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El esplendor del silencio por Ayann

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Notas del capitulo:

Notas del(a) Autor(a): Los chicos se besan, los malos son encerrados y las dudas son respondidas.


Un agradecimiento especial a TayoAnn por corregir y permitirme divagar en un mal día, ¡gracias!

Capítulo 3

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No era frecuente que Jack llamara con buenas noticias, aunque agridulces le quitaron a Will un peso de encima.

Aaron se aferraba a la cintura de Un-Ojo, con la cara enterrada en su vientre.

—No quiero irme, quiero quedarme contigo, por favor. —La voz le salió temblorosa y su agarre se hizo más fuerte—. No los recuerdo, no sé quiénes son, ¿por favor? Por favor, déjame quedarme contigo.

—Es frío —espetó Jack en voz baja, a un lado de Will.

El rostro de Un-Ojo se mantuvo imperturbable. Sin embargo, Will creyó que nunca había visto tanto cariño, anhelo y pena en Un-Ojo cuando puso la mano sobre la cabeza del niño.

A través de las paredes de cristal, observó a una pareja de rubios ser conducida hacia donde estaban, Jack se apartó y se aproximó a ellos. Finalmente, Aaron soltó a Un-Ojo y se acercó a saludar.

La mujer se apartó del pequeño grupo, caminó hacia Un-Ojo y lo abrazó con fuerza.

—Gracias —dijo antes de alejarse y dejar a un hombre con cicatrices desconcertado. La pareja tomó a Aaron y se fue.

En cuanto estuvieron solos, Jack intentó retomar el tema de la operación y la reunión en un par de días.

—Mañana —pidió Will con firmeza, observando como la tensión volvía a los hombros de Un-Ojo—. Y, si así lo quieres, estaremos todo el día, pero no hoy.

—Bien, pueden retirarse. —Jack recogió sus cosas, evidentemente molesto.

Will y Un-Ojo se dirigieron hacia la salida. De pronto, el silencioso hombre se detuvo frente a un viejo mapa colgado en la pared.

—Aquí es Luisiana. —Señaló Will con el dedo—. Ahí nací, mi padre trabajaba en barcos, viajamos mucho, pero nunca salimos del estado, no hasta que fui a la universidad. —Dirigió su dedo más arriba, al este—. Irlanda, ahí es donde vivirá Aaron. ¿Y tú? ¿Recuerdas de dónde eres?

Un-Ojo dio un paso al frente, puso su mano en Europa, inclinándose, su ojo se centró en un punto, cuadrando los hombros, se apartó y golpeó el lugar con el dedo.

—¿Lituania? —inquirió Will sin poder ocultar una sonrisa—. ¿De ahí eres? —Un-Ojo no apartó la mirada del lugar, el agente le dio una palmada en la espalda—. No te vayas, tengo que ir a hablar con alguien, vuelvo enseguida, ¿vale? —La falta de respuesta la interpretó como una buena señal, así que casi corrió al laboratorio. Al ver a Beverly Katz con su bata blanca sonrió—. Necesito un favor —pidió, incapaz de dejar de sonreír.

—Hola —respondió ella sin apartar la mirada de lo que estaba haciendo— y, sin importar cuando me fascinen los tipos fuertes y silenciosos, no haré de niñera.

—Lo siento y no. —Will negó con la cabeza—. Necesito que revises los reportes de personas desaparecidas en Lituania, de hace ¿quince-veinticinco años?

—Sabes que ese no es mi departamento —contestó Beverly, soltando un profundo suspiro porque sabía que lo haría.

—Sí, pero eres la mejor. —Graham esbozó su sonrisa más encantadora.

Ella resopló.

—Los cumplidos solo funcionan hasta cierto punto.

—¿Qué me llevará a la meta?

—Muy tentador —suspiró ella y señaló la puerta con la cabeza—. Vete, te llamaré si encuentro algo.

—¿Cuándo? —gritó Will por encima del hombro.

—Cuando encuentre algo.

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Will dejó salir a los perros por la puerta trasera, a punto de salir, Un-Ojo cerró la puerta de golpe y lo empujó contra ella. Parpadeó, inhalando profundo cuando el hombre más alto se inclinó, había muchas razones para detenerlo, no obstante, cerró los ojos y se relajó. Siempre hacía lo que se debía hacer, así que, por una vez, haría lo que deseaba y esperaba que Un-Ojo también lo quisiera.

