Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Tormenta (Riren/Ereri) por Tesschan

[Reviews - 3]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Descargo: Shingeki no Kyojin y sus personajes le pertenecen a Hajime Isayama, yo solo los he tomado prestados para esta historia.

CAPÍTULO 3:

AVE ENJAULADA

 

Siempre he sido un… Tú, en cambio, has sido esclavo de todo lo que ha ejercido poder sobre ti.

(Anne Rice).

 

 

 

Solo segundos después de haber puesto un pie dentro de la casa, y sentir como todo el peso de lo que aquello significaba lo engullía, Eren se dijo que quizá no había sido tan buena idea entrar por la puerta principal, en vez de tomar alguna otra ruta mucho más discreta como lo hizo durante su huida. Ciertamente aquel mudo desafío hacia Zeke y su autoridad no le traería más que problemas, pero estaba enfadado, mucho, y eso siembre nublaba su buen juicio.

El leve repiqueteo de sus pasos sobre el blanco piso de mármol resonó como el golpeteo de un gong en sus oídos, sobre todo al ser acompañado del tronar de su propio corazón nervioso. Con extrañeza, notó que todo a su alrededor estaba sumido en un silencio demasiado sepulcral y antinatural, como si cada uno de los habitantes de la mansión estuvieran aletargados en un profundo sueño, al igual a como ocurría en el cuento de La Bella Durmiente.

Si hubiese sido la hora más alta del día, aquello tal vez habría sido posible y hasta normal; no obstante, el anochecer resultaba ser la hora en que su especie cobraba mayor fuerza tras haber recobrado sus energías mediante el sueño diurno, por lo que la medianoche era el momento álgido para que ellos saliesen de caza y socializaran con el resto, convirtiendo el salón y el vestíbulo en un pulular constante de ansiosos miembros del clan entrando y saliendo, hasta que el alba comenzaba a despuntar una vez más y todos regresaban a refugiarse dentro de la enorme casona familiar.

Armándose de valor, Eren recorrió con paso pausado el enorme vestíbulo de alto techo abovedado, deslizando suavemente los dedos por el hermoso revestimiento de madera de oscuro ébano que cubría la parte baja de las paredes, y el cual resaltaba el blanco del resto de estas. La mansión, que había pertenecido a su familia desde sus inicios, era una construcción enorme y elegante que había albergado a buena parte de su clan una vez los Jaeger se hicieron con el control de esa zona del país. Construida en blanquecina piedra labrada hacía más de cinco siglos atrás por su abuelo paterno, esta se alzaba solitaria y majestuosa en un apartado rincón a las afueras de Shiganshina, bien resguardada del ojo humano por el espeso bosque de secuoyas que la rodeaba y las altas habilidades vampíricas de los más poderosos miembros del clan. Nadie ajeno a este podría encontrarla a menos que fuera invitado a hacerlo, y ninguno de los enemigos que fueron llevados alguna vez allí, había logrado salir vivo.

Años atrás, cuando él era todavía un niño pequeño que vivía lejos del hogar familiar junto a su madre y resentía las prolongadas ausencias de su padre como un castigo, más de una vez reclamó a Carla para que se fuesen con este, deseando que estuvieran los tres juntos como la familia que Eren sentía debían ser. Aun así, su madre jamás cedió a sus ruegos, tan solo explicándole que la vida que les esperaría, de aceptar unirse al clan de su progenitor, no sería diferente a la de aves enjauladas entre las hermosas y frías paredes de la antiquísima mansión familiar, donde el corazón cálido de cualquiera acababa perdiéndose enterrado bajo el peso del poder, la soledad y todas aquellas tradiciones que los Jaeger imponían. Ella no quería que Eren acabara convirtiéndose en ese tipo de persona, y fue por ese motivo que huyó en cuanto descubrió que estaba embarazada y él solo era una pequeña sombra gestándose en su vientre; sin embargo, ocho años después de su nacimiento, su padre ocupó su lugar como líder del clan y reclamó su derecho sobre Eren como próximo y posible heredero, obligándolos a ambos a volver definitivamente.

Fue entonces que él vio con sus propios ojos como aquellas palabras de su madre cobraron verdadero sentido. Carla, tal cual había temido, se convirtió en una bella ave enjaulada, prisionera de un clan que la despreciaba debido a su procedencia y el lugar que ocupaba dentro de este sin merecerlo a ojos de muchos. Una mujer libre que se vio repentinamente con las alas recortadas y el espíritu quebrantado a base de represión, hasta que ya no pudo soportarlo más, falleciendo un año después de haber vuelto al hogar del que había huido.

Y ahora, pensó Eren desanimado, era él quien estaba tan o más encadenado de lo que lo había estado su madre por aquel entonces, porque sabía con certeza que Zeke jamás le permitiría tener de regreso su limitada libertad después de su pequeña rebelión; estaba seguro de que una vez el enfado de su hermano mayor se atemperase, sus medidas restrictivas serían aún más agobiantes y duras. Realmente, ¿para qué había regresado? Si tan solo hubiese insistido un poco más para que Jean lo acompañase cuando decidió escapar de casa la pasada noche… Maldito idiota intransigente.

