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Lovers. por RLangdon

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Sería imprudente precisar hasta qué grado se había visto afectado el pequeño Kitsune tras la fatidica noche que su futuro fue sellado.
 
Debido al acto de entera ingenuidad en que se hubo envuelto, Naruto había tomado la resolución de abandonarse a sí mismo para no sufrir los sinsabores de la unión temprana y forzada que le aguardaba una vez finalizado el crudo invierno.
 
No comía, no jugaba y mucho menos interactuaba con otras especies como venía haciendo desde su nacimiento. Simplemente se dedicaba a dormir y esperar su muerte temprana a causa de la inanición.
 
Huelga informar que sus familiares hacían lo imposible por devolverle su bríoso estado de ánimo. Muchas lunas Kushina no había hecho más que llorar y permanecer enroscada en el frágil cuerpo de su cachorro. Desconsolada, se había abandonado al mismo destino cruel que amenazaba a cada minuto con la sombra de la muerte.
 
Minato acaso fuera el más afectado de todos, no importaba cuánto se esforzara en las cazas para traer el mejor alimento a los suyos, usualmente Kushina lo rechazaba y Naruto no hacía otra cosa que yacer oculto y enfermo en su propia madriguera, al cuidado de una madre que se había vuelto a todas luces depresiva e histerica.
 
Menma y Naruko habían dejado las disputas de lado para sumirse en un estado de absoluta tristeza y resignación por lo que acontecería tarde o temprano. Ninguno entendía la razon que regía las acciones de su pequeño hermano, pero estaban conscientes de que todo había comenzado diez lunas atras, luego de otro de los escapes de Naruto en pos de encontrar diversión en algún sitio apartado del hogar y sus semejantes.
 
El pequeño Kitsune había regresado de aquella insólita aventura, enclaustrado en sombrías reflexiones. Ausente y con la mirada perdida, se había introducido a su lecho con la determinación de no ver nunca más otro amanecer junto a los suyos.
 
Todos lamentaban su desdicha.
 
Todos sufrían por igual.
 
Porque los comentarios risueños no existían más. Las flores renacían, el pasto se tapizaba de verde, y los deliciosos frutos silvestres pendían nuevamente de los árboles.
 
Y la luz del pequeño Kitsune, poco a poco se consumía...
 
***
 
Otra noche fría y solitaria aguardaba al Alfa en la cima de una saliente rocosa.
 
Como cada atardecer, Itachi Uchiha se había presentado al  lugar del encuentro en el territorio del remolino para esperar la llegada del travieso Kitsune que se había ganado su corazón en tan poco tiempo.
 
Sin embargo, una vez más, la árida desazón oprimía su pecho con su ausencia.
 
Tarde y noche se había presentado al escondite en los días siguientes, y el resultado era el mismo.
 
¿Habría ofendido al cachorro por haber faltado a uno de sus encuentros?
 
Itachi creía que si, pero no veía de que forma podía solucionar su falta. Aquella ocasión hizo lo posible por deslindarse de las actividades concernientes a su clan, pero su padre había resultado herido de gravedad al haber pisado una de las tantas trampas estrategicamente colocadas a orillas de la zona oeste. Itachi había sido alertado minutos antes de su precipitada partida.
 
No llegó al territorio prohibido sino hasta la madrugada, y para entonces ya era muy tarde para conservar el menor vestigio de esperanza por ver a Naruto.
 
Ahora, una vez más, permanecía expectante por su regreso, situado en una de las ramas más altas de un abeto, con sus brillantes ojos negros fijos en la oscuridad del claro
 
Itachi esperó y esperó, hasta convencerse de que no transcurriría otra novedad como antaño.
 
Desplegó sus entumecidas alas y dirigió su mirada al firmamento. Estaba por emprender el vuelo cuando un ruido sutil e inconfundible lo detuvo.
 
No muy lejos de aquel abeto había alguien llorando. Itachi descendió en picada y buscó con astucia el orígen de los sollozos zorrunos.
 
