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El alfa del presidente por Aly White

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El pequeño alfa se veía perturbado. Pobrecito pensó con una leve burla. No entendía nada sobre el mundo de los predestinados o era demasiado extraño para asimilar. 

Los extraños rizos color cobre rebotaron en la bronceada frente. Lo que antes hubiera considerado un juego, ya no lo era. A su alrededor nadaba el poder, las ganas de tumbar su gobierno y si se agregaba el factor pareja ese chiquillo que no se detenía en la ida y venía en la habitación donde ningún otro estuvo. Si bien era cierto, la presencia del pequeño tendría sus consecuencias pero no deseaba pensarlo mucho. 

Juzgó el aspecto de este, su mirada era fiera, su boca la que deseaba besar durante la eternidad y las manos que descansaban en los bolsillos del pantalón.   

--¿Tuviste un antiguo compañero?  

El tema no era uno que deseara tocar de inmediato.   

--Murió durante la gran paralización.-- si que lo evitó, los ánimos no eran los mismos.--Eso es lo único que te voy a decir.   

Nuevamente esos rizos rebotaron, Juan dio un paso atrás sin quitarle la vista de encima.   

--Eso pasó hace mucho tiempo, estudié eso en el colegio. ¿Usted estuvo allí? 

Necesitó sentarse en la cama, sin ninguna razón sexual. Esa idea en especifica aún no estaba muy concreta en su mente, que un pseudo hombre, más niño que adulto, lo dominara y entregar su ser entero. Dario le observó esperando respuesta mientras él se repetía por dentro cuando detestaba ser omega y que su vida dependiera del muchacho.   

--Impulsivo, ese era mi segundo nombre. Te recomiendo no seguir mis pasos.   

Aroma a océano y mañana tras una tormenta sometió sus emociones. ¿Tendría que ver con la personalidad del chico? Sentía un gran placer solo con sentirlo cerca, su presencia cubría los espacios en la vida de Juan y tampoco era prioritario eso. Dario por último, le dio una mirada sin una pizca de emoción.   

--Don, necesito irme. Ambos perdemos el tiempo.   

Las emociones estrujadas, tenía el corazón en un puño. Hace muchos años que no traía a la superficie el recuerdo de su antiguo gran amor, siempre lo tenía presente en un rincón de sus pensamientos, a la hora de acostarse y a la primera hora de la mañana, al disfrutar del suave aroma matinal de la naturaleza filtrándose mediante la ventana.   

--Primero, no soy tu amigo para que me digas Don. Respeta, chico.   

--Prácticamente usted bajaría las estrellas para mi, así que no veo el motivo del enfado.   

Juan, si que se burló y en la cara bronceada del chico.   

--Por dios, ¿Qué me crees? Un adolescente imbécil como tú, ya pasé por esa fase una vez. Contigo no.   

Fue el turno de Dario para sacar una sonrisa triunfante.   

--Que gran mentira. Ojala le diera un espejo, nótese como se descompone al olfatear mi aroma. Que curioso, hasta su semblante cambia, incluso ahora. ¿Desea un beso?   

Dijo eso con rapidez, sarcasmo y asco. Creyéndose superior por no haber pasado ninguno de los problemas que Juan tuvo que pasar. Su primer compañero, a ese chico si que le adoraba, tuvo muchos de sus primeros en esos lejanos días, durante los meses iniciales de la universidad. La gran paralización tuvo un gran impacto, deseó haber muerto con él y allí estaba. La mirada cruel de ese chico no dio tregua.   

--Rogarás por un beso mío. Ser mi otra mitad no te da el derecho de tratarme como basura.   

Emilia entró en silencio, le dijo en voz baja lo que quedaba de su agenda. Tuvo la sensación del enojo de Dario, se puso de pie y Emilia marcó el paso.   

--Ahora soy el presidente--fue su manera de despedirse--Vámonos, pequeña Emilia. 


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