Sacudiendo la cabeza con energía, espantó a la fuerza los oscuros recuerdos que lo rondaban. Eren odiaba recordar cosas tristes, sobre todo aquellas que sabía no lograría cambiar por más que lo deseara, así que perder el tiempo pensando en el pasado no era algo que pudiese permitirse, menos en aquellos momentos; tenía que concentrarse por completo en los problemas que estaban por venir.

Tragándose la tentación de comenzar a gritar en aquella casa aparentemente vacía, se dirigió con paso mucho más seguro a la enorme biblioteca situada en el ala izquierda de la mansión. Acababa de entrar en ella, cuando se percató de la altísima chica que se hallaba sentada en una de las cómodas butacas orejeras que se repartían en la amplia estancia, frente a la chimenea apagada. Esta, apartando la vista del libro que leía, levantó de inmediato el rostro al oírlo llegar. Nada más reconocerlo, su expresión de imperturbable seriedad pareció quebrarse durante unos breves instantes por la sorpresa, recomponiéndose con la misma rapidez para volver a ser la perfecta representación del férreo autocontrol.

—Buenas noches, Yelena —la saludó él cortésmente, intentando mostrarse tan imperturbable como la mujer lo parecía.

Incorporándose con parsimonia de la butaca —y desde la enorme ventaja que le daba su considerable altura—, esta lo contempló con oscurísimos ojos escrutadores, tan negros como el oscuro traje pantalón de dos piezas que llevaba y enfatizaba su esbeltez. A Eren le hubiese gustado poder saber qué era lo que Yelena estaba pensando en aquel momento, pero la escasa luz de la estancia ensombreció casi por completo su mirada, volviendo sus ojos negros en dos pozos abisales sobre su pálida piel. El liso y corto cabello rubio le caía perfectamente recortado sobre la frente, orejas y nuca, tornando las hebras en claras u algo más oscuras, dependiendo de la posición de la luz que reflectaba el candelabro de cristal que colgaba desde el techo. Al percatarse de lo ligeramente demacrada que esta parecía a pesar de la hora que era, él no pudo evitar preguntarse si es que llevaría demasiado tiempo despierta, tal vez esperando por su vuelta.

—Eren —le dijo con sequedad, en respuesta a su saludo—. ¿Ya está Zeke al tanto de tu regreso?

El nombre de su hermano resonando entre aquellas paredes, hizo que todo dentro suyo se pusiese en alerta, como venía ocurriendo durante los últimos meses; aun así, él tan solo se armó con su falsa seguridad habitual y negó con un gesto.

—Eres la primera con la que me encuentro desde mi llegada —reconoció—. ¿Dónde están los demás? La casa parece vacía.

El velado rencor que encendió los oscurísimos ojos de la mujer alertó de inmediato a Eren de que aquella pregunta había sido un error. Yelena estaba furiosa, eso era evidente, y solo su enorme consideración hacia Zeke y el férreo control que ejercía sobre sí misma, le impedían descargar toda su rabia contra él.

¿Qué demonios había sucedido en su ausencia?, se preguntó, un poco asustado. Por lo general, cada vez que se rebelaba contra su hermano y ponía a prueba su paciencia, este se encargaba de que sus afrentas y sus castigos pasasen lo más desapercibidos posible, ya que insistía en que ambos debían presentar siempre un frente unido a ojos del clan. Que ahora aquella mujer se sintiera con el derecho de juzgarlo, ciertamente era extraño.

Todos han salido a buscarte; por orden de Zeke. Comprenderás que, dada tu repentina desaparición, él estaba muy preocupado por ti y tu seguridad. —Dando unos cuantos pasos en su dirección, Yelena lo obligó a que tuviera que alzar el rostro para mirarle debido a la diferencia de altura entre ambos—. ¿Te lo has pasado bien en tu salida, Eren?

—Bastante —contestó él con fingida inocencia, regalándole una sonrisa de labios apretados, para nada dispuesto a dejarse intimidar de esa manera—. Ha sido interesante. Y muy… instructiva.

—Me alegro por ti. Ahora, si me permites, te escoltaré hasta tu habitación. —Con un gesto delicado de la mano, Yelena le indicó que la precediera en la salida de la biblioteca.

Por supuesto, Eren no se movió ni un centímetro de donde estaba.

—Primero tengo que hablar con mi hermano.

—Lo harás, no tienes que preocuparte por eso. Él irá a verte en cuanto lo considere oportuno —replicó esta con rotundidad, dejando claro que no aceptaría nuevamente una negativa de su parte—. Vamos.

Comprendiendo que aquella ya no era una petición, sino que una orden directa, una orden de Zeke para ser precisos, Eren siguió resignadamente a la mujer, sabiendo que no tendría sentido oponer más resistencia.

Con menos de un siglo de vida, Yelena era sin lugar a duda una de las personas más importantes dentro del clan a pesar de su juventud, sobre todo desde que su padre había muerto y Zeke pasó a ocupar su puesto como líder indiscutido de los Jaeger. Para ese entonces, la joven vampira ya contaba con toda la confianza de su hermano mayor, por lo que el papel de mano derecha de este le vino perfecto; después de todo, Yelena era inteligente, cuidadosa en sus decisiones y rápida a la hora de recibir y dar órdenes, ya que se enteraba de todo lo que ocurría en la mansión o fuera de esta, por lo que se mantenía en completa sintonía con la forma de pensar y actuar de Zeke.

