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Love in Four Seasons (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 4:

(WINTER)

UMBRELLA AND RAIN

 

Como lágrimas

cae la lluvia rauda;

nuevo comienzo.

 

 

 

Gris acero tormentoso es el cielo cuando sales de casa aquel domingo. Gris de lluvia torrencial que arrecia sin tregua alguna sobre la ciudad que luce dormida, haciendo que cada nueva gota salpique en el asfalto produciendo su propio diluvio en miniatura, acompañadas del repiqueteo constante que estas producen.

La lluvia te gusta porque te recuerda a las tardes cálidas y los días de descanso, a los momentos de té aromático frente a la chimenea y los silencios largos; aun así, aquella mañana se ha vuelto todo un caos, envuelta en aquel cielo lloroso y compromisos adquiridos, y la inseguridad de si será correcto cancelar los planes o simplemente sacrificarte un poco por ellos.

Finalmente, es la última opción la que gana, y tras vestirte acorde al tiempo y coger un paraguas, sales de casa maldiciendo, a quien quiera oírlo, por ese día de mierda.

Desde que el nuevo año ha dado inicio, enero ha espantado la nieve, trayendo la humedad consigo. Cielos oscuros es lo que les ha tocado toda aquella semana, y ya sea debido a ello o los secretos no dichos, Eren se ha mostrado igual de taciturno que aquel tiempo destemplado. Una nube de tormenta en acecho constante, riendo poco y hablando aún menos. Un chico por completo sumido en todos aquellos pensamientos que obstinadamente se niega a compartir, ni contigo ni con nadie, resguardándolos con el celo de un secreto bajo siete llaves.

Y es en parte por ello que has decidido sacrificarte aquel día, a pesar de que la lluvia te disuade e insta a quedarte en casa; porque una promesa es una promesa, te recuerdas, y ya has acordado pasar aquel día libre con él, por lo que no piensas siquiera en romperla.

Aquella cita apresurada e inesperada, surgió la pasada tarde sin que ninguno de ustedes lo esperase. Al cierre de la tienda ambos platicaban sobre las compras por hacer, y cuando Eren comentó sobre lo muy poco que aun conocía la ciudad y lo mucho que le estaba costando ubicarse en ella, te ofreciste a ser su guía.

Una oferta ni siquiera había sido pensada, pero cuando las palabras salieron de tus labios, sus ojos de verde mar y tormenta volvieron a ser hierba nueva, haciendo que la paz perdida regresara a anidar en tu alma, y ya no pudieras ni quisieras retractarte.

¿Y acaso aquello es tan malo?, te preguntas; porque tras haber compartido aquella improvisada velada de Año Nuevo días atrás, has comprendido que no eres el único que está perdido y roto, y aunque no te gusta creer en lo que siempre te dice Erwin, de que la vida tiene sus motivos y caminos desconocidos, has acabado pensándotelo.

Oyes el golpeteo de las gotas que caen contra tu paraguas, y apuras el paso resguardándote del frío y los charcos que se han formado y asemejan espejos. Las calles no están tan desiertas como esperabas, pero aun así te es fácil distinguir al alto chico todo vestido de negro, que se guarece bajo el alero de un edificio cual se tratase de una bella escultura gótica.

Eren, como siempre, parece destacar sobre el resto aun sin proponérselo, como si aquella ciudad sombría supiese que allí no pertenece, y aun así absurdamente lo adornase para hacerlo parecer tan hermoso como un cuadro.

Su mirada, como ha venido ocurriendo desde los días anteriores, se haya perdida en ninguna parte; pero, como si presintiese tu pronta llegada, sus ojos vuelan hacia ti entre lo que tarda un parpadeo del siguiente, siendo sus labios toda lánguida sonrisa al reconocerte.

Y es entonces que sabes, sin comprender del todo, que aquello ya lo han vivido; un día cualquiera bajo una lluvia cualquiera, en la que has ido a su encuentro y él te ha mirado, desterrando de ti las nubes y el cielo lagrimeante, como si de un pequeño sol se tratase.

