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JoJo's Bizarre Visual Adventure: Rebirth of the Ouroboros por metallikita666

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Agosto 2017

 

Tras unos cuantos días más en casa del mangaka oriundo de Sendai, Joshua y Rei deshicieron la travesía para regresar a Tokio. Su estadía junto al maestro se había prolongado más de lo planeado, pues el simpático aunque misterioso hombre se negó a dejarlos partir tan pronto, e hizo lo posible por aprovechar al máximo la inusual visita.

Los vocalistas planearon con calma el regreso a casa de su senpai, para lo cual dejaron pasar un par de jornadas más luego de su vuelta a la capital. A Asada no le reportaron mayor cosa fuera de su retorno, y el de Gunma tampoco indagó información alguna; actitud que, de no ser por la coyuntura del momento, habría parecido totalmente anormal. No obstante, los menores –gracias a lo aprendido y reflexionado hasta ese momento– tenían presente que no podrían fiarse del todo de su ídolo.

Ese día, por encontrarse ambos juntos, la insistencia de Rei fue acatada por Jojo, pues el pelicorto se negaba a que el de Hokkaido volviese a echar mano de su famosa palanca para entrar al departamento del vocalista de Merry. Semejante acción era además una cosa absolutamente innecesaria, dado que para entonces había un juego de llaves en poder de ambos, que les había sido entregado por Gara mismo en persona. Así pues, llegaron antes de que lo hiciera el dueño de piso, por lo que decidieron ponerse cómodos y preparar algo de cenar mientras lo esperaban. Fueron al supermercado más cercano y consiguieron algunas provisiones para preparar katsudon e ishikari-nabe[1]: plato, este último, del cual Joshua se comprometió a hacer una versión simplificada, dada la falta de ciertas hortalizas norteñas.

El de Gunma entró en su casa con muchísimo sigilo luego de que se dio cuenta de que su departamento no estaba vacío, gracias a la luz que se colaba por debajo de la puerta, la cual era bastante visible a esas horas desde el oscuro pasillo. En el recibidor se percibía un agradable olor a comida, pero no se escuchaba voces provenientes de la cocina. El delgado músico confirmó que la totalidad del salón se hallaba solitaria cuando por fin pudo extender su atisbo hasta aquella zona. Los focos de las lámparas colgantes estaban encendidos sobre la isla-mesada en su grado más tenue y las ollas permanecían tapadas, pero no había rastro de los más jóvenes.

El castaño intuyó con facilidad el paradero de sus kouhais, por lo cual dio unos cuantos pasos hacia su recámara. Desde ahí, y gracias al espejo que se hallaba a la vuelta del pasillo, frente a su puerta, pudo divisar a los huéspedes sin que ellos se dieran cuenta de su presencia.

—Hmm… ¿Pero qué haces?— Le dijo el cantante de Marco a su amigo, una vez que despegó la mirada del televisor para notar que Jojo se había colocado uno de los corsés cortos de su maestro, e iba hacia él todavía con pantalones, pero sin camisa. —Si senpai se da cuenta de que le estuviste revolcando sus cosas… no creo que le vaya a hacer mucha gracia…—

El de las numerosas perforaciones faciales, no obstante, sabía muy bien que lejos de disgustarle, aquel pequeño atrevimiento se le hacía de lo más excitante al rubio, pues no podía quitarle los ojos de encima.

—Pero senpai no está aquí… Y no se va a dar cuenta, porque en un rato lo voy a devolver a su lugar.—

Jojo colocó una rodilla sobre la cama, en medio de las piernas de Rei. El pelicorto, sentado en el lecho, tenía la extremidad izquierda extendida sobre el colchón, mientras que la derecha estaba flexionada y tocaba levemente el suelo con los dedos del pie.

