Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Corazón roto por sasunarualfaomega

[Reviews - 6]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

El teléfono sonó mientras Naruto se tomaba su segunda taza de café, mirando el amanecer y preparándose para otro día de trabajo agotador. Tenía profundas ojeras alrededor de los ojos, testimonio de las largas horas que había pasado dando vueltas en la cama, mientras su mente se empeñaba en repetir el eco de cada palabra de Sasuke, de cada sensación que su boca y sus manos habían evocado. Su reputación era merecida, había pensado amargamente de madrugada. Era todo un donjuán. Sus caricias eran ardientes y tiernas al mismo tiempo, y sin embargo acababan convirtiéndose en un tormento para los Donceles que las probaban.

 

No quería contestar al teléfono, pero conocía a Sasuke lo suficiente como para saber que nunca cedía cuando tomaba una decisión. Volvería, y Naruto lo sabía. Si era él quien llamaba, iría a verlo si no respondía. Naruto no se sentía con ánimos de enfrentarse a él en persona, de modo que descolgó el aparato y murmuró un hola.

 

-Naruto, querido...

 

Se quedó pálido y sus dedos se crisparon sobre el teléfono. ¿Lo habría conjurado al pensar en él la noche anterior? Procuraba no pensar en él, mantenerlo encerrado en el pasado, pero a veces aquéllas memorias de pesadilla emergían a la superficie, y volvía a sentir el miedo a quedarse solo e indefenso, sin nadie en quien poder confiar o que viniera en su ayuda, ni siquiera su padre.

 

-Gaara -dijo débilmente. No había duda. Nadie, salvo su ex marido, decía su nombre en aquel tono acariciador, como si le adorara.

 

La voz de él era baja y densa.

 

-Te necesito, cariño. Por favor, vuelve conmigo. Te lo suplico. Te prometo que nunca volveré a hacerte daño. Te trataré como a un príncipe...

 

-No -musitó el, buscando una silla para sentarse, pues las piernas ya no le sostenían. Se sentía enfermo de espanto. ¿Cómo podía sugerir siquiera que volviera?

 

-No digas eso, por favor -gruñó él-. Naruto, mis padres han muerto. Te necesito más que nunca. Pensé que vendrías a su funeral, la semana pasada, pero no viniste, y ya no puedo soportarlo más. Si vuelves, te juro que todo será diferente...

 

-Estamos divorciados -lo interrumpió el, con la voz quebrada por la tensión. Un sudor frío le corría por la espalda.

 

-Podemos volver a casarnos. Por favor, amor mío...

 

-¡No! -la idea de volver a casarse con él le producía tal repugnancia que ni siquiera podía mostrarse amable. Intentó desesperadamente controlarse-. Lamento lo de tus padres. No lo sabía. ¿Qué ocurrió?

 

-Un accidente de avioneta -dijo él, con la voz enronquecida por la pena-. Iban sobrevolando el lago y los sorprendió una tormenta.

 

-Lo siento -repitió el, aun sabiendo que, aunque se hubiera enterado a tiempo para asistir al funeral, no lo habría hecho. Jamás volvería a ver a Gaara voluntariamente.

 

Él guardó silencio un momento, y Naruto casi pudo ver cómo se rascaba la nuca con aquel tic nervioso que le había visto tantas veces.

 

-Naruto, yo todavía te quiero. Sin ti, ya no me importa nada. Te lo juro, no será como antes; no volveré a hacerte daño. Solo tenía celos, y ahora sé que no había razón para tenerlos.

 

Pero sí que la había, pensó el, cerrando los ojos con fuerza, mientras la culpa se mezclaba con el terror que evocaba la voz de Gaara. Entre ellos no había ocurrido nada físico, ¿pero había pasado un solo día durante los pasados diez años en que no hubiera pensado en Sasuke Uchiha? ¿No había habido siempre una parte de el cerrado a Gaara y a los demás hombres porque no eran el rompecorazones que le había robado el corazón?

 

-Gaara, basta, por favor -musitó-. Se acabó. No volveré nunca. Lo único que quiero es trabajar en el rancho y ganarme la vida por mí mismo.

 

Él dejó escapar un sonido de disgusto.

 

-¡No debes trabajar en ese asqueroso rancho! Tú estás acostumbrado a cosas mejores. Yo puedo darte todo lo que desees.

 

-No -dijo el suavemente-. No puedes. Ahora voy a colgar. Adiós, y por favor no vuelvas a llamarme -colgó muy suavemente el aparato y se quedó junto al teléfono, con la cara escondida entre las manos.