Llegas a su lado y la sonrisa del mocoso se hace más amplia, y es quizá porque por primera vez se encuentran fuera de la tienda, fuera de los papeles que les ha tocado interpretar en aquel espectáculo que han sido nada más conocerse, que aquel encuentro se siente ligeramente diferente, permitiéndote ver a Eren como algo más que el chico a tu cuidado.

Su mano morena, y llena de quemaduras apenas visibles e ínfimos cortes, se extiende hacia ti en una invitación muda, la cual sin pensarlo siquiera, aceptas.

Aquella no es la primera vez que la tomas, para nada, y aun así ese nuevo saludo se siente extrañamente como un primer encuentro, aunque en esa ocasión el cielo llore sobre ambos en vez de dejar caer nieve pura, y aquel chico tonto esté de pie en vez de tumbado de culo a los tuyos.

—He olvidado el paraguas —es su risueño saludo, y aunque sabes que aquello debería molestarte al ser un descuido tan absurdo, simplemente suspiras y niegas.

—No hay caso contigo, Jaeger. Eres peor que un niño.

Y Stohess se ha teñido aquel día con el acerado gris de los días tristes, pero aun así, secretamente, piensas que aquella tonta salida no está tan mal. Nada de mal.

 

——o——

 

Siendo para ti una tarde en casa un panorama de domingo ideal, descubres que Eren parece revivir con la libertad del exterior y el aire fresco, aunque este llegue cargado con el frío de la lluvia tras las nevadas.

Puedes oler la humedad en el ambiente, limpia y pura en su labor de volver los cielos otra vez azulmente despejados tras tantos días de blanca escarcha, siendo solo el punto de reinicio para el nuevo comienzo.

A pesar de lo ridículo que te parece en un principio, realmente acaban compartiendo tu paraguas, contigo llevando este mientras reclamas una y otra vez por lo condenadamente alto que es aquel chico —tanto que ambos han terminado mojándose debido a la diferencia de estaturas que comparten—, y con Eren riendo cargando con las bolsas de algunas cosas que han comprado a lo largo de aquella tarde.

Ha sido una cita muy extraña, contigo siendo guía en una ciudad casi desierta a causa de la lluvia imparable, y sin lograr quitarte de encima la sensación de que aquello es misteriosamente acertado y perfecto, porque está hecho para ustedes.

Eren ha vuelto a sonreír como los primeros días tras conocerle, y aunque tú mismo te sientes a veces una farsa de persona, puedes distinguir que, al menos por aquel día, la alegría de ambos es en verdad genuina.

A pesar de que las calles se han vuelto un desierto abandonado de transeúntes, la galería de arte se halla abierta como cada día, por lo que el chico insiste caprichosamente en entrar.

Salas vacías es lo que los recibe, con sus pasos resonando como un eco sobre el suelo pulido y cada pequeña respiración que escapa de sus labios siendo por completo audible; aun así, aquella extraña soledad te parece agradable, tal vez por ser compartida, porque Eren no se ha apartado de tu lado a pesar de tener espacio de sobra, y porque tú no has deseado huir, a pesar de saber que deberías hacerlo.

Y es que aquel chico, intuyes, te traerá problemas; lo supusiste la segunda vez que se vieron, contigo aceptando su solicitud de trabajo mientras sentías que el mundo se desquebrajaba y abría a tus pies, y confirmándolo con toda seguridad al recibir el nuevo año, cuando bajaste tu tan firme guardia para consolarlo, y quizá también consolarte. Lo supiste cuando deseaste sanar su dolor a pesar de no tener derecho a hacerlo, porque de alguna forma extraña y compleja, se sintió como el tuyo.

La fotografía te azota con la misma voracidad del mar que representa, un océano verdeazulado rugiendo contra las oscuras rocas, como si con ello pudiese dejar claro la indomabilidad de su espíritu.

Y para ti es Eren.

Sin saber del todo como ni por qué, para ti cada fragmento de aquella pieza es el chico a tu lado, tan desbastador como una fuerza de la naturaleza, y al mismo tiempo hermoso como solo esta puede serlo.

Lo oyes inspirar profundo antes de que vuelva a soltar el aliento, y cuando su mano una vez más toma la tuya, ni siquiera te opones a pesar de que deberías hacerlo. Y es que aquel momento parece ser una fractura en el tiempo, en sus vidas, y son tantas emociones las que te embargan en ese instante, que temes romper a llorar sin medida.

