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Through the Fire and Flames por Dra-chan

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Notas del capitulo:

Uy, ¿alguien dijo que iban a ser 5 capítulos? Porque no se va a poder manos, esto se me fue de las manos y era un capítulo muy pinches largo que aún no termino, o hacer un capítulo más -ESPERO sólo sea un capítulo más- ¿meper donan?


No, ni yo me perdono.


OoC porque pues ya, meh morros, ya, ya quiero terminar este fic, send help plis, o mátenme alv....

26


El resto de la semana es ansiedad pura para Peter. Tiene años sin tener una cita y mucho menos con un hombre. O un ex cazador. O un Argent. Todo grita error por todos lados y aun así cree que es la mejor idea que ha tenido en años. No hay fundamentos y en general parece una estupidez, pero es una estupidez por la cual cree que vale la pena arriesgarse.


Claudia irá por Derek a la guardería cuando sea hora y Chris prometió pasar por Peter a su casa a las siete de la tarde. Peter sale de trabajar a las cinco así que tiene unas dos buenas horas para entrar en pánico y considerar cancelar, pero todas las veces se logra detener con éxito.


Conociendo a Chris no cree que sea algo demasiado formal, espera un restaurante donde puedan tener intimidad y charlar tranquilos así que Peter no varía mucho en su estilo de vestimenta. Una playera verde musgo en corte V, unos pantalones de color oscuro y una chaqueta también oscura porque todo él es oscuro y debería él también actualizar su armario.


Luego recuerda que Chris no es demasiado diferente a él, siempre cargando colores oscuros en su guardarropa y piensa en lo mucho que conectan ambos en pequeños detalles. Está tan concentrado mirándose en el espejo, buscando algún desperfecto que pega un brinco sobresaltado cuando el timbre de su casa suena. No esperaba que Chris subiera a buscarle, sino que le llamara o enviara un mensaje.


Abre la puerta, emocionado y da de nuevo gracias por el hecho que Chris no es un lobo y pueda escuchar cómo el corazón de Peter se saltó varios latidos al verle tan arrebatadoramente guapo. No hay mucha diferencia a su día a día, siendo sinceros, pero en ese momento cae en cuenta que están a punto de tener una cita y ¿cuándo se convirtió en una colegiala? Es patético, pero cree que merece ser un poco patético al respecto así que sólo sonríe bobamente al hombre frente a su puerta.


—Hola Chris —saluda estúpidamente, recargándose en el marco de su puerta como si se estuviera derritiendo.


—Hola Peter —responde Chris de la misma forma, igual de estúpido y encandilado porque cada que pone atención a los detalles de Peter lo encuentra más y más guapo.


Se quedan ahí sin decir nada más, sólo contemplándose como si fuera la primera vez hasta que un portazo a la lejanía rompe el hechizo.


—¿Nos vamos? —invita Chris después de carraspear, intentando borrar su bochorno.


—Sí, sí —Peter toma las llaves de su departamento y su cartera antes de cerrar la puerta y ambos dirigirse hasta el auto del ex cazador—. ¿A dónde iremos? —pregunta Peter porque lo que menos quiere es quedarse en un pesado silencio.


—Es una sorpresa —sonríe Chris al tiempo que abre la puerta del copiloto para dejar entrar a Peter.


—Caballeroso y misterioso —se burla sin malicia entrando al auto. Chris resopla intentando parecer indignado por el comentario, pero en realidad se está riendo—. Me gusta —dice Peter cuando la puerta se cierra y Chris no puede escucharle en lo que da la vuelta para ir del lado del conductor.


Chris ingresa al auto y enciende el motor, tomando camino incierto que, de igual forma, acelera el corazón de Peter.


27


Justo como Peter lo esperaba, Chris le lleva a un restaurante de ambiente bastante relajado, lo cual agradece enormemente. Poco le gustan a él los lugares demasiado lujosos o extravagantes, donde debes poner especial atención a la forma en la que comes o, peor aún, la comida parece ser servida en raciones tan pequeñas que al salir del lugar sólo piensas en atascarte con una hamburguesa, sin hablar ya de los precios elevados.


Todas las mesas del lugar están bastante apartadas las unas de las otras, dando mucha más intimidad a los comensales para tener sus charlas sin preocuparse de oídos ajenos. No es que con Peter eso funcione, pero en general no le interesa meter sus narices en temas ajenos.


Piden un par de cervezas y ambos caen ante el encanto de un buen corte de carne recomendado como uno de los mejores por parte del mesero.


Cuando al fin se encuentran solos, ninguno sabe exactamente qué decir.


—Nunca había venido a este lugar —comenta Peter, intentando comenzar una charla y no dejar que el silencio se extienda más.


—Vine un par de veces… en el pasado —se corta por unos segundos, cuidando sus palabras—. Me agrada la comida y el ambiente.


