Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

El nacimiento de las estaciones por SailorDarkness

[Reviews - 7]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola hermos@s, ya tengo listo el nuevo capitulo, de verdad me esforce para este capitulo y la verdad es uno de mis favoritos jejeje.

Voy a tratar de actualizar los sabados, l@s amo. 

Minato estaba nervioso, desde su fallido intento de escape, Madara había estado a su lado todos los días desde la mañana intentando entablar conversación con él, le llevaba más regalos como joyas o hermosa ropa, trataba que comiera algo del inframundo; pero el rubio ignoró todo lo que hacía el otro Dios, especialmente cuando quería que probara la comida del inframundo, no era tonto, sabía que si comía algo de ese lugar, no podría regresar a casa; así que decidió aplicar la ley del hielo...a pesar de que desde ese beso una extraña sensación hacía que sintiera mariposas en el estómago, que su corazón latiera fuertemente y que le costará respirar cuando estaban los dos sólos, no sabía porqué y el no saberlo le molestaba aún más.


En una ocasión su madre le contó sobre el amor de su vida, de cómo se sentía estando con él, como hacía que se le cortará la respiración y se le acelerará el corazón, cómo se sonrojaba y se sentía amada y protegida; pero no podía ser , él no podía sentir atracción por el rey del inframundo, ¿o sí?.


Por su lado Madara se estaba impacientando por la situación, a pesar de que se esforzaba no lograba nada con su rubio, y era algo que no le agradaba, en especial porque había no había vuelto a ver la hermosa sonrisa que lo enamora desde que llegó a ese lúgubre lugar.


En esos momentos veía como el ojiazul leía un libro en la gran biblioteca del castillo, el día de ayer le había mostrado el lugar para intentar sacarle una sonrisa aunque fuera pequeña, pero lo único que obtuvo fue una mirada de agradecimiento y más silencio. Realmente estaba perdiendo la cabeza, ambos se estaban haciendo daño mutuamente.


Recordó el día que lo llevó a sus dominios, la hermosa sonrisa que tenía ese día al ver las…¡Flores!, Eso le había dado una pequeña idea al pelinegro.


Mientras el rey del inframundo planeaba cómo acercarme a al chico, Minato aún intentaba encontrar la forma de escapar, intentaba encontrar alguna salida, pero solo encontraba cosas triviales como las criaturas y ríos que había en ese lugar, también encontró algunas historias, encrucijadas de grandes héroes y relatos sobre los titanes; en otras circunstancias le hubiera encantado leer cada uno de esos libros, pero con el dolor constante de cabeza, sus sentimientos encontrados y el encierro, era difícil concentrarse.


Por todo eso, se quedó todo el día siguiente en cama durmiendo, no tenía ánimo de nada así que decidió darse un descanso de aquella agotante situación para aclarar su cabeza; cosa que Madara aprovechó para hacerle un nuevo regaló a su amado.


Pese a que durmió un día entero, el ojiazul se sentía sumamente cansado y deseaba quedarse en cama otro día más, ese era su plan hasta que Tobi llamó a su puerta diciéndole que Madara quería verlo. Estaba cansado de pelear, así que tomó una ducha rápida y se puso un pantalón oscuro y una  sudadera blanca, la cual usaba el día que todo comenzó, antes de salir de su cuarto para seguir al enmascarado por los pasillos del gran palacio.


Se sorprendió al notar que iban hacia la parte baja del castillo, nunca había ido allí, pero lo que más llamó su atención fue que el enmascarado le pidió que cubriera sus ojos con una venda que esté le extendía.


-¿Para qué?-preguntó extrañado.


-¡Es para una sorpresa!-respondió Tobi con tono divertido.


Con algo de recelo accedió a ponerse la venda y a ser guiado del brazo por su acompañante.


Siguieron caminando por algunos minutos, de un momento a otro pasó de escuchar sus pisadas en el piso de piedra, a escuchar sus pisadas sobre pasto y percibir un aroma a flores; ¡pero eso era imposible, estaban en el inframundo!.


-Espere aquí, por favor-hablo su guía al mismo tiempo lo soltaba, dejándolo solo.


Se quedó de pie un par de segundos antes de sentir una presencia enfrente de él, estaba nervioso, se sentía completamente indefenso en ese momento. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando le retiraron la venda, y al abrir sus ojos se encontró nada más y nada menos que con Madara, no le pareció una sorpresa tan agradable, por lo que frunció un poco el entrecejo.


-¿Qué…?-intento hablar pero Madara le puso un dedo en los labios impidiéndole continuar, justo antes de moverse a un lado para que el rubio pudiera ver donde se encontraba.


Al ver el lugar Minato abrió los ojos por la impresión, aquel lugar era un hermoso jardín lleno de flores de todos los colores, como rosas, jacintos, tulipanes, amapolas, anémonas, y muchas más; también había algunos árboles de cerezo y frutales, además de un pequeño arroyo que atravesaba aquel jardín. Y para finalizar, el techo parecía un precioso cielo nocturno lleno de estrellas. Sin duda era una de las cosas más hermosas que el ojiazul había visto en toda su vida.


El muchacho se adentro un poco más en aquel jardín, para después sentarse sobre el pasto y así tocar las bellas flores; todo bajo la atenta mirada del pelinegro.


-T-Tú…¿Hiciste esto...para mí?-Preguntó Minato volteando a ver al mayor, quien asintió con una pequeña sonrisa en los labios. El rubio solo regresó la mirada a las flores con la hermosa sonrisa que había enamorado al ojinegro.


