Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

JoJo's Bizarre Visual Adventure: Rebirth of the Ouroboros por metallikita666

[Reviews - 1]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

¡Hola de nuevo! Y muchas gracias por seguir leyendo.

A lo mejor puede que sobre, pero en aras de evitar malentendidos que no permitan apreciar la intención del juego de imágenes y sentidos donde lo primero para mí es el símbolo, quiero aclarar que aquellas alusiones que puedan parecer sexistas u homofóbicas de mi parte, no lo son. Esto es válido para el caso de toda la obra, pero más aún en lo referente a este personaje en particular.

Recordemos que como artistas nos toca jugar con el poder de lo dado, más allá de que lo consideremos acertado o no. Y es solo trayéndolo a colación, poniéndolo sobre la mesa y explorándolo que podemos proponer una nueva síntesis.

Por aquel entonces, su creciente obsesión se había vuelto muy difícil de disimular. Esperablemente, el resto de sus compañeros también disfrutaba de aquella banda con gran asiduidad, y la consigna de emularles era bastante unánime. Durante varias ocasiones, se había hecho acompañar de Shunsuke o de Rutta para asistir a alguna de las fechas promocionales de sencillos o eventos especiales de cumpleaños que Las Ovejas agendaban, pero era evidente para él que hacía rato que el asunto sobrepasaba el límite.

El problema no era Merry. Sino que, con el pasar del tiempo y casi sin que pudiera advertirlo o explicárselo, todos los caminos lo conducían indefectiblemente a Gara.

La primera vez que por fin lo conceptualizó así en su mente se sintió muy desconcertado. La sola idea lo hizo llorar de rabia y le produjo una ansiedad tremenda, impidiéndole acudir al ensayo de ese día, por lo cual tuvo que argumentar indisposición física. No obstante, la imposibilidad de dejar de darle vueltas al asunto estaba a poco de terminar haciendo realidad la coartada.

El ingenioso modern garde del quinteto le había volado la cabeza desde sus días en Jive y Jisedai Excite, cuando las creaciones originales de estos proyectos estuvieron transparentemente influenciadas por ese sonido, así como por su propia vena más punk. El cantante de la caligrafía y el escritorio le había enseñado a modular su voz y a jugar con el claroscuro de la dulzura y la desesperación.

Para él, había sido como si todo ese tiempo hubiese estado a su lado escuchándole e, incluso, dictándole sus propias letras en un susurro.

Años.

—¡No! ¡No de esa manera, no! ¡Me rehúso!— Gritó el del tatuaje de la hannya, levantándose bruscamente de la mesa y tirando de un manotazo la taza y el plato que tenía al frente.

Los utensilios aun contenían la bebida y el aperitivo que se había servido inútilmente, en aras de calmar ese malestar estomacal que al no querer pensar demasiado identificó como hambre. La loza cayó sobre el piso, quebrándose en incontables pedazos.

—¡No, no! No, yo no… No a mí…—

Pronto fue inútil resistirse al llanto. Él, para quien la única salida admisible siempre había sido alzar la voz o golpear con fuerza, era incapaz de retener los raudales de sus lágrimas, como si fuera una pequeñita. Las malditas solo escapaban de sus ojos y caían, derramándose por sus mejillas enrojecidas sin pedir ni esperar permiso alguno.

Y a partir de ese momento, ¿qué hacer? Evidentemente, su adoración por Las Ovejas del Taisho[1] no se acabaría de un día para el otro, porque eso además trastocaría completamente su norte artístico y lo obligaría a traicionar su vocación como músico.

En todo caso, era imposible acallar la maldita incertidumbre en torno a que, si ya él mismo había caído en cuenta, los demás no tardarían en hacerlo. Si era, claro está, que eso no había sucedido previamente.

Si era que ella no lo había notado para entonces.

En todo caso, lo único verdaderamente doloroso es que no habría manera de engañarse a sí mismo.

Corrió hacia el estante de su dormitorio y sacó sus discos y revistas, abriéndolos brusca y nerviosamente hasta dar por fin con las sesiones fotográficas que continuaban indelebles en su memoria. Aquella donde su castaño senpai jugueteaba con la propuesta de llevar sombrero, tirantes, corbata y hasta cobertores de antebrazo… sin agregar a tal atuendo ninguna prenda adicional.

Temblando, tomó en sus manos su copia del Burst: miró fijamente la portada y en su interior se preguntó qué era lo que realmente veía. Piel tersa y clara, omóplatos marcados; una oreja sin aro alguno y mechones oscuros sobre el cuello, cual insinuación de crines y brida. Las punzadas en su bajo vientre fueron el detonante para que los orbes volvieran a aguársele hasta impedirle la visión. Hasta que se disipó por fin cualquier clase de duda.

