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Lovers. por RLangdon

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Dicen que el sentimiento de los padres hacia sus hijos debería ser estrictamente equitativo, sin embargo, y aunque trataron de apegarse al protocolo, Minato y Kushina habían quedado prendados de su tercer cachorro que, ciertamente, no fue planificado. Desde el primer embarazo de Kushina, ambos habían tomado la firme desición de aislarse del mundo por el bienestar de su progenie, optaron por abandonar su estilo de vida forjado en torno a la apariencia humana y se instruyeron por completo en la vida silvestre que,a todas luces, les ofrecía mejores oportunidades, tanto para ellos como para su descendencia.
 
Menma fue el primero en nacer y, pese a que Minato y Kushina quedaron encantados con su retoño, muy pronto de dieron cuenta de lo antipático que era, así como su ferviente deseo de independencia. Y es que, en menos de un mes, Menma había aprendido a proveerse su propio alimento y por lo tanto había prescindido del cuidado materno y la protección paterna.
 
Naruko había nacido el mismo año, una Omega hermosa que había heredado los rasgos y el pelaje de su padre. De actitud frívola y lo suficientemente extrovertida para rodearse de compañeras de su propia especie. Naruko siempre gustaba de estar acompañada, ser el centro de atención y permanecer junto a sus padres cuando sus deberes así lo requerían.
 
Minato y Kushina habían sido felices con sus dos Kitsunes, procuraban amarlos por igual y proveerles el mismo grado de afecto a pesar de las notables diferencias entre ambos.
 
Pero entonces llegó Naruto, poco despues de finalizado el tercer celo de Kushina. Era, sin duda, un cachorrito de lo más hermoso y adorable, un macho Omega que mezclaba perfectamente los genes de ambos padres, siendo su pelaje de un tono cobrizo, sus enormes y expresivos ojos azules opacaban a los cobalto de Minato, pero fue la actitud conciliadora, deshinibida y juguetona lo que terminó convirtiendolo en el predilecto de la camada, al grado que sus propios hermanos, lejos de envidiarlo, parecían mil veces más felices con el nuevo integrante de la familia.
 
En más de una ocasión, Kushina había expresado abiertamente su inconformidad respecto a los escapes matutinos del Kitsune y sus extravagantes aventuras que terminaban en una pata lastimada por los excesivos saltos, o espinas incrustadas a lo largo de su lomo.
 
La hiperactividad de Naruto había abrumado a Kushina más de lo que estaba dispuesta a admitir. Y no obstante, cuánto deseó que esa faceta de animosidad desbordante volviera cuando Naruto tomó la resolución de abandonarse a sí mismo. Cientos de dudas la habían invadido día y noche en que se veía incapaz de dialogar con él y exigir una explicación para su actitud apagada y retraída.
 
La culpa de lo que sucede a los hijos tiende a recaer directamente sobre los padres, por ende, Kushina se había recriminado hasta el cansancio el no poder hacer nada por su cachorro (secretamente) favorito. Por su precioso rayito que la colmaba de dicha en las mañanas con sus constantes gruñidos y risas.
 
Risas que se convirtieron en un desconsolado llanto gutural cuando encontraron el lecho vacío aquella madrugada que auguraba desgracia tras desgracia.
 
Y a casi dos días del incidente en que su bebito fue raptado por un lobo para ser devorado en la inmensidad del bosque, Kushina lloraba y se lamentaba por no haber estado presente y no haberlo...
 
(Está muerto)
 
Salvado...
 
**
 
-Eso es. Despacio, quiero que tu cuerpo lo asimile bien, asi que come lento- pero el cachorro hacía caso omiso a lo que se le decía. A pesar de que las palabras eran perfectamente comprensibles para él, Naruto estaba enfurruñado en beberse la leche tibia de una sola vez. Pequeños berridos de satisfacción escapaban de su garganta y morían contra la mamila a medida que succionaba en su afán por llenar pronto el estomago que días antes estuvo a nada de adherirsele a las costillas por la falta de alimento.
 
