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Una nueva vida por JennVilla

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Lily Potter salió del consultorio de su médico. Narcissa estaba allí en la sala de espera con un ridículo sombrero de paja y un vestido de granjera. El verla así fue lo único que le salvó de soltarse en llanto y armar un espectáculo en aquel prestigioso centro médico muggle.

La rubia reparó en ella y no demoró en ponerse de pie para llegar junto a su amiga. La abrazó cuando la tuvo al alcance y le besó la cabeza mientras Lily dejaba salir un tembloroso suspiro.

—No sé ni por qué vine acá desde un principio, Cissa. Si la medibruja me dijo... todo eso, yo debí conformarme con ello.

—Dijiste que siempre era bueno ver una segunda opinión. Y en parte tienes razón, Lily —Narcissa pasó su brazo lentamente por la espalda de Lily, intentando reconfortarla—. No te desanimes. Ya sabes que puedes-

— ¡No! No, Cissa, por favor. No lo digas ahora. En este momento no puedo pensar en algo así... tal vez luego, si lo hablo con James y con Harry. Pero ahora no...

Narcissa cedió y se separó de Lily para mirarla a los ojos y sonreírle tranquilizadoramente.

—No es el fin del mundo. —le dijo.

Lily asintió y sonrió muy a su pesar cuando unas de las pajas del sombrero de Narcissa se le enredaron en su cabello.

—Te dije que te vistieras como muggle, Cissa. ¿Puedes decirme por qué decidiste vestirte así?

Narcissa levantó el mentón con desdén y entrelazó su brazo con el de Lily mientras salían de la clínica.

—No quise aparentar mi verdadero estatus social. Así que en un libro muggle, vi que los de clase baja se visten así.

Lily decidió no sacarla de su error y más bien rio un poco y se dejó conducir por su amiga.


—Podríamos bajar por los pasamanos de la escalera principal como si estuviéramos esquiando —sugirió Blaise con emoción, en la sala de té de la Mansión Malfoy—. El que llegue primero, será el rey y los demás, príncipes, según el orden.

—Yo me apunto. —dijo Ron.

—Yo igual. —dijo Harry con emoción.

Draco no habló enseguida pues observó ansiosamente a su padre quien se encontraba conversando alegremente con Adrianne.

—No sé qué dirá papá. —susurró. Blaise sonrió y abrazó a Draco por los hombros. Harry frunció el ceño.

—No te preocupes, Draco —dijo el italiano—. Él no tiene por qué enterarse. Haremos un voto de silencio, y el que lo rompa, le haremos el hechizo de piernas de gelatina y no se lo quitaremos hasta la noche.

— ¡Eso no se vale! —dijo Ron— Si gritamos, será más divertido.

—Podremos utilizar otras escaleras. —sugirió Harry.

—No sería tan divertido, pues las demás son muy pequeñas. —dijo Draco.

Blaise puso los ojos en blanco y se puso de pie lentamente.

—Señor Malfoy —dijo, alzando la voz—. ¿Podemos jugar a deslizarnos en las escaleras?

Draco casi grita y Ron se enrojeció por la vergüenza. Harry tuvo que mirar a otro lado después de que Lucius les mirara con una ceja alzada. La señora Zabini rio roncamente y cruzó las piernas.

—Blaise, tesoro, no deberías molestar a Lucius con eso. Pueden jugar al snap o cosas como esas.

—Eso es muy aburrido, mamá. Si no podemos volar, entonces podemos deslizarnos por las escaleras. Será más divertido.

—Está lloviendo. —trató razonar Draco, buscando la mirada aprobatoria de su padre.

—Bueno... señor Malfoy, ¿puede hacer un hechizo de impermeabilidad para que podamos jugar? —insistió Blaise.

—No. —contestó Lucius con simpleza. Adrianne volvió a reír y Lucius le guiñó un ojo.

