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El clan por FiorelaN

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Capítulo XIII: "La caída del imperio"


Itachi


¿Era posible encerrarse en uno mismo y jamás salir? ¿Hasta qué punto el hombre soportaba esa decisión? ¿Cuánto podía soportar yo? Eran preguntas sin respuestas que jamás obtendría hasta la hora de la verdad sin importar lo que hiciera.


Hacía mucho tiempo que llevaba secretos conmigo, guardados en el más profundo y oscuro rincón de mi ser, que nadie más que yo debía saber por el bien de mi hermano menor y de su futuro.


Quería que todo el mundo siguiera viendo a mi familia como una que pudiera servir de ejemplo para la sociedad, como lo había sido siempre para el mundo: la familia Uchiha, la más feliz y ordenada de todas, la más honorable y respetable de la sociedad.


Hacía algunos años, más de los que yo había podido soportar enterarme, que mi amada familia había estado haciendo negocios sucios con mafias aborrecibles y había estado ayudando a gente poderosa, corrupta y despreciable. La compañía de mis padres se había convertido en la mayor proveedora de personal de seguridad, armas y equipamiento de todas las mafias que podrían existir, siendo neutros en los conflictos que éstas pudieran tener entre sí. Eran… como el maldito mercado negro para las mafias.


La verdad era que yo no tenía idea de en qué momento mi tío Madara había influenciado a mi padre para meterse en semejante barbaridad, pero suponía que esa había sido la manera de subir escalones más rápido y amasar una fortuna descomunal juntos mientras la empresa había estado pasando a segundo plano, convirtiéndose en algo que sólo servía para lavar dinero. Qué gran decepción y qué ironía… El imperio que mis abuelos habían construido para la seguridad de la sociedad se había convertido en el mayor enemigo de ésta.


Mi tío Obito, en vez de ayudar a enderezar el camino de sus hermanos mayores, solamente había sucumbido ante su tragedia y, finalmente, se había unido a ellos cuando mis abuelos habían decidido desheredarlo y darle la espalda por lo que ellos habían estado llamando “errores”, porque, a mi modesto entender, no lo habían sido. En el lugar de mi tío Obito, yo habría hecho exactamente aquello que lo había llevado a decepcionar a sus padres: creer en el amor y rendirse ante él. Y debía confesar… que, en parte, había sido mi culpa el que mi tío Obito decidiera ennegrecer su corazón.


No había día en el que no me arrepintiese de haber roto el corazón de mi tío por mi estúpido egoísmo adolescente, porque me había enamorado de su amor y se lo había arrebatado.


Mis abuelos habían decidido que mi tío Obito se casara con la hija menor de los Nohara, Rin. Aunque él la había adorado como a una hermana y diera hasta su último aliento por ella, ya que habían crecido juntos, no había podido amarla como a una esposa, porque su corazón había pertenecido a alguien más y ese alguien no podría estar en la lista de candidatas de mis abuelos por dos motivos: el más importante de todos era que se trataba de un hombre…, Kakashi Hatake, y el segundo motivo, el cual empeoraba el doble la situación, era el hijo de un capitán de la policía que había sido degradado y dado de baja deshonrosamente por romper el código de honor al dejar de lado una misión importante para salvar a sus compañeros.


Sakumo Hatake había sido humillado por todos, por su familia, por sus amigos y por aquellos a los que les había salvado la vida. Por esto, había tomado la decisión de suicidarse, dejando a Kakashi solo en el mundo y mi tío… se había apiadado de él cuando sólo había sido un niño de doce años y se había convertido en su amigo, enamorándose a más no poder de ese desdichado niño, pero mis abuelos lo habían detestado por pertenecer a una sociedad de clase media y por ser el hijo de Sakumo.


