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Inesperado por iscristin

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Notas del capitulo:

Hola! Estoy muy feliz de estar de vuelta y compartirles este nuevo capitulo. Las cosas se pusieron densas en el capítulo pasado. El día de hoy veremos que consecuencias traen los sucesos acontecidos anteriormente, y hace aparición un personaje que lo cambia todo.

Adevertencia: Este capítulo contiene la descripción de escenas graficas de violencia sexual, si eres sensible a estos temas no recomiendo que lo leas.

Que disfruten del capítulo. Muchas gracias por todo su apoyo, me motiva a seguir adelante!!! Besos

Seiya corría con todas sus fuerzas bajando los escalones. Había escapado de aquella situación apenas pudo. No se sentía listo para afrontar el rechazo de Aioros, ni tampoco de renunciar a Deathmask, por lo que simplemente huyó de la situación.

No se detuvo ni un segundo, aunque al pasar por algunos templos algunos caballeros le hablaron o le preguntaron qué pasaba; se veía muy mal y se preocuparon  por él. Prácticamente todos habían sentido la conmoción en el templo de Sagitario, pero la mayoría pensaron que tal vez estaban los sagitarios peleando por alguna cosa simple y que las cosas pasarían rápidamente. Cuando se unió el cosmos del guardián del templo de Cancer, que también estaba bastante alterado, algunos se sintieron bastante curiosos ¿Qué estaba pasando? Pero nadie se atrevió a meterse en aquello, y cuando Seiya pasó corriendo llorando algunos estaban aún más intrigados y preocupados, pero no intentaron seguirlo; si el Pegaso hubiera necesitado ayuda de alguno de ellos sabían que se hubiera detenido a pedirla, además, unos minutos después salió corriendo tras él Deathmask, igual de alterado, seguido un poco después por  el mismo Aioros acompañado de su hermano. Todo muy raro y preocupante, pero nadie sabía muy bien cómo debían proceder.

Seiya sentía no muy lejos de él que lo estaban siguiendo, pero en ese momento no necesitaba estar cerca de nadie. Corría cada vez más rápido, hasta que salió por completo del santuario. Se detuvo un momento, no sabía a donde dirigirse sin ser encontrado, podía ir hacia el pueblo donde había estado con Deathmask pero sabía que él iría directamente hacia allá, y no quería ser encontrado por lo pronto; decidió meterse entre las piedras y la llanura que rodeaba el camino y correr tan lejos como fuera posible, perdiéndose en el proceso.

Corrió por un largo tramo hasta que sus piernas dieron de sí, y se sintió lo suficientemente lejos como para ser encontrado; se escondió entre unas piedras que estaban muy alejadas de donde pudieran localizarlo mientras intentaba tranquilizar la respiración y el latido de su corazón. Escondió lo mejor que pudo su  cosmos y por fin pudo quedarse tranquilo un momento. Las lágrimas seguían corriendo de sus ojos una tras otra mientras hipaba desesperadamente. Se recargo sobre una piedra y se dejó caer hasta el suelo totalmente derrotado.

Las cosas habían salido terriblemente mal.

Se abrazó a sus piernas y enterró su cabeza entre sus rodillas. No sabía qué hacer. Solo sabía que el dolor que había guardado desde que despertó del coma había salido desde las profundidades de su alma y lo golpeaba con fuerza. Se sentía solo, y la única persona con la que pudo hacer desaparecer esa soledad y reemplazarla por el sentimiento de amor más profundo que había sentido en la vida, iba a causarle problemas con la otra persona más importante de su vida, su maestro.

No era justo. A veces la vida no es justa, pensó mientras intentaba sacar todo el dolor de su corazón con lágrimas amargas.

