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Quédate por Snowball43

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Notas del capitulo:

La canción de este caítulo:

https://www.youtube.com/watch?v=XUzwdBQDzxw&list=PLV4wyqT4eS_Shm4SxmFR7vhY9doa2eDez&index=50

 

Erick despertó sobresaltado con la cara contra el escritorio, sin saber en qué momento se había quedado dormido. Parpadeó un par de veces, antes de atreverse a moverse  intentando salir del estupor causado por aquel sueño tan vívido. Incluso podía sentir las marcas de lágrimas secas en sus mejillas, como si realmente hubiera llorado.


Se sentía realmente confundido al punto de dudar por un momento si aquello realmente había sido un sueño. Tras unos minutos se incorporó nuevamente, sintiendo su espalda crujir ante el movimiento. Encendió la luz de su escritorio y observó el reloj el cual marcaba las 11 en punto, había dormido por demasiado tiempo. Sus tareas habían quedado inconclusas y su espalda dolía por la postura incomoda que había adoptado para dormir, sin embargo nada de eso parecía tener importancia, al compararlo con un persistente sentimiento de pérdida que lo inundaba y una profunda tristeza que nunca antes había sentido.


Era la segunda vez que tenía un sueño que parecía una parte más de la realidad, y le dejaba un sentimiento complicado que no podía entender  ni explicar del todo. Decidido a olvidarse de todo aquello, Erick dejó de lado las tareas pendientes y se dio una ducha rápida. El agua cálida se deshizo de todas sus preocupaciones y una cena ligera lo ayudo a sentirse lo suficientemente adormilado para dejarse caer en la cama y no volver a despertar hasta la mañana siguiente.


Al despertar nuevamente el cansancio en su cuerpo se había esfumado sin embargo se sentía incomodo anímicamente, era una extraña sensación de desolación mezclada con la tristeza, como si de pronto hubiese notado que algo le faltaba, algo que era realmente importante. Mientras miraba fijamente al techo los recuerdos del intenso sueño que había tenido la tarde anterior volvieron a su mente, provocando que un nudo se formara en su garganta y las lágrimas se acumularan en sus ojos.


Aquello no había sido más que un sueño pero las intensas emociones que este le había provocado eran reales, tan reales que incluso tras varias horas de ocurrido aun se sentía tan vívido. Era completamente inexplicable y la soledad que experimentaba en ese momento era aún más inexplicable. Se sentía  infinitamente sólo sin entender por qué.


Tras algunos minutos que parecieron una eternidad finalmente pudo calmarse y alistarse para ir a la escuela, no quería hacerlo pero no podía darse el lujo de no asistir, en otro momento del semestre no le habría importado acurrucarse en la cama y olvidarse del mundo pero con el final tan cerca, hacerlo no era bueno en muchos sentidos.


Los días continuaron su curso, el estrés de trabajos y tareas acompañado de interminables exámenes acapararon por completo su atención volviéndose su máxima prioridad,  y evitando por completo que pudiera pensar en otra cosa. De esa manera los sueños y todo lo relacionado a ello fueron completamente dejados de lado e ignorados, a tal punto que incluso se había olvidado de ello.


Aquella tarde de viernes Erick había presentado el último de sus trabajos dando por terminado oficialmente el semestre y sólo debía esperar por sus calificaciones, no había dormido en dos días por lo cual se sentía sumamente cansado y lo único que deseaba era volver a su casa y dormir hasta el domingo. Sus amigos se encontraban en una situación similar por lo que todos optaron por irse temprano y disfrutar de su libertad recién adquirida, se despidieron en la puerta principal y cada uno tomó su camino.


Al llegar a su hogar Erick arrojó su mochila a un rincón en su habitación, sus zapatos tuvieron un destino similar y sin pensar en nada más se dejo caer en la cama, ni siquiera se molestó en cambiarse la ropa. Al final terminó  quedándose dormido en poco tiempo y  si bien no durmió un día entero, sí despertó cuando el sol ya anunciaba la llegada de un nuevo día.


Al ser el primer día oficial de las tan anheladas y deseadas vacaciones no se molesto en darse prisa, tomó un baño, usó la ropa más cómoda que  encontró en su armario, es decir, un pants bastante holgado y una playera color azul una talla más grande de la necesaria, y nada de zapatos, usaría pantuflas todo el día. Realmente no había mucha diferencia entre eso y usar su pijama. Después de un muy buen merecido desayuno comenzó a limpiar y arreglar su hogar que por culpa de los exámenes y trabajos, había sido descuidado.


