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Futatsu ni hitotsu! (¡Es uno o es otro!) por Marbius

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23.- Poder y querer.

 

Fue durante una salida entre amigos que Katsuki percibió por el rabillo del ojo un brillo peculiar en el dedo anular de Izuku. Sentado frente a él en la pizzería que Kaminari había recomendado para esa tarde porque el dueño era mitad italiano y tenía en su opinión una receta de salsa de tomate incomparable, Katsuki le robó miradas entre bocados mientras buscaba discernir si sus ojos lo engañaban o era sólo un reflejo. Pero no, era real. Se trataba de un anillo, y puestos en ello, Todoroki llevaba en el mismo dedo de la mano derecha otro que le iba a juego.

—¡Bakugou, la sal! —Lo sacó Sero de su mutismo al codearlo, y por inercia extendió éste el brazo para pasársela.

—¿A que es la mejor pizza que alguna vez han probado? —Preguntó Kaminari alrededor de la mesa, ajeno a que su mala costumbre de hablar con la boca llena asqueada a Jirou.

—La receta se parece mucho a una que comí en las últimas vacaciones que estuvimos mi familia y yo en Italia —dijo Yaoyorozu, incapaz de malas intenciones pero sin querer presumiendo del dinero que venía acompañado de su apellido—. Quizá pueda hacer que nuestro cocinero emule la receta y organizar una reunión en mi casa.

Katsuki se atiborró la boca de pizza para no tener que hablar, pues aunque Kaminari tenía razón y aquella receta estaba por encima de la media, de pronto la visión de Izuku y el idiota de su novio compartiendo anillos le sentaba peor que fatal.

—¿... acaso Iida y tú se han comprometido? —Alcanzó Katsuki a escuchar a Ashido, que mantenía una conversación de dos con Uraraka, y puesto a que a su lado tenía sólo a Kirishima, éste decidió prestar atención lo más discreto posible.

—Ah, nada de eso —dijo Uraraka, mostrándole a su amiga la mano, donde llevaba también un anillo, que viéndolo bien, también era similar al que Iida traía—. Es sólo un anillo de promesa. Se han vuelto populares en nuestra escuela. Simbolizan permanecer juntos a pesar de ir a universidades diferentes. Iida me regaló el mío a pesar de que iremos a la misma escuela después de graduarnos.

—Es lindo —elogió Ashido, tomando su mano y examinándolo a detalle—. ¿Es plata?

—Exacto. Uno de oro tendría otras connotaciones y... De momento Iida y yo preferimos esperar.

—¡Qué romántico!

Ashido no tardó en incluir a Kirishima en la conversación, presumiendo por su amiga el regalo que su novio había hecho para ella, y antes de 10 minutos ya tenía convencido al chico de regalarle uno igual.

Poniendo los ojos en blanco, Katsuki concluyó que su amigo era demasiado débil para la novia dominante que había elegido como pareja, pero los dos funcionaban bien y se servían mutuamente para controlar las peores partes de su personalidad, así que suponía él que no era su lugar inmiscuirse en una relación que ni remotamente le afectaba.

Caso diferente al de Izuku y Todoroki, porque aunque el censo mostrara que Katsuki no tenía motivo alguno para sentirse contrariado por su relación, éste así lo sufría. Y mucho. En Uraraka e Iida el que se hubieran intercambiado anillos de promesa era un meh total que no le quitaba el sueño. Con Kirishima y Ashido seguro que su amigo querría su criterio a la hora de pasear por las tiendas departamentales de Musutafu buscando un par de sortijas que tuvieran elegancia (pese a la creencia popular de que Katsuki era un bruto, el que sus padres fueran diseñadores le había dado un estatus dentro de su grupo social en el que la mayoría acudían a él para recibir consejos de estilo) y que estuvieran dentro de su presupuesto, así que no podía darse el lujo de esa misma indiferencia. Pero tratándose de Izuku y Todoroki... A Katsuki le hervía la sangre con tan sólo apreciar los destellos de sus anillos,

¿Acaso había sido idea de Todoroki? ¿O Izuku el que lo sugiriera? ¿Había implantado Uraraka la idea de que era lo mejor para ellos dos, o la presión social en U.A había imperado? Para el caso que fuera, el daño estaba hecho, y Katsuki no pudo participar en ninguna conversación por estarle dando vueltas a ese asunto mientras las rebanadas de pizza desaparecían de su plato y todos se preparaban para partir.

