— ¿Creíste que no te había reconocido? —preguntó con una sonrisa burlona, agachándose un poco hacia el moreno.
Para JiMin, el tiempo se detuvo. Por eso aquel rostro se le hacía tan conocido; estuvo un buen rato observándolo desde el balconcito que había en la sala de la casa, y luego fue sorprendido, recibiendo un saludo con la sonrisa más dulce que había presenciado, fuera de su familia. Él había sido reconocido. ¿Cómo pudo haberse olvidado del muchacho que captó su atención en menos de 1 segundo? Se quería morir de la pena en ese momento. ¿Por qué la tierra se negaba a tragárselo?
—Por cierto, no nos hemos presentado —volvió a hablar el castaño al no recibir reacción alguna del menor. —Mi nombre es SeokJin Kim, mucho gusto.
Y el alma abandonó el cuerpo de JiMin. Ojos abiertos de par en par, y de un tirón, se soltó del agarre de SeokJin. Dejó la bolsa de sus compras en el suelo, y con la torpeza de hacer las cosas rápido, tardó bastante en apartar su manga del brazo, desvelando el mismo nombre que acababa de escuchar. —Eres tú —murmuró sin aliento, mirando al mayor frente a él, completamente atónito.
Por su parte, SeokJin no dejaba de reír por lo bajo, imitando al menor, solo que él tuvo que quitarse la sudadera que llevaba. Sus brazos apenas brillando, con el nombre del otro decorando sus pieles. Y al momento en que SeokJin puso su brazo junto al de JiMin, ambos brillaron con intensidad, antes de apagarse, pero aun manteniendo el calorcito en sus pieles. JiMin no podía salir de su asombro. Había encontrado a su alma gemela.
—Siempre creí que te conocería cuando fuéramos más grandes —soltó SeokJin con total calma, apartando su brazo, y acomodándose de nueva cuenta la sudadera. Una risa estridente llegó a los oídos de JiMin, notando que el más alto estaba muerto de risa. —Eres tan adorable como imaginaba —añadió luego de lograr calmarse, y notando el ceño fruncido del menor. —Vamos, tu madre debe estar preocupada —volvió a tomar la mano de JiMin, sonriéndole con dulzura, jalándolo un poquito para que le siguiera.
Inconscientemente, comenzó a caminar, mirando al frente, a veces hacia SeokJin.
—Oye, pon atención. No siempre me cruzaré por coincidencia contigo —regañó dulcemente el castaño, dando un apretó a la regordeta mano de JiMin para intentar sacarlo de su estupor.
—Es que... —el menor detuvo su andar.
— ¿Es bastante sorprendente?
— ¡Es embarazoso!
— ¿Porque te me quedaste viendo desde la ventana?
— ¡Me viste llorar!
— ¿Y?
— ¡¿Y?! ¡No se supone que debía ser así! ¡Tenía que mostrarte mi lado genial, no el de bebé llorón!
SeokJin borró su sonrisa, poniendo una expresión seria, y plantándose de nueva cuenta frente a JiMin. Dejó la bolsa de sus compras en el suelo, de nuevo, y tomó al menor por los hombros, zangoloteándolo un poco. — ¡¿Y eso a quién le importa?! ¡Todo el mundo llora, nacemos llorando! ¡Es algo tan natural como respirar, no algo de lo que debas avergonzarte!
Los pies de JiMin se tambaleaban un poco por tanto meneo, agradeciendo que el mayor le soltara casi al instante. Definitivamente, ser tratado como muñeco de trapo, no estaba en sus ideales. Sin embargo, la mirada seria de SeokJin, mató todas las ganas que tenía de reclamarle por tratarle de esa forma. A pesar del ceño fruncido, pudo notar la preocupación en aquellos ojos chocolate, haciéndole sentir un idiota por todo lo que gritó hace unos momentos.