 

No podía dejar de temblar; su mente y su cuerpo se sacudían, pensando en las implicaciones de lo que le había dicho. Sus padres habían muerto, y él contaba con su ayuda para controlarlo. Había llegado a un acuerdo con ellos: si mantenían a Gaara apartado de él, no le daría las fotografías y los informes médicos a la prensa, que con aquel escándalo podía hacer su agosto. ¡Un Sabaku No, de Filadelfia convertido en un vulgar maltratador de Donceles! Aquéllas pruebas habían servido también para proteger a su padre de las demenciales amenazas de Gaara, pero ahora él estaba para siempre fuera de su alcance. Él había vivido un infierno para proteger a su padre, sabiendo que Gaara era capaz de cumplir sus amenazas, sabiendo que, después del primer incidente, los padres de Gaara lo protegerían pasara lo que pasase.

 

Hasta entonces, sus suegros le gustaban sinceramente, pero su afecto murió irrevocablemente cuando sacaron a Gaara de aquel atolladero a base de sobornos, la primera vez que le pegó seriamente. Entonces comprendió que eran débiles, y se obligó a esperar. No había nadie que le ayudara; solo podía contar con sus propias fuerzas. Una vez, se sintió tan desesperado que se lo contó a su padre, pero él se disgustó tanto que Naruto prefirió quitarle importancia, y al instante su padre se convenció de que estaba exagerando. El matrimonio era un tira y afloja, y Naruto era un niño mimado, con un carácter muy fuerte. Seguramente no era más que una discusión sobre algún asunto sin importancia, y la joven pareja arreglaría pronto las cosas.

 

Una gélida sensación de soledad se apoderó de él desde entonces, pero no por ello dejó de querer a su padre. Este le adoraba, y él lo sabía, pero le veía más como una muñeca que como un ser humano. Su adorado hijo, un modelo de perfección. Su padre era incapaz de aceptar que su hijo viviera entre semejante fealdad. Naruto debía ser feliz, o él habría fracasado esencialmente como padre. Por su propio bien, debía convencerse de que su hijo era feliz. Esa era su debilidad, de modo que Naruto tuvo que hacerse fuerte por los dos. Tuvo que protegerlo a él, y que protegerse a sí mismo.

 

Jamás volvería con Gaara. Había superado las pesadillas, dejándolas atrás; había juntado los fragmentos rotos de su vida y seguido adelante, sin permitir que los recuerdos lo convirtieran en un Doncel asustadizo y débil. Pero los recuerdos, y el miedo, seguían allí, y solo hacía falta que oyera la voz de Gaara para que empezara a sentir un sudor frío. La antigua sensación de vulnerabilidad y aislamiento se apoderó de él, y se sintió enfermo.

 

Se dio la vuelta, liberándose de aquel maleficio, y tiró lo que quedaba del café por el desagüe. Lo mejor era mantenerse activo, atarearse con lo primero que se le presentara. Así consiguió salir adelante cuando por fin reunió el valor para abandonar a Gaara y se pasó dos años viajando por el mundo porque su padre pensaba que así se olvidaría del divorcio, y él consintió que los viajes constantes le distrajeran. Ahora tenía un trabajo de verdad, un trabajo que le dejaba exhausto y dolorido, pero que de alguna forma lo reconfortaba, porque era el primer trabajo digno que hacía.

 

Sasuke llevaba toda la mañana pensando en el kitsune sin poder quitárselo de la cabeza.

 

Se había levantado de mal humor. Tenía el cuerpo dolorido de frustración, como si fuera un adolescente con las hormonas revolucionadas. Hacía mucho tiempo que había dejado de ser un adolescente, pero sus hormonas no dejaban de mortificarlo, y sabía exactamente por qué. No había podido conciliar el sueño recordando el sabor dulce de Naruto, y la sedosa suavidad de su cuerpo. Él también lo deseaba; Sasuke tenía demasiada experiencia como para confundirse al respecto. Pero le había presionado demasiado, impulsado por diez años de espera, y él se había encabritado. Le había sugerido que le pagara con su cuerpo, y a él aquello no le había gustado en absoluto. ¿Y a qué Doncel sí? Hasta los que estaban dispuestos, normalmente necesitaban disfrazarlo con palabras bonitas, y Naruto era más altivo que la mayoría de los Donceles.

