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Sasuke card captor por shiki1221

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Cap 11: El sueño de un payaso

 

Los ojos aguamarina se abrieron repentinamente. Gaara se sentó en la cama y observó desorientado a su alrededor. Lo último que recordaba era estar en la habitación de Sai hablando con Uzumaki. Su expresión se tornó preocupada al ir acomodando sus últimos recuerdos. Su mago había partido junto al rubio a enfrentarse a una carta enloquecida y posiblemente a aquellas sombras. Y él no fue. Era el peor momento para encontrarse indispuesto. Apretó los labios y se dispuso levantarse para ir en busca de Sasuke. Se detuvo al sentir su mano repentinamente sujetada por otra. Una pálida y bastante fría a su parecer. El dueño de la misma ni siquiera se molestó en despegar la mirada de su, al parecer, muy interesante lectura. El pelirrojo no pudo evitar sentir las mejillas levemente calientes al darse cuenta de la situación en la que estaba.

—Sai —llamó con seriedad elevando su brazo para exhibir como lo tenía sujeto—. ¿Por qué estás sujetando mi mano? ―preguntó controlándose para ocultar el pudor.

—¿Por qué no lo haría? ―cuestionó el azabache cerrando su libro para prestar atención completa al otro.

—No te hagas el gracioso conmigo ―ordenó Gaara gruñéndole por aquella cara que parecía burlarse de su persona.

—Estabas desmayado ―respondió sin darle demasiadas vueltas al asunto―. Luego de hablar con Naruto-kun, te desvaneciste así que te dejé en mi cuarto ―explicó antes de sujetar la mano del guardián y besarla como si de un caballero se tratara―. De nada ―comentó con burla.

—¡¿Qué?! —exclamó levantándose con prisas—. ¡Debiste llevarme a mi departamento, idiota! ―regañó con las cejas juntas mientras buscaba sus pertenencias.

—¿Yo? ―cuestionó la reencarnación de Clown señalándose a sí mismo―. Un delgado, delicado y sexy morenazo como yo, ¿cargando el doble de su peso? ¿Quieres provocarme una hernia?  ―bromeó pasándole en mano su billetera. La cual había guardado en el cajón de la mesa de noche junto a las llaves.

—Tienes magia ―le recordó sujetando sus pertenencias mientras hacía una corta reverencia en muestra de gratitud.

—No la uso para mi beneficio personal ―contestó con simpleza.

Los ojos claros se quedaron unos instantes fijos en el moreno. Era cierto que nunca lo había visto usar magia para hacerse de millonario o molestar personas que se metían con él. Algunos bravucones que lo insultaban podrían haber terminado convertidos en sapos si Sai así se lo propusiese. En parte, envidiaba mucho ese autocontrol del otro. Gaara se criticaba a sí mismo no ser capaz de controlar su propia ira. Cuando perdía el control sucedían tragedias como la de su familia. Si hubiera poseído esa templanza que mostraba Sai, los resultados hubieran sido muy diferentes. Estaba a punto de dedicarle unas palabras de halago cuando algo llamó su atención. En la misma habitación donde estaba la cama había un escritorio con varios muñecos de felpa. Tenían cabello puntiagudo y rojo, velas rojas a su alrededor y algunas fotos suyas, tomadas sin su conocimiento.

—Esos muñecos de mí... ―señaló con el dedo índice. Al demonio eso de que no usaba magia para beneficio propio, ¡le estaba haciendo brujería!

—No uso la magia blanca para beneficio personal ―repitió con una falsa y algo traviesa sonrisa―. Por otro lado... Los amarres son magia negra, prohibida y cara.

—Más te vale no asesinar ningún pollo o cabra por mí ―advirtió sabiendo lo inútil que sería intentar meterle algo de sentido común a ese tipo.

—¿Estás bromeando? ―preguntó Sai casi a gritos cambiando su expresión a una indignada―. Conseguir una cabra sale carísimo, más de lo que mi cartera puede soportar.

―Como me llegue a enterar que me hiciste algún hechizo loco o raro… ―dijo Gaara sujetando al moreno para atraerlo hacia sí mismo buscando infundirle miedo con su amenaza.