—Ven aquí, Igarashi.— Añadió el pelifucsia, adelantándose para agarrar al otro de la melena y acercarlo suavemente a su torso. —Imagina por un momento que soy Gara-sama… y hazme lo que le harías a él…—

El vocalista de Marco no se hizo de rogar. Mientras se mordía el labio sin dejar de mirar al otro a la cara, lo tomó por el trasero con ambas manos. Le apretujó las nalgas al tiempo que lamía el borde del amado accesorio, subiendo después sus lengüetazos hasta el esternón del más joven. Una vez ahí, se irguió un poco más para poder alcanzar los pezones perforados.

—…lo dices como si tuviera que pensar en él… para gozarte a ti…— Susurró en el oído del menor, metiendo luego la lengua en los resquicios de los numerosos pendientes que adornaban aquel pabellón auricular. Para entonces, estaba a la altura del pelilargo, con una rodilla sobre el colchón también. —Prefiero pensar que tú eres tú… porque a ti también quiero hacerte muchas cosas siempre…— Finalizó, internando una de las manos por debajo de la pretina trasera del pantalón del chico: sumergiéndola entre sus carnosidades al tiempo que el duro bulto cautivo en su propia ropa era ya más que evidente.

Ambos se fundieron en un acalorado, profundo y lascivo beso, el cual no dejó indiferente a quien les observaba del otro lado del espejo. Esperablemente, el bajo vientre del dueño de piso había comenzado a despertar también, pero esa no era la única reacción que albergaba su cuerpo, ni los carnales y acuciantes deseos los únicos pensamientos que atravesaban su mente.

Había más, y de índole muy distinta.

No aceptaban ser denominados por nadie de esa manera: Gara mismo lo había atestiguado de primera mano en boca de cada uno de ellos, ya fuera cuando hablaban en primera persona o a la hora de dirigirse hacia un tercero que insistiese en insinuarlo. Parecía como si para el resto del mundo fuese totalmente obvio; pero los vocalistas más jóvenes, a pesar de su cercanía y su lazo, pasaban tranquilamente de aquellas mundanas y egoístas denominaciones.

“¿Por qué crees que los demás siempre piensan que ellos son pareja entre sí… y no contigo?”

El delgado vocalista inspiró pesadamente, al tiempo que apartaba la vista del espejo y sus ojos se abrían de par en par. A juzgar por su reacción, habría sido plausible pensar que no era la primera vez que le oía resonar dentro de su cabeza. Sencillamente, no esperaba tener que escucharle en ese momento. Su mirada se clavó en el piso de su casa, pero instantes después volvió hacia el revelador cristal.

Jojo había empujado a Igarashi de vuelta sobre las almohadas y el respaldar, de modo que se trepó sobre él a horcajadas y se hallaba frotando su pelvis contra la del rubio.

—Ahh… Dime, ¿así lo tomas? ¿Así lo haces… subirse sobre tu cuerpo?— Decía el pelifucsia, al tiempo que se agarraba del cabecero de fina madera recubierta de cuero color vino.

Por su parte, el pelicorto hacía lo propio y sostenía al más joven por las caderas, tensando el tren inferior de su anatomía para que los rudos roces fueran más fieros y exquisitos.

—Uhmm, sí… Aquí mismo… En esta misma cama, donde nos divertimos tanto los tres… Y también tú y él…—

Rei no podía despegar la vista de aquel estilizado y flexible cuerpo que era absolutamente experto en hacerle perder la cabeza donde y cuando fuera. Asimismo, se dio cuenta de que la insistencia de Joshua sobre querer saber acerca de su intimidad con el cantante de Merry –si bien en un momento le pareció un poco fuera de lugar e innecesaria– empezó a tener un avasallador efecto, pues lo hizo rememorar sus propios encuentros con Asada en aquella querida habitación. Ya fuese porque era parte de lo que el vocalista de The Gallo también gustaba de hacer a solas con su maestro o sencillamente por lo previsible del tema, sus provocaciones atizaban en Rei todavía más el incontenible deseo que el menor le provocaba.

