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Zigzag por Marbius

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Notas del fanfic:

Disclaimer: Escrito porque mi amor a la pareja es enorme y sin ánimo de lucro salvo por los kudos/comentarios que valen su peso en oro :)

1.- Transomega.

 

Pese a lo que se pudiera creer con respecto a los clichés, el día en que la vida de Izuku se vino abajo hasta los cimientos no tuvo nada de especial o fuera de lo rutinario que lo presagiara como tal.

Por aquel entonces trabajaba Izuku medio tiempo en una librería y para nada había tenido un día repleto de pequeños tropiezos que culminaran con la catástrofe que le esperaba en casa. El único incidente había ocurrido esa mañana justo cuando al despedirse de Shouto su beso había resultado torpe e Izuku se lo había atribuido a la prisa de tener que salir de casa y tomar caminos distintos, pero por el resto nada se había salido de la norma.

Izuku había llegado a la librería a la hora de siempre, compartido un té con sus compañeros durante la hora del descanso, almorzado del bentou con restos de curry de la tarde anterior, y a la hora usual marcado su salida con un “¡Hasta mañana!” alegre dirigido a sus compañeros.

En la mañana Izuku le había mencionado a Shouto durante el desayuno que llegaría un poco más tarde de la hora habitual porque necesitaba comprar un par de cosas en el supermercado, pero cambió de opinión cuando al pasar frente a la tienda descubrió que la oferta de pescado que en primer lugar lo había motivado ya no estaba disponible al público. Así que ni hablar, pasarían de comer fresco y en su lugar prepararía unos fideos para la cena de esa noche.

Abstraído en la cotidianeidad de su vida de casados (3 años y contando) y la noticia de que la semana entrante recibirían un cargamento de libros que seguro les acarrearía una jornada de horas extras, Izuku no pudo evitar pensar si no sería prudente comunicarle a su jefe que estaba por entrar en celo y que se tomaría libre los siguientes 7 días. Después de todo, Izuku no sería de gran ayuda con la mente obnubilada por hormonas y distrayendo el resto de los empleados con sus feromonas.

Sí, con toda probabilidad tramitaría Izuku mañana mismo su baja, y le recordaría a Shouto que hiciera lo mismo para pasar esos días con él. Al fin y al cabo, aquella sería su segunda vez intentando concebir un bebé, e Izuku no pudo evitar que una sonrisa apareciera en su rostro al imaginar que ahora sí lo conseguirían. No en balde las tasas de éxito entre alfa y omega eran de las más altas, con un 50% de probabilidad de éxito en cada celo, e Izuku quería creer que si la vez anterior no lo habían conseguido, esta vez sí tendrían suerte.

Tarareando para sí una canción de cuna que recordaba de su propia madre cuando él era apenas un crío, Izuku llegó a su edificio y subió hasta su piso con la cabeza repleta de planes. En su cabeza casi podía visualizar el color verde menta con el que pintarían las paredes del cuarto que próximamente sería el del bebé, y también un plano de la cuna y el resto de muebles que utilizarían para decorar ese espacio.

A ratos encontraba Izuku fastidioso cómo su omega interior tenía una visión bastante más clara que la suya respecto al tipo de vida que debería estar viviendo a esas alturas, porque con 28 años la verdad es que se alejaba un poco de lo que los estándares actuales dictaminaban como normal. Otros omegas de la edad de Izuku ya estaban en su segundo o tercer bebé, mientras que él y Shouto habían preferido tomar precauciones y primero establecerse antes de empezar con esos preparativos.

De hecho, había sido Izuku el que convenciera a Shouto de que el momento había llegado, luego de que éste insistiera en que podían esperar un año más.

—¿Esperar a qué? —Había preguntado Izuku con un leve dejo de exasperación, y Shouto le había premiado con uno de sus ocasionales estados de silencio para los que prefería privarle de una respuesta.

Izuku había dado por sentado que tendrían una discusión al respecto, pero entonces Shouto a la mañana siguiente había hecho a un lado su ánimo apático, y abrazándolo desde atrás le había prometido que iban a intentarlo.

De eso hacía más de medio año, e Izuku no podía imaginar que estuvieran en sintonías diferentes, pero oh, no podía haber estado más equivocado.

