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Percepción por rmone77

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Notas del capitulo:

—Melt—

Atravesaba la sala, el café derramado, la noche fría y las mil emociones, con Do en brazos. Se encontraba sosegado, aunque deshaciéndose a causa de suspiros pausados, sonoros, pero relajantes para los oídos de Kim. Era tan ligero como un niño, delicado bajo su mirada. Y aunque Kim sabía que la presencia del muchacho, tanto como sus pensamientos, eran imponentes, fuertes, siempre dejando una huella tras de sí, prefería admirarlo desde su figura, desde las piernas delgadas que apenas le sostenían, desde sus dedos pequeños y su rostro adormilado. Se estremecía al hundir las yemas en su cuerpo, sintiendo una serie de emociones, desde amor profundo a excitación insana.


Luego del gasto de energía que supuso confesar todo sobre su vida, Do quedó a merced del otro, moviéndose a su antojo y dejando que cargara su peso sin ningún reparo. En otro tiempo jamás hubiese permitido ser consentido hasta ese punto, pero en la actualidad se sentía profundamente bien al lado de Kim y junto a su mimosidad interminable, su tacto suave, electrizante.


Desde la sala, le llegaron los retazos de café a la punta de la nariz, mezclado con el dulzor propio de Do. El aroma mezclado le recordó la visita a su hogar tiempo atrás, cuando descubrió por primera vez el espacio recóndito en donde el chico dejaba descansar sus pensamientos. Y aunque el departamento propio llegaba a parecerle insípido, ahora se teñía del tono amielado de sus ojos grandes, profundos, de KyungSoo, un hombre tan estrafalario y al mismo tiempo insignificante en el día a día de los demás. Un chiquillo de cuerpo flaco, de mirada despectiva, de mente incomprensible. Sin un sentido real del mundo que lo rodeaba. Apartado, invisible, tan extrañamente confuso. Con tantos lados de sí mismo, mostrando distintas formas, como un caleidoscopio de mil colores.


Se erizó la piel bajo las palmas propias y Kim lo interpretó como frío manifestándose en ese cuerpecillo, con las manos empuñadas y el rostro escondido, aún suspirante, mientras lo cargaba al baño. Apretó su figura y regaló un beso sostenido sobre el flequillo desordenado, humedecido con sudor que sintió frío sobre la frente cálida. Percibió la angustia desaparecer tras las pestañas mojadas y una expresión apacible resurgía.


Bañó con esmero su piel casi recuperada, sólo resaltando manchas moradas, pero a punto de desaparecer. El silencio vigiló a ambos en el cuarto de baño, sin presionarlos, cada uno sumido en su propio sentir. Kim no recordaba haber tenido tal cuidado con alguna de sus parejas antes, ni siquiera porque todas fueron mujeres. Ni con SooJung, ni tampoco con los varios encuentros ocultos que concretó con hombres tan andróginos y delicados como su última aventura. Y no sabía cómo encasillar a Do dentro de la amalgama de personas a las que había querido durante mayor o menor tiempo. No había punto de comparación, aunque quisiera compararlo. Do era el extremo opuesto de todos sus pensamientos. Un joven en sus veinte que jamás hubiese mirado en otra situación. Y en el ahora, cuando pasaba sus manos rebosantes de jabón entre las piernas medio flexionadas, relajadas, sobresalientes un poco del agua vaporosa, atesoraba el momento como algo único y grababa las formas en las líneas de sus palmas. Grababa también el rostro adormilado y reconfortado, la temperatura del agua, la calma de ésta misma, el tono naranjo del foco sobre el espejo, el cabello húmedo mojándole la camisa, las mangas arremangadas por sobre sus codos, el beso ácido y el champú escurriendo.