—Ojalá supiera tu nombre —susurró, al instante siguiente lo besaron, duro y con necesidad, con una pasión que nunca había experimentado. Cerró los puños en la camisa del otro, acercándolo más.

Un-Ojo deslizó sus manos por los hombros del agente, su cabello y bajaron hasta la cintura. Will no tenía idea de lo mucho que disfrutaba de ser firmemente sujetado por manos fuertes y grandes hasta que se clavaron en su piel. La respiración de Un-Ojo se aceleró al apoyar las caderas contra las de Will.

—Cama —farfulló el agente, intentando recuperar el aliento, con la cabeza hacia atrás y el cuello siendo atacado con el mismo fervor que su boca. Trató de apartarse y fue empujado con fuerza contra la puerta. «Debería tener miedo», pensó, Un-Ojo probablemente había sido obligado a matar a cientos y, de cierta forma, era más animal que humano, pero no había amenaza en su agarre.

Lo que sí había, era una avidez que hizo a Will caer sobre sus rodillas y luchar por bajarle la cremallera. No tenía mucha experiencia, pero su entusiasmo fue suficiente cuando metió la punta en su boca y rodeó con su lengua la delicada piel. Aunque, siendo sinceros, el hombre solo necesitaba de un afectuoso toque, Will acarició la base hasta que pudo tomar más con su boca. Un-Ojo soltó profundos y sedosos gemidos, nunca había sido tan vocal y Graham no pudo evitar imaginar cómo sonaría su nombre. Pronto, Un-Ojo terminó con un estremecimiento y se deslizó hasta estar frente a Will, dándole una suave sonrisa, se acercó y depositó tiernos besos sin prisa, no llegaron a la cama.

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—Lo lamento —se disculpó Will con Un-Ojo, sosteniendo un collar de cuero y metal muy similar al que usaba cuando lo encontró—. Esto es horrible, lo siento.

Un-Ojo tomó el rostro del joven agente entre sus manos, obligándolo a mirarlo, recargó sus frentes y se dejó caer de rodillas.

—Detente. —Graham negó con la cabeza—. No es un juego. ¿Cómo puedes estar tan tranquilo?

En respuesta, su mano fue tomada y dirigida al cuello de Un-Ojo, dejó que lo acariciara con los dedos hasta su cabello, cerró los ojos y se inclinó hacia el toque.

—Pero no solo estaré yo. Y yo... no seré yo.

Un-Ojo hizo una breve mueca con los labios, giró su rostro hacia la mano y la besó.

—Sí, vale, sé que puedes patearme el trasero.

Un-Ojo le dio una significativa mirada al collar.

Will soltó un suspiro.

—Tú no eres esto —recalcó, poniéndole el collar—. Tampoco eres mío, eres mucho más que todo esto. Nadie sería capaz de sobrevivir todo lo que has vivido. No es justo.

Un-Ojo se sentó sobre sus talones, los dedos jugaron con el collar, por un momento su mente se fue muy lejos, el olor y la sensación en su cuello lo trajeron de vuelta. Graham le tocó un hombro, se puso de pie con la necesidad de empujar al agente y escapar, no obstante, extendió las muñecas y dejó que lo esposaran.

Lo haría por Will, encontraría la fuerza y haría lo que le pedían solo por Will, que no lo miraba como si estuviera dañado o tuviera cicatrices, por Will, que no se ponía nervioso por quedarse a solas con él ni le daba miradas suspicaces como Jack y su equipo. Por Will, que dormía tranquilamente a su lado a pesar de lo que había hecho, por Will, que lo escuchaba, aunque ninguna palabra saliera de su boca.

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Malcolm Varge había sido un malcriado chiquillo que se convirtió en un hombre cruel, le encantaba infligir dolor y disfrutaba de ver cómo otros se herían entre sí, cuanto más tiempo, mejor. Había algo poderoso en ver cómo la vida se desvanecía de los ojos de una persona, pero no tan poderoso como escucharlos implorar por ella. Will lo constató por la manera en que hizo que arrastraran a un hombre con dos varas conectadas a su cuello, un niño —más joven que Aaron— los seguía de cerca.

