Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Somebody Save Me por JennVilla

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Afuera el sol resplandecía, pero Grimmauld Place se hallaba en la penumbra.

—Bonita casa, Potter.

—Gracias.

Harry no quiso dejarse llevar por las pullas de Draco, así que trató en lo posible por hacerse el desinteresado.

— ¡Kreacher! —llamó en voz alta, haciendo sobresaltar a Draco.

El viejo elfo doméstico apareció con un plop, para enseguida inclinarse con respeto hacia Harry.

—Amo Harry Potter, señor. ¿En qué puede servirle Kreacher?

—Quiero que dispongas de una habitación para Malfoy, por favor. Él se quedará acá unos días, así que puedes servirle a él en lo que necesite.

Al escuchar el apellido Malfoy, Kreacher había dado un pequeño salto, y mientras Harry hablaba, el elfo miraba con curiosidad a Draco. A Harry le extrañó que Kreacher no demostrará tanta excitación al verlo, pues suponía que el elfo sabía sobre toda la familia Black y sus parientes.

—Kreacher obedece, amo. Señor Malfoy, por favor acompáñeme.

Kreacher se inclinó para recoger la maleta de Draco, pero él rápidamente lo detuvo.

—No hace falta. Ya lo hago yo, gracias.

— ¿Eh? —Harry estaba asombrado.

— ¿Qué? —preguntó Draco.

— ¿Acabas de agradecerle a un elfo doméstico?

Draco alzó una ceja y le miró despectivamente. No tenía ánimos para pelear con Harry. Dando media vuelta y siguiendo al elfo, dijo:

—Madura un poco, Potter.

Cuando elfo y mago salieron de la sala, Harry se encogió de hombros y decidió no prestar atención a nada sobre Draco, a menos que fuera necesario.

—Prepararé algo de comer. ¿Qué quieres tú, Malfoy? —gritó a las escaleras.

—Un risotto con un buen Chianti estaría bien, Potter. —la voz se oía un poco divertida.

— ¡Vete a la mierda!

— ¡Si tú vas conmigo!

Draco estaba riendo y Harry tenía una pequeña sonrisa.


No había preparado un risotto ni mucho menos una tarta de melaza, pero trató en lo posible de preparar algo comestible con lo poco que había en la cocina. Tendría que ir de compras pronto, o si no, Harry y su rubio visitante morirían de hambre. Además, no podía contar con Kreacher. El pobre todo lo hacía bien, menos el cocinar.

—Tengo hambre, Potter.

—Yo también, y no me quejo.

Draco le ignoró y tomó asiento.

— ¿Qué es eso?

—Es un sándwich. De seguro probaste uno alguna vez en Hogwarts.

—Pues no, y no creo que algún Slytherin lo haya hecho.

Harry suspiró y siguió comiéndose su sándwich. Señaló con desgana al otro, y dijo con la boca llena:

—Si no lo quieres, ahí tienes toda una cocina para que prepares lo que sea que comen las personas como tú.

— ¿Las personas como yo? —Draco levantó una ceja.

—Sí, las que tienen tanto ego, y que miran a un sándwich como si fuera mierda.

Draco rodó los ojos y tomó al fin su comida. El sándwich no se veía mal, de hecho. Pero él tenía mucha hambre.

—Hazme otro. —demandó.

Harry lo miró, y viendo que Draco parecía estar diciéndolo en serio, lanzó una carcajada.

— ¿Qué cara me ves? ¿De sirviente?

—No —Draco sonrió burlonamente—. De elfo doméstico, que es peor.

Harry dejó de reír y lo fulminó con la mirada. Ahora fue el turno de Draco de reír.

— ¿Te has ofendido, Potter?

—No. Me ha sorprendido tu capacidad para mentir.

— ¿Qué? —Draco parecía pillado por la sorpresa.

Harry sonrió. Estaba disfrutando mucho de esa clase de intercambio con Draco; por primera vez en todo ese año, sentía una chispa muy reconfortante en su interior.

—Que por todos es sabido que te gusto. Y el hecho de que me digas a la cara, que soy tan feo como un elfo, es de admirar, ¿no crees? —Harry se interrumpió en su regocijo y abrió los ojos con alarma— Eh... ¿Malfoy? ¿Qué te pasa?

