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Inesperado por iscristin

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Notas del capitulo:

Hola! Hoy les traigo un nuevo capítulo. En el capitulo pasado vimos la perspectiva de varias personas, y fue algo denso. Hoy traigo un capitulo igual de dramático, van a tener que disculparme, estoy bastante fragil en estos momentos y muchas cosas me tocaron fibras sensibles. Ni siquiera se si lo corregí lo suficiente, pero aqui lo traigo. Ya despues de este vienen capitulos mas alegres.

Muchas gracias por su tiempo, les agradezco mucho que sigan esta historia y me comenten, me hacen muy feliz

 

¡Besos!

-Deathmask…

-Aioros... Athena- Hizo una reverencia en respeto a la última.

-¿Cómo está Seiya?

- Está mucho mejor que cuando despertó… Al principio estaba muy dolido y se sentía culpable por lo que pasó, pero he hablado con él y parece que está más tranquilo pero no se si ha abandonado ese sentimiento del todo – les dijo bastante derrotado. Aunque con el menor se mostró bastante más fuerte, había sido demasiado doloroso aquello.

¿Culpable? – le preguntó el arquero con angustia. ¿Cómo era posible que sintiera culpa?

-Pues…- no estaba siendo fácil hablar de ello sin romper en llanto – Estaba bastante roto emocionalmente, sentía que había sido su culpa por haber escapado en primer lugar y por no haberse defendido.

Saori derramo un par de lágrimas cuando escuchó eso, sabía perfectamente que eso era lo que su caballero pensaba; ella había sentido todo el dolor e impotencia que vivió el castaño; había escuchado todos sus rezos, las palabras de dolor y cada una de las disculpa que le había pedido. ¿Cómo podía Seiya si quiera pensar que ella iba a enojarse con él por algo que no había sido su culpa? No podía con tanto. Era demasiado para ella. Quería desmoronarse pero no lo hizo, no era el momento.

- yo pude sentir el dolor e impotencia que vivió… mientras Radamanthys lo atacaba, me pidió perdón tantas veces que perdí la cuenta… - lo último lo dijo con la voz quebrada.

A cáncer y a Sagitario se les partió el corazón al escuchar aquello.

-No mi Seiya…¡Pero si él estaba drogado! ¿Qué podía hacer?... esto no es su culpa…nonononono- Aioros estaba a punto de perder el juicio, se agarraba la cabeza desesperado. ¿Cómo podía culparse de lo que pasó? Solo pensarlo lo hacía querer llorar. Tenía que hablar con él.

-Ya se lo he dicho... pero va a ser difícil hacerle entender, aun así, yo tengo fe de que va a levantarse, de que va a estar bien… solo nos necesita a su lado- dijo lleno de convicción; él sabía que Seiya era capaz de levantarse del hoyo más profundo, porque él era el caballero de la esperanza, y nadie podía contra él-…. Athena, necesito hablar con usted si me lo permite – hizo una leve reverencia al decir aquello. Estaba hablando con mucha seriedad.

Saori lo miraba con tristeza; sabía que en algún momento tendría que hablar con el de Cáncer pero no sabía si estaba lista. Simplemente asintió, no tenía sentido huir a las cosas. El de Sagitario miró a los ojos al peliazul y este le devolvió el gesto. Ambos se miraban profundamente sin decir palabra alguna; solo pudieron encontrar en aquel momento una sola cosa: dolor.  Ambos estaban concentrados en el pegaso y no era momento de ninguna otra cosa. Estaba en “tregua” por el momento.

-Voy a ver a mi muchacho… si me disculpan - dijo al fin el arquero. Era obvio que no era requerido en aquella charla y necesitaba ver a su discípulo. Se retiró.

La pelimorada y el italiano estaban rodeados de un silencio incómodo. Era un momento muy difícil y estaban buscando la manera de poner palabras a las cosas que sentían en aquel momento.

-Athena yo…- Comenzó el peliazul

–También escuché tus rezos... Deathmask… por favor perdóname por no haber ido a ayudar, hice lo que pude- una lágrima se escapó de sus ojos. El de Cáncer simplemente negó, no le salían las palabras.