A ojos de Eren, esta era prácticamente como una extensión de su hermano, y la odiaba un poco por eso; un sentimiento que resultaba claramente recíproco, porque aquella mujer tampoco lo había soportado jamás a él, ni siquiera cuando llegó a ser parte del clan siendo apenas un niño.

El largo recorrido de extensas escaleras hasta la cuarta planta —donde se encontraba su habitación— se hizo bastante incómodo para ambos. A pesar de no verle el rostro, Eren podía vislumbrar perfectamente en su mente el ceño de profunda desaprobación que de seguro tendría Yelena debido a su pequeña escapada y lo que había provocado con ella. De hecho, cuando llegaron frente a la puerta de su cuarto y esta se volvió para verlo directamente, sus ojos enmarcados por largas pestañas oscuras parecían destilar una ira que a duras penas lograba mantener a raya.

—Supongo que eres consciente de que lo que has hecho podría considerarse una grave traición hacia nuestro líder, ¿no, Eren? —Girando la manija de la puerta, Yelena la abrió para él; una clara indirecta para señalarle que pasase de una buena vez—. Si cualquier otro miembro del clan hubiera hecho algo así, sería severamente castigado por tu hermano.

—En primer lugar, ningún otro miembro del clan lo hubiese hecho —replicó, sonriendo con toda mordacidad—. Aquí, todos son libres de ir y venir como y cuando les plazca. Menos yo.

—Es por tu propio bien, y lo sabes.

—¿Mi bien o el de Zeke? —inquirió él, retador.

El peligroso brillo depredador que vio en los negros ojos de la mujer le advirtió que no estaba siendo sensato al tentar su suerte de esa forma. Era cierto que los impecables modales y la diplomacia de Yelena camuflaban perfectamente su naturaleza salvaje y depredadora, pero seguía siendo una vampira; y, por lo que había oído de Jean, una terriblemente brutal.

—¿Acaso no eres tú siempre su única prioridad, Eren? —En esa ocasión, esta abrió de par en par la puerta y le indicó con un gesto de cabeza que entrara a su habitación, a lo que él obedeció de mala gana, sin ánimos ya de alargar aquel suplicio—. Le comunicaré a Zeke que estás de regreso y deseas verle. Intenta descansar un poco mientras tanto.

La puerta ya había comenzado a cerrarse cuando, a toda prisa, Eren la sujetó con una mano para impedirlo, ganándose otra de aquellas oscuras miradas cargadas de interminables reproches.

—Yelena, ¿qué es aquello a lo que tanto teme Zeke? —preguntó a esta, guiado por un impulso al recordar la conversación entre esta y su hermano que había oído hacía unos días atrás—. Por favor, dímelo. Si lo supiera, quizá podría…

—Nada —lo cortó la vampira, tajante; aun así, la mentira tiñó de un pálido rosa su rostro, delatándola—. Él no le teme a nada.

El ruido sordo que produjo la puerta al cerrarse fue de cierto modo demoledor. Eren no había obtenido su respuesta, aunque realmente tampoco la esperaba; pero, al oír el inconfundible sonido de la llave girando en la cerradura, sintió el peso de las palabras de su madre casi como un vaticinio. ¿Acaso él iba a terminar compartiendo su mismo destino?, se preguntó. ¿Acabaría perdiendo su vida a causa de pura desesperación?

¡Claro que no!, se negaba a ello. Mientras pudiera hacerlo, Eren seguiría luchando incansable por su libertad. Además, el nerviosismo de Yelena ante su pregunta le daba cierta tranquilidad, porque, si esta había mentido tan abiertamente, eso solo podía significar que no estaba equivocado en sus sospechas: Zeke sí tenía miedo de algo, y eso, era él.

Eren solo tenía que averiguar por qué, y si era que podría o no beneficiarse de ello en el futuro.

 

——o——

 

Sentado directamente sobre la alfombra de diseños azules y plateados que se hallaba frente a la chimenea apagada de su habitación, Eren, con un libro abierto apoyado sobre las rodillas alzadas, intentaba sin éxito alguno concentrarse lo suficiente en la lectura para poder perderse en ella, como ocurría siempre que leía, pero en ese momento se sentía incapaz de poder lograrlo. El nerviosismo le bullía por las venas casi como algo vivo, oprimiéndole el pecho y ahogándolo un poco; la angustiante desesperación ante la espera y el castigo, porque tras aquellas interminables dos horas de soledad, ya podía intuir lo muy enfadado que su hermano debía estar con él, lo cual solo auguraba que su castigo sería terrible y ejemplar.

Cansado de aquel inútil intento de lectura, Eren dejó el libro a un lado y se tumbó de espaldas, hundiéndose un poco en la mullida suavidad de la alfombra bajo su cuerpo. Podía oír el incansable tictac del antiguo reloj de madera sobre la chimenea, así como el leve murmullo amortiguado de conversaciones y risas provenientes del exterior de la mansión y los pisos inferiores que se colaban por el ventanal entreabierto. Seguramente los miembros de su clan —alertados ya de su regreso— habían comenzado a llegar poco a poco a la residencia, para así aprovechar lo que quedaba de esa noche antes del amanecer.