Draco estaba tosiendo y golpeándose el pecho con un puño. Su cara pálida estaba tornándose roja.

—Ag-agua. —tartamudeó.

Harry saltó en su silla y convocó una jarra con agua. Sirvió un vaso y se lo pasó a Draco.

—Hey, lo siento. Sólo era una broma, no creí que te pusieras así. —Harry estaba asustado. ¿Qué haría con un Draco Malfoy muerto en la casa de su padrino?

Draco seguía tosiendo, pero levantó su brazo y señaló la varita de Harry, que descansaba a un lado del plato.

—Oh, ya veo, lo siento, Malfoy… —Harry tomó su varita— Anapneo. —dijo suavemente, apuntando al rubio.

Draco dejó de toser mientras recuperaba el aire con una gran bocanada.

— ¿Eres tonto acaso? —inquirió indignado.

—No recordaba que había un hechizo para eso, ¡cálmate!

Draco bufó y dio una mordida a su sándwich, dispuesto a ignorar al azabache. El sándwich sabía delicioso.

— ¿Qué hay para beber? —preguntó mientras saboreaba disimuladamente su comida.

—Por el momento agua —Harry estaba también ocupado con su sándwich—. Más tarde mandaré a Kreacher por cosas para comer —Harry limpió sus labios ocn una servilleta y miró a Draco—. Oye, Malfoy...

— ¿Qué quieres? —gruñó Draco, mientras tomaba más agua con un gesto de indignidad.

— ¿Por qué has reaccionado así antes?

Draco bajó el vaso a la mesa y tragó duro. Harry parecía ser lento, pero al parecer ahora no se le había escapado nada.

—Pues porque lo que has dicho ha sido tan inverosímil, que de verdad no pude remediarlo.

—Invero- ¿Qué? ¡No te creo!

Draco sonrió con suficiencia.

— ¿Por qué no mejor te vas a conseguir comida? Tienes un invitado. Esmérate.

Draco cogió su plato con la mitad del sándwich y su vaso con agua y salió, rumbo a su habitación.

—No es nada, Malfoy. Estoy siempre a la orden, ¿sabes? —gritó Harry nuevamente a las escaleras.

—Es bueno saber eso. —respondió la voz lejana de Draco.


Cuando al fin sintió que Harry salía de la casa, Draco soltó todo el aire que inconscientemente había retenido.

Era difícil, sí. Compartir casa todo un verano con el chico Dorado, quien antaño había sido su némesis, era muy incómodo. Y mucho más incómodo aún, compartir casa con el mismo némesis que sin importar peleas o discusiones, había despertado en Draco, sentimientos fastidiosos. Y a la vez no correspondidos.

Harry siempre había sido una constante en la vida de Draco. El rubio siempre esperaba con impaciencia cada día para atacar con nuevos y originales insultos al Gryffindor. Le encantaba ver la reacción de Harry a cada una de sus pullas; era como molestar a un león peligroso, pero Draco no podría sentir miedo, lo que sentía era pura adrenalina.

Bueno, eso fue hasta que en quinto año se dio cuenta que todo había ido siempre por otros derroteros. Simple y llanamente, a Draco le gustaba Harry Potter. Así como le había gustado antes Theo, o Viktor o Zacharias. Estaba jodido, y estuvo jodido por el resto del tiempo que estuvo en Hogwarts, con la soga al cuello y Voldemort manejándole como títere.

A pesar de esa oscuridad, Draco sabía que no todo estaba perdido. Una señal clara de ello, había sido que su enamoramiento por Harry, seguía intacto. Así como también el amor por su familia y amigos. Pero muchas veces, el saberse de alguna manera "humano", no le era suficiente. Las exigencias de ser un Mortífago, de estar siendo constantemente amenazado con la cabeza de su madre en un "bello cofre de plata" -según las propias palabras de Voldemort-, siempre hacían peligrar su cordura.

Así como ahora... recordando todo lo que había hecho y lo que había perdido. Recordando a su padrino muerto y a sus padres en prisión. A esa infancia en donde él se creía el rey del mundo; donde no había cabida para nada más que sueños infantiles. Recordando todo lo malo que el deseo de poder, y luego la desesperación por sobrevivir, le había llevado a hacer.

Draco estaba roto, él mismo lo sabía. Y odiaba estar así.