Con los exámenes de fin de año a la vuelta de la esquina, había quienes se preparaban para entrar a la universidad y estaban estresados con el estudio, y otros que se preocupaban por preparar un buen curriculum y ocupaban todo su tiempo libre en pulir sus habilidades y revisar las ofertas de trabajo.

Katsuki e Izuku eran los únicos que sufrían por partida doble en vista de que la Academia de Policía tenía además del examen escrito uno físico, otro de salud, y uno más psicológico que presentarían en enero durante el transcurso de una semana en la que se tendrían que hospedar en Tokyo.

De hecho, Katsuki tenía que hablar con el nerd para organizar juntos su estancia en Tokyo, porque si unían sus fondos podrían conseguir mejores tarifas en el hotel y un pase doble para el tren.

A sabiendas de que hablar de eso frente a sus amigos sólo atraería la atención indeseada, ya fuera de Uraraka o Todoroki, Katsuki le envió un mensaje que Izuku recibió en el acto.

 

KB: ¿Podemos hablar después de la comida?

KB: Es relativo al viaje a Tokyo.

 

Sin perder el hilo de la conversación que mantenía en esos instantes con su novio, Izuku leyó el mensaje y escribió.

 

IM: Claro.

IM: Sólo tengo que acompañar a Shouto a la estación.

IM: ¿Te importa ir con nosotros?

 

«Bastante», pensó Katsuki, pero como su presencia era mutuamente indeseada por Todoroki, aceptó la oferta con ánimo de arruinar su tiempo a solas.

 

KB: En lo más mínimo.

 

Porque todos tenían cosas que hacer y sitios en los que estar, el grupo se desbandó apenas desapareció la última rebanada de pizza, y tras pagar la cuenta y acordar el repetir aquella salida apenas tuvieran oportunidad, comenzaron a separarse en grupos de 2 ó 3 personas.

—¿Vienes con nosotros? —Ofreció Ashido a Katsuki, pero éste denegó con la cabeza.

—Nah, tengo otros asuntos que atender antes.

—Nos vemos mañana en clase —se despidió Ashido, lo mismo que Kirishima.

Yaoyorozu hizo su parte al irse con Uraraka e Iida, y el resto también escogió diferentes rutas.

Al final sólo quedaron Katsuki, Izuku y Todoroki, que frunció el ceño al ver el grupo tan inusual que conformaban.

—Katsuki y yo tenemos que planear el viaje que haremos en enero para presentar el examen de policía en la Keishichou, ¿recuerdas que te lo mencioné? —Dijo Izuku, pero a juzgar por la expresión malhumorada de su novio, no había sido el caso o no lo había tomado en serio.

—Pensé que querrías que yo te acompañara.

Izuku exhaló. —Me habría encantado, Shouto, pero es en los mismos días en que estarás en Corea para ese partido amistoso. Además, Katsuki y yo tenemos fichas contiguas. Tenemos los exámenes casi a las mismas horas, así que podemos hacer el trayecto y hospedarnos juntos.

—Qué suerte, ¿eh? —Intervino Katsuki, que sin proponérselo sonó hasta burlón.

—Muy conveniente —ironizó Todoroki.

Emprendiendo la marcha hacia la estación, Katsuki no pasó por alto que Todoroki se esforzó por quedar en medio de él e Izuku, pero éste último pareció no notar su esfuerzo y se cambió de lado al quedar rezagado cuando cruzaron la esquina.

Ajeno al creciente malhumor de su novio por ver su tiempo a solas interrumpido por el que él consideraba un enemigo por tener que compartirle la atención de Izuku (y el sentimiento era mutuo), el mismo Izuku no perdió tiempo en sacar su móvil y repasar con Katsuki los pormenores del viaje.

—Es importante que revisemos la ruta en el mapa y nos aseguremos de cuál estación es la correcta para trasbordar —dijo sin apreciar las miradas como dagas que Todoroki le dirigía a Katsuki y que éste ignoraba olímpicamente como si no pudiera importarle menos—. También que busquemos un hotel cercano para no perder tiempo en las mañanas al salir. Tengo entendido que llegar 10 minutos antes ya se considera llegar tarde, así que tenemos que estar ahí al menos una hora antes de lo que indica el examen.

El proceso de selección les requería de pasar 2 días completos en Tokyo, así que el plan era partir desde la tarde anterior y retornar al final del segundo día en uno de los últimos trenes porque era entre semana y tampoco querían perder demasiadas clases. En total estarían ausentes poco más de 48 horas, pero a juzgar por el aura que Todoroki exudaba, era como si escuchara a su novio explicar que estaría fuera por la entera duración del invierno polar.