No sabía que debía hacer, no sabía que decisión tomar, mucho menos que iba a decirle a Aioros o Death cuando volviera, si es que lo hacía. Incluso llegó a pensar en huir un tiempo del santuario y despejar su mente hasta que tomara una decisión. Podría pedirle ayuda a Saori e irse a Japón unos meses; estaba seguro que su Diosa iba a apoyarlo en lo que el necesitara. Estaba metido en su propio dolor y divagaciones que no puso atención real a lo que pasaba su alrededor.

No muy lejos de ahí estaba alguien mirándolo con burla en su rostro, quien lo había visto salir del santuario y dirigirse a un lugar alejado mientras otras mierdas lo iba a buscar al pueblo que estaba no muy lejos de ahí. Le siguió el paso, siéndole bastante fácil dar con él. Las cosas no podían ser más perfectas. Se acerco al muchacho lentamente.

Mientras aquello pasaba, el castaño, totalmente ajeo a todo, no se dio cuenta cuando una persona se puso frente a él, se arrodillo a su lado, y cuando pudo reaccionar, le había clavado una aguja en el cuello. En cuestión de segundos empezó a sentirse muy débil y su cuerpo dejaba de responderle; el otro le inyecto varias dosis, para asegurarse que no iba a tener ningún contratiempo. Radamanthys al fin iba a obtener su venganza.

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Deathmask corría como un desesperado; tenía una fuerte opresión en el pecho que le decía que tenía que encontrar a Seiya o iba a perderlo para siempre.

Había estado corriendo por todo el pueblo en búsqueda del castaño. Aioros y Aioria también estaban en eso, los había visto a lo lejos, pero él estaba en su propia búsqueda; después de un tiempo se dijo a si mismo que Seiya no estaba ahí y volvió por donde había ido. Estaba a medio camino entre el pueblo y el santuario, y pensó que tal vez debería volver al pueblo nuevamente, pero lo descartó inmediatamente. Seguramente el pegaso sabía que él iba a buscarlo ahí y se iría hacia donde nadie pudiera encontrarlo.

Se sentía desesperado y se agarraba el cabello con desesperación, quería gritar pero tenía un nudo grande en la garganta. ¿Por qué no salió inmediatamente tras él? ¿Por qué no lo abrazo y le dijo ahí mismo que lo amaba, aunque le costara terminar muerto en el acto? Se sentía como un imbécil y un inútil, no podía creer que dejara que las cosas salieran de aquella manera. Sentía su corazón comprimirse como si fuera a salir disparado de su pecho. No sabía qué hacer, se sentía tan débil, nunca había estado en una situación parecida y le desesperaba no ser más inteligente con lo que estaba pasando. Estaba a punto de partir hacia el pueblo nuevamente a buscar suerte, pero muy lejos de ahí sintió por un instante un cosmos que le parecía ligeramente familiar. Sintió el terror apoderarse de él cuando pudo reconocerlo, y salió corriendo desesperado.

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El espectro había inyectado una droga muy fuerte en el cuello del Pegaso en una gran dosis, por seguridad. El castaño tenía los ojos abiertos pero no podía mover su cuerpo. Sentía como si hubiera perdido el poder sobre sí mismo y su voluntad, se sentía terriblemente desprotegido. Estaba completamente paralizado, pero tenía cierta conciencia de lo que pasaba a su alrededor, ya que estaba algo mareado y aturdido. Se reprendió a si mismo por haberse alejado de aquella manera, quedando solo, vulnerable, y a merced de aquel desgraciado que lo había drogado ¿Qué estaba haciendo ahí? ¿Por qué le estaba haciendo esto?

Seiya era consciente que las cosas entre ellos dos habían sido bastante desagradables y que ambos se habían atacado no hace mucho con la intención de matarse durante la guerra. Ambos habían luchado por sus dioses y por sus ideales, y lo habían dado todo en campo de batalla. Sabía que aquel hombre lo veía con desprecio, pero después de todos los tratados y acuerdos entre la tierra y el inframundo, pensó erróneamente que simplemente las cosas habían quedado atrás y que ambos habían seguido adelante, o al menos él así lo hizo. Que ingenuo había sido.  