Solo, en una habitación que no era suya, en una casa que no era suya, recurrió a aquello que le brindaba un poco de consuelo.

Estaba en su maleta, esa navaja que tantas veces había utilizado en pociones. Estaba bien cubierta; Draco no quería que nadie se diera cuenta de su debilidad. Eso era suyo, de nadie más. Él tenía derecho a tener algo de su propiedad, así fuera una ruta a su propia redención.

Con cuidado, sacó la navaja de su estuche y la dejó sobre la cama. Todo eso lo hacía meticulosamente, siguiendo unos pasos que él mismo había creado y ordenado.

Subió la manga de su camisa blanca y se obligó a sí mismo a fijar la vista en la Marca Oscura. Era horrible, era repugnante. Y no sólo por la cantidad de cicatrices recientes y viejas que la rodeaban... Era por lo que representaba en sí.

Draco respiró profundo y tomó la navaja. Siempre la pasaba por su brazo de forma que dibujara el contorno de la Marca Oscura; pequeños cortes, no tan profundos. Eso necesitaba.

El filo penetró la piel y Draco empezó a rememorar los rostros de sus padres; a su madre paseando por el jardín mientras tarareaba quedamente, a su padre en el sillón alto frente a la chimenea, contando historias de sus antepasados a su esposa y a su hijo. Recordó su primera muestra de magia accidental, su primera escoba y su primer torpe beso con Pansy.

Ya había rodeado la calavera, delgados hilillos de sangre cubrían la tinta negra. Era el turno de la serpiente.

Cerró nuevamente los ojos y empezó.

— ¡No!

Draco se sobresaltó y quiso cubrirse, pero la navaja ya había volado de su mano y se encontraba en la de Harry.

—Pero, ¿qué haces, Malfoy? —Harry estaba terriblemente asustado, jamás pensó que se iba a encontrar en una situación como esa, y menos con Draco Malfoy.

—Déjame, Potter —Draco estaba furioso. No se suponía que Harry regresara tan pronto—. ¡Devuélvemela!

— ¿Estás loco? —Harry se acercó a zancadas a Draco y le tomó el brazo bruscamente— ¿Qué mierda te pasa por la cabeza haciendo esto?

— ¡No es asunto tuyo! ¡Suéltame, Potter!

—Claro que lo es. ¡Estás en mi casa y eres mi responsabilidad!

—Pues entonces me voy. —dijo Draco zafándose del agarre y poniéndose de pie.

— ¡No vas a ningún lado! —dijo Harry, deteniéndole— Déjame curarte.

— ¡Que no! ¡Que me dejes en paz!

Harry era muy obstinado, así que lo ignoró y volvió a sujetarle del brazo. La herida estaba en la Marca Oscura. Parte del tatuaje estaba perfectamente delineado con un corte. Harry murmuró un hechizo sanador, sin usar su varita.

Draco lo miró furioso.

— ¿Qué te crees para-?

—Es así entonces que quieres solucionar tu error, ¿eh? ¡Lastimándote!

— ¿Mi error? ¡No he cometido jamás un error! —Draco gritó indignado.

— ¿Y qué te dice esto, idiota? —señaló Harry furiosamente al antebrazo de Draco— ¡Este fue tu error, y de nada te va a servir cortándolo como si fuera un trozo de filete!

— ¡Pues es mi problema, y no tienes que meterte en mi vida, cara rajada!

Harry retorció el brazo de Draco y le dijo en un susurro frío:

—Eres un imbécil, un cobarde y un desagradecido.

— ¿Qué?

— ¡Mírame a mí! ¿Acaso yo he intentado matarme en todo este tiempo?

— ¿Y qué me importa si lo haces? —gritó Draco— Además, yo no tenía la intención de matarme, sólo...

— ¿Sólo qué? De todas maneras, no tienes ningún derecho en sentirte así. ¡Tú no perdiste nada con la guerra! —Harry se encontró gritando y tironeando de la camisa a Draco— ¡Tú no estuviste bajo la mira de un asesino psicópata por tantos años! Tú... ¡Tú no estás vacío! ¡Tú no tienes que pasar las noches con pesadillas sobre todos los que murieron por ti! Tú no mataste a tanta gente... Tú-

Draco empujó con furia el cuerpo tembloroso de Harry, arrinconándolo contra la pared.

