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Part of me por RLangdon

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Entraron con torpeza a la recámara, dando continuos tropezones al avanzar en dirección a la cama. Naruto tenía las mejillas ruborizadas, respiraba agitadamente mientras procuraba seguir el desenfrenado ritmo labial impuesto por su padre. Y es que aquella experticia lo estaba volviendo loco. Minato besaba tan jodidamente bien que, por un instante, se olvidó que era su propio padre quien le estaba comiendo la boca sin pudor alguno, metiéndole la lengua hasta la campanilla, restregandola en cada rincón de su boca, intercalando suaves succiones en la punta de su lengua cada tanto tiempo. Y pensar que se trataba de alguien tan afable, respetuoso, educado y remilgado.
 
Seguramente nadie en su sano juicio se atrevería a tachar a Minato de pervertido o depravado, pero inclusive ese calificativo se hallaba muy lejos de catalogar sus actuales acciones.
 
Aquellas manos grandes, callosas y expertas, pasaron de sostenerle la nuca, a deslizarse por su espina dorsal, descendiendo en una descarada caricia que hizo gemir a Naruto en medio de otro apasionado y asfixiante beso.
 
Joder. Que bien besaba su padre. Semejante beso lo había dejado desorientado, fuera de sí y deseoso de más.
 
-Jodeme- lo abrazó del cuello, poniéndose de puntillas para susurrarle un par de obsenidades con la única finalidad de encenderlo todavía más, si es que tal cosa era posible. -Jodeme bien duro- mordió ligeramente el lóbulo de su oído e hizo amago de apartarse, pero Minato lo atrajo de vuelta hacia él, estampando sus labios en un beso más voraz, arrojandolo a la cama sin delicadeza alguna y retrepandose sobre su cuerpo con una notoria erección irguiendose en sus pantalones.
 
Llegado a ese punto, Naruto reparó fugazmente en el dilema de hacer lo correcto y detenerlo ahora que estaba a tiempo. Él tambien se había puesto mucho, pero todavía razonaba un poco, y estaba consciente de que las cosas podrían no terminar muy bien si elegían ese caudal para desahogar sus frustraciones y demás ansias. Minato estaba ebrio, y él... él simplemente estaba caliente, perdido en su tonto enamoramiento de colegial, rogandole a los dioses una leve chispa de fuerza de voluntad para frenar todo ese lío.
 
Pero...maldición, seguía deseandolo. Aún soñaba ser tomado por su padre, saberse sometido sexualmente por él, ser follado sin contemplación alguna. Y quizá...
 
Quizá esa era la única forma de corroborar la profundidad de sus propios sentimientos. Así se daría cuenta si sus sentimientos no eran más que producto de una calentura hormonal propia de la adolescencia, un tonto fetiche, o una verdadera, genuina atracción por su progenitor.
 
En su distracción de mirar el techo, no se dio cuenta de que Minato ya se había abierto la bragueta de los pantalones y osaba desnudarlo a él también. Dejandose hacer en todo momento, Naruto se mordió el labio inferior, permitiendo que el mayor le diera vuelta y terminara por sacarle los pantalones.
 
¿Qué tanto habría tomado?
 
¿Cinco, siete copas...?
 
No importaba. Ya se había dado por vencido en su afán por superarlo y forzarse a sí mismo a tener cualquier tipo de interes por alguien más. Fugaku Uchiha era un claro ejemplo de ello. Y aunque la conquista se había dado a la inversa, Naruto había decidido seguir con aquel peligroso juego entre ellos, fantaseando de vez en cuando que Fugaku era su padre en realidad. Aún cuando no se le pareciera en lo más minímo, puesto que sus actitudes, desenvolvimiento y hasta lenguaje corporal eran totalmente opuestos, ni que decir del físico. En ese aspecto Fugaku era más varonil, hosco, petulante. Minato en cambio era una persona atenta, carismática y noble, y ahora estaba a punto de enrollarse con él en su cama.
 
Con los ojos cerrados, Naruto lo sintió acomodarse detras suyo. Por inercia separó las piernas, se sostuvo con los codos y reprimió un escalofrío cuando Minato restrego la húmeda punta de su virilidad de arriba abajo, una y otra vez.
 
Y Naruto quiso reír ante semajante suceso que estaba por acontecer. Qué ganas tenía de que su padre estuviera en sus cinco sentidos.
 
¿Se lo tiraría estando sobrio?
 
La respuesta era lógica y hasta un tanto penosa. Padre e hijo liandose sexualmente, como dos inmundos animales en celo que añoran enlazarse.
 
-Pa...pá...- gimió entrecortado, aferrando las sabanas entre sus dedos al sentirlo dentro, abriendose paso a una velocidad pasmosa, empujando las caderas con fuerza mientras enredaba los brazos en su abdomen.
 
***
 
Le había tomado casi media hora llegar al domicilio, debido al contratiempo de ir a buscarle inicialmente en la empresa. Tonta e ilusa fue al suponer que Minato la llamaría en los siguientes minutos para desfogarse con ella.
 