Con desgana y un enfado que amenazaba con convertirse en una tempestad creciente, clavó su verde mirada en la pared de su derecha, la cual contaba con una enorme estantería de libros que iba desde el alto techo hasta el suelo. Eren los había leído todos, por supuesto, y más de una vez. Desde que tenía consciencia, él siempre había tenido un libro entre sus manos; primero, los que su madre leyó para él de pequeño con intención de entretenerlo y educarlo, y luego, cuando ya fue un poco mayor y aprendió a hacerlo por su cuenta, leyó todos aquellos que estuvieron a su alcance.

De hecho, desde que su madre y él se vieron obligados a vivir encerrados en la mansión familiar, Eren se había enfrascado en la lectura con más ahínco todavía, sobre todo luego de la muerte de Carla. Leer había sido su medio de escape a aquella vida que tanto detestaba y lo seguía siendo hasta la actualidad, motivo por el que Zeke siempre buscaba y le obsequiaba libros que pensaba podrían gustarle o parecerle interesantes. Pequeños gestos con los que Eren, inevitablemente, se alegraba y albergaba esperanzas, recordando al hermano que había conocido años atrás y al cual había querido incondicionalmente, hasta que las cosas entre ambos comenzaron a cambiar, enturbiándose como el agua enlodada.

Sin proponérselo, sus pensamientos se vieron invadidos repentinamente por el recuerdo de Levi Ackerman, aquel hombre que, pese a su aspecto frío y peligroso, había demostrado ser algo completamente diferente a lo que aparentaba. Levi no solo había sido amable y comprensivo con él, sino que también mucho más generoso de lo que podía esperarse de un desconocido, más si este sabía que no obtendría nada a cambio de ello.

Dejando volar su imaginación, Eren se preguntó que estaría haciendo este en ese momento y si siquiera lo recordaría o ya lo habría sacado por completo de su mente, aunque secretamente deseaba que no fuese así. Después de todo, durante el breve instante que ambos compartieron, Levi había sido la luz más brillante en su limitado mundo, grabando una huella imborrable dentro suyo.

Al oír el girar de la llave en la cerradura de la puerta, Eren se sentó de golpe sobre la alfombra, sintiendo como su corazón redoblaba sus latidos a causa del miedo. Ni siquiera había tenido tiempo de ponerse de pie, cuando la alta y esbelta figura de Zeke hizo su aparición dentro de la habitación, pareciendo llenar esta con su sola presencia.

Al contemplar a su hermano mayor, Eren debió reconocer que este ciertamente parecía cansado, lo que hizo que un leve remordimiento pellizcase su conciencia a pesar de todo su enfado acumulado, teniendo que morderse la lengua para no comenzar a pedir perdón.

El rostro de Zeke lucía bastante pálido bajo su dorada barba pulcramente recortada, con una leve sombra oscura destacando como manchas alrededor de sus ojos grises tras las redondeadas gafas y el corto cabello rubio un poco despeinado. Los caros pantalones grises parecían ligeramente arrugados y llevaba desabotonados los primeros botones de la camisa negra, dando la impresión de que se hubiese quedado dormido vestido y recién se estuviera despertando. Y tal vez había sido así, tuvo que admitir él. Si su hermano había estado tan preocupado por su desaparición como Yelena insinuó, lo más seguro fuese que este no hubiera dormido nada hasta su regreso.

Su culpa aumentó.

—Eren —dijo Zeke al verlo, pronunciando su nombre con aquel tono calmado y frío que últimamente siempre empleaba con él, y el cual lo hacía sentir como si aún fuese un niño que debía obedecer sus órdenes sin discusión—. Me alegra ver que has regresado bien. Espero que te divirtieses mucho, hermanito.

De pie, desde su posición más elevada, este lo contempló con cierta burla en sus ojos, volviendo el gris en un mar oscuro que asustó un poco a Eren, por lo que tuvo que obligarse a tranquilizarse.

Poniéndose rápidamente de pie, dio unos pasos en dirección al otro para encararlo, pero de inmediato se sintió un poco intimidado ante su presencia. A diferencia suya, su hermano no solo era bastante alto, sino que también mucho más corpulento, como lo había sido su padre; sin embargo, quizá por el siglo de diferencia que compartían o la posición que este se había visto obligado a tomar dos años atrás, Zeke resultaba imponente e intimidante en su papel de líder, exigiéndole mostrar respeto y sumisión ante él, aunque lo odiase.

—Hermano —lo saludó Eren, finalmente, inclinando apenas la cabeza en su dirección—. Ya estoy de regreso, como puedes ver.

Posando una mano sobre su hombro, Zeke lo atrajo a su lado como si fuese a abrazarlo; sin embargo, de inmediato una expresión de disgusto apareció en su rostro y lo apartó con brusquedad, mirándolo enfadado.

—Apestas a lobo —le dijo a modo de acusación.

—Bueno, eso no es algo que pueda evitar, ¿verdad? Después de todo, y a diferencia de la tuya, mi desagradable madre era una cambiante, por lo que, aunque te disguste admitirlo, la mitad de mi herencia también lo es, hermano mayor.

