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Harry Potters’ One Shot por Liss83

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Notas del capitulo:

(Gellert Grindelwald / Albus Dumbledore)

Ya habían pasado varios años desde la muerte de Ariana. Gellert Grindelwald se había ido del Valle de Godric dejándolo atrás como jamás hubiesen sido amigos. Él había se había mudado a Hogwarts, aceptando el puesto de profesor de transformaciones y luego de Defensa Contra las Artes Oscuras, a la par que luchaba con el creciente poder de Grindelwald, quien soñaba conseguir las reliquias de la muerte, para dominar al mundo mágico, e incluso el muggle

En algún momento Albus había pensado en detenerlo, pelear contra su ex compañero de ideales, pero opto porque los aurores se hicieran y él se concentró en su vida como profesor de bajo perfil y su relación con otra  profesora, Minerva McGonagall, con quien llevaba un año viviendo públicamente como pareja. Ese verano lo pasarían juntos, en donde planeaba proponerle matrimonio

 

 

 

Ese día en particular había llegado temprano con un ramo de rosas y una pequeña cajita de terciopelo en el bolsillo de su túnica. Era su aniversario. Preparo la cena y puso la mesa. Minerva había ido a ver algunas cosas al ministerio y no debía tardar. Miro el reloj nervioso. Hacía semanas que había una ola de ataques sexuales a mujeres y hombres indistintamente, pero se relajó y sonrió, Minerva era una duelista extraordinaria. Reviso la mesa y se dio cuenta que le falto el queso que tanto le gustaba a su futura prometida

El supermercado estaba a pocas cuadras pero aun así tomo un atajo, que era un callejón oscuro, debía volver antes que Minerva. Escucho un ruido detrás de él pero no tuvo tiempo suficiente de girar, cuando todo se volvió negro.

 

 

 

Lo primero que escucho al volver en si fue un sollozo ahogado. Busco a su alrededor y de inmediato reconoció el lugar. No podía ser. ¡Era su habitación! ¿Cómo había llegado ahí? Entonces todas sus alarmas gritaron una sola palabra. Minerva. Sus lágrimas cayeron sin control

 

 

 

-          ¿Estas cómodo cariño? – pregunto una voz detrás de ellos. La conocía.

-          No lo haga por favor – suplicó Minerva sollozando – él no es como usted se imagina – y Albus se concentró en el hombre desnudo que subía a la cama

-          Relájate cariño, solo disfruta – dijo con una sonrisa maquiavélica – como tantas veces lo hicimos antes

-          ¡Gellert! – dijo sorprendido intentando alejarse, pero fue cuando percibió que estaba desnudo amarrado a la cama – suéltame en este momento

-          Primero – dijo este amordazando a la mujer – vamos a recordar viejos tiempos.

-           Aléjate de mí – exigió Albus forcejando mientras Gellert empezaba a besarle el cuello mientras lo obligaba a rodearle la cintura con ambas piernas – Suéltame

-          Ya sé porque no quisiste irte conmigo – le susurro Gellert al oído – tranquilo. Yo nunca te rechazaría por eso – y un dedo húmedo se coló entre sus glúteos y segundo después varios le siguieron hasta llegar a los cuatro dedos –. Sigues igual de elástico

-          Suéltame ahora – forcejeaba Albus – no quiero. Suéltame

-          Si no me equivoque en las cuentas – le susurro Gellert – estas en lo más alto de tus… días fértiles – y la realidad cayó sobre Albus igual que un balde de agua helada – ¿Creías que no conocía tu pequeño secreto? Imagínate. Un hijo tuyo y mío. O mejor aún. Un ejército que nos ayudara a conquistar el mundo entero, y someter a los imbéciles muggles

-          No lo hagas – suplicaba Albus gritando en medio de un llanto desgarrador – suéltame. No lo hagas.

-          ¡Gellert! ¡Albus! – fueron los gritos de Minerva y su pareja que retumbaron en la habitación

 

 

 

Gellert se vestía con una sonrisa triunfal en los labios, mientras Albus lloraba envuelto en las sabanas y hecho un ovillo en la cama. Minerva lloraba en silencio con los ojos cerrados

 

 

 

-          Veo que me extrañaste – dijo Gellert –. Dime Albus, si tanto querías llamar mi atención ¿Por qué acostarte con una mujer? ¿Es por qué te dan tanto asco?