 

Pero el día anterior no parecía altivo. Sasuke frunció el ceño. él lo había intentado, pero había perdido su antigua soberbia fría y desdeñosa. Estaba en la ruina y no tenía nadie a quien recurrir. Quizás estuviera asustado, preguntándose qué iba a hacer sin el colchón de dinero que siempre lo había protegido. Estaba prácticamente desamparado, no tenía profesión, ni talento, salvo para las relaciones sociales, que en el mercado valían bien poco. Estaba completamente solo en aquel rancho, sin nadie que le ayudara.

 

Sasuke soltó un gruñido e hizo que el caballo volviera grupas.

 

-Volveré luego -le dijo a Jūgo, picando los flancos del animal con los tacones de las botas.

 

Jūgo y Suiguetsu lo miraron alejarse.

 

-¡Menos mal! –masculló Suiguetsu. Fuera lo que fuera lo que rumiaba el jefe, lo había puesto del peor humor que ellos lo habían visto nunca; sería un alivio trabajar sin él.

 

El caballo de Sasuke hizo el camino con un trote largo y ligero; era un animal grande y fuerte, de gran alzada y con cierta tendencia a la tozudez, pero hacía tiempo que habían librado aquélla batalla. Ahora el animal aceptaba las órdenes de las piernas musculosas y las manos firmes y fuertes de su jinete. Al enorme caballo le gustaba correr, y Sasuke le permitió que galopara suavemente mientras cruzaban los pastos, levantando una nube de polvo.

 

Cuanto más pensaba en ello, menos gracia le hacía la idea. Naruto estaba intentando sacar adelante el rancho el solo. Aquello no encajaba en la idea que tenía de él, pero sus manos delicadas estaban llenas de marcas inconfundibles. Sasuke despreciaba a quienes desdeñaban el trabajo honrado y esperaban que otros lo hicieran en su lugar, pero algo dentro de él, a un nivel instintivo, se enfurecía al pensar que Naruto intentara siquiera hacer las agotadoras tareas del rancho. Maldición, ¿por qué no había pedido ayuda? El trabajo era una cosa, pero nadie esperaba que Naruto se convirtiera en un vaquero. Él no era lo bastante fuerte; él lo había tenido en sus brazos, había sentido la delicadeza de su complexión, la sutileza de lebrel de su constitución. Naruto no debía trabajar con el ganado, al igual que un costoso pura sangre no debía utilizarse para arar los campos. Podía resultar herido, y pasarían días antes de que alguien lo encontrara. Él siempre le había reprochado a Minato que lo mimara y protegiera excesivamente, y a Naruto que aceptara aquel trato como si estuviera en su derecho, pero de pronto le parecía saber lo que había sentido Minato. Sasuke soltó un gruñido de disgusto, y el caballo aguzó las orejas con curiosidad, pero lo cierto era que no le gustaba la idea de que Naruto intentara sacar adelante el rancho con sus propias manos. Aquel era el trabajo de un hombre. En realidad, de más de un hombre.

 

En fin, tendría que ocuparse de todo por él, le gustara a Naruto o no. Sasuke tenía la impresión de que no le gustaría, pero tendría que hacerse a la idea. Estaba demasiado acostumbrado a que cuidaran de él y, como ya le había dicho, ahora le tocaba a él.

 

El día anterior todo había cambiado. Sasuke había percibido la reacción de Naruto, había sentido que su boca se suavizaba y se ceñía a la suya. Naruto lo deseaba, y saberlo solo aumentaba su determinación de poseerle. El kitsune había intentado evitar que se diera cuenta; su lengua mordaz le habría hecho perder el control, de no ser porque vio un destello de incertidumbre en sus ojos. Aquello le resultó tan extraño que casi deseó que recuperara la arrogancia que tanto lo ofendía. Naruto se había vuelto vulnerable, vulnerable a él. Lo necesitaba, aunque fuera a su pesar. Y él pensaba aprovecharse de la situación.

 

Cuando llegó a la casa del rancho, nadie contestó a la puerta. La vieja camioneta no estaba en el establo. Sasuke puso los brazos en jarras y miró a su alrededor con el ceño fruncido. Seguramente, Naruto había ido a la ciudad, aunque le resultaba difícil de creer que estuviera dispuesto a dejarse ver en semejante vehículo. Pero aquel era su único medio de transporte, de modo que no tenía elección.

 

Tal vez fuera mejor que se hubiera ido; así, Sasuke podría echar un vistazo al rancho tranquilamente, y ver cómo estaba el ganado de los pastos del sur. Quería saber cuántas cabezas le quedaban, y qué aspecto tenían. Era imposible que el solo se ocupara de un rebaño grande, pero por su bien esperaba que las reses estuvieran en buen estado, para que al menos pudiera venderlas a buen precio. El mismo se ocuparía de ello, se cercioraría de que no le engañaran. El negocio ganadero no era fácil para los principiantes.