—Habría que revisar por los mejores sitios para ir a comer —dijo Katsuki como de pasada, buscando provocar a Todoroki y consiguiéndolo cuando éste apretó con fuerza la correa de su bolsa de deporte—. Es importante para la prueba física mantener la mejor alimentación posible, y no lo conseguiremos con onigiris viejos de la tienda de conveniencia.

Llevándose la mano al mentón, Izuku comenzó entonces a divagar del mejor menú que podían llevar a cabo durante su estancia en Tokyo, y que fuera a la vez nutritivo y barato.

—Yo llevaré 2 bentous para el viaje, y al menos esa primera noche no tendremos que preocuparnos por nada que no sea llegar al hotel y descansar —dijo Katsuki, e Izuku no perdió tiempo en tomar notas.

—Ok, revisaré la guía de viajes y tendré un itinerario listo con todos los hoteles y restaurantes a los alrededores. Después podremos elegir con calma, ¿no?

Katsuki se paladeó sus siguientes palabras, satisfecho consigo mismo por lo que estaba a punto de hacer.

—¿Y por qué no lo hacemos ahora? Tengo la tarde libre.

—Yo también.

—¿Te vienes a casa conmigo? Mis padres no regresarán hasta la noche y tendremos la casa para nosotros. Así nadie nos interrumpirá.

Todoroki tropezó con una grieta en la acera. Apenas un traspié del que se recuperó en tiempo récord, pero Katsuki se sonrió con malicia porque sabía que era por su causa.

—Sí, vamos —accedió Izuku a la oferta, y al instante Todoroki le tocó el brazo.

—Uhm...

—¿Qué pasa, Shouto?

Sin argumentos razonables que le sirvieran a Todoroki para impedir que Izuku y Katsuki pasaran las siguientes horas a solas en la casa de ese último, optó por la verdad.

—No me gusta.

—¿Uh?

—¿Por qué tienes que ir a la casa de Bakugou? Es... peligroso —escupió la última palabra como quien expulsa veneno, e Izuku abrió grandes los ojos.

—¡Shouto, no digas eso!

—¿Por qué no? Es obvio que sus intenciones no son buenas y-...

—Bah, ¿puedes parar ya con el acto de novio celoso? —Intervino Katsuki, porque aunque quería provocarlo, no quería ocasionar una pelea en la feliz pareja que después hiciera que Izuku cambiara de opinión—. A menos que no confíes en Izuku, y ésta sea la manera que tienes para controlarlo.

Las fosas nasales de Todoroki se contrajeron con fuerza. —Confío en Izuku. Es de ti de quien no me fío ni un pelo.

—¿Del lado derecho o del izquierdo? Porque-...

—¡Basta! ¡Los dos! —Estalló Izuku, que puesto en medio de fuego enemigo de pronto no pudo tolerarlo más—. Los dos son unos inmaduros.

Y sin darles oportunidad de agregar una palabra más, dio media vuelta y se alejó con amplias zancadas.

 

Katsuki volvió a casa arrastrando los pies y con el sabor de la pizza que había comido arruinado por la bilis de haber cedido al peor de sus impulsos y conseguido a cambio que Izuku se disgustara con él. Vale, que también Todoroki había pagado lo suyo y seguro como novio le costaría más contentar a Izuku de vuelta, pero a Katsuki no podía importarle menos ese idiota bicolor, no cuando la perspectiva de pasar unas cuantas horas con Izuku para él solo se habían esfumado de su panorama como humo después del vendaval.

Gruñendo por lo bajo su mala suerte porque igual estaba en casa y no había nadie más, Katsuki se preparó un té de jengibre y se sentó en la sala a rumiar su mal humor.

—Estúpido... Todoroki... —Gruñó Katsuki entre sorbos, convencido de que si alguien tenía la culpa de todo lo que había ocurrido, era el imbécil con el cabello de dos colores.

Sin embargo, la voz de su consciencia, acallada por demasiados años, era ahora una porción importante de sí mismo que expresó su desdén con un bufido y pensamientos que Katsuki habría preferido ignorar.

«Es su novio, y tú el ex por excelencia aunque no por título que le rompió el corazón de muchas maneras diferentes. Ponte en sus zapatos, ¿no actuarías igual? Nadie tiene la compasión de Izuku, nadie puede igualarse a él y poseer su capacidad de perdón...» Uno a uno, todos aquellos pensamientos se fueron sucediendo en la cabeza de Katsuki, que apretó con fuerza su taza para proveerse un poco de calor.