Resoplando sobre su flequillo rojo, revolvió el contenido de su bolso hasta dar con el juego de llaves. Había jugado un poco sucio al colocar un fuerte afrodisiaco en la bebida de "su" hombre, pero fue culpa de Minato en primer lugar. Nadie osaba enamorarla y botarla cual simple trasto, y en realidad a Mei Terumi jamás le pasó por la cabeza que tal cosa fuera posible, siempre era ella quien acababa rompiendo corazones, desde los más nobles hasta los más gélidos. Ella tenía la última palabra, porque era bella, soltera y joven. Por lo tanto compaginaba perfectamente con Minato Namikaze. Desde que lo conoció supo en el fondo que eran el uno para el otro, incluso había tenido que soportar al idiota de su hijo y sus estúpidas bromas que la hacían rabiar en todo momento. Pero asi y todo sabía que llegaría su turno de devolver todas las ofensas recibidas.
 
Más tranquila, exhaló el aire acumulado, introdujo la llave y giró despacio, esperando encontrar a Minato del otro lado de la puerta, tal vez en el baño, masturbandose...
 
Divertida ante tal pensamiento, entró en el domicilio. Las luces estaban encendidas, pero no había movimiento alguno en la planta baja. Aún asi, recorrió todas las secciones, desde la cocina hasta las escaleras, llegando a la conclusión de que no se encontraba en casa.
 
¿Y si había ido a un burdel?
 
La idea le desagradó totalmente, sin embargo, decidió no descartar nada todavía, se sujetó firmemente del barandal y subió tres peldaños cuando lo oyó...
 
Fue un gemido, uno ronco cuyo tono se le antojó vagamente familiar.
 
Sin darse cuenta, aferró con fuerza el pasamanos y avanzó rumbo al dormitorio que había ocupado anteriormente. Si Minato estaba fornicando con otra mujer, jamás se lo perdonaría.
 
Fue así que se detuvo en el umbral, sigilosa y atenta, acercó el rostro al resquicio de la puerta y trató de mirar a través de la pequeña ranura.
 
-¡Nmh!- gimió, su cuerpo entero se congeló y tuvo que cubrirse la boca con ambas manos para no repetir la exclamación que mezclaba confusión y esceptisismo por la imagen proyectada del otro lado de la puerta.
***
 
Lo sentía tan cálido, tan estrecho, que no podía siquiera coordinar sus embestidas. La succión que las paredes internas ejercían en su duro miembro era magnifica. Aquella sensación estaba lejos de compararse a cualquier otra.
 
-Naruto- se enterró con fuerza, una y otra vez, hundiendose hasta que su torso acariciaba sutilmente la espalda desnuda y perlada. Entonces lo besó, primero en la nuca, luego en los hombros y finalmente a media espalda. Estaba demasiado extasiado para detenerse a pensar en lo maravillosa que era la situación. Y en medio del placentero goce, sentía temblar a Naruto, ya fuera por la excitación o debido a que le costaba cada vez más mantenerse erguido en la misma posición. -Te amo tanto- cesó con las penetraciones para tomarlo del rostro, ladeandolo ligeramente para besarlo en los labios. Naruto le correspondió prontamente, y no se opuso a que el mayor le impusiera una nueva postura, a todas luces más cómoda para ambos.
 
Minato tomó asiento y lo tomó de las caderas para guiarlo hasta su miembro empalmado y húmedo, ansiando retomar la faena cuanto antes.
 
Agitado, ruborizado y desaliñado, Naruto se puso de rodillas, separó las piernas y se acomodó encima de la potente erección que lo había estado dilatando con cada dura estocada. Si su padre era capaz de ponerse asi cada que bebía, Naruto estaría gustoso de recibirlo ebrio cada cierto tiempo. No negaba que le había resultado doloroso e incómodo en un comienzo, pero fue cuestión de adaptarse para que él tambien disfrutara del acto sexual.
 
Lentamente se deslizó en el grueso falo, mordiendose los labios y echando la cabeza hacia atras al sentirse completamente lleno.
 
-Papá- lo nombró intencionalmente, queriendo producir una reacción adversa en Minato, pero no pasó. Y contrario a ello, lo sintió enterrar sus dedos en su cintura.
 
-Eres mío- jadeó el Namikaze, acariciando las marcas en el cuello de Naruto con la punta de los dedos, reemplazandolos poco después con su boca. Mordió, succionó y besó cada sutil línea rojiza, gozoso de escuchar los gemidos que el menor trataba inutilmente ocultar. Naruto siempre había sido suyo, era su hijo después de todo, su caliente, revoltoso y hermoso hijo.
 
Lentamente lo levantó de las caderas y lo empujó hacia abajo, hincando su erección a tope. Naruto aspiró por la boca, sentía sus sentidos nublarse con cada penetración, cada bombeo en su interior lo hacía estremecerse.
 
De un momento a otro, Minato aceleró sus movimientos, se inclinó hacia adelante para acorralar a Naruto entre el colchón y su cuerpo, retomando la penetración con mayor libertad, dejando un recorrido húmedo en el cuello del menor con sus labios.
 
En dos embestidas más llegó a su límite, su espalda se arqueó sin previo aviso segundos antes de culminar.
 
Naruto tambien se arqueó, recibiendolo por última vez en lo más profundo de sus entrañas, gimiendo su nombre en un timbre agudo que denotó pleno goce.
 
En la planta baja, apoyada contra la nevera y tratando de reponerse del latigazo de excitación, Mei pensó en qué hacer a continuación. Estaba tan avergonzada consigo misma que ni siquiera reparó en la vibración del móvil sobre la mesa.
 
Saliendo de la conmoción inicial, se acercó a la mesa, vio el número desconocido en la pantalla y decidió tomarlo.
 
-¿Diga?
 

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