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Broken por Sh1m1

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Esa noche en Grimmauld place hubo más habitantes que en los meses anteriores, el último mes Remus y él habían estado compartiendo cama, aunque solo fuera para dormir muy a pesar de Lucius.


Pero con Narcisa allí, Lucius dudó. Una cosa es que se hubieran separado, otra irse con su amante a su habitación.


Pero de nuevo Narcisa fue quien solventó la situación invitando a Snape a tomar una última copa en su habitación.


Esa no se la esperaba, ¿Severus Snape? Sabía que su mujer podía estar con quien se le diera la soberana gana, pero jamás pensó que eso pudiera incluir a Severus.


Al parecer el caballeroso gesto de protegerla durante el ataque de los mortífagos en la Madriguera se había ganado una copa íntima.


En fin, eso a él le dejaba el terreno libre para meterse en la cama de Remus y contarle un buen chisme.


Que Draco y Harry también compartían cama era un hecho, pero al menos Draco les había prometido que no se enlazaría aún.


Que Voldemort iba a tratar de matar a Potter hasta que le quedara un aliento de vida era algo que él, como cualquiera que hubiera estado bajo su tiranía, sabría.


Y que la vida de Potter estuviera ligada a la de su único hijo le preocupaba muchísimo.


Pero esa noche no iba a pasar, al menos fue lo que pensó cuando entró en la habitación y vio a Remus en la cama con el pecho descubierto.


Su noche mejoró considerablemente.


Remus le sonrió, y Lucius se lanzó sobre él para ser recibido con los brazos abiertos. El beso fue intenso, como tantos que se habían dado durante esos días, por lo que para Lucius estar sentado a horcajadas sobre Remus no era ninguna novedad. Tampoco lo era frotarse contra su pene duro.


Lo que sí era nuevo era como Remus le estaba bajando el pantalón.


Su veela le gritaba como un loco "¡Es hoy! ¡Es hoy!" Y tenía que estar de acuerdo con la criatura, iba a ser esa noche.


El hipócrita de su lobo se sentía bien con que los roces fueran con ropa, así que esto abría la veda a pasar a palabras mayores, como meter la mano debajo de la sábana para agarrarle el miembro duro y masturbarlo a placer.


Lucius llevaba preparándose mentalmente para ese momento demasiado, con los hechizos lubricantes adecuados en la punta de la lengua por si los necesitaban.


Había tenido tiempo de sobra para investigar sobre el tema totalmente desconocido para él.


Pero llegados el momento, sin ropa, sin sábanas, abierto sobre Remus el cerebro solo de daba para gemir un "lubrico, lubrico"


Remus se separó unos segundos de sus pezones sobrestimulados para mirarle como si le estuviera hablando en chino.


—Hechizos, joder.


Remus pareció un poco avergonzado, pero tomó su varita rápidamente y la acercó al ano que a pesar de haber estado dilatando con sus dedos no estaba para nada preparado.


Lucius sintió la ráfaga cálida y fría, húmeda y viscosa ascenderle por dentro, abriéndole, calmándole. Iba a correrse si se dejaba llevar por la sensación del hechizo en su interior.


Con Remus sentado y con su espalda apoyada sobre el respaldo, Lucius estaba introduciéndose su pene poco a poco, el lubricante era bueno, pero eso era mucha carne para meterse de golpe.


No había prisa, mordía sus labios por la sensación placentera y molesta a partes iguales. Lucius no era virgen, pero sí lo era su trasero, y quería poder andar al día siguiente.


Su pelo largo y suelto los cubría a los dos al inclinar su cabeza hacia abajo, como en un lugar íntimo y reservado.


—Mírame—le pidió Remus—, mírame, por favor.


Los ojos grises de Lucius centelleaban, él no era consciente pero todo su encanto veela estaba saliendo de él a borbotones, en olas de placer que golpeaban a Remus y a todos los habitantes de Grimmauld place.


Pero en ese momento ellos solo eran conscientes de lo que ocurría en esa habitación, en esa cama, en esa cortina de hilos de oro y planta que los cubría.


Lucius nunca se había sentido tan completo, tan pleno, nunca había sentido un placer como ese porque no era solo físico.


Los movimientos de caderas de Remus habían sustituido a los suyos, Lucius recibía cada uno de ellas con un gemido, con un beso, con toda su alma.


Cuando ambos llegaron al culmen se esperaron, se calmaron el uno al otro, se abrazaron sin dejar espacio entre sus cuerpos.


Lo que quedaban de las alas de Lucius habían salido en mitad del éxtasis, pero ninguno vio como una solitaria pluma plateada había aparecido en ellas.


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