—Ugh, sí…— Masculló el tokiota, colando una mano por debajo de la entrepierna del de Hokkaido para oprimirle el miembro por encima de la rebelde mezclilla que, con todo, remarcaba la dureza y grosor del órgano. —Justo así, justo ahí… donde estás tú. Y lo hago saltar sobre mi regazo… desnudo, pero con el corsé puesto…—

En ese momento –y totalmente de improviso–, el mayor de ambos kouhais llevó a cabo una diestra maniobra para echar a su amigo de espaldas sobre la amplia cama, y retirarse de sobre él hacia uno de los costados. Libre del peso de Jojo sobre su cuerpo, Rei procedió a despojarse de la camiseta.

El dueño de piso observaba cuidadosamente la escena, con una atención que ciertamente iba más allá de advertir las acciones ajenas y sentirse interpelado por la dinámica sexual de los más jóvenes. Sabía perfectamente que aquellos dos hombres, desde que se conocieron en verdad y se acercaron, habían estado pasando muchísimo tiempo juntos. O, mejor dicho, por lo general estaban en compañía uno del otro, exceptuando sus ratos de trabajo, grabación, esparcimiento junto a otras amistades o privacidad mínima necesaria.

“Pasan mucho tiempo juntos… Y, sin embargo, en cierta forma pareciera como si fuese la primera vez en que van a tener sexo… ¿No te parece?”

A pesar de la horrible punzada que azuzó sus entrañas en ese instante, Asada continuó guardando silencio. Se perdió en los gestos arrobados de sus amantes, en los movimientos de las manos ajenas; en aquellas pieles relucientes y jóvenes, y en sus sonrisas, gemidos y jadeos. Sus jugueteos casi perfectamente sincronizados y el conocimiento certero que tenía uno del otro, sin que por ello disminuyera la evidente pasión novedosa que los embriagaba.

La manera en que encajaban perfectamente en todo sentido más allá del plano físico, la cual Asada había tenido el privilegio de atestiguar una y otra vez.

En el momento en que Igarashi desnudó su torso, Joestar aprovechó para erguirse de frente a él.

—Oh, pero un momento, apuesto joven.— Bromeó el de los numerosos piercings, quedando nuevamente de rodillas sobre el lecho.

Luego, se llevó las manos al accesorio propiedad del maestro de ambos y se lo desabrochó. Tal proceder, esperablemente, captó la atención de su amigo.

—Si tenemos que decidir entre cuál de los dos se parece más a Gara-senpai… Ese claramente eres tú…—

Dicho aquello, Jojo rodeó el torso del mayor con el corsé y unió una a una las pequeñas hebillas con sus pasadores. Terminada la labor, miró a Igarashi a los ojos con embeleso, lo tomó por las manos y entrelazó los dedos con los de él, atrayéndolo hacia sí para allegar sus rostros.

—¿Qué opinas?...—

El rubio estaba sonrojado y atónito. Naturalmente, no era que las palabras del menor lo hubiesen ofendido, pero la comparación tan explícita tuvo un efecto inesperado en él.

Por un lado, semejante afirmación era un bonito corolario para una carrera que –con terquedades y sufrimientos de por medio– había estado dedicada a emular de la mejor manera posible al talentoso artista oriundo de Gunma, a quien tanto amaba. Pero por el otro, que Jojo le hiciera saber que por un momento podía llegar a verle como si fuera el castaño le produjo muchísimos cuestionamientos.

Semejante… ¿en qué sentido? ¿Su look, su cuerpo; su comportamiento o su estética? ¿En algo de eso, o en todo? Era en su arte en lo que buscaba tributarle, pero quedaba claro que para un talento de su calibre y enmarcado en su movida común, las cosas nunca se restringían a lo básico ni a lo mínimo. La pregunta era… ¿cuánto más allá podían ir? ¿Se lo habría dicho… porque con él también veía la posibilidad de consumar sus amores de toda forma posible, y con total naturalidad?