—No me vengas a mí con tus quejas, Potter —escupió—. Tú no sabes nada de mi vida, de los motivos que me llevaron a hacer las cosas. De todo lo malo que me pasó, de lo que perdí... Sí, Potter, yo también perdí. No sabes nada del infierno constante en el que vivo; de la mala opinión que tienen todos de mí, de su censura y de lo que ello produce en mí —Draco miraba fijamente a Harry, pronunciando sus palabras con cuidado y determinación—. No sabes nada de estar en el bando perdedor, de no tener oportunidades y de ser una especie de paria en un colegio lleno de adolescentes vengativos. No sabes lo que es perder algo a lo que te habías acostumbrado casi toda tu vida. No te imaginarías lo que se siente al saber a tus padres en una prisión, sin oportunidad de juicio o salvación... No, no lo sabes porque fuiste el ganador, el héroe. ¡El chico dorado al que todo el mundo adora y lame el culo! Eres patético, Potter.

Harry rugió y se deshizo del agarre de Draco, empujándole con fiereza y mirándole con odio.

— ¿Crees que he ganado? —gritó— Tú por lo menos puedes saber el destino de tus padres. Sabes que están vivos, a pesar de todo. ¡Yo los perdí, Malfoy! Un maldito loco los mató cuando yo era un bebé, me los arrebató y me arrebató una infancia. Me siguió los pasos durante todos estos años, matando a gente querida para mí de paso. ¿Por qué? ¡Porque el que tenía que morir era yo! ¡No ellos! Ellos estuvieron ahí conmigo, y recibieron lo que a mí me tocaba. ¡Tú no tienes muertos a tú espalda! A ti nadie te mira desde ojos vacíos y sin vida en tus pesadillas. ¡Tú no eres un asesino!

— ¿Y crees que a mí me importa eso? ¡No me cuentes tu vida, Potter! Bastante tengo con la mía.

— ¡Exacto, bastante tienes con quejarte y lloriquear por tonterías!

— ¡No te atrevas, Potter! —rugió Draco lanzándose hacia el Gryffindor y tumbándole al suelo.

Los dos chicos empezaron a forcejear mientras se insultaban y trataban de golpearse el uno al otro. Sus gritos y gruñidos llenaron la habitación, y por lo visto parte de la casa, pues el retrato de la Señora Black empezó a gritar enloquecido mientras el pobre Kreacher chillaba asustado sin saber a quién recurrir.

Harry y Draco estaban enfurecidos y sus magias se estaban descontrolando, mientras rodaban por el suelo. Los cuadros y lámparas volaban por doquier.

Kreacher se apareció en la habitación y tomó una decisión. Con un chasquido de sus dedos, separó a los dos magos y los envió a cada lado de la habitación. El elfo estaba frenético, y gritó:

— ¡Usted no puede atacar a mi amo, señor Malfoy! ¡Y usted no puede despertar a mi ama, amo Harry Potter, señor!

Harry y Draco miraban con sorpresa al elfo, mientras sus pechos subían y bajaban por la agitación. El rubio tenía un ligero corte en sus labios, y Harry tenía un verdugón alrededor de su ojo izquierdo.

—Mi amo —dijo Kreacher en un murmullo después de un momento, agachando las orejas y dispuesto a recibir un castigo—. Perdone a este viejo elfo, pero es que Kreacher estaba asustado y ustedes se estaban-

—Tranquilo, Kreacher —dijo Harry negando con la cabeza como borrando algo de su mente—. Has hecho bien.

Harry se puso de pie y miró a Draco, quien le devolvió la mirada.

—Lo siento, Malfoy. Me dejé llevar y... no estaba pensando, realmente.

Draco no contestó y siguió en la misma posición. Harry suspiró con desánimo y cerró los ojos para contar hasta diez y calmarse completamente.

—Iré a preparar algo para la cena. Ya he ido de compras.

Draco siguió sin contestar y Harry decidió dejar las cosas así.

—Kreacher, ve a la cocina y adelanta las cosas, por favor.

Kreacher al ver que no iba a ser castigado, gritó agudamente y se desapareció. Harry salió de la habitación y vio a tiempo cómo Draco se ponía de pie.

—No te vayas, Malfoy. Esto ha sido una riña infantil, ¿sabes? Podemos hablar tranquilamente.

—No voy a hablar nada contigo, Potter.

