el más joven, quien no había cesado de pasar sus finos dedos por entre el cabello de su amante.

En ese instante, resbaló también las suaves yemas por las mejillas del mayor, delineándole luego la nariz, las cejas y el mentón.

—Nunca cuestionarle nada y, en primera instancia, haber aceptado la regla de silencio, por temor a herirlo y alejarlo. Su mente enfermó de forma grave a causa de ello, haciéndole creer que cuanto más cruel y sádico fuera conmigo, menos miedo sentiría de ser abandonado. ¿No es así, Kyo-sama?—

Nishimura sintió un doloroso nudo en la garganta que le cortó cualquier posibilidad de articular palabra, pero comprendió de inmediato que así debía ser, pues no habría nada en el mundo que pudiera ser respuesta ante esas palabras; ante absolutamente todo lo dicho. Sus ojos se llenaron de lágrimas que pronto los desbordaron, y aunque para entonces ya no tenía la facultad de expresar ninguna otra manifestación de profundo pesar, dirigió su mirada a la del otro hombre y no la apartó de ahí.

—Aún después de haberme encontrado con ellos, no considero que lo haya traicionado, pues es completamente posible para mí amarlos a los tres. A ustedes, a la Creación y al cosmos entero; ayer, hoy y mañana por igual, porque yo no soy solamente el Sacrificio de esta era, sino que también soy un Lazo. Y esa, querido Uróboros, fue tu equivocación más grande. No haber comprendido que no solamente era el animal sacrificial, sino también el vínculo en sí mismo. Siempre nos encontraremos, en cada eón, en cada vuelta, y por eso es que nunca estarás solo. Tú sabes que has estado con mis Guardines, pero lo que ignorabas hasta ahora es que yo también he estado siempre contigo, en cada una de tus vidas y en cada una de tus muertes.—

Después, Makoto se volteó hacia un costado para tomar de sobre la cama un mullido vellón de color brillante: de un amarillo tan resplandeciente, que parecía estar hecho de fibras de oro. Asada tomó cada una de las manos de Kyo y las besó, acomodándoselas posteriormente sobre el pecho; contacto que el kiotense pudo percibir gracias a que, si bien ya no poseía mando consciente sobre sus miembros, estos no estaban privados de sensibilidad.

Finalmente, el castaño besó la frente y los labios del mayor.

—Esta es mi piel, senpai. La piel que usted tanto quiso que le diera, la que tanto me pidió, y que prácticamente me arrancó por la fuerza. Ahora la tiene para usted, yo se la concedo para que sea su mortaja. Gracias a ella, ya no podrá renacer. Justo como lo ha deseado siempre.—

 

 

Ligereza, sensación de poder volar. Cada uno de los trozos, por sí mismo, siendo mucho más etéreo que la totalidad de su cuerpo viperino unido en un irrompible anillo de eternas revoluciones. Forjado como un martirio circular sin principio ni fin.

La disociación vivida de manera consciente a causa de la negación de la sangre sacrificial le permitió entender por fin el motivo de cada uno de sus actos conducentes a perder la batalla en manos mortales, en donde cada fallo tuvo sentido, al haberlo acercado cada vez más al ansiado desenlace. Las vidas acompañadas enrollándose y desenrollándose eternamente; y de igual manera, las que no había podido segar con su repto de angustia en la más reciente de las vueltas. Aquellas que no habían terminado aún, junto con las que ya habían finalizado, pero que de todas maneras no serían sus ofrendas. Comprendió que lo único que hizo fue desperdiciar su odio, porque ellos, los Guardianes, jamás cesaron en su empeño, así hubiese que buscar explicaciones o milagros improbables y peligrosos a riesgo de la propia integridad. Todo antes de resignarse a morir en vida; es decir, a existir sin un sentido o sin el deseo incansable de encontrarlo.

Su yerro, empero, consistió en haber deseado tanto su muerte, en buscarla y soñar tanto con ella, por motivo de la cual incurrió en la bajeza de hacer suyo el dolor y la desgracia de un humano, cometiendo así la más hermosa osadía posible. Haber buscado su muerte, la cual estuvo ahí con él todo el tiempo, en cada una de las de aquellas efímeras criaturas que le tocó vivir y presenciar; y de manera muy especial, en las de las más justas y compasivas. Pero esa era una historia que ya casi no recordaba.

Al mirar al interior del pergamino que había quedado solo en el espacio, notó que la luz lo anegaba como si se quemase desde adentro. Advirtió la mortaja dorada, pero debajo de ella ya no se encontraba el hombre cuyo cuerpo había poseído, y que desapareció con un gesto de paz en el rostro, al serle concedida la gracia de no volver a renacer para nunca entregar su corazón a nadie más.

Sobre el regazo del Sacrificio, quien oraba con las manos juntas en reverencial silencio, su cabeza de Serpiente.

 

“—Yo también te amo, Makoto querido.—”

 


[1] Daisuke Ochida, quien fuera vocalista de Kagerou, the studs y Daisuke to Kuro no Injatachi, así como baterista de Fatima. Fue cercano, entre otros, a ambos cantantes mayores implicados en esta historia.

Notas finales:

Hoy, 21 de diciembre de 2020 y día de mi cumpleaños número 33, finalizo la publicación de esta querida historia con el corazón contento por lo que junto a ella y en ella se me ha concedido.

Gracias a quienes hayan llegado a este punto. Mi deuda es eterna <3


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