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JoJo's Bizarre Visual Adventure: Rebirth of the Ouroboros por metallikita666

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No podría narrar lo que sucedió en el plano físico durante aquel lapso de mi inconciencia, pues sobre ello solamente recuerdo lo que el sensei me refirió al despertar.

En todo caso, y volviendo a los acontecimientos de los que me ocupaba recién, luego de que el hombre empuñó la punta de la flecha contra mi pecho y la hizo traspasarme la carne en medio de un fulgor y un dolor ingentes, todo comenzó a darme vueltas, previo a que me desmayara por completo.

Recuerdo bien el momento en que todo se apagó, y supongo que transcurrieron unos instantes antes de que tuviera lugar la ensoñación que, a diferencia de otros episodios de mi vida, jamás podré olvidar.

Al abrir los ojos en medio del sueño, me desperté tendido al centro de una enorme jaula. Me di cuenta de ello por las sombras que proyectaban los barrotes sobre el piso, el cual parecía ser de color claro. Tras develar la vista me incorporé lentamente, poniéndome de pie con cierta dificultad.  

Me percibía a mí mismo completamente solo; sin embargo, me sentía observado. Por ello fue que decidí alzar la voz.

—¿Hola?... ¿Hay alguien ahí?—

Oí unos pasos provenientes de atrás, lo cual me hizo voltearme de repente. La sorpresa fue enorme cuando divisé por fin una pequeña silueta. Antropomorfa, pero extremadamente pequeña.

—¿Quién… quién eres tú?— Pregunté, entre maravillado e intimidado. Teniendo muy presente que el reducido tamaño de una criatura no era motivo para subestimar su poder o su alcance.

La silueta dio un par de pasos para salir de la sombra que la opacaba y que impedía apreciar su apariencia, descubriéndose por fin como una muñeca articulada de grandes ojos negros, tupidas pestañas y una caperuza oscura, a tono con su atuendo.

Luego de que se descubrió, el parecido de su peinado con aquel que solía llevar mi madre captó mi atención de inmediato, y no pude evitar notar que el tono de su labial, de un rojo sangre encendido, también coincidía demasiado con mi inmediata referencia.

Sentí miedo.

—Hola, Jojo-kun.— Respondió ella, con una voz baja y dulce, como si captara el intuitivo pavor que había comenzado a apoderarse de mí. —Yo soy… quien tú quieras que sea. Solo dime… qué es lo que tu corazón desea ver…—  

La odié, mucho y de inmediato. Yo, que había recorrido aquel camino y había afrontado todos los peligros con tal de que alguna fuerza sobrenatural me ofreciera el innombrable don, en ese momento estaba muerto de terror y rabia. ¿Cómo se atrevía no solo a presentarse con esas señas, sino a insinuarme aquel deseo de manera tan cínica?

Si bien recordaba a la perfección todo lo que había estado viviendo en el plano físico consciente, y sabía que aquello era una ensoñación, me sentí confundido. ¿Sería que aquel encuentro se borraría de mi memoria después? Si iba a tener la oportunidad de verla de nuevo para acabar olvidándolo todo de inmediato, ¿habría valido la pena entonces?

El asunto se volvía todavía más horrible cuando caía en cuenta de que todo ese entorno era producto de mi propia mente, de mi propia alma y de mi propio ser. Cosa que siempre tuve clara desde un principio, pero que al no poder controlar completamente, no dejaba de horrorizarme con sus posibilidades.

—Quiero ver a mi madre.— La afirmación escapó de mis labios sin mucha elaboración. —No sé quién seas, de dónde saliste o por qué tienes esa forma… Y no me interesa saberlo de inmediato.—

Mi voz estaba a punto de quebrarse. ¿Cuántas veces más tendría que frasear aquella tortura? ¿¡Por qué demonios un ente que se suponía parte de mí tenía que preguntármelo, y volver con ello a clavarme la misma estaca en el alma, más adentro aún!?

