La inyección de confianza que MoonKyu le dio minutos antes, se iba drenando a cada paso que daba por el escenario. Juraba que las miradas de sus compañeros eran lanzas dirigidas a él, con la clara intención de asesinarlo. Tragó saliva, sintiendo algo atorar su garganta, haciéndose más pequeño a cada compañero que pasaba. —Espero que el día de hoy lo hagas mejor, Park —la rasposa voz del director resonó por el teatro, golpeando sus tímpanos. Su propio aire se negaba a hacer resonar sus cuerdas vocales, haciéndolo optar por un tímido asentimiento de cabeza. La palmada que el hombre soltó, volvió a resonar en sus oídos, haciéndolo encogerse en su lugar, luchando por el efímero pitido en su cabeza.
—Solo relájate, Minnie. Eres maravilloso y tienes un talento natural... solo falta que te lo creas —murmuró MoonKyu contra su oído al pasar a su lado. Y algo en su interior hizo click. Los dulces ojos de YoonGi aparecieron en sus pensamientos, y la grave voz resonó por su cabeza, haciendo cosquillear su corazón. La señal para iniciar el ensayo le hizo moverse por el escenario hasta su posición; cerró los ojos, suspiró profundo, y dejó que su mente divagara hasta la tarde anterior. La paz y seguridad que YoonGi le había infundido, volvió a cubrirlo suavemente, calentando su corazón y llenándolo de una nueva confianza.
Las horas pasaban, y el ambiente pesado se había disipado lentamente con el paso de cada escena; Jimin se había adueñado de la obra, ante la incrédula mirada de sus compañeros y director. Los halagos de este último no se hicieron esperar, ignorando la mirada fastidiada de algunos de los actores más experimentados. —Al fin te dignaste a demostrar la razón por la que decidimos elegirte para el protagónico —para esas alturas, Jimin estaba más que incómodo. Orgulloso, sí, porque finalmente había logrado dominar la obra sin detenerse a pensar en cada movimiento o palabra; pero las felicitaciones habían durado más de lo normal, volviendo a tensar un poco el ambiente.
—Espero que el resto del ensayo siga igual —la voz del director volvió a su usual tono serio y un deje de molestia. —Y no olvides que el día del estreno, debe ser mejor que esto —dio un golpe a la cabeza de Jimin con el libreto, antes de girarse y comenzar a gritar a otros actores sobre su desempeño. Ni siquiera tuvo tiempo de amargarse por las últimas palabras del director, cuando por inercia, se encogió ante el pasajero dolor de un nuevo golpe en la cabeza. MoonKyu no tardó en aparecer en su campo de vista, vistiendo una radiante sonrisa en el rostro.
— ¿Ves? Te dije que lo hacías maravilloso —Jimin agachó la cabeza, escondiendo la sonrisita que las palabras de su amigo le provocaron. —Así que no te preocupes por el director, estoy seguro que el día del estreno lo harás más que perfecto —el pelinegro le ofreció la botella con la que le había golpeado juguetonamente momentos antes.
— ¿Tú crees que-?
—Que dejes de pensar así, ¿cuántas veces debo repetirlo? —se quejó MoonKyu, rodando los ojos y cruzando los brazos sobre su pecho. El castaño solo sonrió con cierta culpa, sus esponjosas mejillas ruborizándose levemente mientras su diestra rascaba su nuca. El pelinegro decidió cambiar el tema para aligerar lo más posible los pensamientos del menor, y así aprovechar el breve descanso que el director les otorgaba cada cierto tiempo para poder hidratarse.
Para cuando se dieron cuenta, el día había llegado a su fin. Mantener en su mente el rostro de YoonGi, le dio la confianza y seguridad que necesitaba; y aquello, indirectamente, había ayudado a aliviar la tensión entre el resto de sus compañeros. Si bien, sabía que los comentarios maliciosos sobre cómo obtuvo su papel pese a ser un novato permanecía, el punto principal de los cuchicheos, esa que le importaba más, había cesado. Ahora, su timidez se debía a la constante lluvia de elogios que recibía de sus compañeros de escena. Cumplidos que parecían 100% sinceros. A esas alturas de su corta carrera, ya poco le importaba la diferencia entre verdadera sinceridad, o pura envidia disfrazada; había aprendido a ignorar las malas vibras, aunque no siempre fuera posible. Él, mejor que nadie, conocía lo dolorosas que podían ser las palabras por si solas; pero también sabía que no siempre debías esperar lo peor de los demás. Un claro ejemplo era MoonKyu.