-No tienes que pedirme disculpas, yo…soy quien debe disculparse. Yo debí protegerlo, esto es mi culpa

-No lo es, esto solo es culpa de Radamanthys y de nadie más- El nombre del rubio le salió con veneno a la bella mujer, casi lo había escupido- no sirve de nada hacer esto. No sirve culparnos el uno al otro. Nos vamos a hacer pedazos y no vamos a solucionar las cosas… Tenemos que perdonarnos, y buscar la manera de salir adelante todos de esto.

El peliazul, asintió, consciente de que lo que había dicho era la verdad y sin saber que agregar, y ambos volvieron a quedarse en silencio. Podían culparse y pedir disculpas por el resto de sus vidas y no iban a llegar a ningún lado. Aun así, necesitaba aclarar las cosas con ella.

-¿Fuiste tú?

- Fui yo ¿Qué cosa?

- ¿Tú me guiaste hasta él? ¿Tú me permitiste usar mi armadura una vez más? – se acercó, la mirada que le estaba otorgando estaba cargada de muchas emociones, y la hacían sentir por alguna razón, angustiada.

-Yo… fue lo único que pude hacer... yo de verdad…-

No pudo terminar. El italiano se abalanzo sobre ella y la abrazo con toda la fuerza de su corazón mientras lloraba. Saori quedó en shock.

-Gracias… gracias, gracias, gracias… gracias… hace tanto tiempo que deseaba pedirte que me perdones… perdóname… perdóname por favor, perdóname por todo- empezó a caer al suelo devastado, quedo de rodillas frente a ella llorando desconsolado- perdóname por favor, te lo suplico; perdóname por ser un miserable, por haber sido tan ciego toda mi vida, por haberte fallado y por haber lastimado a tanta gente, yo no sabía que estaba equivocado, no entendía lo que estaba haciendo, estaba tan solo… gracias por permitirme protegerlo, por llevarme a él, yo lo amo, nunca podre agradecerte lo suficiente, él es todo para mí… gracias, gracias gracias…- las lágrimas caían una tras otra. El agradecimiento que sentía su corazón era más grande que si mismo –Yo no sabía qué hacer ni a donde ir, no lo sabía, si no hubiera sido por ti yo no sé qué hubiera pasado, que hubiera sido de él. Si yo lo hubiera perdido… no sé cómo agradecerte, gracias, gracias, gracias

Athena se arrodillo junto a su caballero con lágrimas en los ojos, le puso una mano en la mejilla y le dijo – Gracias a ti, por haber salvado a mi mejor amigo, a mi luz- y lo abrazo con fuerza. La fuerza del cosmos divino invadió por completo el alma de Deathmask, y lloró con más fuerza. Había sido tan ciego por tantos años, había tomado tantas decisiones equivocadas que lo llevaron a decisiones tan tontas e innecesarias, pero ahora estaba aquí, recibiendo el perdón de Athena. No lo podía creer, no podía ser verdad. No podía dejar de llorar.

- Gracias… muchas gracias, Realmente lo lamento…. Perdóname

- No tienes por qué disculparte – Dijo con un nudo en la garganta. También sentía mucho dolor.

- Si tengo que hacerlo. Yo lo lamento con mi alma…. Nunca fue mi intención lastimarte. Yo no decidí esto, simplemente pasó, yo… simplemente me enamoré de él y no quise…

-Basta por favor…- Sus lágrimas se habían intensificado con aquello. El peliazul había ido directo al grano y era el momento de ser honestos. No le sorprendió que el otro supiera de sus sentimientos, nunca fue discreta, ni por un segundo. Sentía mucho dolor pero no era necesario aquello ¿Qué iba a cambiar al respecto? No era una egoísta. No era fácil, no estaba bailando de felicidad, pero, ella lo había aceptado y estaba lista para soltar - No tienes que pedirme perdón, tú mismo lo has dicho, no lo decidiste y Seiya tampoco, fue algo que se dio. Tú lo amas y él a ti, no hay más que decir.- lo abrazó con más fuerza, cerrando sus ojos.

-Pero yo…

- No importa Deathmask- puso una mano sobre su mejilla y lo miro - No importa, en lo absoluto. No te preocupes por mí. Yo lo amo con mi alma, y lo único que necesito es verlo feliz- Sus ojos le gritaban tantas emociones que no podía ponerles palabras- Si tú eres su felicidad jamás voy a interponerme en su camino, todo lo contrario. Bendigo su relación desde el fondo de mi corazón; siempre velaré por ustedes, pero necesito, y esto es muy importante- tomó su rostro con ambas manos y lo miro a los ojos con intensidad – necesito que me prometas que vas a hacerlo feliz, que vas a amarlo con el corazón y que no lo vas a lastimar, por favor

-Athena…

- Tienes que prometérmelo. Necesito que lo hagas, por favor. Hazlo feliz, por mí- las gotas saladas salían de sus hermosos ojos sin descanso ni piedad. No podía dejar de amar al castaño, y necesitaba estar segura de que estaba haciendo lo correcto al dejarlo ir.