—Demuestra lo que dices.— Respondió el tokiota, acercándose al cuello del más joven para lamerlo. —Ahora eres tú quien va a hacerme lo que le haría a Gara-sama.—

“Qué atrevimiento… ¡Querer compararse contigo! No te admiran; solo buscan desplazarte. Y cuando tú ya no seas competencia, te harán a un lado.”

Jojo comprendió la extraña turbación de Rei, por mucho que se hallaba velada en su legítima excitación y en el orgullo que –como ferviente admirador– una afirmación así tendría que causarle.

Por lo que, dejando que el mayor chupara lascivamente su terso cuello, lo abrazó sin soltarle las manos; es decir, llevándoselas a la espalda para, a la vez que lo estrechaba, inmovilizarlo.

—Yo al senpai le hago lo que él desee, lo que me pida.— Susurró con delicada y sincera firmeza, acercándose al oído de su amante. —Y muchas veces, lo que él me pide es lo que yo desee. ¿Comprendes, Rei? Gara-sama ha sido muy claro siempre con eso: quien se humille, será exaltado; y el que se exalte, por el contrario, será humillado. Ya no hay dueño ni sirviente entre nosotros, porque el amo lo es en tanto y cuanto sirve a un esclavo que justamente sabe lo mucho que está en libertad de ordenar[2].—

Dicho aquello, el más joven usó su pecho para empujar al otro sobre la cama, apoyando una mano mientras se inclinaba con él conforme el mayor se tumbaba de espaldas, pero sin soltar el lazo que unía sus extremidades. Por lo cual, visto desde afuera dio la impresión de que Jojo fue recostando a Rei lenta y cuidadosamente sobre el lecho.

Cuando estuvo tumbado del todo, el pelifucsia miró al mayor a los ojos y le sonrió, buscando sus labios de nueva cuenta para besarlos con suavidad. Sus manos, entonces, liberaron las ajenas para dirigirse luego hacia la cintura cautiva de Igarashi, bajando después por caderas e ingles, hasta posarse en la bragueta del cantante de Marco, con intención de desabrochársela.

Gara experimentó un súbito mareo que le obligó a tomarse de la pared y descansar su exiguo peso contra ella: apoyó el dorso y levantó la cabeza para evitar que aquel vértigo le hiciera caer. Si bien no siguió mirando directamente al espejo, con el rabillo del ojo podía determinar lo que se llevaba a cabo dentro de su habitación, al tiempo que luchaba por contrarrestar los efectos de las pesadas y odiosas palabras que aquella voz insistía en articular cual si fueran afirmaciones triviales. Su decisión consciente de ignorar la voz se le hacía cada vez menos factible, por cuanto las insinuaciones se tornaban más dolorosas conforme el amoroso juego en su recámara continuaba.

—Basta… ya.— Suplicó, en un literal hilo de voz.

No deseaba que los menores lo oyeran y advirtieran con ello su presencia; menos aún, su triste delirio. Tenía los ojos abarrotados de líquido salino que se resistía a convertirse en lágrimas.

—Su amor es verdadero. Me lo han demostrado… una y otra vez…—

La reticencia de Asada a determinarle por fin y poner oídos a aquella insistencia obedecía al miedo de acabar cayendo en la tentación de albergar dudas, pues ese sería el inicio de cualquier cosa peor, lo tenía claro. Así que, con las palmas contra la pared, el castaño solo pudo entrecerrar los ojos, decidido a no velarlos del todo para no dejar escapar la humedad que le nublaba la vista. Todavía cabía la posibilidad de que fuese reabsorbida por sus orbes almendrados.

“Oh, vamos, Makoto. Tú no te habrías inventado este jueguito tonto de la relación abierta… si Kyo hubiese aceptado formalizar contigo. ¿A quién pretendes engañar?”