 

Volvió a montar en el caballo. Primero revisó los pastos del este, donde según le había dicho el kitsune que la cerca se había caído. Habría que reemplazar secciones enteras del vallado, y Sasuke anotó mentalmente qué necesitaría para hacerlo. Todo el rancho estaba en estado ruinoso, pero el cercado era un completo desastre; era lo primero que había que arreglar; Una hierba verde y jugosa cubría los prados del este; el ganado debería estar allí en ese momento. Seguramente, en los prados del sur habría poco pasto, y el ganado se resentiría, a no ser que las reses fueran tan pequeñas que aquellos campos bastaran para cubrir sus necesidades.

 

Pasaron un par de horas antes de que llegara a los prados meridionales. Detuvo al caballo al coronar un pequeño risco desde el que tenía una buena vista. Frunció el ceño de nuevo y se echó el sombrero hacia atrás. El ganado que veía esparcido por el campo no constituía un rebaño muy grande, pero era más numeroso de lo que había imaginado. Los prados estaban casi pelados de pasto, pero los montones de heno esparcidos testimoniaban los esfuerzos de Naruto por alimentar a las vacas. Sasuke sintió que la rabia empezaba a bullir lentamente en su interior al pensar que Naruto tenía que pelearse con aquéllas pesadas balas de heno, algunas de las cuales seguramente pesaban más que él.

 

Entonces le vio, y en un instante su rabia alcanzó el punto de ebullición. Su vieja camioneta estaba aparcada entre los árboles, de ahí que Sasuke no la hubiera visto hasta ese momento, y Naruto estaba agachado, intentando reparar con sus propias manos una sección del cercado. Reparar las cercas era un trabajo que requería dos hombres; una sola persona no podía tensar el alambre de espino, y siempre se corría el riesgo de que el alambre se soltara. ¡Pequeño idiota! Si el alambre se enredaba a su alrededor, no podría desprenderse de él sin ayuda, y las púas podían herirlo seriamente. La idea de que pudiera acabar tendido en el suelo sangrando, en medio de un montón de alambre de espino, le puso furioso y enfermo.

 

Bajó la larga loma a un trote suave y se dirigió a donde Naruto estaba trabajando, dándose tiempo para controlar su rabia. El levantó la vista y lo vio, y a pesar de la distancia que los separaba, Sasuke vio que se ponía rígido. Entonces Naruto volvió a concentrarse en la tarea de clavar una argolla en un poste de la valla, y sus movimientos bruscos delataron el desagrado que le producía la presencia de Sasuke.

 

Él desmontó ágilmente, sin apartar la mirada del kitsune, y ató las riendas del caballo a una rama. Sin decir palabra, tensó el alambre llevándolo hasta el siguiente poste y lo sostuvo con fuerza mientras Naruto, igualmente silencioso, clavaba otra argolla para sujetarlo. Como él, Naruto llevaba unos guantes de faena de cuero, pero los suyos eran viejos y le estaban grandes, de modo que apenas podía sujetar las argollas. Al final, había acabado quitándose el guante izquierdo. Así consiguió sujetar las argollas, pero el alambre laceró su piel desprotegida varias veces. Sasuke vio los arañazos enrojecidos, algunos de los cuales eran tan profundos que sangraban abundantemente, y deseó zarandearlo para hacerle entrar en razón.

 

- ¿No se te ocurre nada mejor que arreglar la valla tú solo? -gruñó, tensando otro tramo de alambre.

 

El kitsune golpeó la argolla con el martillo, con expresión indiferente.

 

-Hay que hacerlo. Y lo estoy haciendo.

 

-Pues ya te puedes ir olvidándote de ello.

 

Aquel comentario seco hizo que Naruto se enderezara, apretando con fuerza el martillo.

 

-Quieres que te devuelva el dinero inmediatamente -dijo sin inflexión, mirando hacia el ganado. Estaba un poco pálido y la crispación tensaba la tez de sus pómulos altos.

 

-Si tengo que hacerlo, lo haré -le quitó el martillo de las manos y se agachó para recoger la bolsa de las argollas. Se acercó a la camioneta, metió el brazo por la ventanilla abierta y dejó las herramientas en el suelo del vehículo. Después, metió el rollo de alambre de espino en la parte de atrás de la camioneta-. Así aguantará hasta que pueda traer a mis hombres para que lo arreglen. Vámonos.

 

Por suerte, le había quitado el martillo. Naruto cerró los puños con fuerza.