Se colocó sus audífonos pues no podía faltar la confiable música para hacer más amena la tarea de recuperar el estado óptimo de su casa. Al llegar la tarde, con todo limpio y en orden, se quitó los audífonos dejándolos a un lado.  Se acercó a un estuche pulcramente acomodado cerca del librero, lo llevó hasta el escritorio y lo abrió con calma. Debido a las clases no había tenido tiempo de ser muy constante pero ahora que tenía todo el tiempo disponible, lo utilizaría para reanudar sus prácticas.


Siempre se había sentido atraído a todo tipo de arte, sin embargo su favorita era la música, como decía Oscar Wilde “La música es el tipo de arte que está más cerca de las lagrimas y la memoria”. Aquella frase le gustaba demasiado y formaba parte importante de su vida, por ello mismo desde muy pequeño había estado rodeado de música. Era capaz de tocar tres instrumentos diferentes, sin embargo nunca había podido aprender a tocar su instrumento favorito, el piano, siempre se encontraba con  algo que le impedía hacerlo. Por lo tanto enfoco su atención, dedicación y esfuerzo en aprender a tocar el violín, el cual era su segundo instrumento favorito.


Después de un ligero calentamiento para evitar el dolor en sus brazos comenzó a tocar, primero cuerdas aire, luego ligaduras básicas y escalas para que sus dedos volvieran a acostumbrarse a las cuerdas y ajustara su afinación. Dos horas pasaron sin que se diera cuenta, por lo que volvió a guardar su violín dispuesto a preparar algo de cenar.


Los días continuaron así, tranquilos y sin ningún sueño extraño, a veces salía a comprar cosas y tenía la sensación de que alguien lo observaba, pero al darse vuelta nunca encontraba a nadie, por lo que terminaba por no prestarle atención. Sus calificaciones habían ido de maravilla, motivo por el cual sus padres le habían aumentado el dinero que le daban para ayudarle a subsistir y por lo tanto, podía pagar más horas de clase de música.


Iba a un pequeño estudio donde las clases eran accesibles, realmente le gustaba muchísimo, especialmente porque el salón para violines estaba muy cerca de la sala de pianos por lo cual, siempre que iba hacia su clase podía deleitarse con el dulce sonido de las teclas antes del inicio formal de cada clase.


Ese día no era la excepción, después de un buen desayuno y arreglos mínimos en su casa Erick salió con su violín en mano directo hacia su clase. Estaba tan feliz de poder volver que simplemente no prestaba atención a su alrededor, de lo contrario habría notado unos ojos color miel que le miraban fijamente y con gran intensidad, como una bestia que había encontrado a aquella presa que tanto había buscado. La gente se estremecería al encontrase con aquella mirada penetrante que helaba la sangre y aun más, al ver al hombre dueño de ella.


Ignorante de todo aquello que le rodeaba, Erick entro al estudio disfrutando de cada paso que daba, la música suave de los violines podía escucharse por todo el lugar, seguramente habían dejado la puerta abierta. Al llegar a su aula se sentó con calma en su lugar preferido y acomodó el atril a su altura, era casi un ritual, partituras en el atril, brea en el arco y afinación de su violín, todo debía estar listo justo a tiempo para el momento en que la profesora entraba.  


Al terminar la clase, todos comenzaron a guardar sus cosas mientras la profesora anunciaba la agenda para ese mes. Como cada año se haría un recital en el que participaban todos los estudiantes, sin embargo en aquella ocasión un alumno de violín y un alumno de piano presentarían una pieza a dúo para cerrar el evento. Al ser una ocasión tan importante era natural que fueran los mejores alumnos de cada grupo los elegidos, sin embargo los profesores habían decidido que todos debían tener una oportunidad de ser elegidos.


Se tenía planeado hacer una especie de rifa, se pusieron los nombres de todos los estudiantes de violín en una urna y un arreglo igual se había hecho para los alumnos de piano. Se sacaría un nombre de cada urna y se enunciaría a los dos participantes en el tablero de anuncios en el pasillo principal.