 

 

La diestra de Joshua se había colado por debajo del ajustado pantalón de su amigo, a quien en ese preciso instante manoseaba con ardor inquieto, cuando en eso ambos kouhais escucharon pisadas que provenían del salón. Los pasos se hicieron más notorios una vez que el cantante de Merry caminó sobre el piso de parqué instalado en los pasillos y la recámara de su vivienda. Al término de los sonidos, los huéspedes –tras voltearse– descubrieron a su maestro en la puerta.

Un extraño e inusual silencio se hizo durante algunos segundos. En especial, lo fue para los más jóvenes, pues no era esa la primera vez en que el dueño de piso les hallaba en su dormitorio preludiando un encuentro. Ante la falta de interpelación, el de Hokkaido sustrajo su mano de la entrepierna ajena: un movimiento que de ninguna otra manera habría hecho por razones de decoro.

Asada nunca antes se había quedado a distancia observándoles solamente.

—Gara-sama…— Masculló Joestar, mientras se retiraba totalmente de sobre Rei. Una sensación de inconfundible y creciente incomodidad se cernía sobre él conforme los segundos pasaban. —No le oímos llegar.—

Cuando el pelirrosa por fin se alejó de la cama, Makoto entró en el cuarto con dirección hacia donde se hallaban ellos. El ambiente también descolocó a Igarashi, quien se levantó de donde estaba y miró al otro con gesto contraído, como dándole a entender que después de todo tenía razón de haber temido la molestia de su maestro.

El vocalista de Merry se allegó a ambos y los miró con semblante parco, colocando luego la diestra en la cintura del rubio.

—Rei-kun, Jojo… Será mejor que no vuelvan a tomar estas cosas en mi ausencia. No querrán modificarles la medida y acabar empeorando la hernia de su senpai… ¿o sí? Ya están lo suficientemente grandes como para saber que se trata de un asunto serio. No todo tiene por qué ser un juego en esta vida.—

 

***

 

A pesar del agrado que expresó el mayor hacia sus platillos luego de que se sentaron a comer, Joshua y Rei no podían disimular la turbación que la extraña actitud de Asada les producía. Lo del corsé, aunque de consideración, no había sido una falta tan grave como para castigarlos con aquel grado de indiferencia. Por otra parte, si bien era cierto que de antemano se esperaban cambios de su parte y que el primero de ellos consistió en no comentarles casi nada por teléfono tras su vuelta de Sendai, era muy distinto tenerle de frente y no poder interactuar con él como normalmente lo hacían.

Lo más preocupante comenzó cuando por fin ambos amigos se encontraron con el de Gunma y este se negó tácitamente a seguir el erótico juego; más aún después de tantas semanas de no verse. Así pues, a pesar del terrible sobrecogimiento que semejante actitud les provocó, ambos huéspedes hacían lo posible por mantener un ambiente dentro de todo afable, pues cualquier mal movimiento haría más difícil sondear qué le ocurría a su amado mentor. De su parte, y para contribuir a estabilizar los ánimos durante ese rato, habían estado relatándole al mayor una versión modificada de su viaje, la cual él escuchaba asintiendo, aunque sin pedir detalles.

Luego de que Igarashi se levantara de su silla para servirle otra porción de carne de cerdo al senpai, Joestar tomó la palabra.

—Y bien, Gara-sama. ¿Por qué no nos cuenta… qué ha sido de usted durante este tiempo?— Inquirió el de Hokkaido, terminándose a continuación el contenido de su plato.

Entre otras cosas, el silencio de Makoto sobre sus propios asuntos de esos días también se sumaba a la lista de actitudes inusuales, pues ni siquiera había hecho mención de algún episodio trivial con sus compañeros de banda; de esos que normalmente acaecían por montones en los ensayos previos a un tour promocional.

—Han sido bastantes días, a decir verdad…—

El castaño levantó la mirada, y en sus hermosos y curvados labios se dibujó una sonrisa terriblemente enigmática.

