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Luz de Luna por misteriane

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Notas del capitulo: Gracias por leer!
Año 2801.
La tercera guerra mundial había acabado con más del setenta por ciento de la población mundial, las metrópolis se habían reducido a cenizas, se había arrasado con yacimientos petrolíferos, plantas nucleares e incluso, centrales hidroeléctricas. En consecuencia, el mundo se había visto obligado a volver a la vida sin máquinas más complejas que un molino o una rueca de hilar.
Sin fuentes de energía, los pocos vehículos y máquinas que quedaban se habían vuelto obsoletos, y obligatoriamente, volvió el trabajo artesanal y las actividades primarias como la recolección, pesca, caza y agricultura. El comercio se redujo al mercado local, abarcando unos pocos kilómetros a la redonda de los pueblos más prósperos. Las noticias llegaban a la velocidad de los pies del mensajero, o, con suerte, de su caballo. La medicina volvió a basarse en las plantas curativas, los
remedios caseros y a implementar métodos estrictos ante la enfermedad como el aislamiento, para evitar la propagación de algún virus.
Con el correr de los años, los intelectuales comenzaron a hablar de "el otro medioevo" debido a la semejanza con aquel período histórico que había sucedido casi tres mil años atrás. Pero, a pesar de las múltiples similitudes con aquella época de Reyes y cruzadas, había una gran diferencia: quién tenía el poder.
Y es que, esta vez, la iglesia católica había tomado el mando absoluto, desdibujando fronteras y borrando cualquier vestigio de alguna otra religión que haya existido, formando un imperio de magnitud mundial.
Con el clero al mando, los grupos más afectados fueron aquellos a quienes llamaban "pecadores", entre los cuales se encontraban las madres solteras, los trabajadores sexuales, los transexuales, transgénero y gays.
Entonces surgieron los Centros de Corrección, con diferentes criterios de clasificación. Los había para adúlteros, promiscuos, degenerados, lesbianas y homosexuales, también llamados, “sodomitas”.
Poco a poco, los Centros de Corrección se convirtieron en una de las herramientas fundamentales para el poder en ese entonces.
Con la promesa de "corregir" la conducta pecaminosa, miles de jóvenes eran recluidos en los más de quinientos Centros de Corrección ubicados a lo largo y a lo ancho de todo el globo; cuya metodología era cruda e inclemente:
En el caso de los homosexuales, el que aceptaba renunciar a su vida de pecado, era sometido a una “terapia de conversión”, y, luego de seis meses, se le asignaba una pareja del sexo opuesto y se le reinsertaba en la sociedad. No obstante, los que se rehusaban a tal proceso, podían elegir entre pasar el resto de su vida en confinamiento, o ser fusilados en los llamados "Días de Expiación".





Aquella fría mañana en el Centro de Corrección n°11, los reclusos serían testigos del castigo que sería impartido a un joven que había intentado escapar.
Teniendo que soportar unas temperaturas bajísimas, todos aguardaban, formados en el gran patio, a que el director diese inicio al castigo, el cual pretendía ser aleccionador para los jóvenes que acababan de ingresar al Centro.

- ...El recluso n°319 Thomas Anhlett Greylord, será castigado por intento de fuga, desobediencia y sodomía...- La voz del director sonaba fuerte e intimidante, haciendo estremecer a más de uno de los presentes que observaban en silencio.
Por su parte, uno de los guardias del Centro sería el ejecutor, utilizando un pesado látigo de cuero vacuno.
Desde el interior del edificio principal, se oyó un golpe seco que inquietó aún más a los presentes. Acto seguido, las puertas se abrieron, y dos guardias aparecieron arrastrando al muchacho que sería castigado.
El joven rubio no aparentaba ni más ni menos que sus veintidós años de edad, y, a pesar de que se veía débil y abatido, podía notarse su exquisita belleza física. Sus ojos azul claro se veían apagados, casi sin vida, además de estar hinchados y rojos, lo que delataba que el joven había estado llorando durante horas.
Al llegar al centro del enorme patio de cemento, el chico fue arrojado sobre un pedestal de madera, desplomándose como un costal de papas, quedando de rodillas en el suelo y con su pecho sobre aquella rudimentaria superficie.