Aprovechando que Minato tenía la vista en las flores, se fue acercando al menor lentamente, sentándose al lado del alegre chico. Estiró el brazo y tomó el hermoso rostro para que volteara a verlo nuevamente y para su sorpresa no se molesto, esto le dió más confianza para empezar a acariciar una de las mejillas del chico quien lo miraba con intriga.


-Quiero que entiendas algo Minato-comenzó a hablar mientras se acercaba al rostro del chico-yo quiero estar contigo de verdad, déjame demostrarte todo el amor que siento por ti.


Minato no podía creer lo que escuchaba, esa declaración era algo que no se esperaba; como el chico se quedó quieto, Madara no pudo evitar besarlo.


El ojiazul abrió los ojos y se sonrojo al sentir los labios del pelinegro, ese beso era muy diferente al anterior, era suave y lleno de cariño y amor; fueron tantos lo sentimiento que transmitía, que cerró sus ojos y le correspondió lentamente, era algo torpe por su inexperiencia pero eso no evitó que Madara se sintiera inmensamente feliz por ese pequeño avance.


El pelinegro intententó profundizar el beso, y para su asombro Minato le permitió introducir su lengua en su boca, y ahí estuvieron por un buen rato, hasta que les hizo falta respirar.


El rubio sentía como su corazón latía con fuerza y como sus mejillas ardían, realmente disfruto ese beso, de hecho no quería que se terminará. En ese momento no se reconocía, él se había mantenido alejado del hombre que tenía enfrente, decía odiarlo y que era un ser despreciable; pero aún así... aún así ese beso fue mágico, hizo que su mundo se estremeciera y logró que un nuevo sentimiento naciera dentro de él. Así que tal vez podría dejar que su corazón decidiera en vez de su cerebro, quería ver a dónde lo llevaría esa sensación en su pecho.


-¿Puedo tomar ese beso, como un sí a mis intenciones contigo?- preguntó viendo como su rubio desvía la mirada con pena, dando un pequeño asentamiento con la cabeza, sonrojandose aún más, si eso era posible. Aquello hizo sonreír al pelinegro, a su parecer el rojo de sus mejillas lo hacía ver muy lindo, así que decidió volver a besar a su rubia tentación, el beso fue más corto que el anterior pero con la misma intensidad de amor.


Al separarse Minato recostó su cabeza en el hombro del mayor, de igual manera Madara recostó su cabeza sobre la del rubio, los dos se quedaron viendo el jardín, disfrutando de la paz y el silencio se había formado en ese lugar. 


*****


En el hogar de los dioses, Jiraiya disfrutaba de la vida con algunas ninfas, tal como lo hacía desde su juventud, todo iba bien hasta que apareció una figura que él conocía muy bien.


-¡Vaya vaya, miren lo que tenemos aquí!- para el horror de Jiraiya, se trataba de Orochimaru, su adorado y vengativo esposo. Las ninfas al verlo desaparecieron en el acto llenas de miedo, dejando a los dos dioses a solas.


-Jejeje, hola mi amor qué haces aquí-hablo un poco nervioso por la mirada de su esposo, a pesar de ser amable y bueno con quienes lograban ganar su simpatía, era un ser realmente aterrador cuando se enojaba y en estos momentos  su mirada no deparaba nada bueno.


-¿Qué estoy haciendo aquí? Nada, solo disfrutando de la vida mientras toda la tierra se seca y los mortales mueren, sólo eso.-Hablo con sarcasmo y molestia.


-¡¿QUÉÉÉ?¡¿De qué estás hablando?!-Se levantó de su lugar por la sorpresa. 


-Pues Tsunade lleva semanas desaparecida y por lo visto está molesta, porque la tierra está completamente seca y estéril, y nada de lo que se siembra sobrevive.- Explicó lo que sucedía.


-Esto no puede ser, envía a Kurenai a hablar con Tsunade, tiene que lograr que ella vuelva a hacer su trabajo lo más pronto posible.- Dio instrucciones rápida, debían solucionar todo antes de que la situación empeorará.


Está bien, pero ni creas que ya se me olvidó cómo te encontré, me desquitaré más tarde ¿entendiste?.- Una vez lanzada su advertencia, salió a buscar a su mensajera para que encontrá a la desaparecida Tsunade.


Jiraiya vio salir al pelinegro con una sonrisa, sin duda tenía un carácter difícil pero aún así lo amaba, y a pesar de su adicción a los pechos grandes, decidió quedarse con su temperamental pelinegro, sorprendiéndose cuando él acepto sus sentimientos y continúo a su lado teniendo en cuenta los constantes altibajos que tenían.


Sin embarga la situación le preocupa, ciertamente no había sabido nada de la diosa de la agricultura pero ella no siempre era muy comunicativa con lo que hacía, en especial con él, pero nunca se imaginó que ella haría algo así; realmente debió pasar algo muy malo para que abandonara sus obligaciones y...ahora que lo pensaba no había tenido noticias de su hijo, aunque no muchos le creyeran amaba muchísimo a ese chico tan sonriente, no se veían tan seguido pero siempre estaban en contacto, su pequeño era una de sus razones para vivir; sólo rogaba porque no tuviera nada que ver con la ausencia de su madre y que estuviera bien.

Notas finales:

Espero les haya gustado el capitulo, nos vemos en la próxima actualización


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).