—Chicos, tienen que saber que por fin se ha cumplido uno de los más grandes sueños de su senpai.— Dijo, con un tono que de inmediato zahirió a sus interlocutores, pues contenía un destello de aquella dulzura de la que había estado privándolos desde su último encuentro en común, días antes de que Joshua tuviera su aciaga y ominosa cita con él. —Hace poco tuve el privilegio de grabar un dueto con Nishimura-sensei para su último álbum con Sukekiyo. Una versión de “Mama”.—

Contrario a lo esperado por los más jóvenes, el cantante de Merry no se quedó observándoles como normalmente habría hecho tras dar una importante noticia, sino que volvió a su comida luego de que Rei se la entregara.

En ese instante, sin embargo, Makoto se subió por reflejo una de las mangas de su abrigo, luego de haber colocado el plato de nueva cuenta sobre la mesa. El breve momento fue suficiente para que Joshua observara en el antebrazo ajeno una mancha ennegrecida que contrastaba grotescamente con la nívea piel del castaño.

Casi de inmediato, Gara mismo notó de reojo aquel detalle y volvió a taparse, lo que significó una desatención momentánea que paradójicamente les convino a los otros dos, pues para ninguno fue sencillo ocultar su molestia ante la mención al vocalista de Dir en Grey. Empero, no podían permanecer en silencio por demasiado tiempo.

—Un verdadero honor, sin duda.— Acotó el tokiota, entre contenido y fiero.

Después, se acercó al mayor aprovechando que todavía no había vuelto a su asiento, una vez que acabó de servirse un poco más en su propio plato.

—¿Sabe, senpai? A veces siento unos… celos tremendos de Kyo-sama, porque él tuvo el privilegio de encontrarse con usted hace ya tantos años… Y de seguro que le conoce muy bien.—

Conforme el cantante de Marco proseguía en el parlamento, su propia expectación hacía que el corazón le latiera cada vez más rápido. Estaba acercándose peligrosamente a lo que él mismo consideraba una actitud irrespetuosa, cosa de la que estaba totalmente consciente, pero veía como ineludible.

—O al menos… a quien usted solía ser…—

Jojo se levantó de su asiento por inercia, como si temiese lo peor.

De entre ambos, Rei solía ser el más vocal cada vez que surgía una desavenencia, no solamente con Joestar sino también con Asada mismo, y este lo sabía bien, aunque por lo general el rubio no le contradecía. No obstante, en ese momento el cantante de Merry no pareció inmutarse demasiado, sino que únicamente suspiró y volvió a su pocillo de sake, del cual bebió un sorbo con total parsimonia.

—¿Hay algo… que quieras decirme, Rei-kun?— Repuso Makoto finalmente, volteando hacia el mayor de sus amantes con una sonrisita que a este se le hizo un tanto ladina. —¿Preguntarme? ¿Reclamarme, quizá…?—

El pelifucsia deseó entonces interrumpir el tenso intercambio, pues por más que se hubiesen preparado para enfrentar al castaño en aquel momento, la verdad era que no quería escuchar de sus labios ninguna aseveración acerca de lo muy por encima que estaba Nishimura sobre ellos en el corazón de su maestro. Temía no poder aguantarlo y perder los estribos: con más razón todavía por la marca que acababa de descubrir en el brazo del otro hombre.

Así que sin pensarlo demasiado y a modo de último recurso, Joestar soltó una carcajada que al rubio se le hizo totalmente fuera de lugar: tanto así, que el pelicorto volteó a verlo con gesto de indignación, seña de que había creído que el otro se tomaba a la ligera sus palabras y su molestia.

Sin embargo, Jojo no se dio por aludido.

