Desde que nació hasta que murió, su vida había sido infeliz, sus cabellos fucsias y sus facetas masculinas.
Agora el primogénito de Virgo, era lo que se decía el Alfa perfecto, aquel que cambiaría a Virgo, para convertirlo en lugar mejor; justo como ninguno.
Pero el Príncipe no era lo que creian, era un Impuro; un Alfa Impuro.
Por lo que fue desterrado quedando el trono, para los infantes Shijima y Fudo, este último un ser tan inocente lleno de bondad que muchos querían que fuese el Rey, pero no sabían que esté era una fachada de su verdadero personalidad.
Agora durante años vago, Reino en Reino en busca de un nuevo lugar para vivir, donde hacer su vida desde cero, pero nunca pudo encontrar un hogar ni armar una familia.
A pesar de su sufrimiento, a pesar de su angustia y de aquellos malas experiencias; de las malas relaciones, de los golpes, de ver morir a sus hijos, a sus retoños de cargar sus cuerpos, cremarlos él mismo, todo por su naturaleza.
El seguía firme a su fe, orando en aquella posición del loto, esperando un milagro, el que sus hijos puedan alcanzar la paz.
Muchas veces el verlo sentado allí intimidaba y muchos lo querían golpear, otros pensaban que era algún tipo de hereje que quería perjudicar a la gente de bien; pero allí fue donde aquella energía verde formaba aquel escudo protegiendolo de las hordas.
Tomando posesión de su cuerpo, para blandir paz; jamás levantaría su mano contra aquellos, este ente era un ser bondadoso que amaba a la humanidad cómo nada en el mundo, por lo que hacía ver su error.
Cuando tomaba posesión, sus manos hacían florecer hasta la más muerta de las tierras y de los pantanos nacía las más hermosas de las flores, el Loto, pero eso no era suficiente, la gente le temia a lo diferente por lo que solo por miedo lo dejaban irse con la condición de no regresar.
Pero él no era rencoroso, no era de los que daba y luego quitaba, lugar que bendecía, bendito quedaría.
Por lo que Agora con los años empezó a hacerse conocido por ser el elegido por el Dios supremo; el dador de felicidad, aquel crea y destruye.
Luego de muchos años al enterarse de que su hermano Shijima había renunciado al trono por su enfermedad, para poder pasar sus últimos años con su hijo por nacer, regreso a su Reino para pedir piedad a su hermano menor; no quería el trono, él solo quería poder enterrar a sus hijos y solo Fudo podía ayudarlo, él podía dejar que pudieran descansar en campo santo.
Pero al llegar vio que su hermano ya no era un ser de bondad, sino un tirano que estaba dispuesto a todo por poder. A ser el que gobernará sobre los reinos, Él que impusiera las dogmas.
No le importaba el resto, él solo quería recuperar a Zaphiri y todo aquel que se impondrense en sus planes pagaría las consecuencias de tal acto, haciendose conocido cómo el tirano, para los pobladores que sufrían de sus castigos, el mano de hierro, por no temblarle la mano a la hora de castigar; «Fudo, el indomable mano de hierro»
Ni bien llego alli, lo mando a encerrar en aquel calabozo.
Le quería quitar el hijo que esperaba; utilizarlo para sus planes, para su beneficio.
—Algun día pagarás por tus pecados, Fudo, pronto llegará el día que debas pagar tus culpas.
—Agora ese dia jamás pasara, yo poseo el don del SamSara y no me iré hasta cumplir con mi propósito.
—Eres un mounstro Fudo.
(...)
-Agora... Deja de llorar, pronto todo terminara yo iré por tu hijo y descansarán contigo a tu lado.
-Jamas descansaré en paz, los impuros no podemos estar en campo santo, no me dejan enterrar a mis hijos por mí naturaleza, no si no me caso, mí hermano me tiene prisionero y me arrebatado a mí bebé.
Estoy destinado al limbo, solo ruego porqué alguien tenga piedad de ellos y puedan encontrar la paz.
—Agora, yo iré por ti, esposo mio, yo me casare contigo, para que puedas descansar en paz con ellos hasta que sea el momento y regresaras por lo que es tuyo, para luego ambos estar en paz.
Por ti, por tú fe en mi, caminaré de vuelta estás tierras de dolor y sufrimiento, para cumplir aquella promesa aunque me lleve 100 años, 100 años en soledad, 100 años de dolor.
—Gracias por escuchar mis suplicas.
Gran Shiva.
—Gracias por tener fe en mi, adorado Agora, mí bello loto.
Cerrando sus ojos, para irse de ese mundo de forma temporal antes de ser ejecutado por su hermano.
Continuara