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Love in Four Seasons (Riren/Ereri) por Tesschan

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Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 2:

(WINTER)

CHRISTMAS TREE

 

Estrellas brillan

cual joyas en el cielo;

noche invernal.

 

 

Al abrir los ojos ante las primeras y descoloridas luces del alba, el peso de aquel largo día cae sobre ti sin que siquiera hayan transcurrido las horas distantes.

Veinticinco de diciembre, a diferencia de otras veces, llega convertido en una vorágine de recuerdos amargos y dolor punzante; un día oscuro y nuboso como el que se aprecia a través de tu ventana entreabierta, y el que te decide a salir de la cama antes de acabar envuelto por completo en autoconmiseración lacerante.

Los fantasmas deben ser desterrados aunque sea a la fuerza, te recuerdas, y eso es lo que tú siempre haces.

Tu rutina es eficiente y sencilla como cada mañana, preparándote y organizando tu austera vivienda antes de dedicarte por completo a la tienda el resto del día. Pones orden y sientes la soledad como un peso, y aunque Brahms resuena entre tus blancas e inmaculadas paredes, el silencio de otra plática, de otra risa, te resulta ensordecedor.

Te preparas un té y lo bebes contemplando por la ventana el blanquecino cielo teñido de invierno, notando cosquillear en tu interior la suave euforia de la anticipación ante la inauguración de aquel día. Es una alegría nerviosa y bullente que habla de cambio y sueño cumplido, uno de los pocos que no acabó convertido en quebradiza hojarasca cuando el verano de tu vida se vio perdido.

Sales de casa y el gélido viento del norte te golpea, obligándote a arrebujarte más en tu abrigo mientras avanzas escalera abajo, teniendo cuidado de no tropezar debido a la escarcha que la cubre.

Oyes el desacompasado silbido antes de ver al chico, y aunque ya no debería ser una sorpresa para ti, una agitación incierta anida en tu pecho y te envuelve, sobre todo cuando sus ojos de verde y azulado mar te contemplan, solo un segundo antes de que sus labios vuelen en una sonrisa cómplice.

—Tengo una sorpresa —dice este nada más llegas a su lado, frente a la tienda—. Y esta vez, no puedes decirme que no.

Al contemplar lo que el mocoso ha traído consigo, contienes el aliento y mil palabras de regaño mueren en tus labios, acabando en nada.

Una semana completa es la que Eren y tú han estado juntos. Una semana que ha sido todo ajustes y desajustes entre ambos, porque a pesar de saber que tu decisión de tenerle allí es la correcta, eso no ha hecho las cosas más fáciles para ustedes.

Eren Jaeger, a sus veinticuatro años, es verdeazulado fuego teñido de sonrisas cálidas. Es platicador, es volátil, es entusiasmo apenas contenido en su más de metro ochenta y la necesidad incontrolable de la actividad constante. Eren habla, ríe y se emociona hasta lo imposible por las cosas más nimias, pero así como fluye del mismo modo que el movimiento perpetuo de una pieza musical, también es el ímpetu que la vuelve alocada y estremecedora, yendo de cabeza a todo lo que desea hacer.

Observas el verde árbol navideño y sueltas un suspiro de resignación, no solo porque tener uno no es algo que realmente te entusiasme —a pesar del sinnúmero de veces que aquel rebelde testarudo lo sugirió—, sino que también porque sabes bien que ese día la inauguración de Four Seasons les robará buena parte del tiempo, y tener que armar aquel sinsentido estrafalario no es algo que estuviese en tus planes.

Aun así abres la puerta de la tienda y ambos entran, consciente de que solo cedes porque la culpa mordisquea un resquicio de tu corazón. Eren no debería estar sacrificando aquel día allí contigo, porque no es nada tuyo para pertenecerte y exigirlo; no obstante, en la soledad mañanera de aquel día íntimamente familiar, pareciese que solo fueran ustedes dos en ese mundo invernal.

Oyes sus pasos resonar tras de ti como un eco profundamente conocido, y no por primera vez sientes una punzante angustia arañar tus entrañas, casi como un grito. La acuciante urgencia de necesitar algo, a alguien, y al contemplar el moreno rostro de aquel mocoso lleno de preguntas y velados secretos, piensas en lo extrañamente reconfortante que ha sido aquella semana compartida.