―¡Me gustas cuando te pones agresivo! ―exclamó ignorando totalmente las palabras del guardián―. ¿Quieres ponerte salvaje? ¿Aquí? En mi cuarto, con mi cama cerca ―le recordó moviendo la cabeza para hacerle notar ese detalle―. Tengo condones listos… ―canturreó.

―¡Eres imposible! ―gritó soltándolo antes de salir de aquel sitio. Sin embargo, al llegar a la puerta se detuvo un momento y sin voltearse prosiguió―. Aun así… Te agradezco haber cuidado de mí ―habló antes de salir de su habitación.

El guardián se apresuró a salir para no darle tiempo a responder. Lo último que quería era que sus palabras fueran usadas para algo perverso u obsceno como solía suceder. Recorrió la casa sin problemas hasta salir al patio, fue allí cuando notó la hora. Se había hecho de noche. ¿Tantas horas estuvo dormido? Pensó en ir a preguntarles a Sasuke y Naruto como les fue con la carta lluvia, ―se negaba a volver donde Sai―, pero a esas horas. Se golpeó la frente con la palma de la mano por no preguntar a la reencarnación de Clown en vez de distraerse. Empero, ver muñecos con su apariencia y fotos espantarían a cualquiera. “Supongo que si les hubiera sucedido algo me lo habría dicho, ¿verdad?”. Pensó aun indeciso de si ir a la casa de sus amigos o regresar a su departamento y esperar a verlos en la escuela. Eran pasadas la medianoche, por lo cual ajeno a los debates internos del pelirrojo, los otros dos ya se encontraban en el mundo de los sueños…

 

Pasen, pasen damas y señoritas ―gritó un joven azabache mirando a su alrededor.

El adolescente en cuestión vestía unos pantalones de cuero y una camisa blanca ancha. Una ropa muy inusual para alguien en pleno Japón feudal. Probablemente se trataba de un extranjero trayendo algún acto itinerante. Cosa que resultaba llamativo a la vista y captaba de inmediato la curiosidad de quienes caminaban por aquellas calles. Los hombres vestidos en sus tradicionales yukatas y las mujeres con bellos kimonos se acercaban atraídos por la animosa voz del chico. De la nada hizo aparecer en su mano una rosa delante de los ojos de todos. A paso firme caminó hasta una joven de cabellos castaños y se la regaló mostrando su mejor sonrisa galante. En un chasquido de dedos hizo aparecer en su mano un sombrero de copa, el cual lanzó al aire dejándolo caer directamente sobre su cabeza.

―Mi nombres es Uchiha Sasuke ―se presentó haciendo una reverencia―. He nacido en este bello país, pero fui criado en tierras lejanas donde aprendí los misterios del mundo ―afirmó mostrando el interior de su sombrero de copa del cual salieron volando múltiples palomas.

Las personas veían maravilladas los trucos del simpático chico. Él les regalaba una animada sonrisa mientras daba vueltas mostrando diversos trucos con sus palomas. Las hacía volar de manera sincronizada usando sus dedos para indicarles hacia donde ir. Formaban figuras sencillas en el aire mientras revoloteaban a su alrededor. Un fuerte aleteo hizo caer varias plumas alrededor del cuerpo del mago y una ventisca rodeó su cuerpo haciendo que las plumas impidieran ver claramente al azabache. En cuestión de un parpadeo desapareció de ese lugar para hacerse presente en medio de la multitud. Sonrió divertido cuando notó la sorpresa de su público de tenerlo allí. Nadie se dio cuenta del momento en el cual logró ubicarse allí sin ser visto. Los aplausos no se hicieron esperar y varios le brindaron gustosamente unas monedas por el espectáculo.

―Eres un charlatán ―dijo un chico rubio parándose delante del mago.

―¿Disculpa? ―preguntó Uchiha alzando la mirada para verlo de frente―. Mi magia es real ―aseguró ofendido de semejante afirmación.

―La magia no es real, sólo haces unos trucos tontos para engañar a los ingenuos ―explicó el joven cruzado de brazos.