Segundos antes de su entrada al departamento, Izuku no había tenido ninguna clase de premonición o percepción de que algo fuera diferente a lo habitual, pero eso cambió apenas abrir la puerta y descubrir un aroma diferente en su propio hogar.

Ni él ni Shouto eran mucho de recibir visitas salvo por sus padres, o en el caso de él, sus hermanos, pero el pánico de estar lidiando con un allanamiento se desvaneció casi tan rápido como llegó cuando Izuku encontró un enorme par de zapatos en el genkan.

Con el ceño fruncido, Izuku reacomodó los zapatos puestos con descuido en su cubículo, y humedeciéndose despacio los labios, intentó mantener la calma.

—¡Ya estoy en casa! —Una pausa—. ¿Shouto?

Un silencio ominoso en el departamento hizo a Izuku sentirse mal. O mejor dicho, experimentar terror. Pero fue una oleada, que subió y bajó hasta llegar a límites razonables y permitirle a Izuku despojarse de sus zapatos y el bolso que traía consigo, y con mayor seguridad adentrarse en el piso en búsqueda de su esposo y aquella visita de la que no podía imaginar siquiera un rostro.

Izuku se asomó a la salita y también en la cocina sin encontrar rastro de las dos personas que sabía tenían que estar en algún lugar del departamento. El espacio era amplio hasta para los estándares de Japón, y esa buena suerte en vivienda era una cortesía de Enji Todoroki, que como regalo de bodas había comprado para ellos su primer hogar porque Shouto era su último hijo y también el indiscutible favorito. Sin embargo, fue la primera vez que Izuku se lamentó por el exceso de puertas a abrir, y la creciente angustia que aumentó en su interior conforme descartaba el estudio y el gimnasio sin encontrar el paradero de nadie.

Además... Había un aroma.

Habituado a la esencia casi demasiado gentil de Shouto para tratarse de un alfa, Izuku no tardó en descubrir que ese perfume almizclado parecía provenir del fondo del pasillo, justo de su dormitorio, y con un agobiante peso aposentado en la base del estómago caminó esos pasos que lo separaban de la puerta y extendió la mano para colocarla en el pomo y hacerlo girar.

Nada habría podido preparar a Izuku para presenciar la escena que encontró frente a él, pues en su nido, sobre las mantas y almohadas que él meticulosamente había seleccionado a lo largo de los años para compartir en su espacio con Shouto, se encontraba éste de rodillas y con el torso pegado a la cama, abrazando uno de sus cojines favoritos, mientras un enorme alfa le sujetaba con fuerza por las caderas y lo penetraba en enérgicos movimientos.

Izuku tuvo un sobresalto, no tanto por la imagen de su esposo en pleno éxtasis y sumisión, sino por la mezcla incendiaria de feromonas que le atacaron la nariz con la misma fuerza que un puñetazo. Llevándose las manos al rostro, de la garganta de Izuku emanó un chillido casi animal, herido, y desde la cama Shouto y su acompañante reaccionaron con el mismo horror al separarse e intentar cubrirse con las mantas del nido.

Dando media vuelta, Izuku alcanzó a llegar casi hasta la puerta principal antes de que una mano que bien conocía se ciñera a su hombro, y con un movimiento pendular y valiéndose de la fuerza sobrehumana que su biología le daba en momentos de huir o luchar, le plantó cara a Shouto y lo derribó con un poderoso puñetazo en la quijada.

Nada como un omega acorralado para que incluso un alfa no fuera competencia.

Jadeando por el esfuerzo, Izuku observó al ejemplar de alfa que desnudo observó todo desde el dintel de la puerta de su dormitorio, y su labio superior se alzó con él enseñando los dientes.

El reto estaba hecho, y aunque no era otro omega contra el que competía por el afecto de Shouto, el instinto de Izuku le exigía confrontarlo como iguales.

—Izuku... —Lo llamó Shouto desde el piso, con tanto patetismo que éste se negó a verlo.

—Vístete. Y haz que ese... que ese alfa haga lo mismo. Tenemos que hablar.

Con un asentimiento, Shouto así lo hizo.