—Pues ya me parece a mí que sí. Bloquearé la entrada para que no puedas salir.

— ¡No puedes encerrarme aquí!

—Lo haré hasta que nos calmemos y hablemos sobre lo que pasó, Malfoy. Y también hasta que hayamos comido un poco, estoy exhausto.

— ¿Crees que lo que pasó, sólo fue un juego? —preguntó Draco incrédulo, señalándose el labio.

Harry se encogió de hombros y sonrió.

—Pues no un juego, pero si una terapia. ¿No te sientes más liberado?

Draco abrió la boca y Harry sonrió aún más.

—Pues a mí me ha servido tenerte de saco de golpes, Malfoy.

Harry salió antes de que Draco se lanzara a él de nuevo, y bajó corriendo las escaleras.

—Te llamaré cuando la cena esté lista. —gritó.

Draco estaba aún con la boca abierta. De hecho, le había servido mucho esa descarga de adrenalina. Le había servido el sacar todo lo que tenía adentro y gritarlo al jodido Niño que vivió.

Ahora se sentía... ligero. Claro que él hubiera querido solucionar su tensión con Harry de otra manera. Pero bueno, algo era algo.

Era extraño que se sintiera así de tranquilo, luego de que le hubieran tenido en el suelo y golpeándolo. Pero se trataba de Harry, todo parecía ser simplemente normal con él; y al parecer el Gryffindor estaba bien con eso.

Con un labio partido, Draco sonrió y se dispuso a limpiar la poca sangre de su camisa. Aunque él mismo no fuera consciente, sabía que no iba a necesitar de más cortes para aliviarse. Siempre podría recurrir a Harry Potter y partirle la cara. Aunque no fuera a besos.

Se adentró en el baño sin notar que la navaja ya no estaba en ninguna parte de la habitación.


—Quiero pedirte disculpas por lo de ahora, Malfoy. No quise decir esas cosas... me alteré y... metí la pata.

—Está muy bien que lo reconozcas. —dijo Draco sin mirarlo, mientras cortaba finamente su filete.

—Y tampoco quiero que jamás pienses en volver a hacerte eso, ¿me oyes? Tienes mucho por lo que vivir y luchar. No te des por vencido.

Draco alzó una ceja.

—No pensaba matarme.

—Pues si quieres buscar otra forma de liberación, adelante. No tienes que ir cortándote cada que te apetezca.

— ¿Así que me puedo desquitar contigo? —se mofó Draco.

—Pues si es que puedes —respondió Harry desafiante—. Ya veremos.

—Entonces tú deberías dejar de ir por ahí como alma en pena —agregó Draco con convicción—. Cargando cadenas que no son tuyas.

—No quiero hablar de eso, Malfoy.

—Pues yo sí. Así que si quieres que me quede, tienes que cambiar de actitud. No me ayuda para nada tener un acompañante que se dé golpes de pecho cada que parpadea.

Harry le fulminó con la mirada.

—No empieces-

—Tienes que entender, Potter, que en cada guerra hay sacrificios y muertes. Y no porque tú hayas sido el objetivo principal de ella, seas el responsable de lo que le pase a los demás. Si ellos eligieron luchar, fue porque así lo quisieron. No fueron obligados en ningún momento por ti o por otra persona. Ellos sabían a lo que se enfrentaban; nadie tiene garantía de vivir, y mucho menos en una guerra así. —Draco había mirado a los ojos de Harry todo el tiempo que había hablado.

—Si tienes tanto interés en que yo comprenda eso, entonces tienes que ayudarte a ti mismo. —Harry dijo con simpleza, después de un rato.

—No estamos hablando de mí.

—Sí, lo estamos. Estamos hablando de los dos —Harry levantó su cerveza de mantequilla—. Me encargaré en estas vacaciones de quitarte ese vicio.

— ¿Vicio? —Draco rio— No fumo ni bebo, Potter.

—Ya sabes de lo que hablo, ni intentes entretenerme. Y si tú me has dado el sermón, ahora escúchame tú a mí.

—No.