Erick no esperaba nada, principalmente porque su suerte nunca había sido lo suficientemente buena, nunca ganaba nada en los sorteos, ni siquiera en los más pequeños. Había vuelto a su casa e incluso se olvidó por completo del asunto, prefería centrarse en practicar el repertorio que se iba a presentar pues por tanto tiempo de ausencia, debido a la escuela, su habilidad no era como la de sus compañeros y comenzaba a tener problemas para seguirles y mantenerse en el tempo correcto.


Dos días después, la vida le demostró que no existe lo imposible o más bien, que la probabilidad de ser elegido para algo bueno nunca es cero, ni siquiera lo había visto por sí mismo, fueron sus compañeros quienes le dieron aquella noticia. Su nombre había sido seleccionado. Debido  a la disparidad de los horarios entre alumnos aún estaba a tiempo para buscar a su compañero o en su defecto, a  algún maestro para declinar la oferta.


La responsabilidad era demasiada, especialmente para alguien que había vuelto recientemente a tocar, sin embargo sabía que ese tipo de oportunidades no son comunes y debía pensar muy bien en la decisión que tomaría, pues cualquiera que fuese el resultado, representaría un cambio importante en su vida.


En ese momento de angustia Erick no tenía a quien pudiera recurrir en ese momento para pedir su opinión. Cualquiera de sus amigos le diría que lo intente, ellos tratarían de apoyarlo y darle ánimos a su manera, pero de laguna manera sabía que ellos no entendían realmente la situación. Ninguno de ellos tocaba ni amaba un instrumento como él lo hacía. Si bien el violín no fue su primera opción, sí sentía que había creado un vínculo especial e inquebrantable, por lo tanto necesitaba de alguien que pudiera entender lo que significaba pararte en un escenario frente  decenas de personas, haciendo lo que amas pero sabiendo que es probable y casi seguro que no puedas dar lo mejor de ti, gracias a que no has practicado lo suficiente y has descuidado tus habilidades.


En su clase había miradas de sincera felicidad y también de molestia, incluso su profesora parecía alegrarse de saber que uno de sus alumnos era el elegido, aún tratándose de Erick. Aquello solamente le agregaba peso a su carga, especialmente cuando la profesora le pidió que se quedara al final, para poder platicar sobre los detalles acerca de la presentación y acerca de su compañero.


En esa ocasión el tiempo pareció compactarse al punto de hacer que una hora se sintiera como unos simples minutos. Agobiado por sus propios pensamientos y la ansiedad de tener que tomar una decisión, Erick acompañó a su profesora hasta la sala de maestros, sin embargo tuvo que permanecer afuera y esperar por un tiempo, gracias a una reunión imprevista. Aquello solo podía verse como la vida dándole la oportunidad de pensar bien las cosas.


Todo estaba tranquilo, fuera del horario de clases aquel lugar era como cualquier otro edificio de la zona. De pronto el sonido de un piano resonó por todo el lugar. El fuerte sonido y la magnificencia de aquella ejecución lo hacía imposible de ignorar, se notaba que aquella persona había invertido una gran cantidad de tiempo y esfuerzo para lograr aquellos resultados.


Sin saber porque, Erick comenzó a caminar hacia el origen de aquella inconfundible melodía, su mente se quedó completamente en blanco y todas las preocupaciones quedaron en el olvido al escuchar el resonar de las teclas. Entre más se acercaba a la sala de piano de donde provenía la música, más crecía su asombro y admiración por la persona que estaba tocando aquello.


Cuando Erick finalmente se abrió paso en la habitación, se encontró con un chico que a pesar de estar sentado en el banquillo se notaba que era bastante alto. Su piel morena contrastaba perfectamente con las blancas teclas del piano, tenía un hermoso cabello que no era largo ni corto, caía en ligeras ondulaciones y era tan negro como el ébano. Su figura simplemente no era algo común de ver, a simple vista parecía más un deportista en entrenamiento continuo que un músico, aún así ahí estaba. Simplemente era una vista sacada de una bella fantasía.


Aquel desconocido no dejo de tocar ni tampoco le dirigió la mirada a Erick, quien observaba atónito desde la puerta. Cinco minutos. Ese fue el tiempo que tardó en ser tocada la última tecla, el eco de aquella nota final aún resonaba en la habitación cuando finalmente, los ojos del chico frente al piano se posaron en el rostro confundido de Erick.


Erick no sabía cómo describir la forma en que aquel par de orbes color miel le observaban, era una mezcla de interés, sorpresa,  los vestigios de una sonrisa y…


 

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