Secó las hebras castañas, que se habían vuelto más largas al pasar los días, y acunó su cuerpecillo caliente, límpido. Besó sus labios adormilados de nuevo, con el pequeño ventilador del secador apagando todos los sonidos de las palabras que le dedicaba. Saboreó la forma abultada que éstos aún conservaban a pesar de lo delgado que estaba; le devoró el aliento y continuó besándolo en los espacios de tiempo que dormitaba, entrecerrando los ojos, completamente cansado y lánguido por las caricias sobre su cabeza. Apartó las toallas usadas, las ropas sobrantes, el aparato en silencio y se recostó con él, acunándolo sobre las piernas, escuchando el siseo que se colaba entre sus labios casi sellados. Sintió amor puro por la imagen que interpretaba como adorable. Se le hinchó el pecho con sus ganas de guardarlo en el cuarto, de alimentar hasta sus deseos fútiles, lo que sea que le pidiese.


Atrapó su mentón con una sola mano y jugó, entre mimos, con la nariz redonda que comenzaba a enfriarse. Juntó sus labios, sin llegar a besarlo, y susurró “te amo” casi sin articular las palabras ni formular sonido alguno. Do notó el apretón ligero, pero se encontraba en el limbo de los sueños, siendo apenas consciente de lo que Kim hacía, sólo percibiéndolo en cercanía, con el aroma ajeno sirviendo de incienso balsámico. No se hubiera imaginado la simple y profunda confesión que se había marcado como un embrujo sobre su boca.


Ambos respiraron con una paz que sólo se podían dar entre ellos y dejaron sus cuerpos reposar juntos, mezclándose el cariño insondable y las sensaciones lascivas creadas del contacto.  


Kim sedujo hábilmente sus labios una vez más y Do correspondió desde su instinto. Kim atrapó su lengua y se deleitó con la ternura que le transmitía en los temblores. El muchacho luchaba contra el sueño desesperadamente, queriendo mantenerse lúcido y disfrutar todo del otro, pero en contra de los deseos carnales, terminaba respondiendo con torpeza desmedida, simulando inexperiencia y nerviosismo. Kim lo atrapaba con las palmas lisas, apretando las partes más prominentes de la figurilla tendida sobre él, con la ansiedad naciendo de sus muñecas, manifestándose sus anhelos en el borde de las uñas, con las que marcaba los pequeños huecos que se formaban al final de la espalda delgada. En el transcurso del tiempo consumido, notó la excitación de ambos bajo las telas suaves, pero no existía apuro alguno por acelerar las sensaciones. La noche los abrazaba y les daba el espacio justo para quererse en intensidad contradictoria, casi armoniosa, si no fuese por la respiración agitada y el abdomen palpitante.


Kim se divertía con el ceño fruncido de Do, con sus impulsos despiertos bajo el sueño, con la infantilidad tras sus reproches, con su boca buscando la igual, pero durmiéndose antes del encuentro. Observaba sus facciones impecables y le dolían los dientes por las ganas de incrustarlos en la lisura de su piel. Eran contradicciones tan grandes que lo dominaban en el mismo instante, coexistiendo dentro de sí, sin ganar ninguna por sobre la otra.


Cuando Do por fin cayó dormido, guardó unos segundos para no despertarlo y procuró velar por sus sueños. Pasados éstos, continuó las caricias, inmiscuyendo las manos bajo la prenda interior. No se detuvo en ningún sitio en particular, pero en cambio recorrió en secreto cada rinconcillo de su cuerpo, imaginando cuáles serían las expresiones del muchacho si tuviese sus ojos en vigilia. Entre más lo tocaba, más vivo se sentía, más de él se llenaba y más excitado estaba también. Rememoraba sus palabras temblorosas y llenas de vergüenza, sus peticiones implícitas, las lágrimas que mostraban cuán importante era lo que había admitido, cuán real era. Lo siguió besando, controlándose, sólo permitiendo roces y besos largos, lentos, detallados.


Terminó por doblegar sus ansias y dejó a Do recostado cómodamente, arropándolo después de acunarle una mejilla. Se deshizo de su camisa todavía húmeda, del resto de la ropa ahumada con preocupaciones y desahogó bajo la ducha la fiebre que le carcomía. No pasaron más que un par de minutos para sentirle lejos y unírsele en el descanso, deseando despertar pronto para verle otra vez.  