Hace días que se sentía observado, y eso lo había hecho sentir terriblemente incomodo, pero jamás imagino que se tratara de su antiguo enemigo, el de Wyvern; se reprendió mentalmente por su terrible error, porque debió haber sido más cuidadoso, debió haberle dicho a su maestro algo, a su diosa, o siquiera intentar investigar que mierda estaba pasando. Simplemente lo dejó pasar como si no fuera importante, como si no fuera un caballero con muchos enemigos en su espalda. Estaba enojado conisgo mismo, pero ya en ese punto, nada podía hacer, más que esperar su inevitable muerte en manos de su enemigo. Solo le rogaba a los dioses que lo matara rápidamente y que al menos sus camaradas descubrieran lo que había hecho antes que lastimara a alguien más.

Mientras tanto el espectro lo miraba con un odio profundo, su cara reflejaba una sonrisa retorcida; estaba recargado sobre una piedra de gran tamaño mientras pensaba como hacerle pagar a aquel niño estúpido que osó a enfrentarlo. Sabía que en aquel momento nadie sabía dónde estaba ese mocoso estúpido y disfrutaba enormemente pensar que nadie iba a poder salvarlo mientras se daba su tiempo para torturarlo. Estaba a su total merced, quería hacerlo sufrir e iba a gozar cada maldito instante.

-¿Estas asustado, Caballero de Pegaso? – le preguntó con burla

Seiya no pudo responder a su pregunta. El Juez del infierno lo miraba directo a los ojos con ira, y tirado como estaba, no podía moverse, mucho menos hablar; aun así con todas su fuerzas le dedicó al otro una mirada cargada de ira y asco. Incluso si no podía moverse y lo torturaba hasta la muerte, no iba a dejarse intimidar por ese desgraciado.

-¡JA! ¡Vaya! No pareces tan asustado- se quitó de donde estaba recargado, se puso frente al pegaso, para luego poner un pie encima de él, pisando con fuerza sobre su pecho  para hacerlo sentir sofocado, y luego agacharse en esa misma posición, con un hombro sobre su rodilla para mirarlo a la cara- yo sería más amable en tu lugar, escoria.- le susurró con una mirada asesina, tomando con violencia la cabeza por el pelo.

Seiya sentía que perdía el aire por el peso del otro sobre su cuerpo, pero aun así no se dejó asustar. Sostuvo con la fuerza que tenía la mirada retadora; si quería guerra, guerra iba a tener.

-Hace mucho tiempo que estoy esperando por esto ¿Sabes?…Aunque tuve que esperar por ello, ya que las cosas entre el inframundo y este insignificante planeta se encuentran en paz. Mi Dios hizo las paces con la perra estúpida a la que tanto adoras. Esa mierda de pelo morado me da asco, no entiendo por qué Hades quiso tener alguna relación con ella… quien sabe, tal vez se la quiera coger como una perra y luego deshacerse de ella, nunca se sabe- dijo con malicia y burla, mientras a Seiya se le retorcía hasta el alma de escuchar cómo se referían a Saori, no pudo hacer más que transmitir su odio a través de sus ojos, si las miradas mataran…- Por lo que sea, yo tuve que pasearme todo este tiempo por este asqueroso santuario lleno de pendejos como tú, y me tuve que retorcer de odio mirando como tu vivías tan tranquilo mientras a mí me consumía la amargura… eres un hijo de puta que no merece nada, pero que lo tiene todo, y eso no es nada justo, pequeña mierda…- dijo para luego levantarse y darle una patada en la cara, eso fue un golpe bajo que hizo a Seiya ver estrellas, le escurría sangre por la boca y quedó aturdido. El otro le dio más patadas en las costillas y la sangre seguía brotando; era un dolor penetrante y sentía que su cabeza daba vueltas, pero el castaño tomo fuerza de donde pudo y lucho por soportarlo. Había sufrido peores golpes, así que solo aguantó todo lo que le propinara el rubio, terco; prefería morirse ahogado en su sangre a dejarlo verlo sufrir.