Obito se había negado rotundamente a proceder con la boda entre él y su querida amiga, porque no había podido verla más allá que como una hermana y no había podido traicionar sus sentimientos por Kakashi, quien también se había enamorado de mi tío, así que había decidido confesar el motivo por el cual había declinado casarse luego de haberse comprometido con Rin y su familia. De la mano de Kakashi, habían entrado a la enorme sala la mansión Uchiha y, frente a ambas familias, Uchiha y Nohara, habían proclamado su amor a todos los presentes, dejando en vergüenza a toda mi familia.


Habían huido lejos. Mi tío había tomado una gran cantidad de dinero y joyas familiares previo a la confesión, pues, luego de tamaña noticia, mis abuelos no habían deseado ver ni sus fotos en la casa, así que se había largado lejos junto a Kakashi, pero Rin los había estado acompañando, pues también había estado deseando huir de la vida que sus padres le habían impuesto, ya que la obligarían a casarse con alguien más en cuanto pudieran. Ella también había robado dinero a sus padres.


Los tres habían emprendido un viaje que había durado un año aproximadamente, en el cual habían sido muy felices. Rin había estado disfrutando su vida en libertad, además de que había tomado el suficiente dinero como para empezar una vida desde cero y con todos los lujos que quisiera. Mi tío había estado en las mismas disfrutando junto a su amor, recorriendo el mundo y siendo muy feliz, pero lo bueno nunca duraba para siempre…


Malas personas se habían enterado de que tres jovencitos sin experiencia en la vida que venían de familia adinerada se habían estado hospedando en un hotel lujoso disfrutando de unas vacaciones sin fin y la tragedia no se había hecho esperar.


El robo se había salido completamente de las manos. Rin había sido secuestrada y pedían rescate a su familia, a mi tío y a mi familia. Mi familia se negaba rotundamente a ayudar a Rin y a mi tío, pero la familia de Rin no había podido dejarla sola, así que había entregado lo que habían estado pidiendo, pero Kakashi había sido cobarde y había preferido dejar solo a Obito, quien debía ir a entregar el dinero faltante a un lugar poco seguro.


Todo había parecido ir con calma. El sótano de aquel sitio abandonado donde debía ir a entregar el dinero y donde Rin permanecía secuestrada iba ser la tumba de alguien aquel día y lo había sido.


Kakashi había llegado, aunque para solamente ser alguien más a quien salvar. Los secuestradores no planeaban entregar a la rehén y tampoco planeaban dejar ir a nadie que pisara ese lugar en busca de la chica, porque tenían órdenes de matar a todos y el pago por el asesinato era el dinero del rescate. ¿Quién había sido el que había estado deseando la muerte de esos tres? Mi tío Madara había tenido mucho que explicar con respecto a eso, pero nadie jamás había podido probar nada en su contra.


El lugar se había derrumbado a causa de unos explosivos colocados en dicho lugar y mi tío Obito había podido salvar a dos personas solamente: a Kakashi y a él mismo, pero, para Rin, ese sótano oscuro donde había sufrido durante horas se había convertido también en su tumba.


Por meses, Kakashi también había pensado que ese sitio había sido la tumba de Obito, pues lo había visto morir delante de sus ojos mientras se habían estado confesando una vez más su amor.


Había llorado tantas noches por su amado Obito que ya no había podido llevar la cuenta, pero algo mágico había sucedido… Su amor, luego de un año entero de haberlo creído muerto, había vuelto, pero ya se había hecho tarde… Kakashi me había conocido a mí y había encontrado consuelo en mis brazos, lo cual había llenado de odio, rencor y dolor el corazón de mi tío, sumiéndolo en la más profunda oscuridad.


Mis abuelos habían muerto creyendo que Obito había muerto, pues él había vuelto dos meses luego de que ellos fallecieran y, por supuesto, no había herencia para él, pero sí una tentadora oferta: mi tío Madara y mi padre le habían ofrecido formar parte del corrupto imperio que había comenzado a nacer, por el cual habían esperado a que mis abuelos fallecieran para hacerlo surgir.