-Tranquilo, hijo, te ahogarás- riendo, Sarutobi alertó que el cachorro engullía los últimos residuos de leche. Los diminutos colmillos habían perforado la mamila, propiciando que la fórmula láctea se desbordara por los agujeros, empapando la barbilla del Kitsune que yacía recostado y envuelto en una cálida manta, a merced de unos brazos desconocidos que lo habían alimentado con frecuencia cada dos o tres horas.
 
Conmovida de ver al Kitsune pasandose la lengua por el mentón, Chiyo se dirigió a la cocina para retirar el recipiente con leche entera que recién empezaba a hervir sobre una de las parrillas de la estufa. La hizo a un lado para colar la nata y sonrió al ver que el zorrito se removía en sus brazos, notando el aroma dulzón que impregnaba el ambiente.
 
-La nata es para la cena- le advirtió Chiyo en tanto le tocaba la punta de su fría nariz con el índice. Naruto se refugió nuevamente en la manta y cerró los ojos para conciliar otro sueño reparador de energía.
 
Chiyo, que se había quedado mirando al cachorro dormir plácidamente entre sus brazos, se sobresaltó un poco al oír el saludo, momentos antes de que la figura atravesara el umbral para ir a su encuentro.
 
-Lo siento- se disculpó Itachi. -No fue mi intención asustarla.
 
-¿Asustarme tú?- rió la anciana mientras se acercaba hacia la visita. -Haría una muchedumbre armada con antorchas y tridentes para espantar a estos fríos huesos.
 
Itachi esbozó una sonrisa que pretendía ser afable en cuanto al comentario, pero debido a la situación, quedo en un gesto seco y ausente. Despues reparó en la manta que llevaba Chiyo en brazos.
 
-Ha vuelto a comer- corroboró ella al percatarse de que la atención del joven recaía en la manta. -Le dí algunas vitaminas para abrirle más el apetito. Aunque se resistía al principio, ahora no puede esperar por la merienda.
 
-Me alegra saberlo- suspiró Itachi en franco alivio, tomando en sus brazos el bulto que la anciana le ofrecía con excesivo cuidado.
 
-Estaba tan débil que no podía sostener la cabeza en alto por mucho tiempo- siguió relatando Chiyo. Hizo una pausa para ir a la alacena por un tazón de frutas y alimentos en conservas. -Hiciste bien en traerlo. Dudo que haya resistido un día más sin alimento.
 
Las comisuras de los labios de Itachi dibujaron una fina linea recta por la información. Un día más y Naruto habría...
 
"Fue tu culpa. Tú te ausentaste"
 
Bajó la mirada al piso y procuró serenarse un poco, pero fue interrumpido de nueva cuenta por la voz de Chiyo.
 
-Harías bien en mimarlo. Esta amarga experiencia quedara grabada en su memoria. No es normal que un animal se deprima, en especial un Kitsune tan pequeño- metió las latas en una bolsa plástica y se las dio a Itachi. -La naturaleza de estos animales es alegre la mayor parte del tiempo. No me explico qué pudo haberle ocurrido.
 
-Lo cuidaré en todo momento- amablemente, Itachi realizó una reverencia. Agradeció por la ayuda y salió de la cabaña a toda prisa, pensando. Podría presentarse ante los padres de Naruto en su forma incorporea, siendo un cuervo. Pero entonces se llevarían al Kitsune y ya no sería capaz de protegerlo.
 
Si lo hacía siendo humano, lo tomarían como una potencial amenaza y huirían en el mejor de los casos.
 
¿Qué hacer?
 
Tambien podía cuidar de Naruto hasta que estuviera totalmente recuperado y acompañarle de vuelta a su hogar. Extrañamente ninguna opción le satisfacía. No quería volver a cometer un solo error que involucrara al Kitsune, bastante tenía con lo sucedido para arriesgarlo otra vez.
 
Al llegar a la cabaña, Itachi sintió un nuevo malestar. Era la tristeza que lo embargaba ante las remembranzas vínculadas con aquel inmueble.
 
"-¡Onii san, dijiste que hoy jugarías conmigo. Lo prometiste!
 
Y él sonriendo por toda excusa antes de golpear la suave frente que se había arrugado en reprimido enojo hacia su persona.
 