Pero no podía ensañarse con él. No solamente lo admiraba como a nadie más en el mundo y sentía gran devoción por sus múltiples talentos desde hacía mucho, sino que lo amaba; y ese sentimiento provenía del fondo de su corazón y lo más puro de su ser. Poco importaba si jamás en la vida había tenido la oportunidad de estar en su presencia cercana.

Dejó los discos y revistas a un lado y se echó en la alfombra, curvándose finalmente en posición fetal. Cerró los ojos y esperó a que el cansancio lo sustrajera de su tormento, aunque fuera por unas horas.

 

***

 

—¿Estás… molesto?— Preguntó con recaudos el menor, una vez que el rubio cerró la puerta y ambos quedaron a solas en el amplio dormitorio de huéspedes de la residencia veraniega de Araki.

Era la tercera vez que lo oía bufar tras la cena.

—¿Nervioso, quizá?—

El de Tokio se quedó unos instantes en silencio, inmóvil y con las manos en el obi que ceñía su cintura. Después, acabó de desatárselo y lo colocó sobre la cama.

—No entiendo… por qué cuerno Araki-sensei decidió dejarlo todo para mañana.— Dijo por fin, volteando hacia el pelifucsia con semblante hastiado. —¿De qué carajo duda?...—

Entonces, Jojo se acercó al mayor con una sonrisita ladina, y fue a tomarle el rostro de improviso entre ambas palmas.

—Pues la verdad es que… yo también desconfiaría de un tipo así de malencarado como tú, ¿sabes? Digo, llegas a mi casa, te beneficias de mi hospitalidad… Sin contar con que pretendes un favor mío, ¡y qué favor, eh! Pero ni a palos sueltas una sonrisita…—

Esperablemente, Igarashi se irritó con el comentario. Por lo que de inmediato, y con los pómulos ruborizados, trató de alejarse del contacto.

—¡No seas idiota!— Se quejó, subiendo la voz. —¿¡O es que acaso piensas que todo el mundo tiene que andar siempre por la vida con cara de tarado sonriente, como tú!?—

Conforme más hablaba, más rojo se ponía. En especial, al notar que sus reclamos no molestaban en absoluto al de Hokkaido.

—Joder, Jojo: ¡suéltame ya! ¡No me gusta que me agarren así, no soy un crío! ¡Eres un pesado!—

—Y tú, un escandaloso…— Respondió el más alto, desplazando las manos rápidamente desde el rostro del rubio hasta bajar por su torso y aprovechar la yukata abierta que portaba para rodearle los costados y la espalda. —Y eso que todavía no te estoy metiendo nada…—

A punto estaba el pelicorto de reclamar por semejante réplica, pero el vocalista del cabello rosa con negro se adelantó para empujarlo hasta que cayera sobre la cama, tras de lo cual se colocó a gatas encima de él.

Luego de hacer aquello, el de las numerosas perforaciones se quedó unos instantes mirando a su amigo, como esperando a que este se decidiera a increparle. Cuando pareció que así haría, Joestar trabó los labios ajenos con un beso.

Ese estúpido y su boca carnosa. Esos jodidos labios que sabían perfectamente pasar de producir enojo cuando se curvaban en una sonrisa burlona o en un gesto vulgar, a acallar cualquier acotación que amenazara con separarle de ellos, y detener la posibilidad de beber directamente de ese cáliz tranquilizador. No sabía por qué, pero el efecto siempre era el mismo: besar a Jojo era reconfortante, además de infinitamente placentero.

—Eres… un maldito ordinario…— Susurró el mayor en un jadeo, una vez que ambos se separaron para tomar algo de aire.

En ese momento, el rubor en las mejillas de Rei no era más a causa de la ira.

—Me pregunto… cuándo será el día en que dejes de remarcarme cosas que ya sé…— Replicó el cantante venido del norte, bajando lentamente por el cuello de Igarashi con besos suaves y cortos, para luego detener los labios sobre el marcado pecho de su amante y, ahí sí, aplicar lengua y dientes. —Total, estás al tanto de que no puedo ni quiero cambiar, porque al fin y al cabo tú también lo disfrutas…—

El líder de Marco se removió debajo del más alto, desprendiéndose un poco más de la yukata que prácticamente estaba fuera de su cuerpo, aunque sin haberlo querido así en primera instancia.

—Jojo, espera.— Dijo, tomando al menor por la parte alta de los brazos. —¿Está bien que sigamos? ¿Qué pasa si Araki-sensei…?—

El interpelado no detuvo su accionar, sino que se apoderó de uno de los pezones de su amante y lo rodeó con la punta de su perforada lengua.