Obito, cegado por el odio hacia el amor y solo en el mundo, había decidido aceptar con el simple objetivo de hacer arder hasta sus cimientos todo lo que mi familia había construido, incluyendo el apellido y la reputación. Esas dos cosas de las que tanto se enorgullecían los Uchiha, cosas por las cuales sus padres le habían dado la espalda y por las cuales había perdido absolutamente todo.


Deseaba hundir el apellido Uchiha y ennegrecer su honor para que todos vieran lo despreciable que era nuestra familia, la cual era igual que aquellos que habían asesinado a Rin. Quería hacerse con el poder de la ciudad y del País del Fuego para hacer su voluntad deshaciéndose de todos aquellos que siguieran los negros pasos de quienes habían arrebatado la vida de su querida amiga y su propia vida, condenándolo a estar solo. Usaría Akatsuki para ensuciar a la familia que lo había despreciado y acabaría con la empresa corrupta desde dentro. Esa había sido la única razón por la cual había decidido formar parte del plan de Madara y mi padre… Pobres ingenuos.


Había fundado Akatsuki a escondidas de esos dos, junto a Yahiko, Konan y Nagato, tres jovencitos con ideas de grandeza sobre un mundo mejor a los que Obito había manipulado haciendo “realidad” su sueño, pues el nombre de “Akatsuki” había nacido de las ideas de Yahiko. Pobres ingenuos… Maldito el día en el que habían conocido a Obito, pues había sido su perdición.


Nagato y Konan se habían dado cuenta de que Obito no iba a hacer nada de lo prometido, pues solamente había tenido fines negros e ideas de tiranía en su cabeza, así que habían creado una división en la organización que Obito jamás había podido notar. Él simplemente se había dedicado a reclutar gente con ciertas habilidades para algo más que solamente trabajar en una gran empresa, como yo…


A mis veintidós años, mi tío Obito había decidido que era momento de hacer las paces en una guerra inexistente, pues jamás me había reclamado nada a mí ni a Kakashi. Solamente se había alejado de todos y se había internado en sus ideas. Creía que lo que más lo había enfurecido había sido mi ruptura con Kakashi, pues mi tío había pensado que, si le había quitado a su amor, por lo menos, me quedara con él para siempre, pero el hecho de desecharlo y seguir con mi vida como un joven normal lo había terminado de desquiciar.


Al contrario de querer hacer la guerra conmigo por esa razón, había decidido meterme en el infierno de Akatsuki, comportándose como un tío normal y corriente. Su personalidad había sido hiperactiva y payasa, pero cuando se había tratado de asuntos serios, se había comportado como un hombre que jamás se había reído en su vida y su aura de oscuridad lo había invadido por completo, haciendo que existiera una dualidad en su interior capaz de atemorizar a cualquiera que lo conociera.


Había hecho que trabajara como infiltrado en mi familia. Me había contado toda la historia, haciendo que me cuestionara los valores de la familia Uchiha y aborreciera ese apellido, todo su honor y su orgullo tanto como él. Había logrado inyectarme su odio en mi corazón haciéndome desear terminar con toda la corrupción que había en mi amada familia y me había manipulado a su antojo para hacerme creer que la única opción que tenía para limpiar el honor de mi familia y acabar con la maldad de ella… era asesinándolos a todos: mis padres y mi tío Madara.


Yo solamente era un muchacho universitario que estaba terminando mi licenciatura para perfeccionarme en la carrera que me ayudaría a administrar la empresa familiar que creía honorable.


Obito había logrado envenenarme a mí y mis sueños usándome como el ejecutor de su voluntad, aprovechándose de mi hambre de justicia heredado de mis abuelos y me había dado cuenta demasiado tarde de que solamente había sido la mano ejecutora de sus planes cuando la sangre de mis padres había manchado mis manos. De mi tío Madara había decidido encargarse él, pero jamás había sabido si lo había hecho o no, porque nunca había tenido noticias.


