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JoJo's Bizarre Visual Adventure: Rebirth of the Ouroboros por metallikita666

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Notas del capitulo:

¡Feliz cumpleaños, Garita hermoso y adorado! :DDDD

Aproximadamente cuatro horas después de haberse quedado dormidos finalizado el dulce pugilato, el del tatuaje de la hannya no pudo evitar removerse incómodo por la falta de sueño que desde hacía un rato lo obligaba a mantener una molesta vigilia.

El movimiento, esperablemente, acabó despertando a su amigo.

—¿Rei?...— Preguntó el menor, bastante amodorrado aún. —¿No puedes… dormir?—

El pelicorto suspiró.

—Dormí por unas horas… y siento que descansé bastante, aunque haya sido por poco tiempo. — Repuso el mayor, acariciándole el cabello al pelifucsia. —Pero ahora… no puedo dejar de pensar en lo del asunto de la flecha…—

Entonces, Jojo decidió incorporarse hasta quedar sentado. Con el calor que hacía, ninguno de los dos había requerido la frazada, y mucho menos, su ropa.

—No deberías estar tan nervioso.— Dijo el músico oriundo del norte, por fin.

Empero, luego hizo una pausa, tras pensarse más detenidamente lo que estaba a punto de argumentar.

—A ver, sí… Es una prueba en la que podrías terminar perdiendo la vida. No obstante, tengo la sensación de que tanto Araki-sensei como yo mismo confiamos en que esa no será tu suerte.—

El más joven hizo un silencio estratégico.

—¡A como eres, serías capaz de pelearte a golpes con la mismísima Muerte con tal de que no te lleve!—

Contrario a la protesta que Joestar se esperaba, el rubio apenas y si esbozó una lánguida mueca que no llegaba a sonrisa.

—Sí, lo sé. Perdóname… Sé que soy un desastre irascible…—

El pelifucsia reaccionó enarcando una ceja. Definitivamente, algo andaba mal con el mayor, y este se resistía a decirle el motivo.

—Rei… ¿qué tienes?— Preguntó el cantante de The Gallo con mucha cautela y voz tranquila, pero conmovida. —¿Estás… dudando de todo esto?—

Igarashi lo miraba fijamente.

—No, no es que dude, Jojo. Pero sí tengo muchas preguntas en la cabeza.—

Tras replicar, el tokiota imitó al más joven y se sentó sobre el colchón.

—A ver… Perdona que insista con estos temas, pues me he dado cuenta de que aunque no te molestas cuando te pregunto sobre ellos, por lo general me contestas con evasivas.—

Joshua pareció asentir a lo siguiente, por lo cual Rei continuó.

—Por favor, cuéntame si alguna vez hubo alguna mujer muy importante en tu vida. Una mujer… que no haya sido tu madre, claro está.—

El más joven bajó el rostro.

—Sigo sin comprender cómo o por qué eso habría de ser importante para ti, pero de acuerdo. Ya que así deseas, te lo contaré.—

 

Akane era terriblemente hermosa. Sin duda alguna, la chica más bonita que para entonces había visto en mi vida. Estatura media, cabello largo y negro con vetas moradas; ojos color miel. Pechos grandes y redondos que a duras penas cabían en las manos; mientras que sus caderas, si bien eran estrechas, antecedían muslos gruesos y un apetecible trasero que sabía resaltar perfectamente con las faldas cortas y ajustadas que usaba. Además de sus infaltables zapatos de tacón, le gustaba llevar maquillaje cargado y accesorios plateados, lo cual varias veces hizo a mis compañeros señalar lo mucho que ambos nos parecíamos. 

Se presentó en el backstage luego de uno de nuestros toquines como the Skull Fuck Revolvers en la capital de la prefectura: y lo que tenía de atractiva, lo tenía de resuelta y decidida, pues a diferencia del resto de las fans llegó allí puntualmente para hablar conmigo. Me dejó en claro que sabía lo suficiente sobre mí, así que su único objetivo con el avance era comprobar de cerca todo lo que había oído.

Las citas empezaron a sumarse una tras otra, y al cabo de unas semanas nos habíamos hecho realmente cercanos. Además de guapa y absolutamente apetitosa, encontré en ella una muchacha inteligente a la cual le fascinaban las largas conversaciones sobre temas que iban desde la guerra y la política, hasta las últimas técnicas de tintura de cabello. Por si eso hubiese sido poco, también tenía un vasto conocimiento musical y sus gustos eras similares a los míos.

