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El clan por FiorelaN

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Capítulo XVII: “Poliangeítis microscópica”

 

Narración en tercera persona

 

Lo único que podía hacer era observar una escena dolorosa mientras intentaba controlar su ser por su propio bien. Solamente tosió un par de veces mientras aguantaba la respiración.

La imagen era sumamente desgarradora: un jovencito que se estaba quedando sin esperanzas y sin sueños mientras lloraba arrodillado frente a la tumba de los padres que jamás iba a poder conocer.

Solamente aguardó hasta que el llanto comenzó a cesar un poco y se convirtió en un sollozo casi silencioso. Lo observó limpiarse las lágrimas con el puño de la camisa y lo oyó pronunciar el apellido que se leía en las lápidas.

—Namikaze…

No dijo absolutamente nada ante eso. ¿Qué podía decir? Aunque él había pasado por lo mismo tiempo atrás, era sumamente difícil decir algo al respecto en aquellas situaciones y decir que el dolor pronto pasaría. Solamente sería una mentira, porque ese dolor jamás se iba. Se quedaba instalado para siempre en el corazón, y aún más cuando venía acompañado de las ganas de haber conocido a esos padres que había perdido.

—Deidara, debemos volver—le dijo Itachi acercándose un poco a él.

—Este lugar no es el mismo en donde está Sasori…—comentó aún derramando lágrimas y con la mirada perdida.

—No. Este es un cementerio privado. Aquí están mis padres también—le dijo con su seriedad de siempre, pero con un dejo de amargura.

Deidara se intentó poner de pie, pero las fuerzas lo habían abandonado y casi caía. Itachi intentó ayudarlo al sujetarlo de un brazo para que no cayera al suelo, pero el rubio se soltó inmediatamente y comenzó a caminar hacia el auto ignorando al pelinegro por completo y éste comprendió la situación. Deidara solamente deseaba estar solo, como cualquiera en su lugar.

Itachi lo siguió hasta el automóvil. Se sentó en su lugar de conductor, pero no encendió el motor. Deidara lo había estado esperando dentro del auto apretando los dientes y los puños, porque quería exigir respuestas por las que no estaba dispuesto a esperar. Sin importar lo que el otro le dijera, él iba a sacarle todo lo que sabía.

Estaban en silencio, porque Itachi sabía que Deidara aún no deseaba regresar al orfanato y le iba a dar el tiempo que necesitara en silencio hasta recibir la orden de que podían regresar, pero antes quería saber algo que le estaba carcomiendo el corazón. Quería saber cuán mal se encontraba el rubio, porque no podía evitar sentirse culpable al llevarlo a ese lugar.

—¿Cómo te sientes? —preguntó sin mirarlo.

—¿Cómo crees que me siento? —preguntó furioso.

—Entiendo—respondió simplemente.

Se produjo un silencio que parecía eterno mientras que el rostro del rubio denotaba tanto enojo que parecía que iba a explotar, lo cual estaba preocupando el doble a Itachi.

—Deidara—pronunció su nombre.

—Quiero saberlo todo—dijo y volteó a verlo directo a los ojos con una intensidad que sorprendió a Itachi—. Y no me vengas con esa estupidez de una pregunta al día, porque no lo voy a soportar, hump—expresó con rabia e impaciencia.

—Tendrás que hacerlo—respondió sosteniéndole la mirada al rubio sin dejarse intimidar.

—No. Tú vas a decírmelo todo ahora. No importa cómo eso me haga sentir o lo que sea. Yo… puedo soportarlo. No soy un debilucho, hump—le dijo mientras lo sujetaba de la camisa con enojo al pelinegro.

—Suéltame y cálmate—pidió amablemente, pero con seriedad absoluta.

Deidara se sintió algo intimidado ante esa actitud pacífica y decidió soltarlo.

—Yo… necesito saber todo. Entiéndeme… Yo quiero saber quién soy, a dónde pertenezco, quiénes eran ellos, quién pude haber sido yo y por qué terminé en un maldito orfanato, hump—le dijo mientras sentía que su corazón se estrujaba y unas inmensas ganas de llorar volvían a invadirlo.