 

Izuku esperó a Shouto sentado frente a la mesa de la cocina, y con las manos firmemente sujetas sobre la mesa, se preguntó no por primera vez en los últimos minutos si lo que acababa de presenciar era una primera vez o algo ocasional. Cualquiera de las dos opciones conllevaba un peso particular, e Izuku se negaba a asumir que fuera él quien tuviera que asumirlo, porque él no había hecho nada malo, ese había sido Shouto.

El sonido de voces en el pasillo alertó a Izuku, que veloz se limpió los ojos e intentó confrontar a su esposo, pero la primera persona que apareció en su campo de visión fue ese alfa masivo que todavía tuvo el descaro de intentar sonreírle como si la escena de antes jamás hubiera ocurrido. Al instante el aroma de Izuku se tornó agrio, revelando con ello el desagrado instintivo que sentía por ese alfa invadiendo su espacio.

—No la tomes contra Inasa —dijo Shouto al aparecer detrás del alfa, ya vestido pero con aspecto cansado, como si el tener una charla pendiente con Izuku fuera una tarea que le pesara de sobremanera—. No es culpa suya que nos sorprendieras en la cama. Es sólo que mencionaste que ibas a pasar al supermercado por un par de cosas.

—¿Entonces es culpa mía? —Cuestionó Izuku con un tono mucho más frío del que se le hubiera escuchado antes, y Shouto contrajo el rostro como abofeteado por una mano invisible.

—No fue eso lo que dije.

—Lo mejor ahora sería una taza de té —dijo el alfa («Inasa», se recordó Izuku, que si Shouto estaba en términos de primer nombre con él, entonces podía adivinar que no era un desconocido el que había traído a casa) y se dispuso a ello.

Ver a un completo desconocido poner sin problemas en marcha su tetera eléctrica y encontrar en su alacena las tazas y el té hizo comprender a Izuku que no era la primera vez que hacía eso, y la noción de la magnitud de la traición de Shouto le obligó a cubrirse la boca para no sollozar.

—Oh, Izuku... —Amagó Shouto acercarse y abrazarlo, pero Izuku extendió su otra mano con la palma puesta al frente y se lo impidió—. No era así como quería que te enteraras...

—¿Enterarme de qué? Seguro habría sido más conveniente para mí que no lo hiciera y ya. Así podrías haber continuado con tu... tu perversa aventura —gruñó Izuku, dolido en verdad por tener que enfrentarse a esa situación que le estaba resultando tan insoportable.

—En serio tenemos que hablar —dijo Shouto, tomando asiento frente a Izuku en su pequeña mesa para 4. A éste no le pasó por alto que si bien su esposo se mostraba avergonzado, no se había disculpado siquiera una vez.

—¿Y qué hay por hablar, uh? La escena de antes fue bastante clara... —Murmuró Izuku, atragantándose con las palabras—. ¿Soy yo? ¿Es mi culpa? Pensé que querías tener un bebé conmigo...

—¡Y lo quiero! Izuku, cariño, eso no ha cambiado —dijo Shouto, haciendo un segundo intento por extender su mano y alcanzar a Izuku a través de la mesa, pero éste irguió la espalda y la pegó al respaldo, apartándose lo más posible de su roce—. Es... lo que me ocurre es mucho más complicado de lo que yo mismo puedo explicar.

—Pues inténtalo al menos. Hazme comprender cómo... por qué...

Shouto fue incapaz de sostenerle la mirada, e Izuku casi gritó cuando el alfa, Inasa, colocó sobre la mesa 3 tazas de humeante té y después movió una silla para ocupar el lado contiguo al de su esposo.

—¿Por qué sigues en mi casa? —Siseó Izuku en su dirección—. ¿No te basta el daño que ya has hecho?

—Inasa es mi alfa —dijo Shouto como si esa frase tuviera sentido; quizá para él la tenía, pero a oídos de Izuku era una absoluta locura—. Lo necesito aquí.

—No te entiendo.

Shouto suspiró, y su mano sobre la mesa quedó de pronto cubierta por la de Inasa en un apretón que seguro pretendía ser reconfortante y lo era entre ellos, pero que provocó en Izuku una contracción en las tripas.

—Soy... —Shouto se humedeció los labios, y tomando el puñal que antes había clavado en el corazón de Izuku con su traición, le dio un giro y terminó por casi matarlo—. Soy un omega.

