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El nacimiento de las estaciones por SailorDarkness

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Notas del capitulo:

Lamento la tardanza, pero tube varios problrmas con la escula, pero ya esta aui el nuevo capitulo, espero 

-¡Repíteme de nuevo Shizune, ¿qué fue lo que sucedió?!- 

Tsunade se encontraba hecha un torbellino de emociones: rabia, miedo, tristeza. Llevaba semanas fuera de la aldea y cuando finalmente estaba de regreso se enteraba que su hijo, su mayor tesoro y adoración había desaparecido bajo la custodia de otras dos deidades.

-Estábamos en el bosque, Minato se alejó, después lo oímos gritar y fuimos a buscarlo, pero al llegar al lugar donde lo escuchamos no lo encontramos.- Shizune habló rápidamente, pues el semblante de la diosa de la agricultura  no presagiaba nada bueno.

La rubia mujer no pudo hacer otra cosa más que llevarse una mano al rostros, intentando ocultar la rabia y las lágrimas. Pasados un par de minutos, se levantó de su lugar y se dirigió a la salida de su templo con la mirada ensombrecida. 

-¡Lady Tsunade ¿a dónde va?!- Preguntó la diosa de la sabiduría al ver las acciones de su superior.

-¡A BUSCAR A MI HIJO OBVIAMENTE, Y NO REGRESARÉ HASTA ENCONTRARLO, ASÍ QUE NO INTENTEN DETENERME!- Respondió agresivamente antes de irse de ese lugar, frente a la mirada sorprendida de las otras diosas. En cuanto Tsunade se alejó de la villa, algunas flores, árboles y plantas empezaron a perder lentamente sus hojas presagiando un mal futuro.

 

********

Mientras su madre iniciaba una angustiada búsqueda, Minato se estaba despertando después de varias horas de estar inconsciente. Sus ojos le pesaban y se sentía desorientado, cuando finalmente logró abrir sus ojos de inmediato noto que estaba recostado en una cama que no era la suya y que se encontraba en un lugar completamente desconocido para él. Se enderezo en la cama con desconcierto y detalló el lugar donde se encontraba.

Era un cuarto de estilo japonés, la cama donde se encontraba estaba tenía varios cojines y las sábanas parecían ser de seda, al lado estaba un pequeño buró con una lámpara, en frente de esta había un mesa con dos sillas con un cojín en cada una, a ras de piso igual que la cama, al lado derecho se encontraba un pequeño librero junto a esta había una puerta corrediza, se apreciaba algunos rayos de luz por lo que supuso que llevaba a algún balcón o que era una ventana. Había otras dos puertas dedujo que una debía ser un baño y la otra la salida.

Con algo de miedo se acercó a la puerta corrediza y la abrió comprobando que se trataba de un balcón con sillón y una mesa de centro. Decidió salir para intentar saber dónde se encontraba o si reconocía algo, pero no le resultó conocido, pues todo lo pudo ver fue un cielo oscuro como si de la noche se tratara, varios ríos que a atravesaban el lugar y algunos árboles y plantas a cerca de los ríos.

Al darse cuenta de que ese lugar no era ninguno que él conociera conociera se sintió decepcionado; justo cuando estaba a punto de alejarse de de la puerta escucho un ladrido muy fuerte, extrañado se giró para comprobar si era real o producto de su imaginación. Intento buscar el origen del sonido y casi suelta un grito al ver a lo lejos un perro con tres cabezas y cola de serpiente, se trataba de cerbero, un ser que solo podía encontrarse en lugar... en el inframundo.

Con desespero cerró la puerta de golpe y se separo de esta negando con la cabeza por el miedo y confusión que tenía, ¿Cómo era posible que se encontrara en el Hades?, ¿Cómo llegó ahí?, estaba tan asustado que algunas lágrimas comenzaron a descender por su rostro.

-¡Veo que ya despertó, joven Minato!.

Al escuchar esa voz que no reconoció, se giró rápidamente para  ver de quién se trataba, al voltear se encontró con un joven alto con una máscara naranja en espiral y usaba una túnica negra.

-¡¿Quién eres tú?, ¿Por qué estoy aquí?!-pregunto minato agradeciendo que su voz no demostrara miedo.

-Perdone mi descortesía, mi nombre es Tobi, y mi señor me pidió que cuidara de usted.-Se presentó haciendo una reverencia.

Minato no supo qué responder, así que simplemente asintió con la cabeza.

-¿Por qué no me acompaña al comer para que pueda comer algo?, ahí responderé todas sus dudas.-Sugirió Tobi al ver el nerviosismo del chico.

-¡Ah!¡No muchas gracias estoy bien así!-Respondió forzando una sonrisa-La verdad sigo un poco cansado, solo quiero descansar un poco más, ¿esta bien?-habló rápidamente intentando que ese extraño chico lo dejara solo.

-¡Oh!¡Por supuesto, lo dejó!-Al decir esto se encamino a la puerta para salir del cuarto.

En cuanto el enmascarado salió de ahí, el rubio se dejó caer respirando erráticamente, intentando tranquilizar su respiración. Tenía claro que debía salir, sus padres estarían preocupados por él, y claramente no tenia deseos de estar en el inframundo; ¡necesitaba encontrar un modo de volver pero ya!. Tantas cosas en pocos minutos hicieron que le doliera la cabeza y que nuevas lágrimas salieran de sus ojos sin poder evitarlo.