—Tú también fuiste una víctima en esta guerra —dijo Harry ignorándolo—. Tuviste a Voldemort respirando en tu nuca y en la de tus padres. Ya sé que te uniste a él con otros motivos, pero luego fuiste capaz de ver que habías errado. Y eso demuestra que no fuiste un ciego, que quisiste parar todo eso, pero, desafortunadamente para ti, fue demasiado tarde. Te encomendaron una misión, una que no pudiste cumplir porque no eres un asesino. No eres lo que fue Voldemort y sus secuaces.

—No sabes nada, Potter.

—Créeme que sé muchas cosas. Así que si no quieres verme como "alma en pena", tú también tienes que cambiar. Y también prometerme que no vas a volver a intentar eso que hacías allí arriba.

Draco frunció el ceño y no respondió.

—Yo si lo puedo hacer —dijo Harry cruzando los brazos—. ¿Tú no, Draco Malfoy?

Eso sonaba a desafío, y por Dios que Draco no iba a dejar que Harry le ganara. Fuera cual fuera el reto.

—Ya veremos cómo Harry Mártir Potter volverá a Hogwarts.

—Seguramente volverá Draco Suicida Malfoy.

— ¡Ya te dije que no intentaba matarme!

—Sí, sí, sí. Como tú digas. —concluyó Harry poniéndose de pie para recoger los platos.


—No voy a beber esa porquería, Potter.

—Pues tú te lo pierdes, me lo beberé yo solito.

Draco puso los ojos en blanco y siguió mirando el tapiz familiar de los Black. La verdad es que no encontraba nada interesante ahí, pero algo tenía que hacer si es que no quería morir por el aburrimiento.

Y por los nervios.

Después de una deliciosa -y un poco incómoda y extraña- cena, Draco había subido a su habitación para desempacar sus cosas de la maleta. Harry entró tras él, y había anunciado casi pomposamente, que había conseguido un vino al parecer muy delicioso y que quería probarlo.

—Pues adelante, no te detengas por mí, Potter. —había dicho Draco sin prestarle mucha atención.

— ¿Por qué no me acompañas a beber?

Draco rio y le ignoró todo el momento. Hasta que Harry le arrastrara fuera y le llevara a la planta baja para mostrarle su "nueva adquisición".

Era un vino ordinario, Draco lo sabía muy bien. Pero no tenía corazón para decírselo a Harry, así que dejó que el azabache diera el primer trago y suspirara satisfecho.

Ahora, después de un largo rato, y con la botella medio vacía, Harry estaba tendido en el sofá con una sonrisa boba y Draco estaba elegantemente sentado en una silla cerca al tapiz.

Y estaba nervioso porque Harry decía tonterías un poco comprometedoras a cada rato, y porque se le había subido la camiseta mostrando un apetecible y tonificado abdomen.

Draco volvió a descubrirse mirando al Gryffindor intensamente, y apartó la mirada rápidamente. Más bien pensó en lo que había pasado durante la cena.

Sólo Harry Potter y Draco Malfoy podían competir por ser el único que mejorara su miserable vida. Pero Draco sabía muy bien que no le importaba perder, si con eso hacía que Harry comprendiera que no podía seguir llorando a los muertos.

Y también quería creer que Harry tuviera algún interés en que Draco no volviera a querer lesionarse. De verdad que quería creerlo.

—Malfoy Draco, Dracoy. —Harry rio mientras bebía más vino.

—Eres un cerdo, estás desperdiciando todo el vino —regañó Draco—. Si vas a beber, siéntate como una persona normal. Se te está regando por los labios y...

Draco había perdido el hilo de nuevo, mirando los enrojecidos labios de Harry. Giró la cabeza bruscamente.

—Labios. El vino... —Harry se incorporó de repente, regando más vino— ¡Malfoy! ¡Déjame ver tus labios!

— ¿Qué? —chilló Draco cubriéndose la boca.

—Cuando te he pegado... te he lastimado ahí, tengo que curarte.

Draco suspiró aliviado y alzó una ceja.

—Pues no es que te preocupe mucho, ¿eh? Pudiste haberlo notado en la cena, pero no. El Chico Dorado tiene otras cosas en qué pensar. Tú agradece que no te sacara un ojo.

Harry lo miró confundido.

— ¡Qué estoy bien, Potter! ¿No me ves? Me he curado yo solo la herida.

—Pero si no puedes hacer magia...

—En serio tú, que conviviste con muggles, ¿piensas que las cosas solamente se arreglan con magia? ¡Por favor, Potter!