Peter le regala una sonrisa tranquila cuando Chris se revuelve incómodo en su lugar.


—No me molesta que hables del tiempo que pasaste con tu familia o… ya sabes, con tu esposa.


—Ex esposa —agrega rápidamente Chris, como si ese detalle fuera de vital importancia.


—Sí, tu ex esposa —concede Peter—. Deberíamos… no sé… ¿dejar eso en claro? El día de hoy hablar con más naturalidad al respecto. Dejar atrás el pasado no significa pensar que no pasó. Y tampoco me molesta que me traigas a los mismos lugares que la traías a ella.


Es nuevamente donde Peter agradece que Chris no sea un lobo y pueda oler o escuchar sus mentiras. Claro que le molesta, pero es molestia por la mera existencia de la mujer. Por otro lado, piensa, es una buena oportunidad para reescribir los recuerdos y hacerlos mejores.


—No la traía —comenta Chris—, de hecho, fue aquí donde nuestros padres nos dijeron que nos debíamos casar.


—¿Qué? —es lo único que atina a decir Peter.


—No era exactamente mi idea casarme nada más cumplir los veinte años —sigue contando Chris, porque cree realmente que, llegados a ese punto, es bueno ser sinceros el uno con el otro—. Ya sabes, quería estudiar, buscar mi propio futuro. Mi padre nos había entrenado como cazadores y nos enseñaba el negocio de venta de armas, pero siempre quise… no sé, buscar algo más.


Se interrumpe cuando el mesero llega con sus bebidas y aun después que se retira el silencio sigue un par de minutos.


—Pero al final no me dio esa posibilidad. Dijo que debía casarme y continuar con lo que siempre se ha hecho en la familia. Tener hijos, seguir el legado y yo simplemente no supe cómo negarme —la mano de Peter está sobre la mesa en un puño apretado, aunque el hombre lobo no parece ser consciente de eso. Chris extiende su propia mano y la toma—. Lo que pasó fue el detonante para ver todo lo malo que había a mi alrededor. Casarme o no casarme no hubiera cambiado nada. Mi padre sabía que yo nunca hubiera estado de acuerdo y por eso recurrió a mi hermana y la familia de mi ex —se detiene cuando siente que los dedos de la mano de Peter se entrelazan con los suyos. No entiende qué le lleva exactamente a hablar de todo eso justo en ese momento. Justo donde debería estar intentando intimar de mejor manera con Peter, no parecer que se excusa por todo lo que pasó—. Siempre he pensado que debí ver…


—No, Chris —le detiene Peter quien, aunque el tema no es de su especial agrado, escucha atentamente dejando que Chris saque todo lo que lleva en el corazón—. No pienses que pudiste haber cambiado las cosas de alguna forma, ni te atormentes por eso. No es una culpa que debas cargar. No soy el mejor para decirlo y es hipócrita de mi parte, pero quedarse estancado así en el pasado no nos va a dejar avanzar nunca. Estuve toda la semana pensando que salir contigo es una mala idea porque somos un constante recordatorio para el otro de cosas que no pudimos controlar. Pero también pensé mucho en esa última parte, nosotros no pudimos controlar esos eventos y ahora vivimos nuestras vidas controlados por los recuerdos. ¿No es cansado?


Sí, mucho, piensa Chris, pero el mesero les interrumpe con la comida.


28


Cambian el tema rápidamente mientras comen, dejando que los malos recuerdos se les escurran de encima.


Ambos un poco más sueltos y abiertos a los temas de sus vidas, Chris le cuenta sobre todos los lugares que visitó a lo largo de su vida, las cosas que aprendió, los paisajes que contempló.


—Me encantaría que Derek viera eso alguna vez —dice Peter, fascinado.


—Podríamos verlo los tres juntos la próxima vez—ofrece Chris, esperanzado. Peter le da una sonrisa en respuesta.


El hombre lobo, por su parte, le cuenta un poco más sobre su familia y sobre los hombres lobo, ampliando un poco más el conocimiento de Chris en esos temas.


—Sólo nos enseñan sobre las facetas de los omegas perdidos, nos hacen creer que todos serán siempre de esa forma.


—Me imagino. No digo que no existan casos así, a veces el dolor te hace perderte —piensa un segundo en su hermana Talía—. Pero independientemente de eso seguimos siendo humanos, tenemos el raciocinio de un humano y si nos esforzamos de verdad podemos ver más allá del velo del dolor y seguir adelante. Intentarlo al menos —se ríe incómodo—. Pero en manada estamos en control, aunque no estemos juntos o en la misma ciudad saber que pertenecemos a una manada nos ayuda. Salir y aullarle a la luna es sólo ganas de dejarte ir de forma salvaje por una noche, no totalmente necesario. Hay muchas mejores formas de ser salvaje y no terminar lleno de lodo.


