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Soulmate por Blacky_Swann

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—Hola... ¿estás bien?


Su cuerpo dio un brinquito al escuchar la voz llamándole. Renuente, alzó la cabeza, hasta toparse con los ojos más lindos que había visto fuera de su familia. — ¿Te has lastimado? —volvió a preguntar el chico frente a él, con cierta preocupación en el rostro. JiMin solo atinó a negar con la cabeza, aun hipnotizado por la mirada ajena. El castaño sonrió aliviado ante la silenciosa respuesta del chico en el suelo.


—Menos mal.


El menor se quedó mirando a ese nuevo chico frente a él; su fino rostro se le hacía extrañamente familiar. Pero, ¿de dónde? Tan ensimismado estaba intentando devanarse los sesos, buscando una respuesta a su pregunta, que no notó que su mirada estaba, groseramente, pegada al extraño. Hasta que este carraspeó, un tanto incómodo con la seria mirada del menudo chiquillo hecho un ovillo en el suelo. JiMin, avergonzado, bajó la mirada al asfalto, escondiendo parte de su rostro entre sus brazos. Cabe destacar que la vergüenza hacía cosquillear su pecho. O eso creía el chico.


—Pero entonces, ¿qué haces ahí sentado como perro castigado? —la voz del alto muchacho volvió a resonar. — ¿Acaso olvidaste las llaves de tu casa?


JiMin se giró hacia el inmueble detrás de él. Y los pensamientos le volvieron a rondar la cabeza, sumiéndolo de nueva cuenta en su tristeza y desesperación.


—Esa no es mi casa —murmuró, escondiéndose de nuevo.


El desconocido tomó asiento a su lado, estirando las piernas un poco, soltando un suspiro de alivio. Sus pies comenzaron a balancearse de un lado hacia el otro, provocando un suave golpeteo al momento en que sus puntas chocaban. El silencio reinó nuevamente en la calle, mientras el alto muchacho esperaba a que el menor continuara con su historia.


—Me perdí —susurró.


— ¿Qué?


—Me perdí.


—No entiendo —insistió el castaño.


— ¡Que me perdí! —y la voz se le quebró un poco. —Tenía que ir al supermercado, pero creo que tomé el camino equivocado, y ahora no se cómo regresar a casa —volvió a esconder su cara, como si fuera una tortuguita. Moría de vergüenza; al terminar de contarle todo a aquel chico, las lágrimas no esperaron autorización, y comenzaron a caer por sus, algo, regordetas mejillas. Una mano sobando su espalda, le dio un poco de valor de continuar su historia. —Nos mudamos hace poco, aún no conozco las calles... creí que podía hacerlo.


Patético.


Era la única palabra que se le venía a la mente mientras pensaba en su situación. ¿Cómo un chico se ponía a llorar a moco tendido frente a otro, y del cual, no conoce de nada? Era realmente lamentable.


—Yo también me perdí la primera vez que salí solo.


JiMin alzó la cabeza tan rápido como pudo, al momento de escuchar aquella voz. El lindo castaño le miraba con cierta dulzura brillando en las pupilas; y una pequeña sonrisa en los labios. Otra vez ese cosquilleo. Sus ojos se fijaron en los abultados labios del mayor; y la sensación de haberlos visto antes volvió a invadirle.


—Vamos —habló de nueva cuenta el castaño, antes de ponerse de pie y sacudir la tierra de su pantalón. —Hay un supermercado cerca de aquí. También debo ir, y así te enseñaré el camino.


El extraño chico se giró hacia JiMin, extendiendo su brazo para ayudarlo a ponerse de pie. Renuente, tomó la mano, y fue en ese momento que un calorcito llenó por completo su brazo. Sus ojos se abrieron con una gran sorpresa, soltándose casi al instante. El castaño arqueó una ceja ante el actuar del menor, y aun así, no quitó la mano. Por su parte, JiMin seguía examinando su palma y dedos, sobando su antebrazo, como si todo lo que sintió fuera una mala jugada de su mente.


— ¿Vienes o no?


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