Diciembre estaba a la vuelta de la esquina, lo mismo que el invierno, y eso era sólo un cruel recordatorio del tiempo que Katsuki disponía para disfrutar de su vida tal como estaba. ¿Después? Nadie lo sabía con certeza.

Katsuki quería fantasear con la posibilidad de que él e Izuku pudieran compartir departamento una vez que se hubieran mudado a Tokyo luego de ser aceptados en la Keishichou. Los dos bajo el mismo techo, en las mismas clases, yendo y viniendo juntos a todos lados, compartiendo comidas, entrenamientos, bromas y más... Siempre más.

Ciertamente era una excelente fantasía, una del tipo que Katsuki sólo se permitía ya tarde en la noche y a punto de quedarse dormido porque... Sin importar cuánto le pesara admitirlo, no lo merecía. Daba lo mismo si Izuku afirmaba haberlo perdonado en su totalidad, porque Katsuki todavía no se sentía merecedor de ello. Y la prueba no residía en Izuku, porque el muy idiota ya había tomado una decisión al respecto incluso antes de que Katsuki consiguiera ser capaz de disculparse como era debido, sino en Todoroki por conocer los detalles y no pasar por alto las deudas.

«Tal vez, y sólo tal vez, también deberías disculparte con él...», susurró la insidiosa voz de su consciencia, y Katsuki exhaló con pesadez sobre la superficie de su taza, levantando una cortina de vapor en la habitación.

Como si el destino estuviera dispuesto a ponerlo a prueba, su móvil vibró en el bolsillo, y al encender la pantalla para ver de qué se trataba, se topó con un mensaje privado de la persona que menos esperaba.

 

OU: ¿Por qué no puedes simplemente mantenerte alejado de Izuku?

KB: ¿Está contigo?

OU: Llegó a casa llorando, y lo único que ha podido explicar es que ha habido un malentendido entre tú y Todoroki, pero que es él quien tiene la culpa.

OU: Así que obviamente tú tienes algo que ver y exijo que te hagas responsable.

 

Katsuki escribió furioso un par de palabras con énfasis en la culpa que recaía sobre Todoroki y que éste debía aceptar, pero... No tenían sentido. Katsuki leyó su mensaje, y comprendió que si seguía por ese camino nunca iba a convertirse en mejor persona.

Apretando los dientes porque sin importar si era o no lo correcto la idea de doblegarse le provocaba accesos de cólera, borró su mensaje y envió otro diferente.

 

KB: Fue culpa mía. Quise provocar a Todoroki y fue Izuku el que resultó afectado.

OU: En ese caso...

 

Igual que él antes había tenido dificultades para ordenar sus pensamientos y ponerlos por escrito, Uraraka se tardó unos cuantos minutos en enviar su mensaje (en la parte superior del chat aparecía como ‘escribiendo’ constantemente sin que ningún texto apareciera) y el resultado fue casi tan impactante para Katsuki como el suyo lo había sido antes para ella.

 

OU: ¿Podrías venir por Izuku? No quisiera que se marchara solo a casa en este estado y Todoroki no puede porque está en entrenamientos.

OU: Seguro que también les ayuda para aclarar sus diferencias y hacer las paces.

KB: Manda tu ubicación.

 

De ese modo, salió Katsuki tras enviarle un mensaje a sus padres que volvería más tarde, y se adentró en la fría tarde que se convirtió en noche antes de que consiguiera llegar al domicilio que Uraraka le había pasado.

La chica vivía en un bloque de departamentos. Nada lujoso ni moderno, sino una vieja construcción de madera que al menos estaba limpia y tenía un jardincillo en buenas condiciones. Creía Katsuki recordar que la chica venía del campo y estaba en Musutafu por su propia cuenta, así que se guardó para sí cualquier gesto que pudiera ofenderla.

Al llegar al departamento (el 2B, así que en el segundo piso), Katsuki tocó el timbre y casi al instante le abrió la puerta Uraraka en ropa de casa con leggins y un amplio suéter que le llegaba a medio muslo, pero en lugar de dejarlo entrar, salió con él al exterior sin demostrar que sus pies descalzos eran un inconveniente al frío.

—Lo digo en serio, Bakugou —se plantó frente a él a escasos centímetros de distancia y buscando sus ojos—. Si vuelves a hacer llorar a Izuku como hoy-...