 

-¡No quiero que traigas a tus hombres! Estas son mis tierras, y no estoy dispuesto a pagar el precio que pides por tu ayuda.

 

-No tienes elección -le agarró del brazo, y por más que intentó desasirse de sus dedos largos y fuertes, mientras tiraba de él hacia la camioneta, no consiguió hacerlo. Sasuke abrió la puerta y lo obligó a sentarse. Entonces le soltó, cerró la puerta de golpe y retrocedió.

 

-Conduce con cuidado, dobe. Yo iré detrás de ti.

 

Naruto debía conducir con cautela; el prado era demasiado abrupto para conducir deprisa, aunque la vieja reliquia hubiera sido capaz de alcanzar cierta velocidad. Naruto sabía que Sasuke podía mantenerse a su paso montado a caballo, a pesar de que no miró por el retrovisor ni una solo vez. No quería verlo, no quería pensar en vender el ganado para pagar su deuda. Aquello supondría el final del rancho, porque dependía de ese dinero para mantenerlo en funcionamiento.

 

Había esperado que Sasuke no regresara ese día, aunque sus esperanzas eran débiles. Después de hablar con Gaara esa mañana, lo único que le apetecía era estar solo. Necesitaba tiempo para recuperar la calma, para ahuyentar los malos recuerdos, pero Sasuke no le daba respiro. Lo deseaba, y como cualquier depredador, había percibido su debilidad y pensaba aprovecharse de él.

 

Naruto solo deseaba seguir conduciendo, recorrer el camino con la vieja camioneta, llegar a la carretera y seguir adelante. No quería detenerse y enfrentarse a Sasuke. El deseo de huir era tan fuerte que estuvo a punto de ponerlo en práctica, pero al mirar el indicador de la gasolina, torció la boca en una mueca amarga. Si huía, tendría que hacerlo a pie. Eso, o robarle el caballo a Sasuke.

 

Aparcó la camioneta en el establo y, mientras salía de él, Sasuke entró montado a caballo, agachando un poco la cabeza para no darse con la parte de arriba del quicio de la puerta.

 

-Voy a darle de beber al caballo y a refrescarlo un poco -dijo lacónicamente-. Entra en casa. Yo iré enseguida.

 

¿Pretendía posponer las malas noticias unos minutos para que él se sintiera mejor? En lugar de ir directamente a la casa, Naruto bajó hasta el final de la entrada de coches y recogió el correo. En otro tiempo, el buzón estaba siempre lleno de revistas, catálogos, periódicos, cartas de amigos, y recibos, pero ahora solo recibía propaganda y facturas. Era extraño cómo el correo reflejaba la solvencia de una persona, como si nadie en el mundo quisiera comunicarse con alguien que estaba en la ruina. Excepto sus acreedores, por supuesto. Un sobre que le resultaba familiar llamó su atención, y mientras regresaba hacia la casa le invadió una sensación de miedo. La factura de la electricidad había vencido; ya le habían mandado el último aviso, y allí tenía otro más. Tenía que conseguir dinero rápidamente, o se quedaría sin luz. A pesar de que sabía lo que era, abrió el sobre y leyó el aviso. Tenía diez días para pagar. Comprobó la fecha; había tardado tres días en llegar a su buzón. Le quedaba solo una semana.

 

¿Pero para qué preocuparse de la electricidad si no podía conservar el rancho? Cuando entró en la casa fresca y oscura, se sentía muy cansado, y se quedó parado un momento, disfrutando del alivio que suponía haber escapado del sol abrasador. Metió las facturas y la publicidad en el mismo cajón de la mesa de la entrada donde había puesto la factura de la luz y el primer aviso de vencimiento; no se olvidaba de ellos, pero al menos no los tenía a la vista.

 

Estaba en la cocina, tomando un vaso de agua, cuando oyó que la puerta mosquitera se cerraba, y al instante el sonido de unas botas sobre el suelo de parqué. Siguió bebiendo, a pesar de que no dejaba de pensar en el avance de Sasuke a través de la casa. Este se detuvo para echarle un vistazo al salón y luego al despacho. El sonido lento y firme de sus pasos mientras se acercaba le hizo estremecerse. Podía verlo en su imaginación; tenía unos andares que cualquier vaquero envidiaría: un paso desenvuelto, unas piernas largas, unas caderas estrechas y unos glúteos prietos que se movían arriba y abajo. Naruto adivinó el momento exacto en que entró en la cocina, a pesar de que estaba de espaldas a él. De repente, se le erizó la piel, como si el aire se hubiera cargado de electricidad, y la casa ya no le pareció tan fresca.