En muy pocos años, la familia Uchiha había amasado una gran fortuna gracias a la corrupción que había en ella y se había transformado en una de las más grandes, prestigiosas y poderosas empresas, pero yo deseaba llevar el río de nuevo a su cauce y mantenerla en la posición con honestidad, honor y como lo que una vez había sido: aquella que brindaba seguridad a la sociedad.


Siempre había tratado de mantener mi vida lo más cauta posible. Jamás me había metido en problemas con nadie, pero amaba a mi familia y me había dolido perderla.


Luego de su muerte, había cuestionado todo lo que Obito me había enseñado y había llegado a la conclusión de que había otras salidas, además de la muerte, pero…, para pena mía, para mi aborrecible tío Tobi, como solíamos llamarlo los más cercanos, no había otra solución. Yo debía asesinarlo y hacer que todo volviera a como había sido antes e impedir que el honor de mi familia fuera manchado ocultando el asqueroso secreto de su impureza para que mi hermano viviera con el honor y con el orgullo limpio pensando que su familia era la más respetable con el propósito de que tampoco lo viesen como el hijo de la escoria social.


Nunca nadie había conocido mis emociones. Lo único que todos conocían era el amor incondicional que tenía por mi hermano. Solamente que el único que no podía verlo era él y no lo culpaba. Nadie más había conocido quién era realmente yo y me había abierto a una sola persona: Kakashi. Lastimosamente, el amor era una espada de doble filo, porque servía para luchar contra todos a la vez que te atravesaba el corazón, pues a Kakashi no le emocionaba compartir su amor solamente conmigo y anhelaba otros cuerpos, así que tuve que dejarlo libre para no cortar sus ansias de volar hacia otros lugares y conocer nuevas emociones, y para que mi sufrimiento menguara. No deseaba soportar percibir el perfume de otros hombres en su cuerpo cada vez que llegaba tarde por las noches.


Desde muy joven, había tenido que soportar incontables conflictos familiares y cargaba sobre mis hombres el ser heredero de todo un gran imperio, mantener mi postura en la sociedad como el hijo prodigio capaz de sostener lo insostenible. No me permitía a mí mismo los errores y me había dispuesto a terminar mis estudios secundarios graduado con honores. Me había educado en la mejor universidad del país y había obtenido mi título, un reconocimiento por el mejor promedio universitario y el funeral de mis padres junto con el desprecio de mi hermano menor al tener que hacerme cargo de todo yo solo y abandonarlo en la soledad de su tristeza, condenándolo con mis decisiones…


A veces, pensaba que los errores de los demás habían hecho nacer consecuencias que se habían volcado directamente sobre mis hombros y eso… estaba pasándome factura, pues, a mis escasos veinticuatro años, ya me faltaba el aire por la opresión de las responsabilidades de ser el jefe de una familia que, cada vez, estaba más destrozada, el presidente de una compañía que intentaba sacar de la corrupción y, entre medio de todo eso…, quien derrocara a Obito para salvar al país.


Yo sabía que él se había dado cuenta en algún punto sobre mi unión con Nagato y Konan, pues, cada vez, más miembros de Akatsuki estaban más de nuestro lado que del suyo, pues obedecían más mis órdenes que las suyas. La división en la organización se había hecho visible y sabía que él intentaba destruirme.


Yo me había convertido en su próximo objetivo. De todas formas, ya le había servido para sus propósitos y era obvio que, en algún momento, intentaría sacarme de en medio para quedarse con todo lo que me pertenecía al ser el único que quedaría de los Uchiha. ¿Y Sasuke? Bueno, al quitarme de en medio, pues yo era el único que protegía a mi hermano menor, sería fácil acabar con su frágil vida, o quizá lo usaría para después eliminarlo.


Casi todo Akatsuki estaba de mi lado: Hidan, Deidara, Sasori, Nagato, Konan y Kisame. Obito tenía a: Yahiko, Zetsu y Kakuzu. Lamentablemente, Sasori ya no existía y Kakuzu tampoco. En cuanto a Yahiko…, bueno, él no iba a durar mucho de su lado, pues estaba empezando a quitarse la venda de los ojos gracias a que Konan y Nagato lo ayudaban a abrir los ojos.