Chris se ríe ante el doble sentido que tiene esa frase.


—Seguro que muchos se ponen salvajes así y también terminan llenos de lodo —sonríe sugerente.


—Luego podemos averiguarlo.


Terminan la cena entre risas, Chris achispado por las cervezas, pero sin estar ebrio. Peter, por su lado, se ve igual de fresco.


—Debe ser aburrido no poder embriagarse —comenta Chris una vez que están en el auto.


—Hay formas de embriagar seres sobrenaturales, pero la resaca no vale tanto la pena.


—Eso es sólo porque no lo hacen seguido y les pega más duro.


—¿Le gustaría verme borracho, señor Argent? —ronronea Peter después de abrocharse el cinturón.


—Seguro que debe ser algo digno de ver —sigue el juego Chris, encendiendo el auto y tomando camino.


Se ríen y hacen un par de bromas más antes que Peter se dé cuenta que no van de regreso a la ciudad, sino que se alejan un poco por el camino del bosque, por una cuesta algo empinada.


—¿Debería preocuparme que me lleves lejos de la ciudad? —pregunta Peter con una sonrisita.


—¿No sabes a dónde vamos? —la sorpresa en el tono de Chris es genuina. Peter ha vivido toda su vida en Beacon Hills y el lugar donde lo lleva es un punto bastante conocido, sobre todo por adolescentes que buscan alejarse un rato de la vista de sus padres. Imaginaba que Peter era más del tipo rebelde que se escapaba a cada rato a lugares como esos.


—¿Qué tan lejos crees que podía correr de mis padres, Chris? —se ríe Peter, sin el tono amargo al recordar a su familia—. Si me salía de su rango de control por sólo un metro salían todos en manada a buscarme. Este lugar definitivamente estaba fuera de los límites.


Chris se hace una imagen mental sobre la ciudad, la ubicación donde estaba la casa de los Hale y considera que sí, definitivamente, fue una buena idea que Peter nunca fuera a ese lugar si no querían tener una manada de hombres lobo aterrando adolescentes cachondos o marihuanos.


—Te gustará entonces. Hace muchos años era frecuentado por muchos adolescentes, pero fue una costumbre que con el tiempo se fue perdiendo así que en general creo que sólo deben venir los que quieren rememorar viejos recuerdos.


Peter no sabe exactamente de qué le está hablando así que no dice nada más. Un par de minutos después llegan a un mirador bastante pequeño, pero con la vista más increíble que Peter haya visto de toda la ciudad. Tiene una valla destartalada que con cualquier soplo caerá al vacío, la cual delimita una peligrosa caída a la nada. Supone que en parte es por eso que ya no es tan frecuentada. Hay dos carros más que, por suerte, son de parejas que sólo están charlando en voz baja. Hay un ligero olor de a cigarro y alcohol en el ambiente, pero no es nada que el olfato de Peter no puede tolerar. Por otra parte, cree que es un pequeño precio a pagar por la vista que le regala el lugar. Puede ver toda la ciudad en su esplendor, aunque eso refuerza su pensamiento sobre que Beacon Hills es más un pueblo grande que una ciudad. Se puede ver toda la superficie de la ciudad y si se esforzara un poco seguro podría alcanzar a marcar dónde está su casa, la casa de los Stilinski, su trabajo o la casa de Chris. Se queda un par de minutos, maravillado, que no nota cómo Chris lo contempla igual de maravillado, no por la vista de la ciudad, sino por ver esa mirada de genuina felicidad y asombro en los ojos del Hale.


—Sin duda, de haber conocido este lugar de joven hubiera pasado muchas noches aquí —admite después de un momento.


Chris estacionó el coche de reversa, de tal forma que el maletero da al barranco y ambos pueden sentarse en la parte trasera. Cuando Peter puede despegar la vista de la ciudad y se recuesta un poco en el auto se da cuenta que la vista del cielo no tiene nada que envidiarle a la vista de abajo. Las estrellas son un poco más claras. No tanto como en un claro desierto ya que la contaminación lumínica aún los alcanza, pero sí puede ver más estrellas y constelaciones de lo normal.


—Cuando cumplí quince años mi padre me compró un telescopio y algunas noches intentaba enseñarme sobre las constelaciones. Decía que mucha de nuestra historia estaba en las estrellas. Nunca le puse demasiada atención, era una edad difícil y yo… —se queda callado durante un rato donde Chris no se atreve a interrumpirle, queriendo escuchar todo lo que tenga que decir—. Me hubiera gustado haber puesto más atención a lo que decía, así tendría algo que enseñarle a Derek sobre nuestros orígenes, sobre lo que nuestra familia creía —dice al fin, abatido.


