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Cuento de Navidad por RLangdon

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Estuvo largo rato escondido en el armario. Había retornado una sola vez al comedor para tomar los residuos que el fuego había dejado.
 
Estaba triste, desanimado y decepcionado. Se suponía que esa navidad sería la mejor de todas, pero nada iba bien. Probablemente Santa Claus no se presentaría ese año tampoco. Aunque, por si las dudas, Naruto le había dejado un par de galletas de nuez junto a la ventana.
 
-Kurama- susurró en tanto abrazaba los restos del peluche carbonizado contra su pecho. Había elegido el armario como escondite para que nadie lo viera derramar lágrimas en plena festividad. El sitio era muy reducido y la iluminación se limitaba a los escasos haces de luz que se filtraban por las rendijas de madera.
 
Sin duda era un tonto por quedarse allí mientras el resto de los niños jugaban y entonaban toda clase de canciones navideñas. Y es que Naruto amaba participar (y especialmente sobresalir) en dichas actividades. No pocos de sus compañeros lo escogían a él como líder de los juegos. Todo se debía a su exceso de energía y buena disposición para organizarlos.
 
-¿Naruto kun?
 
Naruto se encogió aún más al reconocer la voz de Shizune llamandole desde el resquicio de la puerta. Rápidamente tomó una prenda al azar y se cubrió con ella para evitar ser descubierto en caso de que se decidiera a abrir la puerta.
 
Había sido un accidente. O al menos eso le había dicho la secretaria de Tsunade luego de enterarse de lo acontecido. Por supuesto que, Naruto no creyó una sola palabra. En primera, porque él había presenciado (y hecho) todo tipo de accidentes, desde los más simplones como derramar la leche al querer remojar el cereal, hasta los complejos, como aquella ocasión en que los llevaron de visita a una fabrica de helados y terminó cayendose dentro del cubo de los barquillos al tratar de mirar dentro. Pero ningún accidente se semejaba al del duende malhumorado de nombre Sasuke Uchiha. Él sabía lo que haría desde antes, por eso le había gritado, y no conforme con ello, arrojó su objeto más preciado sobre la faz de la tierra dentro de la chimenea, y para rematar, se había ido sin despedirse...
 
A pesar del daño infringido, Naruto nunca duraba mucho tiempo molesto con alguien. Siempre perdonaba a todos, y el tal Sasuke no iba a ser la excepción, sin embargo ahora le dolía saber que se había ido despues del "accidente".
 
Naruto sabía por boca de Tsunade que las personas que más sufrían se semejaban a quienes poseían el caracter de Sasuke o el suyo propio. Ambos sufrían de diferente manera. Él por ejemplo tendía a solucionar todo con una sonrisa. Usualmente dejaba todos los errores en el olvido y se concentraba en el presente, aunque la sensación de abandono no desaparecía nunca. En cambio, individuos con temperamento fuerte y constante antipatía tendían a recluirse del resto y sufrir sus penas en silencio, porque creían que no merecían ninguna clase de afecto.
 
Y aunque no lo conocía, Naruto podía intuir el mismo dolor que él sentía con solo ver a Sasuke. Sus ojos, era su fría mirada la que delataba un sentimiento demasiado oscuro y complejo para que él pudiera descifrarlo del todo, pero bastaba para saber que el dolor estaba allí, lacerando del mismo modo que ocurría con él cuando miraba algún programa en la televisión que involucrara cualquier evento familiar. Cuando una escena similiar aparecía, Naruto apagaba el televisor y se iba a jugar a otro lado, le hería ver a otros papás y mamás consintiendo a sus hijos, porque él quería unos.
 
-Ven, Kurama- sorbiendo por la nariz, tomó los restos del deforme peluche y pateó la puerta. No podía quedarse encerrado toda la vida pues corría el riesgo de ser pillado por el ratón de las nieves o el capitan garfio.
***
 
Congelado. Asi se sentía Sasuke Uchiha tras haber permanecido horas dentro del centro comercial que, para variar, se había quedado sin luz electrica a escasos puestos de que pudieta finalizar las ridículas compras.
 
Y aunque tiritaba de frío mientras su aliento se volvía vapor al abandonar sus labios en medio de los finos copos escarchados, Sasuke agradeció. Si, joder, agradeció el haber terminado de adquirir lo que su constante dolor de cabeza había garabateado en la tarjeta naranja. Y diablos que tenía fea letra el chiquillo. A Sasuke no le fue fácil descifrar partes del manuscrito, ni siquiera con ayuda de los dependientes podía traducir algunos párrafos. Afortunadamente su memoría funcionaba perfectamente, incentivandolo a continuar con el más mínimo capricho de la carta.
 
Solo hacía falta un detalle más. El zorro, el maldito animal pulgoso no le sería entregado hasta el día siguiente. Y es que dichos animales exóticos eran sumamente dificiles de conseguir. Había que adquirir los respectivos permisos y por si fuera poco, pagar sumas exorbitantes para su transporte. El animal que le conseguirían estaba en la lista de adopciones. Se trataba de un pequeño zorro fenec que había sido rescatado de una granja que pretendía usar las pieles para la fabricación de costosas vestimentas y objetos.
 