—Yo mismo me daré un puñetazo en la nariz, ¿ok? —Interrumpió Katsuki con un compromiso de contrición que borró la furia en el rostro de la chica y la transformó en perplejidad—. No tienes que decir nada. Sé que la cagué. Tuve todo el camino hasta aquí para reflexionarlo y fui un imbécil.

Uraraka entrecerró los ojos considerando su propuesta, y por último bufó por la nariz. —Ok. Me gusta tu convicción. Pasa —le indicó al abrir la puerta y darle cabida en su piso.

Tal como lo había imaginado, Uraraka vivía en una unidad que incluía cocina-sala-comedor en uno, y dos puertas que seguro eran para el baño y la recámara. Nada lujoso en su ausencia de muebles, pero limpio, y confortable a juzgar por Izuku sentado en el tatami frente al televisor y con una manta sobre los hombros.

—Tu caballero en corcel blanco está aquí por ti, Deku —dijo Uraraka.

—¿Kat-...? —Articuló Izuku antes de apartar los ojos de la pantalla, y al girar el rostro revelar que su pequeño casi inaudible desliz le había pintado el rostro de un intenso tono bermellón.

—¿Cómo...? —Fue el turno de Uraraka en mostrarse confundida.

Hasta Katsuki sabía que Izuku no estaba al tanto de que iba a ser él quien pasara a casa de Uraraka para hacerle compañía de regreso y disculparse, y que fuera su nombre y no el de Todoroki el primero que acudiera a su mente era... Oh, pero mejor no pensar en eso y hacerse falsas ilusiones.

—Hey, nerd —lo saludó cautela, e Izuku se arrebujó más bajo la manta.

—Mmm...

—Lo siento por lo de hace rato.

—Mmm...

—Fue mi culpa enteramente.

—Shouto también-...

—Todoroki no habría reaccionado así si antes yo no lo hubiera provocado —se apresuró Katsuki a aclarar ese punto—. Si quieres enojarte con alguien, que sea conmigo.

Izuku suspiró. —Aunque heroico de tu parte, Shouto pudo haber elegido reaccionar de manera diferente. Y a diferencia de ti, sólo ha enviado mensajes culpándote por todo.

—Bueno, es que es cierto —masculló Katsuki—. No seas demasiado duro con él —aconsejó con desagrado por el papel que se veía forzado a representar.

Sacudiendo la cabeza, Izuku no lo vio así. —No lo defiendas. Eso es algo que él y yo hablaremos a su debido tiempo.

—Uhm, Deku —intervino Uraraka—. Espero no te importa que le haya pedido a Bakugou que te acompañara a casa. Sabes que no me importaría si te quedas a dormir en el futón extra, pero mañana tenemos clases y...

—No importa, gracias por todo, Ochako —dijo Izuku, poniéndose en pie y doblando la manta antes de devolvérsela—. Perdona que me haya aparecido tan de improvisto en tu departamento.

—Qué va. Para eso son los amigos, ¿ok? Sólo cuídate —pidió la chica al abrazarlo, y Katsuki experimentó un retortijón de celos cuando Izuku apoyó su mejilla en su hombro y le correspondió el gesto al 100% de su capacidad.

Uraraka los acompañó hasta la calle, y les pidió tener cuidado de regreso a casa.

—Nos vemos mañana en la escuela, Deku —fueron las últimas palabras de la chica.

Despacio porque a pesar de la hora ninguno de los dos quería separarse todavía, Katsuki e Izuku encontraron un ritmo pausado que les permitió rasgar el denso silencio que se había instaurado entre ellos como un manto pesado y asfixiante.

—Ha sido un día bastante largo y movidito, ¿eh? —Intentó Katsuki relajar los ánimos con una observación. Costaba creer que apenas hacía unas horas estaban comiendo pizza con sus amigos, y ya habían pasado por una pelea y estaban en las fases de reconciliación, todo en la misma tarde.

Izuku encogió los hombros. —Supongo que sí.

—Mira, tu novio no me agrada y no hace falta ser un genio para deducir que el sentimiento es mutuo. Así que mi compromiso es éste: Lo de esta tarde, eso no volverá a ocurrir. Aprenderé a tener la boca cerrada y a no entrometerme donde no me llaman. ¿Qué tal suena eso?

—No creo que funcione.

—Oh.

—Por Shouto. Él está decidido a odiarte —dijo Izuku levantando la vista de la acera y mirando en la lejanía.