—Cuando dejé a mi familia tomé muchos libros que casi nunca leíamos. Estoy seguro que hay mucha más información sobre los hombres lobo ahí que las mentiras que nos decían. Podemos buscar e informarnos, y aunque no sea así, estoy seguro que aprender sobre las estrellas para poder enseñarle a Derek sería una idea genial —Chris alarga una de sus manos y toma la de Peter en un gesto cariñoso de apoyo que el otro recibe con una sonrisa.


—Estoy seguro que a Derek le encantaría, tiene cara de ser un futuro nerd de cosas irrelevantes. Debiste verlo cuando fuimos al zoológico y conoció a los lobos. Se puso a aullar en medio de la multitud. Pero a aullar de verdad. Temí por un segundo que los lobos lo adoptaran.


Aunque lo intentó, Chris no pudo evitar romper en carcajadas ante la imagen.


—Deberías venir con nosotros la próxima vez —ofreció de forma tímida, aun no muy seguro de hasta dónde llegaría todo eso con Chris Argent.


—Me encantaría —es, sin embargo, la respuesta que obtiene.


29


Pasan un par de horas más en el lugar hasta que una llamada de Claudia rompe su pequeña burbuja.


—Derek está llorando —informa la mujer. No hay ruidos aparentes de fondo, ni ningún escándalo, pero para Peter es bastante audible el sollozo de su sobrino—. No he podido calmarlo, creo que quiere verte.


La verdad no es ninguna sorpresa para el lobo. Sabe que Derek ama a los Stilinski, pero debe existir un límite de cuánto tiempo no puede ver a su tío.


—Voy ahora mismo —dice antes de colgar.


Voltea a ver a Chris quien le regala una sonrisa comprensiva. Ambos están recostados en el maletero del auto, recargados en el vidrio trasero. Han hablado en susurros todo el tiempo, como si compartieran confidencias. Los dos carros que antes les acompañaban hace mucho tiempo que se fueron. El aire es frío, pero ellos se han sentido cálidos el uno con el otro.


—Tengo que ir por mi sobrino —dice Peter lo obvio.


—Lo sé —responde Chris sin borrar su sonrisa de sus labios.


Se incorporan lentamente, sin muchas ganas de separarse. Saben que con eso deberán dar por terminada la velada y a ambos les encantaría pasar más tiempo el uno al lado del otro.


—Mañana podríamos salir con Derek —ofrece Peter una vez que entran al auto y están en marcha hacia la ciudad.


—Sería genial, hay una heladería con noventa y nueve sabores diferentes. Deberíamos probarlos todos.


—No creo que podamos hacer eso en un día —se ríe Peter ante la idea.


—Podemos ir noventa y nueve veces por nieve los tres juntos.


Hay una sonrisa tonta en los labios de ambos ante ese pensamiento.


30


Claudia abre la puerta en cuanto escucha el auto de Chris estacionarse fuera de su casa. Tiene a Derek en brazos, pero éste salta cuando huele a su tío y corre hasta llegar a donde el hombre apenas iba bajando del vehículo. Solloza en su hombro y se aferra a su cuello con la fuerza suficiente para dificultarle respirar. Chris camina hasta Claudia quien le entrega las cosas que se supone que Derek usaría para pasar la noche.


—Lo siento Chris, no pude calmarlo en ningún momento, John y yo nos asustamos un poco y…


—Tranquila —responde el hombre con una sonrisa—. Peter lo esperaba, en realidad, creo que se hubiera sentido mal si su sobrino no lo hubiera extrañado.


Claudia ríe, aunque aún parece algo incómoda por la situación, como si sintiera que ha hecho algo mal. Saluda de lejos a Peter quien al final decide no bajar del auto, ocupado consolando a Derek.


—No te iba a dejar aquí para siempre Derek —le dice con voz muy bajita—. Pensé que te gustaban los Stilinski.


La respuesta de Derek es aferrarse más a su cuello, escondiendo su rostro húmedo por las lágrimas en su cuello, como si dijera “pero te prefiero a ti”. El corazón de Peter latió con fuerza en su pecho y abrazó con un poquito más de fuerza el frágil cuerpo de su sobrino.


—Está bien Derek, tú también eres mi favorito. Recuerda que no importa dónde estés, yo siempre voy a ir por ti, ¿de acuerdo?


Derek se relajó en sus brazos y asintió levemente. Sin embargo, no lo soltó en ningún momento.


Chris guardo las cosas del niño en la parte trasera del auto y después de despedirse ambos de la mujer, tomaron camino a la casa de los Hale. Estuvieron en silencio hasta que Peter notó que su sobrino se había quedado de nuevo.


—Pensé que habíamos mejorado un poco en esto —suspiró acomodando a su sobrino entre sus brazos.