—Un inconveniente que te obliga a ser más cuidadoso aún, Eren. Eres el heredero de nuestro clan, heredero; si llegase a saberse lo que tu madre era…

—… sabrían que soy un híbrido, y eso me parece genial. Es lo que soy después de todo, ¿no?

Las rubias cejas de Zeke se fruncieron al oír aquella verdad, haciendo que él se sintiese triunfante por dentro y por fin pudiese desterrar parte de su miedo; una alegría que le duró apenas unos segundos, ya que luego de reacomodarle un mechón de castaño cabello tras la oreja, su hermano le sonrió apenas, lleno de crueldad.

—Solo eres un cambiante latente bajo el vampiro sangre pura que hay en ti, hermanito. Un cambiante que no sirve para nada, ya que padre se encargó de ello —le recordó este, con fingida amabilidad—. Aunque no quieras aceptarlo, Eren, no eres más que un vampiro perfecto a ojos de todos para gobernar el clan, junto a mí, hasta el fin de nuestros días. No lo olvides.

Asqueado ante aquella perspectiva, dio un paso atrás para intentar poner algo más de distancia entre su hermano y él, pero en cuanto este logró sujetarlo de un brazo, sus grises ojos lo recorrieron de pies a cabeza, disgustándose aún más.

—¿Qué demonios se supone que llevas puesto? —le preguntó Zeke, completamente horrorizado al mirar sus prendas baratas, las cuales evidentemente le quedaban terribles. Un horror que en apenas un parpadeo dio paso a una ira fría, producto de la sospecha—. Dime ahora mismo donde has estado metido este último día, Eren, ¡y con todo detalle! Miénteme, y juro que te arrepentirás.

Al percatarse del gran error que había cometido al no darse un baño y cambiarse de ropa antes de recibir la visita de su hermano, Eren se llenó de pánico. Ocultar la verdad se Zeke no era una opción, ya que aquello inflamaría su enfado, pero por ningún motivo podía permitir que este supiese sobre Levi, ya que eso sería poner a este en peligro. Conociendo a su hermano como lo hacía, estaba seguro de que Zeke haría pagar al otro hombre por haberle permitido beber de él y tomarse tantas libertades, como si fuese su culpa. Si quería evitar problemas que Levi no merecía, Eren debía inventarse algo que pareciera convincente, pero con su estado nervioso actual, parecía casi una misión imposible para él.

—Fue por culpa de una manada de tres chicos lobo con los que me encontré en la ciudad. Como me hallaba solo, estos acabaron atacándome y resulté herido —contestó con rapidez, aferrándose a aquella verídica parte de su historia e intentando aparentar una seguridad que no sentía—. Logré alimentarme de uno de ellos, pero desgraciadamente ya era de día y tuve que esperar a recuperar algo de fuerzas para que la herida sanase un poco antes de poder regresar a casa. La ropa también es del mismo chico, ya que la mía estaba destrozada y llena de sangre. En verdad lamento haberte preocupado tanto, hermano mayor.

La mirada escrutadora que Zeke le dedicó hizo sentir a Eren como si este lo estuviese desnudando por dentro, sopesando con cuidado todo lo que él acababa de decirle antes de decidir si le creería o no. Manteniéndose impasible, no apartó sus verdes ojos de los de su hermano; sin embargo, notó como el alivio le aflojaba un poco las rodillas cuando Zeke asintió una vez, a modo de aceptación ante sus palabras.

—Lobos —masculló este con asqueado desprecio—. ¿Sabes a que manada pertenecían, Eren?

Él negó con un gesto, a lo que su hermano apretó los labios con disgusto.

—Lo siento, pero es que debido a la situación en la que me encontraba, no fue algo que pudiese averiguar.

—Supongo que tienes razón y no se puede hacer nada al respecto. Aun así, le pediré a Yelena que mañana mismo haga algunas averiguaciones discretas en la ciudad. Nadie se mete con uno de los nuestros y no paga el precio.

—Zeke, no es necesario que lo hagas —imploró Eren, temeroso de que su mentira fuese descubierta—. He regresado a casa de una sola pieza, ¿no?

—Claro que lo es, Eren —replicó su hermano con rotundidad—. Te lo he dicho una y otra vez. El poder que ejerces sobre tu territorio debe ser completo y absoluto. En el mundo al cual pertenecemos, los débiles terminan siendo devorados, ya deberías saberlo bien.

La cabeza de Eren bullía debido a las cosas que deseaba decirle a Zeke, desde explicarle como se sentía en esos momentos y lo muy equivocado que pensaba este estaba con respecto a muchas de las decisiones que tomaba en nombre del clan, hasta hacerle creer su mentira para mantener a salvo a Levi y apelar a su benevolencia para no recibir el castigo que tanto temía; no obstante, sobre todo, él deseaba saber. Necesitaba desesperadamente comprender cuál había sido el motivo que había hecho que el hermano amable y cariñoso, que una vez conoció, se hubiese convertido en el hombre frío y despiadado que era ahora. Eren quería ayudar a Zeke, porque lo amaba, pero esa esperanza se iba haciendo cada día más y más lejana.