La noche estaba estrellada, y sin nubes a la vista, sólo podían deducir la velocidad del viento por el modo en que les agitaba el cabello y se colaba como dedos helados en las aberturas del cuello y las mangas de sus chaquetas de invierno.

—No puedo decir que no me lo haya ganado a pulso —bromeó Katsuki, pero Izuku no rió. De hecho, ni siquiera sonrió, y su expresión de volvió ceñuda.

—Pero no es quien eres ahora. Se lo he dicho infinidad de veces, pero no cree que seas digno de confianza.

—Da igual —expresó Katsuki su indiferencia al respecto—. No es él la persona a la que quiero acercarme o con la que quiero pasar el rato. Si mi persona le molesta tanto, puede irse por donde vino.

—Shouto tiene la extraña idea de que... tus intenciones no son buenas —dijo Izuku, que de pronto sin saber qué hacer con las manos, las escondió en el bolsillo de su chaqueta—. No en el sentido tradicional. No es como si crea que todo esto es una actuación tuya para hacerme bajar la guardia y retomar el bullying al que me sometiste en secundaria, sino más bien...

—¿Cree que intento seducirte?

Izuku se mordió el labio inferior y asintió con movimientos cortos y enérgicos. —Algo así. No fueron esas las palabras que utilizo y... Shouto puede ser desconfiado. Además yo cometí un error en contarle todo lo que ocurrió entre nosotros porque-...

—¿Fue un error que ocurriera? —Le interrumpió Katsuki, y a su lado, Izuku se tensó.

—P-Puede s-ser porque Shouto-...

—No me refiero a eso —volvió Katsuki a la carga, con un poco más de agresividad que antes. Sin intenciones de dejar que Izuku escurriera el bulto, fue claro como nunca—. Lo que tuvimos en secundaria, ¿fue un error para ti? ¿Es así como lo ves?

Izuku abrió grandes los ojos y su rostro se cubrió por un paño de angustia. —¡No, claro que no! Fue... Eso fue...

—Me comporté como un imbécil contigo, un maldito cabrón redomado. No pienso negarlo más —dijo Katsuki, girándose hacia Izuku y avanzando hasta que la espalda de éste chocó contra el muro de una casa—. Y ni siquiera puedo estar furioso con Todoroki porque sé que tiene razón. Mis intenciones no han sido del todo honestas contigo y-...

—Kacchan, no —pidió Izuku en un hilo de voz, llevándose las manos al rostro y cubriéndose la boca. Con los ojos inundados con lágrimas, su respiración se volvió irregular.

—¿Y por qué no? Cualquiera con ojos puede verlo. Y Todoroki no es el único. Uraraka seguro que ya está al tanto y por eso me detesta, y entre mis amigos no hay ninguno que no esté al tanto d-...

—No quiero oírlo, ¡no quiero saber! —Estalló Izuku al agachar la cabeza y sus manos deslizarse hacia su cuello. Con los dedos apretando cerca de su nuca, Izuku parecía estar pensando a un millón de revoluciones por minuto, y por una vez, el murmullo de su voz fue nulo.

—Cambiaría todo el pasado si pudiera —dijo Katsuki con intenciones de ser lo más honesto posible—. Sin dudarlo. Todo a partir del momento en que te coloqué en segundo lugar después de mi orgullo.

—Las cosas habrían sido muy diferentes entonces...

—Quizá, pero entonces habría tenido una oportunidad muy diferente contigo, ¿no? Puede que hasta-...

—¡No!

Izuku interceptó a medio camino la mano con la que Katsuki pretendía tocarlo, y el golpe con el que lo apartó hizo a éste comprender que muchas más cosas de las que había percibido en un inicio eran diferentes ahora.

—Creo —dijo Izuku al humedecerse despacio al labio inferior con la punta de la lengua y mirar a Katsuki directo a los ojos— que podría provocarle un daño inmenso a Shouto y no sería capaz de culparte por ello, pero me niego a hacerlo.

—Deku...

—Pero es que ya no soy Deku para ti —dijo Izuku con infinita paciencia y dolor—. Soy Izuku, me llamas Izuku desde aquella vez que abandoné tu habitación y me prometí jamás volver a poner un pie ahí dentro. He roto mis promesas, algunas de ellas, pero no las que más importan. Y me juré que Shouto jamás se vería involucrado en esto. No lo merece.

—¿Lo amas siquiera, uh? —Gruñó Katsuki, avanzando un paso más y apoyando sus brazos en el muro, encasillando a Izuku de tal manera que tendría que usar la fuerza física para apartarlo—. ¿Te hace feliz? ¿Es tu mejor amigo?