—Eres un hombre cruel —dijo la mujer. Blaise suspiró resignado y Ron se cruzó de brazos enfurruñado—. Oh, pero, ¿qué estoy viendo? Un niño tan guapo no debería hacer ese gesto —dijo Adrianne inclinándose un poco para acariciar la cabeza de Ron, quien era el que más cerca estaba de los adultos. Ron se sonrojó furiosamente y Harry se rio. Él, por su parte, ya estaba acostumbrado a cualquier cosa, viniendo de Adrianne—. No he tenido el placer de ver a Arthur. Es pelirrojo también, ¿no?

—Sí —contestó Lucius—. Todos los Weasley son así.

—Me atraen mucho los pelirrojos. —ronroneó ella.

—El señor Weasley tiene esposa. —dijo Draco.

Harry tuvo que cubrirse la boca para no soltar la carcajada al ver el gesto amenazante de Lucius.

—Eso lo sabe todo el mundo, Draco —siseó él—. Ella no está queriendo decir nada.

Adrianne miró a Lucius de la misma manera que miraba a cualquiera que ella quisiera embrujar (bueno, o eso creía Harry que ella quería hacer), y sonrió lentamente.

—Oh, mi querido Lucius. Yo estoy queriendo decir todo. Además, me gustaría conocer también a Molly Weasley. Dicen que es una graciosa mujer.

Lucius le miró aterrorizado y se puso de pie como un resorte.

—Acompáñame al estudio, Adrianne, por favor. He olvidado que tengo noticias sobre tu mansión en Italia.

Adrianne pareció perder el interés en lo anterior y sus ojos brillaron con ilusión.

—Esas sí que son excelentes noticias. Blaise, hijo, nos vemos ahora. Nos iremos cuando llegue Lily. Cuida de tu hermanito.

Blaise asintió y abrazó protectoramente a Harry.

— ¿Entonces podemos jugar en las escaleras? —preguntó Ron en voz baja antes de que los adultos salieran de allí.

— ¿Cuántos años tienen, cinco? —preguntó Lucius a su vez con desdén.

—Oh, Lucius. Son niños, ¡déjales ser felices! —dijo Adrianne llevándose a Lucius fuera de la habitación.

Cuando salieron, Blaise dijo con pomposidad:

—Eso quiere decir que podemos jugar.

Ron no se demoró en salir corriendo, siendo seguido por Blaise. Harry quiso correr también, pero Draco le detuvo.

— ¿Qué pasó? —preguntó Harry.

—No hay necesidad de ir corriendo. Podemos ir de la mano.

Harry se encogió de hombros y se dejó hacer. Ninguno de los dos se dio cuenta de la grande sonrisa que lucían cada uno.


Narcissa y Lily se Aparecieron en uno de los jardines cubiertos de la mansión, al mismo tiempo que un tercer visitante lo hacía: Tom Ryddle.

— ¡Pero qué suerte tengo yo de encontrarme con dos de las damas más hermosas! —saludó él sonriendo y quitándose un sombrero negro muy simple. A su lado, apareció un pequeño paraguas negro.

Narcissa sonrió encantadoramente y Lily tuvo que hacer lo mismo.

Tom Ryddle era fascinante y tú no podías odiarlo, aunque él estuviera detrás de tu esposo, de tu mejor amigo o de ti misma. Se recordó que tenía que hablar con Bellatrix prontamente sobre su pospuesto "compromiso".

—Hola, Tom —saludó Lily —. ¿Dónde estabas?

—Estuve en el Londres Muggle buscando unos cuantos libros sobre criminales. Estoy pensando en implementar algo sobre esto en mis clases. Oh, Narcissa, por Salazar... ¿qué traes puesto?

Narcissa borró su sonrisa y se dirigió a la entrada de la mansión con pasos enfadados. Tom miró a Lily con interrogación y ella se encogió de hombros.

—No digas nada más sobre su vestido. La pobre no supo vestirse como muggle. —rio sin poder evitarlo.

— ¿Estuvieron en el Londres Muggle? Oh, si van una próxima vez, pueden invitarme. He oído de un bar muy elegante que-

—Tom, por Merlín, deja de pensar en eso.

— ¿Qué dices? ¿De qué hablas?