—No tiene que ser siempre así, hermano mayor —le dijo finalmente con una suave sonrisa, intentando apaciguarlo—. Si formáramos alianzas como antes…

—Ya sabes que estas ahora están prohibidas, Eren; además, no nos sirvieron de nada hace dos años, cuando asesinaron a nuestro padre —respondió Zeke con una frialdad tajante—. Él confió en quienes no debía, un error que nosotros no podemos repetir.

Él lo miró frustrado.

—Antes no eras así. Has cambiado demasiado —le dijo a este, y aunque no era su intención, no pudo evitar que todo el dolor que sentía y había estado conteniendo por tanto tiempo, se reflejase en sus palabras.

—Antes era un tonto —contestó su hermano, pero a diferencia de unos instantes atrás, su tono de voz se suavizó un poco. Acercándose hasta él, Zeke sujetó con suavidad su barbilla para que le mirase a los ojos, los cuales parecían llenos de dolor—. Y ahora dime la verdad, Eren, ¿por qué has intentado huir de mí?

Angustiado como pocas veces, él buscó dentro de su cabeza las palabras adecuadas para explicarle a este el cómo se sentía y por qué había tomado aquella decisión. Eran tantas las cosas que parecían dañadas y rotas entre ambos, que Eren ansiaba gritarlas hasta hacerse entender, hasta hacerle comprender; aun así, una amarga desilusión lo embargó cuando no pudo encontrar nada que creyera pudiera llegar realmente al corazón de Zeke.

¿Qué había sucedido entre ellos?, se preguntó. ¿Cómo habían llegado a ese punto donde ya no parecía haber retorno para su relación? Años atrás, cuando su madre y él se vieron forzados a vivir en aquella casa por orden de su propio padre, su medio hermano había sido su único apoyo para sobrevivir al miedo y la angustia que sentía en esos momentos; y un año después, cuando Carla falleció y él se quedó realmente solo, fue Zeke quien lo animó lo suficiente para seguir adelante; quien se quedó a su lado todas las veces que la tristeza o el miedo lo embargaron, tomando silenciosamente su mano para reconfortarlo hasta que Eren pudo volver a ponerse en pie, porque este también sabía lo que era perder a una madre que se amaba.

En el pequeño mundo enjaulado que habían creado para él, donde tan pocas personas tenían acceso, Zeke había sido una de las escasas cosas buenas en su vida; incluso, cuando Eren le habló de sus deseos por marcharse de ese lugar y ser libre como antes lo había sido con su madre, este le prometió que cuando el control del clan ya estuviese en sus manos, pudiendo así tomar las decisiones, le otorgaría su tan ansiada libertad, permitiéndole ir a donde deseara; algo que él, de niño, había creído ciegamente.

Pero las cosas comenzaron a cambiar cuando, transcurrido un año del fallecimiento de su madre, su padre, Grisha, decidió que ya era momento de que Zeke se preparase para la sucesión bajo su atenta tutela, teniendo así que iniciarse en todas las responsabilidades que conllevaba dirigir el clan. En un comienzo fueron cambios sutiles a ojos de Eren, como el hecho de que su hermano mayor sonriera menos y en ocasiones pareciera más taciturno, o que incluso algunas veces cuando estaban juntos, este ya no le prestara la misma atención que le prodigaba antes.

Por supuesto, él lo había asociado a que Zeke estaba demasiado ocupado preparándose para convertirse en alguien importante y ocupar así el lugar de su padre cuando este no estuviese, por lo que era lógico que las cosas entre los dos fueran diferentes, sobre todo porque Eren aún era solo un niño; sin embargo, a medida que los años pasaron y ambos crecieron, también lo hizo el distanciamiento emocional y el control obsesivo que su hermano parecía ejercer sobre él. Un control tan férreo y opresivo, que algunos días Eren incluso pudo comenzar a percibir cierto rastro de crueldad dormida en Zeke, la cual parecía despertar en cuanto él se negaba a obedecerle o se ponía difícil, lo que, dado su carácter rebelde, era frecuente.

Sin embargo, fue tras el inesperado asesinato de su padre, cuando Zeke pareció finalmente quebrarse por completo. Luego de tomar el control del clan, como siempre había estado previsto, Eren comenzó a percatarse de que su amable y cariñoso hermano mayor, al que había llegado a amar con todo su corazón, se había convertido poco a poco en un hombre más frío y duro. Alguien por completo diferente e inalcanzable.

Las semanas que siguieron al asesinato de Grisha se convirtieron en un nuboso caos dentro de su cabeza; un caos lleno de la angustia que significó para él la pérdida del último progenitor que le quedaba, y el nerviosismo reinante entre los miembros de su clan por lo que había sucedido, al parecer sin explicación lógica alguna. Su hermano, en cambio, se vio sumergido de golpe en una vorágine de reuniones con los miembros de mayor rango y antigüedad, oyendo las sugerencias de estos mientras decidía qué hacer y cómo debía actuar a continuación, lo que terminó por convertirse en una serie de extensas redadas de búsqueda por parte del clan para encontrar a los culpables y, posteriormente, los enfrentamientos que sucedieron con el clan de vampiros y la manada de lobos responsables, así como la completa extinción de ambos.