 

Mientras el pobre muchacho lloraba amargamente, en otra habitación del gran palacio, dos figuras se encontraban hablando sobre el destino del chico.

-Lo siento Madara-sama, no pude convencerlo de comer nada, aunque no entiendo porque tanta importancia con que coma algo-Tobi hablaba con el rey del inframundo, quien estaba sentado en un trono de piedra, despreocupadamente sobre lo que pasó momentos antes con el visitante del inframundo.

-¡Serás un tonto!-Dijo molesto el pelinegro azotando su puño contra el posa brazo del trono.-Es muy simple grandísimo idiota, si  come algo del inframundo, estará ligado a este lugar y tendrá que quedarse para siempre aquí, ¡¿Entiendes?!-explicó sujetándose el puente de la nariz con molestia.

 -Bueno ya entendí, pero debo advertirte que no creo que quiera comer algo de aquí, estoy seguro de que sabe dónde está y que no le conviene comer nada de este reino.-Respondió recordando como el ojiazul se veía tan preocupado al reconocer el inframundo.

-Traelo a cenar esta noche conmigo yo veré cómo persuadirlo-Al decir esto sus ojos se tornaron rojos, al igual que se formaba una sonrisa en su rostro. El enmascarado solo asintió y se fue de ahí esperando el momento para cumplir las órdenes de su señor.

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Después de calmarse un poco, Minato recorrió la habitación con la mirada, buscando la mochila que traía puesta cuando estaba en el bosque, agradeció con el alma, al verla junto a la cama y corrió a tomarla. De ahí sacó una cantimplora con agua y una manzana, tomó un pequeño sorbo de la cantimplora y se comió la mitad de fruta, tenía mucha hambre pero no sabía cuánto estaría en el reino subterráneo, así que necesitaba racionar su comida. Exploró más la estancia encontrando ropa limpia, y comprobando que una de las puertas era un baño, aprovechó su descubrimiento se dio una ducha rápida para intentar calmarse un poco y olvidar el hambre y dolor de cabeza que tenía.

Al terminar se recostó en la cama y asumió que se quedó dormido en algún punto del día pues despertó cuando en cuanto escuchó unos golpes en la puerta.

-Minato-sama, ¿está despierto?- era la voz de Tobi.

-¡S-si!¿Pasa algo?-Pregunto algo  nervioso.

-Mi señor requiere su presencia en este momento, por favor acompáñame-

-C-claro- respiro antes de salir con un poco de nerviosismo de la habitación, encontrándose con el joven enmascarado.

-Por favor, sígame- al decir esto, comenzó a caminar por el largo pasillo, el rubio lo siguió con duda, caminaron por algunos minutos antes de llegar a un gran comedor, la mesa era grande y larga pero ahí solo se encontraba una persona, una persona que reconoció al instante.

Madara, un dios temido por todos, y que por supuesto era el rey del inframundo. Al verlo Minato se encogió sobre sí mismo, realmente Madara era un ser intimidante con esos ojos oscuros que lo miraban profundamente, había escuchado varios rumores sobre el Dios, sobre su crueldad, su habilidad en batalla y que era alguien de cuidado. Recordaba verlo un par de veces en las reuniones que su madre tenía con otros dioses, y también recordaba las múltiples advertencias de sus padres de mantenerse alejado de él.

Cuando llegaron a la mesa Tobi se fue del lugar, dejándolos solos. Minato se quedó de pie sintiéndose incómodo por la situación en la que se hallaba.

-¿Por qué no tomas asiento, Minato?- Habló el ojinegro con un tono seductor, aquello que sacó al rubio de sus pensamientos, se sentó con mucho cuidado en la silla más cercana, su corazón latía con gran fuerza y sentía que el oxígeno no llegaba a sus pulmones.

-Relájate te ves bastante nervioso-

-¡Tal vez despertar en un lugar completamente desconocido, no sea lo mejor para los nervios!-respondió mordaz el ojiazul, intentando disimular sus temores.

Madara esbozo una sonrisa, ese carácter era una de las partes que más le gustaban del chico frente a él.

-Lamento los métodos que utilice, pero no es muy fácil hablar con tigo por las vías normales.- 

-¡Bien, estoy aquí, puedes decirme lo que quieras!-el chico quería terminar con la horrible situación.

-Eres bastante directo, ¿Por qué no cenas algo conmigo mientras hablamos?- sugirió con tono seductor.

-Lo único que quiero ¡¡¡ES SALIR DE AQUÍ!!!, ahora no me importa que seas el dios del inframundo y tampoco importa lo que quieras hablar, solo deseó irme-exploto peleando las lágrimas que deseaban salir de sus ojos.

Madara solo y sonrió sin perder la compostura- Bueno lamento decirte que eso no será posible, es fácil llegar aquí pero salir no tanto. Así que por ahora tendrás que quedarte hasta que encuentres como salir por tu cuenta, o bien puedes disfrutar tu estancia aquí; es tu elección.

Tras decir esto el ojinegro se levantó de su asiento y se fue dejando de ahí al rubio, quien al instante llevó una de sus manos a su boca intentando callar los sollozos. Pero sólo duró un par de minutos, se recordó así mismo que no podía dejarse caer, encontraría una forma de regresar a su hogar, procuraría no caer en ninguna treta del Inframundo, estaba decidido a no quedarse allí más de lo necesario.


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