-Podría golpearte hasta dejarte inconsciente, pero eso ya lo he hecho antes y no me trae ninguna satisfacción... mejor te haré pagar de otra manera más divertida, algo que te deje una marca profunda en el alma. Voy a hacer que te sientas el resto de tu vida tan humillado como lo he estado yo todo este tiempo… no vas a morir aún, caballero de pegaso, pero cuando termine contigo vas a desear que mejor te hubiera matado…

La mirada de Radamanthys era la de un psicópata, estaba cargada de odio. Con fuerza innecesaria acomodó al menor dejándolo con las piernas abiertas mientras lo miraba con lujuria. Comenzó a desvestirse lentamente y se bajó los pantalones que traía puestos. Seiya se sintió confundido al principio, estaba mareado por la contusión y apenas y podía seguirle el ritmo al rubio, pero luego, cuando el otro comenzó a manosearse a sí mismo mientras lo veía la realidad lo golpeo tan duro como la patada que le había dado Wyvern hace un instante. Iba a ser violado.

Quiso gritar, pero no pudo; apenas y pudo soltar un ligero sonido cargado de agobio que escapó de sus labios. No estaba listo para ese destino, no lo estaba. Iba a morir solo, humillado, violado y no había nada que pudiera hacer al respecto. Dejó su orgullo de lado y comenzó a llorar. Lloró por sí mismo, por su maestro que iba a estar muy decepcionado de él por no haberse defendido, por Deathmask, a quien hubiera querido regalarle su virginidad y haber compartido ese momento tan hermoso junto a él, y por todas las cosas que no iba a poder vivir a su lado; lloró amargamente y cerró los ojos, le pidió a su diosa perdón por ser tan débil y pensó desesperadamente en Deathmask; quería que lo último que estuviera en su mente antes de morir fueran los ojos del hombre al que amaba.

-Así me gusta, pequeña mierda…- se arrodillo y se acomodó entre sus piernas para luego darle una bofetada que le causo un sangrado más fuerte-  quiero que llores y que te humilles ante mí… te voy a volver mi puta

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Deathmask corría como un desesperado, no sabía dónde se encontraba, no podía encontrar el camino hacia su Seiya y sentía que se le salía el alma del cuerpo; le rogó desesperadamente a Athena que guiara su camino hacía el castaño; le rogó llorando desesperadamente, y le pedía perdón por haberle fallado, por traicionarla, por haber sido tan cruel y causar tanto daño por donde pasaba. Sabía que era un desgraciado y que merecía sufrir, pero le pedía a Athena con desesperación que no permitiera que Seiya sufriera, que si quería hacer sufrir a alguien, fuera él.

Sintió como si sus rugeos fueran escuchados, y una fuerza desconocida lo empujaba hacia el camino correcto. No entendía muy bien que  pasaba, pero supo que era Athena, y supo que lo estaba guiando hacia su castaño. No pensó demasiado y simplemente se dejó llevar; corrió como nunca lo había hecho hasta que por fín se acercó hasta donde estaban dos figuras tiradas. Lo que vio lo dejó por un momento en shock, mientras sentía como su corazón se rompía en pedazos, al mismo tiempo que la ira se apoderaba de su cuerpo. Lo que estaba frente a él, no se lo esperó.

Seiya estaba tirado sobre el suelo, inerte, Pensó por un momento que estaba muerto y sintió como el aire dejaba de entrar en sus pulmones, pero vio las lágrimas caer de sus ojos; tenía los pantalones corridos y las piernas abiertas con Radamanthys sobre él, penetrándolo con violencia. El rubio estaba gimiendo como un cerdo mientras ahorcaba al castaño y sonreía como un enfermo. Más que el acto carnal, estaba gozando de la humillación que estaba causando. Ni siquiera el sentir que alguien había llegado lo hizo detenerse, nada le importaba más que torturar a aquella escoria.