Itachi no podía evitar sentirse sumamente preocupado por todo lo que sentía el rubio. No estaba pudiendo soportar verlo en ese estado y, definitivamente, no iba a acceder a hacer nada que pudiese ponerlo peor de lo que estaba. Al mismo tiempo, había algo dentro de él que le decía que debía contarle todo lo que sabía.

—No quiero que te pongas peor, pero soy consciente de que tienes derecho a saberlo todo. Solamente necesitas tomarte un tiempo para procesar la información que recibiste hoy—le respondió con seriedad.

—La información que recibí hoy sólo me dejó más dudas y más intriga. No puedo soportarlo más… Sólo dime todo lo que sabes y podré tener paz por fin, hump. ¿Sabes cuántos años estuve esperando a tener respuestas a todas mis preguntas? Nadie hasta ahora ha sabido contestarlas, excepto tú, pero me dices que debo esperar. ¿Sabes lo que eso me desespera? Hump—dijo mientras su desesperación crecía a un ritmo muy rápido y su enojo también.

Itachi sabía que debía hacer algo para calmar a Deidara, porque éste era muy impulsivo y era cierto que no se detendría hasta saber la verdad. No se irían de ese lugar hasta que todas las preguntas fuesen contestadas.

—Te diré todo, pero… debes ser fuerte. Hay cosas complicadas que te voy a contar y debes prestar mucha atención—le dijo mientras observaba cómo la expresión del rubio cambiaba a una relajada al obtener lo que deseaba.

—Bien. Habla entonces, Itachi—dijo mientras se comenzaba a sentir más relajado.

Itachi suspiró con pesadez.

—Bien. Hazme las preguntas, pero de a una, por favor—le dijo.

Deidara se detuvo a pensar cuál era la pregunta que más le urgía saber.

—Dijiste… que ellos no me habían abandonado y ahora sé que no lo hicieron, porque murieron, pero… todavía no sé por qué acabé en un orfanato. ¿No había nadie más que se hiciera cargo de mí? ¿No tengo más familia que ellos? Hump—preguntó con angustia.

—Por supuesto que sí. Te había dicho que yo conocía a tus tíos. Ellos pudieron haberse hecho cargo de ti tranquilamente—le respondió y el rubio expresó enojo ante esa respuesta.

—Y les importé una mierda, porque jamás vinieron a buscarme, hump—dijo con rabia apretando sus puños.

—Deja de adelantarte a los hechos—pidió seriamente—. Tus padres murieron en un accidente y tú fuiste el único que sobrevivió a ese siniestro vial la noche que ocurrió. El asunto fue que todo eso ocurrió muy lejos de donde había alguien que pudiese conocerte. Tus padres estaban viajando contigo a otra ciudad para alejarse de algunos asuntos y no habían informado a nadie sobre a dónde se dirigían. Entonces, ocurrió el accidente y quedaste en manos de las autoridades de la ciudad donde había ocurrido esa tragedia. Tus tíos te buscaron por todos lados hasta que lograron saber dónde te encontrabas, pero, cuando se dirigían a buscarte, lamentablemente, también tuvieron un accidente fatal en el que murieron—le explicó con calma y seriedad sin mirarlo.

Deidara se quedó en silencio procesando toda la información que había recibido. Duró callado alrededor de dos minutos que parecían increíblemente eternos para Itachi, pero los aguardaba con la mayor calma posible sin expresar emoción alguna en su rostro.

—Ya veo…—respondió finalmente Deidara—Entonces…, ¿no tengo a nadie más? —formuló otra pregunta.

—Sí—respondió y el rubio abrió los ojos grandemente—, pero esa persona no sabe que existes.

—Pero podría saberlo. Tú puedes buscar a esa persona y que se entere de que yo estoy vivo, que estoy bien y, entonces… —fue interrumpido.

—Aunque lo sepa, no podrá sacarte del orfanato si es lo que deseas—le dijo adivinando lo que el rubio pretendía.

—Bueno, pero, al menos…, no estaría sin familia, ¿no crees? Hump—dijo desilusionado, pero aún queriendo saber quién era esa persona—¿Quién es?