―¿Quién te crees que eres para decirme eso? ―interrogó el moreno mirándolo cada vez más enojado.

―Uzumaki Menma ―se presentó orgulloso antes de torcer el gesto de manera socarrona―. ¿Y tú eres…?

―¡¿Qué?! ―exclamó mientras se movía mostrando un enorme letrero en el cual pintó su nombre para sus actos―. ¿Acaso no ves mis actos y osas criticarlos? ―cuestionó creyendo ridículo ser acusado de farsante cuando ni su nombre se sabía―. Lo digo en cada presentación. Soy Uchiha Sasuke, el payaso ilusionista ―se presentó.

―Yo creo que sólo eres un payaso ―se burló el otro antes de darse la vuelta.

―Bastardo ―gruñó el azabache con un leve tic en el ojo al darse cuenta de que perdía el tiempo con ese sujeto―. Y me decía a mí charlatán ―se quejó al ver una carta del tarot en el suelo. Supuso que se le cayó al otro durante su discusión.

Y esa no fue la única vez que se vieron. Durante los días siguientes el rubio asistía a cada función del otro sólo a mirar y a comentar alguna que otra cosa acerca de unas cartas del tarot robadas. Sasuke no se las había robado, pero se negaba a devolverlas si no se disculpaba por sus comentarios. En cada función iba a verlo y siempre quedaba una carta olvidada. En una ocasión consiguió ver el momento en el cual se le cayó, pero guardó silencio. Tuvo la intención de avisarle que se le estaba quedando, mas cuando volvió a soltarle aquel molesto mote, se calló. No le gustaba que le estuviera remarcando ser un payaso. Él no le veía nada de malo a ser uno y Menma no tenía derecho a decirle en ese tono lo que era. Sin embargo, tenerlo todo el tiempo rondando y dejándose sus cartas lo llegó a hartar. Así que un día se tomó la molestia de buscar por toda la ciudad los puestos de adivinación. Encontró algunos, pero en ellos no se encontraba Menma, así que pidió indicaciones para llegar a él.

―¡Oye! ―llamó Sasuke acercándose a un puesto de adivinación con el apellido del otro―. ¡Chico aburrido! ¡Estreñido! ¡Idiota arruina funciones! ―insultó esperando que le atendiera.

―¿Buscas a Menma-chan? ―preguntó una mujer pelirroja regalándole una amable sonrisa mientras salía de la casa.

―Oh ―exclamó el joven de ojos negros sonrojándose por la vergüenza―. Disculpe, hermosa dama ―se apresuró a decir mientras besaba el dorso de su mano gentilmente―. No era mi intención que una joven como usted oyera semejante vocabulario.

―¡Aléjate de mi madre! ―ordenó Menma apareciendo desde atrás de la mujer para darle un fuerte golpe en la morena cabeza.

―Ten más cuidado, querido ―pidió la fémina mirándolo serio―. Podría convertirse en tu padrastro ttebanne.

―¡¿Padrastro?! ―gritaron horrorizados los menores.

―Soy muy joven para hacerme cargo de este maleducado ―señaló Sasuke mientras lo apuntaba con el dedo índice―. Aunque si lo pienso bien podría castigarle por ser un entrometido en asuntos ajenos ―meditó dudando un poco―. ¿Qué hacer? Si me casara miles de chicas morirían de pena. Esta belleza es toda una maldición ―dramatizó recibiendo un pellizco en la mejilla por parte del rubio.

―Bromeo, bromeo ―confesó la mayor mientras reía a carcajadas―. Me disculpo por jugar contigo. Mi nombre es Uzumaki Kushina, soy la madre de Menma-chan.