Radamanthys volteó a ver al recién llegado y no pudo evitar sonreír con mayor depravación mientras seguía en lo suyo.

Durante el tiempo que estuvo espiando al pegaso, había notado que aquel hombre pasaba mucho tiempo con él y que lo trataba como a un tesoro. Empezó a seguirlo también y no fue difícil atar los cabos, supo muy rápido que esos dos eran una pareja o que al menos compartían sentimientos amorosos, los había estado observando por tanto tiempo, que fue obvio para él que tenía algo especial, lo que le causo un odio aún más profundo. Pero en aquel momento no pudo caerle mejor aquellas circunstancias, ya que le causaba mayor satisfacción verlos a ambos sufrir. Entre más dolor mejor para él.

-Alejate de él… maldito

El peliazul se fue contra él como un poseso, estaba cegado por la ira y no había poder que lo frenara; se lo quitó de encima al pegaso e intento acercarse a él pero el rubio no se lo permitió y comenzaron a pelear como dos animales salvajes, con toda saña y brutalidad que fueron posibles; todo fue golpe limpio, sin cosmos ni armaduras. La indignación se apoderó del dorado quien tenía la sangre en la cabeza y gritaba con furia mientras golpeaba al otro con todas sus fuerzas.

Radamathys también estaba fúrico, pero le dedico una sonrisa burlona al otro. Ese hombre era un caballero insignificante. Incluso en la guerra entre el inframundo y la tierra se había humillado ante él por su vida. No iba a costarle nada deshacerse de él, e iba a hacerlo frente al pegaso; sabía que eso lo iba a destrozar e iba a ser más fácil violarlo hasta cansarse y matarlo. Esto cada vez se volvía mejor. Siguieron golpeándose el uno al otro sin piedad, buscando matarse.

Seiya estaba en el suelo llorando desconsolado. Nunca en su vida se había sentido tan impotente, tan frágil y tan débil como en ese momento. Radamanthys lo había violado con saña, al punto de causarle un dolor violento; sentía un ardor que le llegaba hasta el alma y se sentía asqueroso, quería morirse en ese instante. Lo más humillante de todo fue que Deathmask lo vio en aquel lamentable estado y no podría nunca borrar esa imagen de su cerebro; por un instante se sintió feliz de que hubiera ido por él, a rescatarlo, pero no creía que después de eso, nunca más, tendría la fuerza para ver a la cara al peliazul nuevamente sin sentir que se moría de la vergüenza. Estaba roto y no podía ser amado por él. Lloraba con las fuerzas que le quedaban en el cuerpo y le rogaba a Athena que se apiadara de él, que lo dejara morir y que salvara a Deathmask de aquello. Le rezaba con todas sus fuerzas.

El espectro empezó a dudar de su victoria. El peliazul estaba lleno de ira y lo atacaba con una ferocidad que no había mostrado ni siquiera en la guerra. Ambos estaban sangrando copiosamente pero se golpeaban con la misma fiereza que antes. El de Wyvern podía ver en los ojos del otro una frialdad que solo había visto antes frente al espejo, en repetidas ocasiones. Era un asesino como él y no iba a dudar en matarlo.

No había utilizado su armadura hasta el momento porque no quería llamar la atención y que lo encontraran. Su intención era torturar al pegaso, tirarlo lejos de ahí y volver al inframundo sin ser visto, pero estaba desperdiciando tiempo valioso con ese insignificante hombre y tenía que acabar lo antes posible. Golpeó al de cáncer con todas sus fuerzas, lo empujó lo más lejos posible y se llamó a su adorada sápuri, dispuesto a matar de una buena vez aquel que ya había vencido en el pasado.