—¡Ay, por dios, Rei-chan!— Exclamó al finalizar sus risas, negando con la cabeza mientras se agarraba la frente en un gesto un tanto exagerado… para cualquier otra persona que no fuera él, claro está. —¡Las cosas que dices! Mira que resulta bastante obvio que Nishimura-sama sea quien conozca mejor a Gara-senpai, y eso por el simple hecho de que se encontraron antes debido a que es mayor que nosotros. ¡Sería tan tonto como reclamarle porque su madre lo conoce desde que nació, o algo así!—

Tras la acotación, el pelifucsia casi que pudo sentir las pupilas punzantes de Igarashi clavándosele en la cara, aunque con una intención muy distinta a la de agregarle otro más de esos adornos de los que ya lucía bastantes. Con todo, el de Hokkaido ignoró la mirada matadora y prosiguió, pues había notado un gesto divertido en el semblante de su maestro, que contrastaba del todo con la mueca desencajada del pobre pelicorto.

—Pero, en fin, senpai: mejor cuéntenos si la versión para ese disco está lista, o si aún faltan algunos detalles…—

Gara aprovechó el intercambio para acabarse el último bocado de su plato, tras de lo cual volteó hacia Jojo con intención de contestar a su pregunta.

—Aún restan los detalles. Grabamos las voces principales el otro día y el tema está en proceso de premezcla, por lo cual puede que falte versionar un poco más los coros.— Explicó el hombre oriundo de Gunma.

Posteriormente, se puso en pie, atrayendo con ello nuevamente la atención de sus huéspedes.

—Gracias por la pregunta, Jo-chan…— En ese instante, Rei no pudo evitar sentirse odiosamente miserable. —Y ahora, si me disculpan, me retiro un momento. Muchas gracias por la cena, estaba deliciosa.—

El dueño de piso se dirigió a su recámara, momento que fue aprovechado por sus invitados para replegarse y reconsiderar su estrategia.

Jojo estaba preocupado, mientras que Rei continuaba profundamente molesto. No solo por la anormal actitud del castaño, sino además a causa del hecho de que Joestar no se hubiera puesto de su lado al momento del reclamo indirecto por la mención innecesaria al vocalista de Dir en Grey.

—Jojo, maldito imbec…—

—No, Rei. ¡Ahora no!— Lo silenció el más joven de manera enérgica, aunque siempre en voz baja. —De esa manera no vamos a obtener nada con él. Por dios, ¡entiéndelo! No es a Gara-sama, nuestro Gara-sama, a quien tenemos delante.— Finalizó el menor con gesto terriblemente compungido.

Igarashi, al verlo tan conmocionado, bajó un poco la guardia.

—Tenemos que hacer algo, y eso ciertamente no puede ser intentar sacarle conversación sobre lo que a nosotros nos preocupa, porque no va a contarnos nada que pueda resultar comprometedor. Está espantosamente distante, Rei. Y tiene… Acabo de ver un horrible moretón en su brazo izquierdo. Tú no te diste cuenta porque cuando se descubrió, estabas de espaldas.—

Jojo mismo pudo escuchar cómo su voz empezaba a quebrarse, pero no podía darse ese lujo en aquel momento. Por lo cual, retomó la energía de inmediato.

—Tenemos que echar mano de nuestras habilidades ahora. Para esto fue que peregrinamos hasta Sendai y aprendimos tanto de Araki-sensei, ¡así que no vamos a desperdiciar todo ese esfuerzo!— Aseveró el pelifucsia, mirando a su amigo directo a los ojos. —Tú y yo no caminamos en vano al filo de la muerte.—

 


[1] El ishikari-nabe es un estofado típico de Hokkaido que usualmente se prepara en otoño. Lleva salmón, miso y vegetales, entre otros ingredientes.

[2] Mateo 23:12 y Lucas 14:11, entre otras referencias, para el tema del humillado ensalzado y viceversa. La segunda sentencia se relaciona con Gálatas 3:28 y la exploración de esa cita que hice previamente en Daitoua Mahoujin para ir perfilando a Gara como mesías/sacrificio. Finalmente, la última elaboración es mía.


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