Harry se acercó a Draco y le miró detenidamente el labio. No se veía mal, de hecho, se veía muy... rosado. O rojo. Harry había tomado suficiente vino, y él mismo sabía que no estaba del todo sobrio. No había razón para que mirara los labios de Draco de esa manera.

Para distraerse, decidió servir otra copa de vino. Lo último que quedaba de la botella.

—Sé un buen amigo y bebe conmigo, Malfoy.

—Somos de todo, menos amigos, Potter.

Harry rio.

— ¿De todo dices?

—No, no de todo. —Draco se estaba poniendo nervioso. Vio cómo de repente Harry cambiaba de actitud. Ya no parecía el mismo chico achispado por el vino.

—Lamento mucho que no consideres la idea de que seamos amigos, Malfoy. Yo... yo sé que no hemos tenido la mejor relación, pero pensé que después de todo lo que habíamos pasado, y de que todo lo de Voldemort acabara... no sé, creí que podríamos intentar algo.

Draco le contempló. ¿Harry estaría lo suficientemente borracho como para...? Mejor ni lo pensaba.

— ¿Algo como qué? —preguntó Draco, retirando suavemente la copa de las manos de Harry.

—Amigos, ¿no? O yo no sé… —Harry miró fijamente a Draco— No sé ni qué me pasa. Yo he estado muy confundido y tú y yo hemos estado hablando frecuentemente este año.

Y era cierto, Slughorn había sugerido -o más bien exigido- que Draco y Harry fueran compañeros de mesa, en la clase de pociones. Y como el Gryffindor había perdido ese "potencial" que había tenido en sexto año, el profesor había querido que Draco le ayudara con la materia.

— ¿Por qué estarías confundido? —preguntó Draco con curiosidad, y por qué no, con un deje de esperanza.

—Pues... porque tú me distraes. —Harry sonrió bobaliconamente y arrebató la copa que tenía Draco, para bebérsela de un tirón.

—Es lo más estúpido que he escuchado en mi vida, Potter.

—Ahora mismo no me importa, Malfoy. Quiero ir a dormir.

Draco abrió la boca con indignación. Y él que esperaba que...

Bueno, no podía hacerse ilusiones.

Harry se puso de pie tambaleándose y dejó la botella vacía en el sofá. Luego se encargaría de limpiar, necesitaba descansar.

Dio media vuelta y se concentró en Draco. Se veía guapísimo, no había ninguna duda. Aún y cuando habían estado enfrascados en pelear en cada ocasión que se les presentase en Hogwarts, Harry no podía negar el atractivo de Draco. Incluso una vez lo había comentado con Ron, ganándose un golpe y una expresión de puro asco por parte del pelirrojo.

Y en ese año, todo había cambiado. Ya no había peleas ni competiciones. Sólo estaban dos chicos rotos que, aunque no fueran los mejores amigos, habían aprendido a tolerarse en clase de pociones. Y Harry había aprendido a apreciar muchas cosas de Draco.

Muchas.

Harry no supo en qué estaba pensando cuando se inclinó hacia Draco y besó torpemente una de sus mejillas. Definitivamente era otro cuando bebía. Pero ahora no tenía las fuerzas ni siquiera para arrepentirse.

Antes de que Draco pudiera decir o hacer algo, salió lo más rápido que pudo en dirección a las escaleras. Pero pronto fue alcanzado y detenido por el rubio, así que reuniendo valor, se preparó para un golpe.

Pero no para el rápido beso que le dio Draco en los labios.

—Si vas a besar, tienes que besar bien, Potter. —dijo Draco casi con altivez para luego subir corriendo las escaleras y encerrarse en su habitación.

Harry, por un momento, no supo qué hacer. Pero luego recuperó un poco de lucidez, e intentó subir corriendo las escaleras, tropezándose varias veces en el trayecto.

Cuando estuvo frente a la puerta cerrada de la habitación, tocó con fuerza.

— ¡Malfoy, ábreme! ¡Explícame lo que acaba de pasar!

Draco obviamente no le iba a abrir... no esa noche, tal vez. Sonrió como un niño y se lanzó a la cama dispuesto a dormir.

Mañana sería un nuevo día, y si Harry Potter utilizaba por primera vez su cerebro, podría abrir la puerta con un simple Alohomora. Y Draco no se lo iba a impedir.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).