—Ay, mi vida…— Murmuró, notando complacido cómo el pequeño órgano respondía endureciéndose. —¿De verdad crees… que Araki-sama no se dio cuenta de lo que hay entre tú y yo?— Agregó después el chico, levantando la mirada para enfocarla en la del rubio, mientras con la yema del pulgar seguía rozando la erógena zona ajena. —Además, de haberle importado este tipo de cosas, no nos habría dado una sola habitación para los dos…—

Al hacer conscientes las palabras y explicaciones del más joven, Rei volvió a sonrojarse. Repasó también en su mente el momento en que se quedó a solas con el mangaka, y la manera en que este le preguntó hasta dónde estaría dispuesto a arriesgarse en aquella situación. O lo que era lo mismo, cuánto amaba tanto a Joshua como a su senpai.

—D-de acuerdo… Qué carajos, pues. Si tú lo dices…—

Entonces, el de menor estatura lentamente separó las piernas para permitirle al otro acomodarse mejor entre ellas, al tiempo que se apoderaba de la diestra del chico en aras de llevarla hasta su propia entrepierna.

Los efectos de las caricias del más joven eran notorios en esa zona para entonces, por lo que Jojo rio.

—Mmm, ja, ja, ja… Yo sabía que no me iría a dormir sin mi postre…— Comentó Joestar con tono deseoso, mientras acataba la indicación del otro hombre y aplicaba la mano entera para asirle el miembro sobre la ropa interior. —Ugh, estás tan duro…—

Al oírle, el pelicorto se incorporó parcialmente; lo suficiente para apoyarse en uno de sus codos. La yukata acabó de deslizársele por ese hombro, por lo que rápidamente sacó el brazo contrario de la manga restante. Una vez con la extremidad libre, tomó al pelifucsia por la melena, en un agarre brusco y demandante.

—Pues entonces, deja de hablar de una vez y cómetelo.— Le ordenó, mirándolo directamente a los ojos con evidentes ansias. —No me obligues a hacerte tragar a la fuerza…—

La idea agradó muchísimo a Jojo, quien entonces dibujó una amplia sonrisa en su rostro al tiempo que le jaloneaba la prenda interior al otro. Continuó hasta que logró liberar aquella tiesa masculinidad; empero, se abstuvo de tocar el sexo ajeno en absoluto, evitando incluso mirarlo cuando le resbaló los bóxers al contrario por las piernas, para retirarlos por completo. Durante todo el procedimiento mantuvo aquel gesto en su cara, a un tiempo desafiante y provocador.

—Muy bien, pequeña y sucia ramera… Tú lo pediste.—

Rei, sin soltar a Joshua del cabello, se enderezó para quedar de rodillas sobre la espaciosa cama, a lo que el más joven contribuyó dejándose conducir y tumbándose boca arriba conforme el movimiento los hacía cambiar de pose. Una vez erguido, Igarashi llevó las rodillas una a cada lado del cuello de su amante y apoyó el trasero levemente en el pecho ajeno.

—A ver, putita… Abre la boca, que aquí viene el avioncito.—

Recrudeciendo el agarre en el cabello del otro, el mayor usó los dedos de su mano contraria para separarle los labios a quien en ese momento estaba siendo dominado. Tuvo cuidado con sus numerosas perforaciones, pero no por ello resultó más gentil.

—Sé muy bien que has estado esperando esto todo el jodido día...—

Jojo fue cediendo en medio de gemidos ahogados y miradas deseosas; embadurnando los dígitos del rubio con la gran cantidad de saliva que había estado reteniendo en la garganta desde que Rei aludiera al juego. El cantante de Marco, luego de que por fin improvisó una pinza con índice y pulgar para ensanchar con ella la boca del menor, adelantó un poco la pelvis y colocó la punta de su enhiesto órgano en aquellos brillantes labios.

—Ahhh, sí… Así, cariño, así.— Exhaló el pelicorto, sin poder despegar la vista de tan excitante espectáculo. —A ver si de una vez te tragas junto con esto… todas esas pendejadas que tanto te gusta decir…—

Milímetro a milímetro, la palpitante carne se iba hundiendo en la cavidad del otro: el de Hokkaido le daba paso lenta pero sostenidamente al usar el paladar y la lengua para ir variando la presión con que le constreñía; y a consecuencia de ello, sus comisuras desbordaban de saliva. Para cuando pudo percatarse, el de Tokio se había enterrado en su boca hasta la base.

Joshua soportaba con maestría la intromisión, reteniendo las arcadas o sufriéndolas de a poco y sin que fueran imperiosas.

—¿Te gusta?— Sonrió el mayor, desde arriba, observando el entrecejo ajeno fruncirse con dramática necesidad. —¿O prefieres… que te la saque?—

Tras decir aquello, retiró su hombría de entre los labios del chico, lo cual fue seguido por un fuerte jadeo de parte de este.

—Ah-aahh, no…— Se quejó el pelifucsia, si bien la bocanada de aire ya había comenzado a serle bastante necesaria. —Más… ¡dame más!—

Como la pose no le demandaba a Joestar el uso de sus extremidades superiores, estas habían quedado libres. Con el rabillo del ojo, Rei advirtió que el chico acompañaba el lascivo ruego con el movimiento de uno de sus brazos hacia abajo, con lo cual supo de inmediato que había intuido correctamente las intenciones del cautivo.