—Todo lo que quiero es verla, de una vez por todas. Por favor.—

Caí de rodillas en el suelo, con el semblante bajo y la cabeza entre las palmas. Si ella iba a convertirse delante de mí en la persona que yo tanto ansiaba ver, no quería atestiguarlo. Una transformación necesariamente monstruosa, por cuanto bien le sabía muerta hacía tiempo, y porque de pronto vino a mi mente la posibilidad de un cambio abrupto y violento; todo lo cual lo haría demasiado doloroso de presenciar.

Pero contrario a lo que pensé, no se escuchó ninguna voz o ruido. Por precaución había cerrado los ojos mientras me mantenía en la postura suplicante, y no los abrí hasta que no recibí una indicación lo suficientemente convincente para hacerlo.

Hasta que volví a percibir ese amado tono.

—Jojo, cariño mío. He vuelto.—

Mis párpados subieron pero yo no me atreví a elevar el semblante. Cuando mi mirada se despejó divisé sus delgadas piernas ceñidas por un pantalón tubo de mezclilla, y sus pequeños pies que calzaban unos lindos taconcitos bajos.

Fui obligado a llevar mi vista hacia ella cuando se acercó a mí y me tomó por el mentón para subirme el rostro, después de que me apartara las manos de los costados de la cabeza.

Estupefacto, hinqué las pupilas en su preciosa cara.

—Hijito, ¿es qué no vas a abrazarme? ¿Qué acaso no vas a saludar a tu madre, que tanto te ha extrañado? Ven aquí, mi vida.—

Mi reacción fue automática, y poco me importó que se tratara únicamente de una ilusión.

Ansiaba tanto estrecharla y tenerla por fin entre mis brazos, sentir su menuda anatomía y escuchar su respiración, que me abalancé sobre ella y rodeé su cuello. El llanto comenzó a brotar enloquecido, pero yo no podía decir nada. El nudo que me cerraba la tráquea era más grueso que cualquier otro que hubiese sentido antes.

Cuando por fin pude articular algo, la misma frase venía una y otra vez a mis labios.

—N-no lo puedo creer… Dios mío; ¡no lo puedo creer! No puedo creer que estés aquí… ¡por fin!…—

Como no pudiera despegarme de ella, fue mi interlocutora quien entonces me alejó de su cuerpo para mirarme. Yo la observaba a mi vez, pero cuando noté que la ropa que llevaba había cambiado por la misma que tenía el día de su accidente… comencé a preocuparme.

—Te ves bien, Jo-chan. Muy bien. Como alguien… que no ha guardado luto…—

Esperablemente, el comentario me lastimó mucho. A partir del abrazo, cualquier intento de refrenarme y tener presente que continuaba en la ensoñación fue totalmente inútil.

—Pero… ¿qué dices? Claro que sí, ¡claro que sí, mamá! ¡Casi me muero por tu ausencia!— Declaré, con los ojos humedecidos y a raudales, incapaz incluso de verla con claridad a causa del estorbo de las lágrimas, y sintiendo el pecho retorcido. —Andy-kun tuvo que venir a casa y sacarme de mi pozo. ¡Estaba horrible, comía cualquier cosa, no podía dormir! Y fue gracias a él, quien me convenció de que tú…—

Unas manchas rojas aparecieron en sus ropas.

—Andy-kun. Por supuesto.— Interrumpió la visión, que de aquí en adelante se me hace demasiado pesaroso siquiera llamar “ella”. —Tus amigos… Tus amiguitos queridos y tus chicas, que siempre estuvieron primero.—

¿Cómo atreverme a discutirle? No era mi madre. La mía, la verdadera, había muerto tiempo atrás, y eso lo sabía y lo supe siempre. Y nunca un reclamo de esa índole había salido de su boca durante el tiempo que estuvo viva. Sin embargo, se veía y hablaba como ella. Pero más importante aún: en mi furor, los reproches que me hacía sonaban como si me los estuviera haciendo mi madre. Eran espantosamente convincentes.

Lo último que recuerdo fue a Araki-san llamándome y zarandeándome, pues había notado gracias a mis gritos y sacudidas que la flecha finalmente no me privó de la vida.

