La noche anterior había sido una locura. Tom había tenido sexo con Ethan y había desempeñado, por primera vez en su vida, el rol de pasivo; y lo cierto era que había experimentado un nivel de placer que creía físicamente imposible.
Por un par de horas, nada había sido más importante que los labios y los gemidos del otro. Por su parte, el castaño había sido por demás cuidadoso, tan dulce y atento…
Ambos jóvenes se habían olvidado del mundo, ese que tanto dolor les provocaba. Y jugaron a ser libres, a amar y ser amado, a rozar el límite del placer, hasta ganarle a la oscuridad de la noche y, finalmente, dormirse al alba en brazos del otro.
Sin embargo, los jóvenes amantes ignoraban que habían sido descubiertos por Morgan, quien inmediatamente dio aviso al director.
A la mañana siguiente, Ethan había sido llevado al sector de aislamiento por un supuesto cuadro gripal. Y, debido a que los medicamentos eran un lujo para pocos en esos días, y que el acceso a las vacunas era muy limitado, cada joven que parecía estar enfermo era puesto en cuarentena para evitar que el virus se propague. Sin embargo, Tom, a pesar de ser compañero de cuarto del castaño, y de haberse acostado con él, no presentó ningún síntoma y siguió realizando todas las actividades con el resto de los reclusos.
Pero, al cabo de una semana de no saber nada de Ethan, Tom se dirigió a la enfermería, buscando respuestas.
- Doctor Whillem…-
- Hola Thomas, qué bueno verte… ¿qué puedo hacer por ti?-
El doctor George Willem era un hombre gentil y dedicado a su vocación, por lo que el rubio lo respetaba y confiaba ciegamente en él. Y es que el hombre había tratado a Zack , quien sufría de asma, por más de dos años.
- Como ya sabrá, mi compañero de habitación fue puesto en cuarentena, creo que por gripe. Solo quería saber cómo está…-
El hombre guardó silencio durante unos segundos e inmediatamente revisó el cuaderno donde se llevaba el registro de los jóvenes a los que trataba.
- …No hay nadie en el ala de cuarentena, Thomas, ¿Estás seguro de lo que me dices?-
- …mi padre me lo dijo…- Y en ese instante Tom supo que la ausencia de Ethan había sido obra del director.
Minutos después, el rubio irrumpió en el despacho de su padre, exigiendo explicaciones.
- ¿En donde está?-
- No se de qué o de quién hablas.-
- ¡De Ethan! No está enfermo, lo se…-
- Oh, extrañas a tu nuevo juguete…-
- No te burles de mí…-
- ¿Burlarme? No, hijo… es más, como ofrenda de paz, te daré un consejo…-
- No quiero nada de ti.-
El semblante del mayor se oscureció de repente, y sin mediar más palabras, abofeteó con violencia al joven rubio, quien cayó al suelo algo aturdido.
- …te he dicho que no te extralimites, Thomas… y también te advertí que mi paciencia no es infinita, ¿recuerdas?… Creo que Morgan podrá explicarlo mejor que yo…-
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Tom se encontraba en el suelo, intentando cubrirse inútilmente de los golpes que Morgan lanzaba sin descanso, mientras su padre supervisaba la escena sin inmutarse ante el dolor de su hijo.
- ¿Por qué me obligas a usar la violencia, Thomas?-
- …no me importa cuántos golpes puedan lanzar tus matones, puedo soportarlos…-
- Tal vez, eres un chico fuerte… pero cierto muchachito de ojos color miel y cabello castaño no parece resistirlos tan bien como tú…-
- Ethan...-
- Ayuda a Thomas a ponerse de pie, Morgan... hay algo en el subsuelo que quiero que vea…-
El director salió de su despacho, seguido por Morgan quien se encargó de arrastrar a Tom todo el trayecto.
Bajaron dos pisos por las escaleras, llegando finalmente al oscuro subsuelo del edificio. El lugar consistía en un largo pasillo, lleno de puertas metálicas que daban a las celdas de los reclusos aislados por mal comportamiento. Parecía un sitio abandonado, sin ventanas y cubierto de polvo.
Los tres ingresaron a uno de los calabozos de aquel lúgubre hospicio, un lugar sucio y maloliente, sin muebles ni luz artificial. Y, en cuanto la puerta se cerró, Thomas pudo oír el llanto de alguien, el de Ethan.
- Observa, Thomas. Esto es lo que consigues al desafiarme…-
Morgan encendió una lámpara de aceite, que iluminó pobremente el lugar. Entonces Tom lo vió. Efectivamente se trataba de Ethan, quien temblaba y sollozaba en un rincón, abrazando sus rodillas. Estaba casi desnudo, cubierto de heridas abiertas y nuevos moratones. Pero lo que realmente impactó al rubio, fue una horrible quemadura hecha, seguramente, con metal incandescente. Habían marcado al castaño como si fuese ganado, lacerando gravemente la delicada piel de su frente. La herida estaba cubierta de sangre reseca, y en algunos sectores, podía verse la carne viva totalmente expuesta. Y en un tono rojizo, mezclado con sangre y algo de cabello pegado a la herida, Tom pudo leer la palabra “PECADOR”.
- ¿Qué fue lo que le hiciste?- Tom vociferó increpando a su padre, pero de inmediato fue reducido por Morgan.
- Tú lo hiciste, Thomas, no lo olvides.-
- ¿yo?… ¡no me hagas responsable de las atrocidades que haces!-
- Sólo debías cambiar esa repugnante forma de vida. Pero pareciera que no quieres comprender...-
- ¿Crees que no he intentado cambiar? Lo intenté miles de veces, ¡pero no puedo!- Tom lloraba, con la vista fija en Ethan.
- tal vez deberías esforzarte un poco más.-
- escucha…déjame limpiar sus heridas, por favor… permíteme quedarme a su lado hasta que amanezca… te lo suplico… si lo haces, mañana mismo comenzaré el tratamiento de conversión.-
El padre de Tom pareció meditar la propuesta por unos segundos.
- Es un trato justo, me alegro de que hayas entrado en razón, hijo. Como ya todos duermen, le diré al sereno que abra las puertas de la enfermería, las duchas y la cocina. Mañana a primera hora irán por ti a tu cuarto
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