Esa noche, la noche de ese preciso e infausto día en el que también habíamos dado concierto, me encontraba esperándola en la puerta trasera del local mientras ella volvía del baño. En eso, Andy se acercó a mí para despedirse.

O eso fue lo que yo creí.

—Vaya que has tenido suerte con esa chica, hijo de puta.— Comentó socarronamente, mientras se encendía un cigarrillo.

Yo, por mi parte, solo atiné a reír entre dientes. No era la primera vez que el bajista expresaba admiración por la muchacha, pero a diferencia de las veces anteriores que había sido en grupo, aquella mención a solas se sentía extraña. Viniendo de él, lo era.

 —Se parecen tanto. Son… tan atractivos los dos.— Añadió, volteándose hacia mí con una mirada totalmente diferente.

No era una que no le hubiera visto antes, sino que llevaba bastante tiempo de no advertirla en sus ojos, dirigida hacia mí.

Segundos después, el alto pelinegro colocó el codo en la pared y se allegó aún más, acorralándome.

—¿Te digo algo, Jo-chan? En absoluto me molestaría si alguna vez me invitaras a compartir la cama con ustedes… Ya sabes, por los viejos tiempos.—

Andy jamás me ha disgustado, y en otras circunstancias hasta hubiera cedido sin problemas a tan directa y osada sugerencia. Pero en ese momento me sentí enojado e irrespetado, pues el pelinegro estaba al tanto de lo mucho que se me dificultaba entablar relaciones estables con mujeres. Me irrité al pensar que, como mi amigo que seguía siendo, debió actuar de forma mucho más sensata y considerada al advertir lo bien que Akane y yo nos estábamos llevando. Debió haber percibido lo importante que aquella relación estaba tornándose para mí.

—Eres… un imbécil. Y no te rompo la cara aquí mismo porque no quiero escándalos.— Fue lo único que pude murmurar antes de escuchar el sonido de los tacones de la muchacha sobre las baldosas del pasillo, conforme ella se iba acercando.

Mi ex amante sonrió de lado, tomando una nueva calada que pronto dejó salir de entre sus labios pintados de negro.

—Además, lo dices como si tú no pudieras buscarte tus propios ligues. Déjame en paz.—

Agobiado, le di la espalda y caminé lejos de él, adelantándome a encontrarme con mi chica para que ella no tuviera que llegar hasta donde estábamos los dos.

Todavía recuerdo con muchísimo asombro el instante justo en que levanté la mirada del suelo para enfocarla en ella, y la manera en que al ver de frente la dulce sonrisa que me dedicaba, la molestia anterior empezó a mermar.

—¿Nos vamos, Joshua-kun?—

Noté que se había retocado el lápiz de labios y un poco el delineador, los cuales al ser oscuros contrastaban preciosamente con su tez clara.

Era tan hermosa. Tanto, que se volvía del todo comprensible que no lo fuera solo para mí.

Prontamente sosegado, sonreí por fin en asentimiento, dejando que se colgara de mi brazo para luego pasar de manera indiferente al lado del bajista, quien continuaba allí en silencio degustando su tabaco.

Horas después, ese encuentro se convertiría en el más memorable de todos, aunque no por las razones más felices. Perfecto en apariencia y mientras duró, pero absolutamente aciago una vez que emprendí el camino a casa en la madrugada y escuché las espantosas noticias. Todo el tiempo que pasé sobre su cuerpo creyendo que cabalgaba hacia la felicidad, no hice más que agonizar en el caballo de madera[1], esbozando un futuro del que me arrepentiría muy pronto y por el resto de la vida.

Esa noche, no demasiado lejos de donde yo estaba, mi madre había muerto en las calles.

 

Los silencios eran cada vez más prolongados. Empero, resultaba totalmente esperable que sucediera de esa manera.

—Así que ella… fue la relación que estuvo a punto de convertirse en estable.— Acotó el del tatuaje de la hannya. —¿Qué paso… después?—

Sin mirarle, Joestar espetó la respuesta.

—Me dejó por un tipo adinerado. Porque puede que haya sido joven y atrayente en ese momento, pero… casi no tenía dónde caer muerto.—

—Comprendo. Y esa es la razón de que desde entonces no puedas imaginarte seriamente junto a una chica, ¿no? O será que el asunto… ¿viene desde más atrás?—

Joshua entornó los ojos hacia su amigo con un dejo de resentimiento, por primera vez desde que se conocieran.