No hubiese imaginado jamás la cantidad de pensamientos cursis y clichés que le pintaron la mente al despertar. Sus párpados se levantaron minutos faltando para las ocho de la mañana. Do aún dormía plácidamente, con el pelo enmarañado y sin el tono rojizo de la noche anterior sobre sus ojos. Evitó tocarle, evitó mirarlo y deseó conciliar el sueño de nuevo, esperando que fuese el muchacho quien lo despertase, pero sus peticiones fueron en vano y pasó poco más de dos horas entre minutos de sueño para que ambos recogieran sus músculos al bostezar.


—   Buen día.


Al encontrarse con las pupilas curiosas, aunque un tanto hipnotizadas, sonrió. Do también sonrió en respuesta, aunque lo suyo fue un poco de timidez por los recuerdos almacenados la noche anterior. El chico se enroscó en sus brazos y besó justo entre sus clavículas, acto que sorprendió en demasía a Kim. Era la primera vez que se mostraba tan cariñoso, emulando gestos de amantes que no creyó ver en él. Se derritió por su voz apagada respondiéndole un “buen día” de vuelta, agregando además otro “¿dormiste bien?”.


Se palpaba la intimidad absoluta que ahora los contenía y las ansias febriles que Kim había sosegado durante el baño despertaron rápidamente. Sin embargo, fue Do quien tomó la iniciativa, como si continuara los besos que se difuminaron en sus sueños. Aun sintiéndose incapaz de transmitirle sus verdaderos sentimientos, aun sin poder usar las palabras a su favor, limitado en cuanto a la expresión calmada, se lanzó a sus brazos, queriendo contagiarle de sus emociones, que sintiera a través de la piel aquello que deseaba con tantas ganas decirle. Y fue trágico y cómico a la vez que, estando tan excitando horas atrás, Kim hubiese apagado a la fuerza sus impulsos para no aprovecharse, pero que fuese Do quien lo hiciera realmente, mostrando su poco o nulo poder para resistirse a él. Justo cuando ambos consintieron sus ambiciones, el timbre alertó la llegada de alguien y, segundos después, el móvil de Kim. Recordó entonces la persona que debía estar tras la puerta, esperando a ser recibida.  


SooJung se presentó tan dulcemente que Do quedó prendado de sus gestos rápidamente. Y ella, por su parte, sentía conocer tan bien a ese muchacho a pesar de nunca haberlo visto antes. Aunque era un poco diferente de cómo lo imaginó, calzaba perfectamente en su mente. Kim hizo de mediador y explicó las intenciones que tuvo al invitarla para que se conocieran. Pero no necesitó intervenir mucho entre ambos, la conexión fue casi inmediata. Do jamás ocultaba el interés que le producían las cosas o personas y fue evidente que volcó gran parte de su atención a la melodiosa voz. Y Kim no pudo evitar que la mirada sincera del chico le produjera celos erráticos en lo profundo de su corazón. Era estúpido. SooJung era una persona irremplazable en su vida que, prácticamente, lo conocía mejor que nadie. Ella estaba al tanto de toda la situación, hasta de los pequeños detalles, y entendía que no era ella la razón real de sus celos. Que Do mostrase interés de forma tan honesta y pura era lo que le despertaba los celos irracionales. Era el hecho de que prestase atención a otra persona que no fuese él.


Se tragó las emociones absurdas y se encargó de darles el espacio que necesitaban. La idea tras invitar a SooJung y crear un lazo con Do era el tratamiento de su condición. Aunque no tenía idea de lo que guardaba el chico cuando lo habló con ella, no pudo haber tomado una mejor decisión. La convenció a pesar de su negativa, pidiéndoselo como único favor por el cariño que ambos se tenían. Y en realidad la única razón por la que ella se negaba era precisamente ese cariño. Temía involucrarse más allá del profesionalismo dada la importancia que tenía el muchacho en la vida de Kim. Para SooJung no sería difícil querer de igual forma a Do y confirmaba sus temores hablando con él. Se mostraba resuelta y amena, pero en realidad analizaba cada gesto, mirada o palabra que salía de la boca de él e iba entendiendo rápidamente todas las preocupaciones de su amigo. Sólo esperaba que todo llegase a buen puerto y que Kim no se hubiera equivocado al pedirle ayuda.


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