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Juntos por Liss83

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En el piso inferior alguien estaba viendo un partido de béisbol. Los Marineros ganaban por dos carreras.

 

 

 

-          Es mi turno — le dijo Rosalie con voz brusca a alguien y recibió un bajo gruñido en respuesta.

-          Oye, tú — advirtió Emmett.

 

 

 

Alguien siseó. Escuchó a ver si podía distinguir algo más, pero no se percibía nada más que el partido. El béisbol no era lo suficientemente interesante para distraerlo del dolor, así que volvió a quedarse pendiente de las respiraciones de Jacob, contando los segundos.

 

 

 

El dolor cambió veintiún mil novecientos diecisiete segundos y medio más tarde. Mirando el lado bueno de las cosas, pareció disminuir en las puntas de los dedos de los pies y de las manos. Lentamente, pero al menos suponía una novedad. Sabía que no era nada bueno que el dolor estuviera ya desvaneciéndose...

Efectivamente, en ese momento llegaron las malas noticias. El fuego de su garganta tampoco era igual que antes, porque ahora también le hacía estar muerto de sed y seco como un hueso. Tan sediento... Ardiendo por culpa del fuego y también ahora por la sed...

Y otra mala noticia: el fuego ardió con más virulencia en el lugar donde debería estar su corazón. Pero ¿cómo era eso posible?

 

 

 

-          Carlisle — llamó Jacob. Su voz sonaba baja, pero muy clara. Supo que este podría oírlo y que estaría en la casa o en sus inmediaciones.

 

 

 

El fuego se retiró de las palmas de sus manos, dejándolas dichosamente libres de dolor y frescas. Carlisle entró en la habitación con Alice a su lado. Sus pasos sonaban tan distintos, que incluso podía decir que el que iba a la derecha era Carlisle, y un paso por delante de Alice.

 

 

 

-          Algo pasa — les indicó Jacob.

-          Ah — dijo Carlisle  —, ya casi ha terminado.

 

 

 

Edward sintió alivio ante sus palabras fue superado por el dolor insoportable en todo el cuerpo. Tenía las muñecas libres, y también los tobillos. El fuego se había extinguido allí por completo.

 

 

 

-          Muy pronto — convino Alice con impaciencia  —. Traeré a los otros. ¿Debo hacer que Rosalie...?

-          Sí... Es preferible que los mantenga alejados.

 

 

 

¿Alejados? ¿A quiénes? No. ¡No! ¿Qué querían decir con eso? ¿Qué estaba pasando? ¿Jacob y su bebe se irían?

Se le retorcieron los dedos, porque la irritación irrumpió a través de su fachada perfecta. La habitación quedó en completo silencio mientras todos dejaban de respirar un segundo en respuesta.

Una mano apretó sus dedos díscolos.

 

 

 

-          ¿Edward? ¿Edward, amor?

 

 

 

¿Podría contestarle sin gritar? Lo consideró durante un momento y entonces el fuego rasgó su pecho inundándolo de más calor, extrayéndolo de sus codos y sus rodillas. Mejor no intentarlo siquiera.

 

 

 

-          Haré que suban ya — dijo Alice, con un punto de urgencia en su tono y escuchó el siseo del aire cuando se precipitó afuera.

 

 

 

Y entonces..., ¡oh!

El incendio llameó en el centro de su pecho, absorbiendo los restos de llamas del resto de su cuerpo para alimentar el más abrasador de los rescoldos. El suplicio fue lo bastante intenso como para aturdirlo y romper el fuerte asidero de la estaca. La espalda se le arqueó, doblándolo como si el fuego lo estuviera alzando desde el corazón.

 

 

 

No dejo que ninguna otra parte de su cuerpo rompiera filas hasta que su torso se derrumbó contra la mesa. Se inició una batalla en su interior: el fuego lo atacaba todo sin compasión. El fuego fue domado, habiendo consumido ya todo lo que era combustible y se encogió, concentrándose en una llamarada que sonó como a hueco.

De pronto todo se detuvo. Durante un momento, lo único que pudo comprender fue la ausencia de dolor.