-¿Naru...?- se silenció al ver de cerca al Kitsune de pelaje dorado.
 
Cuando Naruko se giró, Itachi experimentó una dolorosa punzada en el pecho.
 
-¿En dónde está?- ya fuera por la mirada abnegada en lágrimas de la hembra Omega, o quizá un simple presentimiento, cualquiera que fuera la razón, Itachi solo estaba consciente de que algo muy malo pasaba.
 
-¡Aleja...te de él...!- lo que pretendía ser una amenaza latente, se había convertido en un fuerte balbuceo a causa del llanto que Naruko no podía reprimir. Al igual que Kushina, su susceptibilidad en pos de proteger a su familia, le impedía dilucidar plenamente la situación. No analizaba, y mucho menos razonaba en las intenciones que pudiera tener aquel cuervo.
 
Sin inmutarse, Itachi permaneció inmovil, expectante. Fue una vez que la Omega emprendió carrera de vuelta a su hogar, que el Alfa inició el vuelo, posandose varios metros por encima de Naruko, proyectando su sombra en contraste con la de ella mientras procuraba esquivar las ramas de los árboles.
 
-¿Naruto?- Itachi intentó guardar la calma al visualizar la frágil figura zorruna tendida en una pequeña cama de hojas secas. Al principio solo notó lo evidente, Naruto estaba famelico, excesivamente delgado. Su respiración era apenas un tenue e irregular soplo sibilante.
 
Sin siquiera reparar en ello, Itachi empezó a transformarse. Y en medio del cambio, se olvidó completamente de las leyes estrictas del territorio en que se encontraba, fue su dolor lo que lo llevo a adquirir nuevamente su estado de lobo.
 
El agónico ser que se debatía entre la vida y la muerte yacía dormido y ajeno a todo en derredor. El sopor de la inconsciencia y la debilidad lo arrullaba bajo los últimos halos dorados que se filtraban por las copas de los árboles.
 
Aún aturdido por el cambio, Itachi siguió su recorrido zigzagueante por la hierba cubierta de rocío, contemplando con dificultad al pequeño zorrito que ahora era custodiado por sus hermanos. Naruko cuidaba sollozante su flanco izquierdo y Menma el derecho. Ambos en posición retadora.
 
-No des un paso más- amenazó Menma, y acto seguido mostró sus afilados colmillos para dar sólidez a su advertencia. Había algo en aquel lobo que le resultaba aterradoramente familiar, pero no podía vincularlo con nada. Solo reflexionaba en lo primordial, y eso era proteger a su hermano menor hasta el regreso de sus padres. Ellos buscarían a Jiraiya, él sanaría a Naruto, solo tenían que encontrarlo. Mientras tanto, les habían encomendado vigilar al cachorro, pues era bien sabido por todos que las especies gravemente enfermas eran constantemente asediadas por depredadores, de ahí que a Menma no sorprendiera en lo más minimo ver a un lobo en sus dominios.
 
-No lo repetiré...
 
-Quiero ayudar- Itachi no estuvo seguro de haberlo dicho o pensado. Todavía incapaz de hacer frente a la situación, trató de desvanecer el molesto nudo en su garganta.
 
De haberlo sabido antes.
 
De haberlo buscado en un comienzo...
 
Pero aún no era tarde. Naruto tenía mucha vida por delante y a él le tocaba tomar responsabilidad. Desde que el Kitsune imitó sus acciones al transformarse, Itachi se había prometido cuidar de él, hacerse cargo...
 
"¿Tú tienes un alma gemela, Itachi"
 
Y no llorar...
 
Menma llegó a su límite de paciencia en cuánto se supo rotundamente ignorado. Itachi pasó de largo junto a él y lo siguiente que aconteció fue incluso más impredescible de lo que el Kitsune Alfa se había imaginado. En apenas un parpadeo, el lobo se había precipitado hacia el frágil cuerpecito del Kitsune para tomarlo del lomo entre sus fauces y emprender la huída.
 
Naruko chilló, Menma tensó todos los musculos de la mandíbula antes de iniciar la persecución.
 