-Lo siento, Sasuke. Tal vez la próxima vez"
 
Dejó la bolsa en el suelo y abrió la puerta. Dentro todo estaba en perfecto orden, como cabría esperarse de quien visita semanalmente tan aislado lugar.
 
-Bienvenido a casa, Naruto kun.
 
Ante el conocido timbre, las orejas puntiagudas se sacudieron. Naruto estiró el cuello poco a poco y se mostró confundido cuando Itachi lo depositó con delicadeza dentro de un cesto de mimbre, cuyo fondo estaba forrado con prendas de algodon.
 
Naruto inclinó la cabeza hacia un lado al ver como el joven desaparecía por uno de los pasillos.
 
¿Estaría molesto?...¿Ya se había dado cuenta de todo?
 
Ojala que no. Pero no había manera de saberlo en su estado. Tenía que reponer energías para transformarse.
 
Dio vueltas para enroscarse y entonces recordó algo sumamente importante...su familia. Tenía que buscarlos, pedirles perdón por todo. Simplemente las cosas no habían salido como él quería. Había sido un cobarde y había tratado de evadir sus responsabilidades con la muerte. Sin embargo, no era tan sencillo. Dolía, y mucho, había padecido hambre y sed por varias lunas y soles, lloró hasta el cansancio y se lamentó de su crudo destino.
 
No tenía caso seguir así más tiempo. Ahora se arrepentía tardíamente de su desición. Él quería vivir, aún si tenía que permanecer al lado de Kurama. Aún si nunca llegaba a tener a su alma gemela a su lado.
 
Discretamente, echó un vistazo a la dirección en que se fue Itachi.
 
"¿Me odias...? ¿Te hice preocupar?...¿Por qué no viniste antes?"
 
Cansado de esperar, Naruto dio un salto fuera de la canastilla. Vio que la puerta estaba cerrada y eso lo desánimo en demasía. Pero Itachi no tardó en aparecer cuando oyó rasguños contra la madera.
 
Naruto estaba junto a la puerta, rasgando la superficie con las uñas, anunciandole que quería irse.
 
-Ya ha oscurecido. Pero mañana...
 
(Prometo)
 
-...te llevaré a casa- no más promesas falsas. -Por ahora te quedarás conmigo.
 
Apartando su pata de la puerta, Naruto se mostró conforme con la respuesta. Avanzó hacia Itachi con cautela y se sorprendió gratamente al ser tomado en brazos por el joven.
 
-Quizá debería darte un baño. Dormirás más cómodo y estarás limpio.
 
Naruto quiso decirle que en realidad ya no tenía sueño, pero en cambio, fue llevado hasta otro cuarto extraño (como todo su entorno). No había hierba, ni flores. Tampoco animales con quienes conversar. Sin duda esa era la casa de humano del Uchiha.
 
Hacía algo de frío ahí dentro, pero Naruto se habitúo al cambio de temperatura una vez que Itachi abrió el grifo que dejó correr agua caliente dentro de una tina redonda de metal.
 
Era divertido ver caer la llovizna de agua que salpicaba de vez en cuando. Tan entretenido que Naruto no se dio cuenta de estarse acercando hacia la tina hasta que Itachi lo hizo retroceder para abrir ahora el grifo de agua fría.
 
"Quisiera meterme" pensó el Kitsune al rodear el cuerpo del humano para seguir viendo el agua estancada que formaba circulos en la superficie humeante.
 
-Creo que ya está- dijo Itachi al introducir la mano en la tina. Tomó a Naruto y lo acercó lentamente, situandolo encima del agua, dejando que sus patas negras se empaparan con el tibio liquido. Luego vertió un puñado de agua sobre la cabeza sedosa.
 
Las nueve colas se agitaron con emoción de izquierda a derecha, simulando un esponjoso abanico que salpicaba agua en todas direcciones.
 
-¿Se siente bien?- preguntó mientras rascaba suavemente detrás de las orejas. Naruto le lamió el brazo por respuesta.
 
"Se siente de maravilla. Pero....¿Por qué te notó tan triste?"
 

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