Cuando por fin pude abrir los ojos me lancé a su cuello, buscando refugio en una de las pocas figuras paternales que acompañaron mi crianza. Una que, paradójicamente, jamás antes había conocido en persona.

Él permaneció en silencio y me devolvió el abrazo.

 

***

 

—Es esta.— Dijo el pelifucsia, con determinación. —Recuerdo bien ese enorme portón de aspecto viejo y descuidado.—

Tras andar el resto del camino que los separaba del área en donde se hallaba la entrada a las casaquintas, Jojo y Rei pasaron bastante desapercibidos gracias a sus fachas de visitantes y su compañía mutua, si bien toparon con mayor cantidad de gente que la que vio el más joven en el otoño de hacía diez años.

La bonita zona montañosa que albergaba aquellas residencias, ­muchas de ellas convertidas en moradas de veraneo para entonces, comenzaba a poblarse visiblemente a causa de la calurosa estación y los festivales de temporada. Debido a ello, ambos vocalistas decidieron echar mano de las cámaras de sus celulares y continuar con su visita, al tiempo que siguieron acercándose a la dirección requerida.

—Bien.— Contestó el rubio, bajándose un poco las gafas para observar mejor y con más claridad el panorama circundante. —¿Cómo hiciste aquella vez? ¿Escalaste, no?— Joshua asintió. —El problema es que creo que con toda esta gente caminando por aquí… eso será un poco difícil ahora.—

—¡No se diga más! Tú dedícate a observar a los profesionales.—

El de Hokkaido se quitó su mochila y la abrió, colando la mano entre las cuerdas enrolladas y los arneses que en ese momento no servirían de mucho, con el objetivo de extraer de ella la que sin duda tendría que ser una de sus herramientas preferidas en la vida: la palanca alzaprima de su coche.

El rubio no pudo menos que casi echársele encima al menor apenas notó de qué se trataba la cacareada solución, intentando con ello tapar el utensilio y alejarlo del alcance visual de cualquiera que anduviera por ahí en esos instantes.

—¿¡Pero es que eres tarado!?— Lo riñó, aunque en voz baja. —¿Cómo se te ocurre que vas a usar eso aquí y ahora, si me contaste que incluso te abstuviste la otra vez, y siendo que esto estaba casi desierto? ¡Estás loco!—

Jojo solo atinó a encogerse de hombros, extrañado por la abrupta reacción ajena.

—Sí, pero ahora somos dos.—

Como Igarashi mantuviera su gesto de no comprender el escueto razonamiento, el más alto continuó.

—Tú me puedes cubrir o avisar si alguien se acerca. Total, sabes que no me tomará más que unos segundos.—

Rápidamente, el mayor recordó la maniobra en casa de Gara el día que ambos se conocieron, y dentro de sí tuvo que admitir que el proceder de Joestar aquella vez había sido impecable.

Así que, aunque a regañadientes, no le quedó más remedio que acceder y apartarse.

—Alguna vez tendrás que contarme de dónde sacaste esas… habilidades. ¿Qué acaso eras un raterito adolescente cuando estabas en Sapporo?—

Jojo no pudo evitar reír ante el comentario. Por lo que, recuperando su tono entre bromista y seductor, encaró al pelicorto.

—No exactamente… Pero Andy-kun y yo, junto con nuestros compinches de entonces, algunas veces hacíamos esto por diversión.—

Tras enunciar aquello, el de las numerosas perforaciones terminó de extraer la palanca del bolso.

—No robábamos nada; lo que disfrutábamos era la adrenalina del momento. Ya sabes, la posibilidad de llegar a ser sorprendidos.—

El de Tokio rodó los ojos, dejó escapar un suspiro y negó levemente con la cabeza, lo cual no hizo más que acrecentar la diversión de su interlocutor.

Joshua volvió a allegarse al cantante de Marco.