—No lo tomes a mal sobre cómo diré esto, pero, Derek es un animal de costumbres. Sabe que debe pasar tiempo en la guardería, pero tiene su horario de llegada y su horario de salida. Sabe que los fines de semana eres todo suyo. Supongo que puede pasar un rato divertido con gente que le gusta, pero la incertidumbre de no saber cuándo llegarás aún lo pone nervioso. Sólo es cuestión de darle tiempo.


Al contrario del pensamiento de Chris, sus palabras ayudaron mucho a Peter a relajarse.


—Gracias —dijo con una sonrisa.


—No hay porqué darlas —le regresó la sonrisa.


Llegaron al edificio donde vivía Peter. Chris le ayudó bajando las cosas de Derek mientras éste acomodaba a su sobrino entre sus brazos intentando no despertarlo y ambos subieron hasta el departamento, ya que consideraron que entre cargar las cosas y al niño, sería imposible abrir la puerta.


—Llámame cuando estén listos mañana, pasaré por ustedes —dijo Chris entregándole las cosas del menor una vez pudo abrir la puerta.


—Gracias por esta noche, la pasé muy bien.


Nuevamente se quedaron en silencio, sólo observándose como hicieran un poco más temprano. Peter lo pensó por largos segundos y después de considerar que, ¿por qué no? Puso una de sus manos en la cabeza de su sobrino para que no se inclinara para atrás cuando él mismo avanzó un corto paso, se hizo hacia enfrente y plantó un ligero beso en los labios de Chris. Fue un beso corto que ambos sabían que no podían profundizar con un niño de por medio, pero que les hizo sentir una corriente eléctrica por cada fibra del cuerpo.


Se separaron apenas unos milímetros para verse a los ojos, como evaluando la reacción del contrario. Fue Chris quien se volvió a inclinar para volver a besarlo, pequeño, suave, sólo labios calientes y húmedos deseosos de más.


Pero tuvieron que separarse de nuevo, con una sonrisa en los labios y una promesa futura.


31


Derek va y viene de un lado al otro alrededor de Peter mientras éste termina de arreglarse para su nueva cita con Chris. Desde que su sobrino escuchó la palabra “helado” ha estado apurándole por salir del departamento.


—El helado no irá a ningún lado, Derek, deja que tu tío termine de cambiarse.


 


El niño detiene su ir y venir por la habitación, evaluando de arriba abajo a su tío para finalmente levantar una ceja de forma escéptica y con un movimiento tan elegante que haría enrojecer de envidia a cualquier ceja del mundo, como diciendo “yo te veo cambiado”. No sabe si es porque Derek tiene tanto tiempo sin hablar o es un don natural, pero que pueda decir tanto sólo con mover las cejas es aterrador.


—Cuando seas grande lo entenderás —responde como si su sobrino realmente hubiera dicho algo y se siente algo avergonzado consigo mismo porque tiene diez minutos frente al espejo decidiendo si su cabello se ve bien o no.


Derek, en su implacable intento por ir en busca de helado, le tironea suavemente de la playera para atraer su atención. El niño le apunta con el dedo y luego levanta sus dos pulgares, aprobando cómo luce.


—A ti no te importa cómo luzco, sólo quieres ir a comer.


Derek, el sin vergüenza, asiente muy de acuerdo.


No tiene tiempo de discutir o regañarlo porque el timbre de la puerta suena y el pequeño sale disparado a intentar abrir. Ambos huelen la inconfundible colonia de Chris, así que Peter no se preocupa por dejar que el pequeño abra la puerta, si es que alcanza la manija o el seguro.


Se concentra de nuevo en el espejo decidiendo que de igual forma no tiene tiempo para hacer algún cambio, ni las ganas y de todas formas es un helado con su sobrino incluido, cómo se vea no es relevante, cree.


—Hola Derek —escucha la voz de Chris desde la entrada y debe correr para ver que, efectivamente, el pequeñajo pudo abrir la puerta y le dedica una sonrisa sabihonda desde los brazos de Chris.


Está pasando demasiado tiempo conmigo, piensa Peter, sonriendo al hombre frente a él porque no puede ponerse a discutir con su sobrino en ese momento. Le dirige su mejor mirada de “ya verás en la noche” que el mocoso tiene la osadía de ignorar escondiéndose en el hombro de Chris.


—¡Tú…! —quiere decir, pero al final sólo suspira, toma su chaqueta que dejó en el sofá, las llaves y su cartera—. Salgamos antes que este pequeñajo logre dominar al mundo sino le damos helado.


Chris asiente, no muy seguro de lo que está pasando, pero emocionado por pasar la tarde con los dos. No hace amago de dejar a Derek en el suele y éste tampoco parece querer bajar.


