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El nacimiento de las estaciones por SailorDarkness

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Notas del capitulo:

*Se esconde detras de una pared*

Hola hermos@s espero que se encuentren muy bien, lamento muchisimo no haber actualizado desde hace muuuuuuucho tiempo, mis unicas escusas son la universidad y la vida...intentente comprenderme.

De verdad espero que les guste el capitulo y que esta historia aun les interese jejejeje.

Bueno sin más drama por el momento, les dejo el capitulo ¡¡¡Disfrutenlo!!!

Pd: Les dejo una pequeña canción que creo queda perfecta para el capitulo

Kurenai finalmente había encontrado a Tsunade después de cinco días de búsqueda. Se encontraba en un hermoso templo consagrado a la Diosa de la Agricultura en la frontera del país del fuego y del país de la lluvia, eso la sorprendió pues estaba bastante lejos de Konoha y la temperamental rubia jamás se alejaba tanto de su hogar, no por tanto tiempo.

Se adentro en el recinto y camino hasta que encontró a su objetivo. Tsunade estaba sentada en un trono elevado, que marcaba su estatus como diosa, su codo estaba recargado en el brazo del trono y su cabeza descansaba sobre su muñeca, se veía molesta pero su mirada denotaba tristeza la cual cambió por sorpresa al ver a la pelinegro en ese lugar. Kurenai era la mensajera privada de Jiraiya y Orochimaru, rara vez se le veía fuera del Olimpo, ya que solía hacer mandados para esa pareja; así que supuso que se encontraba ahí para llevarla de regreso.

-¿Qué estás haciendo aquí, Kurenai?- preguntó mientras se enderezaba en su lugar y fruncía el seño.

La mujer de ojos negros hizo una pequeña reverencia antes de hablar- Tsunade-sama, Jiraiya-sama me envió a buscarla y pedirle que vuelva a restaurar la fertilidad de la tierra, los mortales están muriendo por el hambre, así que por favor venga conmigo- hablo humildemente intentando que la rubia entrará en razón.

-Lo siento niña, pero no volveré a Konoha, y en cuanto a la infertilidad de la tierra, sólo dejó que me acompañe en mi dolor.

-¿Dolor?, Tsunade-sama no la entiendo, porqué no buscamos a Minato-san y tratamos de…- antes de que pudiera terminar, la rubia dio un golpe en el brazo del trono con furia haciendo que la menor se callara de inmediato.

-Te diré porque no hablaremos con él, simple y sencillamente ¡PORQUE MI HIJO ESTÁ EN EL INFRAMUNDO!- grito la mayor mientras soltaba algunas lágrimas sin importarle nada.

Por su parte Kurenai no podía podía creer lo que Tsunade decía, pero tal vez eso explicaría el enojo de la mujer, después de todo no era un secreto para nadie que ese muchacho de hermosos ojos azules era la luz de la vida de la Diosa.

Tomó un momento para que la rubia se tranquilizara un poco, antes de lanzar un ultimátum- Así que me quedaré aquí y dejaré que esto continúe así hasta que mi hijo regrese, dicho esto podrías decirle al idiota de Jiraiya que deje de molestarme y por favor retiraré.- se cruzó de brazos y volteó el rostro ignorando la jovén, quien al ver que no conseguiría nada se dió la vuelta y salió del templo para ir a informar lo que había descubierto a sus superiores, mientras escuchaba al fondo los sollozos de una madre que había perdido a su hijo.

*****

Mientras su madre lloraba amargamente, los últimos cinco días Minato se había dedicado a conocer un poco más al rey del inframundo y le gustó descubrir que en realidad no era tan malo como todo el mundo decía.

El pelinegro era en realidad amable y comprensiva, y con él era muy cariñoso, claramente era muy serio cuando se trataba de asuntos relacionados a sus dominios y sus súbditos; como sus caracteres eran muy parecidos por lo que en momentos tenían algunos roces pero al menos ahora ellos tenían conversaciones civilizadas y debía admitir que se divertía mucho. Esos días los pasaron más juntos, se quedaban horas en el hermoso jardín que Madara le dió a veces hablaban, otras veces solo se quedaban recostados viendo el hermoso "cielo" estrellado que ahí había, en verdad se había divertido mucho. Los dos incluso habían dormido juntos hace dos noches, sin que nada pasara, pero el tan solo recordarlo, lo hacía sonrojar de sobre manera.

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Ese día los dos habían visitado a Cerbero, para que ese gran perro supiera que no debía hacerle daño a Minato si es que lo llegaba a ver, también fue para que el rubio dejará de tenerle miedo.