Tu móvil anuncia una llamada en cuanto pones a calentar agua para el té y Eren prepara todo para encender la chimenea, y al ver de quien es el mensaje, un nuevo suspiro escapa de tus labios siendo todo dolor y molestia; siendo todo rencor teñido de melancolía al saberte tan idiota por desilusionarte al no ser quien tú deseas. Por esperar que, a pesar de todas las cosas que se rompieron entre ustedes, de todo lo que ambos han perdido, los pequeños detalles sigan siendo importantes.

Respondes a Hange sin agradecerle, porque ella tampoco lo espera; aun así, es el peso de la mirada frente a ti la que vuelve a aterrizar tu mundo, porque Eren te observa siendo todo expectación callada y bullente, con sus malditos ojos verdeazulados gritando mil cosas y sus dramáticas cejas castañas enmarcándolos como si fuesen una exclamación.

El chico apenas ladea la cabeza y sonríe, mientras tú chasqueas la lengua y lo instas a que te ayude con el desayuno si quiere tener tiempo para decorar aquel condenado árbol.

Y su risa cargada de excusas que finges creerte flota como una melodía, y al menos por ese pequeño, pequeño momento, la vida te duele mucho menos.

 

——o——

 

Aunque el veinticinco de diciembre jamás ha sido tu día favorito, aunque la perspectiva de pasar un día intercambiando obsequios y compartiendo con la familia jamás te ha emocionado como a otros, de alguna manera sientes que te has malacostumbrado a aquella fecha en los últimos años, tan solo porque era importante para alguien más.

Observas por el ventanal de la tienda las calles casi vacías de viandantes, con aquel claro cielo invernal tan puro como un lienzo en blanco, y por lo mismo tan cargado de posibilidades que asusta un poco.

Leña quemada y especias llenan de aroma la tetería, trayendo a tu memoria otros inviernos igual de cálidos. Aun así, puedes notar la gélida escarcha de diciembre colarse en tu alma al contemplar la pantalla de tu móvil una vez más, no hallando lo que esperas; lo que tan malditamente ansías.

Y durante un instante la rabia te golpea con la dureza de la marea salvaje, tan amargamente dolorosa que apenas notas tus dedos aferrarse contra la suave madera de cedro del mostrador.

El sufrimiento que te embarga quema como brasas ardientes; sin embargo, antes de que este se convierta en algo inhumano, antes de que el dolor pueda acabar de derrumbarte, oyes reír a Eren y regresa la paz a tu mundo de caos, sobre todo al ver como este contempla satisfecho su obra, haciéndote sonreír a pesar de no desear hacerlo.

Inspiras profundo cuando lo ves acortar la distancia que los separa, todo lleno de infantil orgullo por haber conseguido decorar su maldito árbol. Y una vez más te preguntas cómo es posible que aquel chico esté pasando aquel día allí, contigo, cuando días atrás le ofreciste una jornada de libertad. Sin familia, sin pareja, sin amigos, y tan solo compartiendo tu soledad.

—Debes reconocer que ha quedado muy bien —te dice, inclinándose sobre el mostrador para observarte y siendo nuevamente todo verdes ojos indomables y sonrisa tan infantil como altanera; aquella que ya estás aprendiendo a conocer—. ¿No cambian acaso las cosas teniendo un árbol de Navidad?

Y deseas decirle que no y mandarlo a la mierda como haces siempre que intenta pasarse de listo, pero es entonces que algo ocurre al contemplarlo y el tiempo se detiene apenas un instante; apenas un suspiro fraccionado en el que frente a ti Eren parece mucho, mucho más joven, y cuando alzas tu pálida mano y apartas un rebelde mechón de castaño cabello que resbala por su mejilla, la experiencia no te resulta ajena, sino que te llena de una suave y dulce añoranza de aquello que ya dejaron ir.

La sonrisa del chico desaparece de sus labios y notas como su rostro moreno se vuelve del intenso rojo de las amapolas, resaltando el verde de sus ojos hasta hacerlo relucir como esmeraldas.