Habiendo guardado la última bolsa en el maletero, Sasuke abordó a toda prisa el vehículo, encendió la calefacción y se quedo observando el parabrisas, entre abstraído y extrañado consigo mismo.
 
¿Desde cuando le importaba a él alguien al grado de querer conseguir su perdón?
 
Nunca. Y menos si se trataba de un crío al que acababa de conocer. Empero, así era. Se había tragado su propia bilis y fingir que no le molestaban aquellas miradas inquietas y curiosas que, lo observaban fijamente al reconocerle vagar en esas estúpidas tiendas departamentales que hacían hasta lo imposible por venderte cualquier artilugio navideño.
 
En reconfortante silencio, contempló una vez más la carta. Todos los pedidos habían sido palomeados conforme los iba adquiriendo y, a excepción del pulgoso que llegaría a primera hora de la mañana, no faltaba comprar nada más. Su consciencia (o lo que quedaba de ella) estaría limpia cuando el pequeño viera boquiabierto el pie del árbol.
 
Estaba por guardar la carta cuando notó una diminuta fisura a un costado del papel naranja. Usando la uña, Sasuke se encontró con la novedad de que la carta actual había sido adherida sobre otro sobre de textura y color más viejo que el superior. Enseguida empezó a leer lo mejor que le fue posible.
 
"Querido Santa:
 
Mi nombre es Naruto Uzumaki. El que cada año te hace la lista más larga de todas, ¡De veras!...
 
Quería pedirte un estuche con kunais y muchos muchos tazones de ramen, pero decidí que mejor quiero otra cosa. Solo una, y si lo cumples, prometo portarme bien todo el año y no pedirte nada en mucho tiempo
 
Lo que yo quiero es..."
 
Sasuke arrugó la carta entre sus manos. Encendió el motor y puso el vehículo en marcha.
 
**
 
-Esta loco.
 
Si. Precisamente eso había pensado él desde antes que ella misma se lo dijera directamente a la cara.
 
-Hmp- bufó. No era una respuesta en sí, y eso lo estaba exasperando.
 
-No hablas en serio- cruzó las manos bajo su barbilla. -¿Por qué de pronto el interes?
 
-¿Se puede o no?- contraatacó el Uchiha al borde de la irritación. No soportaba que se fuera por las ramas siendo tan serio el asunto a tratar.
 
-Se puede, evidentemente- contestó Tsunade con su caracteristico tono autoritario que dejaba entrever su sospecha hacia el tema en cuestión. -Es lógico que cumples con los requerimientos básicos. Soporte economico y buen acomodo social. El problema aqui es que Naruto no es como los otros chicos. Requiere cuidados más exigentes y gusta de la compañía de otros niños- hizo una pausa al verle elevar una ceja con displiscencia. -Estoy en favor de que mis muchachos reciban un excelente acomodo, pero tal parece que usted no cuenta con la paciencia suficiente para lidiar con él.
 
Sasuke apretó los puños y tensó la mandíbula, consciente de que era cierto el señalamiento.
 
-Dejemoslo a la suerte.
 
-No- tajó Sasuke al predecir la situación. Tsunade sonreía jocosa, casi entusiasmada con la idea.
 
-Un aporte monetario y te daré la oportunidad de que se lo preguntes directamente. Aclaro, nada de chantajes o amenazas, estaré monitoreando cada movimiento- acentúo su sonrisa y giró sobre la silla. -Si Naruto accede, firmaré a tu favor. Pero si se rehúsa...
 
Sasuke dedujo instantaneamente el resto. Llevaba todas las de perder. Naruto estaba molesto con él por lo que le hizo a su preciado recuerdo materno.
 
-Acepto- pero su egocentrismo pudo más.
**
 
Apenas los rayos alumbraron su rostro, Naruto dio un salto fuera de la cama y corrió fugazmente hacia el recibidor con los deditos cruzados tras de su espalda.
 
-¡Wow!- exclamó boquiabierto, incapaz de moverse al reparar en las múltiples cajas coloridas que adornaban el árbol. Las había pequeñas y grandes, de todas las formas y colores.
 
Sin dudarlo un segundo más, el pequeño se precipitó hacia ellas, sintiendo su corazon acelerarse cada vez más de la emoción.
 
Tomó una caja y buscó la tarjeta con el nombre, al ver que no era el suyo, lo dejó en su lugar y fue por otra.
 
-¿Qué será?, ¿Qué será?- canturreaba mientras agitaba dos obsequios a la vez. Sus compañeros aún dormían y él estaba desesperado por abrir los regalos. Entonces encontró una caja enorme, y grande fue su sorpresa al ver que su nombre figuraba en ella.
 
Tardó mucho tiempo en poder abrirla, entre jirones de papel y uno que otro golpe para suavizar el envoltorio.
 
Naruto no cabía de la impresión cuando el montón de peluches de zorro cayó sobre él, dejando al descubierto el contenido de otra caja, la cuál abriría con mucha más emoción y gozo.
 
Había un trineo de juguete con varios paquetes más.
 
Golosinas, potes de ramen, un traje de ninja, dinosaurios de control remoto y varios juguetes más arrebataron un sinfín de sonrisas en el pequeño.
 
-¡Shikamaru, Kiba!- gritó lleno de jubilo.
 

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