—Rei… ¿qué quieres lograr con esto? ¿Qué tiene que ver con nosotros?—

Jamás antes el de Hokkaido había empleado ese tono con el rubio, pero es que no pudo dejar de advertir, con demasiada certeza para su gusto, hacia dónde se encaminaba todo.

—¿Es que acaso… quieres que te deje, que los deje y tire todo esto por una mujer?—

A pesar de lo tenso del momento, Igarashi no retrocedió. Ciertamente, el Joshua dulce, juguetón y enamorado era el mejor de todos. Pero eso no significaba que el rubio se resignaría a continuar viéndolo sufrir desde lejos, y a dejar que siguiera escondiendo su dolor tras sus carcajadas y chistes, por más deliciosamente obscenos y mordaces que pudieran ser.

—A estas alturas, me haría mierda que eso sucediera. Sin embargo, no tendría autoridad para detenerte si ese fuera en verdad tu deseo.—

Semejante contestación aplacó un poco al más joven, quien entonces reconoció la fuerte influencia del pensamiento de su senpai Gara en aquellas palabras.

—No obstante, lo que realmente importa ahora es que te haga ver que continúas sufriendo por un recuerdo y una idea que te hacen mal. Te sigues echando la culpa de lo que sucedió, y cuando eso no es suficiente, cuando eso te rebasa… Se la echas a ellas.—

—Rei, ya basta…—

El pecho del mayor experimentó una fuerte y aguda presión, en el momento en que atestiguó que los ojos de Jojo se habían cristalizado tras aquellas palabras. Aunado a ello, las manos ajenas habían empezado a temblar, debido a lo cual el chico cruzó los brazos sobre el abdomen para esconderlas. Para ocultar ese maldito tic que él mismo identificaba perfectamente como una de las consecuencias más tardías de su íntimo y debilitador drama inconcluso.

A pesar del angustioso ambiente, Igarashi estaba totalmente decidido a continuar.

—Es probable que te estés preguntando por qué coño te salgo con esto ahora, justo en estos momentos. Tras un rato de habérnosla pasado tan bien y de, a pesar de todo… estar teniendo un bonito viaje. Pensarás que soy un hijo de puta, pero… si bien te lo concedo respecto de otros asuntos, no pasa así con este tema.—

Con aquellas palabras, el cantante de Marco logró que el otro se volteara hacia él. Habida cuenta de ello, mantuvo su tono moderado pero serio.

—Aparte de las razones que te acabo de dar, que si bien es cierto tienen que ver con un asunto tuyo personal no me dejan indiferente porque me preocupo por ti, también está el hecho de que he notado… Que esto tiene estrecha relación con tu stand.—

Jojo frunció el ceño, evidenciando que de entre todo lo que le había pasado por la mente una vez que el mayor inició su onerosa charla, no se le había ocurrido pensar que aquel tema pudiera estar relacionado con la preocupación que ambos sentían respecto del eventual futuro stand de Rei. Mucho menos, que hiciera parte de las consideraciones más íntimas de Igarashi, quien, a fin de cuentas, iba a ser el que pondría su vida en peligro para lograrlo.

—¿A qué… te refieres exactamente?— Inquirió el pelifucsia, volteando lentamente no solo su semblante sino todo su cuerpo. Relajando también sus extremidades superiores. —Es decir… Vivi es chica, sí. Bueno, parece serlo. En teoría, si ella soy yo entonces no lo sería, aunque podría representar mi lado femenino, lo cual me parece bastante coherente.— Agregó el de Hokkaido, encogiéndose de hombros. —Pero creo que no es por ese lado que lo estás analizando…—

El rubio suspiró. En parte, aliviado porque finalmente había podido encaminar la conversación hacia donde lo deseaba. Pero por la otra, debido a que sabía que lo que restaba por decir no sería del agrado del más joven. E incluso, porque no terminaba de sentirse cómodo con la idea de que parecía estar aleccionándolo desde una posición de superioridad, pues por más que en algunos aspectos le costara admitirlo, respetaba a Joestar profundamente no solo como amante o amigo, sino como compañero, artista y persona.