Si bien sabía que su amigo había obtenido en su momento papeles principales, no siempre lograba ser el centro de los reflectores; para su disgusto, el talento de MoonKyu no siempre era valorado, y aun así, el mayor siempre era un apoyo sincero para sus compañeros. Y así como él, se había topado con varios seonbae que, más que quejarse por no obtener el papel principal, se ofrecían a ayudar a los nuevos a mejorar en todo aspecto. —Si queremos que nuestra industria prospere, debemos apoyarnos los unos a los otros, no ponernos el pie —las palabras de HeeChul aún resonaban en su mente, logrando sacarle una sonrisa. Siempre se consideró el chico más afortunado del mundo, por haber compartido escenario con una leyenda como lo fue aquel hombre; y más aún, luego de haber aprendido mucho de él. Luego de la última presentación de esa obra, se juró que siempre intentaría ayudar a los demás, a base de su poca experiencia.
— ¿Listo para irnos, Minnie?
La voz de MoonKyu lo devolvió al presente. Se había quedado jugando con el cierre de su maleta por un buen rato, notando los camerinos casi vacíos. —Ah... claro. Vamos —regaló una sonrisa al mayor, y luego de colgarse la mochila al hombro, se encaminó a la salida, seguido de MoonKyu.
—Unos cuantos de los nuevos nos invitaron a un bar, ¿quieres venir? —Jimin miró a su amigo, sorprendido por el repentino plan nocturno. A lo lejos, pudo divisar como un grupo de los más jóvenes de la compañía esperaban a sus hyungs, mientras charlaban alegremente. —Y no, no te estoy invitando yo; YeonJun dijo específicamente que tú también estabas invitado... solo que estabas tan perdido en tus pensamientos, que no notaste que te llamaba —el castaño abrió los ojos con mesura ante la "confesión" del mayor. Su mirada pasó hacia el chico de cabello teñido, quien a unos metros, hablaba animadamente con sus amigos.
— ¡Dios! ¡Qué mal seonbae soy! —el castaño volcó rápidamente su atención en su amigo, con una mueca de confusión ante el tonito agudo que había usado; solo para darse cuenta de que lo estaba "imitando" al notarlo reír. —Estabas pensando eso, ¿o me equivoco?
— ¡Pero es que lo soy! —se defendió el más bajo, haciendo un puchero y azotando infantilmente los pies contra el suelo. Ambos empezaron a reír con fuerza, llamando la atención de unos cuantos transeúntes que pasaban a su lado. —Me gustaría ir... pero tengo otro lugar que debo visitar —soltó de repente Jimin, secándose un par de lágrimas que la risa le había sacado. —Bueno, si no puedes, no puedes. El mocoso entenderá —MoonKyu se acomodó su propia maleta, buscando en su bolsillo las llaves de su auto. — ¿Quieres que te lleve? —el menor negó en silencio. —Estaré bien, hyung. Usted diviértase con los demás —añadió con una sonrisa, cerrándose la chaqueta. —De todas formas, les enviaré mensaje en cuanto llegue a casa.
Luego de despedirse a la distancia de los menores, dio media vuelta, perdiéndose por las calles de la ajetreada ciudad. En otras ocasiones, no hubiera dudado en colocarse los audífonos y caminar con la música lo suficientemente alta como para olvidarse del ruido de la ciudad y sumergirse en su propio mundo. Pero ahora, sus pensamientos estaban plagados de lo mismo.
Sin darse cuenta, ya había llegado a las ruinas del día anterior. Con la sonrisa plasmada en su rostro, subió las polvorientas y desgastadas escalinatas, y acomodarse en lo que alguna vez fue una fuerte y robusta columna. Los ojos ansiosos, clavados en el claro frente a él, husmeado entre los árboles, atento a cualquier figura que hiciera su aparición.
Las horas comenzaron a pasar, lentamente. El sol se había ocultado casi por completo; dejando salir un largo suspiro, Jimin abandonó el lugar. YoonGi nunca apareció.