-Mi tiempo es valioso y no puedo perderlo contigo, rata asquerosa. Voy a matarte de una buena vez para terminar de gozar a tu perra

-eres un desgraciado… ¡maldito! ¡Te voy a matar! ¡Te voy a matar! – La ira de Cáncer lo sobrepasaba, gritaba con la garganta rota.

-¡Gran Caucion! – atacó el rubio, quien conocía su propia fuerza y no dudó en usarla. Sabía que aquello ya habría alertado a alguno pero era mejor así. El ataque cayó directo sobre el de Cáncer, quien salió volando hasta estrellarse en una piedra; estaba muy herido, sin su armadura aquello había sido prácticamente mortal y no entendía por qué estaba aún vivo.

Seiya empezó a llorar con más fuerza si es que eso era siquiera posible. Se estaba recobrando muy lentamente de la droga, más por los golpes sufridos y apenas y podía sollozar con un poco más de fuerza que antes. No quería que Deathmask muriera. No quería perderlo y no podía hacer nada, se sentía roto e impotente. ¿Por qué todo era tan injusto?

-Jajajaja.. Ustedes son y siempre serán ratas inmundas… en especial tú. Eres un guerrero patético, incluso desde antes, cuando estuvimos en guerra… nunca tuviste el poder para enfrentarme y como una niñita asustada me rogaste por tu miserable y patética vida… eres un ser insignificante, los dos lo son, y por eso tú y tu querido Pegaso van a morir. Todo esto va a ser por tu culpa.

Deathmask lloraba… no iba a poder salvar a Seiya… le había fallado. La única razón por la que su vida valía la pena estaba ahí sufriendo y no podía hacer nada para evitarlo. Él se había jurado que iba a protegerlo y estaba fallando… Quería morirse. Con la poca fuerza que le quedaba, le dijo:

-Tienes razón… soy patético, y muy débil… Pero te equivocas en algo. Aquel a quien amo, a quien lastimaste… él no es ningún débil… Seiya es la persona más fuerte que he conocido en mi vida… él se levanta ante cualquier adversidad y lucha hasta el final por aquellos a quien ama, por su diosa, por la tierra… él sonríe cuando no tiene fuerzas, cuando se está desgarrando por dentro… él es la alegría de otros mientras él sufre en silencio…Seiya es muy fuerte y valiente- una lágrima se deslizo por su mejilla mezclándose con la sagre que le escurria- él es muy poderoso… y tú lo sabes…

-Ja! ¿De qué mierda estás hablando? ¿Qué no vez como lo tengo a mi merced, en el suelo, llorando? ¿A eso lo llamas tu fortaleza? ¿A dejarse coger como una prostituta barata?

-Maldito desgraciado… Esta inmóvil porque seguramente le hiciste algo… seguro lo drogaste…. Maldito enfermo….

-¿y eso que mierda importa? Deja de decir estupideces… no vas a evitar que te mate como a un miserable insecto de esa manera.- Se puso en posición para atacarlo nuevamente.

-Lo drogaste porque sabes que si hubieran peleado justamente te hubiera ganado sin problema… solo pudiste aprovecharte de él en una situación donde él no podía defenderse…eso te convierte a ti en el cobarde, basura -Las palabras de Cancer estaban cargadas de veneno

-¡Callate! – Radamanthys se puso rojo; maldito humano insignificante, mil veces maldito. Incluso si lo mataba y seguía con el plan que había trazado, las palabras de aquel gusano no iban a borrarse de su memoria… ganó solo por la situación de desventaja, no por su verdadera fuerza… y eso hacía más grande su amargura. Maldita sea. Estaba lleno de odio. Su ira estaba tomando control de su persona. Iba a matarlos a ambos.

Deathmask ya no tenía miedo a morir, pero no iba a permitir que Seiya muriera. Se levantó como pudo, y encendió su cosmos lo más que le fue posible. Iba a luchar, iba a luchar como Seiya siempre lo hacía… hasta el final… si al menos podía lastimar lo suficiente al Juez antes de morir, y por un milagro alguien más los encontraba.. Podría morir tranquilo.