Y el resto de su relación se despeñó colina abajo hasta un precipicio.

 

—Tienes que entenderme... Sabía desde pequeño que algo no estaba bien conmigo. Era yo y a la vez no lo era, ¿sabes? Era mi responsabilidad cumplir con lo que se esperaba de mí como alfa, pero no podía evitar preguntarme cómo sería... Mi padre me hubiera matado, o por lo menos habría intentado hacerme olvidar eso a base de golpes... Era mi más grande secreto, y cuando te conocí, creí que podría soportarlo. —Shouto miró a Izuku a los ojos—. Me hiciste realmente feliz.

—No lo suficiente al parecer... —Dijo éste con frialdad, los ojos secos de indignación.

—No fue así como lo planeé... —Prosiguió Shouto con sus explicaciones, mirando por un instante a Inasa antes de proseguir—. Resultó más fuerte que yo. Inasa vio a través de mí lo que yo era y me aceptó por ello sin importarle mi biología. Él vio al omega dentro de mí y me permitió ser yo mismo, vivir para mí y no para los demás.

—Ya, pero seguro estaba ciego al hecho de que tenías un esposo en casa, ¿eh? —Rebatió Izuku, dispuesto a provocar tanto daño como Shouto le había hecho a él.

—Fue más fuerte que nosotros mismos —dijo Inasa, hablando por primera vez y utilizando una boba frase que Izuku sólo había tenido la desgracia de escuchar en las novelas románticas a las que su cuñada Fuyumi era tan aficionada—. No pudimos resistirnos.

Izuku bufó, pero no dignificó su participación con una respuesta.

—Pensaba hablar contigo, discutir esto y encontrar una solución —dijo Shouto, actuando con suavidad, pero Izuku ya no iba a corresponderle con esa misma cortesía.

—Estábamos intentando tener un bebé. Mi celo estaba por empezar la semana siguiente, ¿me lo ibas a contar para entonces?

El mutismo de Shouto se lo dijo todo.

—Ya veo.

—Quiero ser padre, Izuku... Siempre he tenido ese sueño, que aquí dentro —dijo llevándose una mano al vientre— alguna vez habría vida, pero...

—Eso es algo que tu alfa jamás podrá darte —escupió Izuku.

—Puede que no, pero escucha Izuku —volvió a hablar Inasa, y poco le faltó a éste para estallar por causa de esa familiaridad mal otorgada—. Eso no quiere decir que todo tenga que acabar mal. Tú eres un omega igual que Shouto, y al menos de momento su esposo. Porque lo hemos discutido, y pienso que todos podríamos llegar a un acuerdo que nos haga felices por igual.

A Izuku cada vello del cuerpo se le erizó. Era una reacción instintiva al peligro, que en ese caso se manifestaba como deseo de atacar antes que ser atacado.

—Tal vez no es el mejor momento para hablar de eso... —dijo Shouto, pero Inasa lo ignoró y siguió adelante con sus palabras.

—¿Qué mejor momento hay que éste? Y seguro que Izuku también está de acuerdo en que podría ser lo mejor para todos si mantenemos la mente abierta y-...

—¿De qué demonios hablas? —Interrumpió Izuku su perorata, y su respuesta le dejó vacío por dentro.

—Podríamos tener un bebé, los 3. Por supuesto tú serías la madre y Shouto el padre, pero después del divorcio el acuerdo de custodia podría incluirme una vez que Shouto empiece su tratamiento de hormonas y él y yo nos vayamos a vivir juntos. Estoy seguro de que-...

Y hasta ahí llegó. Presa de una rabia que hasta ese momento jamás había experimentado, Izuku se puso en pie con tanta brusquedad que golpeó la mesa y alrededor de las tazas todavía intactas se derramó el té.

—Sobre mi cadáver —respondió Izuku, enunciando sílaba por sílaba con lentitud para que aquel enorme bruto entendiera que ni en un millón de años accedería a algo tan aberrante como eso. Y dirigiéndose a Shouto pronunció las últimas palabras que alguna vez significaran algo antes de su divorcio—. ¿Quieres ser feliz? ¡Pues selo! Pero no me involucres a mí o a un supuesto bebé en esto.