- Lo prometo, por mi vida. Lo amo y voy a luchar cada día de mi vida por hacerlo feliz – tomo sus delicadas mano entre las suyas- te lo prometo Saori, el hombre que vez ahora es distinto al que una vez conociste. Yo he cambiado, por él y por el amor que arde aquí en mis entrañas. No puedo imaginar mi vida sin Seiya y voy a luchar con cada fibra de mi alma por merecer su amor.

Aioros había caminado hacia el cuarto del castaño pero no había entrado; no pudo evitar mirar y escuchar aquello. Solo miraba la escena, y no sabía cómo sentirse. Estaba más tranquilo de ver todo lo que estaba pasando, pero se había sorprendido mucho cuando escuchó sobre los sentimientos de la pelimorada, y abrió los ojos, sintiendo una profunda tristeza por ella, y empatizó con toda su alma. Aunque fuera una deidad, había nacido en este mundo como una humana, y tenía todo el derecho del mundo de amar, como todos los demás. Sintió un profundo respeto por ella y se prometió apoyarla y ayudarla a salir adelante, iba a necesitarlo.

Aquel acto tan grande de amor lo había sorprendido profundamente; como había dicho Seiya, la pelimorada había perdonado al italiano, y aquello lo conmovió hasta el alma, pero perdonar no era algo tan fácil para él… aun así tenía que hacer el esfuerzo por su muchacho. No podía vivir en el resentimiento el resto de su vida. Su discípulo, si casi hijo amaba a ese hombre y si seguía oponiéndose iba a alejarlo de él y perderlo para siempre. Eso no lo soportaría y prefería estar cerca de él para cuidarlo.  No dejaba de pensar que la fuerza del amor era la más poderosa de todas.

Decidió que había escuchado lo suficiente y que era momento de hablar con Seiya; no sabía si estaba listo, pero tenía que confrontarlo en algún momento. El dorado tocó la puerta, pero no recibió respuesta. Con mucho cuidado abrió la puerta y se encontró con la visión de Seiya profundamente dormido. Sonrió.

El arquero entró lo más silencioso que pudo y se sentó en la silla que estaba pegada a su cama, donde había estado Deathmask antes. Tomo su mano entre las suyas y lo miró dormir. Todo lo que había pasado hasta ese momento volvió a su mente y se dejó invadir por el dolor mientras revivía la situación.

Deathmask se llevó a Seiya al santuario y cuando reaccionó perdió el control de sí mismo y atacó a Radamanthys. Lo sabía perfectamente, pero estaba tan cegado por la ira que si le preguntaban que hizo, como o cuanto duro, no sabría responder en lo absoluto. Solo lo sabía por qué se lo habían dicho, y tenía consciencia de que había dejado en un estado lamentable al rubio casi  a un punto grotesco, y sus heridas manos eran la prueba ferviente de ello.

Miró dentro de su corazón y con total honestidad no le importaba en lo más mínimo. No sentía placer por dañarlo ni mucho menos, pero no sentía en su persona ni un miserable gramo de culpa por el daño causado al bastardo aquel, como seguramente tampoco Aioria debía de hacerlo, simplemente se sentía vacío.

No recordaba mucho sobre lo que pasó después de la terrible explosión de ira que tuvo ni siquiera de como volvió al Santuario; solo recordaba que había caminado sin parar como un zombi hasta que estuvo frente a su templo; no se derrumbó en el suelo por qué sabía que Seiya lo necesitaba y tenía que mantenerse en una pieza, ni siquiera lloro una lagrima, y estuvo ahí con Athena y el cerdo de Cáncer mientras lo cuidaban. Quiso encontrar fuerzas para correr al “novio indeseable” de su templo y molerlo a golpes como al rubio, pero estaba tan cansado y destrozado que solo quería usar la poca energía que tenía para velar por el bien de su niño.