32


La publicidad de noventa y nueve sabores no es ninguna broma. El local es grande y hay un largo mostrador con la fila de helados disponibles. Venden malteadas, jugos, sándwich, ensaladas de verduras y frutas, y otra variedad de productos que les abruman un poco. Preguntar estúpidamente a un niño de qué quiere su helado cuando su opción son noventa y nueve sabores les mantiene una buena media hora con Derek revoloteando por todo el aparador intentando saber si quiere sabor chocolate, frambuesa, vainilla, aguacate, porque ¿por qué no? Cheescake, o esa cosa de colores que llaman sabor algodón de azúcar pero que despide un olor a bomba de diabetes pura y Derek la necesita en su organismo.


Cuando le dan permiso de elegir dos sabores y le prometen volver en otra ocasión para que pruebe todos los sabores, parece que la mente del niño se aclara y apunta al sabor frambuesa y al sabor caramelo. Peter y Chris se ven extrañados por la decisión, pero no se niegan. Chris elige sabor limón porque es un hombre sencillo intimidado por todo eso y Peter de durazno porque le gustó el olor.


—¿Cómo pueden existir noventa y nueve sabores de helado? Nunca puedo decidir entre chocolate o vainilla, ¿cómo hacerlo entre tantos? —se queja Chris mirando la nieve a medio derretir en su vaso porque no cree que el limón convine con un cono de azúcar.


—Todo puede ser helado si uno así lo quiere —responde Peter limpiando el mentón de Derek porque ha decidido que comer helado está sobrevalorado, lo de hoy es embarrarlo por toda su cara. O eso cree porque no entiende porque le llegó helado al ojo—. Derek, intenta que la nieve llegue a tu boca y sólo tu boca ¿de acuerdo? —le dice de forma cariñosa limpiando ahora su frente—. Todas las frutas pueden ser helado, una gran variedad de galletas y chocolates. ¿Viste la nieve de tomate? Estoy intrigado —Chris y Derek tuercen el gesto al mismo tiempo, aterrados por esa idea—. Eh, no me miren así, no se vale saltarse sabores cuando vengamos a probar todos.


—Había un helado de pétalos de rosa, no debería sorprenderme nada.


—La mermelada de rosas es buena…


Siguen discutiendo el tema mientras caminan por un parque cercano. Suponen que fue un movimiento estratégico por parte del dueño del local abrir cerca de un parque bastante popular visitado por familias llenas de niños. Justo en el medio hay una enorme zona de juegos para los niños, rodeada de muchas bancas y pasto fresco donde descansan los padres al tiempo que mantienen un ojo sobre sus hijos.


—¿Quieres ir a jugar? —pregunta Peter a Derek cuando éste termina de comer su helado y está medianamente limpio de todo ese líquido viscoso y azucarado.


Derek niega con la cabeza y se aferra a su pierna, aunque no puede ocultar el brillo de anhelo en su mirada. Es obvio que quiere jugar, pero le abruma la cantidad de niños y gente alrededor.


—¿Y si te acompañamos? —ofrece Chris y ahora es Peter quien niega con la cabeza.


—¿Cómo se verá que nosotros dos nos acerquemos a la zona de juegos? —dice, con una sonrisa sin humor—. No quiero que parezca que nos queremos robar algún niño —aclara por si de alguna forma se entienden sus palabras de otra forma.


—Puedo ir yo un rato con él, quédate donde te pueda ver. Sólo será un rato. ¿Qué dices, Derek?


El niño lo piensa durante unos segundos y al fin suelta la pierna de su tío para tomar la mano de Chris. Peter no pone objeciones porque Derek parece de verdad querer ir un rato a los juegos y él no puede negarle nada cuando es raro que le pida algo. Se queda a la sombra de un árbol donde tiene que ocultar sus risitas ante las miradas desconcertadas de los niños cuando Chris se acerca con Derek en brazos. Chris impone un poco y entiende un poco porqué los niños reculan un poco cuando se acercan. Igualmente, ninguno de los dos les presta atención a los demás niños, ni a algunos padres que parecen ponerse en alerta al adulto que está en el área de juegos, sólo se concentran en pasarla bien durante un rato.


Derek pasa de un juego a otro a una velocidad impresionante. En un momento está colgando del pasamanos, en el otro bajando por la resbaladilla, y cuando menos lo piensa se impulsa por los columpios con una sonrisilla extasiada en los labios. Chris a duras penas le sigue el ritmo, pero siempre llega a tiempo para recibir en sus brazos el pequeño cuerpo de Derek y reír junto a él. Así están un rato cuando un par de mujeres se acercan al hombre. Son jóvenes y guapas, y Peter debe reprimir un gruñido cuando ambas lo llaman por su nombre. No se acerca, pero escucha atentamente desde lejos. Hablan algo sobre el trabajo de Chris así que supone que de ahí lo conocen, pero el ligero olor a excitación no le pasa desapercibido.