—Ya deje de hacerse el exigente y el correcto, Igarashi-san. Que bien que con todo eso y mis peores defectos, es así como le gusto.— Susurró a su lado, logrando de inmediato su cometido de ponerlo incómodo.

Luego lo miró a la cara y sonrió con una pizca de superioridad.

—Ahora ve y asegúrate de que no haya moros en la costa.—

Instantes después, el del tatuaje de la hannya le daba su señal al más chico para que procediera con prontitud y certeza. No obstante, justo en el momento en que Jojo iba a colocar el extremo curvo de la herramienta en medio de las dos grandes hojas de madera, a la altura de la cerradura, el pestillo cedió por sí solo, lo cual sorprendió muchísimo al vocalista menor.

Momentos después, las grandes puertas se separaban delante de sus ojos, abriéndose para permitirle la entrada.

—¿¡P-pero qué… coño…!?­—

Motivado tanto por la exclamación del menor como por el ruido que hacían los portones al moverse, el rubio se volteó y atestiguó el prodigio. Atónito, se acercó en silencio a donde estaba su amigo.

—¿Y ahora?— Preguntó el de menor estatura, incrédulo y bastante pálido. —Esto… ¿tiene algo que ver con Succubus?—

Joestar negó con la cabeza, manteniendo los ojos muy abiertos.

—En absoluto. Así que estoy igual de sorprendido que tú…—

Unos instantes de silencio evidenciaron que ambos amigos se hallaban deliberando internamente sobre si ingresar a la casaquinta de la manera en que lo habían previsto, o si por el contrario sería necesario cambiar de estrategia. Asimismo, dicho lapso sin duda estaba sirviendo para que los pasmados testigos pudieran procesar el hecho, que aunque no era ajeno a los portentos que habían vivido en los últimos tiempos, generaba en ambos la sensación de estar ante una amenaza inesperada.

—¿Vamos?— Inquirió Rei por fin. —No tengo ni puta idea de por qué esta cosa se abrió por sí sola… Pero si no continuamos el camino, no podremos cumplir con nuestro cometido en este lugar.—

Joshua asintió en silencio, volviendo a guardar la palanca y colocándose la mochila a la espalda instantes después. Internamente, dudaba de si lo que acababan de presenciar sería una manifestación del gran poder desconocido que tanto temía, y que su intuición insistía en percibir como hostil, si bien todavía no había obtenido prueba o explicación que fundamentara la corazonada. Pero tal y como decía su fiel amigo, de no continuar el camino jamás llegarían a saberlo.

Todavía en silencio, con cierto nerviosismo y sin bajar la guardia, ambos hombres se internaron en el patio delantero de la propiedad. Fue entonces cuando Joshua observó que los jardines lucían muy diferentes respecto de la vez anterior, pues se veían más cuidados. Al advertir ese detalle, su preocupación mermó un poco.

Un hermoso arbusto de color rojizo y podado con forma redondeada captaba la atención del chico, cuando en eso escuchó una voz.

—¡Hola, muchacho loco! ¡Diez años después te dignas a acordarte de tu viejo sensei!…—

El vocalista del tatuaje de la hannya abrió los ojos como platos. Su vista no lo engañaba: frente a ellos, ataviado con una yukata de verano y geta, el autor del afamado shonen sobre el linaje Joestar se encontraba de pie en el corredor de su residencia.

—Pe-pero si es… Araki-san…—

El cantante de The Gallo, si bien también se encontraba sorprendido por la inusitada bienvenida, no dejó pasar la oportunidad.

—Pues claro, hombre.— Le respondió al rubio por lo bajo. —Es a quien vinimos a buscar, ¿no? ¿O acaso te esperabas a Rohan-sama[1]? Aunque te digo: no habría sido nada raro encontrárselos juntos…—

El de Tokio apretó los labios para no echar a reír, recordando los detalles que le había comentado Jojo sobre la conocida predilección del talentoso mangaka por su colega ficcional: producto este de su propia imaginación.

Ante las murmuraciones de los recién llegados, el hombre de mediana edad insistió.