Y realmente fue de maravilla, cuando el gran perro de tres cabezas se acostumbró al menor, tomó la apariencia de un pequeño cachorro que no se despegó de él desde entonces.

Después de eso, el pelinegro le mostró el río Estigia, el río sagrado donde los dioses hacían los juramentos más sagrados, y ante sus ojos era un río único, nunca había visto algo parecido. Para terminar el día, se quedaron en el jardín conversando un buen rato, estaba tan cansado que apenas podía mantenerse despierto y estaba cabeceando.

-¿Por qué no te llevamos a dormir, te parece? estas apunto de caerte del sueño-hablo con un poco de gracias mientras lo levantaba con cuidado y cariño.

El rubio solo dió asentamiento con la cabeza mientras pasaba sus brazos por el cuello del mayor y se dejaba hacer.

Madara lo llevó hasta su cuarto, lo dejó sobre su cama y justo cuando estaba por irse Minato lo tomó de la muñeca para evitar que se fuera.

-¡Espera! Te gustaría...quedarte un rato...conmigo- habló sumamente sonrojado con los ojos cerrados por la pena.

-¡Claro!- respondió sin pensar, sonriendo con felicidad se acostó junto al joven rubio quien se recostó en el  pecho del mayor dejando que él comenzara a acariciar su cabello, relajando aún más de lo que ya estaba. 

-Sabes, siempre pensé que este reino era un lugar horrible, pero ahora...no estoy tan seguro.-habló con ternura mientras levantaba el rostro para ver el del pelinegro. El mayor lo miró con asombro por la declaración, aunque era lo que deseaba no esperaba escucharlo tan pronto, así que sin dudar se agacho para poder besar a su rubio con cariño y pasión a la vez, de igual forma comenzó a pasear su mano por la cintura, cadera y piernas del de menor; haciendo que soltara algunos suspiros ante las nuevas sensaciones que le generaban ese par de manos.

Cuando se separaron Minato solo dejó caer su cabeza en el pecho del pelinegro, dejándose arrullar por el suave palpitar de su corazón, hasta quedarse dormido por completo.

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Nunca en su vida se imaginó pasar la noche junto a nadie y eso, a pesar de ser algo que le había gustado, lo confundía aún más respecto a cómo se sentía.

Su madre nunca lo dejaba acercarse a casi nadie a lo largo de su vida, solo lo dejaba convivir con Shizune y Anko y sólo porque ellas no estaban interesadas en entablar una relación; le daba gracia que ella fuera tan sobre protectora con él, en especial cuando alguien intentaba conseguir la aprobación de Tsunade para pretenderlo, para él era divertido ver cómo salían corriendo al ver su mirada llena de furia.

En ese entonces no le importaba mucho que su mamá alejara a todos esos pretendientes de él, pero ahora tal vez no le gustaría, en especial si se trataba de Madara.

¡Rayos! Estaba sólo por primera vez en esos días y lo único que pensaba era en ese hombre, solo pensaba en cómo lo trato con cariño, como lo beso y esas suaves caricias que le daba; todo eso despertaba nuevas sensaciones en su cuerpo que nunca había experimentado, pero cada cosa nueva que el mayor le mostraba le terminaba encantando.

La verdad es que él quería intentar algo nuevo, quería seguir avanzando en esa extraña relación pero cómo hacerlo.

-¿Le pasa algo Minato-san?-Escuchó una voz atrás de él, al voltear se encontró con Obito, ese Dios tan sonriente y extrovertido. Le sorprendió un poco porque casi nadie entraba en su jardín.

-Hola Obito-kun no, no me pasa nada, solo estoy pensando un poco- hablo tranquilo con las mejillas rojas por verse descubierto.

-De acuerdo, sólo vine a avisarle que Madara-sama ya se desocupo, lo está esperando en su habitación.

-¡Ah! Gracias-se levantó y empezó a caminar para salir a buscar al mayor.

-Por cierto, si deseas subir el nivel en tu relación necesitas expresarlo- eso llamó la atención del rubio que, sonrojado se detuvo y buscó la mirada del pelinegro, pero este contemplaba el jardín y no le prestaba atención como si no hubiera dicho nada; así que decidió salir.

Mientras caminaba, el ojiazul pensaba en lo dicho por el ojinegro, tal vez tenía razón y podría expresarle su deseo al mayor.

Camino un poco más hasta llegar a la habitación de Madara, al entrar se encontró con el pelinegro quien estaba sentado en la cama con expresión cansada y un poco molesta.