—Basta, ¡nada de eso!— Lo increpó con rudeza, soltándolo de la melena por fin para voltearse y apartarle los dedos de la entrepierna con un manotazo. —¡No te he dado permiso para que te toques!—

Pero conociéndole como en efecto le conocía, el pelicorto supo que aquello no sería suficiente para conseguir la obediencia del más joven. Por lo cual, actuando con prontitud salió de sobre él y lo liberó momentáneamente, pero con el objetivo de emplear su obi para sujetarle las muñecas. Después, y notando la conveniencia de que la cama en la que yacían tuviera un respaldo con barrotes de madera, ató a uno de estos las apresadas extremidades del otro cantante.

—¡Ahh, Rei-chan! ¿Pero… qué haces?— Protestó el más joven con fingido tono de sorpresa, aunque dejándose hacer con total docilidad.

En ese momento, y a juzgar por lo visto, había escogido representar un rol sumiso, para de esa manera espolear los dominantes instintos de su amante.

—¿Por qué… me castigas así?—

Los reclamos supuestamente consternados, pero a la vez terriblemente ávidos de Joshua hicieron su efecto en el mayor, quien no pudo evitar morderse los labios al verle atado, con la yukata desacomodada, y las piernas juntas y flexionadas. Todavía restaba despojarlo de su prenda interior: la cual, por supuesto, era de mujer.

Al advertir el sensual bulto que resaltaba en la pelvis ajena, el rubio experimentó una vez más esa clase de escalofríos tan particulares que en toda su vida solo el de Hokkaido había logrado provocarle: tan notorios y reconocibles para él. Ese sujeto hermoso, con sus grandes pestañas postizas; sus mallas ajustadas que le marcaban todas y cada una de las curvas del cuerpo, y sus bragas femeninas. Ese tipo que tan desconcertado lo hizo sentir la primera vez que lo tuvo cerca y que le impidió retirar de él su mirada, como si hubiese querido cobrarse con creces todo el tiempo que el mayor rehusó encontrarse con él o aproximársele.

Ese hombre que lo hacía ansiar con desesperación amarle y ser amado por él: todo a un tiempo y sin orden posible.

Aún embelesado y con tales pensamientos ocupando su mente, Igarashi se arrodilló sobre la cama y colocó sus manos en los tobillos del menor, las cuales fue subiendo por las piernas conforme se impulsaba para acercarse más a la pelvis ajena. Acto seguido, se inclinó para posar los labios en los gruesos muslos de su amante. Tersos y blancos: ideales para ser marcados con uñas y dientes.

—¡Ahh!... Agh… Mmmm…—

¿Que por qué le castigaba así? No contento con haberlo llevado por fin a oficiar sacrificios directamente en el altar de sus más íntimas y prohibidas fantasías, Jojo se había convertido él mismo en un nuevo sagrario de pasiones nunca antes imaginadas: ara de deidades mixtas y hermafroditas. Amalgama de posibilidades; fuente inagotable de deseos y placeres. Perfección en las proporciones, y una inverosímil paz y conformidad respecto de todo lo que su abigarrado ser representaba.

Luego de marcar aquella tersa zona y arrancarle unos cuantos gemidos al pelifucsia en el proceso, Rei retiró con pulcritud casi ceremonial la delicada prenda que lo separaba del duro órgano de su chico, hasta dejársela casi por las rodillas. No obstante, obvió los mimos usuales y, tras desatar el obi de la cintura ajena, empleó la banda de tela a modo de torniquete en la base de aquel miembro.

—¡Ah, no!— Se quejó el menor, completamente sonrojado a causa del enardecimiento.

Las marcas en sus piernas todavía le escocían; y la presión en sus muñecas, conforme tiraba de las improvisadas esposas, solo contribuía a excitarle aún más. Una vez atado del todo, era seguro protestar y removerse.

—¡No, basta! ¿¡Ahora qué harás!?—

—Te la voy a hacer tragar hasta que me venga en tu puta… maldita y hermosa cara.— Replicó un arrebatado pelicorto, quien de inmediato volvió a trepar sobre el cuello del más joven, totalmente dispuesto a hacer tal cual había descrito.

 

***

 

Pero los días pasaron, y el vocalista y líder no podía seguir argumentando malestares para faltar a los compromisos con su banda, o pensar incluso en deshacerla de la nada. La falta de ensayos y charlas en torno de las canciones en progreso estaba pasándole factura, pues para él no cabía duda de lo mucho que necesitaba su arte día con día. Por otro lado, estaba el asunto de la chica. Por fortuna, la dinámica relajada que hasta ese momento habían tenido para sus citas resultó muy conveniente en aquella situación, si bien el motivo principal para no estabilizar las cosas era la sospecha que tenía Rei sobre que él no era el único en la banda intentando cortejarla.