 

-Déjame ver tu mano -estaba tan cerca, detrás de él, que Naruto no podía girarse sin apretarse contra él, de modo que se quedó dónde estaba. Sasuke le agarró la mano izquierda y la alzó.

 

-Solo son arañazos -musitó el kitsune.

 

Tenía razón, pero aquello no disminuyó la furia de Sasuke. Él no tenía por qué tener arañazos; no tenía por qué reparar el cercado... Su mano parecía un pajarillo frágil y pálido sobre la suya, mucho más grande y ruda, un pajarillo demasiado cansado para echar a volar, y de pronto Sasuke comprendió que aquélla metáfora se ajustaba a la realidad. Naruto estaba cansado.

 

Sasuke extendió un brazo y abrió el grifo; luego le enjabonó y le aclaró la mano. Naruto dejó apresuradamente el vaso de agua a un lado, antes de que se deslizara entre sus dedos temblorosos y se quedó muy quieto, con la cabeza baja. Notaba el calor de Sasuke contra su espalda; se sentía completamente rodeado por él; sus brazos le envolvían mientras le lavaba la mano con la ternura que utilizaría una madre para lavar a un niño, aquélla ternura aturdía sus sentidos, y mantuvo la cabeza gacha para no apoyarla contra su hombro y dejar que lo reconfortara.

 

Sasuke acabó de aclararle la mano, pero la mantuvo debajo del agua corriente, acariciándola suavemente con los dedos. El kitsune se estremeció; intentando negar la sensualidad de su caricia. ¡Solo le estaba lavando la mano! El agua estaba caliente, pero la mano de él lo estaba aún más, y sus callosidades le arañaban la piel mientras le acariciaba con la delicadeza de un amante. Su pulgar trazaba círculos sobre la palma sensitiva de la mano de Naruto, y este sintió que todo su cuerpo se tensaba. Se le aceleró el pulso, y sintió que le inundaba una repentina ola de calor.

 

-Déjame -dijo con voz áspera, intentando en vano desasirse.

 

Él cerró el grifo con la mano derecha, después colocó la mano sobre el estómago de Naruto y abrió los dedos, apretándolo contra su cuerpo. Tenía la mano mojada; naruto sintió que la humedad atravesaba su camisa y notó el calor de su cuerpo en la espalda. Aquel calor exudaba un olor a caballo y a hombre. Todo en Sasuke era una provocación que atraía a los Donceles hacia él como la miel a las abejas.

 

-Date la vuelta y bésame -dijo él, en voz baja y desafiante.

 

El sacudió la cabeza y guardó silencio.

 

Sasuke no insistió, aunque ambos sabían que, si lo hacía, él no podría resistirse. Se secó la mano, luego condujo a Naruto al cuarto de baño del piso de abajo y le hizo sentarse sobre la tapa del váter mientras limpiaba los arañazos con antiséptico. Naruto no se movió, pese al escozor; ¿qué importaban unos cuantos arañazos, cuando iba a perder el rancho? No tenía otro hogar, ningún otro sitio a donde quisiera ir. Después de haber vivido virtualmente prisionero en aquel ostentoso ático de Filadelfia, necesitaba espacio a su alrededor. La idea de volver a vivir en una ciudad le daba miedo, y tendría que hacerlo si quería encontrar un empleo, porque ni siquiera tenía un coche con qué moverse. La vieja camioneta del establo no aguantaría un trayecto muy largo todos los días.

 

Sasuke escudriñó su cara atentamente; Naruto estaba distraído pensando en algo, o no permitiría que le curara la mano de aquélla forma. Al fin y al cabo, podía hacerlo él mismo, y sasuke lo estaba haciendo solamente para tener una excusa para tocarlo. Quería saber qué estaba pensando, por qué insistía en ocuparse del rancho cuando incluso para el kitsune debía de ser evidente que no podía hacerlo. Sencillamente, no estaba hecho para aquel trabajo.

 

-¿Cuándo quieres que te devuelva el dinero? -preguntó él distraídamente.

 

La boca de Sasuke se crispó, y, incorporándose, le obligó a ponerse en pie.

 

-No es el dinero lo que quiero -contestó él.

 

Los ojos azules de Naruto resplandecieron de furia.

 

-No voy a convertirme en tu amante porque tú quieras. ¿Es que pensabas que haría cualquier cosa con tal de acostarme contigo? Tu reputación debe de habérsete subido a la cabeza..., semental.