—¿Quién demonios eres tú? —cuestionó Varge sonriente, mirando a Will de arriba abajo—. ¿Y cómo carajo le quitaste el boleto dorado al señor M?

—Le hice una oferta que no pudo resistir —respondió el agente con los dientes apretados—. ¿Quieres tomar té y charlar, o quieres hacer negocios?

—Oh, vaya —burló Varge, levantando las manos—. Tómalo con calma, no hay razón para que no podamos ser amigos, ¿verdad? Digo, al final del día ambos haremos dinero, ¿no estamos aquí por eso?

—Estamos aquí por los límites. —La voz de Will bajó una octava, lanzándole una gélida mirada a Varge—. ¿Hasta dónde estás dispuesto a llegar?

—Hasta donde sea necesario. —Varge se encogió de hombros, pateando al hombre en el suelo. El hombre gruñó y luchó contra sus ataduras hasta que los hombres de Varge aplicaron presión al cuello con las varas—. Probablemente vale más muerto que vivo.

—Eso no me conviene. —Will negó con la cabeza, interpretando al dueño ansioso por sacar provecho de su nueva propiedad—. Lo necesito vivo.

—Sí, seguro.

—Créeme, te arrepentirás si la pelea no termina como quieres —advirtió Graham, dándose cuenta de que Varge ya se imaginaba con el título de ser el dueño del luchador que mató al peleador invicto, astutamente le restaba importancia para que Will no se diera cuenta de la amenaza—. ¿Está limpio?

—No vine aquí para hacerte perder tu tiempo. —Varge chasqueó los dedos y sus hombres hicieron que el peleador se pusiera de rodillas—. ¿Lo harás tú o quieres que el chico lo haga?

Will resopló y sacó una jeringa sellada, levantaría sospechas si lo hacía él, así que se la arrojó al chico, quien rápidamente la tomó, se arrodilló junto al peleador y le sacó sangre con una facilidad que indicaba práctica.

—¿Qué diablos haces para que se quede quieto? —inquirió Varge, acercándose a Un-Ojo, arrodillado y con su propia vara de metal sostenida por otro agente—. ¿Está drogado?

—No —bufó Will, caminando hacia ellos—, tuvimos una larga charla y ahora sabe quién es su dueño.

—¿En serio? —Varge sonrió, parándose junto a Un-Ojo lo agarró por la barbilla y lo forzó a elevar la cara—. Aunque es feo como el demonio, ha de ser muy bueno cuando no está peleando. —Introdujo el pulgar en la boca de Un-Ojo y gritó cuando los afilados dientes lo mordieron. Hubo un destello tras los ojos cerrados de Un-Ojo que lo desestabilizó y lo tiró al suelo, girando la cara hacia Will le enseñó los dientes—. ¿¡Qué demonios!? —Varge llevó el dedo ensangrentado a sus labios—. ¡Pensé que habías dicho que estaba entrenado!

—No, dije que él sabe quién es su dueño. —Se paró entre Varge y Un-Ojo, la bilis subió por su garganta al pensar que acababa de golpear a su amigo, pero todo el enojo lo volcó en Varge—. La próxima vez dejaré que te lo arranque.

—¡Solo estaba comprobando que no tuviera los dientes afilados! —replicó Varge—. ¿Qué pasó con tu chico?

—No dejaba de meterse en problemas. —Will se encogió de hombros—. Supongo que tendré que conseguir otro. —El niño se acercó y le extendió la muestra de sangre, él la tomó. Aproximándose a una distancia segura del hombre atado en el suelo, terminó de revisarlo—. Que tu chico le saque sangre y que tenga cuidado.

—Eres rudo. —Varge se rio entre dientes y le hizo un gesto al niño para que hiciera lo que había dicho Will.

—Espera —ladró Will, el niño se quedó quieto a mitad de camino—. Acércate, quiero verla.

El niño se acercó y le entregó la jeringa, Graham se aseguró de que estuviera sellada y sin alterar, asintiendo con la cabeza, se la devolvió. Quería darle una sonrisa tranquilizadora, un guiño y susurrarle que todo estaría bien, pero no lo hizo, por el momento el niño estaba a salvo.