Entre ambos, quedó pendiendo como un anzuelo la verdadera naturaleza de sus preguntas: ¿Es mejor que yo? ¿Te da la felicidad que yo no supe darte? ¿Ahora tu corazón le pertenece a él y no a mí?

Cerrando los ojos, Izuku dejó que dos lágrimas le rodaran por las mejillas, y Katsuki no pudo más. Habría querido ser fuerte, ser mejor persona, demostrar su valía, pero lo único que atinó a hacer cuando era el bienestar de Izuku el que se encontraba en línea de fuego fue abrazarlo, y enterrando el rostro en la mata de su cabello, murmurar aquello que nunca se había permitido pronunciar en voz alta.

—Te amo, Deku. ¿Por qué no puedes ser mío?

—K-Kacchan... —Izuku se resistió primero, pero al pegar Katsuki su cuerpo al suyo, sus torsos uniéndose como piezas de rompecabezas que embonan al fin, acabó por ceder.

—Te quiero ahora más que nunca, te necesito... No soporto la idea de que ese idiota bicolor te tenga —exhaló Katsuki con desesperación, con su boca buscando porciones de Izuku para besar, recorriendo su sien y mejillas, bajando por su cuello y subiendo por su mentón hasta casi alcanzar sus labios.

Pero en el último momento, hizo giró la cabeza y se apartó.

—Lo siento, yo...

—Está bien —articuló Katsuki con la garganta seca y el corazón pesado.

—No es que yo no quiera, es que... Shouto...

—Ya.

—Y no puedo —enfatizó Izuku la palabra y todos sus posibles significados—. Me gusta ser tu amigo. Echaba tanto de menos ser tu amigo... Fue así como empezó todo. Porque habría hecho lo que fuera por tener a Kacchan de vuelta...

—Que respondiste a mis avances y te acostaste conmigo por todo un año, ¿es eso? —Las palabras salieron por sí solas de los labios de Katsuki, y la repentina realización de lo mucho que había dado Izuku para permanecer en la vida del Katsuki de por aquel entonces, del Kacchan que él se aferraba a no soltar, le sentaron peor que un puñetazo en el plexo solar.

—No... No es así... No del todo... —Admitió Izuku al final, y al soltarlo Katsuki fue el turno de Izuku en aferrar sus antebrazos con las manos y negarse a dejarlo ir—. Da igual cómo empezó. Las palabras que te dije aquella tarde eran verdad...

Ah, claro. Aquella tarde.

La tarde que magnánimamente Katsuki había bautizado como un desgarro en la pantalla que colocaba frente a sí para proteger su frágil ego.

Una tarde que había comenzado como cualquier otra, con Katsuki atormentando a Izuku a la salida de la escuela, pero que garantizaba un reencuentro cuando después del kendo y que Shigaraki y el resto de sus amigos se hubieran marchado a sus propias casas, Katsuki pudiera encontrar a Izuku en un parque cercano aguardando por él.

En aquel entonces, Mitsuki todavía trabajaba turno completo igual que Masaru, y Katsuki tenía garantizada la casa para él solo hasta las horas tempranas de la noche. Sólo por eso insistía Katsuki en que fuera Izuku quien acudiera a él, y en la privacidad de su dormitorio habían pasado gran parte de ese verano con el aire acondicionado en la temperatura más baja posible mientras se escondían bajo las mantas y exploraban sus cuerpos en la penumbra que sólo las cortinas gruesas podían proveerles.

Katsuki había recibido de Izuku todas sus primeras veces en esa cama. Sin hesitaciones o vergüenza, sólo espíritu de complacencia al permitirle absoluta libertad sobre cada centímetro de su piel.

El contraste entre las manos que pellizcaban, golpeaban y maltrataban, en comparación a aquellas que acariciaban, rozaban y eran delicadas parecía bastarle a Izuku. Al menos esa era la impresión que Katsuki guardaba de sus encuentros. Izuku no ponía reparos en aceptar cada propuesta de Katsuki en el dormitorio, ya fuera dormir juntos la siesta, tener sexo sobre su escritorio, o en una memorable ocasión, escabullirse al ofuro y compartir entre los dos un espacio pensado para uno.

Y era... divertido. La doble vida. Tener un sitio dónde retirarse la máscara de matón. Tener a su lado a alguien que conocía realmente al verdadero Katsuki Bakugou, alguien que pudiera llamarlo Kacchan porque era ese el papel que representaba, la inocencia no perdida bajo sus propias manos.