Y entonces abrió los ojos y miro maravillado hacia arriba.

 

 

 

Lo percibía todo con una inusitada claridad. Los contornos eran precisos y definidos. Encima de su cabeza refulgía una luminosidad cegadora, a pesar de lo cual todavía era capaz de ver los hilos incandescentes de los filamentos dentro del globo de la bombilla y distinguía todos los colores del arco iris en la luz blanca, y al borde mismo del espectro, un octavo color cuyo nombre no conocía.

Más allá de la luz pudo distinguir los granos individuales de la madera oscura en el techo que los cubría. Debajo de él, veía las motas de polvo flotar en el aire y aquellos lugares a los que llegaba la luz distintos y separados de los oscuros. Giraban como pequeños planetas, moviéndose unos alrededor de los otros en un baile celestial.

 

 

 

El polvo era tan hermoso que inhalo agradecido por seguir ahí, en ese mundo. El aire se deslizó silbando por su garganta, haciendo girar las motas de polvo en un embudo. Le pareció que algo iba mal. Reflexionó y se dio cuenta de que el problema era que no sentía ningún alivio al respirar. No necesitaba el aire, y sus pulmones no se lo pedían ya. Es más, reaccionaban de forma diferente al llenarse.

 

 

 

No necesitaba el aire, pero le gustaba, porque la hacía sentir vivo. Le permitía saborear la habitación que lo rodeaba, aquellas encantadoras motas de polvo, la mezcla del aire viciado con el flujo de una brisa ligeramente más fresca que venía de la puerta abierta. Probó también un olorcillo suntuoso a seda. De igual modo percibió el gusto tenue de algo cálido y deseable, algo que podría ser húmedo, pero que no lo era... Ese olor hizo que la garganta le quemara por la sequedad, un eco ligero del ardor de la ponzoña, aunque estuviera teñido del tufo penetrante del cloro y el amoníaco. Y por encima de todo, pudo saborear un aroma mezcla de miel, lilas y sol que era el que predominaba sobre todos, el de aquello que tenía más cerca.

 

 

 

Escuchó el sonido de los demás, que volvían ahora a respirar de nuevo ya que él también lo había hecho. Su aliento se mezcló con el de miel, lilas y luz de sol, mostrando otros ingredientes. Canela, jacinto, pera, agua salada, pan recién hecho, pino, vainilla, cuero, manzana, musgo, lavanda, chocolate... Necesitó usar más de una docena de comparaciones en su mente, aunque ninguna de ellas le encajaba a la perfección. Era algo tan dulce y agradable.

 

 

 

La televisión del piso inferior estaba apagada, y escuchó a alguien, ¿Rosalie?, cambiar su peso de un pie a otro en el primer piso. También distinguió un tenue ritmo de golpeteo mientras una voz replicaba con enfado al sonido. ¿Música rap? Se sintió desconcertado durante un momento, y después el sonido se desvaneció como si fuera el de un automóvil que pasara con las ventanillas bajadas. Entonces lo comprendió, un automóvil había pasado por la autopista principal

 

 

 

No cayó en la cuenta de que alguien le sujetaba la mano hasta que ese alguien se la apretó con dulzura. Del mismo modo que antes había tenido que ocultar el dolor, su cuerpo se cerró de nuevo debido a la sorpresa. Ése no era el contacto que había esperado. La piel era del todo suave, y más caliente de lo que hubiese esperado

Después de ese primer segundo paralizado por la sorpresa, su cuerpo respondió al tacto poco familiar de un modo que aún le chocó más.

 

 

 

El aire siseó por su garganta, salió disparado por entre sus dientes apretados con un sonido sordo y amenazante, como el de un enjambre de abejas. Antes de que el sonido se apagara, sus músculos se agruparon y arquearon, retorciéndose para apartarse de lo desconocido. Saltó sobre su espalda con un giro tan rápido que debería haber convertido la habitación en un borrón incomprensible, pero no fue así. Siguió viendo cada una de las motas de polvo, cada astilla de las paredes cubiertas de paneles de madera, cada hilo suelto con detalles tan microscópicos que sus ojos giraron a su vez.

