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Placeres del Melocotón mordido por Doki Amare Peccavi_

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Cap. 3: Medianoche, te siento tan cerca y real

 

No te despidas, no me dejes

Reacciona ante mis palabras, te quiero

Reacciona ante mis actos, seré fuerte siempre por ti

 

.*.

 

Sin poder dormir, los malos sueños invadían su mente, en su cuerpo un temblor horroroso, salió entonces al jardín de Jazmines Blancos, su jardín de ensueño que hacía recordar las lecturas de Sou Che en sus libros de piedra. El emperador sentía el frío de la noche golpeando su rostro, sentado en las escaleras, permaneció por minutos en silencio. No recordaba una noche sin tristezas, incluso estando despierto bajo el manto de la luna podía sentir como su corazón palpitaba como los tambores para el cantico. El frío le hería, le incomodaba, sus puños se cerraban tan fuertes que la piel blanca de sus manos enrojecía ante la presión de sus dolores. Quiso entrar con desespero al palacio, se puso de pie, desesperado y mientras avanzaba escalones arriba, un fuerte ruido llamó su atención.

Miró entre la oscuridad el estanque inquieto en su jardín de jazmines, los peses dorados inquietos, pensó… compartían su desolación en la noche.

 

El desagrado de la gente, el temor que les ocasionaba

 

El emperador era completamente infeliz, un emperador con súbditos temerosos de él… ¿cómo podría sentirse satisfecho? Incluso la indiferencia, pensaba, sería más fácil de aceptar. Un frío aún más fuerte le invadió, se sintió prisionero y las telas que cubrían su cuerpo humedecieron inmediatamente. Se alertó, de un solo movimiento retiró a la presencia de su lado, esa sutil presencia que no había notado hasta que estuvo demasiado cerca.

 

— Hermoso Emperador, lo siento, mil disculpas, le he mojado. He caído al estanque y… los peses se han puestos tan celosos de sus aguas que tuve que salir deprisa. — Murmuró sonriendo. Temblando, muerto de frío.

 

— ¿Wei? — Cuestionó mirando en la oscuridad ese rostro hermoso de Wei Yi.

 

— Ling — Murmuró, irrespetuoso, al elegido de los dioses — Hay demasiadas casas hermosas, brillantes, caminé hasta tu palacio lujoso y vislumbré los lujos de tu reino, pero…, no pude entrar de una forma apropiada, pensé, que sería buena idea, subir por tu tejado… en mi casa, en ocasiones, subo y contemplo lo que a la distancia se puede contemplar. — Escurría el agua de sus prendas y tiritaba al hablar. — Esta noche, he contemplado la tristeza más grade del cielo, se enmarca en tu rostro y se cosecha en tu corazón.

 

— Es tarde. ¿No estarán preocupados tus padres?

 

— Nada de eso, es minúscula la preocupación que ellos, estarán bien — Sonrió — ¿Y usted?

 

— Yo también…— Respondió a la cuestión y a la sonrisa.

 

— Es inadecuado que haya venido hasta usted.

 

— No…

 

— ¿Qué ha sentido con el beso que he dado esta tarde a usted?— Eran Wei y Yi, eran ambos y el dueño del cuerpo preguntaba a petición de su maldición.

El emperador en silencio, no supo cómo responder, deseaba decir que le había encantado, que deseaba que Wei lo volviese hacer, pero en vez de eso, sus labios se paralizaron y el Emperador no evitó el silencio.

 

— Fue un beso de amistad — Sentenció Wei, antes de que Yi pudiese sugerir que responder. — no hay maldad en un beso casto.

 

— Fue demasiado extraño, algo que me hizo sentir diferente… diferente a mí mismo.

 

— Es porque no tiene experiencia.

 

— Y… ¿Tú la tienes?

 

— No…— Susurró Wei al percatarse de tal verdad…— Ese fue, un primer beso para mí.

 

El emperador estuvo satisfecho con aquella respuesta, gustó de la compañía de Wei y de sus ocurrentes ideas. Después, cuando la noche se volvía más oscura, Wei decidió que era tiempo de volver a su hogar, se despidió con un gesto amable y prometió volver ocho noches después. Lo hizo, aquello se volvió una hermosa costumbre, el súbdito aprendió a querer al emperador pero sin embargo, su cariño inmenso no era superado por la admiración y el amor que Yi, la maldición, sentía ya por el elegido de los dioses.  Para el emperador sin embargo, Wei Yi fue siempre la misma persona. Aquel joven que le sacó de la tristeza y soledad, regaladas años atrás por su padre.

 

Después del primer beso, no volvió a haber un segundo beso. Yi lo pedía, exigía a Wei Yi que besara al emperador. Wei Yi por su parte, entusiasmado por esa amistad tan inesperada, se negó a probar el néctar de los labios de su emperador. Aprendió a respetarle, aprendió a quererle, a escucharle… y en aquel olvido en el que Wei permanecía sin saberlo, descubrió que aquel ferviente amor que demostraba por su maldición Yi, podía ser similar al cariño que ahora demostraba por el emperador.

 

Seis lunas nacieron; el emperador olvidó su soledad y la soledad a él.

Había diferencias abismales: cuando Yi dirigía la conversación de Wei, los poemas y canticos antiguos resurgían de los labios del joven súbdito. Cuando era el súbdito quién decidía que decir, las pláticas con el emperador se volvían amenas y dulces.

 

— Me gustas, me gustas porque me transmites enseñanzas que sólo escuché de mi viejo maestro, tus palabras son sutiles. — El emperador pensó hacer un cumplido, Wei Tzu bajó la mirada apenado, quién era autor de aquellas alabanzas, versos y prosas era Yi, no él. Él no tenía aquel encanto en letras que debía haber heredado de su padre poeta. 

 

— ¿Por qué bajas la mirada?, hice un mal comentario… — Cuestionó el emperador notando la incomodidad de su súbdito.

 

— No… — Simuló una sonrisa y el emperador continuó.

 

— De no ser por ti ahora no sé qué sería de mí, fuiste el único que se acercó a mi…— otro dolor, Wei se había acercado por hacerle un favor a su entonces amor Yi, si Yi tuvieses cuerpo seguramente él no estaría con Ling en ese momento.

 

— Hoy debo volver antes a mi casa… lo siento pero tengo que irme — Wei se puso de pie, Yi se negaba a abandonar aquella platica en la que el emperador hablaba tantas maravillas.

 

— No, no te vallas, — Wei se puso de pie, negó con una sonrisa y tras una reverencia empezó a bajar las escaleras hacia el jardín. — Espera sólo un momento… — En un intento por retenerle, el emperador tomó al súbdito por el brazo, jalando, haciendo que éste perdiera el equilibrio y callera deslizándose por las escaleras.

 

Por favor Wei no traspases el muro de esta habitación…no rompas sentimientos recién plantados…— Wei nunca dejó escuchar la voz de Yi en su, mientras su cuerpo se deslizaba por los escalones —Temo que la gente hable demasiado porque cuando la gente habla demasiado hay motivos para temer…

 

—Wei…— trató de contenerlo fuerte, trató de que no cayera, y no pudo, como aquella vez tampoco pudo enfrentar a su padre, para evitar la muerte de su maestro. Miró aterrado el suelo que se manchaba poco a poco por la sangre que liberaba el cuerpo de Wei.

 

A media noche…

El llanto del emperador volvía a asomarse por sus ojos…

Opacos y sin brillo…

 

 ¤°.¸¸. ·´¯`» Doki Amare Peccavi«´¯`·.¸¸. °¤ 

 

 

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«.·°·.*.' Continuara‘.*.·°·. »
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