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El lado oscuro del deseo (sasunaru) por sasunarualfaomega

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Naruto hubiera deseado bañarse para borrar el olor del tren y  del hospital,  pero no tenía tiempo. Se quitó el vestido y se lavó ante el espejo del baño. Al secarse   la cara, comprobó que el cansancio le ensombrecía las pupilas y que sus labios todavía latían: por el cruel beso que recibieron de Sasuke.

No debía quedarse allí. Todos sus instintos le advertían que huyera antes que la paz que construyera con mil trabajos, se desmoronara y desapareciera.

Se quitó las horquillas del cabello, se lo cepilló con  vigor  y  decidió  dejarlo suelto, sin ganas de rehacer el moño En su casa no se preocupaba mucho por su apariencia. Se vestía de manera informal, con vestidos que el mismo cosía... Así aprendió su oficio, del modo más difícil, por la necesidad imperiosa de mantenerse.

Encontrar a Gaara le pareció un milagro. Le sugirió que cosiera para otras personas.

-Conozco mujeres y donceles que matarían por un traje como ese -le indicó, revisando el vestido de algodón que Naruto tenía con obvia envidia. Lo hizo de una tela barata que compró en el mercado y lo cosió en una vieja máquina que descubrió en el sótano del pequeño apartamento que alquilaba.

De allí en adelante todo marchó sobre ruedas. Consiguió una maquina industrial y su progreso lo marcó el número de prendas que le ordenaban, después de que Gaara enseñó su vestido a sus amigos que trabajaban en un inmenso edificio de oficinas.

Cuando al fin su confianza creció, impulsada por la sed de admiración de sus clientes, se arriesgó a diseñar sus propios modelos haciendo los vestidos con telas de mejor calidad. Al cabo de un año tuvo que emplear a otra costurera para seguir surtiendo los pedidos, una chica a la que entrenó con paciencia y comprensión pues el mismo pasó por las tribulaciones de aprender el oficio desde un principio, sin ayuda.

Su lista de clientes aumentó por las recomendaciones que esparcían y Gaara se mostró tan entusiasta ante la idea de establecer un negocio, que sugirió comprar mejores y más sofisticadas máquinas de coser. Dejó su trabajo de secretario y se convirtió en el socio de Naruto, ayudándole a administrar la pequeña empresa que nacía. Afuera en el patio trasero de la fábrica, Menma jugaba con los hijos de las costureras, que confeccionaban los diseños de su papi.

El nunca titubeó, jamás lo preocupó por qué o cómo había triunfado, ni si su empresa quebraría en cualquier momento, porque creció poco a poco, a un paso manejable.

Ahora compraba al mayoreo, buscando los mejores precios, manteniendo sus costos bajos para no asustar a los clientes que se mantenían fieles año tras año, y que se volvían amigas, descartando la relación comercial.

Sobre la cama, esperando que se lo pusiera, estaba uno de sus diseños más exclusivos, que resaltaba su delgada figura. Sonrió al contemplarse en el espejo, satisfecho con el corte perfecto del modelo, que le sentaba a la perfección.

Desde luego, admitió, no competía con la elegancia del precioso vestido de Sakura, pero no le quedaba mal. Así que se dirigió hacia la puerta, alzó la barbilla y bajó por la escalera.

Sasuke lo esperaba en el vestíbulo, magnífico en su traje de etiqueta negro que acentuaba lo ancho de sus hombros y los poderosos músculos de las piernas. Al acercarse a ese hombre, notó los cambios del paso de los años, la manera en que se adaptaba a la ropa, con un donaire que no poseía hacía diez años. Además adquirió un refinamiento especial, de la persona nacida para el poder y la riqueza que se revelaba  en la Confianza que emanaba. Su brillante intelecto lo estremeció, pues suponía que administraba las compañías de su padre con la misma mano dura con la que Fugaku Uchiha un día llevara las riendas.

Alzó los ojos negros y el corazón de Naru empezó a latir apresurado  al  estudiar esa mirada, antes que la escondiera bajando los párpados.

-Naciste elegante -murmuró, como si siguiera el hilo de los pensamientos de su invitado.

El comentario lo heló y sus facciones se pusieron tensas, ignoraba  si  lo  expresaba para halagarlo o insultarlo.

-Acabó de llamar al hospital -agregó, sorprendiéndolo- Tu madre duerme  tranquila; sin señales de una reacción adversa por tu visita.

-  ¿Esperabas una? -levantó sus finas, cejas, con los ojos fríos e ilegibles, igual  que el mar en invierno.

-No -contestó-, pero pensé que quizá eso te inquietaría. Como resulta obvio, me equivoque.

No, al contrario, tuvo razón. Iba pedirle que le permitiera ir al hospital, pero jamás lo admitiría mientras esa mirada furiosa nublara en los ojos de Sasuke. En cuanto a él se refería, podía catalogarla como mejor le pareciera.