 

 

 

Reaccionó a la defensiva y se agazapó, pegada a la pared, hasta que comprendió qué se había asustado unas décimas de segundo más tarde y por qué había tenido una reacción tan desmedida.

Mantuvo la postura durante una décima de segundo más, adaptándose a la escena que tenía delante de él.

 

 

 

Jacob estaba inclinado sobre la mesa de operaciones que se había convertido en la pira, con la mano extendida hacia él, y la expresión llena de ansiedad. Su rostro era lo más importante para Edward, pero mi visión periférica catalogó todo lo demás, sólo por si acaso. Algún extraño instinto defensivo se había disparado en él, y automáticamente busco algún signo de peligro.

 

 

 

Su familia esperaba llena de cautela contra la pared más alejada de la puerta, con Emmett y Jasper en la parte delantera. Como si realmente hubiera algún peligro. Las aletas de su nariz se agitaron, buscando la amenaza. No podía oler nada que estuviera fuera de lugar. El tenue resto del aroma de algo delicioso, pero estropeado por el olor de fuertes productos químicos, hormigueó de nuevo en su garganta, dejándola ardiente y dolorida.

Alice estaba mirando desde detrás del codo de Jasper con una gran sonrisa en el rostro; la luz brillaba en sus dientes, como un arco iris de ocho colores.

 

 

 

Aquella sonrisa lo tranquilizó y entonces todas las piezas encajaron. Jasper y Emmett estaban delante de todos los demás para protegerlos, como había supuesto. Lo que no había captado a la primera era que el peligro era yo.

Pero todo esto resultaba algo secundario. La mayor parte de sus sentidos y su mente estaban concentrados todavía en el rostro de Jacob.

Nunca le había visto así antes de ese momento.

 

 

 

En las últimas semanas ¿Cuántas veces se había quedado mirando a su esposo de esa manera y se había maravillado de su belleza? Tan masculino. Tan fuerte. Tan diferente a él. Pero era como si en realidad hubiese estado ciego. Pero esta vez era diferente. Sus sentidos vampíricos estaban renovados. Jadeó y después luchó con su vocabulario porque era incapaz de hallar los términos apropiados. Necesitaba palabras mejores para ello.

 

 

 

Llegados a este punto, la otra parte de su mente había comprobado que no había allí ningún otro peligro que no fuera él, así que se irguió, abandonando su postura agazapada. Había pasado casi un segundo entero desde que aún estaba sobre la mesa de operaciones.

 

 

 

Le preocupó un momento la forma en la que su cuerpo se movía. Era absurdo, pero había vuelto a ser humano por un mes y ahora todo era nuevo para él. No había un fragmento de tiempo entre concebir la idea y realizarla: la transición se producía de forma instantánea.

 

 

 

Continuó mirando con fijeza el rostro de Jacob, de nuevo inmóvil. Dio la vuelta a la mesa lentamente y cada uno de sus pasos le llevó apenas medio segundo, fluyendo de forma sinuosa, como el agua de un río sobre las piedras de contornos suaves del fondo. Su mano aún extendida.

Observó la gracia de su avance.

 

 

 

-          ¿Edward? — preguntó con un tono de voz bajo, calmante, aunque la preocupación teñía mi nombre de tensión.

 

 

 

No pudo contestar de forma inmediata, perdido como estaba en las capas de terciopelo de su voz. Era la sinfonía más perfecta, una de un solo instrumento, el más profundo creado jamás por el hombre...

 

 

 

-          ¿Edward, hijo? — fue el turno de Carlisle — Lo siento, sé que se siente uno desorientado, pero estás bien, y luego todo va a ir mejor. Recuérdalo

 

 

 

¿Todo? Su mente giró, volviéndose en una espiral cerrada a su última hora embarazado. El recuerdo parecía ya tenue, como si se contemplara a través de un espeso velo oscuro. Sus ojos habían estado medio ciegos y aquello se veía ahora tan borroso...