Por aquel entonces para Eren, con solo quince años, la sentencia de Zeke había sido tan cruel como brutal; su hermano no solo determinó que los responsables del asesinato de Grisha debían pagar con su muerte la de este, sino que también todos los miembros que conformaban ambos grupos, niños incluidos. Esa fue su manera de demostrar su poder al resto de los seres del mundo sobrenatural que habitaban. Su advertencia del cómo se harían las cosas bajo su gobierno, y cuáles serían las consecuencias si lo desafiaban.

No obstante, a pesar de su decisión de apoyarlo en todo, tal como su hermano había hecho con él cuando perdió a su madre, Eren no pudo aprobar el modo de actuar de Zeke y así se lo hizo saber. Aquella fue la primera discusión verdadera que ambos tuvieron después de todo el tiempo que llevaban viviendo juntos, y había sido también la primera vez que él realmente tuvo miedo de su hermano y lo que este podría llegar a hacerle.

Debido a su pequeña rebelión, Zeke le había exigido sumisión total, no solo como miembro del clan, sino que también como su único familiar vivo, ante lo que Eren, furioso, se negó tajante. Algunos de sus recuerdos de aquella noche, mezclados con la rabia, la impotencia y el miedo, estaban terriblemente difusos; aun así, todavía podía rememorar con angustia el peso del cuerpo de su hermano sobre el suyo, aprisionándolo contra la cama, y el doloroso terror que lo recorrió cuando los colmillos de este le perforaron el cuello para beber de él hasta dejarlo vacío.

Zeke le había robado la voluntad.

Una semana después de ese incidente, Eren se enteró —gracias a Jean— de que aquello se había repetido durante tres días, hasta que Yelena intervino con autoritaria firmeza, convenciendo a Zeke de que, si seguía alimentándose de él sin pausa, acabaría por matarlo. Nadie tenía muy claras las verdaderas intenciones de su hermano tras aquello, pero la palabra «subyugación» rondaba peligrosamente en la cabeza de todos quienes se enteraron de lo ocurrido, generando un revuelo de susurros y especulaciones, porque, si esa había sido la intención real de Zeke con su actuar, entonces resultaba un pecado imperdonable. El mayor tabú para los miembros de un mismo clan y, sobre todo, de la misma familia.

Desde ese momento, Eren se mostró especialmente cauteloso respecto a su hermano mayor, temeroso de que algo así volviese a suceder. Por lo general, Zeke solía estar tan ocupado con los asuntos de la dirección del clan que no contaba con tiempo para prestarle mucha atención, pero en las raras ocasiones que sí lo hacía, él siempre intentó no enfadarlo más de lo necesario; de hecho, ni siquiera había protestado cuando sus medidas de resguardo se volvieron todavía más estrictas —llegando al punto de que salir a dar una vuelta por los jardines debía ser bajo supervisión— y aceptó sin reclamo alguno buena parte de las órdenes y casi todos los deseos de su hermano, acallando a pura fuerza de voluntad su eterna necesidad de rebelarse.

Dos años habían transcurrido ya desde entonces, y, hasta cierto punto, Eren se había acostumbrado a aquella vida tan extraña y llena de limitaciones, donde desear su libertad dejó de ser incluso un sueño. Su relación fraternal con Zeke se había quebrado para siempre, siendo remplazada de manera cruel por un lazo de mutua necesidad que era tan absorbente como venenoso para ambos, y al que, sin embargo, se aferraban casi con desesperación y ensaya falsedad, porque era todo lo que aún los unía.

Sin embargo, el punto de quiebre había ocurrido casi una semana atrás, cuando una noche, mientras le permitía a Zeke beber de él, algo en su manera posesiva de sujetarlo, en la familiaridad con que sus dedos lo acariciaron y el oírle pronunciar su nombre casi como si fuese una súplica, alertaron a Eren de que las cosas no iban bien. Cuando al mirarle a los ojos percibió en la gris mirada de su hermano aquella hambre primitiva que sobrepasaba lo que era habitual en su especie, él supo sin lugar a duda que, si no hacía algo pronto, las cosas entre ellos iban a tomar un rumbo mucho más oscuro y doloroso para ambos.

Y por eso escapó. De allí su desesperada necesidad de poner un poco de distancia entre Zeke y sus emociones opresivas y demandantes, porque, aunque les doliese hasta lo imposible, aquel retorcido hilo que los ataba debía ser cortado de una vez por todas, antes de que este acabara por destruirlos de la peor forma existente.

—Hui de ti porque lo necesitaba —comenzó a responder finalmente a su hermano, sin apartar la mirada a pesar de su miedo—. Hui porque, cuando estoy junto a ti, se hace difícil respirar, Zeke.

Los dedos de este viajaron con delicadeza desde su barbilla hasta la curva de su mejilla, quedándose allí en una especie de fría caricia que a Eren le recordó a los viejos tiempos. Pensativos, como si su confesión le hubiera afectado más de lo esperado, aquellos ojos grises lo contemplaron detenidamente, y durante un breve segundo, un instante muy pequeño, él fue capaz de percibir algo en ellos; un cambio. Más como una sensación que una certeza, pero la cual le dijo que, oculto y acallado en el fondo del hombre en el que Zeke se había convertido, algún vestigio del amable hermano que había conocido en el pasado seguía yaciendo allí, y saber aquello provocó que su corazón se destrozara.