—Tus tíos se habían enterado del accidente que habían tenido tus padres unas semanas después de que ocurriese. Por supuesto, se la pasaron buscando información sobre el accidente y sobre ti, porque alguien les había dicho que existía la posibilidad de que tú estuvieses vivo y, entonces, pasaron mucho tiempo buscándote. Tu tía había estado embarazada y había dado a luz a un niño que, al igual que tú, se quedó huérfano, porque, unos días después del parto, ellos supieron dónde estabas—le explicó.

—Tengo un primo…—dijo Deidara casi en susurro—¿Dónde está él?

—Bueno. A ti te dejaron en el orfanato de la ciudad donde había ocurrido el accidente, pero eres nacido en Konoha, como bien sabes, y tus tíos eran de aquí también. Por ende, tu primo está en Konoha—le respondió con calma.

—Él fue adoptado, ¿verdad? —supuso.

—No.

Deidara abrió bastante los ojos al darse cuenta de que solamente había un orfanato en Konoha, y ese era donde él residía, por lo cual su primo estaba en el mismo orfanato que él.

—Itachi… ¿Mi primo está…? —fue interrumpido.

—¿Nunca te pusiste a pensar en quién del orfanato se parecía bastante a ti? —le preguntó volteando a mirarlo.

—La verdad es que… No lo sé. ¿Quién podría parecerse a mí en el orfanato? Hump—preguntó confundido y pensando.

—No lo sé. Eres rubio y de ojos azules. Estoy seguro de que no eres el único con esos rasgos allí—le dijo sonriendo de lado casi imperceptiblemente.

—Bueno…, ahora que lo pienso, el único que tiene esos rasgos en todo el orfanato es… Ay, no puede ser—dijo llevándose una mano a la frente con fastidio.

—¿Y bien? —preguntó sabiendo la obvia respuesta.

—¿Es en serio? ¿Naruto Uzumaki es mi primo? ¿De todos los chicos del orfanato tenía que ser ese idiota? Hump—reclamó con enojo y decepción.

—Ya veo que no se llevan bien—suspiró—. Bueno. Naruto no sabe nada de todo esto y está en la misma situación que tú. Al único que tiene es a ti y al único que tú tienes es a él. Tal vez podrían formar una mejor relación, aunque admito que podrían haberse sentido menos solos si sabían la verdad desde el principio, pero el padrino de Naruto no estaba muy de acuerdo e ignoro el porqué—explicó.

—Al menos, él tenía un padrino, hump—dijo cruzándose de brazos el rubio.

—Padrino al que no ve hace unos años y poco lo ha visto desde que supo que existía—le respondió con seriedad.

—Ya veo—dijo para pasar a mirar por la ventanilla el lúgubre paisaje de las tumbas con expresión pensativa por escasos minutos que fueron eternos para el pelinegro.

—Entonces…—comenzó a decir Itachi para romper el silencio, pero fue interrumpido.

—¿Algo más que deba saber? —volteó a mirarlo para examinar las expresiones del ojos de ónice, pero no encontró ninguna más que la seriedad de siempre—No me vayas a decir que es todo lo que tenías para contarme, porque no te voy a creer. Además, todavía tengo varias preguntas, hump.

—Preferiría dejar el tema hasta aquí por hoy. Ya sabes suficiente. Procesa lo que recibiste y, en unos días, pasaré por ti al orfanato para llevarte a un lugar que te va a interesar. Después de todo, pensaba llevarte ahí cuando cumplieras dieciocho años y contarte toda la verdad, pero, ya que estoy en vías de informarte sobre tu pasado, sería buena idea ir allí—le respondió esbozando una fugaz sonrisa muy leve.

—Entiendo. Me interesa la oferta y acepto. Quiero saberlo todo, hump—dijo para luego oír cómo Itachi encendía el motor del automóvil—¿No es extraño? —preguntó mirando hacia el frente.

—¿Qué cosa? —preguntó mientras hacía andar el coche.

—Que todas las personas importantes para mí decidieran morir de la misma forma… Parece una triste coincidencia, hump—expresó sintiendo que el destino le estaba jugando una broma de mal gusto, pero recordó algo importante.