—Tú también lo sientes, ¿verdad? —pregunta el chico, y al volverte a verlo, lo hallas observándote—. Que ya nos conocíamos.

Y Eren ya no es risas desbordantes ni descarado coqueteo sin sentido, este es tan solo silencio expectante por una respuesta tuya, la que confirme que no ha perdido la cabeza, porque desde su primer encuentro para ti también ha sido lo mismo.

Apartas tus ojos de los suyos hacia sus manos unidas, tan diferentes como él día y la noche y aun así presientes que entrelazadas de aquella forma son casi perfectas.

Cierras los ojos un instante y rememoras la nieve cayendo, hilada y efímera como si fuese un sueño. Y cierras los ojos y sabes, que a pesar del dolor, de estar tan dañado, conocer a Eren te ha devuelto algo, lo que sea. Lo suficiente para hacer que cada día sea un poco más fácil seguir viviendo.

—Es lo mismo. Para mí es lo mismo —admites.

Y en aquella ocasión, cuando vuelves a observar aquel mar a la distancia, tan solo puedes ver frente a tus ojos, futuro y múltiples posibilidades.

 

——o——

 

Aunque desde un comienzo has sabido que Eren no vive lejos, casi como si fuese inercia acaban regresando a la tienda y a tu casa.

Tras el Año Nuevo él no ha vuelto a entrar allí, pero ninguno de ustedes parece sorprendido o incómodo cuando abres la puerta y la dejas abierta, en una muda invitación para que pueda ingresar.

La chimenea está apagada por lo que te apresuras a encenderla, mientras el otro se afana en recolocar las compras y su abrigo humedecido donde el agua no pueda hacer un estropicio, tarareando una canción.

Reconoces a Chopin en sus labios, y sonríes complacido al comprender de que algo tan tuyo se ha convertido en parte suya, tal vez sin siquiera haberse dado cuenta; no obstante, en lo que un movimiento fluido da paso al siguiente para volver a ponerte de pie, sientes que la felicidad sencilla de aquel día de golpe se desmorona, cuando tu móvil suena y ves quien llama.

Te disculpas un momento y huyes a toda prisa hacia tu cuarto, al fondo del departamento, porque no tienes corazón para pedirle a Eren marcharse y te deje solo. Permites a la llamada cortarse una, tres veces, antes de finalmente tomar asiento sobre la cama y ser tú mismo quien llama de regreso.

Tal como esperas, la conversación es completamente incómoda, cargada de demasiados silencios densos y culpas no dichas. Oyes y asientes, a pesar de saber que nadie podrá verte, y cuando algunas escasas respuestas salen de tus labios, ya estás preparado para el habitual reclamo de que nada de aquello te importa o afecta, cuando, contrariamente, lo ha hecho hasta desangrarte.

Unos minutos son los que tardas en reponerte lo suficiente para poder volver a salir; minutos en los que tragas amargamente las lágrimas mientras vuelves a colocarte tu máscara de indiferencia, sabiendo con dolorosa seguridad de que aquella vez el daño ha sido tanto, que las fisuras de seguro serán visibles.

Vainilla, azúcar y una pizca de almendras, es lo que te recibe nada más regresar a la sala, y una emoción extraña te asalta al ver a Eren afanado en la cocina, aun cuando es donde él mejor se desempeña.

Como siempre, no te ha pedido permiso alguno, y cuando sus verdes ojos se alzan para mirarte, es reto fulguroso el que los tinta, desafiándote a que digas algo que prohíba su hacer.

—Oi, mocoso, ¿cuándo he dicho que podías sentirte como en tu casa? —lo reprendes, afilando la mirada y cruzándote de brazos, aunque ambos saben bien el poco enfado que hay en ti.

—¿Y cuándo me has dicho que no lo hiciera? —responde este, trozando chocolate para echarlo en un cazo y ponerlo a fundir.

Levanta el rostro para encontrarse con el tuyo, siendo todo sonrisa ladeada y provocación que rivaliza con tu obstinada seriedad; sin embargo, una vez más cedes y acabas dejándole hacer, porque sabes lo complicado que es luchar contra la corriente, y prefieres dejar el agua correr.