 

Sasuke sabía que la gente lo llamaba así, «semental», pero Naruto pronunció aquélla palabra con desdén. Él siempre había odiado ese tono en particular, tan gélido y arrogante, y de pronto se puso furioso. Se inclinó hasta que su cara quedó al nivel de la de él, sus narices casi tocándose, y lo miró con tal fiereza que Naruto vio los destellos rojos en sus ojos negros.

 

-Cuando estemos en la cama, dobe, podrás juzgar acerca de mi reputación.

 

-No pienso irme a la cama contigo -dijo él con los dientes apretados.

 

-Claro que lo harás. Pero no será por este maldito rancho -enderezándose de nuevo, le agarró del brazo-. Vamos a aclarar ese asunto ahora mismo, para quitárnoslo de en medio. Así dejarás de echármelo a la cara de una vez.

 

-Fuiste tú quien empezó -replicó el kitsune mientras volvían a la cocina. Sasuke puso varios cubitos de hielo en un vaso y lo llenó de agua; después, se dejó caer en una silla. Naruto observó su garganta musculosa moviéndose mientras apuraba el vaso, y sintió que le invadía una sensación de debilidad. Apartó la mirada rápidamente maldiciendo para sus adentros la reacción física que despertaba en él su sola presencia.

 

-Cometí un error -dijo él ásperamente, dejando el vaso sobre la mesa-. El dinero no tiene nada que ver con esto. Hemos estado merodeando el uno alrededor del otro desde que nos conocimos, husmeándonos y provocándonos como gatos en celo. Ya es hora de que hagamos algo al respecto. En cuanto a la deuda, ya he decidido lo que quiero hacer. Entrégame esas tierras que pensabas vender y estaremos en paz.

 

No era propio de él comportarse de manera tan atenta, de modo que Naruto no supo cómo reaccionar, ni qué decir. Una parte del kitsune deseaba gritarle por estar tan seguro de que acabaría acostándose con él, y otra parte estaba inundada de alivio porque el asunto de la deuda fuera a arreglarse tan fácilmente. Sasuke podía haberlo arruinado si insistía en recuperar su dinero en efectivo, pero no lo había hecho. De todos modos, no saldría perdiendo; aquéllas tierras eran pastos muy ricos, y él lo sabía.

 

Era una tregua que Naruto no esperaba, y no sabía qué hacer al respecto, así que, sencillamente se sentó y se quedó mirándolo. Él aguardó, pero al ver que no decía nada, se reclinó en la silla y su semblante duro adquirió una expresión aún más decidida.

 

-Hay una condición -dijo muy despacio.

 

La sensación de alivio se desplomó, dejando a Naruto enfermo y vacío.

 

-Déjame adivinar -dijo él amargamente, echando la silla hacia atrás y levantándose. De modo que, al fin y al cabo, volvían al punto de partida.

 

La boca de Sasuke se crispó en una mueca burlona.

 

-Te equivocas, dobe. La condición es que me dejes ayudarte. Mis hombres harán el trabajo duro a partir de ahora, y si llego a enterarme de que intentas reparar la cerca otra vez, tendrás que sentarte sobre una almohada un mes.

 

-Si tus hombres hacen mi trabajo, seguiré en deuda contigo.

 

-Yo no lo considero una deuda; prefiero pensar que se trata de ayudar a un vecino.

 

-A mí me parece una treta para que siga debiéndote algo.

 

-Llámalo como quieras, pero ese es el trato. Tú eres un Doncel, no diez hombres; no eres lo bastante fuerte como para ocuparte del ganado y llevar el rancho, y no tienes dinero para contratar a alguien. No tienes elección, así que deja de resistirte. De todos modos, es culpa tuya. Si no te gustara tanto esquiar, no te encontrarías en esta situación.

 

El retrocedió, clavando en él sus ojos azules. Su cara palideció.

 

-¿Qué quieres decir con eso?

 

Sasuke se puso en pie y le miró con desagrado.

 

-Quiero decir que, en parte, la razón de que tu padre me pidiera prestado ese dinero fue que quería enviarte a Saint Moritz con tus amigos el año pasado. Estaba con el agua al cuello, pero a ti eso no te importaba, mientras pudieras mantener tu tren de vida, ¿no es cierto?