La pelirroja invitó al recién llegado a pasar con un gesto de la mano de la mano. El joven de los ojos oscuros miraba curioso ese lugar. No había notado que sólo la parte del frente estaba dedicada a ser una “casa de adivinación”. Detrás de la misma se encontraba una casa tradicional japonesa. Le pareció curioso el estilo de oráculo que habían elegido para el frente. Aun así no le tomó importancia creyendo que al igual que él, ellos eran extranjeros. Lo cual podría explicar el color del cabello de ambos tan atípico en Japón. Llegó hasta una especie de sala donde había una carta en medio de la mesa. Según contó, tenía cincuenta y un cartas de tarot, prueba de que Menma había asistido a esa cantidad de funciones suyas. Levantó la carta entre sus dedos viéndola curioso. Era una carta con un arlequín en ella. Trató de hacer memoria de si esa carta pertenecía al tarot. Él no era afín a cosas de la adivinación, por lo cual ni siquiera se había fijado bien en cada carta. Sacó de su bolsillo las demás cartas y las juntó.

―Ten tus cartas ―dijo Sasuke dándoselas al rubio en la mano―. Deja de hacerte publicidad en MIS actos ―ordenó con el ceño fruncido.

―¿Un payaso? ―preguntó mirando las cartas topándose con la última que levantó Uchiha.

―Sí ―comentó con extrañeza el azabache―. No tengo idea porqué tienes una carta tan tonta en tu mazo de las estafas, pero yo creo que…

―¡Eres tú! ―exclamó Kushina al ver la carta junto a su hijo, dejando al recién llegado desconcertado.

―Esto… lo digo en cada acto, soy el payaso ilusionista ―comentó aclarando lo obvio.

―No, tonto ―regañó el rubio sujetando la mano del otro―. Tú eres esta carta ―afirmó mirándolo seriamente.

―Ya te devolví tus cartas, así que creo que yo mejor me voy de aquí ―habló mientras retrocedía lentamente siendo detenido por las manos de Kushina en sus hombros.

―¿Por qué no te sientas? ―preguntó amablemente, pero su sonrisa no estaba dándole buena espina―. Enseguida te explicaremos todo ttebanne ―aseguró presionando sus dedos en los hombros del otro.

―Escúchame bien ―dijo Menma llamando su atención―. Tú y yo estamos destinados ―declaró con seriedad.

No obstante, el azabache sacó de su bolsillo un pequeño papel y lápiz. Comenzó a escribir ante la mirada extrañada de los otros dos. Lejos de ponerse serio o impaciente, se sentó a la mesa para apoyar el papel y escribir con mayor claridad. Curiosos los Uzumaki se acercaron a leer lo que estaba tan apurado en anotar. Se trataba de la frase que el blondo acababa de decirle. Había una larga lista de frases románticas antes que esa. El joven de ojos azules gruñó antes de sujetarlo por el cuello de su ropa y reclamarle por su descortesía.

―¿Qué se supone que estás haciendo? ―interrogó intentando no perder los papeles.

―Eso que dijiste es una gran frase para conseguir chicas ―respondió el azabache con una sonrisa pícara―. Claro que jamás te funcionaría conmigo, pero puedo usarla en mis actos ―confesó entre gestos coquetos―. No me molestaría si una linda dama me acosara o si lo hiciera tu linda madre ―comentó guiñándole el ojo a la susodicha.

―¡Deja de una vez a mi madre, depravado! ―ordenó Uzumaki sacudiéndolo como si así pudiera tirarle esas ideas tontas.

―Además soy sacerdotisa, no podría tener nada contigo, pequeño ―aclaró Kushina tomándose a bromas las frases del menor.

―Pero si tiene un hijo ―dijo Uchiha mostrándose confundido―. Uno bastante feo, malhumorado, agresivo y maleducado. Seguro es adoptado ―habló con una sonrisa divertida para molestar al otro―. Es imposible que una mujer como usted tuviera esta cosa.

―Lamento decepcionarte ―replicó Menma con sarcasmo―, pero tendrás que acostumbrarte porque tú y yo tenemos un destino que cumplir.

―Mi único destino, propósito y razón de vivir es robar sonrisas de las personas ―declaró Sasuke con firmeza y una seriedad no mostrada antes―. Por eso soy un payaso itinerante. Haré felices a las personas.

―Renuncia a eso ―ordenó con molestia―. No llegarás a ningún sitio con esas tonterías.

―¿Así? ―cuestionó Uchiha mirándolo con desprecio―. ¿Y cuál es ese tan grandioso destino que nos espera juntos?

