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Garras de omega [EN AMAZON] por Furia_Rosita

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León despierta el miércoles sintiéndose renovado, la zozobra del día anterior, como el sueño, se ha ido con una larga noche de descanso, pero algo se siente raro. La cama está fría, las sábanas movidas y en el cuenco de agua hay ahora otras flores más: violáceas, con los pétalos caídos como si fuesen tela mojada. La planta huele a limpio, parecido a un leve aroma de jabón, pero León no tiene tiempo de olfatearla, está demasiado preocupado preguntándose por qué Harry no ha estado ahí para dárselas. Es un príncipe, está ocupado y el omega entiendo eso de sobras, por eso no le molesta cuando redacta en su escritorio ni le reclama cuando se extiende en sus entrenamientos o sus reuniones, pero Harry siempre, siempre avisa porque eso solo le toma unos segundos y León sabe que el alfa jamás se ahorraría unos segundos si va a preocuparle.

Sale de la habitación llevando todavía su ropa de dormir, arrastrando las sábanas por el suelo sin querer.

—Nath ¿Has visto al príncipe? —pregunta al castaño con sus cejas juntándose de la preocupación y la frente llena de arruguitas.

—Su hermano lo ha llamado hará media hora, pero no sé dond-

—¡Harry! —León interrumpe cuando lo ve avanzar hacia él por el pasillo.

Al alfa se le ilumina la mirada al ver al chico que corre a sus brazos, pero en el rostro se le nota una tensión extraña.

—¿Te han gustado las flores, mi amor? —pregunta con extrema dulzura, hace un gesto con la cabeza para saludar al guardia y lleva al omega de vuelta a la habitación.

—Sí, sí —dice León con voz desinteresada —, Pero ¿qué ha pasado? Nath me ha dicho que Gerard te ha llamado.

—Hoy se suponía que debía llegar una carta de padre a primera hora de la mañana, pero ha pasado ya demasiado tiempo y no hemos recibido noticias. Siento no haber estado para darte las flores, mi amor, Gerard me ha pedido que reclame una reunión urgente y apenas he tenido tiempo de reaccionar. —le explica el alfa, empezando a quitarse sus anillos y el collar de oro que trae en el cuello y le llega hasta el pecho.

León sigue los movimientos de sus manos con los ojos, apretando la boca y frunciendo el ceño.

—Está bien, solo me había preocupado ¿Qué harás que con lo de la carta del rey? ¿Enviarás una a Vento para preguntar o...?

—Eso tardaría demasiado, mi niño, lo lamento... —suspira, acercándose para atrapar su carita entre las manos y besarle la frente. —tengo que irme, pero no te apures. Voy a reunir un grupo de rastreadores y vamos a recorrer los alrededores de la entrada a nuestras tierras para buscar al mensajero. Alguna vez ha pasado algo así, los mensajeros se extravían o se retardan por el cansancio o sobre todo si algún maleante los aborda, pero daré una vuelta muy rápida la región y cuando encuentre al mensajero lo traeré a palacio y prometo que entonces seguiremos el cortejo ¿Si? No te preocupes, esto no suele llevar mucho tiempo, como muy tarde estaré aquí para cuando hayas comido.

A León se le revuelve un poco la tripa cuando Harry le habla de comida, las prisas del alfa le forman un nudo en el estómago que hace que no quiera ir ni a por su plato de desayuno, pero se dice que está exagerando. Harry ha dicho que los mensajeros tardones son algo usual y que rastrearlos es un proceso rápido y rutinario. Además, no es como si el alfa fuese a hacer un gran viaje, solo va a estar por su territorio. León respira más calmado después de analizar la situación, el colorete le vuelve a las mejillas y le dice a Harry:

—Suerte, mi alfa. ¿A qué dioses me llevarás hoy?

—Hoy te compraré ropas finas, joyas de oro y te llevaré a tierras fértiles llenas de fruto. Los dioses de la abundancia van a oír nuestras plegarias cuando llegue.

León ríe con coquetería y estira sus dedos, imaginándolos llenos de caros anillos y piedras brillantes.

—No tardes mucho entonces, le he cogido el gusto a eso de comprar desde que fui con Chenli.