—¿Joshua-kun? Ven, acércate.— Pidió, bajando un par de escalones de aquel bonito porche  de madera, mientras se abanicaba. —Oh, y veo que vienes acompañado. Anda, preséntame a tu camarada.—

Acto seguido, ambos visitantes caminaron hacia la entrada de la vivienda para ofrecerle sus respetos al anfitrión. Una vez alcanzada la prudente distancia, el pelirrosa tomó la palabra.

—Araki-sama, ¡qué gusto volver a verle!— Saludó, inclinándose respetuosamente hasta los noventa grados. En ese momento, el rubio le imitó. —Este es mi amigo Rei Igarashi, y hemos venido con el objetivo de buscar su sabio consejo.—

Al oír su nombre, el de menor estatura volvió a inclinarse, aunque describiendo un ángulo más reducido.

—¡Mucho gusto, sensei! Un honor conocerlo por fin.—

—Con que Igarashi-kun, ¿eh?— Contestó Hirohiko, sonriendo. —Un gusto para mí también. Pero vengan, ¡pasen adelante! ¡Me pone muy feliz recibir visitas en esta época del año!—

—“Rei” está bien.— Añadió el mayor de los recién llegados.

Pero luego, un poco cohibido por la efusividad del hombre, miró a Jojo y después volvió a llevar la atención hacia el frente.

—Disculpe mi atrevimiento, maestro, pero… ¿será que primero podemos hablar en privado con usted? Después, si lo desea, le acompañaremos.—

El hombre nativo de Miyagi se quedó en silencio unos instantes. Empero, retornó pronto a su ánimo usual.

—Oh, claro que sí.— Replicó, cambiando su dirección y dando un par de pasos hacia el costado. Sugiriendo con ello que se enrumbaran por el pasillo externo en vez de ingresar por la puerta principal. —Síganme por este lado.—

Los tres hombres se introdujeron en una habitación contigua; en la que, nada más entrar, los más jóvenes dejaron sus cosas en un rincón y se quitaron los zapatos. Acto seguido, se arrodillaron sobre el tatami y se sentaron en seiza.

El anfitrión sonrió, al tiempo que él mismo se acomodaba al estilo indio.

—Oh, vamos, chicos… ¿Por qué tanta formalidad?— Mencionó, terminando de sentarse en el lugar elegido, que estaba contiguo a una de las puertas internas que daba hacia el resto de la vivienda. —¡Siéntanse como en su casa!—

Los visitantes imitaron al mayor y pronto estuvieron más cómodos, lo cual sin duda contribuyó a que se relajaran un poco más tras la inesperada aunque amigable acogida.

—Ah, por cierto… Normalmente, les ofrecería té. Pero dado que está haciendo un calor terrible… ¿Querrían beber algo frío?—

Jojo, quien por fin pudo desatarse el cabello y se lo peinaba con los dedos para acomodarlo, aceptó de inmediato.

—Se lo agradeceríamos mucho. Lo que sea, lo que tenga; no se preocupe. Hemos pasado buena parte del día bajo ese sol abrasador, así que se imaginará que llegar por fin a un lugar tan agradable como este es un gran alivio.—

Pronunciada la respuesta, Araki descorrió discretamente la puerta para solicitarle a alguna persona en el interior que les alcanzara unas gaseosas. Posteriormente, devolvió la atención hacia sus huéspedes.

—Que por cierto ha cambiado muchísimo desde la última vez, sensei. Está todo mucho más bonito.—

—¡Así es, jovencito!— Replicó el pelinegro, satisfecho por la observación. —La zona se volvió más concurrida durante los últimos años, por lo que las estadías vacacionales tomaron otro cariz. Uno más alegre, digamos. Por eso, decidimos rediseñar los jardines, remodelar algunas cosas de la casa y… poner cámaras de seguridad por todos lados.—

Ante la última referencia, hecha con total propósito por parte del anfitrión, Rei cayó en cuenta por fin del tema de las puertas.