―Nuestro destino es…

 

―¡Despierta! ―gritó el card captor mientras le daba un golpe en la cabeza a Naruto usando el báculo mágico.

―¡¿Qué demonios sucede contigo, Teme?! ―gritó Uzumaki viendo al moreno y al otro guardián en su habitación.

―Fuiste atacado por la carta “Sueño” ―explicó Gaara señalando la mano del card captor donde estaba la carta sellada.

―Así es ―secundó Sasuke acercándose a revisar a su mejor amigo―. Esta carta estaba infectada por las sombras. Aparentemente me puso a dormir al igual que a ti.

―Por suerte yo fui a ver a Sasuke y noté la presencia de la carta ―explicó el pelirrojo.

Mas, sin saberlo Uchiha había tenido el mismo sueño que el guardián de cabellos dorados. No entendía por qué se vio a sí mismo como un payaso. Uno muy triste cabía agregar. Durante todo aquel sueño se sentía triste y solo. Hasta que se topó con ese tal “Menma”. Recordaba el nombre al haberlo oído de parte de la carta Charasuke cuando estuvo junto al demonio. Empero, ese sueño lo desconcertaba mucho. Un demonio y una carta no podían ser las mismas personas de su sueño. Carecía completamente de lógica, así que se lo atribuyó a una jugarreta de la carta. Al fin y al cabo los sueños no siempre tenían un significado profundo o lógico. Podían tratarse de simples tonterías al azar para distraerlos. Con la carta sellada no había porqué seguir dándole vueltas al asunto. Al siguiente día le contarían a Sai de lo sucedido, pero la reencarnación de Clown no necesitaba de sus explicaciones…

―¿No te cansas de intervenir en la vida de los demás? ―preguntó Charasuke sentado en el escritorio de Sai.

―Tú no tienes derecho a reclamarme cuando tienes una marca hecha por Itachi ―respondió Sai sonriendo falsamente.

―Yo no la pedí ―dijo chasqueando la lengua con molestia―. Además esto no significa nada. No es como si fuera a darle algún beneficio.

―Mentiroso ―acusó la reencarnación de Clown mirándolo con condescendencia―. Le estás dando un beneficio al permitirle recolectar las cartas.

―Es lo justo, él también lleva la sangre del mago Clown ―aseguró viendo con molestia la bola de cristal en la mesa de Sai.

Si había algo que fastidiaba a Charasuke era la mención del “destino”. Esa maldita palabra los había condenado a Menma y a Kushina en el pasado y no permitiría que nadie volviera a pasar por eso. Maldijo al moreno de la falsa sonrisa por su descaro al usar a la carta sueño para forzar los sentimientos de Naruto y Sasuke. El día que conoció a su amante era sagrado. Había intentado ocultar lo mucho que lo alteraba ver nuevamente el momento donde fueron atados. Una estúpida profecía y una frase de parte del otro los dejó unidos. Tendría que meter mano si quería separar al card captor de aquel rubio. Una unión entre ellos sólo volvería a llamar al desastre como le sucedió a él.

―Tú y yo sabemos las reglas ―le recordó Sai mirándolo con molestia―. Itachi las ha roto desde lo de su guardián.

―Sólo estoy cumpliendo mi rol ―replicó mostrándose seguro pese a saber que sus palabras eran una vil mentira.

―Tú rol no incluye andar divulgando secretos ajenos ―acusó el azabache parándose de su silla para acercarse al otro.

―No tengo idea de que me estás hablando ―mintió con una sonrisa burlesca―. Yo no he dicho nada, me he mantenido imparcial.

―Si fueras imparcial Itachi ni siquiera sería candidato a sucesor, pero lo mantienes allí por la culpa ―explicó Sai desafiando al otro con la mirada.

―¡No es culpa! ―defendió Charasuke enojado por tal acusación.

―Sólo estás prolongando lo inevitable. Terminarás haciéndote más daño ―advirtió la reencarnación del mago Clown mirándolo con pena y lástima.