-Cuarenta latigazos.- dijo fríamente el director.

Y el primer golpe se oyó junto con el agónico alarido del muchacho. La fina camisa que vestía se rompió, la piel desgarrada quedó expuesta y la sangre brotó rápidamente. El muchacho temblaba, sintiendo como sus lágrimas calientes quemaban sus mejillas entumecidas por el helado viento de invierno, mientras el látigo caía sobre él con una cadencia casi mecánica, una y otra vez.
Aquella mañana quedaría marcada en la memoria de todos los presentes…







- Espero que esta vez el castigo haya servido para algo, Thomas.-

- …¿hablas de aterrorizar a los novatos?... Sí, no te preocupes, tu pequeño espectáculo de tortura funcionó a la perfección. Incluso oí que uno de los más jóvenes se orinó en los pantalones.-

- Podrías haber evitado todo esto.-

- oh, ¿en verdad?- Dijo el joven en un tono evidentemente sarcástico. -¿también podría haber evitado que tus francotiradores asesinen a Zack?-

- Por supuesto. No queremos jóvenes muertos, por eso intentamos corregir su desviación.-

- No había nada malo en él. Era un buen chico, ¡¡no merecía morir!!-

- El precio a pagar por intentar fugarse es la muerte. Zachary lo sabía y tú también lo sabes…-

- Entonces mátame...“

- No.-

- ¿Por qué no? Pierdes tiempo y dinero manteniéndome aquí. Jamás seré lo que quieres que sea… ¡¡nunca!! ¡¡Solo termina con esto de una vez!!-

- No mataría a mi propio hijo, Thomas... Aunque yo en tu lugar, no tentaría a la suerte. Mi paciencia no es infinita.-

- ¿Es una amenaza?-

- Es un consejo. Deberías tomarlo.-

El muchacho volteó el rostro hacia el muro, y solo el sonido de la puerta cerrándose le indicó que su padre había abandonado la habitación.
Luego de haber recibido más de la mitad de los latigazos, Tom había perdido el conocimiento, por lo que su padre había dado por terminado el castigo. Horas después, el rubio había despertado en la enfermería del Centro de Corrección, donde una joven, le realizó en total, once puntos de sutura en varias de las heridas provocadas por el látigo.
No estaba seguro de cómo había llegado a su habitación; llevaba casi cuatro días sin ingerir nada más que agua, su cuerpo parecía estar al borde del colapso por lo que se desvanecía con facilidad.
Pero finalmente podía estar solo sobre su cama, la misma en la que había tenido sexo por última vez con Zack. E inconscientemente estaba intentando encontrar su olor impregnado en las sábanas, hallando sólo el insulso olor al cebo que usaban para lavar la ropa.
El lacerante dolor en su espalda no le permitía siquiera cambiar de posición en la cama, a la cual, como cada noche, todos los reclusos eran esposados. El motivo era que, debido a que las instalaciones no estaban preparadas para albergar tantos jóvenes, las habitaciones eran compartidas, y ésta era una forma de evitar que los integrantes de cada cuarto tuvieran contacto físico entre ellos.
Pero esa noche, la cama junto a la de Thomas estaba vacía.
Hacía menos de un mes, Zack, su amado pelirrojo, había estado ahí, y ambos habían charlado hasta la madrugada de los planes que tenían para cuando lograran escapar de ese infierno. Los meses que habían pasado juntos habían sido los más felices de sus cortas vidas, y al rubio aún le resultaba inverosímil que todo eso se hubiese esfumado en el tiempo que un proyectil tarda en alcanzar su objetivo. Le habían arrebatado injustamente a su novio, lo habían asesinado a sangre fría, cuando lo único que buscaba era ser feliz junto a la persona que amaba.
Los recuerdos de esa noche aún permanecían demasiado frescos en la memoria de Tom. Todo menos lo relativo a la muerte del pelirrojo, cuyas imágenes eran confusas y borrosas a pesar de haber sucedido hacía menos de un mes. Tan solo recordaba estar corriendo junto a Zack por el campo que rodeaba el Centro de Corrección, y divisar los primeros árboles del bosque; en cuanto lograran internarse en aquel sitio, finalmente serían libres. Pero de repente Zack se desplomó en el suelo. Y cuando el rubio se acercó para asistirle, descubrió con horror que su amante estaba muerto.
Lo único realmente claro en su memoria era la imagen de los bellos ojos ambarinos sin vida de Zachary, abiertos de par en par. Una bala había perforado el cráneo de su amado.