Otra cuestión que estaba impidiendo que mis días fueran productivos al cien por cien era mi estado de salud, por lo que me había visto obligado durante la semana a ir a un médico, el cual me había realizado en un corto tiempo a pedido mío una serie de análisis exhaustivos y por la cara que me había puesto al contarle lo que me venía sucediendo hacía un mes como mínimo no había creído que esos exámenes fueran a salir con buenas noticias, lo cual me preocupaba por el simple hecho de que debía terminar con mis cometidos antes de que cualquier cosa sucediera.


Por el momento, saliendo de todo eso, había un ex miembro de Akatsuki con el que debía hablar. Una serpiente asquerosa, corrupta y mal intencionada que había intentado matarme en varias oportunidades. Una serpiente que había tenido la mala idea de posar sus asquerosas manos sobre mi hermano, y eso no iba a tolerarlo.


Ya era lunes. Estuve todo el sábado y domingo pensando en lo que Sasuke me había contado acerca de Orochimaru y había algo que seguía sin convencerme: Sasuke no podría haber hecho lo que había hecho por su entera voluntad. Orochimaru había estado tras él durante mucho tiempo seguramente hasta que había logrado que mi hermano accediera a sus sucios juegos de perversión.


Esperé a que todos los estudiantes de la escuela secundaria donde Orochimaru era el director estuviesen en horarios de clase e ingresé al edificio. Fui directamente hacia la oficina.


No quería andar con rodeos, porque a ese tipo había que tratarlo directamente. Orochimaru era increíblemente difícil de intimidar, pero yo había logrado en el pasado lo que era imposible y se había mantenido alejado por un tiempo de mi familia, pero había decidido atacar al más débil, porque sabía que conmigo no había oportunidad.


Cargaba a la una en punto (posición en la parte frontal) un arma con la cual le sacaría las ganas de amenazar a mi hermano y de seguir intentando involucrarlo en sus perversiones.


Estaba parado frente a la puerta de la dirección y di unos golpes en ella. Recibí su permiso para ingresar y pude verlo sentado en su escritorio revisando unos papeles sin prestar atención a quién había entrado a su despacho. Cerré la puerta tras de mí y me quedé allí parado. Su cara al voltear a verme fue sorprendente y podría jurar que casi se ahogaba con la nada misma al verme allí. Realmente, parecía que había visto al mismo Diablo frente a sus ojos, pero, rápidamente, puso esa asquerosa cara llena de malicia con una sonrisa perversa.


—Itachi—pronunció mi nombre—. Qué agradable sorpresa. Por favor, toma asiento.


Ni siquiera respondí a sus palabras. Me dirigí hacia la silla que tenía frente a su escritorio y me senté para después pasar a mirarlo directamente hacia los ojos.


La verdad era que me importaba muy poco que Sasuke me hubiera pedido que no hiciera nada, porque no podía dejar pasar esto. Sabía que Orochimaru no iba a dejarlo en paz y prefería tomar el control de la situación sabiendo cómo hacerlo.


—Dime, Itachi. ¿A qué debo el honor de tu visita? —me preguntó con una sonrisa perversa en sus labios y una mirada penetrante como si estuviese viendo a una presa a la cual debía devorar.


Yo me mantenía inmutable ante tal acto, porque mostrar cualquier tipo de emoción ante ese ser podría ser usado en mi contra automáticamente. Solamente me dispuse a sacar mi arma de mi cintura y la deposité tranquilamente sobre el escritorio con mi mano sobre ella ante la atenta mirada de Orochimaru, el cual cambió su expresión a una seria inmediatamente.


—Verás…—comencé diciendo muy tranquilo—Hay ciertas actitudes de la gente que la llevan a cometer errores por los cuales después se llegan a arrepentir y me pregunto…, ¿cuál es la razón por la cual no se detienen a reflexionar sobre esas actitudes antes de cometer los errores?