—Lo siento mucho, Eren, pero no podré cumplir mi promesa —le dijo este con una suavidad que últimamente le resultaba ajena, y la cual hizo que él deseara romper a llorar—. Te necesito aquí, conmigo. Te necesito más de lo que puedes siquiera imaginar. Si llegara a perderte…

Contemplando como Zeke se inclinaba poco a poco hacia él, tan cerca que pudo sentir el frío roce de su aliento sobre los labios y percibir el intenso dolor que se ocultaba tras sus ojos grises, Eren notó como su corazón se aceleraba a causa de la angustia y el miedo. El deseo de su hermano por poseerlo era como algo casi físico; tan intenso, peligroso y atemorizante como el mismo Zeke, y al mismo tiempo tan dañino como el más letal de los venenos.

Eren apartó el rostro.

—Lo siento, Zeke, pero yo tampoco puedo darte lo que deseas —le dijo en un murmullo apenas audible, y el cual, no obstante, estaba seguro de que el otro oyó con claridad.

Una sonrisa de sardónico desprecio se dibujó en los labios de su hermano ante su rechazo, y cuando en esa ocasión sus largos dedos cubrieron el lateral de su cuello, no fueron gentiles en absoluto, todo lo contrario. El agarre de Zeke sobre él resultó posesivo y doloroso; una clara señal de advertencia sobre el lugar que cada uno de ellos tenía en aquella familia.

—¿Es que acaso no lo has comprendido todavía, hermanito? No voy a esperar a que me des nada, simplemente, voy a tomar lo que desee de ti. —Los dedos de Zeke se enredaron en el corto cabello que le cubría la nuca y jalaron con fuerza de este, obligándolo a levantar poco a poco el rostro y tragarse a duras penas el gemido de dolor que amenazaba con escapar de su garganta—. Así que, Eren, creo que comenzaré exigiéndote la verdad; no esa sarta de mentiras que me has soltado antes. Dime, ¿cómo lograste salir de aquí, quien te ayudó? ¿Y qué es lo que has hecho realmente durante el día que estuviste fuera? ¿Con quién has estado?

A pesar del dolor y lo humillado que se sentía, Eren miró a su hermano totalmente desafiante.

—Te he dicho todo lo que necesitas saber, hermano mayor. No ha habido mentira en mis palabras.

Entrecerrando los ojos con enfado al oírlo, Zeke intensificó la fuerza del agarre sobre su cabello, logrando que los ojos de Eren se llenaran de lágrimas de forma involuntaria. El brazo libre de su hermano le rodeó con firmeza la cintura, atrayéndolo hacia sí, e, inclinándose junto a su cuello, le susurró con malicia:

—Esa ha sido una mala respuesta, mi pequeño mentiroso. Te lo he advertido antes: aquello que no quieras darme voluntariamente, voy a tomarlo por la fuerza. Vamos, hermanito, se un chico obediente y abre tu mente para mí.

Aterrado por lo que supo iba a ocurrir, Eren cerró los ojos con fuerza y apretó las manos en sendos puños hasta que sintió el dolor de las uñas clavándose en sus palmas; sin embargo, al notar como Zeke perforaba sin piedad su carne y bebía vorazmente de su sangre, supo que estaba perdido. Por más que intentara luchar contra él y oponérsele, su hermano era mucho más poderoso y entraría en su cabeza para hurgar en sus recuerdos como si fuese su derecho.

Zeke violaría su privacidad sin escrúpulos, y Eren no tenía opción alguna de oponerse. Después de todo, aquel era su castigo… y debía aceptarlo.

Notas finales:

Lo primero, como siempre, es agradecer a todos quienes hayan llegado hasta aquí. Espero de corazón que el capítulo de hoy fuese de su agrado y valiera la pena el tiempo invertido en él.

Por lo demás, solo me queda confiar en que este nuevo capítulo de esta historia tan rara les gustase y no resultara tan pesado. Esta vez ha tocado conocer un poquito más de Eren y su vida, aquella parte que no le quiso contar a Levi en su momento y el por qué prefirió no hacerlo, ya que esta es bastante complicada, sobre todo en lo relativo a Zeke, como podrán haber notado.

Aun así, espero que esta entrega sirviera para aclarar algunas dudas sobre él, y las que aun queden, se irán esclareciendo en los capítulos venideros (o eso espero, jaja). También, ya desde el siguiente, volveremos a tener un poquito más de Levi por aquí.

Por otro lado, pasando a los datos bobos, porque conmigo siempre los hay, son los temas musicales que originalmente dieron vida a esta historia: Storm (de la que la historia incluso toma el título), Invincible y War of Hearts, todos de Ruelle. Si no los han oído, los invito a hacerlo. Ruelle, ciertamente, es maravillosa como artista.

Una vez más muchas gracias a todos quienes leen, comentan, envían mp´s, votan y añaden a sus listas, marcadores, favoritos y alertas. Siempre son la llamita que mantiene encendida la hoguera que es la imaginación de esta escritora.

Un enorme abrazo a la distancia y mis mejores deseos para ustedes y los suyos.

 

Tessa.


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).