En ese momento sus emociones volvieron a él, y mientras veía al otro dormir, derramo mas lágrimas, como no lo había hecho en mucho tiempo.

Aioros había criado (al menos el tiempo que estuvo vivo) a su hermano menor, con paciencia y amor, desde que era pequeño. Para él era su hijo, lo adoraba como uno y nunca, ni siquiera muerto había dejado de cuidarlo. Volver a verlo había sido un alivio muy grande para su alma, más porque había dejado de ser un niño; se había convertido en un todo un hombre, y un caballero muy poderoso. Estaba orgulloso de él y lo quería ardorosamente, era su familia, su orgullo. Su lugar en su corazón era algo inmovible, y el de Leo lo sabía y correspondía de igual manera.

De la misma manera, pero casí inesperadamente, en el momento en el pequeño Pegaso entró en su vida, se había metido en su corazón casi a la fuerza, se apropió de él y se había vuelto tan importante para él como su propio hermano.

Desde el día en que lo conoció no le tomo mucho tiempo agarrarle cariño. El menor había sido quien había seguido con su misión de proteger a Athena, y lo había hecho con una entrega que no había visto en nadie más. Lo guio cuanto pudo mientras estuvo muerto, le confió su armadura y lo cuidó desde entonces; el pegaso lograba milagros con tal de proteger a Athena y sus amigos.

El día que se conocieron en persona, ya él revivido y adaptado nuevamente al santuario, fue un momento que no iba a olvidar nunca. El pegaso lo saludó con infinito respeto, estaba completamente nervioso y tartamudeaba al hablar con la cara roja. Le dijo tan rápido que apenas y pudo entender lo que decía, que lo admiraba y que siempre siguió sus pasos en cada cosa que hacía, que era un honor conocerlo finalmente, se inclinó totalmente rígido y prometió ser un aprendiz digno de sus enseñanzas. El arquero no pudo evitar quedar prendado. Por decisión del patriarca se había decidido que él iba a ser su aprendiz y sucesor, y quedó como su maestro.

Al principio la convivencia fue complicada. Mientras él, era un caballero ordenado, puntual y estricto, Seiya era desorganizado, inquieto, muy ruidoso y terco. Por un momento pensó que iba a ser una tarea agotadora ser maestro de ese terremoto andante, pero ni siquiera dos semanas le tomó adorarlo. El menor le hacía caso casi con devoción a lo que él pedía, en los entrenamientos se transformaba en otro y tomaba una seriedad que podía rivalizar con la de Shura, se entregaba al máximo y no se quejaba nunca a pesar de lo duro que resultara los ejercicios que le pusiera.

Fuera del entrenamiento, el mocoso lo trataba como si fuera su amigo, le contaba su vida como si nada y se metía en los asuntos de Sagitario como si tuviera todo el derecho del mundo. Era terco, necio, entrometido, ruidoso y a veces deseaba arrancarle la cabeza, pero también era noble, sincero, cariñoso, buen amigo y buen estudiante.

Era un chico extraordinario y confiado, pero a pesar de todo eso al arquero no le tomo mucho tiempo descubrir que detrás de esa confianza maniaca se escondían inseguridades, miedos y soledad. Que al menor un cumplido de él le subía el ánimo hasta el cielo y lo motivaba a dar siempre más, a veces incluso de manera contraproducente, mientras que con una sola crítica se marchitaba y se ahogaba dolorosamente en el infierno. Tuvo que aprender a ser cuidadoso con la manera en la que le enseñaba, motivarlo de manera indirecta, regañarlo de maneras más sutiles.

El menor se volvió su sombra, todo lo que él hacia lo imitaba como un camaleón, siempre que hacía algo bien lo buscaba con la mirada en busca de aprobación; aunque aquello también ponía ciertas barreras entre ellos, como si cada vez que lo tuviera enfrente contuviera la respiración, y no fue fácil, pero supo encontrar un camino hacia él.

Tuvo que adaptarse al complejo mundo emocional del menor y darle más tiempo y atención del que había creído, prácticamente empezó a criarlo como crio a su hermano.

El pegaso le exigía el afecto, buscaba desesperadamente llamar su atención, incluso si requería hacerlo enojar para ello; poco a poco encontró la manera de volverse una prioridad en su vida. El pegaso tan solo con la miraba demostraba lo mucho que adoraba al griego, empezó a ser cada vez más abierto con el cariño que le profesaba y a tratarlo como si fuera su padre cínicamente. El arquero no quiso ni pudo evitarlo.

