Harry miraba todo en silencio, los minutos pasaban, y Snape entraba y salía haciendo guardia juntos a los demás.
Había tratado de salir una vez corriendo, pero había vuelto a su sitio como si le hubieran implantado un muelle en el culo.
De nuevo, Snape no le dirigía ni una sola mirada. Solo esperaba volver convertido en fantasma y atormentarle durante lo que esperaba fuera una corta y desagradable vida.
No podía calcular el tiempo, pero cuando todos se irguieron como estúpidos soldados, supo que él estaba allí.
No tardó mucho en llegar seguido de un risita demasiado conocida para él.
El ambiente en la mugrienta habitación cambió, no le extrañaría que el jodido Voldemort fuera primo hermano de algún dementor, la cara de muerto ya la tenía.
—Harry Potter.—Su voz era estridente, aguda y rasgada, sus solos bajo la ducha debían ser el terror de los mortífagos.
Vio como se le acercaba mirándole con cara de asco como si Harry fuera el que no tenía nariz y una calva mugrienta, y no él.
Una mano de uñas largas y desagradables tocó el hombro de Snape, ojalá le transmitiera la rabia.
—Has sido un fiel seguidor, Severus, y por ello serás recompensando.
El asqueroso traidor asintió servilmente, la rabia y el tétanos, por favor.
Pero desearle unas pocas enfermedades muggles no iba a a salvarle, no iba a salvarle para nada. Menos cuando una de esas uñas asquerosas se acercó a su cicatriz y Harry fue incapaz de moverse para separarse.
—¡Insignificante!—exclamó extasiado.
Todos los mortífagos rieron, incluido el traidor.
Harry sabía que iba a morir, hacía meses que sabía que ocurriría, pero él al menos quería luchar, quería hacerle sangrar, no así, inmovilizado como un pelele.
—Veamos si eres tan resistente como todos se creen.
Si Harry pensaba que simplemente iba a morir, se equivocaba, se equivocaba mucho.
Ante el primer crucio Harry pudo resistirse, pero uno detrás de otro le fueron drenando, le fueron destruyendo.
Casi quería que le matara, que acabara, en cada uno de sus gritos su vida se desmoronaba, y solo pensó que nunca más volvería a ver a Draco.
Por eso creyó que lo imaginó cuando lo vio cruzar la puerta, una última alucinación antes de morir.
Le parecía el mejor último recuerdo antes de marcharse. Su sonrisa dolía, pero en mitad del dolor, sintió que era buena.
-x-
Draco al desmayarse no había visto que Dumbledore no estaba solo, sus padres, Remus, casi todos los Weasley, y algunos aurores estaban a su espalda.
Cuando despertó lo hizo en los brazos de su madre, al parecer le habían aplicado algún tipo de hechizo restaurador.
—Draco, cariño, despierta.
El rubio pestañeó incrédulo, su madre estaba allí, y ambos se miraron con sorpresa.
Draco no esperaba encontrarla, Narcisa no esperaba que su hijo tuviera los ojos verdes.
—Ahora no hay tiempo, tenemos que ir a por Harry—dijo Narcisa con apremio, aquello sirvió para que Draco eliminara cualquier resto de desvanecimiento.
Todos iban en un silencio más que tenso, su padre le lanzaba miradas asesinas pero sobre todo preocupadas, ya no tenía sentido lanzarse ningún hechizo que camuflara sus ojos.
Salieron al exterior de la escuela y se encaminaron al sauce boxeador, que se removía furioso contra ellos. Iba a decir que fueran por el que habían usado ellos, pero Remus tocó uno de sus nudos y el árbol quedó inmovilizado.
El camino lo hicieron en el más absoluto de los silencios y con las varitas en alto, cuando sintió que todos se paraban. Draco empezó a encontrarse realmente mal, pero la necesidad de entrar y salvar a Harry era mayor.
Con sigilo entraron uno a uno, la sangre se le heló cuando escuchó sus gritos y un coro de risas.
Fue la mano de su madre la que le frenó en un férreo agarre y le pidió silencio con la mirada.
Lo que ocurrió después fue demasiado rápido, la habitación en la que estaba Harry estaba unida a la de ellos por una puerta secreta, al entrar tomaron por sorpresa a todos los que se congregaban al rededor de la tortura que estaba sufriendo Harry.
Pero Draco no pudo hacer nada, se conectó con los ojos de Harry y su triste sonrisa, antes de que los cerrará.
Inmediatamente Draco también los cerró, y su cuerpo cayó inerte.