—Oh, ¡con que había cámaras!— Exclamó, mientras Hirohiko recibía las latas y les entregaba las suyas a los visitantes. —Ahora lo comprendo todo…—

—¡Correcto, Rei-kun!— Repuso el mangaka, abriendo su lata y conteniendo las risas. —Después de la visita de Joshua aquel día de otoño, me di cuenta de que… esta casa estaba un poco expuesta.— Suspiró, con una pizca de sorna, la cual no falló en hacer sonreír al aludido. —Su presencia no me molestó en absoluto una vez que comenzamos a hablar y supe que venía en son de paz, pero me preocupó pensar que a lo mejor no todas las sorpresas de ese tipo serían tan agradables…—

Entonces, el pelifucsia tomó la palabra, tras beber un segundo sorbo largo de su refrescante bebida.

—Hablando de sorpresas poco agradables, Araki-sensei… Es debido a una de ellas que hemos venido a verle.— Anotó, cambiando el semblante a uno más serio y grave. —Mire, le adelanto que Rei-kun conoce todo lo relativo a mis habilidades, así como a la existencia real de los stands y de la flecha, así que no se preocupe. No debe abstenerse de comentar acerca de estos temas en su presencia.—

Igarashi mutó el rostro también y secundó al cantante de The Gallo, quien había decidido entrar en materia.

—De acuerdo, lo comprendo.— Respondió el artista, y se dirigió después hacia la puerta que tenía al lado para terminar de cerrarla por completo.

Seguidamente, hizo descender su tono de voz de manera notoria, si bien todavía podía escuchársele cómodamente a la distancia en que los tres se hallaban uno del otro.

—Puede que tenga algo que contarles yo también, pero primero me dedicaré a escucharlos.—

Instintivamente, Joshua y Rei voltearon a verse. El rubio dio su visto bueno para que el menor de ambos continuara con la palabra y explicara el motivo del viaje.

—Seré breve, maestro. Mi intuición… me habla sobre una amenaza latente. No sé si tenga que ver con mis habilidades adquiridas aquella vez, aunque imagino que sí.—

Jojo se tomó unos instantes para ordenar mejor las ideas en su cabeza, al tiempo que reunía fuerzas para hablar de nuevo –por segunda vez en su vida– sobre un tema verdaderamente delicado y decisivo con aquel hombre.

—Me da mucha pena con usted, porque a lo mejor pensará que lo vengo a buscar solamente cuando tengo problemas.—

Al hacer el comentario, el de Hokkaido no pudo evitar reír vagamente; empero, no se atrevió a dirigir la mirada hacia el frente. En ese momento, sus dedos comenzaron a temblar.

—El asunto es que… hay una persona, alguien sumamente querido para nosotros dos, el cual se ha estado comportando de manera muy extraña en los últimos días. Esa persona…— En aquel instante, Jojo dirigió la mirada hacia el rostro del mayor. —Esa persona no es alguien común, sensei. Es uno de esos seres que mantienen el equilibrio en el mundo, ¿sabe? Que con su sola existencia son capaces de unir a otros. Que transmiten grandes enseñanzas con su forma de ser y se ganan la admiración ajena rápidamente.—

De soslayo, Joestar notó un inequívoco brillo en los ojos de su amigo a causa de esas sentidas palabras que acababa de pronunciar.

—No obstante y por desgracia, este tipo de seres son siempre codiciados por otros que no necesariamente tienen las mejores intenciones…—

Hirohiko escuchaba atentamente al músico de las numerosas perforaciones faciales, al tiempo que de cuando en cuando dirigía algunas miradas furtivas al pelicorto.

—No sé bien de qué se trate exactamente, si bien sospecho de otra persona en particular. Pero la verdad es que ni siquiera estoy seguro de si tiene que ver con una energía de proyección del espíritu, como lo son los stands. Se supone que los usuarios se perciben entre sí, pero ya sea debido a que nunca me he enfrentado a otro o a que definitivamente se trata de un tipo de energía diferente, me encuentro confundido respecto de esto. Y esa… es una de las consultas más importantes que hemos venido a hacerle.—

Cuando el más joven de los tres hombres acabó de hablar, se hizo un silencio importante en la habitación. Jojo se reponía de la carga emocional de sus palabras, mientras que Rei terminaba de asimilar la parte de información que escuchaba por primera vez. En tercer lugar y de manera conjunta, ambos vocalistas esperaban también la ansiada réplica que pudiera resolver por fin sus dudas, o al menos arrojar alguna luz sobre aquel asunto que tan consternados los tenía.