Una de las mujeres intenta acercarse a Derek, una sonrisa pintada en sus labios, pero el niño se esconde detrás de Chris y cuando menos se lo esperan sale corriendo en dirección a Peter.


—Ey, Derek —dice su tío cuando llega hasta él y exige que lo carguen—. ¿No te gustaron esas personas? —el niño niega desde su hombro, aferrándose a su cuello.


Peter suspira, abatido. Parecía un buen día y no quiere que termine de esa forma.


—¡Peter! —llama Chris acercándose rápidamente— Perdona, no debía dejar que se acercaran tanto a él.


—Está bien —responde con una sonrisa porque le parece algo tierno verlo tan agitado y con el rostro algo sonrojado por acercarse tan rápido hacia ellos—. ¿Gente conocida? —pregunta como si no le importara demasiado la respuesta.


—Compañeras de trabajo —se encoge de hombros—. ¿Quién quiere hablar con compañeros de trabajo fuera del trabajo? Yo no.


Aunque intenta, Peter fracasa en ocultar su enorme sonrisa. Da un leve vistazo y nota que ambas mujeres los siguen con la mirada, sobre todo cuando Chris pone una mano sobre la espalda baja de Peter y guía el camino para salir de ahí. Le llega un ligero y sutil aroma a celos que capta porque, precisamente lo estaba buscando y éste se intensifica cuando inclina un poco su cuerpo para entrar más en contacto con Chris.


—¿A dónde quieren ir ahora? —pregunta Chris, el aroma a felicidad que exuda al sentir el contacto de Peter opacando cualquier otro aroma.


A Peter se le ocurren muchos lugares a los que podría llevarlo y hacerle cosas que le harías muy feliz, pero Derek se remueve entre sus brazos, alejándose de su cuello hasta poder encarar a su tío, dedicándole una mirada muy confundida.


—¿Qué tal el cine? —carraspea Peter porque no es momento para que su sobrino entienda nada de esas cosas ni le dedique una mirada tan interrogante—. Estoy seguro que Derek no ha ido al cine antes.


—Mmmm… sí, que buena idea —acepta Chris con un pequeño gemido inicial—. Cuando vi el helado de mantequilla me antojo las palomitas de maíz.


—¿Helado de…? No, olvídalo, no pensaré en eso, quiero nachos, ¿quieres nachos, Derek? —el niño asiente con entusiasmo en sus brazos—. Así será entonces.


33


Ven una aburrida película infantil que tiene a Derek al borde de su asiento. El niño ha visto muchas películas con su tío, pero es la primera vez que puede ver algo en una pantalla tan grande y con un sonido tan fuerte. Lejos de sentir que lastima sus oídos, está tan extasiado por todo que constantemente voltea a ver a su tío, apuntando la pantalla como preguntando “¿viste eso? ¡¿Lo viste?!” y lo único que ve Peter es la enorme felicidad en el rostro de Derek y eso es más que suficiente.


Cenan comida chatarra, frita y rápida porque todos son jóvenes –intentan convencerse de eso, al menos- y porque no hay energía para nada más. Parece que todas las emociones del día le están pasando factura al cuerpo de Derek que cabecea con un pedazo de hamburguesa en la boca.


—Derek, ¿pedimos para llevar tu hamburguesa? —ofrece Peter a la tercera vez que el niño golpea su cabeza contra la mesa.


Derek se sobresalta en su asiento, niega con la cabeza, y muerde de nuevo la hamburguesa, olvidando que ya tiene un pedazo en la boca y casi ahogándose en el proceso. Chris le extiende su vaso con soda, intentando no reírse de la situación.


—Fue un día genial, ¿verdad? —pregunta el ex-cazador una vez que Derek da un largo sorbo a su bebida y logra pasar el molesto bocado en su boca. El niño asiente, emocionado, abre la boca un momento y se queda congelado en su lugar, borrando la sonrisa de su rostro. Parece aturdido por un momento, sin saber qué hacer.


—La próxima vez que vayamos por un helado, ¿quieres probar el de algodón de azúcar? —habla rápidamente Peter—. Olía asqueroso, seguro sabe igual ¿no crees? —en todo momento se dirige a Derek, como si intentara hacerle olvidar por un momento que iba a hablar. Sabe por experiencia que quedarse expectante a la espera que hable es presionarlo y cerrarlo de nuevo y no necesita dos experiencias así en un mismo día. Le dijeron que en casos como esos debe ser él quien hable y hable, pero Peter no sabe hablar y hablar. Pero lo intenta—. Y definitivamente haré que pruebes la de tomate, la pediré junto con la de aguacate o pepino para que sepa a ensalada.