-¿Todo en orden?- preguntó Minato sacando al mayor de sus pensamientos.

-Si tranquilo- respondió con una sonrisa mientras le ofrecía su mano al ojiazul para que se acercara.

Minato no se lo creía del todo pero decidió no darle más importancia, tomó la mano que el mayor le ofrecía acortando sus distancias, pero sorprendió al pelinegro sentándose en las piernas de esté, pasando sus brazos por el cuello del más alto y comenzando a besarlo, mientras intentaba levantar la camiseta del ojioscuro.

-Minato ¿Qué estás haciendo?- preguntó cuando logró separarse del rubio, tomando sus manos,  no le disgustaba para nada lo que estaba haciendo pero no estaba seguro de que el menor entendiera lo que estaba haciendo y no quería malentendidos con él.

-Es que yo...yo quiero...yo quiero estar contigo- confesó mientras miraba directo esos hermosos negros con un gran sonrojó.

Eso lo tomó por sorpresa, pero era algo que realmente le alegraba desde el fondo de su corazón.

-¿Estás seguro de esto? No habrá vuelta atrás- advirtió con una sonrisa seductora.

Minato dió un pequeño asentimiento de cabeza volviendo a besar al mayor mientras sentía un par de manos acariciar su cabello, su espalda y su cintura; la sensación era diferente a la que experimentó la noche anterior, sentía un cosquilleo en la boca del estómago y escalofríos recorriendo su espalda.

Madara levantó la playera del menor y se la quitó, justo antes de sujetarlo por la cintura recostandose en la cama; esta vez se dirigió al cuello del menor para besar y morder levemente esa zona sin restricción alguna.

Por su parte el menor empezó a dar leves jadeos que se volvieron gemidos al sentir los labios del mayor descender de su cuello a su pecho, succionando una de sus tetillas y apretando con sus dedos; el rubio llevó sus manos a la espalda de su amante, acariciando encima de la ropa, así que se separaron un rápido instante para terminar de desnudarse. 

Madara se acomodo entre las piernas del menor, antes de tomar sus labios nuevamente recorriendo todo el cuerpo del menor con sus manos, mientras acariciaba sus costados y sus piernas.

 Volvió a recorrer el pecho del menor con sus labios, disfrutando de sentir las manos de Minato recorriendo su cabello, jadeando con mayor intensidad; era algo muy gratificante para el mayor.

-¡Parece que lo estás disfrutando!- comentó con tono sensual y juguetón, haciendo que el rubio se sonrojara a más no poder.

-¡No lo digas así, me apena mucho!- habló tímidamente cubriéndose la cara con las manos, acción que enterneció al pelinegro.

Apartó las manos del menor para besarlo con lujuria mientras llevaba una de sus manos al miembro de su amado, provocando un gemido de sorpresa y de placer, con una sonrisa continuó acariciándolo mientras acercaba su otra mano a la boca del rubio, indicando con la mirada que comenzará a chupar sus dedos. Después de un par de minutos llevó uno de sus dedos a la entrada del mayor sacando uno leve quejido de dolor, eso se sentía incómodo, pero sabía que Madara haría que se sintiera bien.

Y tal como lo espero, el ojinegro de inmediato intentó hacerlo sentir mejor, agachándose para tomar el miembro de su amante a la boca, haciendo que de inmediato Minato soltara gemidos de placer, aquello distrajo al menor de los dedos de Madara que se introducen con cuidado en él para prepararlo y dilatar la virgen entrada para la próxima intromisión, primero con movimientos circulares, luego movimientos de tijera, abriendo y cerrando los dedos, y otra vez en movimientos circulares.

Cuando considero que el joven estaba listo y antes de que se corriera, Madara se acomodo sobre él, posicionando su miembro en la entrada del más joven, volvió a acariciar su miembro con la mano mientras veía esos ojos azules que lo enamoraron, que en ese momento se encontraban entre cerrados, nublados por el placer. Siguió estimulando placer en el joven hasta que se corrió, y justo en ese momento juntó sus labios con los del rubio y de una estocada se introdujo en la rosada cavidad de una rápida y certera estocada. Minato aferró sus manos al cuello del mayor con fuerza, soltando un par de lágrimas por el dolor, el placer y demás sentimientos que se arremolinaban en su ser.