—No eres muy confiado, ¿verdad? —ironizó Varge, volteando a ver a Un-Ojo. El miedo inundó las facciones del niño al acercarse al tuerto, sus manos empezaron a temblar, pero extrajo la sangre con el mismo cuidado que había puesto con su peleador—. Es probable que te hayan estafado, ¿cuántos años más crees que le quedan?

—Deja que yo me preocupe por eso —contestó Graham, le hizo una seña con la cabeza al agente que fungía como su lacayo y agarró la vara conectada al collar de Un-Ojo, dando un tirón le hizo saber que podía levantarse—. Si todo sale bien, te veré el día de la pelea.

Una vez que estuvieron en la camioneta, lejos del almacén y el agente al volante se aseguró de que nadie los seguía, Will se pasó a la parte de atrás.

—Lo siento mucho —le susurró a Un-Ojo, primero le quitó las esposas, después el collar y volvió a disculparse.

Un-Ojo tocó el lugar donde lo había golpeado, hizo una pequeña mueca dolorida, tomó la mano de Graham, cerró los dedos en un puño y la dirigió hacia el hombro del agente.

—¿En serio? ¿Ahora me vas a enseñar cómo dar un puñetazo?

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La noche anterior a la pelea, Will se despertó con la sensación de una mano recorriendo su espalda, no se movió, disfrutando de la caricia. Poco a poco el toque cambió, la palma ancha fue reemplazada por la punta de un dedo que empezó a dibujar formas, Will se concentró en el roce y pronto se dio cuenta de que eran símbolos.

—¿Qué estás haciendo? —murmuró con voz adormilada contra la almohada.

El movimiento se detuvo, continuó y paró por completo. Un-Ojo cubrió a Will con su cuerpo y le dio un beso en la nuca.

A punto de quedarse dormido, Will recordó un libro que se encontró en el almacén donde habían estado retenidos Un-Ojo y Aaron, era sobre tradición pagana y el capítulo sobre los símbolos tenía las esquinas dobladas. Un-Ojo le había estado dibujando símbolos en la espalda —los mismos que alguna vez le habían pintado—, con la esperanza de que lo protegieran.

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Se suponía que el plan era que el FBI entraría una vez que las puertas estuvieran cerradas, cuando todo mundo estuviera en su lugar y antes de que iniciara la pelea. Sin embargo, Will se sintió inquieto al observar como el otro pelador gruñía y luchaba contra las ataduras, que lo mantenían sujeto a la jaula, hasta sangrarse las muñecas. Un-Ojo permaneció en silencio y quieto en su esquina.

Al inicio de cada pelea, las cuerdas de los peleadores eran cortadas al mismo tiempo, en caso de que un peleador quisiera hacerse con el cuchillo, había hombres para evitarlo y, en raras ocasiones, el niño que los atendía también fungía como respaldo; usualmente los peleadores estaban más preocupados por defenderse que por otra cosa.

Will había evitado hacer contacto visual con Un-Ojo, pero podía sentir su penetrante mirada. Un-Ojo mantuvo discretamente la atención en Graham, leyendo su lenguaje corporal para hacerse una idea de lo que estaba sucediendo. Cuando los ojos de Will se abrieron impactados, se giró todo lo que sus ataduras le permitieron y lanzó una patada al pecho del contrincante.

—¿¡Qué demonios!? —rugió Will a Varge y, aunque no era su trabajo, corrió hacia la jaula con el cuchillo en mano—. ¡Agárralo!

—¿Pero qué haces? ¡No podemos hacer nada! —Varge soltó una carcajada—. Supongo que no estaba bien atado, en estos días es difícil que la gente haga bien su trabajo.

—¿Qué hacemos? —preguntó el otro agente a Will.

Graham empezó a cortar las cuerdas.

—Ve por Jack, ¡ahora! —Estaba demasiado concentrado como para darse cuenta de que el peleador de Varge se ponía de pie y se lanzaba contra él.

Antes de que el hombre pudiera llegar a Will, Un-Ojo lo embistió con su hombro, haciéndolo retroceder, el hombre siseó, pero no cayó, volviendo a lanzarse contra el agente o, más bien, hacia el cuchillo. En ese instante, las cuerdas de Un-Ojo cedieron, agarró al hombre por el cuello con una mano y lo levantó, el otro se agitó y lo arañó, buscando liberarse, pero el agarre no se aflojó. Un-Ojo podía entender el ataque, hacían lo que tenían que hacer para sobrevivir, pero tocar a Will era imperdonable.