Después de un par de minutos, Araki suspiró y se dispuso a tomar de su gaseosa el último de los sorbos antes de vaciarla. El ademán, dadas las circunstancias, resultó un poco tortuoso para los dos más jóvenes.

—Primero que todo, Jojo-kun… No debes sentir pena alguna, o sentirte mal en todo caso.—

Aquella introducción tomó un poco por sorpresa tanto al pelifucsia como a Igarashi, quienes no pensaron en que el mayor recuperaría el principio del parlamento de Joestar.

—Siempre que has venido, ha sido para salvar a alguien. Esa persona fuiste tú mismo la primera vez, lo cual es totalmente legítimo y muy valioso.—

En los labios de Araki se dibujó una paciente y resuelta sonrisa que impresionó mucho al de Tokio, pues de ambos visitantes, era quien menos le conocía.

—Y ahora quieres preservar a este Sacrificio, quien según lo que me refieres, es también un Lazo. Así que no podría reprocharte nada, de ninguna manera.—

El rubio se sentía confundido por aquella manera de expresarse que tenía el hombre mayor; pero como recordaba que Joshua le había hablado en términos parecidos anteriormente, decidió callar de momento y guardarlo todo en su memoria. Después, y de no escuchar mayor explicación durante las charlas, le preguntaría a su amigo al respecto.

En ese momento, el cantante de Marco distinguió lo emocionado que se hallaba el de Hokkaido a causa de las palabras que el maestro acababa de dirigirle.

—Gracias, sensei… ¡Muchas gracias! Es solo que siento… como si fuera mi deber.— Expresó el menor de los presentes con mucha consternación. —Que no me puedo quedar de brazos cruzados ahora que sé y siento todo esto. Aparte, Succubus… bah, no sé si sea ella o si en realidad soy yo mismo. Pero no me ha dejado en paz la visión… la posibilidad de perder a Gara-sama en cualquier momento.—

Fue en ese instante cuando Rei se dio cuenta de lo mucho que había estado sufriendo Jojo en silencio. No solo porque había sido él quien vio a Makoto la última vez y en las circunstancias que le narró en casa, sino porque gracias a la parte de su naturaleza que era distinta, podía percibir cosas que ni Igarashi mismo ni el resto serían capaces de notar.

Entonces, tomando la palabra imprevistamente, el rubio se dirigió al autor nativo de Sendai.

—Araki-sama, ¡por favor, se lo pido! ¡Díganos si usted cree que esto es obra de otro stand!—

La aguda intervención logró captar la atención del pelinegro, quien entonces se volteó hacia Igarashi.

—La persona de la que sospechamos y a quien consideramos culpable… es alguien muy afamado, con una influencia enorme en muchos sentidos, y admirado por gran cantidad de nosotros; mentiría si le digo lo contrario. Pero lo más delicado de todo, es que también es muy importante… extremadamente importante para él.—

El dejo amargo en las palabras del rubio fue totalmente notorio, e incluso un poco sorpresivo para Jojo. Pues al igual que el pelicorto continuaba ignorando algunos hechos de su pasado, lo mismo le sucedía a Joestar con la historia de vida de su amigo.

A pesar de su afabilidad usual, Joshua se descolocó ligeramente por aquella intervención que parecía demanda.

—Rei-kun…—

Pero Araki levantó una mano para, a un tiempo, frenar la reprimenda e indicar que todo estaba bien.

—No te preocupes; la inquietud es totalmente válida.—

Su rostro volvió a cobrar una solemnidad un poco preocupante.