Madara esperó pacientemente a que se acostumbrara a la intrusión mientras acariciaba los suaves cabellos rubios de Minato, no fue hasta que sintió un poco más relajado al menor, que dió una suave embestida lo que hizo que el ojiazul soltara un fuerte gemido que infló el ego del pelinegro al ser él quien produjera esas reacciones en el menor.

Empezó a moverse en el interior del chico lentamente y fue aumentando la velocidad poco a poco, escuchando los fuertes gemidos de su amante cuando encontró el punto más sensible que lo hacía perder la cabeza, mientras el muchacho se aferraba a su espalda.

Después de unos intensos minutos de estocadas certeras y profundas, Minata se corrió en medio de sus vientres arqueando la espalda soltando un fuerte gemido, al ver esa imagen tan erótica de su amante, él también se vino en el  interior del joven.

Los dos intentaban regularizar sus erráticas respiraciones, Madara salió con cuidado del interior del menor y se recostó a su lado, el rubio rápidamente se recostó sobre el pecho del mayor escuchando el rápido palpitar del corazón contrario.

-¡Eso...fue increíble!

Minato apenas podía creer lo que acababa de hacer y no se arrepentía en absoluto, jamás en su vida se había sentido tan conectado con alguien, fue la sensación más increíble que había experimentado, fue una explosión de amor y de dulzura, era sencillamente indescriptiblemente. Ahora lo tenía completamente claro…¡Madara era el amor de su vida!, con él había conocido en unas semanas más que en varios años, lo hizo olvidar varias cosas y también descubrir un nuevo mundo. 

Se acurrucó más en el pecho del mayor, sintiendo como un brazo pasaba por sus hombros; con esa maravillosa paz cerró sus ojos y se dejó vencer por el sueño

Por su parte Madara estaba muy feliz por lograr más de lo que esperaba, sin duda esa noche era una de las mejores de su vida. Pero pensaba en lo que habló con Tobi quien traía algunas noticias de lo que sucedía en la tierra.

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¡Madara! ¡Las cosas allá arriba están muy mal!- llegaba casi corriendo al gran salón del trono.

-¿De qué estás hablando idiota?- respondió con molestia, realmente no le importaba mucho lo que pasará, sólo le preocupaba su rubio y él ya estaba con en su reino.

-¡Literalmente todas las plantas se están muriendo, parece que los humanos están muriendo de hambre y Tsunade se desapareció- habló rápido ya que él aún no se podía creer el caos existente.

-¿Y? Si los humanos mueren solo será un poco más de trabajo, realmente es algo de lo que debemos preocuparnos.

-El problema es que Tsunade se fue del lugar por la ausencia de Minato-sama, me enteré que Jiraiya envió a uno de sus mensajeros a buscarla y no creo quea él le agrade mucho la idea de que su hijo esté aquí abajo.- concluyó cruzándose de brazos mientras veía como el rey del inframundo se sujetaba el puesto de la nariz.

-Nadie viene por acá, pero si alguien lo hace no se llevará a Minato tan fácilmente, por ahora sigamos como si nada. Sólo avísame si te enteras de otra cosa.- habló con aparente calma que no sentía.

-De acuerdo- el dios de la muerte salió de allí dando por terminada la conversación.

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Le preocupaba que alguien intentara alejar a su hermoso rubio de él, pero probablemente su querido ojiazul no quisiera irse tanto como quería en un inicio. Por ahora, se permitiría descansar y olvidarse de todo, así que abrazó con más fuerza a su amado Minato, depositando un beso lleno de amor en su frente..

*****

La mujer de ojos rojos regreso lo más rápido que pudo al Olimpo, para informar los resultados de su búsqueda a los reyes de los Dioses, Orochimaru no podía creer el ultimátum de Tsunade, su vieja amiga podría ser temperamental pero era una mujer razonable y lo que decía era realmente una locura.

Por su parte Jiraiya no quería creer que su dulce niño estaba en ese reino y que la madre de su hijo desquitaba su tristeza con prácticamente todo el mundo así que lo único que se le ocurrió fue buscar a Tsunade e intentar solucionar lo que pasaba, así que se levantó de su lugar para salir de ese lugar.

-¿A dónde vas?- preguntó Orochimaru al ver tanta seriedad en la mirada de su esposo.

- A resolver esto, antes de que empeore.- Al terminar de decir eso salió del lugar sin decir otra cosa, para ir a hablar con su antigua amiga.

 

Notas finales:

Bueno espero que les haya gustado nos vemos pronto...espero jejeje.

Por cierto, en el idioma de las flocer lar orquideas, en especial las rojas,  simbolizan emociones intensas relacionados al amor y la pasión.


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