—No —susurró el joven agente, estirándose entre los barrotes para tomar la mano libre de Un-Ojo—. No lo hagas.

El hombre mayor lo observó por el rabillo del ojo, no había miedo, enojo, juicio ni duda, solo comprensión. Lanzó al hombre al suelo al mismo tiempo que el equipo táctico irrumpía en el lugar.

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—¿Listo para adorarme? —profirió Beverly, entrando en la sala de conferencias mientras los estudiantes salían, algunos fueron tan osados como para quedarse en la puerta y fingir que revisaban sus apuntes o sus teléfonos, Graham los ignoró.

—¿Qué te hace pensar que no lo hago ya? —preguntó, recogiendo los ensayos que le habían dejado.

—Si eso es amor, entonces necesitas trabajar más. —Ella sonrió y se sentó sobre el escritorio.

Will arqueó una ceja.

—Eso de adorarte, ¿se supone que debo hacerlo ahora?

Ella esbozó una arrogante sonrisa y levantó una carpeta.

—Will Graham, te presento a Un-Ojo-Doe*.

A Will le tomó unos segundos tomar la carpeta, la abrió y se encontró con una fotografía en blanco y negro de un adolescente, guapo, piel suave, labios finos y cabello corto.

—Su nombre es Hannibal Lecter, bueno de hecho es el Conde Hannibal Lecter, el octavo o algo así. Dijeron que, aunque no nació mudo, dejó de hablar después de que su familia fue asesinada y, él, enviado a un orfanato.

—¿Qué pasó? —preguntó Will sin apartar la vista del joven, en realidad un niño.

—No tengo idea. —Beverly negó con la cabeza—. Lo que sí sé es que el cuerpo de su hermana nunca fue encontrado y meses después de que él escapó del orfanato, o eso dijeron, su tío apareció, alegando que se había distanciado de su hermano y no tenía idea de lo que había pasado, presionó a las autoridades para que lo encontraran, pero ya era demasiado tarde.

—¿Dieciséis años? —Will se quedó sin aliento—. Era un niño.

—Sí, la gente puede ser jodidamente horrible. —Ella puso una mano en el hombro de Will para reconfortarlo—. Pero la buena noticia es que su tío todavía vive.

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Will se quedó parado a mitad del aeropuerto, luchando contra el impulso de aferrarse a Un-Ojo, Hannibal, como lo había hecho Aaron, o irse con él. Hannibal necesitaba estar con su familia, establecer una conexión, tener una vida, lo único que podía ofrecerle era una casa en medio de la nada y recuerdos de lo que había vivido.

—Puedes escribirme —masculló. Una mano le apretó el hombro, pero se negó a levantar la cara—. Y si alguna vez te hartas de Francia… —Se encogió de hombros. Un pulgar le rozó su labio inferior, haciéndolo suspirar. Estaba siendo más difícil de lo que había pensado, hace menos de un mes era perfectamente feliz estando solo, consciente de que su vida se dividía entre sus perros y psicópatas. Ahora, había un hombre con cicatrices que lo había perdido todo, incluyendo veinte años de su vida, que le enseñó que podía tener mucho más y lo fácil que podía perderlo. Solo quería un poco más de tiempo, se conformaría con una noche—. Tal vez aprendas a cocinar y evites quemar mi casa. —Escuchó una risa, eran tan raras que levantó la vista. Una mano grande ahuecó su rostro y no permitió que se apartara, sintió los labios moverse contra su mejilla, no era un beso, sino palabras, pero no logró distinguirlas—. ¿Qué?

Le dieron un beso como respuesta y lo soltaron. Hannibal se alejó y pasó el control de seguridad, en ningún momento volteó a mirar atrás.

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Notas finales:

Notas del(a) Autor(a): ¡Un capítulo más para el final! Cielos, me pregunto qué va a pasar…


Nota de la Traductora: *En los Estados Unidos, en cuestiones legales se emplea el término John Doe en varones para mantener el nombre real anónimo o porque es desconocido. En los hospitales, los pacientes o cadáveres sin identificación son conocidos como John Doe. En el caso de las mujeres se utiliza Jane Doe, para un niño o bebé, Baby Doe.


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