Deseas disculparte por tu atrevimiento, pero ni siquiera sabes por donde comenzar a hacerlo; y mientras piensas en una manera de arreglar aquel momento, tu móvil una vez más suena y tu mundo otra vez se desequilibra, envuelto en amarga desilusión.

Respondes la llamada de Erwin y observas a Eren perderse en la cocina, y aunque es Chopin quien suena con sus delicadas notas en aquella estancia, para ti es la grave voz del mocoso cantando la que parece llenarlo todo, del mismo modo que su presencia ha ayudado a desterrar tus fantasmas y el miedo, y el fracaso que te agobia por no ser suficiente.

Y entonces te adentras en su territorio con la intención de ayudarle, aunque en el fondo sabes bien que solo es una excusa para aliviar tu consciencia. Después de todo, y aunque todavía no lo comprendas bien, desde el primer momento en que se vieron, todo lo que ansías es su compañía.

 

——o——

 

Veinticinco de diciembre no es tu fecha favorita, y si en algún momento de tu infancia lo fue, aquellos recuerdos acabaron diluidos entre el dolor y la pérdida, hasta no dejar rastro alguno.

Veinticinco de diciembre no te gusta, pero aun así aceptaste inaugurar la tienda ese día por un capricho ajeno y no desististe de ello debido a tu terquedad propia, a pesar de que quien te lo pidió no estará allí para verlo.

Tus invitados a aquella pequeña celebración son en verdad tus escasos amigos, aquellos que han orbitado en torno a tu vida durante los últimos años, y quienes han permanecido a tu lado a pesar de todo.

Farlan e Isabel llevan obsequios para la tienda, sabiendo bien que si es para esta, no los rechazarás; Gunter y Erd en cambio, bromean sobre que ir a verte ya es un regalo más que suficiente, y en el fondo solo puedes darles la razón.

Nanaba, osada como siempre, sí te lleva un presente personal; mientras que Hange y Moblit te invitan a cenar con ellos la semana siguiente, una invitación que no puedes rechazar.

Erwin, impecablemente diplomático, te felicita por el gran trabajo hecho con la tetería y la comida de ese día; pero cuando reconoces que el mérito de aquello último corresponde solo a Eren, una avergonzada sonrisa asoma a los labios del chico y vuelve hierba nueva el verde de sus ojos, lo justo para que te pierdas en ellos un instante, antes de regresar a la realidad.

Hange, toda curiosidad tras sus gafas ovaladas, abandona el lado de Moblit para ir a tu encuentro. Su morena mano se posa sobre tu hombro con la seguridad de la costumbre, y al alzar el rostro para verla, hallas dudas y desconcierto pintados en este.

—Eren y tú, ¿se conocían de antes?

La pregunta de tu amiga te sorprende, quizá porque es la misma que has venido haciéndote incansablemente durante aquella semana compartida.

Eren es un extraño, lo sabes bien, pero aun así estar con él se siente tan reconfortante como llegar a casa o un sitio seguro; tan conocido como un camino mil veces recorrido, y para alguien como tú que vuelve la vida un muro de espinas que mantiene lejos al mundo, aquel inesperado apego te resulta un completo asombro.

—Solo una semana —respondes, sintiendo el clamor de la batalla agitando tu corazón desbocado, mientras bebes de tu té.

Observas al chico una vez más, y una vez más sientes despertar aquella añoranza dolorosa que pareció nacer días atrás bajo la primera nevada de aquel invierno, con este tirado de culo en el suelo por ser un completo tonto, y contigo tendiendo tu mano para ayudarlo, sin saber que aquel momento marcaría un antes y un después para ambos.

El abrazo de Hange te pilla por sorpresa, y no solo porque ella sabe bien que las muestras de afecto no son lo tuyo, sino porque notas en tu pecho la angustia de las lágrimas contenidas por demasiado tiempo, y lo odias.

Sientes que Erwin y el resto los observan, y detestas ser el centro de aquel espectáculo, pero cuando ella dice a tu oído, «quizás es un regalo», la afilada angustia se vuelve cálida certeza; una que en ese momento te observa siendo todo suave sonrisa y fuego verde; toda la calma tras la tormenta y, tal vez, un puerto seguro al que al fin llegar.