Los padres de Deidara estaban escapando de unos asuntos y se habían ido de Konoha sin avisarle a nadie. Demasiado sospechoso, además de que, en su aparente huida, habían tenido un trágico accidente y luego sus tíos también habían muerto repentinamente cuando se dirigían a buscarlo. Todo eso le parecía demasiado obvio. Sabía que había algo más que Itachi debía contarle, pero estaba dispuesto a esperar, porque, después de todo, sí necesitaba descansar la mente para procesar la reciente información.

Le parecían absolutamente increíbles las cosas que podían sucederle a una persona. Lo más irritante e irónico era que todas las personas importantes para él habían muerto de la misma forma, porque, años después, el amor de su vida también había muerto en un accidente de automóvil. Lo que tenía en claro era que la única muerte que le parecía un accidente era la de su novio, pero no las de sus padres y tíos. En ellas había un gran secreto que debía saber.

—La vida tiene sus vueltas—contestó Itachi.

—Puede que tenga cara de idiota, pero es sólo la cara, Itachi—lo miró con seriedad y el otro pasó a mirarlo por un breve instante para sorprenderse de la actitud del rubio.

—Ya lo sé. No esperaba menos de ti. Sé que piensas que no fue coincidencia… ¿Quién lo pensaría? —suspiró—. Sí hay algo que voy a pedirte.

—¿Qué cosa? —preguntó sin ganas.

—No le digas nada a Naruto. Él no debe saber sobre todo esto. Al menos, por el momento. Su padrino se lo contará a su debido tiempo—le pidió con amabilidad.

—No hay problema. Mientras tanto, procesaré el hecho de que tengo un primo y que es el zoquete que me cae mal, hump—expresó con fastidio.

—Tal vez, mientras tanto, podrías ir acercándote a él para pulir asperezas—sugirió.

—Ni lo sueñes. Él y yo jamás podríamos llevarnos bien, hump.

—¿Y por qué no? —preguntó con curiosidad Itachi.

—Somos demasiado diferentes…—respondió mirando por la ventanilla el hermoso paisaje boscoso.

El resto del camino, los acompañó el silencio, pero ambos se sentían muy cómodos en aquel automóvil. Itachi miraba hacia el frente prestando atención al camino mientras que Deidara se perdía en sus pensamientos absorto en el paisaje de Konoha.

Realmente, sentía un calor en su pecho últimamente cuando estaba en compañía del pelinegro. Ya no se sentía tan solo y había comenzado a dejar de detestarlo en muy poco tiempo. Quizá era el hecho de que no lo conocía lo suficiente, pero esos dos días que había pasado con él, aunque no había sido mucho tiempo, le habían hecho entender que no necesitaba tanto tiempo para que le comenzara a agradar y conocerlo. Parecía que lo conocía desde hacía mucho tiempo, pero, en realidad, aún estaba conociéndolo.

Itachi, por su parte, sentía un profundo cariño por el rubio que lo hacía desear protegerlo y cuidarlo de absolutamente todo. Lo que sentía no era muy diferente de lo que sentía por Sasuke y, cada vez, ese sentimiento se hacía más grande. Ciertamente, desde que se había enterado de que era el hijo del hermano de aquel hombre que había apreciado por mucho tiempo, no había podido evitar sentir la necesidad de cuidarlo como si fuese su hermano menor, y eso era justo lo que iba a hacer. Jamás permitiría que nada malo le sucediese a Deidara.

Algún día, haría pagar a su tío Madara por todo el mal que les había causado a los Namikaze, porque él sabía perfectamente que Madara había asesinado a los padres de Naruto y a los padres de Deidara. Obito también lo sabía, pero a él no le importaban esos dos jovencitos huérfanos y eso le daba a entender a Itachi que no había nada más que egoísmo y maldad en el corazón de Obito. Si Madara seguía con vida en algún lugar, Itachi iba a encargarse de que pagara por sus crímenes.

Llegaron al orfanato después de unos minutos de viaje silencioso. Itachi estacionó frente al orfanato y quitó el seguro de la puerta del acompañante. Sin más, Deidara abrió la puerta sin ninguna intención de siquiera decir “adiós”, pero Itachi interrumpió su acción.

—Disfruté mucho del almuerzo de hoy—dijo Itachi sin mirarlo.

