Noviembre había sido raro y doloroso, pero diciembre finalmente estaba siendo el mejor mes de su vida.
Lucius tenía a Remus todo el día pegado a él, consintiéndolo, mimándolo, su veela estaba en el paraíso.
Su cercanía ya no le lastimaba lo más mínimo, pero estaba el tema rosa.
"Esa".
Lucius quería comportarse pero la odiaba, la odiaba, la odiaba. Y sobre todo odiaba que no se presentara a las citas con Remus para que este la dejara definitivamente, tan recto su lobo que no quería hacer nada más hasta cerrar esa otra relación.
¿A quién demonios le importaba? A Lucius no, y a su veela ya ni qué decir. Pero respetaba a Remus, eso no evitaba que las noches entre los dos fueran tan complicadas.
Iban a tener que acabar en un uromago, no tenían edad para andar con esas erecciones. La salud era lo primero, pensaba Lucius.
Pero Remus era una roca, en todos los sentidos, así que la perspectiva de una cena de Navidad en la Madriguera con buena parte la Orden, su mujer y su cuñada iban a obligarla a asistir y acabar con esa situación absurda.
Porque besarse se besaban, lobo hipócrita... pero suyo, que ya se lo había dicho.
Cuando llegaron a la Madriguera, Draco y Harry ya estaban allí junto a toda la plaga Weasley, la sangre sucia, Severus, Narcisa y Andrómeda con su marido.
Hasta el puñetero Dobby había ido como invitado.
Solo faltaba que invitaran a un muggle.
Pero él la estaba esperando a ella, y allí estaba.
La sonrisa se la guardó, pero estaba pletórico, esa noche esperaba tener una maratón sexual.
Las protecciones chillaron como banshee premestrual y todos salieron con sus varitas en alto, en los lindes de la propiedad estaba Fenrir que llamaba a Remus a gritos.
Todos se acercaron al límite y escucharon al hombre lobo.
—Vienen, vienen ya, cachorro.
Remus los miró lleno de anticipación, pero acercó a Lucius más a él.
Como Fenrir había avisado los estallidos de las apariciones de los mortífagos crepitaron.
Todo fueron haces de luces de maldiciones, y Lucius no tenía su varita con él.
Fenrir luchó a su lado, si ellos tenían un topo a esas alturas ya sabría de las lealtades del lobo, y al parecer estaba hasta los huevos de Voldemort y sus tarados.
Haber estado avisados acabó con el factor sorpresa del ataque, pero lo que les había hecho salir corriendo como ratas había sido la aparición de Dumbledore. El viejo chocho en realidad no lo era tanto.
Cuando se marcharon Remus comprobó que Lucius estuviera bien bajo la atenta mirada de Tonks que se llevó una mano a su estómago.
Fue el gesto preocupado de Andrómeda yendo hasta su hija y hablándole de lo inconveniente de usar la magia así en su estado lo que les hizo a todos volverse hacia ella.
Remus le dejó solo y se acercó a la rosita. Ella les miraba con la cabeza bien alta, pero todo fue demasiado rápido.
—¿Tu estado?—preguntó Remus intentando tocarla siendo rechazado por ella.
—No es asunto tuyo, ya no—dijo señalando a Lucius con la barbilla.
—¿Es mío?—preguntó Remus obviando lo que ella había dicho.
Ella pareció hasta cierto punto ofendida, y Remus no se vio venir el puñetazo de un pelirrojo bajo y musculoso y enfadado como un gnomo de jardín.
—Cabrón, hijo de ...
A Charlie lo calló su madre con magia, mientras Bill tenía a Fenrir oliéndole el pelo, y el resto mirando la telenovela ante ellos.
Quizás por eso nadie escuchó como Harry le decía a Draco que no era buen momento para anunciar su compromiso.