Era su pequeño orgullo, al que habían lastimado, y en ese momento, que lo tenía enfrente, no sabía que era lo que iba a decirle.

Seiya se despertó lentamente al sentir alguien cerca de él. Dormido como estaba no identificó inmediatamente de quien se trataba pero se sentía como una presencia cálida y reconfortante; por un momento pensó que podría ser Deathmask. Al abrir los ojos se topó con la mirada de Aioros, quien lo veía con una infinita tristeza mientras tenía una de sus manos entre las suyas.

Ambos se quedaron viéndose por un tiempo, buscando resentimientos en la mirada del otro; solo había dolor, culpa y miedo en ellos.

-Maestro yo…

-No digas nada por favor- Seiya se sorprendió, Aioros nunca le había hablado así, pero no podía identificar si era algo bueno o malo, aun así le hizo caso –Sé lo que vas a decirme, y se lo que sientes respecto a lo que paso – Seiya bajó la mirada, Aioros le apretó con más fuerza la mano- Aunque te lo ha dicho antes Deathmask, necesito que lo escuches de mí, necesito decírtelo y quiero que pongas atención a mis palabras…. Esto, no sé cómo llamarlo, no sé cómo referirme a ello sin romperme, esto que sucedió fue un crimen atroz, un acto de maldad injustificado –puso una mano sobre su rostro- y lo que pasó, no es y nunca será tu culpa, mi niño, y no voy a permitir que vuelvas a decirlo nunca más… y no, no estoy enojado contigo, ni decepcionado, ni ninguna otra tontería como esa- lo miro, casi reprendiéndolo por osar a pensar tremenda estupidez- estoy muy orgulloso de ti, de quien te estas convirtiendo, y pase lo que pase, nada va a cambiar ese sentimiento -lo abrazó con cariño, mientras el castaño daba rienda suelta a las lágrimas –tu eres demasiado importante para mí y yo no quería ser testigo de que te lastimaran… yo debí haberme calmado y hablarlo contigo de otra manera, haberte escuchado y trata de entender, de razonar… lamento tanto haberte dejado ir en ese estado, lamento tanto haberte lastimado… jamás voy a perdonármelo… tu eres mi familia, no importa si no compartimos sangre, tú te volviste mi familia y te amo como si fueras mi hijo, espero algún día puedas perdonarme Seiya…- el dorado se rompió finalmente; empezó derramar las lágrimas que tuvo guardadas todo este tiempo y abrazo con toda fuerza al pegaso.

-Aioros…tu eres mi papá, yo te amo papá, muchisimo- Seiya no se esperaba esas palabras en lo absoluto, pero como las necesitaba. Era un huérfano que aprendió a ser feliz sin padres como cualquiera de sus amigos y camaradas, sufría al respecto tanto como cualquier otro caballero, y no se quejaba realmente por ello ya que, era una realidad para él como lo era para todos y estaba acostumbrado a ello, vivía su vida a su manera y la disfrutaba como podía, pero el día que aquel hombre había entrado a su vida había llenado ese vacío que no supo que existía hasta que desapareció de sus entrañas ¿Cómo era posible no amar a ese hombre? Si él, tan impertinente como era, se había metido en su vida como un virus y le había exigido casi a la fuerza que lo quisiera, y el arquero nunca le puso resistencia. Nunca le dijo que no, nunca lo alejo o le puso límites a sus muestras de cariño; lo regañaba, lo apoyaba y valoraba todo el esfuerzo que hacía, prácticamente lo obligó al de sagitario a tomar un papel que no le correspondía y el arquero lo acepto gustoso. Era casi imposible pensar que lo viera como a algo distinto a una figura paterna, lo llamaba maestro por que decirle “padre” le parecía violento, casi incorrecto, pero no podía ser ya de otra manera. Le respondió el abrazo al arquero con la misma intensidad que el otro, le necesitaba más que nunca.