Deidara estaba a punto de bajar del auto cuando lo que le había soltado el Uchiha ocasionó que se quedara petrificado y un leve sonrojo se pintó en sus mejillas.

—Espero que tú también hayas disfrutado la parte buena de nuestra reunión—le dijo Itachi esperando recibir una respuesta a eso.

—Claro, hump—dijo simplemente y se bajó del automóvil cerrando con cuidado la puerta.

—Adiós, Deidara—le dijo tratando de arrancarle un saludo al rubio.

—Hump—obtuvo simplemente.

Itachi sonrió ante ese acto de orgullo del rubio y puso en marcha el automóvil, pero pronto borró esa sonrisa al saber hacia dónde debía dirigirse. Era hora de ir a buscar los resultados de sus análisis médicos y hablar con el médico para que le informara sobre su salud. Sabía que no iba a haber buenas noticias, pero esperaba que no fuesen tan malas.

Fue directo hacia la clínica privada de Konoha y aguardó en la recepción hasta que por fin lo llamaron para ir al despacho de su médico: el doctor Kizashi Haruno.

Entró al despacho de su médico y le tendió la mano para saludarlo.

—Doctor Haruno.

—Itachi. ¿Cómo estás? —saludó amablemente el doctor.

—Bastante tranquilo todo—respondió tomando asiento mientras observaba que el médico tenía unos papeles sobre el escritorio y se sentaba en su lugar.

—Me alegra, porque es como tienes que estar: tranquilo—le sonrió amablemente.

—Bueno. Entonces…, usted dirá—dijo Itachi esperando que le dijera los resultados.

El doctor revisó las hojas con los resultados una vez más, pero era obvio que había estado casi todo el día analizándolas para poder ver la manera de comunicar los resultados a su paciente.

—Verás, Itachi. Los resultados de las imágenes de tórax, de los análisis a tu sangre y de la pequeña biopsia son bastante claros. Te ruego que me prestes atención a lo que voy a decirte, porque es muy importante—le dijo con seriedad el doctor Haruno.

—Por supuesto. Adelante—respondió con seriedad y seguridad.

—Lamento comunicarte que padeces de una enfermedad llamada Poliangeítis microscópica—informó y guardó silencio un momento para aguardar el momento de continuar. Entonces, observó que Itachi asintió ante eso y prosiguió—. Es una inflamación en los vasos sanguíneos y afecta a los órganos. Puede afectar a cualquier sistema del cuerpo, en tu caso…, afectó a tu sistema respiratorio y por eso tienes esa molesta tos, sobre todo cuando te estresas, y es la razón por la cual expulsas sangre cuando se vuelve muy intensa esa tos—explicó seriamente.

—Comprendo. Entonces…, es grave, ¿verdad? —quería asegurarse.

—Si la hubiésemos detectado anteriormente, tal vez habríamos podido regularla mejor con algunos medicamentos, pero el hecho de que expulses sangre al toser significa que estás en una etapa de síntomas un tanto graves que deben ser tratados inmediatamente y con métodos un poco más invasivos. Claramente, hay tejido cicatricial en tus pulmones por la falta de tratamiento y las hemorragias ocasionadas. Es por eso por lo que te cuesta respirar a veces, sobre todo, cuando te sientes estresado. Eso debemos tratarlo ya—explicó.

—Comprendo. Significa todo eso que, si no me trato ahora, puedo morir, ¿verdad? —preguntó con calma y seriedad.

—Itachi…—pronunció su nombre el doctor Haruno y soltó un pesado suspiro—Te seré sincero. Hazte a la idea de que esta enfermedad es tan grave como un cáncer pulmonar. Aunque te hagas el tratamiento adecuado, solamente resta tener fe en que todo estará bien y podrás entrar en la etapa de remisión, pero no hay cura. Solamente existe un tratamiento que te va a permitir vivir sin tantos síntomas, pero tu parte de cooperación será que te alejes de todas las situaciones que puedan causarte cualquier emoción negativa—explicó con seriedad.

Itachi se quedó en silencio unos minutos, porque necesitaba procesar la información que había recibido. No esperaba que las noticias fuesen buenas, pero tampoco esperaba que fuesen tan graves como las que le había dado el doctor. Su enfermedad era peor de lo que se imaginaba.