 

Naruto se puso pálido. Lo miró como se le hubiera escupido a la cara, y de pronto Sasuke percibió un profundo dolor en sus ojos. Rodeó apresuradamente la mesa y extendió los brazos, pero él se apartó, encogiéndose sobre sí mismo como un animal herido. ¿Qué ironía que tuviera que luchar para pagar una deuda contraída para financiar un viaje que nunca había querido hacer! Lo único que había deseado tras su divorcio era un lugar tranquilo donde poder estar a solas, una oportunidad para lamerse las heridas y acabar de recuperarse de un matrimonio brutal, pero su padre pensó que retomar una vida de viajes y derroche con sus amigos sería lo mejor para él, y naruto aceptó solo por complacerlo.

 

-Yo ni siquiera quería ir -dijo aturdido, y los ojos empezaron a llenársele de lágrimas. No quería llorar; hacía años que no lloraba, salvo una vez, cuando murió su padre, y sobre todo no quería llorar delante de Sasuke. Pero estaba cansado y confundido, perturbado por la llamada de Gaara, y aquello parecía la gota que colmaba el vaso. Las lágrimas empezaron a deslizarse por sus mejillas.

 

-No, por favor -musitó él rodeándolo con los brazos y apretándolo contra él. No soportaba ver lágrimas en sus mejillas, porque desde que lo conocía nunca la había visto llorar. Naruto Namikaze siempre se había enfrentado a la vida con una carcajada o una réplica mordaz, pero nunca con lágrimas. Sasuke descubrió que prefería su lengua mordaz a aquel llanto mudo.

 

Por un instante, él se reclinó contra su pecho, dejándole que le sostuviera con su fortaleza. Resultaba demasiado tentador; cuando sentía sus brazos rodeándole, deseaba olvidarse de todo y dar la espalda al mundo, con tal de que siguiera abrazándolo. Aquel deseo lo asustaba, y poniéndose rígido se desasió. Se pasó las manos por la cara limpiándose las lágrimas, y parpadeó intentando reprimir el llanto

 

La voz de Sasuke sonó reposada. -Pensaba que lo sabías.

 

Él le lanzó una mirada incrédula antes de darse la vuelta. ¡Qué opinión tenía de él! No le importaba que pensara que era un consentido; su padre siempre le había mimado, pero sobre todo porque disfrutaba haciéndolo. Era evidente que Sasuke no solo lo consideraba un vulgar prostituto, sino además un imbécil.

 

-No, no lo sabía. Pero eso no cambia nada. Sigo debiéndote el dinero.

 

-Mañana veremos a mi abogado para que prepare la escritura de las tierras, y así saldaremos la condenada deuda. Estaré aquí a las nueve en punto, así que estate preparado. Por la mañana vendrán mis hombres a encargarse del cercado y de echarle el heno al ganado.

 

No pensaba ceder en aquel asunto, y tenía razón; aquel trabajo era excesivo para él, al menos para ese momento. No podía hacerlo todo sencillamente porque era demasiado para una solo persona. Cuando hubiera conseguido cebar al ganado y vender las terneras, tendría algún capital con el que trabajar y podría contratar a alguien a tiempo parcial.

 

-Está bien. Pero quiero que lleves la cuenta de lo que te debo. Cuando vuelva a levantar este lugar, te pagaré hasta el último penique -se dio la vuelta y lo miró alzando la barbilla, con sus ojos azules, distantes y orgullosos. Aquello no resolvía todos sus problemas, pero al menos no tendría que vender el ganado. Aún tenía que conseguir dinero para pagar las facturas, pero eso era asunto que no le incumbía a nadie excepto a él.

 

-Lo que tú digas, dobe -dijo él, agarrándolo por la cintura.

 

naruto solo tuvo tiempo de tomar aire antes de que le besara, tan cálido y firmemente como el día anterior. Las manos de Sasuke se crisparon sobre su cintura, atrayéndolo hacia sí; entonces le rodeó con los brazos, y deslizó la lengua dentro de su boca. El deseo se agitó dentro de él. Naruto siempre había sabido que, una vez lo tocara, no conseguiría saciarse de él.

 

Se relajó y su cuerpo se amoldó al de él mientras, instintivamente, intentaba acercarse todo lo posible para saciar aquélla ansia ardiente. Sentía debilidad por él, como todos los Donceles. Le rodeó el cuello con los brazos y, al final, fue Sasuke quien interrumpió el beso y suavemente le apartó de él.

 

-Tengo que volver al trabajo -gruñó, pero sus ojos estaban llenos de oscuras promesas-. Quiero que mañana estés listo.

 

-Sí -musitó él.

Notas finales:

TAMBIÉN LO ENCUENTRAN EN WATTPAD

LINK:  https://www.wattpad.com/1004326626-coraz%C3%B3n-roto-tercer-capitulo

LA ADAPTACIÓN NO ME PERTENECE


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).