Alzando el mentón porque a diferencia de Shouto él no iba actuar como cobarde escondiéndose hasta que no le quedó de otra, Izuku dio su veredicto final.

—Este matrimonio se acabó, Shouto.

 

***

 

Con el corazón roto y a la vez experimentando una sensación de pérdida que sólo se equiparaba a la de amputarse un brazo y una pierna a la vez y sin anestesia, Izuku había hecho sus maletas y abandonado Tokyo con la intención de afincarse en Musutafu, la ciudad en la que había crecido y que continuaba siendo el hogar de su familia y amigos. En Tokyo ya nada quedaba para él, y las personas que alguna vez consideró cercanas le dieron la espalda cuando su falta de apoyo a la transición de Shouto se hizo patente, como si admitir públicamente que era transomega le diera un pase libre por haber engañado a Izuku.

Sin un deseo claro de volver a casa con la cola entre las patas porque ahora su madre se había vuelto a casar y él no quería ser una molestia, Izuku había contactado a una vieja amiga de la preparatoria con la que mantenía todavía contacto esporádico, y Ochako le había abierto las puertas de la casa que rentaba con un grupo de chicas y que no tuvieron inconveniente en prestarle una de las habitaciones libres mientras rehacía su vida.

Y vaya que Izuku se había tomado en serio esa parte.

Con el dinero de la venta del departamento que alguna vez compartió con Shouto como su hogar, Izuku compró para sí una casa espaciosa a las orillas de Musutafu, y con un deseo casi enfermizo por dejar a su exesposo en el pasado y empezar desde cero, había vuelto suya una máxima que alguna vez leyera: Para tener una vida completa, lo mejor es escribir un libro, plantar un árbol, y tener un hijo.

Lo primero lo había conseguido cuando buscando un nuevo empleo que lo mantuviera (Shouto le había hecho saber a través de sus abogados que le pasaría una pensión por las molestias ocasionadas, pero él se había negado rompiendo los papeles y jamás contactado a su exesposo para llegar a un arreglo) y para ello recibió la ayuda de una de sus nuevas amigas. Momo Yaoyorozu lo había presentado durante una cena con un viejo amigo de la facultad, que al enterarse del interés que Izuku tenía por la literatura y su anterior trabajo en una librería, lo había tomado a su cargo en la Biblioteca Municipal de Musutafu. La paga era mejor que en su anterior empleo, y lo que resultaba más conveniente para Izuku, le bastaba para valerse por su cuenta sin problemas.

Lo siguiente en su lista fue plantar un árbol, pero ya que Izuku apenas tenía espacio en su jardín trasero y no iba a reducirlo más por cuenta propia de manera tan irresponsable, en su lugar hizo un donativo para que por medio de una organización se plantaran a su nombre 100 árboles en las cercanías. Además compró un bonsái, que junto con el creciente número de macetas que empezaron a hacerle compañía en casa, pronto se volvieron una especie de obsesión.

—Vale, que nadie tiene unas hortensias tan bellas como las tuyas, Izuku, pero ¿has pensado en...? —De visita, había sido Ochako quien plantara la semilla en Izuku de que quizá la jardinería estaba bien como pasatiempo, y que ya debía moverse a su siguiente objetivo.

Sin embargo, una tras otra sus citas fracasaron, y su estatus de divorciado no le ayudó. Peor fue cuando Shouto volvió con Inasa en unas vacaciones para visitar a su familia, que salvo por él vivían afincados en Musutafu, y la noticia de su cambio corrió de boca en boca como reguero de pólvora. Así Izuku pasó no sólo a ser un ‘omega divorciado’, sino ‘ese omega’, al que la gente apuntaba con el dedo y del que las murmuraciones no paraban porque por fuerza algo debía estar mal con él para que Shouto hubiera tomado ese camino.

A casi 6 meses de su retorno a Musutafu, Izuku tomó aquel golpe con fuerza, y fue necesario que Ochako acudiera a su casa, y valiéndose de la llave de emergencias que éste le había entregado de antemano, consiguió sacarlo de la cama y hacer que se duchara por primera vez en días.

—Iida está preocupado porque llamaste avisando que no irías a la biblioteca porque tenías un resfriado —le confió Ochako mientras cocinaba para él unos onigiris, y desde su sitio en la mesa y apático a morir, Izuku gruñó una afirmación—. De hecho, todos estamos preocupados.