Esa tarde, Akira –quien además de guitarrista era el fundador del sello indie que en adelante editaría los lanzamientos de Marco– arribó al estudio en compañía de Saori, con el objetivo de conversar con los demás miembros acerca del concepto para la portada del último disco. El guitarrista se había asegurado de sumar a la joven diseñadora al equipo luego de que quedara muy impresionado por el trabajo gráfico con la banda de ella, así como por su portafolio de creaciones personales y encargos. Empero, la totalidad del interés que tenía el músico en la joven no había quedado del todo clara.

El rubio, por su parte, no tuvo ningún problema en invitarla a salir el primer día que se conocieron, tras una amena charla sobre música y estilos de dibujo. El vocalista también se asombró mucho por el gran talento que poseía la muchacha; amén de que no se podía negar lo agradable que resultaba a la vista. Bajita, de cabello negro hasta los hombros; piel pálida, labios de durazno y una estética angura/eroguro[2] que le daba un aire misterioso y apasionante a la vez.

Luego de anunciarle a su compañero la presencia de la dibujante, el ocupado guitarrista comentó que se ausentaría para finiquitar un par de asuntos, pero que pronto estaría de vuelta con el objetivo de conocer las resoluciones que ambos hubiesen tomado.

Takahashi[3] saludó con normalidad, luego de lo cual se sentó en la silla contigua a la del vocalista y abrió alegremente su portafolio sobre la amplia mesa de aquel salón de reuniones.

—¡Mira, Rei-kun! Estuve pensando que podríamos basarnos un poco en la tapa del Koseiha blend classic de Merry.— Dijo, sacando una fotocopia ampliada y a color de dicha portada, además de una libreta de notas, en cuya página abierta lucían unos cuantos apuntes. —Me parece que tiene algunos elementos que resultarían interesant…— 

—No.—

Terriblemente descortés a como había sido interrumpirla –estaba consciente de ello– el cantante de Marco se mantuvo en su postura, tanto física como de criterio.

Luego de unos segundos, la muchacha enarcó una ceja.

—Pero… ¿por qué?— Inquirió, sin poder esconder que se había desconcertado un poco por la actitud ajena, si bien estaba consciente de que ese tipo de negociaciones no siempre eran sencillas entre los músicos y los ilustradores. —¿Tienes… una mejor idea?—

El rubio suspiró, reconociendo en su interior que ni siquiera había pensado en la propuesta.

—La verdad es que no. Lo único que sé… es que no deseo que se parezca a esa tapa. Ni a nada… de Merry…—

En ese momento, Takahashi estuvo convencida de que algo andaba mal, pues tal actitud era completamente inusual en su interlocutor. La también bajista se había incorporado a Voltage Enterprise sabiendo perfectamente cuáles eran las influencias, el sonido y la estética de su acto principal, y estaba no solo de acuerdo sino también muy a gusto con esas características. Por lo cual, y en parte sacando partido de la cercanía con Igarashi, su reacción se tiñó con un dejo de sarcasmo.

—En ese caso, creo que tendrán que replantear la banda desde cero… ¿No te parece?—

La réplica hizo el efecto esperado y golpeó al mayor, quien entonces levantó la mirada para dirigirla hacia la chica. Sus ojos delataban pasmo, pero también angustia.

—Lo siento, Sao-chan. Perdóname, no debí… Dios mío. Ya no sé ni qué digo.—

El rubio dejó caer su frente en la palma de su diestra, cuyo brazo había apoyado en la mesa. Luego se tomó la cabeza con ambas manos, con los codos todavía sobre la encimera. Su vista recorría la réplica de la portada de aquel elaborado disco de versiones, y se odió a sí mismo cuando pudo percibir que los ojos estaban a punto de cristalizársele de nuevo.

—No, perdóname a mí. No sabía… que estuvieras atravesando por un momento difícil.—

La voz de la chica se escuchó baja, en un tono gentil pero discreto.

—Deja, iré a conversar con los demás primero para conocer sus opiniones. Y si Akira-san pregunta, le diré que quedé de hablar contigo después. ¿De acuerdo?—

Poco a poco, mientras la escuchaba, el del tatuaje de la hannya fue deshaciendo su postura atribulada, hasta que solamente se quedó mirando el bonito semblante de la muchacha. Ella le sonrió apenas acabó su parlamento.

—Deberías ir a descansar. Te ves agotado.—

El interpelado devolvió la sonrisa y asintió, bastante más calmo. Posteriormente, se levantó del asiento y fue a buscar su mochila al perchero que estaba en una esquina de la sala.

En eso, la dibujante recuperó la palabra.