—Lenguas de Gato —señalas al ver como este saca la bandeja con las galletas para ponerlas a enfriar, tocando apenas con un dedo la alargada masa aun reblandecida, llenándote de nostalgia—. ¿Y a qué se debe tu elección?

—A que supuse que ibas a necesitar algo que te hiciera feliz.

Su respuesta vuelve a ser un golpe difícil de sobrellevar, porque para nada la has esperado.

Semanas atrás, apenas comenzaron a trabajar juntos, el mocoso te preguntó que elaboración de repostería era la que más te gustaba. Ya fuese porque deseabas molestarlo o solo ser un misterio, tu contestación fue tan vaga y difusa como la niebla: una elaboración simple con un gusto simple, sin jamás creer que él llegaría por si solo a la respuesta.

No dices nada, pero sabes sin duda alguna que tu mirada, tu sorpresa reflejada en ella, lo han dicho todo.

Pones a calentar agua con leche y rebuscas entre tus frascos hasta elegir un té, y mientras el chico se afana en decorar las galletas con el chocolate, tú lo haces en no dejarte hundir.

El proceso del infusionado ya es todo un acto reflejo, por lo que pones las hojas en la blanquecina mezcla y esperas que esta hierba, sintiendo como la estancia se llena con la esencia del té negro mezclado con la canela, el clavo, el jengibre, el anís y el cardamomo, obligándote a revivir aun sin quererlo.

—Masala Chai —te dice Eren, mirándote y sonriendo con la juguetona seguridad de un experto—. ¿Y a qué se debe tu elección?

Ver devuelta tu pregunta en sus labios te arranca una sonrisa, y mientras esperas los cinco minutos justo para que el té esté en su punto, le enseñas el dedo medio y haces que él muera de risa.

Acaban una vez más sentados frente a la chimenea, con Eren solo en vaqueros y negra camiseta para poder poner su suéter y deportivas a secar, y con el largo cabello suelto sobre sus hombros, vuelto un húmedo enredo.

Oyes la lluvia rugiendo con fuerza mientras se desliza cadenciosa por los cristales, y sientes el invierno en ti desatándose con fuerza.

Tomas una galleta entre tus dedos y la contemplas en su forma aplanada, alargada y perfecta, haciéndote preguntar si habrá realmente algo que aquel mocoso entrometido haga mal, o si tan solo eres tú siendo demasiado indulgente.

Pruebas un bocado y sientes como esta se deshace en tu boca con la suavidad de la mantequilla y la azúcar batida, y a pesar de sus evidentes intentos por disimularlo bebiendo té, notas sus ojos de mar tempestuoso clavados en ti, de seguro ansiando por una opinión.

—Excelente, mocoso. Horneas como mi madre —le dices, contemplándolo con ojos ligeramente entornados a través de tus negras pestañas y un deje de sonrisa debido a su confusión—. Ella era repostera.

Aquel pequeño retazo de información sobre ti no es algo que pensaras revelar, a pesar de que Eren ha preguntado seguido por tus experiencias previas y tu evidente conocimiento al evaluar su trabajo.

La confusión en su rostro rápidamente se convierte en pánico, el cual acaba siendo rojo enfurecido llenando sus mejillas, sin posibilidad alguna de disimular.

—Ah, entonces supongo que mi competencia es dura —murmura, ante lo que tú solo asientes una vez más, dándole la razón.

—La peor.

A pesar de que la leche en el té no suele ser de tu completo gusto, la delicada mezcla que hace esta para suavizar el Masala siempre te ha resultado interesante. Un té cargado de especias para abrigar el cuerpo y reconfortar el alma, y que te hace pensar que al menos por esa tarde, has sobrevivido un día más.

La lluvia aun no cesa cuando Eren te dice que ya debe marcharse, y aunque la perspectiva de quedarte solo no te hace especialmente feliz, no se lo impides.

Lo acompañas a la puerta para despedirlo, contemplando la cristalina cortina de agua que cae a sus espaldas tan solo para remarcarlo y hacerlo resaltar, haciéndote pensar otra vez en lo putamente injusta que es la vida, creándolo tan perfecto como un ser irreal.