Charasuke apretó los puños con indecisión por aquella verdad. Sabía lo que tenía que suceder, pero quería evitarlo con todas sus fuerzas. Las palabras de Itachi le habían traído esperanzas y aquellas promesas no hacían más que alimentar un deseo que iba contra su razón de existir. ¿Tenía derecho a soñar? Una existencia indigna de ser como él, podía anhelar algo que jamás se le permitiría. Sólo quería una cosa en la vida. Mas el precio era alto y la poca cordura de la que disponía pedía no dejarse endulzar el oído. Su corazón sangraba por su gran amor prohibido. Sai juraba insistentemente que había forma de solucionarlo, pero no le creía. Demasiadas veces se falló. Era de sabios saber cuándo bajar los brazos. Mientras Charasuke seguía en sus cavilaciones, el otro azabache se le acercó y colocó sus manos en los hombros contrarios.

―Por una vez. Permítete ser feliz ―pidió la reencarnación de Clown mirándolo con lástima.

―Yo no lo sé… ―respondió dudoso.

―No tiene caso que sigas peleando una guerra que ya no te corresponde. Tú simplemente podrías dejar que todo siga su curso natural.

La carta había dejado que el cabello cubriera sus ojos, no tenía el valor de mirar al otro de frente. Debió darle la razón en sus, tan acertadas, palabras. Él se movió más que nada por un sentido de remordimiento. Para aliviar su ennegrecida consciencia. Sólo quería lavarse la sangre de los Uchiha de sus manos. Sus juicios siempre terminaban en catástrofes. ¿Su manera de juzgar estaba mal? El mago Clown le encomendó la tarea de seleccionar al sucesor, pero todo lo que había conseguido hasta el momento era asesinar al pobre iluso que osara desafiarlo.

―No puedes dejar las cosas así ―interrumpió Menma en su forma de zorrito negro.

―¿Qué haces tú aquí? ―interrogó con fastidio Sai al ver a ese animal dentro de su propiedad y más grave, metiendo sus narices donde no le concernía.

―Yo siempre estoy al lado de Charasuke ―respondió de manera altanera erizando levemente su pelaje―. Para encargarme de personas como tú.

―Eres una molestia, pequeño demonio ―insultó Sai separándose de la carta previendo su reacción.

―¿Algún problema con eso? ―interrogó Charasuke apareciendo a espaldas del otro azabache colocando apenas su dedo índice en la columna del otro―. Sai ―completó su pregunta llamándolo por su nombre.

Es rápido”. Pensó algo preocupado Sai, si bien no le causó un daño directo sí estaba demostrándole algo: su poder para hacer lo que se le diera la gana. Si en un momento de locura o un arrebato decidía matarlo, ni siquiera tendría tiempo de defenderse. Así de temible le resultaba. Los ojos oscuros de la reencarnación de Clown buscaron al zorrito, viendo la clara burla en su mirar. Estaba seguro de que en su interior estaba celebrando prematuramente una victoria que no pensaba concederle.

―Ninguno ―respondió finalmente sonriendo con aquella falsedad característica suya.

―Entones nos vamos por ahora ―dijo Charasuke mientras el zorrito subía a su hombro―. Deja de meterte en los sueños ajenos, ni siquiera la magia puede controlar el corazón de una persona ―aconsejó antes de retirarse de ese lugar.

Al salir de la mansión de Sai el zorrito alzó su hocico hacia el cielo viendo las nubes negras. Estaba dejando de ser aquel amanecer de un día soleado que se pronosticó la noche anterior. Su bello amanecer con un destellante sol estaba opacado por unas espesas nubes presagiando tormenta. No pudo evitar mirar a Charasuke buscando leer sus sentimientos en esos momentos. Podía casi jurar que entendía los pensamientos cruzando su mente, pero confirmarlos era peor. Sin embargo, ni siquiera necesito preguntar nada, pues el otro habló de rompiendo el silencio entre ellos.

―Lo siento, Menma ―dijo el azabache mirando al cielo con tristeza―. Te fallé, lo hice hace tanto y de nuevo ahora.

―Te lo he repetido tantas veces ―suspiró al verlo angustiarse cada vez más―. Si tanta culpa sientes sólo muere de una vez.

