Los días transcurrían lentamente para Ethan y Tom, sin embargo, los mensajes que intercambiaban diariamente a la medianoche, los mantenían con vida.
Para ese momento, ambos estaban convencidos de estar locamente enamorados del otro, a pesar de que llevaban más de tres meses sin verse cara a cara. Pero unas pocas palabras bastaban para hacer sonreír a Ethan, quien esperaba ansioso, cada noche, el sonido de las campanas .
Thomas, por su parte, recibía las visitas de Irina tres veces a la semana, durante las cuales arreglaban detalles e intentaban que su rechazo hacia el otro no fuese tan evidente.
Pero luego de un mes o dos, Thomas había comenzado a ver a la chica bella detrás de la maraña enredada de cabello y de la ropa ridículamente grande. Y lo cierto es que le agradaba, y la idea de pasar una vida como compañeros ya no resultaba tan horrible.
- Eres muy guapo, angelito… desearía ser tan bonita como tú.-
- Oh, bueno, gracias…- Sin saber muy bien por qué, Tom se sonrojó ante el cumplido. -… ¿Y quién te dijo que no eres bonita?-
- El mundo, el sentido común…- Irina se rió de su propio comentario.
- Eres aún más bella cuando sonríes.-
Y sin decir nada más, Thomas la besó, separándose inmediatamente, esperando, al menos, un insulto o un golpe. Pero para su sorpresa, la joven le devolvió el beso, esta vez, cargado de pasión.
Sin pensar, ambos terminaron en la estrecha cama de la habitación de Tom, dónde se arrancaron la ropa mutuamente hasta quedar completamente desnudos.
Tom se ubicó sobre Irina, quien abrió las piernas con algo de temor.
- ¿Eres virgen?-
- No, pero pasó hace mucho tiempo…-
Entonces Tom recordó las horribles clases sobre cómo se compone la intimidad de la mujer. Y sin vacilar, bajó la mano hasta localizar aquel punto sensible de la chica, quien comenzó a suspirar sonoramente y a mover sus caderas. Ella volvió a besar a Tom, mientras llegaba a un liberador orgasmo, provocado por las manos del rubio.
- Sólo hazlo-
- ¿Estás segura?-
- Mételo, Thomas.-
Ella abrió sus piernas invitándolo a hacerlo. Y sin pensar en nada más, Tom la penetró en un movimiento, para comenzar a moverse rápidamente, entrando y saliendo de ella.
Ambos necesitaban aquel contacto, ese que les resultó tan lejano e inalcanzable durante tanto tiempo. Y una simple caricia, un beso, una demostración ínfima de cariño habían sido suficientes para calmar sus mentes heridas por el abandono y la soledad, y la excusa perfecta para perderse en la cadencia y el placer físico producto de unirse al otro. Sus pensamientos divagaban lejos de allí, mientras que sus cuerpos se movían extasiados por la exquisita y adictiva sensación propia del placer sexual. No importaba el género del otro, no si el roce les generaba aquel bienestar, ese que era mejor que una droga.
Tom continuó hasta provocarle a su compañera dos orgasmos más, y cuando él creía estar por llegar al clímax, salió del interior de la joven para masturbarse y eyacular sobre su propia mano.
Los dos quedaron tendidos sobre la cama, mirando al techo, e intentando normalizar el ritmo de sus respiraciones. No sentían culpa ni ningún tipo de arrepentimiento, como si lo que acababan de hacer hubiese sido una pequeña travesura.
- Eso estuvo bien… ¿No lo crees, angelito?-
- Sí, de hecho, estuvo muy bien…-
- Ethan debe ser una fiera en la cama.-
- Si, lo es…- Tom tardó en reaccionar al engañoso comentario de Irina.-…espera, ¿qué? ¿Cómo sabes que él se llama Ethan?-
- Porque lo nombraste al menos cuatro veces mientras teníamos sexo, querubín…-
- Oh… lo siento…-
Irina se acercó aún más a él y depositó un casto beso en sus labios.
- No voy a mentirte, en verdad me gustó revolcarme contigo, querubín, pero estás enamorado de alguien más… y… aunque yo no vaya a verla de nuevo, también amo a otra persona…-
- ¿cuál es su nombre?-
- Rose…-
- ¿Y…?-
- …ella está muerta, querubín.-
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