Harry le sonríe con hoyuelos, le da un largo beso de tornillo que deja al omega derritiéndose en la cama y se despide, corriendo hacia la entrada con grandes prisas. León se asoma a la puerta para ver como baja las escaleras al trote y tras suspirar decide ir a sentarle al balcón. Que Harry no esté no significa que deba dejar pasar el tiempo hasta que vuelva, así que decide aprovecharlo retomando alguna de sus lecturas. Lee un poco sobre Gandel, el hermano mayor del rey y el sabio anciano encargado de traer la voluntad de los dioses a las reuniones de palacio. León está impaciente por conocerlo, por estar sentado en esa gran mesa redonda mientras Harry le sostiene la mano y le dice a todos que quiere casarse con él.

El corazón se le acelera tanto que hasta duele y tiene que empezar de nuevo la página porque se ha perdido en su lectura. León se enfrasca en el libro y gracias a las interesantes palabras, el calorcillo veraniego y el sonido de los pájaros charlando en los árboles cercanos, el tiempo se le pasa volando. Termina por darse cuenta de que es hora de la comida solo gracias a que sus tripas le advierte con un poderoso rugido. Harry está yendo algo más lento de lo que esperaba, pero él sabe que debe ser consciente de que su príncipe no puede controlar todas las eventualidades y de que posiblemente el alfa llegue a media tarde.

El omega baja a la cocina, recoge su plato, con carne braseada y deliciosas setas y comenta un poco la comida con los cocineros. Aparentemente es la primera vez que cocinan con esos honguitos y todo es gracias a las recomendaciones gastronómicas de León. Al saborear el primer pedazo nota, tras el fuerte sabor de la salsa y la carne bien rebozada de sazón, la ternura de las setas que resbalan por la lengua y se deshacen con un poco de presión; eso le trae muchísimos recuerdos, el gusto terroso, fresco, de las setas es algo que está más allá de una comida rica. Se trata de un plato con sabor a familia, a inocencia, con sabor a su hermano robándole comida cuando se despistaba, sabor a su padre manchándose la barba con la crema de verduras y a su madre diciéndole a León que algún día le enseñaría a cocinar tan rico como ella. Un sabor efímero que se desvanece con la facilidad con la que la seta, ligera como aire, le desaparece en la boca.

León no se siente con demasiadas ganas de socializar hoy, así que se lleva el plato a la habitación y coge también el de Harry, esperando que el alfa pueda probarlo. Al final, mientras él come distraídamente la carne en salsa del alfa se enfría, pero León la deja sobre el cofre al lado de la cama en vez de tirarla y sale a dar un paseo por los jardines reales. Va a donde siempre entrena con Kajat y esta vez, sin la emoción de la batalla que le obliga a estar atento a Kajat y solo a él, se fija en los cortes en los troncos de los árboles, el claro sin flores, donde siempre pisan para pelear y la forma en que la arena revela aún huellas de hace un día. León se sienta, apoyado contra un árbol, y respira aire fresco. Unos pasos crujen sobre el suelo, acercándose, y León hace un amago de levantarse, pero tras identificar las feromonas con olor a pino vuelve a dejarse caer contra el árbol con desgaire.

—¿Triste? —pregunta el coronel sentándose junto a León en el suelo. Este le responde con un asentimiento vago.

—Gracias por ayudarnos a mí a Harry con el cortejo —añade, mirándolo con cierta timidez. El alfa mantiene un rostro serio, solemne. —, a veces me asusta pensar que esto solo es cosa mía y de Harry y que Harry... tiene demasiados pájaros en la cabeza. Me da miedo que no salga bien.

—Eres tú quien decide si sale bien, si aceptas su cortejo —Kajat le explica calmadamente, mas no lo trata como a un crío. León bufa y se recoge el pelo tras la oreja, apenas se acostumbra a volver a tenerlo por la espalda.

—A veces pienso que si no lo acepto nos ahorraré un disgusto ¿Sabes? Yo lo amo y cuando estoy con él siento que nada más existe en el mundo, pero las cosas no son tan fáciles y las opciones que te da la vida a veces son decepcionantes y yo me pregunto si estar juntos es realmente una opción. Quizá lo mejor sea que yo le diga que no, así no tiene que avergonzarse delante del consejo real y recibir un no por respuesta de su parte. Pero...