  

Lo agarró del brazo y lo guió hasta la sala. Sakura estaba sentada un precioso sofá, con la irritación marcada en las facciones.

-Al fin estás aquí -suspiró, impaciente, entrecerrando los ojos al ver que Sasuke tocaba a Naruto. Si me hubieras advertido que íbamos a cenar tan tarde Sasuke, no  habría venido, me desmayo de hambre.

-Lo sé y me disculpo -dijo, contrito-. Debí llamarte para cancelar la cita pero,  para ser sincero, Sakura, la olvidé por completo hasta que vi tu coche estacionado, cuando llegamos.

-  ¡Vaya, muchas gracias! -Ironizó ruborizándose, sin que le pareciera halagadora  la honestidad de su anfitrión- Si estáis listos ¿podemos pasar al comedor?

-Desde luego -replicó Sasuke, inclinando la cabeza para demostrar que era  consciente de haberla ofendido.

Continuó avanzando, sin soltar a Naruto y abrió la puerta que comunicaba con el comedor, mientras Sakura se contentaba con seguirlos de pésimo humor.

La satisfacción de humillar a su rival murió de inmediato al sentarse en  la  inmensa mesa y escuchar, sin poder intervenir, el parloteo incesante con que Sakura monopolizó la atención de Sasuke. Menciona lugares y personas que Naruto desconocía, regodeándose en los chismes de la localidad.

A pesar de todo, no le importó que Sakura brillara, siempre y cuando no tratara    de herirlo con sus sarcasmos. Se concretó a picotear los platos que  la  señora  Chiyo colocaba ante él, incapaz de saborearlos, la tensión que lo invadía.

-  ¿Más vino, Naruto? -se sobresaltó, cuando Sasuke le habló.

-N-no gracias -lo rechazó, con cortesía. Aceptó una copa por educación, pero no estaba acostumbrado a beber alcohol.

La negativa atrajo la atención de Sakura y Naruto esperó, con un sentimiento fatalista, que la sutil crucifixión de su compostura empezara.

-Pues, ha sido muy... agradable verte de nuevo, Naru -comentó Sakura - ¿Te quedarás mucho tiempo?

-No creo -contestó, de forma vaga, decidido a no darle a Sakura la satisfacción de conocer sus planes, si lo podía evitar-. Pero sin duda, vamos a vernos antes  de que  parta -le dedicó una sonrisa falsa y recibió otra en respuesta.

-Sin duda -aceptó Sakura-, puesto que Sasuke y yo pasamos mucho tiempo junto -una mano de magnolia se extendió posesiva para cubrir la de Sasuke-. Quizás hasta podríamos salir una noche -sugirió, entusiasta-. Conseguiría, a alguien que fuera tu pareja, Naru.

Sí; pero, ¿a quién?, se preguntó Naruto con acidez. ¿Al vago del pueblo? Porque eso implicaba el tono que usaba.

-No vine a divertirme, Sakura -le informó, helado- Mí madre está  enferma  y quiero acompañarla todo lo que pueda.

-Para luego regresar a tu propia vida, supongo - vez la nota de burla se filtró en  su voz-. Nunca estuvieron muy unidas, ¿verdad?

-Lo suficiente como para considerar mudarme a Thornley, si mi madre desea permanecer aquí -se oyó contestar Naruto, siguiendo un impulso que al menos le dio la satisfacción de ver dos bocas abiertas por la sorpresa. Desde luego jamás lo haría. No con Menma. Jamás con su hijo. -Pero quizá logre convencerla de que ella viva conmigo.

-  ¿En dónde? -intervino Sasuke, seco

Lo Contempló, dándose cuenta de que no tenía la menor idea de dónde vivía. No    se lo preguntó y él no se lo hubiera dicho, de ninguna manera. Así que...

-En Londres -respondió, sabiendo que la ciudad era inmensa Y que uno se perdía  en ella.

-Tu madre ha vivido en Yorkshire toda su vida -descartó la idea  con  tono  mordaz- Sólo un loco insensible pensaría arrancarla de su terreno anciana y enferma.

-  Entonces, ¿qué sugieres que haga? -lo retó-. Como no soy tonto, comprendo que mi madre no podrá seguir trabajando de sirvienta cuando salga del hospital. Debió retirarse hace años y, como señalaste antes-agregó molesto-, es mi responsabilidad y  de nadie más.

-Por lo tanto, tendrás que mudarte aquí, como acabas de decir-una extraña nota de triunfo hizo que Naruto frunciera el ceño. ¿Por qué le atraía esa posibilidad a Sasuke?

-Mis compromisos quizá dificulten esa solución -se defendió.

-  ¿Entre ellos se encuentra un hombre? -indagó Sakura, en son de chisme.   Naruto sostuvo la mirada de Sasuke por un momento y luego se volvió para ver a

Sakura.