—Uhhh... ¿Todos?

—Tus amigos —le recordó Ochako, que procedió a enumerar a las chicas con las que había vivido meses atrás y que le habían enviado una canasta con obsequios para que se sintiera mejor.

Izuku había llorado al ver todo aquello, que iba desde unas bolsas de sus bocadillos favoritos hasta una exquisita manta de lana de cachemira que Yaoyorozu enviaba para agregar a su nido, y el conocimiento de ser apreciado hizo que rompiera en llanto mientras Ochako le abrazaba contra su cuerpo y le dejaba llorar sobre su pecho.

—No puedes seguir así... No es sano. Tienes que superar a Shouto.

—No es sobre Shouto. En lo que a mí respecta —se sorbió Izuku la nariz contra su blusa—, él y el alfa idiota con el que me engañó pueden irse al demonio.

—Entonces si no es él, a la situación. Todavía eres joven...

—Ochako...

—¿Y qué si has cumplido 29? No los aparentas, y más de un alfa haría lo que fuera por cortejarte.

—No me importa.

—Izuku...

—Ya no creo en el amor —había murmurado Izuku, que sin planearlo, convirtió aquella frase en su motto personal.

A base de insistencia y mucho apoyo, Ochako había hecho salir a Izuku de su depresión postdivorcio, y éste a cambio había decidido que si quería ver su lista de objetivos completa, entonces lo haría por su cuenta y a su manera.

Al cuerno con los alfa, especialmente los alfa del tipo que eran infieles como el canalla de su exmarido y que todavía tenía el descaro junto con su nueva pareja de contactarlo a través del abogado de divorcio para averiguar si no había considerado la propuesta que le hiciera antes de tener un hijo entre los 3, ¡como si Izuku fuera alguna vez a aceptar!

Y con la firme convicción de que esa sería su venganza particular, Izuku le informó a Ochako en primer lugar del perfecto plan que tenía en mente.

—Voy a tener un bebé —le anunció con la primera sonrisa sincera que su amiga le hubiera visto en meses, y así, la bola comenzó a rodar en su terreno.

 

Izuku acudió a la primera clínica de fertilidad que encontró en su búsqueda por internet y se sorprendió de lo simple que era hoy en día convertirse en madre sin la necesidad de un compañero.

Al parecer, y eso lo leyó en uno de los folletos que le entregaron en recepción luego de rellenar el formulario con sus datos, las tasas de nacimiento en Japón iban a la baja, por lo que esas clínicas de fertilidad eran subvencionadas por el gobierno para facilitar el nacimiento de nuevos bebés y mantener las tasas de natalidad en números positivos.

A Izuku eso no podía importarle menos, porque desde que se le había metido en la cabeza que quería un bebé, no había tenido ni un instante para volver al abatimiento causado por su divorcio. Después de todo, antes de que todo se fuera al traste en su matrimonio, él y Shouto estaban intentado activamente tener un bebé, e Izuku no se sentía más que listo para dar ese gran paso.

—¿Estás seguro de que es lo que quieres para ti? —Le preguntó Ochako, y mirándola a los ojos para hacerle saber que era su decisión y no una reacción por lo que le había ocurrido en su divorcio, asintió con energía.

—Totalmente.

Ochako había suspirado con alivio. —Genial. Entonces... ¿A elegir un alfa? No sé cómo funciona esto, pero averigüémoslo juntos.

Izuku tampoco lo había tenido claro, pero estaba resignado a quizá pasar por un proceso vergonzoso e invasivo que le permitiera ser madre, así que apretó los dientes mientras en el consultorio de su doctora de caso él y Ochako esperaban a ser atendidos.

La doctora que abrió la puerta (una mujer pequeñita, ya de edad avanzada y bastante maternal por el modo en que a cada uno le plantó un beso en la frente como saludo) se presentó como Chiyo Shuzenji y no tardó en preguntar si eran ellos dos como pareja buscando una donación de potente semen de alfa.