―Eso desearía, pero… ―respondió tomando aire antes de mirarlo con una expresión más seria en su rostro, ocultando los rastros de desesperación―. Iría contra la voluntad de Clown. Para lo que fui creado, mi propósito, mi destino, todo perdería sentido.

―Entonces al menos deja de culparte por lo que sucedió ―pidió Menma mirándolo con la misma seriedad―. Yo te mentí aquella vez, rompí nuestra promesa.

―Al menos debería estar feliz de que no me traicionaras como lo hizo Itachi ―dijo con cierto sarcasmo y resentimiento guardado en sus palabras.

―Podría hacerlo ―le recordó con dureza haciéndole caer el peso de la realidad―. Soy un demonio, es lo que hacemos tomar ventaja de los corazones débiles.

―Yo te amo tanto que no me importaría ser devorado por uno.

―Eso es lo que más me preocupa de ti.

―Suena bastante irónico viniendo de alguien que me desea la muerte a cada momento.

―Si de verdad me amaras morirías de una buena vez.

―Yo moriré sólo cuando tú lo hagas, mientras sigas en este mundo yo también lo haré.

―Te acompañaré en la muerte misma si así lo deseas ―prometió con un gran cariño y devoción guardado en esas palabras.

―¿Crees que exageré con Sai?

―No ―negó moviendo la cabeza antes de fruncir un poco el ceño―. A mí también me molesto que ese idiota intentara forzar los sentimientos de Naruto por Sasuke y viceversa usando uno de nuestros recuerdos.

―Sai sólo cuenta con algunos fragmentos de la memoria del mago Clown ―explicó el azabache mirando hacia el cielo―. Irónicamente Sasuke no lleva ninguno consigo.

―Pero lleva la sangre de Clown hay ciertos hechizos y objetos que sólo él e Itachi podrán hacer. Incluso objetos como el báculo mágico jamás reaccionaran ante Sai.

―Eso convierte a Itachi en el más peligroso…

―Charasuke ―llamó Menma mirándolo  serio―. ¿Cuánto tiempo crees que tengamos antes de que se enteré de la verdad?

―Espero que tarde demasiado ―espetó con molestia―. No quiero perderte. No sé qué haría si vuelvo a quedarme solo

―Oye ―llamó el joven de ojos azules acercando su rostro al contrario―. Yo no puedo estar contigo para siempre, pero lo único eterno que puedo prometerte son mis sentimientos por ti.

―Los siglos te han ablandado mucho ―se burló sonriendo pese a las lágrimas que asomaban tímidamente en sus ojos―. Suenas bastante cursi.

―No desperdiciaría mi oportunidad a tu lado ―aseguró riendo por lo bajo.

―Hablando de oportunidades…

―Si vas a preguntar sobre ir a algún club de mala muerte olvídalo ―aclaró Menma soltando un bufido mientras se erizaba lentamente.

―Qué manera de arruinar tan bonito momento. Podría haber estado por pedirte una linda cita ―dijo Charasuke haciendo un puchero.

―¿Ibas a pedir eso?

―No, realmente no, pero me gusta las caras que haces cuando te agarro desprevenido ―dijo entre carcajadas Charasuke.

Para las personas en la calle el joven azabache iba hablando solo. Incluso varios lo evitaban al notarlo loco. Asumieron con rapidez que se trataba de alguien con algún tipo de padecimiento psicológico, por ello ni se molestaron en dirigirle la palabra. Dejaron que paseara con esa enorme y eufórica sonrisa que los hacia imaginar que estaba drogado o bajo los efectos de alguna sustancia ilegal. Lo que no sabían es que desde hacía mucho tiempo que no sonreía con una alegría tan autentica. Aunque estaba indignado de que usaron un recuerdo de él para manipular al card captor trajo consigo algo bueno. Poder ver nuevamente a Kushina. Aquella amable mujer que jamás olvidaría. Siguió su camino permitiéndose ser ignorante del peligro tan sólo por unos instantes. Desde lo alto de uno de aquellos edificios los observaba Itachi mientras chasqueaba la lengua con molestia.

 

CONTINUARÁ…

 


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