—¿Alguna vez… te preguntaste por qué ella insiste en que le llames con el nombre de tu madre? Jojo, por dios… Perdóname.— Se urgió a sí mismo de improviso, buscando los ojos del más joven tras colocar ambas manos en los hombros ajenos, con el objetivo de que el chico mirara su atribulado rostro. —Quisiera… no tener que estar hablándote de esto ahora mismo. Quisiera no tener que lastimarte más o que jamás tuvieras que volver a sufrir a cuenta de este tema que me imagino que ha sido tremendamente difícil de sobrellevar… Pero tengo que hacerlo. Tengo que intentar explicarme cosas a mí mismo para poder hallar la certeza y la valentía de las que tanto me aterra carecer.—

Los ojos castaños de Igarashi se habían cristalizado más aún que los del vocalista de los numerosos piercings, quien lo miraba atónito.

—Porque sí, sé que suelo mostrarme como muy seguro y altivo… Que soy impetuoso y hasta irracional en ocasiones. Pero la verdad es que sé que hay veces en que lo hago porque no se me ocurre cómo más disimular el miedo horrible que siento, que me tortura y rebaja desde adentro…—

Inmediatamente, Joshua negó con la cabeza. Su semblante continuaba siendo de pasmo, lo cual sin embargo no mermó el dejo gentil que dibujaron sus facciones.

—No, Rei, te equivocas… El miedo no te rebaja. Es natural que sintamos miedo hacia lo que no conocemos: que nos asuste. No tienes por qué poder con todo lo que se te presenta en la vida… O no de primera entrada.—

Lentamente, el más joven tomó la diestra de su amigo, retirándola de su hombro para capturarla entre sus manos.

—Es probable… que esa actitud que tú has detectado en mí haya sido mi manera propia de lidiar con el miedo, y es bueno que me lo digas para que yo tome conciencia y cambie. Oh, y quiero que me lo digas, ¿entiendes? Ahora que has comenzado a hablar de ello, quiero que me lo digas directamente para que lo pueda comprender. Así, tal vez… tu propio miedo también se reduzca y puedas sentirte más tranquilo. Si puedo ser capaz de ayudarte en eso… me haría muy feliz…—

Tras tomar unos instantes para recomponerse, el cantante de The Gallo, todavía con la mano del tokiota entre las suyas, exhaló un marcado suspiro antes de aprestarse a contestar aquella pregunta que le había sido formulada previamente.

—Sobre lo anterior… No lo sé con certeza. Hay muchas conjeturas que puedo elaborar al respecto, pero… solo te diré que el día que vi a Succubus por primera vez, que la conocí y atestigüé por fin su forma y parte de sus habilidades… fue con la imagen de mi madre. Su imagen, su voz, su manera de hablar; todo. Lo cual… no me sorprendió en lo más mínimo, porque fue eso justamente lo que yo había ido a buscar. Puse en juego mi vida a cambio de ello, y lo recibí. Lo que jamás me imaginé fue que ella se convertiría en un stand autónomo, rebelde y sádico, que me permitió ver de nuevo a mi madre, pero que no por ello necesariamente me haría su ausencia más llevadera…—

El de Hokkaido miró hacia abajo una vez que finalizó su parlamento. El dorso de su mano, la que cubría por encima a la de Rei, estaba húmedo a causa de sus lágrimas.

—Sabes que lo siento profundamente… Y lo mucho que me hiere verte llorar. A ti o a Gara-sama. Me es… casi que realmente insoportable. Pero creo, y algo me dice… en especial, por la manera en que me contaste lo que sucedió al final con Akane-chan… Que ese sadismo proviene realmente de tu interior.—

Jojo se quedó mirando al vacío, todavía con aquellos cálidos dedos entre los suyos.

—Dime, Rei… ¿cómo se olvida? ¿Cómo… se deja ir, eh?...—

El pelifucsia subió la mano un instante para recoger las lágrimas que estaban a punto de caer de sus ojos.

—Lo entiendo, veo lo que dices. Pero a veces siento que nunca… me voy a poder perdonar el no haber estado ahí para ella…—

—¿Y si hubieras sido tú el que muriera?—

La pregunta, por inesperada, confundió al de menor edad, quien redirigió su vista hacia su interlocutor.

—Anda, intenta imaginarlo. Falleces a tus veinte años, y tu madre se queda sola pues eras lo único que tenía. ¿Entonces? ¿Qué habría habido para ella? ¿Qué habrías querido tú que ella hiciera?—

—Que se casara si le apetecía; que tuviera mil novios. Que adoptara a alguien y cuidara de esa persona, si tal hubiese sido su deseo. Que viajara, que conociera muchos lugares. ¡Oh, dios! ¡Habría deseado que fuera tan pero tan feliz!…—

En ese punto, Rei extrajo su diestra de entre las manos del más chico y con ambas le tomó por las mejillas. Su mirada no podía estar más vehementemente clavada en la ajena.