—Rei-kun. ¿Quieres que vaya a tu casa más tarde… para que hablemos? Por favor, cuenta conmigo si puedo ser de ayuda.—

 

***

 

Todavía bastante mareado por el fuerte clímax y la exquisita visión de haber adornado con su efluvio el ávido rostro de Jojo, Igarashi se retiró de sobre el otro cantante y se echó junto a él de costado, dándole la espalda. Descansó la mejilla derecha sobre la almohada, pero sus piernas, descuidadamente separadas, hacían que resaltara la bonita curva de su trasero.

Joshua se desató las muñecas del lazo que las unía al respaldar de la cama; pero conservó, sin embargo, el excitante torniquete puesto por Rei en la base de su miembro. Dicho efecto, unido a los jadeos del mayor (que aunque poco a poco iban normalizándose seguían siendo agitados), así como a la pose que éste había adoptado, urgieron al pelirrosa a que acoplara el suyo al cuerpo del contrario.

—Rei-chan, mi vida…— Susurró, rozando su dura carne y su pelvis toda contra las posaderas del tokiota.

Luego, tomó con los dedos parte del semen que todavía tenía en la cara y se lo llevó a los labios.

—Mira… cómo me dejaste…—

El rubio rio entre dientes, todavía resollando un poco.

—¿Y de qué… te quejas? Si es… lo que mereces… por estar siempre provocándome.— Contestó Igarashi, volteándose un poco más hacia el menor. —Uhm. Pero por lo que veo… todavía sigues con ganas…—

En ese instante, Joestar tomó más de la semilla ajena, pero esa vez para llevarla al ano de su amante e impregnar el sensible esfínter con ella y su propia saliva. Una vez hecho aquello, recorrió con su mano la zona en medio de las nalgas del mayor, hasta dejarla totalmente resbalosa.

—Muchas…— Exhaló sobre el oído del otro, con voz trémula de deseo. —Ahh, Rei-chan… Hmmm…—

El más alto continuaba frotándose contra la marcada silueta del rubio. La condenada tela alrededor de su miembro estaba a punto de provocarle un placentero adormecimiento.

—Ughh… Quiero… hacerte mío…—

El del tatuaje de la hannya sonrió complacido, disfrutando los roces y escuchando los gemidos insaciables que el de Hokkaido depositaba uno a uno en su oído. En eso, el de los numerosos piercings le tomó la mano, aprisionándola entre sus dedos.

—¿Quieres… que te alcance mi lápiz labial? No trajimos… el resto de cosas, pero podría funcionar.— Inquirió el cantante de The Gallo, refiriéndose a los recursos que incluían en sus encuentros para que el mayor encarnara su versión de Maruko, lo cual hasta ese momento le había sido de gran ayuda a la hora de experimentar a Jojo o a Gara como activos.

Empero, ese día el rubio estaba decidido a prescindir de tales apoyos. Deseaba tener al menor entrando en su cuerpo y sentirle, milímetro a milímetro, bajo su propia identidad. Uniéndose como quienes eran, y gozar de él y dejarlo disfrutarle como los dos tipos que, un buen día y sin aviso previo, pasaron de recelar uno del otro a encapricharse mutuamente a manos del destino.

A enamorarse juntos de la misma persona, además de recíprocamente.

—No, está bien así.— Repuso el mayor, al cabo de unos instantes.

Después, separó más las piernas y levantó la retaguardia hasta donde se lo permitía la pose, para finalmente apretar los dedos ajenos en medio de los suyos mientras buscaba la mirada del otro.

—También te gusto de esta manera… ¿no es verdad?—

Jojo clavó en él sus ojos castaños y bajó hasta el pronunciado hombro ajeno para besárselo.

—¿Bromeas? Puedes ser una tierna y seductora chica cuando así lo quieres; pero en lo que a mí respecta, también eres un hombre muy atractivo. Me encantas, me fascinas. Desde aquellos días… en que me colaba en medio del público de sus conciertos… para verte.—

El corazón de Igarashi retumbó fuerte en su pecho ante aquel dato hasta entonces desconocido. En ese instante, cualquier escrúpulo sobre su deseo de dejarse llevar por el momento desapareció.

—Entonces anda, hazlo… Y llámame por mi nombre.— Pidió, al tiempo que el menor ya colocaba la punta de su virilidad en la entrada del más bajo, libre ya del pequeño torniquete.

Acto seguido, el de Hokkaido fue empujando las caderas hacia adelante, sin poder despegar sus orbes embelesados del semblante del cantante de Marco. Joshua se abría paso en medio de la cavidad ajena con lentitud y firmeza, al tiempo que deshacía la unión de sus dedos para acomodar su brazo debajo del de Igarashi y aferrarse mucho mejor a él.

Las lágrimas furtivas que se habían formado en los ojos del pelicorto tras sus propias cavilaciones y las palabras sinceras y enamoradas del menor tomaron mayor volumen, y acabaron escurriendo por los agudos vértices una vez que Rei, instintivamente, apretó los párpados y gimió sonoramente. 

