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Soulmate por Blacky_Swann

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Lentamente, JiMin comenzaba a memorizarse las calles que más transitaba, y eso era evidente al notarle tan confiado, tirando de la mano de SeokJin, mientras cruzaban los semáforos y daban vuelta en las esquinas correctas. Kim solo podía mirar por el rabillo del ojo al chico, esbozando una cálida sonrisa al ver lo orgulloso que JiMin estaba de sí mismo. Hasta que llegaron a casa del pelinegro. —Le iré a pedir a papá que te llevemos a casa —el niño hizo amago de correr hacia la puerta, pero el tirón en su brazo se lo impidió. Giró, completamente confundido, antes de sonreír al notar que no había soltado a Jin.


—Está bien. No vivo muy lejos.


—Pero hyung, ya es muy tarde. No debería caminar solo tan noche.


El castaño insistió, hasta que JiMin le tomó con ambas manos, comenzando a jalonear del mayor hacia la puerta de su casa, haciendo a Kim desternillarse de risa antes los gestos que Park hacía por el esfuerzo. Tanto era el barullo que el chico causaba, que apenas al llegar a la escalinata, la puerta se abrió, dando paso a la silueta del señor Park. — ¿Niños? ¿Qué hacen? ¿Ya viste la hora que es, JiMin Park? —el tono de asombro cambió a uno de enfado ante la última pregunta, haciendo que el menor soltara de golpe a Jin. Ambos niños miraron al señor Park, con las manos en la cadera, esperando por la respuesta de su hijo.


—Papiii —canturreó el menor, parándose bien derecho y las manos tras la espalda, intentando parecer adorable. — ¿Podemos... llevaraJinasucasa? —el pequeño habló tan rápido, que todas las palabras salieron atropelladas, haciendo que su padre y Jin le miraran confundidos. — ¿Qué? —preguntó el señor Park, bajando las manos, para llamar a los niños. JiMin soltó un suspiro, volviendo a tomar la mano de SeokJin y acercarse ambos a su padre. El señor pasó un brazo por los hombros de su hijo, abrazándolo y pegándolo a su cuerpo, mientras esperaba a que su pequeño hablara de nuevo.


—Te decía que si podemos llevar a hyung a su casa —repitió, más lento esta vez, antes de reír un poco al notar la exagerada mueca de sorpresa de su padre. El adulto llevó una de sus manos a su barbilla, mirando al cielo, fingiendo pensar y pensar. —Papá —se quejó el menor, soltando a Kim para abrazar al señor Park. Ambos comenzaron a reír, mientras el mayor le hacía cosquillas a su hijo. —Sisisi, está bien. Solo dejen que me ponga los zapatos —pidió el hombre, entrando de nuevo a la casa para cambiar de calzado.


Por su parte, los niños se miraron, JiMin regalándole una enorme sonrisa a su mayor al notar que podía pasar un poco más de tiempo con él. Sin embargo, el castaño solo devolvió una extraña mueca, una sonrisa ladeada que no llegaba del todo a sus ojos. El pelinegro agachó la cabeza; quizás no debió insistir tanto. —Lo siento, hyung... le diré a mi papá que no es necesario...


—No... —interrumpió el mayor, rascando su nuca; —está bien... supongo que tienes razón, nunca he andado solo tan a oscuras —confesó en un murmullo, aun mirando a otro lado. Su plática se vio interrumpida con el gran suspiro del señor Park y el tintineo de sus llaves. —Listo, ya le avisé a tu madre. Andando —el adulto les regaló una gran sonrisa, volviendo a abrazar a su hijo por los hombros, pero sin moverse, esperando a que los niños se tomaran de la mano nuevamente.


Con timidez, JiMin extendió su manita hacia SeokJin, quien luego de unos segundos, esbozó una gran sonrisa, entrelazando sus deditos, y así, iniciar su viaje. —Y bueno... ¿Dónde dices que vives, SeokJin? —soltó el señor Park, luego de que los tres iniciaran su andar con toda la confianza del mundo, y quedarse parados en la acera por un minuto. Los niños estallaron en carcajadas ante el gesto del adulto, quien solo les miró con una sonrisa en el rostro.


Finalmente, luego de unos largos 5 minutos, los menores lograron calmarse, golpeando sus mejillas o sobando sus pancitas, ambas adoloridas de tanto esfuerzo por la risa. Y aun con la respiración algo entrecortada, el castaño logró dictar su dirección, antes de engancharse todos de nuevo, y reanudar su dramático caminar, como si fueran un grupo de aventureros iniciando su épico viaje. Hasta que dos cuadras después, JiMin hizo que los tres se detuvieran por completo. — ¡Espera! No recuerdo cuánto llevamos caminando ni por donde —soltó, completamente acongojado, intentando hacer memoria de las calles que habían cruzado.


Los otros dos hombres, comenzaron a reír al ver la expresión del menor, tal cual estuviera en plena prueba de matemáticas, sin haber estudiado nada. —Tranquilo, campeón. De regreso podrás contar las calles.


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