—Uhm, Ochako y yo sólo somos amigos —clarificó Izuku a la menor oportunidad. Después de todo, su amiga era una beta, y las parejas beta-omega no eran tan limitadas como pudiera pensarse. Su único inconveniente hoy en día, aparte de unas cuantas cejas alzadas por parte de alfas tradicionalistas, eran las bajas tasas de fertilidad, porque podían llegar a cumplir 4 ó 5 ciclos de celo antes de conseguir concebir.

—Yo vengo como apoyo moral —secundó Ochako, tomando la mano de Izuku y dándole un apretón.

—Ya veo —dijo Shuzenji—. En ese caso, ¿deduzco que ya leyeron los folletos, correcto?

—Sí —asintió Izuku con convicción, pues no sólo los había leído de principio a fin, sino que había tomado notas y estaba enterado del procedimiento en todos sus pasos.

De antemano había dado Izuku por sentado que la tarea de procreación sin un alfa incluiría un proceso clínico y por demás impersonal que tendría que tolerar con absoluta resignación, pero al parecer eso era antes, cuando las primeras clínicas de fertilidad habían intentado a base de prueba y error crear los mejores entornos para sus omegas.

Con gran alivio había leído Izuku de los folletos que en lugar de un consultorio médico en el que se le trataría como a un conejillo de indias se le proveería en las instalaciones de una habitación privada en la que en su próximo celo podría decorar con sus enseres personales y se le proporcionarían juguetes sexuales que simularían la cópula con un alfa. Izuku había visto un video educativo en internet, y aunque a criterio de muchos bien podría considerarse pornográfico presenciar a un omega montar uno de esos aditamentos que simulaban no sólo la penetración sino también el abotonamiento con su consiguiente eyaculación, para él era la prueba de que había elegido el sitio adecuado para convertirse en madre.

Con la ayuda de la doctora Shuzenji, Izuku habló de sus ciclos y su salud en general, mencionando que estaba cerca de su próximo celo ya que su cuerpo había omitido los últimos 2 con el estrés del divorcio y la mudanza. Shuzenji tomó nota de todo, y después les dio a él y a Ochako un tour por las instalaciones, mostrándole la habitación en la que se hospedaría durante su próximo celo y los protocolos de higiene con los que se cercioraban de la seguridad de los omegas a su cargo.

—Todo eso es muy interesante —dijo Ochako apenas Shuzenji terminó de hablar—, ¿pero cómo podrá elegir Izuku el, uhm, el seme de su alfa? ¿Tienen alguna especie de catálogo o...?

Aquella era una pregunta que el mismo Izuku se había hecho incontables veces antes de proseguir con su plan. Después de todo, un omega tenía mejores oportunidades de concebir si su química corporal era compatible con la de su alfa. En sus peores momentos, Izuku a veces se cuestionaba si esa era la razón por la que él y Shouto habían tenido que llegar a su segundo intento para ser padres, pero se apresuró a desechar esos pensamientos mientras escuchaba de boca de Shuzenji cómo era que funcionaba el proceso de selección.

—Podría decirse que es un catálogo —dijo la doctora, guiándolos al siguiente pasillo y de ahí a una enorme habitación que asemejaba a un archivo, aunque los estantes estaban repletos con cajas que asemejaban a las de los zapatos y eran metálicas—. Aquí es donde almacenamos las muestras.

—Oh, pero pensé que el semen debía estar congelado o... algo así —expresó Ochako su desconcierto, y nuevamente Shuzenji le aclaró la confusión que tenía.

Esas muestras sí, pero lo que guardamos en esta sala son muestras de feromonas. A cada nuevo donador se le pide como requisito primordial pasar por sus glándulas de olor un pañuelo de algodón que se impregne con su aroma. Orgullosamente nuestra clínica tiene arriba de 5000 muestras de primera calidad, por lo que nuestra tasa de sincronía es bastante alta.

—¿Tendré que oler las 5000 muestras para dar con un alfa compatible? —Inquirió Izuku con preocupación, pues si era el caso con su indecisión, entonces bien podía adelantar sus vacaciones y acampar en esa sala las próximas dos semanas.

—En lo absoluto —desestimó Shuzenji la noción—. Aunque no lo parezca, cada estante pertenece a un aroma en particular. Lo usual es que nuestro pacientes empiecen en las cabeceras y pasen a los subtipos. A partir de ahí las muestras se reducen exponencialmente, y el número total de olfateadas no supera las 30.