 

——o——

 

Veinticinco de diciembre aun no acaba, pero sientes el cansancio pesarte en el cuerpo por cada año cumplido, maldiciendo al contemplar el antiguo reloj de péndulo sobre la chimenea, que ni siquiera marca las diez.

Los invitados ya se han marchado, y una hora entera es la que Eren y tú han demorado en volver a poner orden luego de aquel torbellino, con la emoción del primer día ya atemperada.

Quieres subir a casa para darte una ducha y olvidarte de aquel día, pero mientras esperas que el agua alcance la temperatura justa para un último té, contemplas las luces reflejadas en el árbol navideño que el mocoso ha traído, logrando que una emoción extraña se encienda dentro tuyo, haciéndote sentir infinitamente viejo.

—¿Por qué un mocoso como tú no tiene a nadie con quien pasar la Navidad? —preguntas finalmente a este, eligiendo uno de los frascos de té para oler su contenido—. ¿Por qué encerrarte aquí, un día como hoy, conmigo?

Los verdes ojos de Eren te miran, todo velado mar de verano y dudas crecientes; dudas que mueren tras una mesurada sonrisa que te recuerda más a una mueca que a su alegría bullente, y la cual odias por saberla en absoluto verdadera.

—Porque este mocoso se ha ido lejos de casa —admite, tendiendo un par de tazas hacia ti, en una silenciosa invitación—. Y porque pensé que si éramos dos compartiendo nuestras penas, estas pesarían menos. ¿Acaso no es así como esto funciona?

Su respuesta te desconcierta porque la sabes cierta; porque la sabes tan conocida como una canción amada. Puedes ver la tristeza anidada en forma de azul dolor en el verde de sus ojos, y te preguntas que será lo que él ve al contemplarse en los tuyos tan destrozados. Tanto dolor acumulado que cada día es difícil levantarte, y aun así insistes porque no sabes qué otra cosa puedes hacer, qué otra cosa debes hacer.

Por un momento ambos se contemplan y el respirar se vuelve difícil, porque cuando las emociones entrechocan unas con otras, cuando lo correcto se antepone con los deseos, el corazón duele y sangra, aunque no deje tras de sí un rojo rastro para demostrarlo.

Tus manos tiemblan un poco al poner las pequeñas hojas en la tetera para infusionarlas, pero como siempre, tal cual si fuese un milagro, el intenso aroma del té negro calma tu alma inquieta, llevándola a un sitio conocido y seguro donde el dolor y la tristeza pesan menos.

Nada más voltear el reloj de arenilla para tomar el tiempo, el chico te dice que esperes unos segundos, porque hay algo que desea enseñarte.

Eren se marcha e inspiras profundo para atemperar tus emociones, y tras mirar una vez más el móvil donde no hay llamada alguna, finalmente comprendes y lo apagas. Tal vez ha llegado el momento de dejar el pasado atrás.

Dejas que tus ojos vaguen hacia el árbol que decora una esquina de la tienda, preguntándote cuanto tiempo ha pasado desde hace que no tienes uno que puedas llamar tuyo, aunque este sea compartido.

Los recuerdos son algo confusos, probablemente porque aún eras demasiado joven para asimilarlo, pero de todos modos una pequeña chispita de ilusión vuelve a encender con la fuerza de una hoguera en tu interior, y aquella inesperada calidez te hace sonreír.

El plato que aparece ante ti te sorprende, no solo porque no has oído regresar a Eren, sino que también por el contenido de este.

—No pude preparar un pastel como corresponde porque ya era demasiado tarde cuando Hange me lo comentó, así que tendremos que conformarnos solo con esto por hoy. Aun así, espero que te guste, Levi. Muy feliz cumpleaños.

Tus ojos no se apartan del alargado pastel envuelto y blancamente azucarado, y piensas para ti mismo que tratándose de Hange, de seguro aquel descuido no fue tal.

Como todo lo que Eren prepara, el stollen tiene el tamaño perfecto, el color perfecto, el aroma perfecto, y no puedes dejar de preguntarte por qué ha decidido compartir aquello contigo, cuando claramente al momento de elaborarlo, semanas atrás, conocerse ni siquiera estaba en planes.