Cuando él decía que todo iba a ir bien, ¿incluía eso a Elijah? ¿Dónde estaba él? ¿Con Rosalie? Intentó rememorar su rostro. Sabía ya que era muy hermoso, pero resultaba irritante contemplarlo a través de esa nube borrosa. Un rostro envuelto en la oscuridad, tan pobremente iluminado...

 

 

 

¿Estaban a salvo o el nacimiento de su hijo había encendido una guerra con la manada? ¿La completa seguridad en sí mismo que mostraba Jacob era en realidad una tapadera? ¿Estaba simplemente intentando calmarlo y nada más? Intentó leerle la mente, pero en esta el lobo solo repetía una y otra vez el más ferviente de los te amos que jamás hubiese escuchado

 

 

 

Mientras deliberaba en una centésima de segundo qué pregunta formular en primer lugar, Jacob alzó la mano con vacilación

 

 

 

-          Jacob — siseo Carlisle

-          Está todo bien doc. — dijo el chico sonriendo sin dejar de mirar a su esposo — solo es mi hermoso vampiro adolescente fugitivo

 

 

 

Se acercó lentamente y le acarició la mejilla con las yemas de los dedos. Era suave como el satén, suave como una pluma aunque seguía ardiendo. “Es de amor” pensó Jacob y Edward le respondió con la más radiante de las sonrisas

 

 

 

Su tacto parecía atravesar en un barrido la superficie de su piel, justo hasta los huesos de su cara. La sensación era de cosquilleo, eléctrica y saltaba a través de sus huesos, bajándole por la columna hasta alojarse temblando en su estómago.

“Espera” pensó cuando el temblor floreció convirtiéndose en una calidez, un anhelo. ¿No se suponía que esto tenía que perderse? ¿No era el desprenderse de estas sensaciones una parte del trato si volvía uno a nacer?

 

 

 

Volvía a ser una especie vampiro neonato; de hecho, la sequedad, el dolor abrasador que sentía en la garganta suponían una prueba suficiente de ello. Y sabía lo que conllevaba serlo. Las emociones y deseos humanos regresarían para formar parte de él en algún momento posterior, de alguna forma, pero él había aceptado que no las sentiría desde el principio. Sólo sed. Ése era el trato, el precio a pagar que había aceptado a cambio de su pequeño.

 

 

 

Pero cuando la mano de Jacob se curvó hasta adoptar la forma de su rostro como acero cubierto de raso, el deseo corrió por sus venas resecas, cantando desde el cráneo hasta las puntas de los dedos de sus pies.

Jacob arqueó una ceja, esperando a que dijera algo, pero Edward arrojo los brazos en torno a su cuerpo. Nuevamente, le pareció que no se había producido ningún movimiento. En un momento estaba erguido e inmóvil como una estatua y en el mismo instante, lo tenía entre sus brazos.

 

 

 

Su primera percepción fue de calor intenso. ¿Venia de Jacob o de él? Y luego aquel dulce aroma delicioso que tantas veces había disfrutado, pero que era el uno por ciento de Jacob. Presionó el rostro contra su pecho suave.

Y entonces él cambió la distribución de su peso, incómodo, y se apartó de su abrazo. Edward se quedó mirándole con fijeza la cara, confuso y asustado por su rechazo. ¿Acaso ya no lo quería?

 

 

 

-          Mmm... Ve con cuidado, Edward. Ay.

 

 

 

Apartó los brazos y los dobló detrás de la espalda tan pronto como lo comprendió. Era un neonato. Volvía a ser demasiado fuerte.

 

 

 

-          Ops — dijo sin hacer sonido apenas, sólo con un movimiento de labios y él esbozó esa clase de sonrisa que le hubiera detenido el corazón si aún hubiera seguido latiendo.

-          Que no te dé un ataque de pánico ahora, amor — repuso, alzando la mano para tocar mis labios, separados en una mueca horrorizada  —. Simplemente eres algo más fuerte que antes en este momento.

 

 

 

Frunció las cejas hasta que se unieron. Esto también estaba previsto, pero le parecía de lo más surrealista, aún más que cualquier otra cosa igual de increíble de las que le estaba ocurriendo en ese momento.