—Gracias por la cita —te dice al momento de despedirse, y aunque entre ustedes jamás ha sido necesario hasta ahora, aceptas su mano cuando la tiende hacia ti.

—Gracias por hoy.

Eren oculta su bochorno en una risilla nerviosa, y cuando ves el paraguas todavía humedecido que espera al lado de la puerta, la idea viene hacia ti y se lo ofreces, extrañándote enormemente al verlo negar con un gesto.

—Tengo el mío —responde, abriendo su bolso en bandolera y enseñándote el condenado objeto, siendo todo sonrisa pícara y verdes ojos brillantes.

Y tu boca se abre a causa de la sorpresa y la indignación, pero antes de que digas nada, aquel mocoso mentiroso baja la escalera a pasos largos y te mira desde abajo, sonriendo.

Y sabes que deberías maldecirlo hasta el infinito por su audacia, pero tan solo te contienes, porque aquel día ha llovido como pocas veces en las últimas semanas, y atisbas como el cielo, antes blanco, luce ahora pintado en acero. Y lo sabes, lo presientes, que cuando el día siguiente finalmente llegue, ya habrá salido el sol. Un sol brillante de nuevas esperanzas, solo un poquito menos deslumbrante que aquel que acaba de despedirse de ti con un gesto, perdiéndose en las sombras nocturnas.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes han llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo fuera de su agrado y valiera el tiempo invertido en él.

Por lo demás, en esta oportunidad ha tocado un capítulo fuera de Four Seasons y por primera vez una cita entre Eren y Levi, aunque fuese una cita entre amigos; una que ha marcado algo importante por cierto. Y además, ya se sabe un poquito más del pasado de Levi.

Para este capítulo, los productos elegidos fueron las galletas Lengua de Gato por el lado de la repostería, y el Masala Chai, por el de los tés.

En el caso de las primeras, las famosas Lengua de Gato, o Langues de Chat, son unas galletas francesas de forma alargada y plana, de consistencia crujiente pero ligera y un sabor suave. Son una preparación fácil, rápida y muy sencilla, que prácticamente va bien con todo, desde el té, el café, la leche y hasta postres o helados, por lo que son ideales para acompañar lo que sea.

Su base principal es la mantequilla y el azúcar, y en algunas ocasiones una pizca de almendras molidas que a veces se deja de lado un poco. También puede decorarse con chocolate o dejarlas sin decoración alguna, dependiendo de la preferencia de cada cual.

En el caso del Masala Chai, o Té especiado en su traducción, es un té indio que, como su nombre lo indica, es altamente cargado de especias fuertes.

Su base es de té negro Ceilán, principalmente, y suele especiarse con cardamomo, jengibre, clavo de olor, canela y anís, haciéndolo un té muy fuerte, por lo que muchos prefieren consumirlo con leche, como en su receta original, hirviéndolo con ella.

Este té es uno de los que mayores beneficios posee, porque es antioxidante, relajante, fortalece el sistema inmune, digestivo y nivela los niveles de azúcar, además de que es perfecto para hacer entrar en calor a cualquiera durante los días fríos y los momentos malos, ya que es altamente estimulante.

Por ese motivo fue la elección de Levi en este capítulo; un té para abrigar no solo el cuerpo, sino también el corazón, perfecto para acompañar las galletas de Eren, cuyo sabor es mucho más simple.

Así que eso sería todo por el capítulo de hoy. Aprovecho también de disculparme por la demora en responder a los comentarios, pero llevo unos días complicados por un asuntito de salud, lo que me hace ir muy lenta; pero ya poco a poco me pondré al día, como hago siempre.

Para quienes leen el resto de mis historias, como había comentado en el capítulo anterior, los domingos serán días de actualización, por lo que ya está publicado el capítulo 13 de Zodiaco y en un ratito más será el 2 de Pide un Deseo. Para la siguiente semana el 14 de La Joya de la Corona (que no alcancé a publicar esta), el 41 de In Focus, el 5 de Love in Four Seasons y si hay suerte, el 8 y final de Tú + Yo = Allegro.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp’s, votan y añaden a sus listas, favoritos, marcadores y alertas. Como siempre, me dejan en deuda.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes.

 

Tessa.


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