Quieres decir muchas cosas en ese momento, partiendo por agradecerle, pero las palabras jamás han sido tu fuerte y en esos momentos parecen haber migrado como aves ante la llegada del otoño.

Asientes y levantas la vista, lo justo para ver al chico enmarcado por las luces navideñas y el oscuro cielo cuajado de estrellas de invierno; todo un príncipe del norte coronado por el mismo firmamento.

Sirves el té Darjeeling en las blancas tazas de porcelana, contemplando el claro líquido ambarino apenas removerse mientras lo viertes. Cortas un trozo de stollen para cada uno, y cuando pruebas la densa y dulce mezcla de masa, ron, especias y frutos secos estallan en tu boca, llevándote de vuelta a ese lejano pasado ya casi olvidado.

Sonríes sin proponértelo, sabiendo que tú elección de té ha sido la correcta. Un té simple y sencillo, ligero y suavemente astringente; un té que sientes habla de ti, como aquel pastel navideño habla de Eren, y quizás es así, una mezcla de ambos, porque desde aquel primer encuentro bajo el cielo de invierno amenazante de escarcha, todo ha sido sobre ustedes dos.

Veinticinco de diciembre nunca te ha gustado, sigue sin hacerlo, pero compartiendo aquel momento —tu cumpleaños treintaicuatro— con aquel chico al que apenas conoces, por ese instante al menos, la vida te parece absolutamente correcta.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes han llegado hasta aquí. Espero de corazón que el segundo capítulo de esta historia fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Por lo demás, paso a disculparme por la demora en esta actualización. Podría dar mil excusas del motivo, pero creo que poco interesarán y seguirán sin ser del todo válidas, así que solo espero ir nivelándome con la cantidad de capítulos faltantes durante estas semanas, ya que esta historia sí tiene un calendario que cumplir.

Sobre el capítulo en sí, esta vez los dos productos elegidos fueron el té Darjeelig y el famoso stollen navideño.

El primero, pertenece a la familia de los tés negros y, tal como su nombre lo indica, se cultiva en la región de Darjeeling, en la India.

A diferencia de los otros tés de su misma clase, el Darjeeling es el más ligero en cuanto a color, aroma y sabor. Es un poquito amargo, astringente, pero no tanto como el Ceylan o el Assam, y tiene de fondo un sabor ligeramente floral que lo hace característico.

Es un té sencillo, como señaló Levi, porque no resalta de entrada ya que su cuerpo es muy ligero; pero aun así es un acompañante ideal para productos más elaborados o si tan solo se quiere disfrutar de un buen té que sepa a té, sin distracción alguna.

Por el lado del pastel, esta vez tenemos el stollen o christstollen, como también es conocido, ya que al tener una forma alargada e ir cubierto con azúcar glas, al verlo da la sensación de representar a un niño envuelto en pañales. O sea, el niño Jesús.

Este es un pan navideño alemán, de textura densa al ser de base mantequillosa e ir cargado con frutos secos que previamente han sido remojados en ron y especiados; aun así, el stollen no se vuelve un dulce demasiado alcoholizado, ya que una de sus características es que debe reposar por semanas una vez preparado, de cuatro a tres específicamente, por lo que buena parte del licor se evapora, dejando solo el sabor de este.

Por ese motivo Levi se extraña al verlo cuando Eren se lo entrega, ya que para poder compartirlo ese día con él, este debe haberlo preparado con mucho tiempo de antelación.

Del mismo modo la elección en esta oportunidad tuvo la característica inversa de la anterior: un té muy simple para un pastel mucho más elaborado y especiado, para que de ese modo el primero no opacara al segundo.

La siguiente actualización vendrá para la semana siguiente, los primeros días de esta nuevamente, y en esta oportunidad regresando con Eren y el cómo le ha ido estas semanas trabajando con Levi.

Para quienes leen el resto de mis historias, aviso que en estos días las actualizaciones deberán ser el capítulo 12 de Zodiaco, para Acuario, el 7 de Tú + Yo = Allegro, que se acerca a su final, y el 40 de In Focus. Cruzaré los dedos para que todo pueda salir como debe.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Son siempre el mayor incentivo para seguir esforzándome por aquí.

Un abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes.

 

Tessa.


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