Eso parece distraer lo suficiente a Derek porque el niño se gira rápidamente a mirarlo con el entrecejo fruncido. Peter escucha claramente cómo Chris suelta todo el aire que estaba reteniendo en sus pulmones, también atento a las reacciones del pequeño. El mayor de los Hale se gira hasta hacer contacto visual y dedicarle una pequeña sonrisa, indicando que ahora todo está bien.


—Yo definitivamente probaré la de tocino —agrega Chris, recibiendo muecas de asco por parte de ambos Hale. Es un geste casi exacto en el rostro de ambos. Es en momentos como ese donde puede ver el parentesco.


Chris no había entendido la magnitud de los problemas que carga Derek consigo hasta ese día. Ve los pequeños pasos que ha avanzado durante todo ese tiempo, pero también ha visto que el más leve soplo puede tumbar todo lo que han construido. Siente orgullo al ver que Peter también ha avanzado y ya no es una masa nerviosa que no sabe cómo reaccionar a su sobrino. Espera poco a poco también poder ir aprendiendo y no ser una carga para ambos en el futuro que le gustaría compartir.


El regreso a casa es tranquilo. Derek está dormido en el asiento trasero, agotado por el día. Peter y Chris van en un silencio tranquilo.


—Pronto —susurra Chris, no queriendo perturbar el sueño del pequeño.


Peter le mira sin entender a qué se refiere y no es que Chris no quiera decir nada más, pero la palabra abandonó sus labios antes que lo pensara demasiado, pero se arrepintió a media frase. Ahora cree que debe terminar de hablar, aunque ni él mismo está seguro de lo que dirá.


—Pronto Derek dirá algo, estoy seguro —no sabe, de hecho, sí está muy seguro, y sabe que Peter puede oír y escuchar las mentiras. De hecho, el hombre le da una rápida mirada a su pecho antes de volver a mirarle.


—Lo sé —dice al fin, con una sonrisa. Es una sonrisa pequeña, pero sincera.


No lo saben, pero ambos realmente creen en esas palabras.


Cuando llegan al edificio donde viven los Hale, Peter se niega a que Chris se baje. Es tarde y realmente no hay necesidad porque sólo debe tomar a Derek en sus brazos está vez.


—Fue un día muy divertido —admite Peter desabrochando su cinturón de seguridad.


—Espero que Derek piense lo mismo —dice Chris removiéndose en su lugar, nervioso e incómodo.


—Estoy seguro que fue quien mejor lo pasó, a pesar de todo —le tranquiliza el hombre loco con sus palabras y su sonrisa.


Eso parece ayudar a que el Argent tome su decisión y se relaje, porque deja de removerse en su asiento. Lo que hace ahora es desabrochar su cinturón de seguridad, inclinarse hasta Peter y al fin besarlo como tanto quiso hacer a lo largo del día. No sabe si el otro está de acuerdo con que su sobrino les vea tener alguna muestra de afecto, así que se contuvo todo el día. Ahora, cree él, merece saborear al fin los labios contrarios. Merece mordisquear el par de labios que se mueven a la par de los suyos, recorrer con su lengua lentamente el contorno de la carne hasta que se abre y le da paso a su boca, donde la lengua contraria se encuentra con la suya, rozándose suave, sin prisa. Sólo conociéndose y saboreándose lentamente como tanto han querido hacer.


Peter rodea el cuello de Chris con los brazos y se pierde en el beso como si nunca lo hubieran besado o como si no fueran hacerlo de nuevo. Chris debe detenerse con una de sus manos en el asiento para no perder el equilibrio, pero la otra está en la noca de Peter, impidiendo, como si pueda, que se mueva o se aleje. No quiere romper el beso, quiere ahogarse en esos labios para siempre y saborearlos durante todo el tiempo que se le permita.


Sin embargo, deben separarse en algún momento, se están comenzando a acalambrar y les cuesta un poco respirar por estar girados en el asiento. Los dos tienen la respiración agitada, los labios ligeramente hinchados y húmedos. Chris se relame los labios y jura que ve los ojos de Peter resplandecer ligeramente en dorado mientras sigue el movimiento de su lengua.


Derek, aún dormido, pero nunca dejando que su tío se pierda en sus pensamientos cachondos, hace un ruidito desde la parte de atrás.


—Juro que lo hace a propósito —refunfuña el mayor, un poco frustrado.


Chris se ríe de buena gana, siempre manteniendo el volumen bajo para no despertar al pequeño.


—¿Nos vemos después? Llámame cuando tengas tiempo.


—Yo siempre tengo tiempo —Derek vuelve a removerse en sueños—. Casi siempre… te llamaré. Buenas noches Chris.


—Buenas noches Peter.

Notas finales:

Derek cockblocker ohsí, desde shiquito caga palo el morro.


Oigan, ¿y si Derek no habla en todo el fic? Juejuejue


Bye.


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