—Rei-kun, la verdad es que yo tampoco lo sé a ciencia cierta, pero tal como dice Jojo, tengo el presentimiento… de que no se trata de algo que tenga que ver con el poder de los stands.—

El hombre notó el cambio en ambos semblantes ajenos al decir aquellas palabras, pero rápidamente contuvo la reacción en el ambiente.

—Lo cual, mis queridos huéspedes… No quiere decir que no se le pueda combatir con ellos.—

Ambos visitantes estaban perplejos.

—¿Es que hay… más poderes sobrenaturales en el mundo… además de ellos?— Inquirió el pelirrosa, tímidamente.

La pregunta hizo sonreír a Hirohiko.

—Eso es algo que ni yo ni nadie puede contestarte. O tal vez sí. Si alguna vez tienes la oportunidad de hablar con un dios… pregúntaselo.—

Naturalmente, semejante respuesta confundió más a los peregrinos. Empero, el anfitrión continuó.

—Lo que puedo decirles sin dudar es que he notado un comportamiento inquieto por parte de la flecha.—

Araki se levantó de su sitio y se acomodó sus ropas.

—Oscilaciones de energía que la perturban; justo como sucedió cuando tú estabas a punto de llegar la primera vez.— Le dijo al más joven, dando tiempo para que ambos amigos le imitaran y se incorporasen. —Eso, junto con mis presentimientos y opiniones es de lo poco que puedo ofrecerles. Pero aunado a la información que ustedes tienen, creo que es bastante. En fin, hablaremos de eso mañana, ¿les parece? Por ahora, ¡permítanme mostrarles la casa y presentarles a mi familia!—

Un muy sonriente Hirohiko volvió a hacer su aparición en escena, sorprendiendo a los menores con tal cambio, pues era como si no hubiesen estado tratando un tema realmente importante y decisivo tan solo instantes atrás.

En todo caso, a los visitantes no les quedó más que asentir a la propuesta de su anfitrión, quien muy alegremente les ofreció pasar primero a una habitación con el objetivo de que cambiaran sus ropas por un par de yukatas y se calzaran con geta: todo en aras de estar cómodos para la cena y disfrutar de su estadía en la acogedora propiedad.  

Pero antes, una pequeña y última digresión.

—¡Oh, pero ve al salón primero, Joshua-kun! Que a mi esposa le agradará mucho verte de nuevo. Y si mal no recuerdo, se encontraba degustando algunos de los últimos chocolates que trajimos de nuestro más reciente viaje a Europa.—

Esperablemente, el cantante de The Gallo no se hizo de rogar ante la dulce invitación, dejando a su amigo en compañía del mangaka.

Segundos después, Hirohiko y Rei se volteaban uno hacia el otro, como si tácitamente hubiesen estado esperando ese momento.

La mirada de Araki era escrutiñadora, mas no hostil.

—Conozco a Joshua y conozco su espíritu.— Dijo el hombre de mediana edad, exhibiendo en su rostro un gesto fiero que el rubio no le había visto en ninguno de los momentos anteriores. —Pero tú… ¿Hasta dónde serías capaz de llegar por él, por todo esto? Demuéstrame que tengo razones para creer en ti también.—

Rei no se sorprendió en absoluto. Por el contrario, muy complacido adoptó de inmediato un sañudo semblante digno de oponérsele al de Araki, haciendo patente el instinto belicoso que recorría sus venas.

—Gara-sama ha sido y continúa siendo mi inspiración, pero es únicamente gracias a este idiota con el que vine que tengo la motivación necesaria para seguirle encontrando el sentido a todo. Por lo cual le informo, maestro, que no pienso perder a ninguno de los dos.—

 


[1] Rohan Kishibe es un personaje del cuarto arco de JJBA, Diamond is unbreakable. Primeramente introducido como antagonista menor, se convierte en un aliado. Es mangaka, por lo cual se le considera una especie de self-insertion de Araki, y por causa de unos dibujos suyos donde aparece junto a su personaje en poses amorosas, se presume que goza de especial estima por parte de su creador.


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