—¿E Izuku podrá encontrar así al candidato ideal? —Se asombró Ochako—. ¿Qué hay del resto de información? ¿Su edad, o historial familiar de enfermedades?

—Lo tenemos todo en los registros, pero usualmente los omegas confían en su olfato para ello. Es como entrar a un estadio repleto de alfas con los ojos cerrados, e Izuku decidirá por su cuenta basándose en su aroma quién es el indicado para él. No muy diferente a un encuentro casual, aunque con la ventaja de utilizar la muestra y desechar el resto.

Pero si era o no una ventaja tal cual, Izuku tenía sus dudas.

 

Un tanto escéptico por el proceso de selección al que iba a someterse, Izuku agendó su cita para una mañana completa y siguió las indicaciones de Shuzenji en pasearse a través de los anaqueles olfateando aquí y allá a través de una pequeña ranura que tenían las cajas a su disposición.

Su primer intento fue un fracaso, con un aroma acitronado que le hizo llorar los ojos, pero el siguiente fue mejor con unos toques florales que le aliviaron. Tal como Shuzenji le había prometido, los aromas estaban separados en categorías claramente diferenciables entre sí, y tras una corta reflexión, Izuku decidió que quería para sí un alfa que tuviera como base una fragancia almizclada. La sección estaba a su vez separada en resinoso (que provocaron en Izuku una calma instantánea) y quemados (que admiró con un estremecimiento), así que su elección no fue demasiado difícil.

Con cada categoría el número de muestras se reducía, e Izuku encontró casi divertido que a su combinación de aromas secundarios se agregara el dulce (un toque de caramelo quemado) y también el picante (que hizo que la punta de su nariz le cosquilleara), dejando por último una única caja que cumplía todos esos requisitos y que hizo a Izuku contener el aliento mientras Shuzenji la abría usando guantes y cubreboca para evitar la posibilidad de contaminación cruzada y le revelaba un simple pañuelo que incluso desde un metro de distancia le resultaba de lo más exquisito.

A Izuku la boca se le llenó de saliva, y en su estómago una conocida sensación de excitación que creía ya no iba a ser capaz de experimentar después de su traumático divorcio con Shouto volvió a estar presente, pero se contuvo a tiempo con la mano en el aire, y tras un temblor de sus dedos, se la llevó al pecho.

Reconociendo la expresión en el rostro de Izuku igual que había hecho con otros omegas en su carrera como doctora de fertilidad, Shuzenji le sonrió con afecto.

—¿Es la correcta?

—Es... Sí. —Izuku se mordisqueó el labio inferior—. Es mi alfa, y el padre de mi bebé.

—Muy bien. Entonces procedamos.

 

Por motivos de confidencialidad, Izuku nunca tuvo claro el nombre del alfa que tan generosamente le había dado el regalo de Mahoro, su pequeña niña que nació casi 10 meses después con un impresionante cabello rubio que por descontado no era suyo, pero sí tuvo la ventaja de reclamar sobre aquella caja las otras 2 muestras que estaban congeladas y que al cabo de 15 meses después del parto decidió utilizar para darle un hermanito. Esta vez tuvo un pequeño varón al que llamó Katsuma, y que igual que su hermanita tuvo el cabello rubio que no era su herencia. Prueba innegable de que los genes del alfa que había elegido como padre de sus criaturas era fuertes y deseables.

Con una tercera muestra puesta en el congelador a su disposición, Izuku consideró si más adelante lo intentaría en otra ocasión, pero... No tuvo tiempo. Con dos niños pequeños en casa y trabajo de tiempo completo en la biblioteca, la fantasía quedó en eso y él satisfecho de la vida que tenía ahora.

De momento era feliz, y para Izuku eso era lo único que contaba al final de cada día. 

 

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Notas finales:

Sé lo que parece, que ser transomega es una especie de analogía de ser transexual, y va un poco por ahí. No odien a Izuku por sentirse traicionado. Él odia a Shouto por el engaño, no porque sea transomega.
El fic tiene 7 capítulos que actualizaré en sábado-lunes-jueves si todo sale bien con los kudos/comentarios, y semanalmente si no. Graxie de antemano por cualquier resultado.


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