Alejarse de cualquier situación de estrés y negatividad. Qué petición tan complicada, además de imposible de cumplir. Dirigía una empresa internacional de proporciones gigantes, además de pertenecer a una organización de criminales a la que debía detener lo antes posible, se hacía cargo de dos huérfanos y su compañía para que no entrara en banca rota, tenía que cuidar a su hermano menor y evitar que lo detestara lo menos posible por ser un mal hermano mayor.

Definitivamente, no pensaba contarle a absolutamente nadie sobre su enfermedad. Por supuesto, eso no incluía a su gran amigo y confidente, Kisame. Era al único que planeaba contarle sobre su enfermedad para que, juntos, fuesen preparando ciertas cosas importantes para el bien de Sasuke en caso de que lo peor pudiese pasar.

—Haré todo lo que esté a mi alcance para mi pronta recuperación. ¿Cuál es el tratamiento al que debo someterme? —preguntó con seriedad.

—Se trata de realizarte un intercambio de plasma. A este proceso se lo llama “plasmaféresis”. Este proceso consiste en extraerte la sangre utilizando una máquina, la cual separa el plasma de tu sangre, se descarta el plasma, que contiene las proteínas causantes de la enfermedad, mientras que te devuelve las células sanguíneas. También podemos intentar administrarte corticoesteroides por vía intravenosa—explicó con calma el doctor mientras Itachi se encontraba pensativo.

—Eso llevará tiempo y horas de estar sentado en una cama lleno de agujas, supongo—dijo esbozando una leve sonrisa amarga.

—Lo siento mucho, pero, cuando empiece a dar resultado el tratamiento, pasaremos a un método menos invasivo, como la ingesta de pastillas—dijo el médico tratando de dar esperanzas.

—Si da resultados—remarcó Itachi poniéndose de pie.

—Tengamos fe. Es importante que tu familia te acompañe en este proceso, así que te sugiero que tengas una charla con ellos. Si lo deseas, puedes traer a quien gustes a mi despacho y, con gusto, explicaré lo que sea que necesiten saber—sugirió con una amable sonrisa.

—Muchas gracias, doctor Haruno—le extendió la mano para saludarlo.

—Ten fe y paciencia, Itachi. Te espero en dos días para comenzar el tratamiento. En la recepción te darán el turno—le tomó la mano para corresponder al saludo.

—Bien—dijo finalmente para retirarse de allí.

Al salir, el día tenía un color diferente al que había observado antes de entrar a la clínica. No era que no le afectara la noticia, porque, aunque, por fuera, no demostraba ninguna emoción, por dentro, estaba extremadamente preocupado, pero no por él mismo, sino por los que no quería dejar solos y a merced de ese mundo lleno de maldad, así que no se podía permitir estar enfermo, y mucho menos morir, por el bien de su hermano, Naruto y Deidara, las tres personas más importantes en su vida en ese momento.

 

 

Notas finales:

Nota de autor: Hola, chiquis. Espero que les haya gustado este capítulo, y ya sé que no tiene mucho romance, pero es necesario para desarrollar una buena trama y hacer que la historia valga la pena.

Tengo que aclarar algo muy importante: la Poliangeítis microscópica es una enfermedad que puede atacar diferentes sistemas del cuerpo, sobre todo el renal, el pulmonar y el intestinal. Si presentas síntomas como los que relata la historia, por favor, no creas que se trata de dicha enfermedad. Mejor ve al médico y no te dejes guiar por lo que encuentras en internet o en una simple novela como la mía. Además, la situación de Itachi con respecto a su diagnóstico ha sido dramatizada para dar más color a la trama y el tratamiento anunciado en este capítulo puede ser ligeramente incorrecto o diferente al que un profesional de la salud puede sugerirte, así que, por favor, no tomes nada de lo que has leído en este capítulo como algo veraz y absoluto.

Consulta a tu médico y asesórate según tu caso, porque puedes estar padeciendo otra enfermedad diferente o la misma, pero no en las mismas circunstancias.

Cuídate mucho. Nos vemos en el próximo capítulo.


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