-Siempre hay un hombre en los compromisos de un doncel-se burló y agregó-:  Pero también administro mi negocio y no puedo cambiarlo de lugar con tanta facilidad.

-

-  ¿Administras tu propio negocio? – por fin parecía haber impresionado a Sakura y Sasuke entrecerró los ojos, evaluándola.

-Sí -confirmó-, y no lo puedo mover de un lado a otro. Diseño y confecciono vestidos para damas y donceles -admitió-. Mi clientela requiere de mi atención personal y no se desplazará por mi causa.

-Oh -suspiró Sakura, con un gesto caprichoso-, ¿quieres decir que coses en las casas; como la vieja señora Denver lo hacía en el pueblo?

-No -respondió Naruto, poniéndose de pie-. Produzco bajo mi propia marca... Kyubi -agregó con calma, gozando al ver que Sakura volvía a quedarse con la boca abierta.

-  ¿Acaso tú... tú eres Kyubi? -su voz reflejaba incredulidad.

-Exacto -confirmó Naruto, sonriendo con satisfacción. Kyubi sólo era una rama de su trabajo, pero comprendía las líneas exclusivas que diseñaba para telas carisímas Gaara se le ocurrió llevar unas muestras a las mejores boutiques de Londres, para ver qué pasaba. Eso sucedió tres años antes. Desde  entonces,  la  etiqueta de Kyubi se convirtió en un nombre envidiado en el mundo de la moda. Naruto sólo confeccionaba seis trajes cada estación y se los arrebataban de las  manos, pagándole una pequeña fortuna, aun antes que salieran del taller.

-  ¿Ese es un Kyubi? -Sakura contemplaba su vestido color jade con nuevos ojos y una expresión casi envidiosa.

-No -le aclaró Naruto-. Lo diseñé para mi uso personal -le lanzó una mirada a   Sasuke y decidió aprovechar la oportunidad que se le ofrecía- Si no les importa, quiero retirarme... ha sido un día muy pesado para mí.

-Desde luego -también se puso de pie; sus modales eran, como la mayoría de los detalles en él, impecables.

Con un frío “buenas noches”. Naruto escapó del cuarto, deteniéndose en el vestíbulo para relajarse, antes de enderezarse y subir las escaleras.

Sasuke lo alcanzó allí, llamándolo con suavidad por su nombre, mientras cerraba la puerta tras él.

-Todavía la tengo -le informó, con voz ronca.

Naruto frunció el ceño, preguntándose a qué se refería.

-A Kyubi -le explicó, sonriendo al mismo tiempo que él se sonrojaba al darse cuenta de que Sasuke había descubierto la conexión ¿Por qué  escogiste  ese  nombre, entre todos los imaginables, Naruto? -indagó, recargándose contra la barandilla y contemplándola burlón-. ¿Acaso porque nos extrañaste  mientras construías tu pequeño imperio?

Se volvió, sofocando el estremecimiento helado que tensó sus facciones.

-Extrañé a Kyubi -contestó, remoto-. Fue el único amigo que tuve en este lugar. Claro que lo recuerdo.

Con eso continuó ascendiendo, consciente de la mirada aguda  que  se  posaba sobre su espalda y de que, por su tonto deseo de  borrar el gesto  condescendiente de la cara de Sakura, reveló más de lo necesario.

Se enojó consigo mismo. No visitaba a su madre como el hijo pródigo, según  sugirió Sasuke con sarcasmo en la estación de trenes. Y desde luego, tampoco para demostrarles que llevaba una vida exitosa a pesar de los esfuerzos concertados de todos ellos por arruinarlo. Arriesgarse sin razón le parecía tonto y peligroso.

Pero, ¿Kyubi todavía estaba allí? Su inquieto corazón se agitó de placer al entrar en el cuarto, listo para acostarse. Cerró los ojos por un momento para viajar a través del tiempo y recordar su galopada salvaje y libre, sobre la yegua castaña de Sasuke. La crin de Kyubi volaba al viento mientras el reía, contento, retando al dueño del animal a alcanzarlo Sasuke... su corazón se contrajo de dolor. Sasuke sonriéndole, urgiéndolo a avanzar con sus ojos negros, azuzando a la hermosa hermana de Kyubi, Salomé.

-   ¿Por qué siempre montas una yegua y no un caballo? -le preguntó una vez, curioso, y descubrió un brillo travieso en sus pupilas, antes de que le contestara:

-Prefiero montar hembras, Naru... creí que ya te habías dado cuenta.

Se movió por el cuarto con torpeza, mientras esas desdeñaba las olas  de  nostalgia le oprimían las entrañas. Hubiera jurado que en aquel entonces lo amaba. Sí y obviamente lo amaba, para después causarle un terrible mal.

Notas finales:

Tambien lo encuentran en wattpad

https://www.wattpad.com/story/253082620-el-lado-oscuro-del-deseo-sasunaru

 

la adaptacion no me pertenece


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