Confiado de sí mismo y de lo que tenía con Izuku, Katsuki había tenido un abrupto estrellón  cuando casi al final de aquellas idílicas vacaciones de verano Deku le preguntó qué eran.

—¿Somos... algo más que amigos? —Había iniciado su diálogo, sentado a los pies de la cama y mientras se volvía a vestir porque los padres de Katsuki no tardarían en llegar y éste quería sacarlo de la casa antes de que Mitsuki lo viera o insistiría en invitarlo a cenar.

—Pf, pero si ni siquiera somos amigos para empezar... —Con una crueldad que era ya como una segunda naturaleza para él, Katsuki no había medido sus palabras.

De espaldas en la cama y con las manos entrelazadas tras su cabeza, había ignorado el estremecimiento en los hombros de Izuku y lo elaborado de su respiración al ponerse la camiseta. También el modo en el que le ocultó el rostro, y que al salir no se despidiera con su habitual “nos vemos más tarde, Kacchan” que era siempre una promesa de más.

Sólo meses después reconocería Katsuki el daño que su indiferencia había propiciado en ambos, porque subsecuente a esa visita, Izuku cada vez pasó menos y menos tiempo a su lado. El acoso en la escuela continuó, pero Izuku dejó de esperar por Katsuki después del kendo. El maltrato se mantuvo, pero los Kacchan a media voz se detuvieron. Las estaciones transcurrieron, y la presencia de Izuku en la vida de Katsuki se volvió un recuerdo doloroso porque era como ver una fotografía desdibujada por el tiempo. Estaban en la misma clase, asientos contiguos gracias al orden de su apellido, pero eran virtuales desconocidos que apenas si se dirigían la palabra, y al menos en el caso de Katsuki, sólo con insultos.

La rotura final entre ambos había acontecido antes de finalizar las vacaciones de invierno. De vuelta en su dormitorio, Izuku había pasado a dejar unas cuantas pertenencias de Katsuki a su casa. Apenas una caja con unos cuantos mangas, unos discos, una bufanda y no mucho más. Impaciente, Katsuki había hecho subir a Izuku hasta su dormitorio, y después de tantos meses de ausencia lo había metido con él a la cama. En la urgencia del momento, Katsuki bien habría podido forzarlo, pero no se puede obligar a quien por su cuenta usa sus manos y dientes para demostrar que está conforme con el trato rudo.

El sexo fue incluso mejor que en ocasiones pasadas, y al compartir su orgasmo, Katsuki consideró que era así como deberían de ser las cosas entre ellos. Ni más ni menos así, con Izuku abrazado a su pecho y proveyéndole un espacio privilegiado en su cuello para besar.

—Se está haciendo tarde... —Había dicho Izuku, por una vez no haciéndose el remolón cuando Katsuki le indicara que era hora de marcharse.

Eso era lo usual: Katsuki quien lo pateaba fuera de la cama porque sus padres no tardarían en llegar, a Izuku resistiéndose a moverse de donde estaba. El cambio no era en nada agradable.

—¿Por qué no...? —Consiguió Katsuki articular, pero no pasó de ahí, e Izuku apartó las mantas y se alejó gateando a los pies de la cama.

Hacía frío. Había nevado. Y Katsuki se vio tentado de ofrecerle un par de guantes, pero no lo hizo.

—He decidido entrar a U.A.

—¿Qué?

—No lo mencioné antes porque no creí que te importaría. —Una pausa—. No lo hace, ¿verdad? Era de esperarse... No sé por qué por una vez esperé algo distinto de ti.

Silencio. Y quién sabe, tal vez de haber abierto la boca, de haber forzado cualquier interacción más, Izuku habría tenido una excusa para volver a visitarlo... Pero en su lugar, Katsuki permaneció quieto en su cama, aturdido ante su propia cobardía y deseo de autopreservación. Izuku terminó de vestirse, y tras frotarse las manos entre sí y exhalar en ellas para darse calor, se había acercado a la cabecera de Katsuki para darle un último beso.

Último en muchos sentidos, que Katsuki recibió con una fingida muestra de desagrado. Ah, de haber sabido que era el último... Quizá lo habría atesorado mejor.

Pero claro, entonces no habría tiempo para arrepentimientos. Porque Izuku había dicho adiós con la mano en la perilla y mirado a Katsuki por encima de su hombro, y éste lo había comprendido con demora.

—Izuk-... ¡Espera! —Pero ya era demasiado tarde.

 

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