—Servicio de comida a domicilio—dijo Fenrir con una risa lobuna.
Remus rodó los ojos, y Lucius no entendía nada, lo mismo sí que le habían dado el beso del dementor y estaba viviendo su propia realidad idiotizada.
Le daba rabia haber acabado así, pero al menos explicaría algunas cosas, como volver a ver a su destinado.
—Gracias—le contestó su lobo al otro lobo, total puesto a alucinar, alucinaba del todo.
—No, no, esto te va a costar caro, cachorro.
—¿Cuánto?
—Dos comidas, con todos, y te encargarás de conseguirles varitas a Sam y a Lucas, ya tienen edad para tener las suyas propias.
Para ser una alucinación suya no tenía la más mínima lógica.
—El domingo estaré allí—concluyó Remus.
—Y nada de hablar de higiene y modales, estamos bien así.
—Hay que lavarse, Fenrir.
El lobo más mayor bufó y se desapareció.
—¿Es o no una alucinación?—preguntó finalmente Lucius ganándose una mala mirada de Remus.
Hombre, al menos si lo era podía mirarle con amor. Pero no, había más molestia que otra cosa. A lo mejor los detentores te dejaban con tus mayores miedos, aunque que Remus le rechazara ya no lo era, Lucius había superado eso.
La espalda le picó a la altura de los muñones que le quedaban de sus alas.
—Vamos, Malfoy, alguien te ha salvado el cuello, aunque no creo que lo merezcas.
—Ok, desde aquí ya puedo yo solo.—Se movió caminando por donde Fenrir se había ido.
Pero Remus no se lo permitió.
—No era un ofrecimiento, tu hijo ha hecho un trato, y te vienes con nosotros.
—¿Y esperas que te crea?—trató de decirlo con el desprecio que solía haber en su voz, pero nombrar a su hijo le había dejado descolocado.
Sabía que había dejado a Narcisa y a Draco en un posición muy comprometida ante el Lord.
—Me importa una mierda lo que creas o no.—Pero se le acercó para agarrar su hombro y sin mediar palabra los desapareció de aquel horrible lugar.
Cuando sus pies volvieron a tomar suelo lo hicieron en un oscuro callejón de una ciudad, y la mano que Remus había tenido en su hombro había descendido hasta casi su cintura, él mismo tenía la mano sobre el pecho del lobo, y la situación fue demasiado violenta.
Remus alzó su varita contra él, y le pareció que sus días acababan justo allí. Salvo que solo recibió un hechizo cegador, y un brazo guiándolo en la oscuridad artificial.
No muchos pasos después escuchó una puerta abrirse, y la oscuridad en sus ojos cayó.
No pudo acostumbrarse mucho a la nueva claridad del interior de la vivienda cuando fue golpeado por unos brazos, por dos pares de brazos.
—¿Draco, Narcisa?—dijo sorprendido cuando su familia los abrazó.
Las sonrisas de ambos calentaron su corazón, y los apretó con fuerzas. Con ellos contra su cuerpo él alzó la vista y vio a Remus mirándolos, pero este desvió rápidamente su vista hacia otra persona que también estaba allí.
Una joven de pelo corto y rosa que le abrazó alzando su rostro hasta que Remus bajó y la besó.
Lucius apretó con más fuerza a su propia familia intentando paliar ese dolor antiguo. Nada más importaba, estaban juntos y ahora tenía que discernir si a salvo.