 

 

 

Jacob acarició de nuevo su mejilla y Edward olvidó por completo su angustia porque otra ola de deseo recorrió su cuerpo inmóvil.

Estas emociones eran mucho más intensas que aquellas a las que estaba acostumbrado y resultaba difícil concentrarse en un solo hilo de pensamientos a pesar del espacio extra que había en su cabeza. Cada nueva sensación lo embargaba por completo. Hizo un esfuerzo coordinado para concentrarse. Había algo que quería decir, lo más importante.

 

 

 

Muy cuidadosamente, con tanta cautela que el movimiento apenas fue discernible, saco el brazo derecho de su espalda y alzo la mano para tocar su mejilla. Clavó sus ojos en los suyos

 

 

 

-          Te amo — dijo, y la sonrisa en respuesta lo encandiló.

-          Como yo a ti — contestó él.

 

 

 

Jacob tomó el rostro de su esposo entre las manos e inclinó el suyo hacia el de este, con la lentitud suficiente para recordarle que debía tener cuidado. Lo besó, con la suavidad de un suspiro al principio y después con una fuerza repentina, con fiereza. Intentó recordar que debía ser cuidadoso con él pero era un trabajo muy duro hacer memoria de nada bajo el asalto de la sensación, muy difícil mantener ningún tipo de pensamiento coherente.

 

 

 

Era como si no lo hubiera besado nunca antes, como si fuera su primer beso. Y la verdad era que jamás se habían besado así. La respiración de Edward cobró velocidad, se aceleró tanto como cuando se estaba quemando, aunque éste era un tipo distinto de fuego.

Alguien carraspeó. Emmett. Reconoció el sonido profundo a la primera, burlón y enojado a la vez. Se le había olvidado que no estaban solos. Y entonces Edward se dio cuenta de que la forma en la que su cuerpo se incrustaba en el de Jacob no era el apropiado cuando se está en compañía. Avergonzado, dio un paso hacia atrás con otro movimiento instantáneo.

 

 

 

Jacob se echó a reír entre dientes y dio el paso también con su esposo, manteniendo sus brazos firmemente apretados en torno a su cintura. Su rostro relucía, como si hubiera una llama roja detrás de su piel morena.

Edward inhalo un trago de aire innecesario para recuperarse. ¡Qué diferente era esta forma de besar!

 

 

 

-          Me has extrañado

 

 

 

Jacob soltó una carcajada, radiante de alivio porque todo había pasado: el miedo, el dolor, las inseguridades, la espera, aquello estaba ya a sus espaldas.

 

 

 

-          No tienes idea cuanto

 

 

 

Edward puso mala cara cuando pensó en ello y entonces no fue sólo Jacob el que se echó a reír.

Carlisle dio un paso alrededor de Emmett y caminó hacia su hijo con rapidez; sus ojos tenían una ligera expresión precavida, pero Jasper se movió detrás de él como si fuera su sombra.

 

 

 

-          ¿Qué tal te sientes, Edward? — le preguntó Carlisle. Este lo considero durante una milésima de segundo.

-          Abrumado. Hay demasiado... — dijo Edward — como la primera vez — y Emmett rio bajo

-          Sí, puede llegar a ser bastante confuso — dijo el médico y Edward asintió con un rápido movimiento de cabeza, nervioso — Pero sigo sintiéndome yo mismo, o al menos algo parecido. No esperaba esto.

 

 

 

Los brazos de Jacob se apretaron un poco más alrededor de su cintura.

 

 

 

-          Te amo — le susurró.

-          Estás muy controlado — reflexionó Carlisle  —. es bueno

-          No estoy tan seguro de eso — murmuró Edward y pensó en los violentos cambios de humor, la dificultad en concentrarse — es como si fuese un neófito — Él asintió con seriedad y sus ojos como joyas relumbraron interesados.

-          Me parece que esta vez hicimos algo bien con la morfina. Dime, ¿qué es lo que recuerdas del proceso de transformación?

 

 

 

 


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