—Uhm, Rei-chan… Al final… sí acabé metiéndote algo… y haciéndote gritar…—

—Cállate, imbé…cil. Cállate y… cógeme…—

 

***

 

Tres horas más tarde, y después de tomar una pequeña siesta, el líder de Marco volvió a inquietarse. El tiempo a solas le había ayudado a conciliar el sueño y reposar un poco, pero la inminente llegada de su cita de esos días volvió a ponerlo nervioso. Le parecía que su reacción al aceptar la oferta de Saori para conversar sobre cómo se sentía había sido demasiado apresurada: motivada sobre todo por su momento de debilidad.

Lentamente y sin que pudiera evitarlo, rememoró aquellas ocasiones en que había requerido comprensión de parte de sus parejas respecto de algún asunto que socavara su imagen de sujeto fuerte e independiente, y la tácita, aunque no menos humillante manera en que le fue negada. Su última relación estable databa de antes de incursionar seriamente en el visual, y se había terminado precisamente por lo incompatible de sus rutinas estéticas con la opinión que tenía aquella chica sobre lo que significaba ser un hombre.

Luego del arribo de Takahashi al piso del cantante, este le convidó un café. Para romper un poco el hielo y acallar sus escrúpulos, Rei le preguntó a su visita cómo le había terminado de ir entrevistando al resto de la banda respecto de las ideas que tenían. Ella le contó que no había quedado mucho en claro, más allá del deseo de que hubiese primeros planos en vez de cuerpos enteros, y la participación de algún elemento que sugiriera la muerte. 

—Comprendo. En ese caso, tendremos que debatir entre nosotros para pulir más el concepto.— Dijo el mayor encogiéndose de hombros. —No me parece bien que te hagamos perder el tiempo por no habernos puesto de acuerdo todavía.—

—Por mí no hay problema.— Sonrió ella, llevándose la taza a los labios para tomar un pequeño sorbo. —De hecho, tenía muchas ganas de pasar por el sello… para verte.—

Luego, la dibujante alargó su pequeña mano de dedos finos y la colocó sobre el ligeramente tatuado antebrazo izquierdo del músico.

—Rei, ¿qué es lo que te sucede? Sé bien que entre nosotros no hay compromisos ni obligaciones de nada. Pero estos días… has estado un poco raro conmigo. Raro y distante.—

Era verdad. No se trataba de que la muchacha lo acosara a mensajes ni mucho menos, pero le había enviado un par de recados que al cabo de las horas quedaron sin respuesta. Entre ellos, la pregunta de si iba a estar en oficinas de la Voltage ese día.

Al sentir los dedos de ella sobre su piel, el rubio se serenó un poco, si bien estaba consciente de que se hallaba a punto de referirse a un hecho que probablemente alejaría a la chica de su lado de forma definitiva. Por lo cual, sonriendo con amargura volteó el brazo y lo deslizó hasta que sus propios dígitos encontraran los de ella, para finalmente entrelazarlos.

—Estoy muy apenado… muy avergonzado por lo que estoy a punto de decir. Quiero que sepas que haberme dado cuenta de esto no me causa ningún orgullo, y me ha hecho sentir muy mal todo este tiempo. Pero ya no puedo seguir ignorándolo.—

Durante la pausa, el del tatuaje de la hannya llevó los ojos al frente, encontrándose con el semblante atento y sereno de la bajista.

—Yo… estoy perdidamente enamorado de Gara-sama.—

El entrecejo de Takahashi se frunció sutilmente mientras ella apretaba con suavidad los labios.

—Pero eso… ha sido así siempre. ¿No?—

Con un suspiro de decepción, Igarashi bajó la mirada.

—No de esa forma, hermosa. Me refiero a que yo…— Agregó, sintiendo un horrible nudo en sus cuerdas vocales. —Estoy obsesionado con él. Fantaseo con él, lo imagino, lo deseo… Y esto no debería ser así.—

La tristeza y la vergüenza eran sumamente patentes en el tono del cantante, y por momentos se podía escuchar cómo su voz estaba a punto de quebrarse. Al tiempo, sus dedos se alejaban de los de ella, habiendo deshecho la unión previamente.

—Me siento terriblemente mal, y desearía con todas las fuerzas de mi alma poder cambiarlo. Dios santo…  Perdóname por estar contándote estas cosas, Sao-chan. De seguro que para ti… también ha de ser sumamente incómodo…—

El pequeño silencio que se hizo en ese instante fue largo y tortuoso para Igarashi.

—Pues… la verdad es que yo no le veo nada de malo.—

La inesperada réplica hizo que el vocalista levantara la mirada. Estaba atónito.

—Y hasta me parece bastante lógico, dado lo mucho que lo admiras como músico y como frontman.—

—Pe-pero yo… Los dos s-somos… hombres…—

Saori rio bajito, aunque muy brevemente, pues no quería que su reacción se malinterpretara.