—¿Podrías ser más explícito? Comienza explicando la razón por la que has traído un arma a un establecimiento educativo lleno de menores—me respondió con seriedad.


—Con gusto—coloqué la bala en su lugar jalando la parte superior del arma hacia atrás y él se tensó—. Reflexiona sobre tus actitudes y sé más inteligente. En otras palabras…, aléjate de Sasuke si no quieres terminar con una bala en el cerebro—soné lo más severo y amenazante que pude clavando mis ojos en los suyos.


Él sonrió como si le acabara de contar un chiste.


—Por supuesto, pero me parece que te has equivocado—comenzó diciendo mientras se cruzaba de brazos—. Si mis recuerdos no me fallan…, fue el mismo Sasuke quien vino hacia mí rogando.


Imposible. Sasuke no haría una cosa como esa, y menos de la forma en la que acababa de decirme esta serpiente.


—Y tú no te pudiste negar, ¿verdad? Eres el director de la escuela, ¿cómo es que te da la cara para meterte con un estudiante? Además… ¿Piensas que voy a creer semejante estupidez? —sonreí levemente de forma divertida ante sus palabras.


—Cree lo que quieras. Ya que decidió hablar, debería haber dicho la verdad al menos. Yo estaba aquí como todos los días y él llegó pidiéndome…—soltó una pequeña risa y fruncí el seño al imaginarme algo repugnante—Bueno, no necesitas una explicación gráfica, ¿verdad, Itachi?


—Cierra la boca, Orochimaru—me puse de pie de repente y jalé su ropa para atraerlo hacia mí por encima del escritorio apoyando el cañón del arma en su cabeza—. No quiero enterarme de que tú manipulaste a Sasuke para que fuera hacia ti. Espero que no vuelva a repetirse, porque haré que me ruegues que te dispare.


—Por supuesto. Sé que serías capaz. Mataste a tus padres. ¿Tendrías piedad de mí? —me dijo y, entonces, pasé a sujetarlo del cuello.


—Por supuesto que no tendría piedad a una serpiente asquerosa como tú, así que no tientes a mi paciencia y no vuelvas siquiera a pensar en Sasuke o tu muerte no será nada agradable ni rápida. Eso te lo prometo—lo solté finalmente y guardé mi arma.


—No confíes en que tu querido hermano es un inocente, y… yo que tú tendría más cuidado con mis palabras al amenazarme. No pienses que soy inofensivo, Itachi. Aquí el que está en desventaja… eres tú—me sonrió con malicia y entendí a lo que se refería.


—Yo pensaría mejor antes de cometer una estupidez como la que está cruzando tu mente ahora—se sorprendió al oírme decir eso—. ¿Qué? ¿Pensaste que sería tan imbécil de venir a amenazarte sin tomar mis precauciones? Sasuke jamás está solo y, si te atreves a acercarte, pierdes, así que piénsalo. Tus influencias no son más grandes que las mías. Tú sólo eres una pequeña serpiente en un pozo lleno de cobras—con esas últimas palabras, me retiré de allí victorioso.


Orochimaru sabía que cualquier cosa que intentase con Sasuke no funcionaría, porque, aunque yo me ausentaba muchísimo de mi casa, siempre había gente de la empresa de seguridad vigilando todo mi barrio. Jamás había dejado sin protección a Sasuke… Incluso cuando salía de la casa había gente siguiéndolo para su seguridad y él jamás había notado a esa gente. Hasta Naruto los tenía…, pues, ese día que había intentado suicidarse, yo lo había sabido y mis hombres no habían intervenido porque habían visto a Gaara, que se les había adelantado. Jamás había dejado a mis muchachos solos y jamás lo haría.

Notas finales:

¿Hay alguien ahí leyendo esto? Si es así, por favor, comenta. Quiero saber si les interesa esto que hago o si es hora de detenerme.


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