-Entiendo si ahora me odias…

-Jamás, nunca podría odiarlo, que lo quiero tanto. Como yo le dije antes y se lo digo ahora, lo amo como si fuera mi padre, y no podría odiarlo nunca. El lugar que usted tiene en mi corazón no va a llegar nadie a quitarlo jamás de ninguna manera. Yo siempre busco seguir sus órdenes y consejos, pero en ese momento, yo no pude hacerlo, por eso fue tan duro para mí que quisiera alejarme de Deathmask, porque para mí lo que usted piense de mí lo es todo, yo no quise faltarle al respeto o mentirle, pero no sabía cómo iba a reaccionar, me daba miedo que se enojara conmigo, yo no deseaba hacerlo enojar, las cosas simplemente se dieron de la manera que fueron. Yo me enamore y no hubo nada que pudiera hacer al respecto

- Perdóname por favor… nunca quise lastimarte, yo solo tenía miedo que te lastimara, o que se aprovechara de ti… tu bienestar es mi prioridad… jamás quise que pasara esto

-No tiene que pedirme perdón… usted no tuvo la culpa de lo que pasó, y lo que dice usted y Deathmask es cierto… esto solo es culpa de Radamanthys y de nadie más…- antes de volver a hablar tragó duro, no era fácil-yo no tuve la culpa… él me dijo que quería lastimarme y humillarme de manera que nunca pudiera levantarme, y es verdad que lo que él me robo no voy a recuperarlo nunca más- hablaba con la voz rota- pero yo voy a estar bien, yo me voy a levantar de esto, voy a volverme más fuerte y voy a estar bien- le dijo el pegaso mirándolo a los ojos, con ese fuego que lo caracterizaba. Aioros no podía sentir más orgullo por él.

-yo lo sé Seiya, y no vas a estar solo, yo estoy aquí para ti- Le dio un beso en la frente. Ambos se sonrieron y se abrazaron nuevamente. Las cosas iban a estar bien.

Deathmask había vuelto para ver a Seiya, la pelimorada se había ido, no estaba lista para ver al castaño por lo que decidió retirarse y darles tiempo a los otros de hablar tranquilamente de lo que había pasado; se despidió pidiéndole que lo cuidara mucho. Había sido una situación muy densa y el italiano se sentía cansado como si hubiera dado vuelta al mundo corriendo. Solo quería refugiarse en los brazos del Pegaso, pero vio a los dos castaños abrazados y espero un poco antes de animarse a entrar, pensó por un momento que lo mejor era retirarse y darles espacio, pero ya los otros habían volteado a verlo antes de que pudiera irse.

Seiya se quedó en silencio, no sabía cómo iba a reaccionar  el arquero y tenía miedo que discutieran nuevamente. Estaba prácticamente reteniendo el aire como si eso fuera a detener el tiempo. Por su parte el de Sagitario, ya más tranquilo, se levantó de su asiento mirando a los ojos al otro hombre. Era momento de arreglar las cosas.

-Aioros.. yo…- dijo el peliazul inseguro

-Guarda silencio y escucha, que no eres un crío y no pienso repetirte las cosas- dijo solemne el arquero- te comunico que no voy a oponerme en su relación por el simple hecho de que sé que Seiya te quiere, y su felicidad es importante para mí- Seiya abrió los ojos sorprendido, y su corazón empezó a latir rápido de felicidad, Deathmask también estaba sorprendido, por decir lo menos, el arquero cambió su postura y su voz de una manera mucho más agresiva -Pero no creas que voy a bajar la guardia y me voy a voltear a un lado a mirar el horizonte como si todo estuviera magnifico entre nosotros dos. Lo que pasó hoy no cambia el hecho de que no confío en ti en lo absoluto, para mi sigues siendo un rufián y te va a costar mucho trabajo ganarte mi confianza, si es que logras algún día ganarla- se acercó hasta quedar con la cara totalmente frente a él, su rostro no daba lugar a dudas, mientras susurraba cargado de ira- Escúchame bien, si te atreves a hacerle daño, si acaso Seiya derramara una sola lagrima por tu miserable culpa… va a ser a mí a quien vas a responder por tus actos, y si te pareció que fui duro con Radamanthys, eso te va a parecer una palmadita en la espalda. Contigo no voy a tener piedad, ¿te quedó claro?

Deathmask lo sabía, lo veía en sus ojos, pero eso era lo de menos para él, estaba seguro de lo que sentía.

-Lo entiendo Aioros, pero créeme que si yo lastimara a Seiya, yo mismo vendría ante ti pidiéndote que me mates, Seiya es lo más importante para mí y no me perdonaría jamás hacerle daño, es el amor de mi vida- el mencionado se puso totalmente rojo, nunca se había sentido tan cuidado, tan protegido por nadie, y aquí tenía dos personas dispuestas a todo por él. Sabía que iba a estar bien y que se iba a levantar de esta situación, ya no le quedaban dudas. Su corazón estaba dichoso.