El de Cáncer se preparó para luchar con su cosmo despierto lo máximo posible; iba a intentar atacarlo al menos una vez, al menos un golpe para ganar tiempo pero no le era posible… su cosmo no estaba respondiendo, estaba cegado por la ira, el dolor y el odio... no podía, simplemente no podía encender su cosmo y sentía que se moría por dentro, pero entonces lo sintió

Su armadura.

El dorado grito con todas sus fuerzas y fue envuelto por una luz cegadora. Su armadura lo había aceptado nuevamente e iba permitirle luchar una vez antes de morir. Encendió su cosmos al límite… pero primero necesitaba estar en armonía por dentro. Intentó apaciguar el dolor de su alma, quitando de su mente la horrorosa imagen de seiya en suelo siendo agredido, y la cambió por imágenes que le traían paz:

la primera vez que hablaron, sus conversaciones, la sonrisa de Seiya cuando le hablaba, el hermosos sonido de su risa cuando le contaba un mal chiste… la noche que salieron al bar… cuando Seiya le dijo que lo amaba frente a Aioros.

Deathmask encontró la paz y fuerza que necesitaba dentro de su corazón. Esa fuerza era Seiya, quien era su razón de vivir, ya nada podía derrumbarlo nuevamente porque lo tenía a él. El peliazul atacó al otro con todo su poder, quitándole al rubio la oportunidad de matarlo. El golpe fue tan potente que Radamanthys salió volando varios metros atrás y daño gravemente la sápuri que estaba usando. El Juez del inframundo no se levantó de aquello.

Deathmask se acercó a él y lo tomó con frialdad para darle el golpe final, si aprovechaba ahora que estaba tan débil podía deshacerse de él sin ningún problema, y todo esto se acabaría de inmediato. Tenía que hacerlo pagar por el daño que había causado, tenía que matarlo. Lo odiaba. Había dañado a quien más quería en el mundo, tenía que vengarse por él. Estaba a punto de atacarlo con toda su fuerza. Lo tomó por el cuello y levanto el puño, listo para acabar de una vez por todas.

Pero no lo hizo.

Incluso aunque su alma le pedía a gritos que le hiciera pagar por el daño que le causo a Seiya… no podía hacerlo. No podía, y más importante, no iba a matar a Radamanthys. Él se había prometido que iba a ser el hombre que Seiya se merecía, luchar por merecer a alguien tan maravilloso a su lado… y si lo mataba, iba a seguir siendo el monstruo que fue toda su vida.

-Adelante… Acaba con mi miserable vida de una buena vez.- le dijo wyvern con la fuerza que le quedaba. Se sentía impotente, humillado e incluso sorprendido. Nunca esperó que alguien tan débil pudiera causarle un daño como ese, y resignado simplemente espero a su muerte, que sería su único consuelo.

-no…- lo soltó sin ningún cuidado y lo dejó caer al suelo. El rubio enojado le dijo:

-No seas un cobarde…. Mátame ya…

-No….no te voy a matar…- se dio la vuelta para darle la espalda- yo no voy a matar nunca más… por él… - volteó a ver al Cataño que miraba todo con sorpresa en su rostro- yo quiero merecer su amor… yo no voy ser un monstruo nunca más…- antes de irse le dijo, se detuvo y le dijo-no seré yo quien te haga pagar tus pecados…-

Salió corriendo hacia Seiya mientras el otro le gritaba. El castaño estaba llorando mirando ahora a la nada. El peliazul se arrodillo ante él y lo abrazó con todas su fuerzas, con toda su alma. Lloro amargamente por los dos mientras le decía:

-Perdóname... perdóname, perdóname por favor…

Seiya se sentía morir. No tenía que pedirle perdón, no fue su culpa, Deathmask fue por él… le salvó la vida. No podía con el dolor. Esto estaba superándolo como ser humano. Deathmask le besaba el rostro con devoción mientras le rogaba por su perdón. La agonía lo estaba ahogando, la culpa le carcomía el alma. Ojala algún día pudiera encontrar perdón por haberle fallado.