—A veces pasa, y al menos a mí no me parece que esté mal. Oh, y tampoco creo que haya que tomarse muy en serio esa supuesta regla… de que debes de enamorarte de alguien del sexo contrario.— Dijo la pelinegra, encogiéndose de hombros. —Es un asunto complicado. Los sentimientos solo fluyen, incluso si no conoces a la persona. Y a veces es al revés: pasa luego de que te acercaste y hablaron.—

La pequeña alusión al tema entre ambos a modo de colofón hizo sonreír al mayor, a pesar del temor que continuaba clavado en su mente, y que era una de las razones de que se sintiera tan mal teniendo que aceptar y confesar aquella situación. Pero lo hecho, hecho estaba.

—Ojalá y pudiera… verlo con tanta tranquilidad, como lo haces tú.—

Saori se acomodó de lado en la silla de modo que quedara más cerca de su anfitrión, tratando de evitar un poco el estorbo de la mesa. Luego, tomó al pelicorto por el mentón, haciendo que dirigiera la vista hacia ella.

—Y te voy a decir otra cosa más. Puede que ahora mismo no conozcas a Gara-sama y te hayas resignado a verlo de lejos, como si fuera una estrella inalcanzable en el firmamento. Pero lo cierto es que no es así. Está aquí, en tu mismo país; habla tu misma lengua y hasta es parte del mismo movimiento que tú. Deberías hacer todo lo posible por conocerlo.—

Semejante razonamiento volvió a ocasionar que el rubio se ruborizara al instante. ¿Conocerlo? ¿Conocer a su ídolo; hablarle, saludarlo? A pesar de lo sorprendido que estaba al no haber atestiguado un rechazo inmediato y disgustado de parte de su interlocutora, le parecía que la pobre chica de plano que no había comprendido ni un poco de su tormento, el cual solo se acrecentaría si alguna vez llegaba a estar a menos de cinco metros del vocalista nativo de Gunma.

Un suspiro pesaroso fue toda su respuesta, mientras continuaba con la mirada hacia el frente. En sus orbes, además de infinita vergüenza, se adivinaba impotencia e incredulidad.

—¿Tienes miedo de que él se ofenda por la naturaleza de tus sentimientos? Rei, por dios. Tú ni siquiera sabes qué es lo que él prefiere. No deberías perder la esperanza de que algo pudiera suceder. Porque como fanático, lo mínimo, lo más pequeño, será siempre enorme y hermoso.—

Esa tarde, las dudas y el dolor desaparecieron por un rato en brazos de la enigmática y dulce chica, pero sus palabras fueron guardadas cuidadosamente en la memoria del atribulado cantante.

Jamás olvidaría a la mujer que le hizo volver a confiar en ellas con renovado cariño. Con total y sincera admiración.

 


[1] La era Taishou es un período de la historia japonesa que va de 1912 a 1926, y que coincide con el reinado del Emperador del mismo nombre. Durante este lapso, varios cambios sociales importantes ocurrieron en la sociedad japonesa (entre otras cosas, debido a la incapacidad del enfermizo emperador), los cuales hacen que se le considere como un período de movimiento liberal, la “democracia Taisho”. Muchas de las canciones de Merry están ambientadas en ese período, tanto estéticamente como en su contenido político: rasgo, este último, que constituye un caso especial en la movida del visual kei.

[2] El angura (“underground”) responde primeramente a la fusión de arte y política gestada en Japón tras los años sesenta, que fueron de protesta. Ligada a este momento, aparece una forma de teatro contracultural que se denomina shogekijo (básicamente, teatro informal que buscaba liberarse de los códigos sociales y retratar sueños y fantasías, en vez de la vida cotidiana y realista), al tiempo que el escenario político se caracterizaba por una oposición a la renovación de los tratados que tenía el país con Estados Unidos.

Por su parte, ero-guro es un acortamiento de las palabras inglesas erotic y grotesque. Movimiento artístico japonés centrado en los temas tabú de esa sociedad, y cuyo germen se dio en un momento histórico de decadencia. Ahora bien, la tendencia que surge durante la era Showa (post taishou) es conocida más exactamente como ero guro nansensu (erotic grotesque nonsense), una especie de concepto sociopolítico que fue parte de la cultura popular del Japón de los años 20, caracterizado por la obsesión que tenía la sociedad nipona en aquel entonces con lo anormal, grotesco, bizarro, ridículo o prohibido.

Dentro de la movida del visual kei específicamente, esta combinación deviene en una estética que emplea elementos de indumentaria y escenografía propios de la cultura japonesa (uniformes, kimonos, geta, máscaras, casas tradicionales, etc), combinados con un concepto oscuro y grotesco (maquillaje, parches, armas, heridas).

[3] Probable lectura de los kanji del nombre de Saori que aparecen en sus redes.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).