"No lo harás" se dijo en tanto imprimía velocidad a su carrera. Se deslizó ágilmente entre el denso follaje, saltando troncos, matorrales y piedras, cuidando de no resbalar en el lodo ni perder de vista a la silueta difusa que rápidamente se alejaba de su campo de visión.
 
Por varios minutos Menma franqueó cada obstaculo a su paso, derribando arbustos y animales pequeños, pasando de ellos mientras se impulsaba con todas sus fuerzas. No dejaría que se llevaran a Naruto, si el lobo llegaba a abandonar el dominio del remolino todo estaría perdido. Porque, encontrar a Naruto en un perimetro de varias hectareas, constituía un imposible equivalente a hallar una aguja en una pajar.
 
-¡Naruto!- con lágrimas pendiendo de sus ojos rasgados, Menma fue a derrapar en la pendiente que formaba parte del escondite predilecto de su pequeño e ingenuo hermano. Para entonces Itachi le llevaba ventaja por muchos metros. Y aunque el Kitsune rodó penosamente cuesta abajo, yendo a parar a un matorral repleto de espinas y enredaderas, trató de incorporarse. Sus cuartos traseros sangraban y estaba exahuso.
 
Segundos despues de reanudar la persecusión infructuosa, Menma se daría cuenta de que era demasiado tarde, ya que aquel tropiezo le había costado perder de vista al lobo.
 
-Naruto...
***
 
Itachi había trotado por tiempo indefinido en su afán por perder al Kitsune. Se había adentrado en su territorio sin siquiera ser consciente de ello. Y pensó por angustiosos minutos en qué dirección tomar. Se encontraba tan desorientado por la situación que no podía ubicar el terreno que pisara un centenar de veces en años postumos.
 
-Resiste, Naruto- trató de transmitir sus palabras pero sabía que era en vano. El cachorro estaba tan débil que costaba saber si respiraba o en cambio, ya había perecido. Pero Itachi no quería pensar en eso, no deseaba perder contra un proceso tan natural como lo era la muerte. Por esta vez, se daría la oportunidad de ser egoísta.
 
-¿Ita...chi?
 
Itachi se maldijo por haber dejado de prestar atención en el suelo. Cayó, presa del agotamiento y el shock que le produjo oír las entrecortadas palabras del Kitsune, tan efimeras y suaves que parecían producto de un llamado lejano.
 
Más sin embargo, no lo eran. Itachi resplandeció de gozo al ver como Naruto abría poco a poco los ojos. Lo había soltado al caer y actualmente el zorrito se hallaba a un metro de distancia.
 
-No, Naruto. No te esfuerces- Itachi dio un salto cuando anticipó las acciones del cachorro. Naruto había intentado levantarse por sí solo, cayendo al instante en uno de sus costados, quejandose por lo bajo. La debilidad lo estaba matando. E Itachi lo sintió sumamente liviano al volver a tomarlo entre sus dientes.
 
Entonces se dio cuenta del dolor y la incomodidad reflejados en los ojos azules. Ya lo había lastimado mucho con su precipitada huída para seguirlo llevando de ese modo.
 
-¿En...?- Naruto quiso preguntar, pero las palabras perdieron fuerza y murieron antes de atravesar su garganta. Itachi lo notó, intentó sonreír para infundirle ánimo y lo colmó de suaves lamidas en el rostro.
 
-Estamos en mi casa- hizo ademán de volver a tomarlo, pero al reparar en la nueva inconsciencia del Kitsune, optó por volver a transformarse. Era la primera vez que Itachi no esperaba el tiempo recomendado para adaptar cualquier tipo de forma. Usualmente esperaba horas para poder recuperarse de la exigencia física entre una transformación y otra, no obstante, era menester apresurarse. Tenía que llegar a la cabaña y después...
 
Después buscaría al curandero que había atendido la herida de su padre.
 
Hiruzen Sarutobi. Un nativo de la región y su anciana esposa, señalada de prácticar magia blanca, Chiyo.
 

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