—¿Te oyes, Joshua? ¿Escuchas lo que estás diciendo?—

Ante la pregunta, el interpelado solo consiguió asentir levemente con la cabeza.

—Pues entonces, eso: eso mismo que estás diciendo que habrías deseado para ella, es sin duda lo que ella ha de haber deseado enteramente y desde lo más profundo de su corazón para ti.—

Los ojos del rubio estaban llenos de sobrecogedora determinación.

—Dime, ¿acaso te habría gustado que ella fuera incapaz de olvidarte en el sano sentido, y que todas las noches llorara por tu causa? Esa es la respuesta, Jo-chan… Si tú la amas a ella tanto como ella te amaba, no habría podido ser de otra manera. Entiéndelo.—

Jojo permanecía inmóvil, aunque sus manos habían alcanzado los antebrazos ligeramente tatuados de su amigo, y se asieron de ellos a modo de sostén. Simbólicamente, de ese sostén necesario para oír tan duras sentencias, pero con un ademán confiado, al saber que estaba delante de una de las únicas dos personas de quienes aguantaría escucharlo. Y, a decir verdad, de la única que tenía el total conocimiento de causa para decírselo.

—Entiende de una vez, por favor…  Deja de sufrir. Y libérate por fin de la manera en que dentro, muy dentro, consideras que la relación con una mujer no es para ti, porque a tus ojos ninguna será nunca tan completa como ella…—

Derrotado y con los orbes anegados en lágrimas que para entonces no importaba enjugar, el menor apartó los brazos de Rei con languidez y se inclinó hacia adelante: hasta que su frente descansó sobre una de las clavículas del otro vocalista. Sus dedos continuaban apresando las extremidades superiores del mayor.

Igarashi se zafó lenta y gentilmente del agarre levantando la diestra, colocándola después sobre el cabello suelto de Jojo, el cual comenzó a acariciar. Con el brazo contrario, por otra parte, rodeó la delgada cintura ajena.

—En mi vida también hubo una chica muy importante… ¿sabes?— Acotó el mayor, con voz baja y dulce.

El pelirrosa no respondió, sino que solo se mantuvo atento.

—Ella me hizo ver lo equivocado que estaba… en tantas cosas.— Se interrumpió Igarashi, riendo tras una pausa que reveló la rápida rememoración que había pasado por su mente. —Pero sobre todo, al creer que todas las mujeres me juzgarían con dureza por no ser el tipo más macho posible que me saliera fingir. Sé que todavía me falta mucho, pero después de estar con ella dejé de esforzarme por aparentar cosas que no sentía, que no me nacía hacer. O, mejor dicho, comencé a hacer lo que quería, sin preguntarme demasiado si eso me hacía más o menos hombre…—

Jojo, acurrucado entre aquellos marcados brazos, miró hacia arriba.  

—¿Y qué pasó con ella?— Preguntó, al tiempo que alzaba su mano para delinear la filosa mandíbula de Rei, y luego sus labios.

—Se quedó con Akira.—   

—Oh… Dios mío…—

Rei entonces bajó el semblante y le sonrió a su amigo. Posteriormente, decidió recostarse contra el respaldar y así sostener mejor el peso de Jojo.

—Descuida; me da igual. Lo nuestro nunca fue un compromiso, además de que desde el principio yo me di cuenta de que él también gustaba de ella…—

—No, no me refiero a eso… ¿Recuerdas que Araki-sama dijo que había puesto cámaras por todos lados? Ehh… ¿Será que puso en esta habitación también?—

—…ESE VIEJO DE MIERDA.—

 


[1] El burro español (en japonés, sankaku mokuba, que literalmente se traduce como caballo [triangular] de madera) era un instrumento medieval de tortura. Utilizando su forma triangular, tenía púas en el ángulo superior sobre el cual se colocaba a la víctima con las piernas abiertas, a las cuales se les añadía peso para que la zona genital del condenado recibiera más daño. Originalmente diseñado para mujeres, fue padecido también por varones.

Hay una mención a él en la letra de Ryuusei de The Gallo, la cual a su vez es una canción que guarda paralelismos temáticos con Hoshikuzu (ver primera nota al pie de este fanfiction): “La noche en la que descendieron las estrellas fugaces esbocé el futuro / en un sankaku mokuba, hacia el más recóndito cielo estrellado.”


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