El alfa frunce el ceño y lo interrumpe. León tiene la cabeza apoyada en el dorso de la mano y mira al infinito, pero con las palabas del alfa alza la cabeza y abre los ojos enormemente.

—Sé lo que es vivir un amor imposible, León. —sentencia con un golpe de voz.

—¿Cómo es eso posible? —pregunta el muchacho con su mente empezando a volar. Puede imaginarse a Kajat cayendo rendido por los encantos de una prisionera de guerra, quizá un ladrón, un espía contra el rey o un fiero lobo rubio que todavía reclame la grandeza de Raghs. Se pregunta qué clase de omega puede haber hecho que el recto Kajat se desvíe del camino.

El alfa suspira vencido, mira a los lados y luego a León.

—Harry ya lo sabe y si él te ama y confía en ti yo confío en su criterio, así que sé que es seguro contártelo. Fue hace varios años, yo era un cadete que recién entraba a la pubertad y pese a que mi padre me entrenaba personalmente y más duramente que a los demás no siempre podía ocuparse de mí, así que mi educación militar corrió a manos de generales distintos. Y había uno en concreto... Con ningún omega me he sentido tan completo como cuando estuve con él. Un hombre alto y delgado, pero con la fuerza y la energía de cinco hombres más, un alfa... —León se lleva las manos a la boca, impresionado por esa declaración que su ingeniosa cabeza no había siquiera considerado. —jamás podría aceptarse que mi forma de demostrar amor, de gozar, es bajo el cuerpo de otro alfa. Quizá algunos, como Harry, no tendrían prejuicios, pero habría tantos que sí... Yo sé que jamás tendré descendencia, soy capaz de matar a un alfa con mis propias manos, pero no de tomar a un omega entre las mías, mentirle el día de nuestra boda y tener cachorros. Cuando me haga viejo moriré solo y lo aceptado. Pero aun así es triste ¿Sabes? No poder amar como uno quiere, como si hubiese formas de amar que son perfectas y otras que no, como si hubiese algo malo en lo mucho que me hace sentir mariposas en el estómago cuando un alfa toma mi mano grande en una de las suyas y encajamos tan bien como un hombre vanidoso y su reflejo en un espejo. —León retiene aire, abre la boca para decir algo, aunque no sabe el qué, pero los labios le tiemblan y Kajat no vacila al interrumpirle y seguir. —El general murió en la guerra y desde él no he vuelto a estar con un alfa, me gustaría tanto, pero me asusta volver a sentirme así. Hace unos meses que un recluta me mira demasiado, me sigue, me reta y, aunque es más pequeño que yo, también es más joven y vigoroso y fantaseo con él empujándome a la pared y besándome y conmigo empujándolo más duro aún, como solo los alfas aguantan. Me siento emocionado cuando hablamos, tengo mariposas en el estómago como un adolescente. Sé que es así como Harry te hace sentir y cómo tú le haces sentir a él, lo veo en sus ojos y en los tuyos, por eso, aunque sea difícil, si es posible inténtalo, no te escondas, como yo, no seas cobarde, porque yo me arrepiento cada día y cada día me digo a mí mismo que dejaré atrás mi miedo. Pero supongo que me aterra más un beso que la maldita guerra.

León se frota los ojos, no llora, pero están rojos, picosos, y su nariz también se pone rubicunda, ríe con un sarcasmo extraño y dice:

—Si yo... si yo intento que lo mío con Harry funcione ¿Me prometes que tú también intentarás algo con Nath?

—Yo no he mencionado su nombre en ningún momento —se queja el alfa, a la defensiva, pero después suspira abatido y mira para otro lado. —¿Es tan obvio?

—Algunas cosas no se pueden esconder. —le responde León mientras se pasa los dedos por el pelo. Blanco, largo, tan extraño en esas tierras extranjeras. Pero él no quiere ser un intruso—Cuando termine el cortejo le diré que sí, a Harry.

 

 

 

Fin del capítulo lleno de cotilleos hehe ¿Os ha gustado?

¿Esperábais oír esto de Kajat? ¿Cómo creéis que avanzará el tema entre él y Nath?

¿Os emociona saber que León dirá que sí al final del cortejo? ¿Cómo creéis que reaccionará Harry?

Gracias por leer <3 Nos vemos la semana que viene owo

 


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