-No tendrás que pedírmelo dos veces- dijo con burla el arquero- me retiro, cuida bien de mi muchacho- le puso una mano en el hombro- voy a mi habitación, puedes quedarte a cenar si quieres, pero cuando terminemos te largas de aquí inmediatamente, si intentas algo raro lo voy a saber y te voy a quitar lo que tienes de hombre en un instante… con permiso.

Sagitario partió para irse y darle espacio a esos dos, pero antes tenía algo importante que aclarar

-Por cierto… Deathmask

-Eh?

El mencionado volteó, y antes de darse cuenta estaba en el suelo, el arquero le había dado un puñetazo en la cara.

- ¡Deathmask!

-Eso fue por llevarte a Seiya a un bar y ponerlo borracho y quien sabe que cosas más que no quiero enterarme… si osas pasar por encima de mi autoridad y se vuelve a repetir esa situación… no vas a vivir para contarlo… lo siento Seiya.

-Aioros... espera…- Seiya intentó levantarse, aún estaba mareado por la droga y le estaba costando, Aioros se acercó a él para ayudarlo pero Seiya se colgó de él en un abrazo muy sentido y le susurró al oído

-Gracias por aceptar mi relación, no se imagina lo mucho que significa para mí, gracias por cuidarme, por golpear a Radamanthys hasta dejarlo inconsciente… gracias por todo, es mi héroe.- Estaba totalmente vulnerable

Aioros lo abrazo con una enorme sonrisa, le susurró a menor con la misma complicidad –Eso y mucho más haría yo por ti, recuerda siempre lo que dije, si te lastima- señalo al peliazul - yo voy a hacerlo pagar por sus errores, tu solo dime y yo encantado – le hizo un guiño. Le beso la frente y se dispuso a irse, ya había golpeado suficientes personas y necesitaba descansar un momento. Se retiró a descansar.

Deathmask se quedó algo aturdido en el suelo tenía la mano sobre la mejilla donde había sido golpeado. Sabía que iba a tener que pagar por lo que había hecho, pero supo de buen gusto que aquel fue un castigo insignificante comparado con lo que el arquero pudo hacerle; estaba feliz porque sabía que de alguna manera le estaba confiando la felicidad del pegaso, y ahora sería más fácil estar juntos. Estaba esperanzado a pesar de todo.

Seiya estaba acostado de lado con su cabeza sobre su mano, mirándolo divertido. Iba a ser toda una aventura para ambos salir adelante, y sobre todo para  Deathmask sobrevivir a Aioros, pero estaba feliz. Podía estar con el hombre que amaba a pesar de todo; encontró la manera de bajar de la cama lentamente y empezó a acercarse al de Cáncer, quien se acercó a él y rompió la distancia que los separaba.

-No deberías moverte de la cama Seiya, aun estas mareado- lo miro a los ojos con preocupación tomando una de sus mejillas con una mano. Sus ojos estaban llenos de amor por ese niño. Seiya le dio un beso en la mejilla golpeada y le dijo:

-Solo quería asegurarme que Aioros no te hizo mucho daño mi amor.

“Mi amor”. Eso sonaba muy bien.

-Estoy bien, en realidad esperaba algo peor- sonrió de lado

-naaa, Aioros es un amor, en poco tiempo también va a quererte y aceptarte en nuestras vidas, ya lo veras.- El dorado repitió el “un amor” en su mente mientras recordaba al destruido Wyvern después de la golpiza de los hermanos. Si claro. Estaba distraído en eso pero lo saco de su mente el castaño con lo que le dijo:

-Pero creo que voy pedirle que te golpee nuevamente- el pegaso con una cara de puchero mientras se recargaba en el pecho del otro

- ¿y eso?-

-Porque no has dado ni un beso desde que volviste… ¿así como voy a sentirme mejor?-

El italiano sonrió. Su niño era un chiple, pero el adoraba eso. Le tomó la nuca y lo besó en los labios. Las cosas iban a estar bien.

 

 

Notas finales:

Muchas gracias por leer, las cosas se están solucionando y ya no queda demasiado para llegar al final, espero que les esté gustando el rumbo de la historia y lo disfruten. Los quiero mucho, besos!


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