Lily decidió no responder y siguió a Narcissa dentro de la Mansión encontrándose con una escalofriante escena. Narcissa también estaba petrificada y lo mismo Draco y Harry quienes se aprestaban a deslizarse por el pasamanos, con unas enormes almohadas sujetadas en sus cinturas.

Blaise y Ron gritaban y reían mientras se deslizaban por el pasamanos opuesto y Tom corrió hacia las escaleras, gritando si podía unírseles.

Lily sólo levantó un dedo y lo movió lentamente. Harry entendió el mensaje y se quitó la almohada para luego bajar las escaleras como una persona normal. Al parecer, Narcissa y Draco habían compartido una señal similar pues el pequeño rubio bajó tras Harry con la cabeza gacha.

—Tom, no alientes este juego tan peligroso —regañó Narcissa—. Blaise, Ron. Vengan conmigo.

—Oh, Narcissa. Yo cuidaré de ellos, no te preocupes. —rogó el profesor.

—Tú puedes ir a hablar con Adrianne como un hombre adulto que eres —dijo ella—. Tengo que hablar unas cositas con Lucius Malfoy.

—Harry, pórtate bien. En un momento regreso para que nos vayamos a casa —dijo Lily—. Blaise, es mejor que subas por tu abrigo y tu escoba.

Dicho esto, Lily se retiró de allí junto con Narcissa.

— ¿Adrianne Zabini está aquí? —preguntó Tom sonriendo después de un rato.

—Ella ya no es Zabini, profesor Tom —corrigió Blaise—. Es sólo Adrianne, como yo. Yo soy Blaise. Sólo Blaise. Y ella está soltera.

—El profesor Tom no puede ser novio de tu mamá, Blaise. —dijo Draco, adivinando los pensamientos de Blaise.

—Profesor, ¿podemos jugar? —preguntó Ron ansiosamente, interrumpiendo a los demás.

— ¿Por qué me lo preguntas a mí? —dijo Tom, quien se había acostumbrado a tutear a sus alumnos fuera de Hogwarts.

—Porque usted es el adulto. —dijo Blaise.

—Ah, siendo así entonces les doy mi permiso. Y me uniré a ustedes para supervisar cualquier inconveniente.

Blaise, Ron y Harry saltaron emocionados y se acomodaron las almohadas, para empezar de nuevo a deslizarse.

— ¡Vamos a jugar, Draco! —gritó Harry.

—Yo ya no quiero. Además, acuérdate que tu mamá y la mía nos dijeron que no podíamos.

—Nunca dijeron eso.

—Pues haz de cuenta que sí y ven conmigo a mi habitación. Quiero dormir la siesta.

— ¡Pero es muy temprano! —se quejó Harry.

—Las siestas se hacen en el día, Harry. Eso dice papá.

— ¿Y qué vas a hacer en Hogwarts entonces?

—Pues me aguantaré. Vamos, ven conmigo.

—Pero ya casi me voy. —dijo Harry.

— ¿No quieres dormir la siesta conmigo? —preguntó Draco en voz baja— Siempre lo hemos hecho.

Harry se rindió y aceptó entonces.

—Bueno, está bien. ¿En qué habitación dormiré? —dijo, intentado molestar a Draco ya que no tenía más que hacer.

Draco le miró ofendido para luego tirar de él por un brazo. Subieron por las escaleras evitando que Tom cayera sobre ellos y llegaron a la tercera planta para seguir por el pasillo directo a la habitación de Draco.

Ya allí, ambos chicos se lanzaron sobre la cama sin quitarse los zapatos y se acostaron frente a frente.

—Podríamos seguir durmiendo juntos en Hogwarts, si tú quisieras. —dijo Draco después de un rato.

—Ya sabes que después Blaise se acostaría con nosotros y sería muy incómodo. Las camas son muy pequeñas.

—Pues tienes que decirle a tu hermanito que no nos moleste. Yo quiero dormir contigo.

Harry bostezó

—Yo también. — Harry bostezó, antes de darle un beso en la mejilla a su amigo y dejarse llevar por el sueño. Draco le observó por un rato más y luego cayó dormido también.


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