-          Sal de aquí – susurro Albus cerrando los ojos

-          ¿Ya recordaste quien eres y a quien le perteneces? – dijo Gellert

-          ¡Lárgate! – grito Albus en medio del llanto

-          Disfruta tus últimas semanas con tu… juguete – dijo Gellert mirando a Minerva con desprecio –. Ya sabes dónde encontrarme cuando te confirmen la noticia – y salió del lugar

-          Minerva – susurro Albus y como pudo se arrastró hasta donde esta estaba para abrazarla y juntos llorar

 

 

 

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Minerva McGonagall miraba por la ventana de su habitación. No lloraría. Seria fuerte. No permitiría que la viese derrotada. La puerta del baño se abrió. Albus salió cabizbajo y se sentó en la cama

 

 

 

-          Dio positivo – dijo el hombre y Minerva cerro los ojos sin volcar hacia él – Minerva…

-          No tienes que explicarme nada – interrumpió dijo  la mujer

-          Perdóname – suplico Albus –, yo no quería… Yo te amo

-          Amor… – dijo Minerva –, tú no tienes idea que es eso. El amor no miente. No engaña. No da esperanzas y luego te las arranca

-          Por favor, escúchame – suplico Albus pero Minerva solo siguió mirando por el horizonte –. Le enviare una lechuza y conociéndolo, hoy mismo vendrá por nosotros. No te preocupes. No volverás a saber de mi – al no recibir respuesta se encamino hacia la puerta

-          No sabes el asco que me das – dijo ella –. No eres hombre… No eres mujer… eres un – y lo miro  de pies a cabeza pero Albus salió de la habitación

 

 

 

Al sentir que había quedado sola, por fin pudo exhalar tranquila.  La vida empezaba a sonreírle. No había sido nada fácil fingir que estaba enamorada de ese patético fenómeno. ¡Un hombre embarazado! Qué asco. Aunque ver como Gellert lo violaba una, y otra, y otra vez había sido sumamente excitante. Aun recordaba cómo había corrido a ese callejón de magos y brujas de la calle, y se había desahogado en esa pelirroja. Quien diría que violar a alguien fuese tan…, aunque hubiese tenido que pagar por ella. Al menos Gellert había pagado muy bien todos estos años por mantener a Albus con las piernas bien cerradas para alguien que no fuera él.

La lechuza entro por la ventana. Tomo la carta y la leyó. El marido de Porpentina Goldstein había salido de viaje y ella sonrió maliciosamente. Tenía que empezar a escalar en sociedad mágica ahora que por fin se había deshecho de Dumbledore, y que mejor que en la cama de esa diosa del sexo

 

 

 

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La fotografía de la portada de Corazón De Brujas no dejaba lugar a duda. La dejo sobre la mesita de noche y apretó lo labios. No podía exteriorizar sus sentimientos. Se acarició el vientre abultado y rogo porque a diferencia de él, Minerva si fuera feliz en su matrimonio.

 

 

 

-          Papi – dijo Rigel, una preciosa pequeña de pelo castaño rojizo de unos cuatro años

-          Mi amor – dijo Albus secándose las lágrimas de manera disimulada – ¿Qué pasa?

-          Percival me jalo el cabello – dijo Rigel

-          Es mentira – dijo Percival

-          Yo no miento – dijo Rigel – tengo cuatro años. Ya soy toda una señorita. Pregúntale a Ariana

-          Tiene siete, también es una niña – dijo Percival

-          Hablo el adulto – dijo Ariana

-          Te recuerdo que Percival y yo tenemos nueve años – dijo Izaro – a tu lado por supuesto que somos adultos

-          Papi – dijo la hermosa Denebola de seis añitos – Garnet y Leda están llorando

-          Tienen dos años – dijo Percival – todo lo que hacen es llorar

-          Ya basta – dijo Albus – me están mareando

-          Entonces atiéndelos rápido – dijo Gellert entrando con dos pequeños gemelos en los brazos

-          Me es un tanto incomodo con una barriga de seis meses, si no lo has notado – dijo Albus con voz filosa y tomando a los gemelos en brazos – vamos niños

-          Albus – dijo Gellert una vez los niños se habían adelantado – hazlos dormir rápido. Te espero en la cama. Perseo – dijo acariciándole el vientre – cuida bien a papi

-          Estoy cansado Gellert – dijo este – los niños no me dan tregua. Si no me drenaras tanta magia, dejándome solo lo suficiente para cuidar la casa y los niños…

-          Tranquilo cariño – dijo Gellert con voz sedosa, esa a la que Albus tanto le temía – además todo es tu culpa por no haberme obedecido todos esos años. Ahora date prisa – ordeno acercándose y acariciándole la entrepierna disimuladamente – tengo… hambre

-          Los niños me esperan – dijo Albus y salió de prisa

 

 

 

Definitivamente nunca se cansaría de poner a sus hijos en el vientre del gran Albus Dumbledore y humillarlo por haber intentado dejarlo por una mujer

 

 


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