-Perdóname Seiya... perdóname, te fallé... no te protegí como te lo había prometido… no me merezco que ames… perdóname… yo te amo… te amo Seiya.. Eres mi vida.. te amo.- le besaba el rostro con cada palabra, desesperado.

Seiya no podía hablar. Quería decirle que también lo amaba, que no había nada que perdonar…. Que Dios se apiadara de él y lo dejara hablar. No pudo más, perdió toda su fuerza y se desvaneció. Habían sido demasiado cosas en un solo día y su cuerpo clamaba por descanso.

Aioros llegó poco después seguido de su hermano al sentir la fuerte conmoción. Sintieron el como del de Cancer y el de un espectro de hades ¿Qué carajo era todo eso? Temieron que se hubieran roto los pactos de paz y lo siguieron. Llegaron a donde se había sentido una fuerza explosión de cosmos y encontraron a Deathmask abrazado al pegaso llorando desconsoladamente, mientras que el menor no se movía en lo absoluto… a Aioros se le paró el corazón.

.¿Que esta pasado? ¡¿Qué le pasa a Seiya!?... Él esta…

El de cáncer no dijo nada, solo lloraba desconsolado. A los otros dos se les fue el alma a los pies y sentían que la rabia los consumía por dentro.

-Deathmask…¡ que mierda le hiciste!… - El león estaba a punto de caerle encima y acabarlo a golpes pero Aioros lo detuvo… el León lo volteó a ver y el otro le señaló al Juez que se encontraba muy malherido no muy lejos de ellos.

-¿Qué está pasando aquí, Deathmask?... explícate inmediatamente ante de que te mate en el acto… Dijo el arquero con la voz tan gélida que hubiera podido asustar al mismo Hades.

Deathmask no respondió inmediatamente. Tomo en brazos a Seiya y se levantó cargándolo delicadamente mientras lo miraba con infinito amor y preocupación. Solo despegó su mirada de él para confrontarlos con la mirada y decirles:

-Esa escoria miserable que está allá…. Estuvo vigilando a Seiya desde hace un tiempo…no sabíamos quién era pero sentíamos que alguien nos espiaba… debí haberlo hablado con alguien…- comenzó a soltar lágrimas de frustración- esa mierda drogó a Seiya, no se puede mover pero al parecer está consciente…o estaba…. Creo que se ha desmayado, aun siento el latir de su corazón- dijo arrastrando sus palabras mientras lo analizaba, se veía como un ángel dormido. Necesitaba detenerse para respirar. Solo de recordar lo que había pasado, sentía  que se le acumulaba la bilis en la garganta, que iba a gritar de impotencia en cualquier momento.- Ese infeliz lo violó… cuando llegué estaba ultrajándolo mientras él no podía defenderse- se puso rojo de ira-y peleamos, quise matarlo… pero no fui capaz… yo necesito llevar a Seiya al santuario de inmediato… lo que quieran hacer con él… no es mi problema nunca más.- Dijo y se retiró corriendo directo al santuario. Necesitaba que  alguien ayudara a Seiya inmediatamente.

El arquero quedó en shock con lo que escuchó. Había estado enojado muchas veces en su vida, pero lo que estaba sintiendo en aquel momento no se comparaba con nada que hubiera sentido en el pasado. Su cosmos hervía como un volcán en erupción. Podría fundir acero con sus manos. Que los dioses se apiadaran de Radamanthys.

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer. Esta historia ha sido toda una aventura y me siento muy feliz de poder compartirla con ustedes. Se que los utlimos capitulos han sido muy densos pero ya vendran cosas mejores.

Nos vemos en el siguiente capitulo, de verdad gracias por su apoyo. 

 

Un abrazo


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