Tom observaba en silencio aquel espacio vacío. Finalmente se había rendido; ya no tenía lágrimas que llorar, ni voz para gritar de dolor. Solo yacía inmóvil, sin energía ni ganas de seguir respirando.
Pero de repente, el estruendo producto de un fuerte golpe contra la puerta de su cuarto, acompañado de un quejido ahogado, lo sacaron de sus ensoñaciones. Inmediatamente un guardia abrió la puerta y arrojó a un joven, de no más de dieciocho años, al interior de la estrecha habitación. El chico cayó aparentemente inconsciente sobre la cama vacía.

-¡Mierda! ¡Olvidé las esposas!- dijo el guardia, reprendiéndose a sí mismo. “ ¡A la mierda las reglas! no habrá cadenas para él esta noche. Será nuestro secreto, Thomas… ¿sí?-

- Vete al carajo, Morgan- respondió el rubio.

- Treinta y cuatro latigazos, y sigues teniendo ese puto carácter, maldito marica... Como sea, te dejo con tu nuevo compañero de cuarto. Sabe usar muy bien su boca, con los muchachos lo comprobamos durante toda la tarde.-

- Me das asco.-

- Y tú a mí, maricón... “

Y sin más, el guardia salió de la habitación, dejando a ambos muchachos solos en la oscuridad. Tom observó a aquel jovencito que, en cuanto el malnacido de Morgan se marchó, comenzó a sollozar en silencio, haciendo que su delgada figura se sacuda en repetidos espasmos. Se notaba que se estaba esforzando por no hacer ruido, como si tuviera miedo de Thomas. Pero de repente una fuerte arcada lo hizo retorcerse y vomitar en el suelo.
-¡oh, lo siento! Lo… lo limpiaré de inmediato.-
- …está bien, sólo usa ese trapo que está en aquel rincón. Y en la cubeta hay agua con lejía...-
-…por favor no se lo digas a nadie… me castigarán si se enteran…-
-…No lo haré. Tienes mi palabra.-

El recién llegado tomó el viejo balde del rincón de la habitación, y procedió a limpiar su propio vómito, en el que se podía identificar aquella sustancia blanquecina que esos hijos de puta le habían obligado a tragar luego de correrse en su boca. Entonces la angustia le ganó y explotó en un histérico llanto.

- tranquilo, ya pasó… lamento lo que te hicieron…- El rubio intentaba reconfortar al más joven, pero no sabía qué decir o hacer.

-…no quiero hablar de eso…-

- Entiendo…- Tom apenas podía ver la silueta del chico, la cual era delimitada por la luz de la luna, contrastando con la densa oscuridad.

-…soy Ethan…- dijo el castaño tímidamente.

-Es un placer conocerte, Ethan. Soy Thomas.-

El silencio se apoderó de aquel pequeño espacio. Tom creía oir aún el llanto, ahogado con la almohada, de su nuevo compañero de cuarto. Pero de repente, una pequeña figura se acostó a su lado y se acurrucó contra su cuerpo.

-…Ethan, pueden castigarnos por esto.-

- Solo por un minuto, por favor... abrázame solo por un momento…-

Tom no dijo nada más, e inmediatamente rodeó al jovencito con sus brazos. Sin proponérselo, se quedó dormido, y para cuando amaneció, Ethan ya estaba dormido en su propia cama.
Notas finales: Please, dejen un rr

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